EL OCULTISMO
Y LA CREACIÓN POÉTICA
Helena Restrepo
Escrito por Eduardo Antonio Azcuy (1926-1992)
- Argentina. Poeta, ensayista, crítico literario, periodista, estudioso del
simbolismo en las culturas y de la tradición mítico-poética, pensador político,
produjo más de una decena de obras publicadas en Buenos Aires, Madrid,
Barcelona y Caracas. Su libro el
ocultismo y la creación poética fue publicado en 1966 en Buenos Aires y luego
en 1982 en Caracas, fue galardonado con el Gran Premio de Ensayo en la IV
Fiesta Nacional de las letras de la
República Argentina en 1967. Ha sido una obra de inspiración para los poetas
latinoamericanos, a los que ha mostrado la poesía y su historia como actividad
espiritual y de profunda transformación interior.
En esta obra
de extraordinaria belleza, su autor hace una investigación profunda de la
conexión existente entre la creación poética y la experiencia mística,
llevándonos al principio de todo, antes del tiempo, a una época anterior a la
prehistoria, donde el tiempo no existe, a una eternidad en la que el hombre
coexistía en la tierra con los superhombres que lo guiaban y le daban ejemplo
de vida, un momento en que aún sus ojos percibían todo el acontecer universal,
hacían parte de esa Unidad, no se sentían separados, esta Edad de Oro de la
humanidad, coincide con las descripciones que conocemos en la historia sagrada
del Paraíso, que no están presentes sólo
en las concepciones judeo-cristianas, sino que son comunes a las leyendas del
origen del hombre en diferentes culturas primitivas. Posteriormente viene “la caída”, el hombre
cambia interiormente y esto lo separa del cielo, el cielo se aleja y con él los
superhombres, héroes o seres míticos que pueblan de imágenes a partir de ese
momento una tradición que aún conservan en su memoria y que pronto pasará a
hacer parte de su inconsciente colectivo, como lo nombra Jung, y que mantiene
en el hombre ese anhelo de retorno al Paraíso Perdido, a la conexión con la
Totalidad. Con la caída entran el tiempo y el nivel de percepción en el mundo tridimensional,
que sólo se hace posible a través de los sentidos ordinarios, lo que hace que
pierda cada vez más su capacidad de encontrar ese Paraíso. Pero también dentro de estos grupos humanos
existen “hombres diferentes”, capaces de encontrar ese camino de retorno a la
Unidad a través de técnicas de éxtasis que ayudan a todo el grupo a recuperar
la armonía, estos son los Shamanes, hombres médicos, magos, sacerdotes, quienes
tienen además la responsabilidad de velar por el bienestar del grupo y mantener
esa memoria ancestral que los conecta con la Unidad Primordial. Sus cantos y danzas en estados de éxtasis,
pronto se convertirán en la mayor riqueza literaria de transmisión oral, pues
estos estados de éxtasis están llenos de imágenes míticas, alabanzas y de un
lenguaje al que otras personas del grupo no tienen acceso. Son ellos entonces
los primeros poetas, mas luego los cantos pasan a tomar fuerza en sí mismos y lejos de los rituales sagrados, otro
tipo de “hombre diferente” puede acceder a su canto, a la creación a partir del
verbo, una forma de reconectarse también con esa Unidad, de más fácil ingreso
para los demás hombres. El poeta
entonces aparece como un ser capaz de profundizar en sí mismo y expresar lo inexpresable,
nombrar lo innombrable, y a través de su conexión consigo se conecta con la
Unidad de otro modo. “La poesía es el
arte de construir la salud trascendental. El poeta por consiguiente, es el
médico trascendental” escribió Novalis.
De estas tradiciones de Shamanes, magos y
sacerdotes nacen las ciencias ocultas que son transmitidas entre esos hombres
diferentes, y que incluyen el conjunto de teorías y prácticas que acentúan
especialmente la diversidad infinita y la Unidad esencial del universo, su
práctica da acceso a estados de consciencia en los que se hace posible percibir
más allá de los sentidos esas relaciones y correspondencias del Todo con las
partes y cada parte como un Todo en sí mismo.
