sábado 25 de septiembre de 2010
LOS DIARIOS
DE
ALEJANDRA PIZARNIK
Luz Ángela Rendón
A treinta años de su muerte, se publicaron en Argentina los diarios y la prosa completa de la poeta Alejandra Pizarnik, los diarios fueron recortados y censurados excluyendo (como sucedió en el pasado con gran parte de la obra en prosa y por voluntad propia de la autora) aquello que además de resultar ofensivo para algunos, no tenía mayor valor literario; no obstante y a pesar de lo polémico de la elección, la información que brindan es lo suficientemente valiosa para estudiosos y admiradores de Pizarnik y motivo suficiente para celebrar el suceso y recomendar su lectura. (1) Ellos son un testimonio fiel e inteligente de su proceso creativo, es decir que pueden leerse como la mejor lección de escritura, pero también como una historia de vida aunque este no era para nada el propósito de su autora; fueron para ella refugio y laboratorio, escribía en ellos por necesidad -anímica, sicológica- , pero también con la idea de que más adelante pudiera convertirlos en su novela. En todo caso es evidente que no le interesaba dejar memoria de su vida, al menos entendida como su vida pública.
Siempre tuvo la idea de la novela, desde el principio. Cada que deseaba algo, deseaba también lo contrario -y en este movimiento a veces llegaba hasta a desearlo todo a la vez, terminando en el vértigo y la perplejidad-. Quiso escribir poemas breves e intensos como un alarido en la noche y lo hizo, pero entonces tuvo la necesidad de experimentar lo contrario de lo que ellos le dejaban; quiso no morir más de inmanencia, salir de sí misma y decir cosas más lentamente, hallar alguna forma de continuidad al hablar, no hablar más a gritos. El diario le proporcionaba algo de esto pero en la medida que no se trataba de un lenguaje trabajado sino natural, ese alivio a sus necesidades no hacía más que alejarla de su objetivo de ser y expresarse de otra forma; por eso no deja de recriminarse e inculparse por no comenzar de una vez a trabajar en la novela y en cambio sí seguir escribiendo libremente en su cuadernillo. En algún punto del trayecto, a los 22 años, escribía:
“Pierdo los días, la vida, el sueño. Pero yo no tengo la culpa si deseo, a la vez, la muerte y la vida. al mismo tiempo, a la misma hora. Nada podré hacer si no me impongo un método de trabajo. Y en primer lugar un método de aprendizaje literario. Si yo tuviera el lenguaje en mi poder escribiría día y noche, pues es lo que màs deseo. Pero ya es obsesiva mi desconfianza en el manejo del idioma. Y la novela se convierte en utopía. Cómo estudiar, y trabajar, y leer, y escribir. Y lo quiero todo al mismo tiempo. Y también embriagarme, y ver amigos y angustiarme, y asistir a todos los [tachado]. Pero sobre todo angustiarme y querer morir porque quisiera todo y sólo soy nada. ¿Qué significa mi abuso de la conjunción y? ¿Qué sino prolongar hasta el infinito cuestiones que es necesario resolver ahora y aquí? (2)
Y un año más tarde:
“Duermo mal. Algo me urge y al mismo tiempo algo me estanca. Ganas de lanzarme y de quedarme clavada. Interés e indiferencia. He temido la locura. Estoy también segura -o calmada- respecto de mi fortaleza mental. Pensé en el amor. Esperanza y desesperanza. Superficial y profunda. Ängel y demonio. Genio e idiotez. No puedo morirme, me disperso, me ilusiono, me desespero. Estoy y no estoy en el mundo. Quiero y no quiero. Pensé mucho tiempo en el escribir y quiero aprender. Presiento un lenguaje mío, un estilo que no se dio nunca, porque será mío. A la casa de él, entonces. Quiero escribir en prosa. Hoy llamé a O. Me alteró su voz. No quiero analizarme. Mi única salvación es comenzar a pensar, es decir, interesarme por objetos concretos. Basta de absolutos, basta de la nada.” (3)
En el plano de la expresión, el conflicto entre poesía y prosa da lugar a declaraciones como las siguientes.
