Guillermo Sánchez (Babel) 2018 |
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El proceso de Kafka descifrado por Guillermo Sánchez
Víctor
Bustamante
Kafka
ha sido uno de los escritores más prestigiosos, a pesar de la oscuridad que lo
embarga. Se menciona, se le analiza, se le redescubre, desde diversos puntos de
vista, desde el mito, desde la cábala, como quien augura una catástrofe, como
quien define una manera de hacer literatura. Se apela a él, como el gran
escritor moderno en estos tiempos de locuacidad, se le sitúa como quien presagia
el advenimiento del totalitarismo. Borges
lo siente como uno de sus cercanos arúspices de la maldición y, va más
allá, certifica que Kafka ya poseía sus precursores. Kundera lo sitúa cerca al
totalitarismo y a la asfixiante vida cotidiana. Blanchot lo renueva y lo hace
más comprensible, y regresa a él, desde prismas diversos: la oscuridad, la
ausencia, la soledad. Calasso intenta
una lectura diferente en estos últimos años, pero no dilucida la esfera de
Dostoievski en Kafka y perpetúa la idea de El
proceso como algo fragmentario, sin terminar, y añade sobre Kafka: "
Es el escritor más importante del siglo XX y uno de los más difíciles", al
que hay que leer "literalmente".
“Nabokov nos distrae con un Kafka contándonos una fábula llena de
recovecos y enigmas. Pero hay un rastro, que me ha sacudido desde hace años,
Canetti, que sitúa el libro más misterioso de Kafka, El proceso, con una historia de amor, inscrita dentro de su obra.
Nada de criptografía como se ha intentado mirarla; es más, como definitivamente
se la ha determinado. George Steiner ve en Kafka, una conjetura de Memorias del subsuelo de Dostoievski y,
que este, como profeta, prefigura el sadismo furtivo, el implacable
totalitarismo sobre la vida privada, la burocracia impotente, la pesadilla humana,
pero olvidó que Kafka, tan de piedra, acosado por la seriedad y la formalidad
de sus lectores, se reía a carcajadas mientras leía el manuscrito de El proceso por la manera como describía
a Felice Bauer. También Steiner lo asocia a
Casa desolada de Dickens.
En
estos tiempos aciagos, de incredulidad y de muerte del libro según los
tecnócratas de la nueva era de las redes sociales, de Silicón Valley, Guillermo
Sánchez, tenía y debía llegar, lejos de su ámbito cercano, la posible Praga, ha
descubierto y desencriptado el gran secreto: Kafka es un sucesor directo de
Dostoievski. Es más, sin el escritor ruso, Kafka con su halo de misterio,
incompresible para la mayoría de sus lectores y críticos, no hubiera sido
posible. También Guillermo ha ordenado esta obra que parecía irresoluble; todo
un rompecabezas, toda una obra inconclusa, pero su relectura, la investigación,
la persistencia ha llegado a su fin, ya que Guillermo Sánchez ha descubierto,
lo que muchos de sus adláteres que guardaban el gran secreto sin develar de
Kafka no lo entendieron.
Pero
vamos por partes. El mundo académico, ahíto de simposios, conferencias,
especialistas, doctores, traductores, exegetas, hagiógrafos, es poco lo que ha
aportado a una nueva relectura del escritor checo. Kafka parece que se ha
convertido en esa muralla impenetrable, imposible de saltar, lo han convertido
en un escritor misterioso, ininteligible, en un novelista fuera de serie; lo
cual expresa su pereza consuetudinaria para intentar una lectura disímil. Año
tras año se repiten las mismas ideas, a veces hay una nueva reinterpretación a
la luz de nuevos aportes en las investigaciones, pero Kafka permanece ahí a su
lado, inmutable y en apariencia sólido, sin entenderlo, como si Kafka fuera
considerado por ellos uno de los escritores que presagiaron un mundo con un
sórdido camino al caos, y reflexionan de tal manera sus libros, como si fueran
las sagradas escrituras de estos tiempos posmodernos y no sé qué otros
apelativos.