Hubo expositores de estas teorías desde la
filosofía, y al margen de dogmas o filosofías estaban los poetas, que por su
propia experiencia y conocimiento de la interioridad de las cosas entraban en
las mismas dimensiones del ocultismo. “Aunque distintos por su naturaleza y sus
fines la poesía, la magia y la mística se originan en zonas vecinas al centro
del alma, en las fuentes vivas de la vitalidad preconceptual o supra-conceptual
del espíritu”(Azcuy). Para Novalis, cada
vez que el poeta intenta reflexionar sobre sí mismo, se siente ligado con la
Unidad Secreta de las cosas, por eso la
tradición ocultista se transmite entre ellos sin mediación humana.
En el siglo XVIII se dio una revolución que
lanzó a la poesía en el camino del conocimiento de sí misma y de la aventura
metafísica, sale del acto gramático que la tenía encasillada en artificio
racional y como un oficio destinado a distraer y contar hazañas. Aparecen
hombres que incorporan la poesía a la vida y descienden a los infiernos
interiores buscando liberarse de la angustia del tiempo. Llega el Romanticismo. “Romantizar – escribió
Novalis – significa dar a lo común un sentido superior; a lo ordinario, un
aspecto misterioso; a lo conocido, la virtud de lo desconocido; a lo finito,
una apariencia de infinito”.
“El romanticismo se apoyó en intuiciones y
alimentó el mito del sueño y de la noche, afirmó el irracionalismo y apeló a
las potencias primitivas del alma, a las zonas oscuras y elementales de la
psique. La noche como símbolo de lo absoluto, de la imagen unitaria y animada
de la realidad a la que sólo se llega aniquilando las apariencias del mundo
sensible” (E. Azcuy)
Los poetas uniendo en sus visiones extáticas
lo finito con lo infinito, abrieron a la poesía los mundos del ocultismo y la
magia. Hubo importantes coincidencias entre el pensamiento de oriente y la
revolución romántica, como esta: El SER INDIFERENCIADO sin dejar de ser UNO,
comienza a revelarse a sí mismo, suscita su antítesis, hace de sí mismo un
espejo, se desdobla en Sujeto y Objeto (Matriz Divina) (libro de las
mutaciones: la existencia brota de la oposición de los contrarios). De esa lucha entre los opuestos nace el Hijo,
según Boehme la Sabiduría Divina. Las 3 personas son 3 momentos del proceso
permanente de autorrevelacion y autoconciencia del abismo indiferenciado, con
lo cual la Divinidad se crea a sí misma y forma el mundo. Todo está hecho de
esos 3 principios.
“Todo el Romanticismo tendía hacia ese anhelo
de Unidad. Su grandeza consistía en haber reconocido y afirmado la profunda
semejanza de los estados poéticos y las revelaciones de orden religioso. Y
haberse consagrado en cuerpo y alma a la nostalgia del ser desterrado” EA.
La obra analiza a diferentes poetas, los más
representativos de su época en la búsqueda de esa anhelada Unidad y que
lograron plasmar a través de la poesía sus inmersiones en ese “Otro Reino” como
es el caso de Novalis, (Alemania, 1772-1801),
su vida la describe como un ejemplo de Hiperlucidez, donde combina la intuición
poética y la experiencia mística con la indagación científica. El Romanticismo
busca el hombre integral capaz de atraer sobre sí las vibraciones de lo
Absoluto, el poeta percibe los mensajes de una esfera superior y los transmite
a los demás hombres, esto gracias a una visión abierta o porosa de la realidad
que abre una puerta en el muro hacia la Patria Perdida. En las obras de Novalis
La Noche, la Amada, la Madre, la Muerte
son símbolo de lo infinito, son esa abertura que proyecta al poeta hacia un
cosmos abierto donde lo sagrado y lo profano confunden sus contornos. De La
Noche Novalis reaparece con los sentidos purificados, puede ver, oír,
comprender la fugacidad de lo transitorio. Sus Himnos a la Noche dan cuenta de
estas inmersiones en su propia oscuridad.
La percepción unitaria que los románticos
aplican al exterior tiene su origen en una experiencia absolutamente interior y
religiosa, lo que prepara el advenimiento de una era metafísica. Novalis
escribe: “Los mundos superiores se hallan mucho más cerca de nosotros de lo que
nos atrevemos a pensar. Es nuestra consciencia la que vincula a nuestro
limitado mundo sensorial con esos mundos superiores”.
