Juan Mares
Macías, Luis Fernando. El
libro de las paradojas. Sílaba Editores, Medellín – Colombia, 2015.
“Como se sabe, paradoja viene del griego para (contrario a) y doxa, significa opinión. En Platón, se
opone a Episteme, ciencia. Un dogma —palabra que viene
de doxa— es una opinión que se tiene como verdad indiscutida. Para-doxa quiere
decir entonces, contra la opinión establecida, aceptada generalmente”. Una paradoja es develar una verdad
oculta o desvestir una verdad real de su contraria pero ambas existentes y
coexistentes, aunque una inasible y la otra sujetable.
El Libro de las paradojas de Fernando Macías retoma un principio filosófico que nos
viene desde la escuela eleática y atraviesa todo el periplo de los filósofos
griegos y pasa por San Agustín, salta a los alemanes y por todo ser pensante
que ha empezado a rascarse la mollera.
El
texto está subdividido en nueve secuencias cabalísticas, tres epígrafes espejos
como anuncio de la que se aviene; una dedicatoria sagrada; un prólogo donde el
autor da algunas pistas.
Dentro
de esta estructura, por curiosidad, uno cuenta el número de poemas por cada
secuencia y este es siete; que si se multiplica por nueve nos da 63, más un
epílogo suma 64 tópicos poemáticos y descubrimos que equivalen a los 64
hexagramas del I Ching, el libro
cabalístico de las mutaciones. Recordemos que existe una versión con este poema
de Borges al referirse a dicho libro
El
porvenir es tan irrevocable
Como
el rígido ayer. No hay una cosa
Que
no sea una letra silenciosa
De
la eterna escritura indescifrable
Cuyo
libro es el tiempo. Quien se aleja
De
su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
Es
la senda futura y recorrida.
El
rigor ha tejido la madeja.
No
te arredres. La ergástula es oscura,
La
firme trama es de incesante hierro,
Pero
en algún recodo de tu encierro
Puede
haber una luz, una hendidura.
El
camino es fatal como la flecha.
Pero
en las grietas está Dios, que acecha.
Cito
el poema completo por ser de trascendencia tal el encuentro con las paradojas
de Macías, e igual viene a cuento la gran paradoja de El niño y el trompo de Octavio Paz
NIÑO
Y TROMPO
Cada vez que lo lanza
Cae,
justo,
En
el centro del mundo.
El
hallazgo consiste en darse cuenta que el trompo donde se pose estará
equidistante a las cuatro esquinas del planeta. Cada estrella es el centro,
cada galaxia, cada Laniakea. Cuánto va de Ptolomeo a Einstein. Cuánto del Ramapithecus al Homo abscónditus, de la lasca como
herramienta al rayo láser. Es que leer un libro es abrirse al mundo de las
percepciones y adentrarse, como paradoja, hacía la periferia de los confines
del ser, el tiempo y el espacio.
Es
lo que nos dice en un ensayo Angélica López Gándara, una médica mexicana, con
el salpullido de la escritura, al analizar aspectos del I Ching, sorprendida por la presentación que le hace Jung y el ya
citado poema de Borges:
“Supongo
que al pasar de los años, algunos aceptamos que el misterio es parte de la vida
y que, nos guste o no, la magia está allí, porque no podemos explicar el
universo”.
Por
ello es valioso el cosquilleo que Macías nos hace en torno al reflexionar
poético de sus paradojas. Un libro para despertarnos de nuevo al asombro.
Miremos si no su poema Los imposibles,
puesto en escena desde antiguas disyunciones en donde se planteaba qué fue
primero, si el rizoma, la semilla o el árbol; qué fue primero, el óvulo o el
ser; el huevo o el pájaro. No es apariencia aquello que respira en grande y es
trascendente puesto que lo nano minúsculo transpiraba desde antes.
