martes, 26 de julio de 2016

JAIME JARAMILLO ESCOBAR “La poesía es producto de la inteligencia más que de la imaginación. La imaginación es para los científicos.”









JAIME JARAMILLO ESCOBAR

La poesía es producto de la inteligencia más que de la imaginación. La imaginación es para los científicos.”

                                                                      A Juan Diego Velásquez Romero


Estimo que lo primero que debe aprender un escritor es a callar. Por esa razón me negué siempre al solicitado tema de la confidencia, pero hoy, los organizadores de este acto me imponen un dudoso privilegio de hablar ante ustedes en primera persona, mi querida primera persona, contra la cual no tengo nada, nada más que amor y tolerancia y admiración, y complicidad y alcahuetería.
Tápense los oídos, porque voy a exponer intimidades de mi vida y de un supuesto trabajo de escritor que se cree que he tenido, pero que yo sé que no he tenido. Para escribir libros no se necesita ser escritor. Se necesita solamente ser desvergonzado.
Es notoria la irresponsabilidad con que se escriben libros hoy en día. Centenares de escritores nos asedian, reclamando su lugar en la literatura, aunque sea el más escondido rincón, el más estrecho y oscuro cuartito de San Alejo, y es claro que se ponen furiosos si no dedicamos atención a sus páginas, pero sobre todo a su nombre, que no se olvide su nombre al lado de los grandes escritores cuya compañía resulta halagadora en el panteón de las letras, aunque el propósito que los sustentará fuese algo muy distinto de la incierta fama. Ellos tuvieron por el arte de escribir y por el ignoto lector un respeto que nosotros desechamos al impulso de la propaganda y de la comercialización editorial.
Por qué escribe un escritor es pregunta repetidísima, pero los mismos escritores se han encargado de mixtificar sus respuestas hasta el último límite de la credibilidad. Se contesta con el exabrupto o la majadería, pero se olvida la verisimilitud. Si cada pregunta contiene en sí misma la respuesta, como afirma la sabiduría china, una pregunta deficientemente formulada provoca respuestas inconducentes. Y es que no hay una sola razón para escribir, sino muchas, pero una sola es obvia. Las demás son inventadas.
Ligada a la anterior está aquella otra pregunta famosa: para quién se escribe. De las varias respuestas que se ofrecen, sólo una es verdadera. Los escritores le tienen miedo a la verdad porque la verdad se dice en pocas palabras. Después de haber agotado todas las posibilidades y haberse repetido en todas las lenguas, el interminable cuento de los escritores está próximo a su fin. “La literatura no ha sido una imperfección terrestre, anterior a la conquista de la luna”, concluye Julio Torri.
Si en los próximos doscientos años no se interpone la mala suerte, el hombre, que tiene tantas probabilidades de sobrevivencia como el ornitorrinco, modificará sus formas de expresión, menos la poesía. La poesía es inmodificable, como lo demuestra su historia, porque la poesía es la chispa que brota entre el hombre y el mundo. Por consiguiente la poesía es producto de la inteligencia más que de la imaginación. La imaginación es para los científicos.

Entiendo por poesía aquella que se expresa en el poema y no cede su lugar entre las artes. Decir que poesía es esto y esto y esto constituye vana generalización, y confunde los límites entre las artes y la vida.
Predice Hermann Khan que en las sociedades súper- industrializadas del tercer milenio las gentes se dedicarán a sus aficiones, principalmente a los deportes y la poesía. Cuando el científico agota todas las explicaciones, pero le falta la última, la busca en la poesía.
Se sabe por la historia que “el estudio serio de las particularidades en la naturaleza animal, vegetal y mineral comenzó en el siglo IV a.C. pero los cimientos habían sido establecidos en la penetrante observación de la naturaleza efectuada durante siglos especialmente por parte de poetas y artistas.”
Es esa la que llamo poesía útil que piensa y que aún lo intuitivo somete a raciocinio. Si el poeta no se exigiera pensar, sería muy fácil ser poeta. Sostienen algunos que la poesía no debe pensar, sino dar en qué pensar. Y está patente el sofisma pues ello supone el pensamiento previo. Adoro el sofisma, abogaría por una escuela nueva de sofistas, pero no me vengan con sofismas porque las condiciones actuales de la vida exigen que todo sea esencialmente claro y útil.
Hablaba del carácter cíclico de la inmodificable poesía: “El poeta africano Publilio Optaciano Porfirio, prefecto en Roma en el siglo IV (¿a.C o d.C.?), compuso poemas labrados, que son palíndromos y en ocasiones forman un diseño”, y este es el antepasado de todas las famosas vanguardias de nuestro siglo, pues como anota una autora inglesa “las más estremecedoras novedades nos llegan muchas veces de la más remota antigüedad”.
Comediano de Gaza, en el siglo III; a pesar de su saber, fue al pueblo al que le dedico sus hexámetros, “poesía deliberadamente tosca pero afectiva, con un manifiesto propósito polémico y un acendrado poder satírico, a pesar de estar animado por un genuino sentimiento religioso”.
Simónedes de Ceos, mi maestro, mi amado, mi modelo, algo a así como mi santo patrón, hizo su profesión de la composición de poemas. De él dijo Píndaro que vivió, no para él, sino para los demás hombres.
Los más antiguos poemas conocidos dicen exactamente lo mismo que podrá decir el poeta del mañana, con las mismas palabras. Algunos lo tomarán como descrédito para la poesía, pero otros lo entenderán como muestra de felicidad de la poesía misma y a las circunstancias del hombre. Se conservan fragmentos de unos poemas egipcios pertenecientes a los desastrosos días del primer período intermedio. Dice el primero:

Mirad, el poder de la tierra se ha hecho rico;
                       Es ahora dueño de heredades quien no tenía nada.
Mirad, los criados son ahora amos de mayordomos;
                     Quien era mensajero envía ahora a otros.
Mirad, quien no tenía hogaza es dueño de un granero;
Su depósito está provisto con los bienes ajenos.
Miras, nobles damas están con hambre;
Lo preparado para ellas sacia ahora a los hombres del rey.

Y hay este otro poema, tan antiguo como la duodécima dinastía, pero que parece acabado de escribir, como debe parecer siempre todo buen poema:

¿A quién hablo hoy?
Los hermanos son malos.
Los amigos de hoy no aman.

¿A quién hablo hoy?
Los corazones son codiciosos,
Cada cual roba los bienes de su prójimo.

Tengo por paradigma el salmón, que siempre vuelve a las fuentes. Allí encuentro mis orígenes, siempre que no haya perdido la orientación. Decimos a veces que rompemos con el pasado, pero que nos ganamos, si el pasado no rompe con nosotros. Son baladronadas de revoltoso, desplantes que le hacemos al reloj, y el reloj sigue impávido. Analizando la literatura antigua vemos que- en su mayor parte- miraba siempre al pasado, en donde encontraba sus temas y su inspiración. Una pequeña parte relató acontecimientos contemporáneos suyos, y casi nada de ella pudo mirar al futuro. Se dice que el I- Ching es un depósito de conceptos abstractos al que puede ser referido cualquier suceso o idea, y que en él está previsto todo el progreso futuro. La literatura de anticipación es cosa de nuestra época y representa más un trabajo científico que literario, pues, con alguna excepción, carece en su totalidad de las cualidades que hasta ahora han estado asociadas al concepto de lo literario. Ese mirar al pasado ha sido propio de la literatura, que casi siempre se ha equivocado al ocuparse de su época, por falta de la indispensable perspectiva.
La gran literatura de los primeros tiempos es de dedicación religiosa, mezclando frecuentemente lo histórico con lo religioso, y es así como ha podido llegar hasta nosotros una visión detallada de la vida de los distintos pueblos en el mundo antiguo. Al combinarse con la filosofía y con la historia, esa literatura adquirió una importancia definitiva como fuente para los estudios posteriores, y gracias a ella no hemos quedado circunscritos al descolorido dato de los arqueólogos y demás excavadores, sino que la vida antigua se nos muestra en todo su dinamismo y su colorido merced a la literatura, entre nosotros a veces tan denostada, porque tal vez no hemos tenido ocasión hasta ahora de apreciar su utilidad. Sin embrago, ya el siglo pasado se nos muestra a una luz reveladora en las obras que podemos considerar como herencia cultural de la nación.
Eso fue en siglo pasado. Pero ahora, a los escritores colombianos les ha dado por quejarse a la prensa constantemente acerca de lo difícil y doloroso que, según ellos, es el “oficio” de escribir. Pues si les da tanta brega y les duele tanto, que no escriban. De mí puedo decir que escribo con facilidad y alegría y espontáneamente como debe ser. Decía Jotamario a comienzo del nadaísmo: “Escribimos porque tenemos máquina de escribir”. Así de fácil. Y es que escribir no tiene por qué ser un acto forzado. Por eso será que escriben tan mal, pero se exhiben tanto. Porque no son escritores naturales.
Una flor, por más espléndida que sea, se está modestamente en su rama con sus hermanas y por sí misma no sale a discutir su mérito y hay aves demasiado bellas pero no participan en concursos sino que están tranquilamente en su bosque y mejor que nadie las vea. Pero estos escritores que tanto se quejan y tanto se muestran para que se vea cuánto sufren, estarán de verdad pariendo algo, ¿o será una falsa alarma? Porque aquí el que en realidad ha escrito como escritor y nunca ha dicho que le duele es García Márquez.
La poesía intimista y delicada correspondió a una época de relativa prosperidad y refinamiento, y la poesía hermética a una época  confusa y decadente, pero en estos tiempos de claridad y precisión la poesía vuelve al comienzo y una nueva épica debe corresponder al carácter heroico y guerrero de los pueblos llamados “Tercer Mundo”. Bien mirado, estamos en el holoceno, que es la punta del Pleistoceno. Por lo tanto procede la épica.
Mientras el poeta nos presenta los retratos de personajes norteamericanos, están sin voz los pobres de mi país y están sin voz los mismos poetas que se han quedado sin voz por ir a buscarla en Europa o en los Estados Unidos en donde desde luego no puede estar nuestra voz.
“En el pueblo no veo sólo su pobreza sino también siglos de lucha. En el enfermos no veo la muerte sino su afán por sobre vivir. En los desastres no me quedo contemplando las ruinas sino la posibilidad de trascenderlas. Si hay un naufragio busco lo que se puede rescatar; si una cosecha se pierde pienso en la nueva siembra, y si me machuco un dedo blasfemo, pero después me río de mi mismo y menos mal que me quedan nueve dedos sanos para proseguir con la tarea; Y así ha sido este pueblo y eso que es lo que yo canto y es lógico que le cante pues no puedo ir a cantarles a los japoneses porque no soy japonés” (carta a jdvr)
En un pueblo primitivo de pescadores un niño sensible y delicado, finísimo espíritu, un poeta. Con la primera que dio al mundo lo entendió todo, y lloró. Y ahí tienen equilibrado al mundo. No se necesita más. La dosis exacta. La química no falla. Admiro esta perfección. Dios me dijo:- “Ayúdame un poco contra las espinas, a favor del Bien, mientras Y   o le doy una manito al Mal, porque este es el juego que he inventado, y tú te equivocas si juzgas el Mal en contra mía, y además todo el tablero es Mío y yo soy el Único jugador; sólo te he pedido que mires un instante nada más, y muchas gracias”.
En una apartada aldea, entre las matas de maíz, un poeta. En el barrio más pobre de la ciudad, entre talleres y herrerías, otro poeta. En la flor de la sociedad más civilizada, entre salones de terciopelo y mármol, el refinado poeta del mármol y el terciopelo. Y en la clase media el poeta de mediopelo. Es emocionante el equilibrio indestructible del mundo.
La poesía es un ingrediente que está en las artes, a las cuales llega por sensibilidad y maestría de los artistas y su definición se confunde con la de la belleza. Por tanto también está en el arte de vivir, pero es producto de la inteligencia y no se encuentra en estado natural. No está en el paisaje, sino en la conciencia del espectador. A veces también se encuentra en el poema, cuando el poema alcanza la categoría artística. Sin embargo, el lugar en donde menos suele estar la poesía es en el poema. Porque el poema se ha vuelto con demasiada frecuencia