Gerardo Nerval y la
influencia del sueño en su poética. (Francia, 1808-1855) Es uno de los más
puros representantes del romanticismo francés, un hombre con una personalidad
borderline que camina entre la razón y la locura, usaba su alucinación
analizándola mediante un gran esfuerzo filosófico. La contemplación le permitía
entrar en el sueño con los ojos abiertos, era su método de inducción para
trasponer la consciencia ordinaria e integrarse a una infinitud independiente
del tiempo. Pero Gerardo Nerval buscaba algo más que el retorno a la unidad,
quería el dominio de ese mundo por efecto de su voluntad. Entre sus escritos hay alusiones a
experiencias en las que sale de sí mismo y puede ver a su “doble”, mas añora
que estas experiencias ocurran cuando él lo desee, y no es así.
En las obras de Gerardo puede verse cómo
integra a su poesía el simbolismo de la Alquimia y el del Tarot o libro de
Thot, que compendia y oculta bajo símbolos y alegorías los temas fundamentales
de la Filosofía y la cosmogonía hermética (Hermes Trimegisto).
De la búsqueda del Paraíso Perdido y la conexión
con la Unidad pasa en la segunda parte del libro al Descenso al cosmos
interior. Nerval, Hugo, Baudelaire y Balzac renuevan la tradición hermética de
los poetas franceses del Renacimiento y propagan la mística romántica en el
naciente simbolismo.
Charles Baudelaire (Francia, 1821-1867) y las doctrinas
secretas. “Todo el universo visible no es más que un depósito de imágenes y
signos”, expresa. Su imaginación exacerbada recrea el universo de la Doctrina Secreta, el cosmos vivo de la
tradición ocultista que postula entre todos y cada uno de los objetos que lo
integran relaciones intrínsecas, esenciales y permanentes.
Baudelaire quien transita bajo el influjo del
mal, eligiendo el vértigo, el tedio y el orgullo, puede experimentar la
multiplicidad y lo separado, pero desde allí nace el impulso hacia la Unidad,
la nostalgia del Paraíso Perdido.
Inclinado hacia la mística desde su infancia
y sacudido por violentas crisis espirituales, intuye el mal (la existencia
separada); abraza el pecado (la voluntad de acceder a la Unidad por cualquier
medio) y tiende al Dios desconocido (el principio inmanente y trascendente de
todas las cosas). Esta concepción
religiosa y metafísica del mundo se encarna en su poesía.
Baudelaire logra entrar en estados de conexión
con la Unidad a través de visitaciones espontáneas, otras forzadas por el
Haschich y por la “Magia sugestiva” de las correspondencias. Estos “momentos felices” de impersonalidad
son fugaces y dejan un oscuro deseo de mantenerlos, de escapar a la consciencia
ordinaria para alcanzar el estado edénico, sobreviene entonces su rebelión y el
intento de forzar los accesos. Ingresa brevemente en el mundo de los
alucinógenos para luego darse cuenta de que el tóxico, a pesar de excitar al
máximo la imaginación, no la lleva a sobrepasar los primeros niveles de la
senda que conduce hacia el centro. “Nosotros, dice Baudelaire, poetas y
filósofos, hemos regenerado nuestra alma con el trabajo continuo y con la contemplación”.
Baudelaire es el primero en transitar ese camino de una magia poética basada en
las correspondencias. “El hombre se
corresponde con el mundo y puede conocer conociéndose”. El poeta intuye por
analogías la Unidad y establece relaciones entre lo diverso creando un método
de conocimiento a través de símbolos que es el mismo del ocultismo, por eso el
poeta comprende la naturaleza. “¿Qué es
un poeta – se pregunta- si no es un
traductor, un descifrador?”. El
poeta tiene acceso a un lugar atemporal de la consciencia de lenguaje simbólico
y luego tiene la tarea de descifrarlo para darlo a conocer en el lenguaje del
hombre común que no puede ver.
Boudelaire recibe la inspiración primera y luego
corrige lo escrito en un estado de segunda
inspiración, para limpiar los resabios prosaicos que proyecta el
automatismo, se encarniza con su poema como si no fuese sino una vulgar y mala
copia de un original perdido según
Fondane. Para esto hace uso de la imaginación, que nada en el simbolismo. “Tener
imaginación, escribe Mircea Eliade, es ver el mundo en su Totalidad, porque la
misión y el poder de las imágenes es hacer
ver todo cuanto permanece refractario al concepto”. El pensamiento
simbólico lleva el recuerdo de una existencia más rica, más completa, la del
hombre primordial, anterior a la caída.