“Quiero escribir cuentos, quiero escribir novelas, quiero escribir en prosa. Pero no puedo narrar, no puedo detallar, nunca he visto nada, nunca he visto a nadie […] La poesía me dispersa, me desobliga de mi y del mundo. Pero contar en vez de cantar. No sé. Es como el lápiz mágico con el que soñaba de niña: que supiera, solo, multiplicar y dividir. Así ahora, me gustaría escribir novelas en el sentido más realista y tradicional que existe”. “no sé por qué me parece que una novela sí es un verdadero acto de creación. Porque la poesía no soy yo quien la escribe.” “La idea de escribir una novela al estilo “ortodoxo”, es decir, narrando, significa elegir lo que es más opuesto a mi naturaleza” Ahí va otra vez en pos de su sombra y percibiendo el otro lado de su poesía: “Es como si hubiera descubierto lo intolerable y lo imposible de la poesía. Me horroriza el lenguaje poético y a la vez, me repugnan los poemas en lenguaje oral” “Cada vez que interviene la razón, que me preocupo por leyes de armonía -heredadas o no-, que escamoteo y sustraigo del caos, la mentira se me vuelve evidente, se aparece como si fuera una visión o como si fuera una revelación sobrenatural” “El peligro de mi poesía es una tendencia a la disecación de las palabras: las fijo en el poema como con tornillos. Cada palabra se hace de piedra. Y ello se debe, en parte, a mi temor de caer en un llanto trágico. Y también el temor que me provocan las palabras” También cuando escribe el diario, no deja de percibir las varias caras de ese escribir: “Tal vez me hace daño escribir este diario pues me proporciona la fantasía de una falsa facilidad literaria. Preferiría estar cinco horas frente al escritorio y escribir solamente dos líneas que estar dos horas y escribir cinco páginas que luego deberé reducir a dos líneas. Lo que me molesta es la escoria” “en verdad no quiero escribir por compromiso o mejor dicho no puedo escribir por compromiso. No sé por qué siento que vengo haciéndolo desde siempre, excepto este diario, este y los demás diarios, en los que me quejo y protesto con cierta libertad -palabra que no debería decir nunca” “el destino de este diario, hallar en él algo a modo de continuidad”
No se encuentran revelaciones propiamente dichas en estos diarios, nada que no esté ya en la obra y mucho menos que la desmienta, en lugar de eso se ponen sobre la mesa –así sea parcialmente- todas las piezas del rompecabezas de su personalidad, y se comparte con ella, entre la emoción, la sorpresa y la fatiga el infierno de su lucidez. Está por ejemplo la carencia afectiva, presente de principio a fin, confabulándose con su exigente y agotador “método” de escritura para acelerar su destrucción
Es tal su imagen de escritora entregada y consagrada por entero a su trabajo, que no deja de sorprendernos cuando nos encontramos de frente con las dudas naturales del comienzo. El diario comienza en 1954 a los 18 años. Sus inicios están marcados por conflictos idénticos a los de cualquier joven -entre la disipación e indisciplina de la juerga y la seriedad y adultez de la disciplina de trabajo- e idénticos a los de cualquier escritora en ciernes -profesión, enfrentada a (¡oh sorpresa!) los hijos y la vida de pareja-. En 1955, año en que publica su primer libro, Alejandra habla sobre su temor a errar en la elección de su vocación. Se dice que habría que comenzar pues por renunciar a la vida de hogar; los ejemplos conocidos así lo confirman, después de hacer un breve repaso de escritoras célebres, son mayoría las que sólo le merecen desprecio: ¡galeotes dramáticos!, aridez sublimada, dice para referirse a ellas, sólo Catherine Mansfield -con la que se identifica varias veces le parece convincente “pero sus tareas eran análogas y la mayor parte del tiempo estaban separados”, concluye. Pero, ¿y si después pasa que no es capaz de hacerse escritora?, ¿si sòlo se engaña al creer que tiene las capacidades para hacerlo? entonces no sólo habrá fracasado en un terreno, sino que su vida toda, hasta sus momentos más dichosos y su propio nacimiento “habrán sido vanos e inútiles”. Con el tiempo, la posibilidad del amor se volvió cada vez más remota; para amarla habría que viajar también a encontrarla detrás del espejo, nadie era capaz de soportar su amor de niña desvalida, delirante y autodestructiva, ella por su parte, cada vez se convencía más de que sólo podía amar a un ser que encarnara el amor surgido de su imaginación, y de que la encarnación de tal ser era imposible que se diera en una sola persona real.
