JAIME
JARAMILLO ESCOBAR
“La
poesía es producto de la inteligencia más que de la imaginación. La imaginación
es para los científicos.”
A
Juan Diego Velásquez Romero
Estimo
que lo primero que debe aprender un escritor es a callar. Por esa razón me
negué siempre al solicitado tema de la confidencia, pero hoy, los organizadores
de este acto me imponen un dudoso privilegio de hablar ante ustedes en primera
persona, mi querida primera persona, contra la cual no tengo nada, nada más que
amor y tolerancia y admiración, y complicidad y alcahuetería.
Tápense
los oídos, porque voy a exponer intimidades de mi vida y de un supuesto trabajo
de escritor que se cree que he tenido, pero que yo sé que no he tenido. Para
escribir libros no se necesita ser escritor. Se necesita solamente ser
desvergonzado.
Es
notoria la irresponsabilidad con que se escriben libros hoy en día. Centenares
de escritores nos asedian, reclamando su lugar en la literatura, aunque sea el
más escondido rincón, el más estrecho y oscuro cuartito de San Alejo, y es
claro que se ponen furiosos si no dedicamos atención a sus páginas, pero sobre
todo a su nombre, que no se olvide su nombre al lado de los grandes escritores
cuya compañía resulta halagadora en el panteón de las letras, aunque el
propósito que los sustentará fuese algo muy distinto de la incierta fama. Ellos
tuvieron por el arte de escribir y por el ignoto lector un respeto que nosotros
desechamos al impulso de la propaganda y de la comercialización editorial.
Por
qué escribe un escritor es pregunta repetidísima, pero los mismos escritores se
han encargado de mixtificar sus respuestas hasta el último límite de la
credibilidad. Se contesta con el exabrupto o la majadería, pero se olvida la
verisimilitud. Si cada pregunta contiene en sí misma la respuesta, como afirma
la sabiduría china, una pregunta deficientemente formulada provoca respuestas
inconducentes. Y es que no hay una sola razón para escribir, sino muchas, pero
una sola es obvia. Las demás son inventadas.
Ligada
a la anterior está aquella otra pregunta famosa: para quién se escribe. De las
varias respuestas que se ofrecen, sólo una es verdadera. Los escritores le
tienen miedo a la verdad porque la verdad se dice en pocas palabras. Después de
haber agotado todas las posibilidades y haberse repetido en todas las lenguas,
el interminable cuento de los escritores está próximo a su fin. “La literatura
no ha sido una imperfección terrestre, anterior a la conquista de la luna”,
concluye Julio Torri.
Si
en los próximos doscientos años no se interpone la mala suerte, el hombre, que
tiene tantas probabilidades de sobrevivencia como el ornitorrinco, modificará
sus formas de expresión, menos la poesía. La poesía es inmodificable, como lo
demuestra su historia, porque la poesía es la chispa que brota entre el hombre
y el mundo. Por consiguiente la poesía es producto de la inteligencia más que
de la imaginación. La imaginación es para los científicos.
Entiendo
por poesía aquella que se expresa en el poema y no cede su lugar entre las
artes. Decir que poesía es esto y esto y esto constituye vana generalización, y
confunde los límites entre las artes y la vida.
Predice
Hermann Khan que en las sociedades súper- industrializadas del tercer milenio
las gentes se dedicarán a sus aficiones, principalmente a los deportes y la
poesía. Cuando el científico agota todas las explicaciones, pero le falta la
última, la busca en la poesía.
Se
sabe por la historia que “el estudio serio de las particularidades en la
naturaleza animal, vegetal y mineral comenzó en el siglo IV a.C. pero los
cimientos habían sido establecidos en la penetrante observación de la
naturaleza efectuada durante siglos especialmente por parte de poetas y artistas.”
Es
esa la que llamo poesía útil que piensa y que aún lo intuitivo somete a
raciocinio. Si el poeta no se exigiera pensar, sería muy fácil ser poeta.