Rimbaud (Francia, 1854–1891) y la rebelión fundamental, el anhelo de Rimbaud es el de despertar
y mantenerse despierto para conseguir la hiperlucidez que le dé acceso a
develar los misterios de la vida, la muerte, pasado, futuro, la nada, etc. Sin
embargo está dispuesto a forzar las cerraduras que lo separan del paraíso y no
sigue el camino de la iniciación gradual y reflexiva, su método es el desarreglo de todos los sentidos, con el
que cree que podrá ampliar el orificio de acceso en el muro de la consciencia
ordinaria. Es impaciente y brutal, tan pronto como aparece una presencia
turbadora en su poesía, retorna apagado a su orgullo y pasiones.
Rimbaud odia al hombre superficial, al
conformismo, a los lugares comunes, al oficialismo, y su actitud permanente
consiste en escapar a los condicionamientos, convenciones y subordinación que
impone la maquinaria social. Desvaloriza el Universo ordinario que perciben los
sentidos para anular el “yo” sensorio motriz y dar paso al hombre nuevo.
Leon Pierre
Quint escribe refiriéndose al artista:
“La consciencia humana está recubierta de una espesa costra en la que se han
solidificado nuestros hábitos, los sentimientos acostumbrados, en esa corteza
es donde encontramos nuestro trabajo, las conversaciones cotidianas, mecanismos
ya montados, sentimientos ya hechos. Pero bajo esa capa está en nosotros la
parte más rica, esencial de nuestro yo que no interviene casi nunca en nuestra
actividad cotidiana”. Rimbaud reconoce ese otro yo en sí mismo cuando afirma
“Yo es otro” y ha practicado la ascesis del estado de alerta que permea la
psiquis para recibir lo desconocido, entra naturalmente en estados videntes mas
sabe que ha de hacerse vidente, es decir encausarse de tal modo que pueda
controlar la experiencia, lo que hace a través de las técnicas del desarreglo
de todos los sentidos. Su mística se transforma en magia, y trata de adquirir
poderes, su soberbia llega a un nivel máximo y el demiurgo desplaza al poeta al
emprender la búsqueda del Grial para conquistar la inmortalidad, camino que
emprende con sus propias fuerzas, sin guías.
Gurdjieff nos habla de 4 estados de la
consciencia, el hombre vive comúnmente en los 2 primeros: el sueño y la
consciencia ordinaria. Los estados superiores: autoconsciencia y consciencia
objetiva, le son inaccesibles. El hombre que duerme es pasivo, pero cuando
despierta y cree que tiene el control, continúa dormido y es más peligroso
aun. El hombre de la vigilia ordinaria
es una máquina, todo le sucede. No controla su imaginación, ni sus
pensamientos, es dominado por sus “yo” sucesivos y obedece dormido a sus
sentimientos y emociones. Señala además que el trabajo para lograr la
autoconsciencia debe iniciarse con la recordación de sí mismo, pero advierte
que sin la dirección de un hombre despierto será difícil acceder al tercer
estado de consciencia. Además que afirma que un hombre difícilmente podrá
mantenerse despierto aun cuando se torture a sí mismo. Rimbaud llega
frecuentemente al tercer estado y vislumbra fugazmente el 4°, ambiciona mostrar
esa otra realidad por medio de la poesía y se encuentra con la dificultad del
lenguaje, intenta nuevas formas, invenciones como el color de las vocales, con
lo que enriquece su poesía, pero no logra transmitir su visión, el poema no es
suficiente para develar todos los misterios. Además experimenta lo numinoso del
nivel parapsíquico al que llega y se pierde en ese vacío de espanto y terror
que le produce dicho encuentro.
Viene entonces el silencio rimbaudiano,
silencio ante el temor de la locura, silencio, orgullo y desprecio. Arroja
lejos la experiencia metafísica y la literatura. “He creído adquirir poderes sobrenaturales ¡Y ahora tengo que enterrar
mi imaginación y mis recuerdos!... ¡Yo que me he dicho mago o ángel, que me he dispensado de toda moral,
vuelvo a la tierra con un deber que buscar y una realidad rugosa que abrazar
¡Campesino!” Rimbaud.