Por
esa razón hay que huir de esos simposios, de esas conferencias, de esos
encuentros kafkianos, ya que esos especialistas en Kaffa que hasta lo leyeron
con tanto respeto, no han descubierto nada nuevo, sino que matizan las mismas
ideas anteriores, retoman conceptos, chalanean con dos o tres ideas ya conocidas
sobre este escritor y nunca se han atrevido a redefinirlo: Para ellos es
intocable, lo cual es sinónimo de pereza intelectual debido a esa bonhomía que
dan los títulos.
Esto
debido a que en los últimos años nadie en el mundo académico, y ya es decir
algo arduo, ha encontrado un camino preciso para llegar al corazón de las
tinieblas de Kafka. Siempre se consideró, El
proceso, un laberinto, su magna obra, lo inexpugnable, lo misterioso, lo
que no tenía sentido para algunos; lo secreto, el gran misterio. Es decir, ya
estaba todo dicho y solo se conformaron en repetir los mismos códigos. A lo
mejor repararon en una nueva traducción, en un nuevo testigo que lo vio desde
lejos, en merodear como el mismo Kafka antes de entra al castillo. Era como si
vieran un gran manuscrito sagrado, algo ilegible que merecía la interpretación
e incluso las reinterpretaciones posibles. Como en una gran botica había
remedios para las diversas neurosis de sus investigadores, que interpretaban
facetas, que cotejaban hasta la saciedad sus diversos escritos, desde el
diario, sus cartas, sus novelas y relatos inmersos en una vida cotidiana
de Praga en su momento. Y, a pesar de
escudriñar todos esos escritos, continuaba el secreto total. La densidad total,
añade uno de sus hagiógrafos.
Luego
llegó la posibilidad de leer sus manuscritos, cuando se decidió hacerlos
públicos, y el caso fue aún más letal, se maravillaron en conocerlos de puño y
letra de su autor como el gran secreto, incluso nunca como Borges ante un
manuscrito de Pascal, duda de una palabra que al autor ha borrado y le daría un
sentido diferente a un texto suyo. Ellos, los especialistas en Kafka, también
miraban las notas, los pies de páginas, pero nunca encontraron el gran secreto.
Esos caminos los descubrió Guillermo Sánchez, aquí en Medellín, y por esa
razón, por no hablar alemán, por no vivir en Europa, por no ser académico de
renombre no se le ha reconocido su gran descubrimiento.
Yuri
Knórozov, sin haber visitado México, sin hablar español, descifró la escritura
maya, publicó en 1952 sus primeras investigaciones y el mundo científico nunca
le reconoció su labor sino veinte años después. Una premisa muy personal lo
acompañaba, lo que ha creado la mente humana puede ser entendido por otra mente
humana. Knórozov reestructuró las investigaciones iniciadas por fray Diego de
Landa, realizadas en 1570, para llegar a sus propias conclusiones. Alan Turing
descifró el código alemán Enigma. Champollion es el caso conocido de quien comprendió
la significación de los jeroglíficos egipcios, después de una ardua
investigación basada en la piedra de Rosetta, en 1882.
En
ese mismo camino Guillermo ha comprobado uno de los primeros enigmas de Kafka:
la presencia de Dostoievski en su obra, la recorre en sus textos más conocidos
y estudiados. Lo más extraño, es que ninguno de los críticos rebajados a meros
hagiógrafos, vieron esa presencia que es tan fuerte, que es de veraz la
presunción que sin Dostoievski no hubiera existido Kafka, él lo necesitó a
través de toda su literatura para poder expresarse. No sé dónde andaba el mundo académico
pendiente de interpretaciones desde el psicoanálisis, desde el estructuralismo,
desde la sociología, desde el derecho de la mano de aquellos especialistas en
la repetición que nunca vieron a Dostoievski en el pálpito de las páginas
reescritas por Kafka, porque eso lo fue. Kafka mirado de esa manera es un
saqueador de la obra de Dostoievski. Pero ha sido tanto el ecumenismo, que se
ha postergado en mantener tanto el otro secreto, que Sánchez les enseñaría que
se quedaron mirándolo, analizándolo, leyéndolo, releyéndolo, desde la diversa
variedad que las interpretaciones entregan para concluir las mimas tesis desde
hace años. Pero ninguno lo relacionó con Dostoievski, lo cual lleva a pensar
que los críticos son malos lectores y cuando se meten en el estudio de un autor
olvida el resto.