“ese exhibicionismo que se ejerce entre ciegos”, según la definición de Jean Cocteau.
¡Qué no se ha dicho de la poesía! Hasta se han escrito poesías acerca de la poesía. Y ustedes quieren que les diga más. Por algo será que quieren.
Después de la generación del Nadaísmo quedan definidas y en pugna dos corrientes poéticas: los individualistas rezago de la burguesía, con su poesía intimista, sentimental, enfermiza, surrealistoide y automático, producto de temperamentos egoístas formados por una elite decadente y emigrante; y otra corriente nueva, sana, lúcida, patriota, heredera del pensamiento revolucionario de mente clara y decidida, integrada en el proceso de transformación acelerada de América Latina. Los primeros desaparecen en el oleaje de la historia. Los segundos están en tierra, construyendo el futuro.
No existe el individualismo en la Naturaleza. La Naturaleza es colectiva. El ejemplar único es un monstruo. Lo que pasa es que la humanidad está recién nacida: No hay nadie que tenga más de cien años.
En las “Mil y una noches”- escribe Elisa Mújica- la figura del pescador, tan repetida en los cuentos orientales, simboliza a la persona que, en comunicación con el más allá, se dispone a recibir lo que éste quiera mandarle.
Es también la razón por la cual Jesús escogió a sus apósteles entre pescadores. Pescamos en el más allá y un día cualquiera somos a la vez pescados para el más allá.
No podemos pescar en el más allí un día cualquiera somos a la vez pescados para el más allá.
No podemos pescar en el más allá con espíritu de competencia, ese espíritu de competencias que se nos inculca desde niños, porque el espíritu de competencia no nos sirve ante el más allá. Tenemos que recibir lo que él quiere mandarnos. Mejor sería fomentar el espíritu de cooperación.
¿En le valle de Josafat, se levantará el mejor vendedor del mundo, con un megáfono, y dirá: tiene cuchillas Gillette para la eternidad, tiene pepsodent para su última sonrisa?
En cierta ocasión- sigue diciendo Elisa Mújica- un enemigo de Salomón logró apoderarse de su anillo, en el que estaba grabado su nombre, que le concedía el dominio sobre los genios aéreos, acuáticos y terrestres; y sobre la fauna reptante, andante y volante.
Siempre que ese hombre individualista ha querido proclamarse, ha sido necesario que acuda a otros poderes, y esos poderes lo han dejado huérfano y se ha hundido en sí mismo con un lamento que registra la historia.
Se ha repetido que escribir es un cato solitario. No es así. No para mí. Mientras escribo, están presentes todos mis amigos, para quienes escribo. Cuando termino un poema, lo examino y me digo: ¿Qué pensará de esto Eduardo Escobar? ¿Estarán de acuerdo Jairo Osorio y Gloria Inés? ¿Le parecerá bello a Jorge Iván Correa? ¿Me regañara Darío Jaramillo? ¿Cuándo lo leerá Juan Luis Mejía?
¿Le envío copia a Jotamario? Y así es como escribo. No escribo solo. Si escribiera solo, carecería de autocrítica, y carecería de interés.
“Cuando Gonzalo Arango se dio cuenta de que la exitosa palabra “Nadaísmo” se confundiría a la larga con una negación que iba más allá de sus propuestas, las cuales no traspasaron nunca los límites de la vida, renunció al Nadaísmo a favor de la claridad conceptual y de sus convicciones acerca del destino del hombre en la Tierra. El Nadaísmo fue una discusión que se cerró en la frontera del caos, porque no era la irracionalidad total ni la locura total, sino que habíamos reservado la salvación para el último momento, que es precisamente el momento de la salvación.
Salvarse significa comprender y aceptar lo que se comprende y ayudar a otros a salvarse, porque de qué sirve salvarse uno solo, íngrimo en la vasta eternidad, sin el consuelo de decirte:
-Recuerdas, aquél día, cuando estuvimos a punto de perecer, y ahora estamos de nuevo en el cosmos, podemos ver el Sol y las estrellas, y podemos ver el pasado y el futuro, y escuchar la música del Universo en el espacio infinito, salvados por fin de nosotros mismos, que éramos nuestro único enemigo y nuestra propia amenaza, y sin embargo hemos sobrevivido y eso es lo que se llama en el Apocalipsis gloria de Dios, justicia de Dios, eternidad de Dios, consuelo de Dios, El Dios que te creó para que no desaparecieras de su vista, ni de su misericordia, ni de su perdón, ni de su alegría. Y para que fueras a tu vez alegría, belleza, dominio y majestad de su esplendor, no concebido sin Ti, no armonioso sin Ti; apoyo de la memoria, caja de la sabiduría, extensión del Tiempo, sin cuya voluntad el Trono se oscurece, sin cuya voz la Tierra pierde asombro y el poder la reverencia, sin cuya debilidad no existiría la Tristeza, el temblor de labios y el amor en el pecho. La ternura que expresa el terror del ángel y que reposa en el centro de la piedra, a cuyo alrededor se construye la piedra, la dura piedra en cuyo centro, si la partes, encuentras las lágrimas del Tiempo.” (Carta a jdvr)
Se ha insinuado que soy grandilocuente, es que los poetas post-nadaístas lograron dar entre todos un paso atrás. Es urgente restituirle grandeza a la poesía colombiana. El público responde, porque estaba cansado de noñerías. Abomino lo pequeño. En lo grande y elocuente esta mi casa. Soy grandilocuente.
Se ha insinuado que predico. Predico porque soy predicador. La primera acepción de predicar es: “Publicar, manifestar una cosa”. Publico y manifiesto este país, para las gentes del país soy predicador.
Se ha insinuado que soy patético. Decir que soy patético sería identificarme con las características de mi país. Un honor. Pero en esos poemas el patetismo está equilibrado con el humor, y el humor con la profundidad, y la profundidad con la variedad, y la variedad con la seriedad, y así a cada rasgo se opone su contrario, para no quedarse en la sola cosa, pequeña cosa, que ha venido siendo últimamente la poesía colombiana.
El presente no quiere aceptar nada que no venga del pasado. Por tanto, y mientras nos decidimos a vivir en el presente, sigamos escribiendo para el futuro. Si poetas y escritores colombianos son tan descriptivos, es porque apenas estamos haciendo los inventarios. Después vendrán los análisis; estudios, conclusiones. En un país tan lento, “Suenan timbres” tardó cincuenta años en ser reconocido. “Los poemas de la ofensa” tardaron veinte. Ahora están diciendo que “Sombrero de ahogado” no es poesía. Pero esperemos diez años.
Esta es ahora, la última conferencia nadaísta. Pero habrá muchas más. El nadaísmo es cosa del próximo siglo.
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Bibliografía: Historia de la Humanidad. Correspondencia personal.