Sostienen algunos que la poesía no debe pensar, sino dar en qué pensar. Y está
patente el sofisma pues ello supone el pensamiento previo. Adoro el sofisma,
abogaría por una escuela nueva de sofistas, pero no me vengan con sofismas
porque las condiciones actuales de la vida exigen que todo sea esencialmente
claro y útil.
Hablaba
del carácter cíclico de la inmodificable poesía: “El poeta africano Publilio
Optaciano Porfirio, prefecto en Roma en el siglo IV (¿a.C o d.C.?), compuso
poemas labrados, que son palíndromos y en ocasiones forman un diseño”, y este
es el antepasado de todas las famosas vanguardias de nuestro siglo, pues como
anota una autora inglesa “las más estremecedoras novedades nos llegan muchas
veces de la más remota antigüedad”.
Comediano
de Gaza, en el siglo III; a pesar de su saber, fue al pueblo al que le dedico
sus hexámetros, “poesía deliberadamente tosca pero afectiva, con un manifiesto
propósito polémico y un acendrado poder satírico, a pesar de estar animado por
un genuino sentimiento religioso”.
Simónedes
de Ceos, mi maestro, mi amado, mi modelo, algo a así como mi santo patrón, hizo
su profesión de la composición de poemas. De él dijo Píndaro que vivió, no para
él, sino para los demás hombres.
Los
más antiguos poemas conocidos dicen exactamente lo mismo que podrá decir el
poeta del mañana, con las mismas palabras. Algunos lo tomarán como descrédito
para la poesía, pero otros lo entenderán como muestra de felicidad de la poesía
misma y a las circunstancias del hombre. Se conservan fragmentos de unos poemas
egipcios pertenecientes a los desastrosos días del primer período intermedio.
Dice el primero:
Mirad,
el poder de la tierra se ha hecho rico;
Es ahora dueño de
heredades quien no tenía nada.
Mirad,
los criados son ahora amos de mayordomos;
Quien era mensajero envía
ahora a otros.
Mirad,
quien no tenía hogaza es dueño de un granero;
Su
depósito está provisto con los bienes ajenos.
Miras,
nobles damas están con hambre;
Lo
preparado para ellas sacia ahora a los hombres del rey.
Y
hay este otro poema, tan antiguo como la duodécima dinastía, pero que parece
acabado de escribir, como debe parecer siempre todo buen poema:
¿A
quién hablo hoy?
Los
hermanos son malos.
Los
amigos de hoy no aman.
¿A
quién hablo hoy?
Los
corazones son codiciosos,
Cada
cual roba los bienes de su prójimo.
Tengo
por paradigma el salmón, que siempre vuelve a las fuentes. Allí encuentro mis
orígenes, siempre que no haya perdido la orientación. Decimos a veces que
rompemos con el pasado, pero que nos ganamos, si el pasado no rompe con
nosotros. Son baladronadas de revoltoso, desplantes que le hacemos al reloj, y
el reloj sigue impávido. Analizando la literatura antigua vemos que- en su
mayor parte- miraba siempre al pasado, en donde encontraba sus temas y su
inspiración. Una pequeña parte relató acontecimientos contemporáneos suyos, y
casi nada de ella pudo mirar al futuro. Se dice que el I- Ching es un depósito
de conceptos abstractos al que puede ser referido cualquier suceso o idea, y
que en él está previsto todo el progreso futuro. La literatura de anticipación es
cosa de nuestra época y representa más un trabajo científico que literario,
pues, con alguna excepción, carece en su totalidad de las cualidades que hasta
ahora han estado asociadas al concepto de lo literario. Ese mirar al pasado ha
sido propio de la literatura, que casi siempre se ha equivocado al ocuparse de
su época, por falta de la indispensable perspectiva.