¿De
dónde la energía aglutinante en el amplio éter con sus rayos creando y
recreando el universo? ¿Pero cómo justificar la nada si en ese espacio fluye
energía y por oleadas es traspasada de espadas lumínicas? Miremos:
“Aunque
vimos
los
huevos en el nido
y
constatamos el milagro
del
pico del pájaro
rompiendo
desde adentro
y
se nos dijo
He
aquí el acontecimiento
(…)”
El
poema no resuelve nada mientras elucubre
entre los opuestos y sin embargo renueva la pregunta y culmina no en las
transparencias sino en las apariencias de lo que creemos que es y no es. O que
no es y es. Ese algo profundo y misterioso que siempre será.
Aquí, en esta superficie cósmica, el germen
del poema recrea la profundidad de lo abscóndito, en el costal de lo arcano desde la sociedad
del átomo a la velocidad de los neutrinos que todo lo traspasan. ¿A qué remota
Laniakea llega el pensamiento y a éste, qué energía le potencia su volumen de
conciencia? Desde el universo cerebral a la gran masa cósmica. Un libro
pedestal, escala y flecha: el I Ching. Otro para lijar el borde, El libro de las paradojas.
No
recuerdo de qué lugar de alguna página dispersa hallé el razonar que se ajusta
en tal medida al comentado Libro de las
paradojas y dice: “La estructura del libro pretende ser un recorrido por
los diferentes puntos de vista que constituyen el holograma de la paradoja,
para confluir en una solución. El título de cada secuencia es un tema de
reflexión in extremis, pues la paradoja obliga al pensamiento para hacer
posible la dialéctica de la existencia”. Aquí tenemos que el referente es el
todo desde el principio de la unidad del ser.
Y
es cuando el pensamiento se hace verbo y recrea la paradoja en el poema como
cuerpo que flota y nada a brazadas en el mar del pensamiento, evidenciando el
movimiento. Mediación, meditante en la palabra que articula el universo
creativo, tras la energía que empuja y motiva.
Uno
se transcurre por las páginas del texto y percibe que el silencio no es vacío a
no ser en el estado de inconsciencia como la quietud serena del lago sin el
viento y se hace espejo del universo azul para la nube. Se parte de la materia
circundante que al cerrar los ojos es el infinito etéreo, o la abstracción
cimera y envolvente tras el todo en lo profundo y abscóndito del pensamiento.
Lo oculto develado intuitivamente y ante la percepción de las pompas de jabón:
suspiros de universos flotantes donde brillan los colores.
El
poema sobre lo abscóndito es juego sacro para redimir la perplejidad donde no
alcanzan las palabras y de allí la paradoja ante el silencio para percibir el
todo con su ruido de luces y músicas imperceptibles.
Ciencia y poesía son la paradoja de un
encuentro de influencias mutuas donde la subjetividad es evidencia desde el
pensamiento para con lo intuitivo en mentes lúcidas. Piénsese solo en
Pasteur, Einstein, Dalí,
Pelé, Cassius Clay y Walt Whitman
o en el discurso de Saint-John Perse al
recibir el premio Nobel, con todo el merecimiento del mundo al decir:
“Cuando consideramos el drama de la ciencia moderna que
descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático; cuando vemos,
en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean, una, un
principio general de relatividad, otra, un principio “cuántico” de
incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma
de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador
científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la
más vasta síntesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición
para que socorriese a lo racional y proclamaba que “la imaginación es el
verdadero terreno de la germinación científica”, y hasta reclamaba para el
científico los beneficios de una verdadera “visión artística”, ¿no tenemos
derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el
instrumento lógico?”
El poeta se refería, por supuesto, a Einstein.
Observemos: el pensamiento en el
cerebro es tiempo abstracto y es donde el cerebro como parte del cuerpo precisa
del cuerpo total que entonces navega en el espacio, al moverse, es el tiempo.
Ahora: si el reloj se daña, se detiene el tiempo pero exteriormente el tiempo
sigue. Esta aporía es un anzuelo, primero un alevino y luego una ballena. El
tiempo sigue, aun parándose el instrumento artificial; continúa porque no se ha
parado el movimiento de la tierra, el movimiento natural.