Publicado en El Colombiano/dominical, Octubre 6 de 1985.

domingo, 10 de julio de 2016

38.Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Ermita de Jesús Nazareno


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38.Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Ermita de Jesús Nazareno


Ermita de Jesús Nazareno, hoy Biblioteca Provincial Claretiana

Víctor Bustamante

En tiempo de la Colonia cuando Medellín aún era unas escasas cuadras alrededor de la Candelaria, Carabobo no existía; era solo la calle de El Prado, entre Colombia y Maturín. Más adelante fue llamada Carabobo en homenaje a la batalla decisiva de Independencia del Perú. Ya en 1865 Carabobo solo iba hasta el puente de Las Pisas, pero con la ampliación del plano citadino continuó su apertura en línea recta hasta El Bermejal buscando la carretera hacia Bello.  Con el tiempo Carabobo se convertiría en una de las calles más populares en la ciudad  atravesándola de sur a norte. En el siglo pasado había sido rebautizada, Paseo Benjamín Herrera, pero ese nombre no prosperó.
La calle Moore debe su nombre al homenaje que el municipio realizó a Tyrrel Moore, ingeniero inglés, que se había establecido en Medellín desde 1829. Él participó, experto, en las minas del Zancudo, en las de Marmato, Santa Rosa de Osos, y Anorí. Además donó los terrenos para el Parque Bolívar, y la Metropolitana, claro que los lotes alrededor los vendería a buen precio.