Rainer María
Rilke: el diálogo con lo invisible (Austria 1875 -1926). Su vida y obra
fueron un proceso continuo de muerte y resurrección para superar la
multiplicidad de las formas y despertar a una nueva consciencia. Su estado poético fue contemplación y
videncia; entra en estados de transparencia que le permiten intuir lo invisible
y salir de la dualidad, intuye un mundo
abierto diferente al perceptible por los sentidos y busca despertar la
visión completa integrando dentro de sí lo que produce la visión fragmentada,
avanza sin pausa hacia el lugar donde muere el hombre mecánico y nace el hombre
nuevo, advirtiendo que las pasiones pasan a una gran distancia de la vida
profunda del hombre.
Rilke se abre a todo lo que es. “Debemos
aceptar nuestra vida tan ampliamente como sea posible. Todo, aun lo insólito,
debe ser posible en ella”. Esto le escribe al señor Kappus en Cartas a un joven
poeta. Insiste en la necesidad de estar solo para ir dentro de sí, “Estar en
soledad como lo estaba uno de niño”, nos muestra la confianza que tiene en esa
zona donde él aclara el sentido de las cosas, trabaja sobre sus emociones, sus
identificaciones, sus “yo” sucesivos, la autocompasión y las justificaciones
para “concluir en sí mismo la Obra de la Creación”.
Rilke re-elabora la concepción mítico
simbólica del mundo que sobrevive en el inconsciente colectivo integrándola a
la consciencia y comprende la Unidad como algo vivo y cambiante que aparece
detrás de la visión fragmentada.
El Universo interconectado, las
correspondencias invisibles, la visión totalizante se encarnan en el poeta e
impregnan su obra de trascendencia. “Sólo entonces puede acontecer que en una
hora muy singular se alce de las profundidades y se exprese la primera palabra
de un verso…”, como ocurrió en 1911 cuando en la terraza del castillo de Duino escuchó
el verso inicial de la primera Elegía: “¿Quién
si gritara, podría escucharme entre la Jerarquía de los ángeles?”. Aquello
fue el principio de su obra “Elegías de Duino” que culminó en 1922 luego de la
primera guerra mundial, tiempo de grandes conmociones interiores para él, que
le dificultaron terminarla. En esta obra Rilke culminó su largo diálogo con lo
invisible, experimentó la disgregación de su personalidad en ese irse del nivel ordinario que se
manifiesta por la pérdida del marco temporal y lo tiende hacia lo grande y abierto. En las últimas Elegías Rilke
elabora su conflicto existencial al encontrar el puente que une el mundo
visible con el invisible a través de una transformación cualitativa de sí
mismo, por esa travesía re-ligante, lo existencial se torna trascendente, la
muerte es metamorfosis, su profunda religiosidad se vuelve nítida, su visión lo
lleva a lo abierto y en ese mundo invisible se une el hombre disgregado y se
comparte el espacio del ángel.
A Rilke la vida y la muerte se le presentan
como un único proceso, una unidad que compartimos con los que se han ido y los
que vendrán. El hombre apegado a lo intrascendente en su estado de sueño, huye
de la muerte y le da una connotación negativa a su idea en su consciencia, con
el temor en su rostro la enfrenta y desligado del Todo no puede reconocer esa
fuerza que lo llama. “La vida no está rodeada por la muerte sino que la
contiene” (Azcuy).
La sabiduría para Rilke consiste en
frecuentar la muerte y vivirla con amor ya que el hombre es sólo un
transformador que tiene por tarea fundamental imprimirse intensamente lo
visible para que renazca en lo invisible. “Porque
tal es nuestro deber: imprimir esta tierra provisoria y caduca en nosotros tan
profunda, tan dolorosamente, tan apasionadamente, que su esencia resucite en
nosotros invisible” Rilke
El surrealismo
y Revolución interior (Francia –
1920). Nacidos de la crisis, los surrealistas reviven la concepción mágica del
cosmos, agotan rápidamente sus imperfectas técnicas de acceso a lo
incondicionado y frustrados se extravían. Unos toman el camino del arte
esteticista, otros llamados por el Marxismo optan por un camino político que
los lleva a limitaciones impasables, pero ambos fueron signos de un pensamiento
trascendente.
