CHILE: CONTRA LAS IDEOLOGÍAS Y SU CHANTAJE
Darío Ruiz Gómez
El Twitter del Presidente
Petro señalando arrogantemente que el triunfo del No a la nueva Constitución
propuesta por Boric en Chile “es un regreso a Pinochet” ha sido la respuesta del militante de una ideología populista y
no del Presidente de la República de Colombia. Un Presidente no tiene porqué
inmiscuirse en la vida política interna de una nación extranjera. Claro que
Petro ya lo había hecho al firmar la carta de apoyo a Cristina Fernández de
Kirchner. La respuesta de muchos representantes de la democracia chilena y
mundial ha sido enfática indicando la torpeza de meterse con la vida pública de
un país cuya tradición civilista desconoce palmariamente. Rafael Ampuero con
enorme lucidez al referirse a los derrotados en este plebiscito nos aclaró algo
que vale para Colombia y sobre todo para nuestra hoy equívoca izquierda: el
Partido Comunista ha desarrollado un programa en el cual proyecta únicamente su desueto objetivo de revolución
y no un proyecto de nación que es de lo que se trata. Añádase a su
stalinismo la manipulación de una ideología indigenista
convertida en negación de la
cultura y “regreso a la sociedad anterior a Cristóbal
Colón” con el objetivo de imponer frente a las mayorías democráticas un dominio totalitario, así podemos entender el porqué del repudio de
una mente libre a esa maligna propuesta de unos “territorios ancestrales”, de
cambiar la justicia civil, herencia
histórica de toda sociedad moderna, por
algo tan desusado como “la justicia
indígena”. Una Constitución es ante todo “un acuerdo de normas de convivencia
es decir una forma de pacto social: organiza, constituye las normas que rigen a la sociedad de un país”
Durante décadas los grupos
de este populismo trajeron a cuento la supuesta sabiduría ancestral de los
Mapuches mucho más importante, según ellos,
que los valores de la Democracia con su pluralidad o sea con su respeto
a la convivencia de los distintos grupos étnicos ya que, como recuerda Revel, “sin libertad no hay control”. Llegado Boric
al poder los Mapuches - tal como nos sucede en el Cauca- con oportunismo se levantaron en “rebelión” reclamando
sus “tierras ancestrales” nada menos que las tierras madereras de la Araucanía y por
supuesto al rico negocio que estas suponen y esto se hizo recurriendo a una
serie de atentados, de tomas por supuesto violentas y quemas de iglesias, de factorías. Llaitul el
histriónico líder que se colocó una ridícula
banda de seda azul en la cabeza amenazó con armar a sus hombres e
iniciar una guerra de guerrillas. Hace unas semanas las autoridades chilenas lo
localizaron y detuvieron para ser juzgado por estos hechos de etno terrorismo.
De haber ganado el Sí este criminal estaría suelto para proseguir con su
terrorismo.
Andrés
Bello el gran humanista, maestro espiritual de Simón Bolívar, autor de una obra maestra como el Código Civil del cual nacen las reglas de nuestra
tradición jurídica, la construcción de una Constitución democrática que reconoce
la inclusión y representatividad de todos los grupos sociales, raciales,
estableció una tradición de civilismo que es aquel que los chilenos –los
colombianos- quieren mantener, que es lo
que la abrumadora mayoría de votantes ha defendido en este plebiscito y no pues una Constitución de Pinochet. ¿Qué el
3% de la población o sea los indígenas dueños del 30% de la tierra traten de imponernos sus “derechos ancestrales” en
Colombia desconociendo nuestros derechos
consagrados por una Constitución democrática no
constituye una sucia jugarreta de
unos demagogos para desestabilizar nuestra sociedad tal como se intentó en
Chile? Olvidar la democracia y sus generosas libertades para recurrir a esta inventada guerra
indigenista es lo que Boric y la izquierda chilena han pagado caro por fortuna.
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