La
gran literatura de los primeros tiempos es de dedicación religiosa, mezclando
frecuentemente lo histórico con lo religioso, y es así como ha podido llegar
hasta nosotros una visión detallada de la vida de los distintos pueblos en el
mundo antiguo. Al combinarse con la filosofía y con la historia, esa literatura
adquirió una importancia definitiva como fuente para los estudios posteriores,
y gracias a ella no hemos quedado circunscritos al descolorido dato de los
arqueólogos y demás excavadores, sino que la vida antigua se nos muestra en
todo su dinamismo y su colorido merced a la literatura, entre nosotros a veces
tan denostada, porque tal vez no hemos tenido ocasión hasta ahora de apreciar
su utilidad. Sin embrago, ya el siglo pasado se nos muestra a una luz
reveladora en las obras que podemos considerar como herencia cultural de la
nación.
Eso
fue en siglo pasado. Pero ahora, a los escritores colombianos les ha dado por
quejarse a la prensa constantemente acerca de lo difícil y doloroso que, según
ellos, es el “oficio” de escribir. Pues si les da tanta brega y les duele
tanto, que no escriban. De mí puedo decir que escribo con facilidad y alegría y
espontáneamente como debe ser. Decía Jotamario a comienzo del nadaísmo:
“Escribimos porque tenemos máquina de escribir”. Así de fácil. Y es que
escribir no tiene por qué ser un acto forzado. Por eso será que escriben tan
mal, pero se exhiben tanto. Porque no son escritores naturales.
Una
flor, por más espléndida que sea, se está modestamente en su rama con sus
hermanas y por sí misma no sale a discutir su mérito y hay aves demasiado
bellas pero no participan en concursos sino que están tranquilamente en su
bosque y mejor que nadie las vea. Pero estos escritores que tanto se quejan y
tanto se muestran para que se vea cuánto sufren, estarán de verdad pariendo
algo, ¿o será una falsa alarma? Porque aquí el que en realidad ha escrito como
escritor y nunca ha dicho que le duele es García Márquez.
La
poesía intimista y delicada correspondió a una época de relativa prosperidad y
refinamiento, y la poesía hermética a una época
confusa y decadente, pero en estos tiempos de claridad y precisión la
poesía vuelve al comienzo y una nueva épica debe corresponder al carácter
heroico y guerrero de los pueblos llamados “Tercer Mundo”. Bien mirado, estamos
en el holoceno, que es la punta del Pleistoceno. Por lo tanto procede la épica.
Mientras
el poeta nos presenta los retratos de personajes norteamericanos, están sin voz
los pobres de mi país y están sin voz los mismos poetas que se han quedado sin
voz por ir a buscarla en Europa o en los Estados Unidos en donde desde luego no
puede estar nuestra voz.
“En
el pueblo no veo sólo su pobreza sino también siglos de lucha. En el enfermos
no veo la muerte sino su afán por sobre vivir. En los desastres no me quedo
contemplando las ruinas sino la posibilidad de trascenderlas. Si hay un
naufragio busco lo que se puede rescatar; si una cosecha se pierde pienso en la
nueva siembra, y si me machuco un dedo blasfemo, pero después me río de mi
mismo y menos mal que me quedan nueve dedos sanos para proseguir con la tarea;
Y así ha sido este pueblo y eso que es lo que yo canto y es lógico que le cante
pues no puedo ir a cantarles a los japoneses porque no soy japonés” (carta a
jdvr)
En
un pueblo primitivo de pescadores un niño sensible y delicado, finísimo
espíritu, un poeta. Con la primera que dio al mundo lo entendió todo, y lloró.
Y ahí tienen equilibrado al mundo. No se necesita más. La dosis exacta. La
química no falla. Admiro esta perfección. Dios me dijo:- “Ayúdame un poco
contra las espinas, a favor del Bien, mientras Y o le doy una manito al Mal, porque este es
el juego que he inventado, y tú te equivocas si juzgas el Mal en contra mía, y
además todo el tablero es Mío y yo soy el Único jugador; sólo te he pedido que
mires un instante nada más, y muchas gracias”.