En esta esquina, Carabobo y Moore, se inició la construcción de una capilla dedicada al Nazareno en 1895, debido a doña Isabel Echavarría viuda de Echavarría, no tan acaudalada como su otra familia, pero si más religiosa. Esta obra fue terminada en 1899 con planos elaborados por el nicaragüense padre jesuita Félix Pereyra. Otra dama, Leonor Arango de Muñoz, regaló la imagen del Señor con la cruz a cuestas traída desde la Veracruz. Su pórtico era destinado a albergar diversos actos, como la penitencia pública, ya que los penitentes que no podían asistir a la misa debían permanecer allí.

Con la ampliación del espacio urbano la Estación Villa fue construida a pedido de los vecinos de Jesús Nazareno que no querían caminar largo trecho para tomar el tren.

Ricardo Olano, urbanista y ávido negociante, compró un extenso lote de terreno entre Bolívar y Palacé, quinta parte en la “Manga del Bosque”, cerca de la capilla de Jesús Nazareno, para construir su casa de campo. Al tiempo, previsor y especulador, urbanizó dichos terrenos; con su propio dinero hizo pavimentar por Palacé la entrada principal al barrio. Luego tramitó ante la empresa de energía la iluminación y demás servicios públicos extendiéndose a las calles Moore y Darién entre otras. Luego el barrio Prado fue habitado por familias acaudaladas quienes construirían sus casas al estilo español e inglés, dándole a ese sitio solaz una apariencia de metrópoli europea. La valorización de terrenos se constituía en una verdadera forma de enriquecimiento lícito.

En la película Bajo el cielo antioqueño aparece la fachada de la ermita. Allí el padre, don Bernardo (Gonzalo Mejía), llega por su hija Lina (Alicia Arango) internada, y percibimos como este lugar, esta iglesia de columnas dóricas, oficia como lugar de estudio para chicas en ese Medellín del 1925.

Ahora en el 2016, en la misma esquina de Carabobo con Moore, aún existe la fachada pero demolida de la capilla. Desde hace años, cuando camino por esos lados, me pregunto la razón por la cual nunca la terminaron de reparar para dar otra apariencia, y no la actual, como si la hubieran destruido de golpe. Y, en efecto, la destruyeron de golpe para algo impensado ampliar: Carabobo hacia el norte. En 1948 el próstilo de gruesas columnas dóricas ejecutadas en ladrillo de la capilla sufrió el paso demoledor del progreso, a la manera antioqueña, la calle debía seguir su curso.

Luego, ante la construcción de otra iglesia de más tamaño, la de Jesús Nazareno, la capilla perdía su carácter sagrado y sobrellevaba diversos usos, fue depósito, bodega de vinos importados, sala para reuniones de alcohólicos anónimos, sitio para realizar el diseño de los vistosos pesebres para Navidad, y, ahora, funciona allí la preciada Biblioteca Provincial Claretiana, la cual es dirigida por Ángela Chica Bedoya. La biblioteca, casi secreta, posee unos 15.000 volúmenes juntos a sus tesoros bibliográficos. Y aún hay más sorpresas, pues, aún existe un fondo de otros 15.000 libros sin clasificar.

La ermita de Jesús Nazareno está asociado al padre claretiano Carlos E. Mesa, quien luego de estudiar en Europa regresó a Medellín en 1964. Se estableció en la casa contigua a la capilla, donde comenzó a ordenar su biblioteca con su colección de libros conseguidos al tener contacto principalmente con escritores españoles de la generación del 98 y en la del 20 en quienes buscó, en un brillante ensayo, lo religioso en la poesía. Además fue miembro de la Real Academia de la Lengua en Colombia, y reunió una colección bibliográfica respetable. De la Biblioteca Nacional de Colombia le donaron libros expropiados por los gobiernos radicales desde el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera, -traidor, cruel y vengativo con sus oponentes. Aún está fresca la sangre por haber ordenado fusilar a Salvador Córdoba, hermano del héroe -, los cuales él supo escoger para mantener viva su pasión por conservar los libros y también realizar sus traducciones de poetas latinos.