Las dudas sobre la vocación iban más allá de lo afectivo; también sorprende oírle decir: “temo que mis deseos de escribir no sean más que medios para conseguir el fin anhelado, éxitos, gloria, fé en mi.”. Y aún más, enterarnos de que hubo un tiempo, antes de tener 18 años, en el que “Pensaba que la fé era importantísima. Pensaba que la muerte no es para mí. Ni la soledad. Ni el arte.”.
El temor a las consecuencias de esta renuncia vuelve a expresarse años más tarde: “No sólo la muerte da sentido a la vida. Esta verdad ha encarnado en mí. En suma, más que la angustia y la muerte, me preocupa mi carencia amorosa [,,,] ¿cómo no lo comprendí? ¿cómo hube de pensar en mi futuro exilando el amor? Esta mano helada cerrando mi presente, esta espada pavorosa que anonada mis impulsos, esta sensación inocua de que todos mis actos son irrisorios como si se desarrollaran en un escenario de cenizas, todo esto, es mi carencia de amor.” (4)
Y en diciembre de 1962: “De nuevo. Saber de nuevo que es preciso aprender a vivir sin amor. Cada vez que me lo hacen saber me asombro. Y es lo primero que supiste. Lo sabes desde que cumpliste un minuto de vida.” Y en diciembre de 1966, lúcida e impotente, reconoce que se traicionó a sí misma: “Por más que trate de estilizar mi pensamiento hasta hacer de él una espiral o una flecha debo reconocer la verdad: mi sola preocupación es lo erótico. Y en este sentido soy una cobarde que no se oculta de saberlo. Ir hasta el fondo de lo erótico es mi única necesidad, es tal que no lo diferencio de mi” Y en 1971, a un año de su muerte: “…Como si escribir me estuviera prohibido. ¿Y por qué no me estaría? La escritura, el sexo: mi ausencia actual de estos dos pilares de sabiduría”
Para ella, -dijo también alguna vez en su diario, sólo era posible vivir “si en la casa del corazón hay un buen fuego”
No obstante todo lo anterior, ello no impidió que -durante un tiempo- la de la enamorada fuera una de sus voces preferidas, con la cual escribió algunos de sus poemas más memorables.
A pesar de lo esencial que resulta el tema, este no ocupa mucho espacio dentro del texto ni siquiera durante los primeros años; el clima predominante a lo largo del mismo es más bien el de la angustia del escritor enfrentado a sus límites como ser humano por obra y gracia de su trabajo; angustia interrumpida ocasionalmente por esfuerzos autoafirmativos desesperados. Y aún así, la belleza no está ausente, ni en el lenguaje, ni en la misma historia. A propósito, en una de las muchas apreciaciones sobre arte que incluye, dice después de leer teatro de Yukio Mishima y compararlo con el cine de Bergman: “en ambos la demostración de la futilidad, del absurdo de la existencia humana, encarna en imágenes oníricas y en conceptos breves, terribles, bíblicos. Siempre me ha sorprendido y maravillado que se pueda realizar obras bellas partiendo de la imposibilidad de la felicidad o del absurdo de la existencia.”