En
una apartada aldea, entre las matas de maíz, un poeta. En el barrio más pobre
de la ciudad, entre talleres y herrerías, otro poeta. En la flor de la sociedad
más civilizada, entre salones de terciopelo y mármol, el refinado poeta del
mármol y el terciopelo. Y en la clase media el poeta de mediopelo. Es
emocionante el equilibrio indestructible del mundo.
La
poesía es un ingrediente que está en las artes, a las cuales llega por
sensibilidad y maestría de los artistas y su definición se confunde con la de
la belleza. Por tanto también está en el arte de vivir, pero es producto de la
inteligencia y no se encuentra en estado natural. No está en el paisaje, sino
en la conciencia del espectador. A veces también se encuentra en el poema,
cuando el poema alcanza la categoría artística. Sin embargo, el lugar en donde
menos suele estar la poesía es en el poema. Porque el poema se ha vuelto con
demasiada frecuencia
“ese
exhibicionismo que se ejerce entre ciegos”, según la definición de Jean
Cocteau.
¡Qué
no se ha dicho de la poesía! Hasta se han escrito poesías acerca de la poesía.
Y ustedes quieren que les diga más. Por algo será que quieren.
Después
de la generación del Nadaísmo quedan definidas y en pugna dos corrientes
poéticas: los individualistas rezago de la burguesía, con su poesía intimista,
sentimental, enfermiza, surrealistoide y automático, producto de temperamentos
egoístas formados por una elite decadente y emigrante; y otra corriente nueva,
sana, lúcida, patriota, heredera del pensamiento revolucionario de mente clara
y decidida, integrada en el proceso de transformación acelerada de América
Latina. Los primeros desaparecen en el oleaje de la historia. Los segundos
están en tierra, construyendo el futuro.
No
existe el individualismo en la Naturaleza. La Naturaleza es colectiva. El
ejemplar único es un monstruo. Lo que pasa es que la humanidad está recién
nacida: No hay nadie que tenga más de cien años.
En
las “Mil y una noches”- escribe Elisa Mújica- la figura del pescador, tan
repetida en los cuentos orientales, simboliza a la persona que, en comunicación
con el más allá, se dispone a recibir lo que éste quiera mandarle.
Es
también la razón por la cual Jesús escogió a sus apósteles entre pescadores.
Pescamos en el más allá y un día cualquiera somos a la vez pescados para el más
allá.
No
podemos pescar en el más allí un día cualquiera somos a la vez pescados para el
más allá.
No
podemos pescar en el más allá con espíritu de competencia, ese espíritu de
competencias que se nos inculca desde niños, porque el espíritu de competencia
no nos sirve ante el más allá. Tenemos que recibir lo que él quiere mandarnos.
Mejor sería fomentar el espíritu de cooperación.
¿En
le valle de Josafat, se levantará el mejor vendedor del mundo, con un megáfono,
y dirá: tiene cuchillas Gillette para la eternidad, tiene pepsodent para su
última sonrisa?
En
cierta ocasión- sigue diciendo Elisa Mújica- un enemigo de Salomón logró
apoderarse de su anillo, en el que estaba grabado su nombre, que le concedía el
dominio sobre los genios aéreos, acuáticos y terrestres; y sobre la fauna
reptante, andante y volante.
Siempre
que ese hombre individualista ha querido proclamarse, ha sido necesario que
acuda a otros poderes, y esos poderes lo han dejado huérfano y se ha hundido en
sí mismo con un lamento que registra la historia.
Se
ha repetido que escribir es un cato solitario. No es así. No para mí. Mientras
escribo, están presentes todos mis amigos, para quienes escribo. Cuando termino
un poema, lo examino y me digo: ¿Qué pensará de esto Eduardo Escobar? ¿Estarán
de acuerdo Jairo Osorio y Gloria Inés? ¿Le parecerá bello a Jorge Iván Correa?
¿Me regañara Darío Jaramillo? ¿Cuándo lo leerá Juan Luis Mejía?
¿Le
envío copia a Jotamario? Y así es como escribo. No escribo solo. Si escribiera
solo, carecería de autocrítica, y carecería de interés.