El surrealismo se define como una vibración, un grito del espíritu que se
vuelca sobre sí mismo. Su ascesis colectiva busca trascender la condición
humana, llevar al hombre por encima de los sentidos, lograr la liberación
interior por medio de la destrucción sucesiva de los hábitos y las repeticiones
condicionadas externamente. Como Rimbaud están en contra de las apariencias del
mundo ordinario y quieren forzar los límites del otro mundo con el sólo
instrumento de la poesía. El primer paso de los surrelistas es la toma de
consciencia de lo absurdo del mundo, la vida ordinaria se les presenta como un
sin sentido, viene la náusea en el contexto de Sartre como punto de partida.
El existencialismo se va en contra de todo lo
falso del mundo y entrega al hombre la responsabilidad construirse a sí mismo
en completa libertad, “las leyes, las morales, las estéticas se hicieron para
el respeto de las cosas frágiles; lo que es frágil debe ser destruido” exclama
Aragón.
Los surrealistas recorren el país ignorado,
exaltan a los desposeídos y marginados. Atacan con violencia lo que vive en la
superficie de las cosas, estremecen los cimientos de una sociedad hipócrita,
artificial, llena de prejuicios e ilusoria, pretenden despertarlos.
Sartre los incita a una toma existencial que
los pone frente a la aceptación de lo absurdo y de la nada, y los abandona en
una libertad y soledad donde se pierden porque se agrava allí la angustia de la
existencia separada, sin embargo los surrealistas intuyen que allí no termina
todo, que esa angustia también es una ilusión y un aspecto de la Totalidad.
Sobreviene una segunda toma de
consciencia, continúan la actitud romántica nutrida por una visión del
mundo de procedencia oriental, aspiran a captar la superrealidad accediendo a
cierto punto del espíritu donde los opuestos dejan de ser contradictorios,
donde la realidad existe pero transformada, comprenden que “yo es otro” y que
la verdadera libertad no puede darse en el estado de consciencia confuso en que
los dejó el existencialismo. Antes de elegir perdidos en la Maya o mundo ilusorio, es necesaria una
verdadera revolución interior. “Tomar
consciencia de que uno está condicionado no tiene sentido más que cuando el
hombre se vuelve hacia lo incondicionado y busca liberación” (Mircea Eliade).
Los surrealistas buscan con técnicas propias
superar la condición humana, el budismo, el vedanta, el yoga y el zen aportan
su sabiduría milenaria a quienes se proponen nacer de nuevo. Comienzan por
renunciar al apego a este pequeño universo sensorial, vivir conscientemente y
tornarse receptivos espiritualmente para propiciar el nacimiento a un orden
superior que explica los opuestos y las contradicciones, con este punto de
partida llegan a la frontera del Paraíso Perdido. Usan el sueño
como vía para aprehender la imagen real del Universo, para Bretón la
vigilia y el sueño son vasos comunicantes, algunos de ellos entran en el sueño
en cualquier lugar y comienzan a hablar, lo que toman como un dictado del
espíritu. Sin embargo las técnicas
surrealistas carecían del rigor necesario para develar el otro reino y fueron impotentes para superar la primera ruptura con
la razón y los sentidos, se quedaron en la burla de lo establecido sin
atreverse a romper con ello más que en palabras, no consiguieron liberarse.
Se nutren de la lectura de algunos autores y
desprecian otros, dentro de los que siempre serán exaltados por ellos están
Lautremont y Sade. Lautremont en su obra representa la primera toma de
consciencia y se separa de todo, creando rebelión y violencia. Sade se rebela e
intenta el rescate de la autenticidad; racionalista y sensual, con un anhelo de
fusión a lo concreto que lo afirma en la existencia separada, el excluido por
sí mismo, exalta la supremacía del mal y acomete contra Dios buscando una
verdad inmanente en el mundo de los sentidos.
Pero a pesar de la admiración que les generan estos autores, ninguno de
los dos representa el sentido surrealista, no pretenden un universo suprarreal,
sino que quieren destruir el que les fue impuesto y se entregan al desorden
total de los sentidos sin ambiciones trascendentes. La ambición surrealista se refleja mejor en
las obras de Nerval y Rimbaud, ellos fueron los precursores al vivir las
supremas tensiones del espíritu y la frustración de la aventura metafísica.