La libertad de expresión se manifiesta en la mezcla de formas de composición y de recursos para hablar de sí misma. Están sus visiones, largos párrafos e incluso páginas enteras en los que se enlazan entre sí una serie de imágenes, formando un cuadro o escena, y seguidas a continuación por el monólogo del yo que mira y analiza. Están los sueños, que siempre aparecen como tales (al parecer principalmente cuando se trata de los que le resultan o demasiado enigmáticos o con un significado evidente). Aparecen dos o tres poemas, es decir, escritos en verso; uno de ellos en su “idioma de broma”, una especie de trabalenguas aparentemente sin sentido. Aparecen también dos cuentos cortos en los diarios de París (años 1960-1964), la única parte del diario que fue corregida e inclusive publicada parcialmente. Hay muchas pequeñas historietas, a veces contadas y otras consideradas y analizadas a distancia como “tema para un cuento”. En un par de ocasiones, al comienzo, encontramos airadas quejas, que conservan un poco el tono (otra vez, ¡oh sorpresa!), de un manifiesto en contra del medio artístico y cultural de Argentina. Hay diálogos; al menos dos, uno que da inicio al libro (pretendidamente humorístico, entre un pintor famoso, un pintor principiante, un poeta maduro, un poeta principiante y un estudioso del sicoanálisis, sobre el tema de la pantaleta obsesiva) y otro dentro de los cuentos mencionados. También en los comienzos, las plegarias son frecuentes, casi siempre en cumpleaños o comienzos de año; igual sucede con los inventarios existenciales o espirituales que dan como resultado pequeños poemas en prosa autobiográficos. (Muy al principio se tiene la impresión de una voluntad deliberada de utilizar el lenguaje de la poesía pero eso pronto desaparece)
Un par de ejemplos de esos inventarios y esas plegarias -algunos de gran belleza y fuerza expresivas-:
“La viudez de mi destino enmarcó mis huesos. Tengo lo oscuro que vaga silbando en mis aterrorizadas vísceras. Tengo la jocosa maraña de inimaginables plebiscitos artísticos. Tengo la burda emboscada de mi ardor innato. Y tengo mucho más que no digo pues ya es tarde. Muy tarde. Tengo dieciocho años”
“Con las manos tendidas y el pájaro herido, balbuceante y sangriento. Con los labios expresamente dibujados para exhalar quejas. Con la frente estrujada por todas las dudas. Con el rostro anhelante y el pelo rodante. Con mi acoplado sin freno.
Con la malicia instintiva de la prohibición. Con el hálito negro a fuer de tanto llanto. Heredé el paso vacilante con el objeto de no estatizarme nunca con firmeza en lugar alguno. ¡En todo y en nada! ¡En nada y en todo! “ (5)
En enero de 1960, al comenzar sus diarios de París:
“Que este año me sea dado vivir en mi y no fantasear ni ser otras, que me sea dado ponerme buena y no buscar lo imposible sino la magia y extrañeza de este mundo que habito. Que me sean dados los deseos de vivir y conocer el mundo. Que me sea dado el interesarme por este mundo”
La siguiente no es una plegaria, ni siquiera un ruego, apenas un suave pedido pero el más importante y definitivo y uno de los fragmentos más hermosos de todo el libro:
“Alma querida: si me dijeras: respira callada; el aire augura formas completas; luces extrañas se avecinan; pies azules pisan manos verdes por venir a defenderte. Si me dijeras: respira, mi confiada; la luna no monta cuervos; podrás hablar en futuro sin asfixiarte; nadie muere en tu memoria; no tienes por qué realizar funerales mentales, empresa demasiado seria para tus ojos delicados. Tómale el pulso a un pájaro que tenga colores vivos: verás que te sumerges en un puro despertar. Alma querida: si me dijeras: no busques más, ángel abrazado, no bebas más, no dejes que te la hagan, si me dijeras como me dijiste: el horizonte atroz se equivocó de nombre. No eras tú la esperadora de un barco fantasma. Abandona tu muelle de perros hambrientos. Origina de inmediato un espacio musical donde dejar nuestras desnudeces. Alma querida: si estuvieras, si me dijeras, si vinieras, si me salvaras.” (6)
“A veces es ella hablando de sí misma, y otras es ella hablando de una mujer cualquiera -a la que se refiere con el pronombre y, alguna vez, una sola, al hablar de su imagen públicamente aceptada de poeta, con las iniciales de su propio nombre, modalidad esta última, que utiliza en el 99% de los casos para nombrar a los que aparecen en su diario-; una sola vez también, al hablar de la carencia de amor, en vez de decir yo dice nosotros. (Muchas veces el yo es pasivo, en lugar de ser quien ejecuta la acción, es un lugar en el que se ejecuta la acción, pero esto obedece a otro asunto.)