El padre Guillermo Vásquez continuó su labor de librero al conseguir diversas colecciones en el año de 1971. Actividad que lo llevó a conseguir libros que eran desechados y desdeñados como manera de trasmisión cultural no solo debido al bajo precio sino a los carretilleros que los llevaban para convertirlos en papel de reciclaje. Esto, ante esas mentes calenturientas y aniquiladas por la idea, cercana para ellos de la llegada de los heraldos negros y sucios de la Revolución de las babas y los discursos interminables de la izquierda paisa, con el avasallamiento de los marxistas de escritorio y fuego en la boca y odio a la cultura. Algunos teóricos de plastilina y profesores doctrinarios de la Universidad de Antioquia no les tembló el pulso para denigrar de Borges a quien lo tachaban de reaccionario, y por eso, ante ellos pasó, la literatura y la sensibilidad; no los tocó la sensibilidad de la poesía sino los vientos fatuos, teóricos de pandereta y muerte, de los pésimos libros de Lenin, Mao y Stalin. Por tal razón muchos de los jóvenes de esa época obviaron los libros ante la ortodoxia que propugnaba que leer poesía y literatura era algo pequeño burgués. Lo cual conmocionó el mundo del libro debido a este apocalipsis de una nueva era sin clases sociales. En muchos espacios estos fueron desechados por “inútiles”, pero existía un guardián de los libros en la labor del padre Guillermo.  También la colección de la biblioteca se fue ampliando con libros donados por el Seminario Teológico de Manizales, del filosófico del Cedro, de Zipaquirá, de diversas casas que se fueron cerrando y de la misma biblioteca de la iglesia.

Esta colección de libros, itinerante, fue guardada en diversas casas, por ejemplo en la de la del crítico de cine Luis Alberto Álvarez y en otras casas donde los padres claretianos vivieron  hasta que por fin juntaron los libros en la ermita de Jesús Nazareno. Uno de los incunables, de lo que más tarde será una biblioteca, es un ejemplar de la poesía de Ovidio de 1550, así como clásicos españoles, pergaminos italianos del siglo XVI.

La Biblioteca Provincial Claretiana es una biblioteca de humanidades. Hay literatura, filosofía, poesía, una sección de teología, y de materias de la iglesia, pero también, sociología, comunicaciones, historia, y una sugestiva hemeroteca.

Bibliografía:
-  Mora Meléndez,  Fernando. El guardián de los libros. Universo centro. Número 19 - Diciembre de 2010. Medellín
-Una joya arquitectónica perdida en el centro de Medellín. DE la Urbe.  30 junio 2014. Medellín
- Los libros que ya alcanzaron vida en la antigua ermita. El Universal. 28 de junio de 2016, Cartagena – Colombia.



         

viernes, 8 de julio de 2016

JOSÉ MANUEL ARANGO / Raúl Mejía







JOSÉ MANUEL ARANGO 

                                                 Raúl Mejía.

1

El vasto desasosiego de lo hipotético… Poco antes de morir, alcancé muy a medias a conocer al poeta José Manuel Arango, lo saludé en un sitio poco propicio: un supermercado. Allí estaba, seleccionando algunos objetos y desconfiando del sujeto que se le aproximaba y le hacía la tonta pregunta: “¿es usted José Manuel Arango?”. Sonrío y ese lacónico “si” se adecuó a su extrema síntesis. No lo vi más, sólo su imagen en medios masivos, especialmente tras su muerte, a comienzos de la década pasada. En aquella ocasión, ¿pude haber intentado algo más, llegarle con represadas inquietudes menos sonsas, ridículas y obvias como las de la poetisa Piedad Bonett en trivial, frívola e intrascendente entrevista, pero consecuente con la primera tríada de adjetivos para su obra en prosa y en poesía: sonsa, obvia y ridícula? Una única pregunta le habría hecho al Maestro del Carmen de Viboral: ¿qué idiotez emotiva o chantaje analítico te llevó a considerar a Emily Dickinson como poeta de valor y, peor, a traducirla? Ese habría sido mi interrogante, dejando de lado varios sobre su experiencia y vivencias con Georg Trakl.

2

No debo ser el solitario que percibe y ha percibido grotesca rebatiña sobre la figura y obra del poeta de “Este lugar de la noche”, rebatiña en cuanto a querer hacerlo referente de cierta trasnochada intelectualidad universitaria, en este caso de la Universidad de Antioquia, como si fuese su poeta “estrella” y “logo” de generaciones entre politizadas y mamertas a más no poder. La colosal timidez y el laconismo de José Manuel pareciera haber hecho metástasis de escenas y verborreas que él no habría propiciado, siendo de los poetas mayormente citados “post mortem” y no con acierto y menos buen gusto. ¿Es nuestro poeta ese nuevo “ídolo” de la anacrónica antioqueñidad? Algunos dirán que sí, he ahí sus poemas a las montañas, símbolo por antonomasia de la cultura “paisa”. ¿Es, también, el poeta de la Medellín de las tres últimas décadas del siglo XX? Tal vez. Apoyaría ese subjetivo ícono y su hermosa “iconografía” leída en versos contundentes, descriptivos de la soledad y violencia de la Medellín que, felizmente, no vivieron los jóvenes de esta generación de la Internet.
¡Qué ambiciones narcisistas las de sus supuestos amigos y compañeros para dotarlo de pasaportes y de rótulos! Cuánto ha debido disgustarle saberse como celebridad o figura que cada grupúsculo local, bogotano o internacional quieren y han querido hacer de él y de su poesía, reclamándolo para sí.