Kafka,
siguiendo a Dostoievski, en su novela, quiso ser como él, quiso vivir los
eventos con Felisa, y, a medida que los vivía, los escribía, pero también, al
mismo tiempo acudía a Crimen y castigo
para intercambiar y nombrar, y adecuar a sus propósitos, y de otra manera, los personajes del escritor
ruso, e insertar sus vivencias. De tal manera su novela, más sombría, se
convierte en un palimpsesto donde el origen es Crimen y castigo, y lo demás es
Kafka escondiéndose a través de situaciones tomadas del otro escritor, y a través de personas iguales transmutándolas
en otras, logra convertir esa obra al apropiarse de ella en sus matices y dejar
su experiencia con Felice inscrita ahí dentro de una obra ajena.
Si
miramos las influencias literarias en cada escritor, estas son notorias y no
son un delito, la originalidad es la tradición misma, ya que la escritura es un
diálogo constante. Es visible en Borges, en Baudelaire, en Stendhal, en Diderot,
en García Márquez. Cada escritor tiene sus padres y sus pares literarios, ya
que estos escritores poseen sus maestros que le abrieron una puerta a cierta
sensibilidad que permite que por ahí se cree un sendero. Es conocido el caso de
Nietzsche al encontrar en un tendido de libros viejos en la calle, un texto
de Schopenhauer, El mundo como voluntad y
representación, que lo sensibiliza a
crear toda su obra. O Juan Carlos Onetti, frente a una vitrina de una librería
en Montevideo, compra Luz de agosto de
Faulkner, sale leyéndolo al caminar, sin soltarlo, hasta cuando lo termina y,
como una epifanía, se le abre la parte creativa.
Pero
Kafka, fue más allá que todos, saqueó abiertamente a Dostoievski y se quedó
callado y, a más de eso, sus hagiógrafos nunca cayeron en cuenta. Nunca hubo un
análisis erudito en ese sentido, nunca hubo una mente flexible que dejara una
pista por donde todos pasaron de lado durante un siglo. De tal manera El proceso se ganó el apelativo de ser
denominada, obra maestra, de expresión
de la modernidad y otras cosillas. En la actualidad este tipo de experimentos
se le llama hipertexto, que no es más que el saqueo, y la reinterpretación de
obras ajenas.
Kafka
también hizo con Felice lo mismo que Flaubert con la poetisa Louise Colet, la
interroga por carta, ella le refiere su condena, le confiesa sus secretos, sus
infidelidades durante ocho años, que estimularon a Flaubert para Madame Bovary, y cuando el libro salió
editado, Louise fue a visitarlo, ya que ella misma se sabía la heroína plasmada
en secreto, la testigo de esa incuria, de esa manera de socavar con sus cartas
y relatos, el matrimonio en Rouen. Pero al visitarlo en París, Flaubert, tuvo
la delicadeza de enviar un recado son su valet para decirle que no podía
atenderla, que nada tenía que hablar con ella. Kafka, con Felice, después de
una larga correspondencia, no quiso casarse con ella, lo cual motivó un libro, El proceso.