Un grupo de surrealistas que lucharon
desesperados por alcanzar la Unidad bajo sus técnicas imperfectas pagó con la
locura y el suicidio. Vaché a los 23 años, Rigaud a los 29. Otros que se
acercaron más al estrecho sendero de liberación como Gilbert Lecomte y René
Daumal, promotores del surrealismo disidente, por diferentes caminos avanzan
hacia el interior de sí mismos para alcanzar la visión angélica y transformarse
en hombres despiertos. Tal vez cumplieron su anhelo, pero lo hicieron lejos de
la literatura. Ambos murieron a los 36 años en diferentes luchas interiores.
La tentación
luciferina de René Daumal (1908 -1944). Daumal es el poeta de la aventura trascendente.
La poesía, la mística y el ocultismo lo acercan a la certidumbre de un saber
escondido. Vive en una revolución permanente que sólo se termina con su
prematura muerte, pero antes, ese escalador de la montaña mágica que une la
tierra con el cielo recorre un sinfín de revoluciones desde la rebelión
literaria hasta la psicológica.
En la primera postguerra en medio del
descontento, Daumal se siente atraído por el grupo iconoclasta del movimiento
surrealista, sin embargo su adhesión al grupo es parcial al comprender las
limitaciones de dicho movimiento, se le acusa de excesivo misticismo, por lo
que se aleja con algunos amigos afines y fundan una revista donde dedican sus
esfuerzos a profundizar en los estudios orientales.
Viene la crisis del surrealismo que plantea
la disyuntiva entre el trabajo en la realidad externa o interna. Daumal junto
con los fundadores de la revista le apuestan al trabajo interior del que vendrá
la transformación de lo externo según lo que van comprendiendo, por esto
abandona el camino de repudiar lo establecido para internarse en el
conocimiento de sí mismo.
El camino de la poesía como conjuro mágico
llevó a Rimbaud a la desesperación y al silencio, Daumal busca una salida
coherente lejos de la literatura.
El ocultismo es re-elaborado por
extraordinarios racionalistas que se expresan en términos de correspondencias
simbólicas o campos de sincronicidad, como Pedro Ouspensky (1878-1947) que elabora
mediante la lógica afectiva las
proposiciones coherentes de lo maravilloso. Apoyándose en la geometría no
euclidiana comprende la dimensión del tiempo superior al espacio, siendo otra
dirección igual de real a las 3 que captan los sentidos ordinarios condenados a
percibir el ahora como un punto. El salto de lo finito a lo infinito, de la
parte al Todo, se produciría cuando el hombre condenado al punto, acierta a ver el Tiempo en sí como una totalidad
en que pasado, presente y futuro coexisten como todos los puntos de una línea. Ouspensky propone una lógica distinta, Daumal
atiende sus enseñanzas, pero no se contenta con eso, busca una praxis que eleve
su consciencia por encima del nivel de los opuestos y conoce a Gurdjieff que en
su “Instituto para el desarrollo armónico del hombre” ofrece una psicotécnica
esotérica que comienza con el análisis del yo y el dominio de las funciones
neurovegetativas, pasa por temas de la “Tradición Secreta” y su aplicación
dentro de una disciplina agobiadora que se dirige hacia la disolución del “Yo”.
Daumal pretende explicar por la poesía el
todo del hombre abandonándose a la escritura automática, liberando así el
subconsciente para poner en evidencia la Maya,
que irá revelando el yo real. “El poeta
nos hará asistir a la batalla que libra contra la ilusión, hablará de sí mismo,
de sus tormentas, dejará hablar a sus pasiones, sus manías, sus sentidos, para
combatirlos mejor, para vencerlos y encerrarlos en el sepulcro de una palabra
medida” escribe Daumal. Sin embargo esa técnica no es suficiente para su
necesidad de ser y calla mientras no exista en él el poeta responsable,
transformado, sólo se le permite hablar si lo hace para destruir sus “yo”
sucesivos hasta que nazca el verdadero creador: Dios que habla. De esto trata
la ambición luciferina.
La ascesis de Gurdjieff lleva a Daumal a la
muerte de toda su naturaleza, sacrificar creencias, sentimientos, gustos,
sufrimientos, alegrías, a no existir hasta que renacido pudiese experimentar la
vida en lo Real, el Yo verdadero.