El placer de los sentidos, que más tarde y por mucho tiempo hasta el fin de sus días se tornó en dolor insoportable, aparece también en una primera época y es reconocido como experiencia fundamental, única capaz de proporcionarle una base firme -pero efímera-. Su alegría con el paisaje, marino, citadino y hasta doméstico, da lugar a emocionadas descripciones.
“[…] cuando siento cada trozo, cada milímetro, cada color, cada baldosa que vuela a mi perfección; sí, cuando siento que mi sentir se amplía infinito y todo lo traspasa, todo ¡ah! ¿Habría mil ejemplos, mil momentos, mil situaciones! Entonces, cuando miro, huelo, oigo, recuerdo, siento; mi ser ya no espera. Mi ser vibra con los sentidos erguidos, atentos en su puesto. Cuando mi alma se espera en las sagradas nimiedades y recuerda su elección en potencia, ya no se angustia buscando rutas seguras. ¡No! No hay angustia que alcance su nivel. Ni desesperación. Ni dolor. No existe vocablo alguno en el cual invertir mi sensación en ese momento” (7)
Excepto estos escasos momentos y aquellos -escasos también- en los que se hace una con el poema y arde en él, siempre está escindida, desgarrada, siempre en pos de su sombra, se niega a afirmarse, a fijarse en una imagen de sí misma. Ella, que dejó de ser mujer para ser poeta y asesinó a ambas, hizo una poesía que sigue siendo para muchos la mejor que cualquier mujer haya escrito en español –en casa de ciegos el tuerto es rey, decía-; y su experiencia de vida sin duda fue, para ella misma y para nosotros que la miramos desde lejos, más rica e intensa que la de la mayoría de las mujeres ayer y hoy. Así de paradójica es la condición humana. Y esto lo supo tan bien, que no dudó nunca a la hora de escoger entre la falsa unidad que le ofrecía su máscara de escritora, y su urgencia por seguir sus propias voces. Probablemente esto sea lo mejor de toda la historia.
NOTAS
(1) Pizarnik, Alejandra Diarios, Barcelona, Lumen, 2003
(2) Ibíd., pp.121-122
(3) Ibíd., p.139
(4) Ibíd., p.107
(5) Ibíd., p. 130
(6) Ibíd., p.191
(7) Ibíd.,p.136
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Luz Ángela Rendón
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Publicado por victorbustamante en 17:22
Etiquetas: neopoesia medellin pizarnik
No jodás. Cambien de cuento que ya estoy hasta el cuello con esa bobada de lloriqueos maricas por una vida marchita. Poesía para la muerte?
Nanay cucas
25 de septiembre de 2010 17:50
Qué pereza mas muertos en la peosia. Hasta la vista.
25 de septiembre de 2010 18:15
No jodas Víctor no te enredes con muertos ni destruyas lo que siempre dices. A
la Pizarnik siempre se le ha tenido en cuenta y se le ha homenajeado en todas partes.
Necesitamos nuevas escritoras y nuevas ediciones que no sean piratas.
A lo mejor quieres conmover por escurrirle el bulto a la brillante discusión entre los susodichos de la página anterior
Neo es lo que vine, lo de ahora.
25 de septiembre de 2010 18:46
Nosotros, los que escribimos poesía, exigimos que se publiquen menos poetas muertos y más vivos. Es algo que consideramos de la más imperiosa necesidad y hablamos no solamente por nosotros sino por los borrachitos pòetas que salen de algún bar y suelen arrimarse a una buena amiga y hablan de muertos. Gas.