Max
Brod, su gran amigo y albacea, al recibir los manuscritos de Kafka, quien le
ordenó quemarlos, no le hizo caso, los guardó, y al publicar muchos años
después El proceso, y ordenarlo a su
manera creó una definitiva visión y una escritura Kafkiana, ya que en ese orden
se basaron sus exégetas. Lo siguieron como el hilo de Ariadna, sus críticos, y
así lo asociaron a la historia de la literatura los arúspices, y al acogerlo en
sus entrañas el mundo académico, decidió no apartarse de ahí, ya que Kafka era
el mesías moderno, era el mesías sagrado, el indiscutible, de quien no se podía
sino interpretar y reinterpretar, es decir, se convirtió en intocable, ya que ese
orden de El proceso era solo ese y
nada más. Ya pertenecía al canon o mejor decirlo de una vez, era el canon mismo
que perdura con su misterio, el orden de sus capítulos, así como los fragmentos
de los capítulos que sobraban dispuestos en su apéndice, capítulos que causaban
aún más el gran misterio y acentuaban la necesidad de una lectura irrefrenable:
nadie sabía dónde situarlos o dejarlos de lado como una curiosidad de feria,
como los fragmentos perdidos, acaso como los mismos fragmentos de obras, de una
obra perdida. Escritura dejada de lado porque El proceso solo tenía un orden, el otorgado por Brod y nadie más.
O
sea, debido a un error de Brod, se creó toda una hagiografía sobre un libro, El proceso, que dio pábulo al misterio y
a miles de lecturas con sus reinterpretaciones. Hasta ser Kafka considerado un
escritor con un nuevo tipo de maldición. Ríos de tinta, un mar de exégesis, un
cumulo de asociaciones, un maremágnum de espías que pretenden ver allí el mundo
contemporáneo.
¿Por
qué razón Kafka no quemó él mismo sus papeles y dejó a un amigo, como albacea,
para que los quemara? ¿A que temía Kafka? ¿A ser descubierto como un alumno,
como un imitador de Dostoievski? ¿A que su novia Felice expresara que, al igual
que Louise Colet, él la utilizó para poder escribir su novela?
Guillermo,
además, de dilucidar la atracción de Kafka por su maestro, Dostoievski, ha
encontrado, luego de arduas pesquisas, el orden de El Proceso, para esta labor, su paciencia, sus investigaciones,
pero, sobre todo, su intuición, lo llevaron a dictaminar lo que nadie había
visto en el mundo cerrado de los administradores de Kafka, no solo que el checo
escribía bajo la inspiración y apropiación del escritor ruso, Dostoievski, sino
que su obra misteriosa, El proceso,
donde sobraban capítulos, donde no se podía concebir otro orden lejos del
estructurado por Max Brod, seguía la huella de Crimen y castigo, y así,
obsecuente, y con la paciencia del alquimista, es más con la paciencia del que
buscaba un misterio, algo así como leer un libro en un idioma perdido o como
quien, después de quinientos años lee los pictogramas aztecas, así Guillermo
descubrió que Kafka también seguía las huellas de Crimen y castigo y, así mismo, las imprime en El proceso, causando un desastre intelectual muy grande, ya que ha
dejado a Kafka sin el misterio que le otorgaron a través de los años sus
exégetas ajustados en dictaminar los mismos juicios, las manidas palabras sobre
él, incluido ya en el canon, como un escritor sagrado. Guillermo, con esta
investigación, da un golpe de alerta investigativo a un mundo intelectual que
ha asumido su literatura bajo las mismas premisas.
No
sé si con este descubrimiento, que sería mejor decir, un desciframiento, Kafka
merece otras reinterpretaciones o su literatura seguirá expresando los tópicos
que se han mencionado, eso sí bajo otra mirada ya descubierto el gran misterio.
Guillermo Sánchez, al caminar por el sendero lleno de follaje de sus libros, ha
descubierto el verdadero secreto del mundo Kafkiano. Seguramente vendrán nuevas
interpretaciones, nuevas apologías, que no se dignarán a saber que su secreto
ya ha sido encontrado, sobre todo de ciertos escritores a los que aún les
gustan los misterios como catarsis para sus alegorías. Kafka, tal vez al querer
quemar su obra, sabía que Dostoievski era el gran fantasma escondido que
aparecería detrás de su escritura, y quiso borrar las huellas, y esconderse él
ahí mismo con sus triquiñuelas, con sus aforismos, con sus indecisiones, pero
Guillermo Sánchez ha develado a Kafka.