En este entendido, el libro de las paradojas
no resuelve nada y sin embargo retorna al origen del poema en busca de lo
creativo es decir la poiesis. El ápice del asunto está en la bifurcación de los
senderos del pensamiento donde se separa del poema y luego son poesía cuando se
juntan en la Ye opuesta, luego de entre ambas parabólicas Ovalamiento o huevo
cósmico. Física cuántica y poesía humana desde lo terrenal. Por ello volvemos a
uno de los aspectos que nos quiere recordar el Libro de las paradojas: “Pensar
y sentir en el hombre se hace uno. Lo múltiple se hace uno. Es la sociedad
humana no un individuo quien se ha de salvar”.
Un poemario que te revuelca el acto de
pensar: por medio de la poesía, retornar al filósofo y desde este a La
ciencia, es lo que nos lleva de la ye
que se bifurca a la que se unifica. Que se puede dar perfectamente en el orden
inverso.
No
sé cuántos habrán escrito o hablado sobre los logros de este texto como
producto de la filosofía a partir del estandarte del poema, para encontrar el grano o veta de oro de la
poesía, atrapada en las palabras pensadas y producto de la razón por redescubrir
lo intuitivo tras lo abscóndito. No sé cuántos se habrán negado la sola lectura
por algún prejuicio sobre el escritor, sin husmear en el laberinto de las
posibilidades de lo que dicen las palabras,
desde la compulsión del poema. El texto es abarcante y envolvente. Nos
lanza desde una paradoja que tiene que ver con el origen fático del hombre:
desde el germen de un óvulo hasta el
origen de las galaxias como polos de una matriz ovárica inconmensurable: ¿la
explosión del Big Bang? Desde lo poético hasta la oculta narrativa del verso,
para disimular el ritmo del tiempo y el espacio como contraposición a lo que es
sol y lanza rayos estelares. Lo semiótico frente a la filosofía como discurso.
La paradoja como efecto mutuo del choque de contrarios y sin embargo
complementarios. La quietud es aparente y el tiempo rotativo.
LO POÉTICO
El hecho de complementar imagen y
discurso son no la presencia descriptiva de la forma y menos de la explicación
del concepto; y no el discurso como río de las transfiguraciones del concepto
como idea argumentativa de la objetividad razonable de las imágenes. Es la
característica poética desde lo científicamente comprobable. Miremos si no, el
poema Percepciones, donde lo poético es elucubración de realidades aparentemente imperceptibles pero
científicamente comprobables y de allí, una verdad transformada en poema con el
artilugio del lenguaje:
Aunque
no lo veamos
El
infrarrojo vuela y pasa
Aunque
no lo oigamos
El
ultrasonido suena y vuela
No
visible o no audible
No
significan no existente
Sonidos
y colores
Pueblan
El silencio
Y una paradoja es enfrentar “el
silencio” ante “la nada”, como sinónimos y antónimos a su vez. Y no es más que
mirar el poema anterior:
Dimensiones
Espacio
y tiempo
Infinito
y eternidad
Se
confunden
En
la nada
La
paradoja consiste en que en lo que se cree que es la nada, allí nada el universo,
que digo, los universos, los de afuera y los de dentro.
Se
puede elucubrar que el espacio es lo que ocupa la materia y el tiempo, el
movimiento de dicha materia en polisémicas esferas, por no decir colores y
tamaños. Y remata con el único absoluto contestable: el infinito es la
eternidad puesto que paradojalmente cuando hablamos de vida y muerte estamos
hablando del cambio de la materia que sigue ocupando el espacio y el tiempo
como átomos cambiantes en el infinito eterno. Macías, de manera paradójica, sintetiza en el poema al decir en
el orden estructural del texto: Dimensiones frente a Percepciones. Porque
intuimos una energía inmanente de la materia. A esta energía no la vemos, y sin
embargo se siente. Interviene en cada giro del planeta y en cada convulsión de
nuestro organismo.