26 de septiembre de 2010 07:17
No pues morite. Que pose más ridícula asumir la desgarradura como emblema existencial. Que jartera toda esa funeraria que esta flor marchita quiere hacer con la vida de pizarnik. Eso es pura tontería de pueblerina, pura literaqtura barata de tonta posando de incomprendida. El malestar de la pizarnik no es nada, sólo pataleta de romántica anacrónica.Tírenle tierra a todo eso.
26 de septiembre de 2010 08:04
Congo dijo...
Víctor es imperdonable que pases de algo tan vivo y tan bello como el neonadaismo a estos funerales después de treinta años.
La Pizanik es para recordarla leyendo no escribiéndoles anécdotas como hace Ángela Rendón. Qué tonterías de poses, que bobada.
BUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUAAAAAA
26 de septiembre de 2010 08:36
tangerine dijo...
HERMOSO. ESTUVE AYER REVISANDO LOS COMENTARIOS DE OTRAS EDICIONES DE NEONADAÍSMO Y ME SORPRENDIÓ
LA AGRESIVIDAD,
LA VULGARIDAD Y EL ODIO QUE SE SIGUE MANEJANDO EN EL MEDIO POÉTICO DE MEDELLÍN, PURO NIDO DE VÍBORAS LOS COMENTARIOS VIRULENTOS, CARGADOS DE RENCOR, DE ENVIDIA, DE DESTRUCCIÓN. QUEDÉ ESTUPEFACTO, YA QUE ADMIRO EL TRABAJO QUE HACE VÍCTOR CON ESTE BLOG DE NEONADAÍSMO.
26 de septiembre de 2010 11:14
Hay escritos en todo el mundo que tratan sobre la obra de Pizarnik, miradas nuevas que renuevan (no ciegos prejuicios que ocultan) y este de Ángela Rendón es sin duda uno de los mas claros, de los que mas aportan luces.
Autores VIVOS como Alan Pauls ( El factor Borges, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1996./Cómo se escribe. El diario íntimo El Ateneo, Buenos Aires, 1996./ Historia del pelo Anagrama, Barcelona, 2010.), periodista y uno de los escritores vivos mas importantes de Latinoamérica también celebran con sus textos la importancia y la trascendencia de la obra de Pizarnik, que sin duda permite aun otras lecturas, otras miradas.
El mismo nos recuerda que nada muere y que " son las miradas mediocres las únicas que no logran encontrar en el pasado algo distinto, algo que renueve nuestra mirada sobre el presente.”
Felicitaciones Víctor, ojala que sigas incluyendo nuevas cosas en este blog, no solo
la Poesía local, que es importante, sino también otras miradas que a su vez abran nuestra visión, fuera de esas fronteras mentales que algunos pretenden imponer con prejuicios fáciles que pretenden disfrazar con el difícil ropaje de los argumentos.
26 de septiembre de 2010 12:03
Segunda Parte - Sobre los Diarios de Pizarnik . Alan Pauls (Fragmento)
En los Diarios de Pizarnik, ese punto de intersección tiene un nombre y marca un tope, una especie de límite, como un máximo de intimidad: Pizarnik lo llama mi herida. "Nombrar mi herida", dice: "eso torcido acerca de lo cual quiero escribir". Pero ¿cómo escribirlo? ¿Cómo —si no es con una mano ya torcida, ya marcada por la lastimadura sobre la que se abisma? Porque la herida no se deja reducir a un contenido o un "tema", no importa lo cruciales que sean. No.