3

Con esa misma parquedad que lo conocí, me llegaron sus primeros poemas. Es el año 1984, la edición es sencilla y los hallazgos memorables de un poeta directo, conciso e incisivo. “ESTE LUGAR DE LA NOCHE” y “SIGNOS”, son más que palimpsestos de auténtica poesía, son poco menos que atemporales papiros en donde discurren versículos con innovadoras acepciones de lo sagrado, es el vate que nos asombra con agudos acertijos líricos, asimilándose a esa figura del “profeta” si en ello no hubiese delirios pseudo religiosos y filosóficos. Tras la lectura de esos iniciales versos, la ciudad sonríe con la malicia de quien ha desnudado algo de piel:  calles, baldíos y cuerpos han ganado nitideces inevitables, el poeta ya nos invitó al frenesí, pero no queremos irnos, deseamos proseguir, poseer e incluso vociferar tras temporadas de sentidos cohibidos:

XX
En el mercado, entre sus jaulas
El vendedor de pájaros
Vocea la lengua de los vencedores

Pero tras su habla sibilante
Y las cópulas sorpresivas
De palabras

Se recata la antigua lengua armoniosa
Más clara, más
Cercana de las tortugas y el fuego

Que piensa en él
Y le da otro orden al mundo

Y cuando en la plaza
Real por un instante en el mediodía
Coge los pájaros en su dedo
Y les habla


Tal acto encubre otros actos
De más viejo sentido
Y a su mágico gesto de encantador
Los pájaros mueven los ojos dorados

4

En lo íntimo es un hombre oculto, docente de una materia que, sin duda, ha debido propiciar suicidios emocionales. Nacido en el campo, estudiante en el altiplano cundí-boyacense, especializado en los Estados Unidos de los densos “sesenta”, profesor durante lustros… Son ámbitos poderosos para este poeta, profundizando en su cautela y distancia. Se allega al mundo editorial desde el año 1973 y a partir de allí, sea con poemas propios o traducciones, seguirá activo hasta poco antes de fallecer. Son dudosas coincidencias y comparaciones con poetas de esos años y más con ismos o vanidosas cofradías. Hacia 1973 el “Nadaísmo” sigue bastante campante, Gabriel García Márquez es el suceso mundial de nuestra literatura, su eclipse total y universal; hay indicios de bonanzas, no sólo cafetera, sino de marihuana y cocaína. Y Medellín, su Medellín radiografiada y cartografiada a través de sus versos, va haciéndose metrópoli, derrumbando edificios, ampliando avenidas y repoblando laderas. Digamos que su “pequeño sistema solar” gravitaba alrededor de la Universidad de Antioquia, entornos próximos y eventuales, muy eventuales encuentros con escritores de aquellas épocas. Sus inicios, su ir ganando espacio y la lenta difusión de su obra, apabullan en cuanto no respira afán o cizañas al intentar ser o lucir como líder de desopilante revolución poética. Bien lo expresa el señor Santiago Mutis: “(…) la actitud del poeta: no participar en concursos, no ser colaborador de las páginas dominicales-literarias de los periódicos, no conceder entrevistas, etc. Es decir, mantenerse siempre dentro de lo primordial.” ¡Asombroso! Lo imagino, de haber vivido un tris más, anonadado ante las desbordadas eclosiones de bardos y de títulos, sin control, en histérica maratón de egos y banalidades. Admirable posición de José Manuel y despreciable que se desestime semejante demostración de respeto hacia sí mismo y el lector.

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Cierta vez tuve bizantina discusión con respecto a la faceta de traductor de José Manuel Arango y en particular al nombrar a la sobre valorada y patética Emily Dickinson, pero dejo este asunto para un poco después. Leemos y se lee en él interés por poetas de norte américa, en particular William Carlos William. Peco en este punto de perezoso: a medias sé quién es, recuerdo haberle leído (“a long time ago”) poemas al azar, pero tan evidente apatía trae consigo el escaso interés que pudo haberme creado, asunto que no va en detrimento del vate norteamericano, por supuesto. Me quedo, muelle e incapaz con lo que José Manuel haya expresado de él en sus escasas respuestas. Pero sí voy a detenerme en las versiones que hizo de Georg Trakl. Antes que nada y si va en ello un monumental error de parte mía, ofrezco disculpas, pero no creo que nuestro poeta haya traducido directamente del alemán, ha debido hacerlo sobre versiones vertidas al inglés y, especulando, me atrevería a apostar que se basó en algunas del escritor “Daniel Simko”. Si estoy equivocado, vale, pero es irrelevante ante los textos que pueden leerse en aquel breve volumen publicado por “Colcultura”: allí está Trakl, el poeta de poetas, su arrollador lirismo, la belleza sublime del, quizá, máximo poeta de la nostalgia y de la melancolía crepuscular que haya existido. Injusto con los precedentes poemas del bardo antioqueño, mi espacio de re lectura, el mayor placer que viví teniendo ese libro, fueron esos versos de Trakl. Y vaya que hay bastante del léxico, de las sensibilidades, mundos y dimensiones del poeta austríaco en los versos de José Manuel. Para quienes hemos leído lo máximo posible del suicida escritor del expresionismo, sabemos captar entre líneas, en los poemas iniciales de “Este Lugar de la Noche”, acentos y vocablos muy propios del autor de “Grodek”:

II
Repetido naufragio de los parques
En el anochecer

La hora en que cerrado
Por el roce de un ala
Sombría

El corazón desciende a frías moradas.