La
creatividad se manifiesta en la propuesta del inconsciente, expresado desde la
semiótica de los dibujos donde se plantea una visión genética del universo,
expresado en el elemento femenino y lo opuesto masculino, de ese encuentro la
paradoja multiplicante. El universo contiene esas dos esencias contrarias que
lo reproducen en sus unidades mínimas y así hasta lo inconmensurable.
LO ONTOLÓGICO
La unidad de dos es la quietud y el
movimiento. Donde hay sacudimiento existe el tiempo. El movimiento es la vida
cuando lo quieto es la muerte. Así puede haber sido el escudriñar expectante
desde lo ontológico para una vigilia de soledades litigantes, ante la pregunta
base sobre todo principio de lo existente, puesto que lo que existe es la vida,
gravitante como la brisa leve pone en movimiento el huracán. De esta manera
empezó quizá Luis Fernando Macías a rascarse y le fue gustando hasta construir
un edificio de contrastes para encontrar lo igual frente a lo otro, dónde lo
uno, es la constancia de sí mismo ante la otredad. El ser una conciencia de sí
ante el universo. Materia pensante, energía espiritual frente al cosmos. Ser ya
formado como homo abscónditus: hombre que escruta el universo con conciencia de
sí mismo sobre lo inabarcable y solo alcanzado a vislumbrar con el pensamiento
a velocidad del mismo. Velocidades que rayan en la locura inconmensurable.
La unidad de dos a través de la transparencia en el
espejo. Lo real y la ilusión. O mejor lo asible frente a lo incorpóreo y sin
embargo presente como reflejo de lo tangible. Puede ser el peligro en la
transparencia del agua para Narciso como el espejo del temblor ante la sacudida
del cuerpo que pesa sobre el agua.
LO SEMIÓTICO
LA PARADOJA va contra la opinión de
simple lógica del común, bien claro es lo oscuro y se tiene el concepto de ello puesto que
conocemos lo claro. La paradoja es un juego de opuestos en contradicción
aparente, puesto que para que exista lo uno, lo otro se hace presente. Se toma
como principio del juego donde se desnudan las apariencias. Ello es uno de los
principios de la filosofía para poner todo en cuestión de la existencia eterna.
Borges armó laberintos lingüísticos con ese juego insomne donde la memoria es
el cimiento de todo el cuento de cuánto cuenta el universo, si es finito o
infinito. Sabemos que existe y que su dimensión es total como suma de cantidad
no determinada. No sabemos con toda la tecnología presente cuantas grandes
burbujas Laniakeas contiene el universo, pero intuimos que son innumerables y
esto solo lo concebimos con la memoria de nuestro cerebro cuando se descubre,
en el sentido práctico de las investigaciones de los grandes telescopios,
cuando estos escudriñan el universo en sus múltiples curvaturas de inmensos
domos.
La paradoja se suele determinar como:
“Lo que va contra lo dogmático”, es decir, moverle el piso al ser pensante y
ponerlo a dudar sobre cualquier principio fijo, anteponiéndonos como una relatividad frente a los espejos, o cuando las
imágenes nos vienen de las palabras para reflejar conceptos como inventando
metáforas.
Para Platón la paradoja era contraria a la ciencia como
episteme, como manantial de la investigación, al contrario era caer en lo
especulativo, en el sofisma, en lo demagógico para atrapar incautos. Si nos
basamos en el primer poema de la primera secuencia, Macías nos enfrenta, al asunto abstracto del
concepto “libertad”. Este sentir no suele ser visto pero se percibe como un
elemento constitutivo del ser humano en su “libre albedrío”, pero lo paradojal
es que cada planeta está supeditado a una órbita en concordancia con la
estrella que lo súbdita. Seamos contundentes: siempre va a haber un orden
jerárquico alrededor de lo cual se gira. Es como si el universo tuviese un
orden maquinal como lo sostenía Santo Tomás que a su vez es un orden social. El
eco del poema llega:
“Libre
es decir
esclavo
de mi albedrío”
La paradoja consiste en que, por más
que vendamos la idea de libertad, siempre vamos a estar sujetos a algo. A un
sistema, a un gobierno, a un gobernante, a una ideología, a una familia, a un
padre, a un otro, a un concepto. Libres sí, pero a veces encasillados, es
decir, ensillados. Sobre la bestia la silla, sobre esta el ser y a vivir la
incertidumbre, pues no se sabe cuándo la bestia se asusta y el ser cae polo a
tierra.