La herida es el estilo. (Cuando escribe su diario íntimo —pero únicamente en esa circunstancia—, Rita, de 12 años, vuelve a aferrar la lapicera como cuando empezó a escribir: con cuatro dedos —no tres— que se ensortijan alrededor de la pluma como raíces, una técnica idiosincrática que la escuela combatió siempre, sistemáticamente, por "aberrante", pero que resucita sin que ella se dé cuenta cada vez que escucha el llamado de lo íntimo.)La herida es el estilo, y el estilo es la relación de intimidad —cercanía y estupor, posesión y alteridad radical— con la lengua. "Un temblor constante allí donde los demás piensan", escribe Pizarnik. La herida es lo más íntimo, sí, lo que crece y supura "en el fondo de mis fondos", pero es también lo primero que aparece, lo que salta a la vista, como se dice, o lo que sería imposible no escuchar, a primera oída, en la prosa torcida de Pizarnik. La herida —ese "defecto excepcional" del que, según Blanchot, "nos vienen la cercanía amenazada de la plenitud y una luz nueva"— da vuelta el pliegue más íntimo hasta convertirlo en un exterior, una evidencia, piel flagrante que nunca antes habíamos visto o —mejor— banda sonora aberrante, irreconocible, que sin embargo no deja de resonar en nosotros. Si hay una escena íntima en los Diarios de Pizarnik, esa escena es el cara a cara, a la vez duelo y abrazo, con el temblor que corrompe su proximidad con el lenguaje. "Imposibilidad de formar oraciones, de conservar la tradicional estructura gramatical", escribe Pizarnik. "Es que me falta el sujeto. Luego, me falta el verbo. Queda un predicado mutilado, quedan harapos de atributos que no sé a quién o a qué regalar. Esto se debe a la falta de sentido de mis elementos internos".
Es un problema musical. Porque del temblor, de "ese lugar al que se refieren los demás cuando dicen «alma»", de la "afasia" y la "arritmia" —los dos grandes males que Pizarnik se diagnostica—, lo que nace, lo que Pizarnik hace nacer, es una música, una música torcida, única como la huella que deja un pie herido, una música tan singular que merecería el nombre de idiota. Música: es decir, desde el experimento de Ulises y las sirenas, la fuerza mayor, la forma más irresistible de producción de intimidad: la que existe en el aire y resuena en las profundidades del plexo, la que viaja y enlaza, penetra y fecunda y obliga al otro a la más íntima de las proximidades: a arder en un fuego extraño.
26 de septiembre de 2010 12:10
Muy buena esta parte hombre, Victor, como se llama el libro de ese señor Pauls?
Gracias y felicidades por el blog.
"Pizarnik, poeta moderna, se cuida muy bien de patinar en el anacronismo, pero la fórmula que acuña, su modo propio de pensar a qué distancia, qué clase de intervalo se interpone entre ella y su diario, insiste en lo mismo: "En esa época", escribe, aludiendo a 1955, "me levantaba y me ponía la ropa y mi diario íntimo (una especie de «prenda íntima»), y antes de acostarme me desnudaba del diario y de la ropa". Si el diario es íntimo no es sólo porque cuenta o pretende contar la intimidad, sino también, y sobre todo, porque es lo que está abismalmente cerca, traje, segunda piel, placenta, membrana que abriga o encripta, y porque tiende —arrastrando a su autor, a su prójimo más próximo en la tendencia— a ese horizonte simbiótico del que acaso toda intimidad no sea más que un eco."
26 de septiembre de 2010 12:52
Chao a los admiradores de
la Pizarnik, queremos sangre neuva.
28 de septiembre de 2010 03:26
A LOS QUE PIDEN SANGRE NUEVA Y NO PUBLICAR A LOS MUERTOS, ME DÁ RISA, PUES
LA BUENA LITERATURA ESTÁ SIEMPRE VIVA, INDEPENDIENTEMENTE DE QUE EL ESCRITOR HAYA FALLECIDO O TENGA TRECE AÑOS. ESO DE SANGRE NUEVA ES UNA DEMANDA ACORDE CON
LA DICTADURA POSMODERNA DE QUE TODO TIENE QUE SER ACTUAL Y NUEVO, PURA EFEBOCRACIA POSMODERNA LIGHT
28 de septiembre de 2010 10:25
Es cierto que es una suicida y que vivió cargando un lastre de Melancolía, pero fue precisamente este sentimiento el que tocó corazones de miles de personas y aún lo sigue haciendo.
la Pizarnik es la viva imagen de todas aquellas emociones que atraviezan el alma hasta hacerse visibles, incluso en la carne
hay quienes podemos apreciar la belleza en lugares desprovistos de luz... eso sencillamente es la poesía
Muchas Gracias por este hermoso aporte
1 de octubre de 2010 15:52