Y palabras y frases inusitadamente “Traklianas” como: “claustro, sombría, la sombra de un árbol, ruinas, el viento ciego gira, ahogada”, etc. Pero de ninguna manera hablo del usufructo de imágenes, conceptos o palmarias paráfrasis. No, en absoluto, creo que José Manuel cumple con aquel docto concepto de T. S Eliot según el cual, el “buen” poeta no roba versos trascendentes, sino que los mejora, prolonga e involucra en su propia obra. Digamos que hay algo en él de William Carlos William, de Georg Trakl (y como ha dicho, de otros poetas), pero, ¿de Emily Dickinson? ¿Qué hay de ella en él? Dirían que “la brevedad”, pero vaya error de apreciación y miopía monumental. No, no hay tal; pero, ¿qué llevó a José Manuel Arango a celebrar y traducir a esa señora? Francamente no lo sé, sólo sospechar: ¿algún fallido y abyecto Edipo? ¿Intensa y crítica broma para sus cercanos? ¿Ominoso resultado de un “hobby” misógino llevado muy lejos? No tengo idea, he intentado hallar, en medio de una de las peores hojarascas de poemas, alguno de esa poetisa que me abofetee, que me penetre como misil poético y no, nada, sólo acumulación de azúcar deleznable, proveniente de pasmoso colesterol de mediocres versos. Y, sadomasoquista, he de obligarme a volver a ella, a sus pendejaditas, temiendo que aparezcan debajo de sus incontables enaguas, flores disecadas y tafetanes llenos de caspa, otros millardos de versitos póstumos: ¡Oh caos! Maestro José Manuel Arango: ¿qué te pasó? Mmm…La muerte dejó en penumbras semejante acción inextricable.

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Es precisa y suficiente la bibliografía del poeta citado. Pero es enorme la influencia de la misma antes y después de su desenlace. Dudo que haya dejado escuela; no nos confundamos con tanto poetiso, poetisa y poetastros en general, enajenados con risibles “haikús” y poemitas de no más de cinco, seis versos. La celebrada síntesis y brevedad de la mayoría de los textos de José Manuel, se cifra en la condensación extrema del significante, pero no del valor plural del significado. Esa sobriedad y si se quiere misantropía que se observan a lo largo de su obra, es saludable “herencia” y consejo para todo aquel que quiera sumirse como poeta, lamentablemente es casi nula la respuesta a sus esfuerzos líricos.
Instantáneas proveídas por gratas compañía de sus versos: el descenso de horizontes y la perfecta coreografía de colores anunciando el ocaso acompañado de los poemas de Trakl: “El Sol”, “Hacia el anochecer mi corazón”. Mis solitarios desplazamientos a lo largo de avenidas, habitante de ese “desierto dorado por la luna”, aquella sensación de sentirme (también) “maravillado, herido, triste” después del amor. Y la demoledora sensación de empezar a ver en el espejo y en el cuerpo huellas, sombras y gestos del padre muerto. Todo ello y la categórica lección de prudencia y silencio, inseparables del quehacer poético.
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Dos poemas de Salud Ochoa



Dos poemas de Salud Ochoa

LLUEVE OLVIDO

Está lloviendo olvido, sobre el camino andado
Sobre los mares y las nubes
Sobre las barcas que se impactan
En la noche.
Llueve olvido,
llueven lágrimas de amor herido.
Truena el cielo
Y en un relámpago se mecen los recuerdos
Ya no estás, ya no vivo
No sé quién soy ahora
Ni cómo hacer para encontrarte.
¡Ay amor! Duele la herida
Duele tanto a veces
No menos que el fracaso o la mentira
Duele en gritos de silencio
En lunas marchitas de alborada
Duele en recuerdos, en sonrisas
En noches de quebranto
De soledad acompañada.
¡Ay amor! Me duele tanto.


MARIPOSAS NEGRAS

Voy a internarme en eclipses de luna,
en un bosque turbio, en la espesura de la noche,
para quitarme lo que lleve puesto y vestirme de olvido.
Voy a irme tan lejos como mis pies alcancen.
Voy a cubrirme de mariposas negras,
para que nadie mire mi dolor
para que nadie sepa ¡cuánto es que te he amado!
para que nadie mire como sangra mi alma entre tus manos.
Voy a avivar el último rescoldo de fuerza que me queda,
La sacaré al sereno y limpiaré con ella mi ventana.
Así, cuando te encuentre te veré cual eres.
Tomaré este amor entre mis manos,
lo envolveré en retazos de alborada y lo perfumaré de olvido,
luego, lo iré cortando de a poquito
hasta sacarle las entrañas.
Entonces, cuando haya muerto,
con sus pedazos construiré un par de alas,
las pegaré a mi espalda y me uniré a las aves para marcharme lejos
para no hallarte otra vez en este mundo.
Tú, sin embargo, habrás de mirar todas las tardes,
la mariposa negra en tu ventana
que irá arrancándote en pedazos la cordura.