“Cuando
Gonzalo Arango se dio cuenta de que la exitosa palabra “Nadaísmo” se
confundiría a la larga con una negación que iba más allá de sus propuestas, las
cuales no traspasaron nunca los límites de la vida, renunció al Nadaísmo a
favor de la claridad conceptual y de sus convicciones acerca del destino del
hombre en la Tierra. El Nadaísmo fue una discusión que se cerró en la frontera
del caos, porque no era la irracionalidad total ni la locura total, sino que
habíamos reservado la salvación para el último momento, que es precisamente el
momento de la salvación.
Salvarse
significa comprender y aceptar lo que se comprende y ayudar a otros a salvarse,
porque de qué sirve salvarse uno solo, íngrimo en la vasta eternidad, sin el
consuelo de decirte:
-Recuerdas,
aquél día, cuando estuvimos a punto de perecer, y ahora estamos de nuevo en el
cosmos, podemos ver el Sol y las estrellas, y podemos ver el pasado y el
futuro, y escuchar la música del Universo en el espacio infinito, salvados por
fin de nosotros mismos, que éramos nuestro único enemigo y nuestra propia
amenaza, y sin embargo hemos sobrevivido y eso es lo que se llama en el
Apocalipsis gloria de Dios, justicia de Dios, eternidad de Dios, consuelo de
Dios, El Dios que te creó para que no desaparecieras de su vista, ni de su
misericordia, ni de su perdón, ni de su alegría. Y para que fueras a tu vez
alegría, belleza, dominio y majestad de su esplendor, no concebido sin Ti, no
armonioso sin Ti; apoyo de la memoria, caja de la sabiduría, extensión del
Tiempo, sin cuya voluntad el Trono se oscurece, sin cuya voz la Tierra pierde
asombro y el poder la reverencia, sin cuya debilidad no existiría la Tristeza,
el temblor de labios y el amor en el pecho. La ternura que expresa el terror
del ángel y que reposa en el centro de la piedra, a cuyo alrededor se construye
la piedra, la dura piedra en cuyo centro, si la partes, encuentras las lágrimas
del Tiempo.” (Carta a jdvr)
Se
ha insinuado que soy grandilocuente, es que los poetas post-nadaístas lograron
dar entre todos un paso atrás. Es urgente restituirle grandeza a la poesía
colombiana. El público responde, porque estaba cansado de noñerías. Abomino lo
pequeño. En lo grande y elocuente esta mi casa. Soy grandilocuente.
Se
ha insinuado que predico. Predico porque soy predicador. La primera acepción de
predicar es: “Publicar, manifestar una cosa”. Publico y manifiesto este país,
para las gentes del país soy predicador.
Se
ha insinuado que soy patético. Decir que soy patético sería identificarme con
las características de mi país. Un honor. Pero en esos poemas el patetismo está
equilibrado con el humor, y el humor con la profundidad, y la profundidad con
la variedad, y la variedad con la seriedad, y así a cada rasgo se opone su
contrario, para no quedarse en la sola cosa, pequeña cosa, que ha venido siendo
últimamente la poesía colombiana.
El
presente no quiere aceptar nada que no venga del pasado. Por tanto, y mientras
nos decidimos a vivir en el presente, sigamos escribiendo para el futuro. Si
poetas y escritores colombianos son tan descriptivos, es porque apenas estamos
haciendo los inventarios. Después vendrán los análisis; estudios, conclusiones.
En un país tan lento, “Suenan timbres” tardó cincuenta años en ser reconocido.
“Los poemas de la ofensa” tardaron veinte. Ahora están diciendo que “Sombrero
de ahogado” no es poesía. Pero esperemos diez años.
Esta
es ahora, la última conferencia nadaísta. Pero habrá muchas más. El nadaísmo es
cosa del próximo siglo.
….
Bibliografía:
Historia de la Humanidad. Correspondencia personal.
Publicado
en El Colombiano/dominical, Octubre 6 de 1985.