El monte análogo, inspirado en una enseñanza
de Gurdjieff es una vía que une la tierra con el cielo y que se caracteriza por
su inaccesibilidad por los medios humanos ordinarios. Es la mítica imagen de la
Montaña Cósmica, el Árbol, el Pilar que comunica los 2 mundos, y desde allí el
hombre regresa sin dificultad a su Origen
Primordial y goza de espontaneidad creadora tal como fue antes de la caída. El ascenso por la montaña puede
asemejarse a la ascensión de los shamanes en el árbol ceremonial y los 7 pasos
que a Buda lo llevan a la cima de la montaña, o a los 7 pisos del Zigurat
considerados por Eliade como una montaña cósmica, cada piso representa un cielo
planetario, y al subirlos el sacerdote llega a la cima del Universo. Unir la
tierra con el cielo significa abolir la condición humana (la muerte), y
recobrar lo divino (la ascensión al cielo, la resurrección) para alcanzar el
segundo nacimiento, el hombre nuevo.
Salirse del tiempo es una empresa riesgosa,
los simbolismos la señalan como un “paso difícil”, una “puerta estrecha”, o
“caminar en el filo de la navaja”, pero Daumal está listo para dar el paso y
convertirse en un hombre nuevo, completamente transformado.
El monte existe en algún lugar del planeta y
Daumal parte en su búsqueda con un grupo de iniciados guiados por el Padre
Sogol que ha comprobado la existencia real del monte. Los buscadores en su
aventura fuerzan la entrada al mundo oculto, a cada ascenso sigue un retroceso,
ineludible para preparar a los que ocuparán el lugar abandonado. El Gran
silencio luego lo inunda y René entra en la Cámara
Real. Su Guerra Santa contra las
apariencias, su ambición luciferina, su anhelo de despertar, hizo de Daumal uno
de los más lúcidos integrantes del grupo de los surrealistas.
El hombre debe transformarse o su revolución
sólo será una continuidad de su confusión. Quien se aplique a la destrucción
sistemática de sus identificaciones podrá afirmar como Buda “esto no es yo”,
podrá reintegrarse a la realidad intemporal y acceder a la consciencia
transpersonal que le permita ver y actuar con espontaneidad creadora. Este
estado paradisiaco del hombre nuevo y despierto es el “Reino de los cielos” del
que hablan los evangelios, no está fuera, está dentro del hombre. El mensaje de
estas doctrinas apunta a que el hombre puede alcanzar ese nivel a través de una
profunda revolución psicológica interior, dejar de ser un hombre de los
sentidos, de este mundo, para entrar en el Reino de los cielos. “Mi reino no es
de este mundo” Jn 3:3
Esa transformación además no depende del
tiempo, no es el final de la vida en la tierra, lo intemporal no puede
producirse en el futuro, en ningún nivel del tiempo, sólo en el ahora, el
eterno presente, lo intemporal siempre está al alcance del hombre. Como afirma
Krishnamurti, la verdad solo puede ser ahora, de instante en instante y sólo el
hombre desesperado puede hallarla, pues no necesita técnicas para ser
revolucionario, él es la revolución.
Algunos pueden buscar ese camino evadiendo el
tiempo, sin embargo quien busca realmente el despertar va de la mano de los
filósofos y científicos, caminos que confluyen en nuestro tiempo en comunes
encuentros por diferentes vías. Los poetas y los místicos van alineados con los
sabios de vanguardia. “El místico por la vía de la toma de consciencia
ontológica, el científico por las matemáticas y el razonamiento deductivo, el
poeta abandonándose a las imágenes que brotan de los abismos del ser a fin de
recuperar la visión unitaria que escapa de la percepción ordinaria.” (Azcuy)
Daumal abandonó la vida superficial y
acabando con sus yo sucesivos descubrió el mensaje oculto de los libros
sagrados. La rebelión metafísica lo impulsó más allá de la literatura hacia el
sendero interior que conduce a la muerte y resurrección, se transformó en el artista objetivo
“He
muerto porque no tengo deseos,
no
tengo deseos porque creo poseer,
creo
poseer porque no trato de dar,
al
tratar de dar me doy cuenta que nada poseo,
al
comprobar que nada poseo, trato de darme yo mismo,
al
tratar de darme yo mismo comprendo que nada soy,
al
ver que nada soy deseo transformarme,
al
desear transformarse, se vive”