Un poemario como este no es un simple
juego. Da pie a la controversia. A la afirmación. Poesía abscóndita para el homo abscónditus. Hombre
con conciencia de universo. Es un bello hito de la poesía colombiana y quizá de
la poética en lengua castellana.
Ahora, lo semiótico es la otra
manifestación del autor por decir su lívido y manifestar lo sagrado como un
péndulo entre lo táctil y lo intuitivo, entre lo efímero y lo eterno como una
visión de lo complementario: si ingerimos, hay que evacuar; todo lo que
anhelamos, satisfecho ya nos hostiga, esa ambivalencia dicotómica que a los
orientales les dio por llamar el Yin y el yang. Como una cábala frente al caos.
SOLUTIO
¿Este
poema qué resuelve al final del poemario? Vuelve a la paradoja elemental: “En
el instante / todo cave”: el instante como fragmento del tiempo donde converge
el movimiento de los objetos y del pensamiento como conciencia del ser pensante
y de los seres que creemos que no. En cualquier instante todo es, así sea en
dimensiones relativamente opuestas, desde cualquier categoría.
“Lo efímero / permanece”: Primero
sabemos que si pasa o pasó fue y ha de permanecer en otro tiempo espacial o de circunstancia.
Si es cosa u objeto, permanecerá así sea como materia cambiante, y si ese acto
del ser se repetirá por efecto de algún ADN en generaciones presentes o
futuras. El pensamiento estará en movimiento imperceptible pero ocurriendo como
una vorágine del tiempo.
“Lo frágil / resiste”: Nada más frágil
que un ser humano resistiendo toda ignominia, ni niega ni aprueba: en silencio,
sin ser un gladiador el sabio resiste. Esto desde lo humano. La rama del totumo
es frágil por lo versátil pero no se quiebra, resiste. En lo humano es
estoicismo, en lo vegetal ductilidad.
“Lo tierno / es fuerte”: El acto noble
y tierno de un niño te quiebra, la fragilidad aparente de una mujer es
fortaleza. Cuando cedes al capricho de un testarudo te hace más poderoso; ya
sabes su debilidad pero él no de tu conocimiento. El diamante es fuerte y fino;
procede de un carbón.
Así podemos ver feuras tiernas y
bellezas empalagosas. Ese poema final es la contundencia de lo sencillo
mortificante, de lo mortificante como verdad, de lo verdadero como belleza
conceptual; de lo pequeño como infinito invisible, de lo enorme como infinito
imperceptible.
¿Cuánto va del viejo Zenón hasta pasar
por Borges y llegar a esta ínsula de Fernando Macías?
Paradojas
como poemas para pensar, seguir el camino y luchar por el alpiste.
...
...
Macías, Luis Fernando. Nació en Medellín en 1957.
Magíster en Filosofía y licenciado en Educación, español y literatura de la
Universidad de Antioquia. Especialista en Literatura latinoamericana de la
Universidad de Medellín. Narrador, poeta, ensayista y editor. Fue director de
la Revista Universidad de Antioquia y director de la
Editorial de la misma universidad. Fundador de la Editorial El propio bolsillo
y, actualmente, director de la Colección Palabras Rodantes de Comfama y el
Metro de Medellín.
Ha publicado los libros de poemas Una leve mirada sobre el valle (1994), La línea del tiempo (1997), Vecinas (1998), Los cantos de Isabel (2000), Memoria del pez (La Habana, 2002), Cantar del retorno (2003), El jardín del origen (2009) y Callado canto (2010).