Violeta Parra
Víctor Bustamante
Conocí a Violeta Parra sin saber que era Violeta Parra. Me explico, había escuchado Gracias a la vida en la poderosa, acerada y peculiar voz de Mercedes Sosa, y me dejaban sorprendido esas nuevas metáforas para exponer un tema reiterativo en las canciones populares, el amor, salvo que esta canción le daba otro tono, esa particularidad de ser el mismo tema pero contado y cantado de una manera diferente. En esta canción hay tanto solaz, hay tanto agradecimiento por vivir, tanta llenura, que roza casi el concepto de felicidad que dan otras palabras, otras sensaciones, otras maneras de dar cuenta de un sentimiento. También hay una poderosa versión de Joan Báez que le agrega su tono, luego vendrían las de Facundo Cabral, Alberto Cortés, Tania Libertad, hasta un cantante talentoso, histriónico y comercial como Raphael decidió dar su interpretación. También hay diversas versiones en otros idiomas. O sea, que el poder mágico de esta canción se ha convertido en un himno, en una manera de ver el mundo, de captarlo sin cooptarlo sino que expresa la claridad del concepto total en medio de un ámbito lleno de ladridos y de turbinas. La viajante, su autora, abreva en la pureza y en el deslumbramiento. De ahí que este concepto se defina en algunas frases, La ruta del alma del que estoy amando. Y en las multitudes el hombre que yo amo. Cuando miro al fondo de tus ojos claros.
Pero a pesar de esas diversas versiones siempre prefiero escuchar la voz sencilla, sin ningún aspaviento, de su autora cantándola desde el mismo día en que la grabó en 1966. Soy ortodoxo en este sentido, me gustan las canciones en la voz de sus autores, al fin y al cabo ellos trasnocharon, crearon, buscaron una conjunción de melodía y letra que brotan y brillan de su talento para darnos su definición del mundo, en este caso acompañada por los instrumentos sencillos que le dan su sello, guitarra, guitarrilla, charango y bombo.
Luego, un vecino, Iván, nunca el Terrible, me ofreció con algo de lejanía, iba a decir desprecio, un elepé cuyos titulares decían, Violeta Parra, Últimas Composiciones, que para mí serían las primeras. Allí en la contratapa había una de ellas que la había escuchado en voz de varios cantantes, por supuesto Gracias a la vida. Me quedé con el elepé a bajísimo precio, y así Iván, sin darse cuenta, me abrió el camino hacia la obra de la cantautora chilena. En la fotografía del disco, en la caratula, ella se ve serena, sin los aspavientos de las estrellitas de las baladas, sin dejarse apabullar por esa ilusión de ser una gran mujer y además una compositora excepcional. Ella toca el charango, no hay nada de maquillajes, se ve vestida de una manera sencilla y sentada mirando al horizonte de la fotografía en blanco y negro. No exhibía cierto tono de frivolidad, ella sabía del valor de sus canciones, la mesura de su voz, la textura, el poder de convocatorio era lo que en ella nos daba, su magnetismo
Poco a poco el prestigio de ella me llegaba al unir otra pieza cantada por Jerónimo el baladista de magníficas canciones de amor, basada en la letra de su hermano Nicanor Parra, que nos dan una idea del aprecio de su hermano y la valoración intelectual hacia ella,
Porque tú no te compras ni te vendes, porque tú no te vistes de payaso, porque hablas la lengua de la tierra, viola chilensis, Violeta Parra.
Pero volvamos a este elepé que aún perdura en mis discos donde Violeta no yace sino que reaparece para cantar, Gracias a la vida, con un tono despreocupado, trasparente y sobre todo muy honesto.
Hay una temática, dentro de todo el conjunto de sus canciones que reaparece camuflada dentro de ese espíritu de solidaridad que Violeta siempre mantuvo. A veces se olvida, otras se oculta pero en realidad está presente y es una de sus improntas. Ese tema es su cristianismo visceral que la lleva a denostar de la poca tolerancia, del abuso de la violencia, así como de ese rechazo de ella a la burocracia que se empeña en ser la expresión de ciertas ideologías, y que muerde y socaba con su inoperancia y aggiornamiento. En esta composición suya, El Albertío , es notorio este concepto.
Yo no sé por qué mi Dios
le regala con largueza
sombrero con tanta cinta
a quien no tiene cabeza.
Vale más en este mundo
ser limpio de sentimientos,
muchos van de ropa blanca
y Dios me libre por dentro.
En Que dirá el santo padre, 1965, Violeta reclama de una manera airada, bajo los aires de una marcha no militar sino muy personal sobre la injusticia humana, no pide a ningún organismo internacional cuidado sobre el tema de los asesinatos por motivos políticos, no reclama justicia a los jueces, como un hecho cumplido, ninguna investigación entre comillas exhaustiva. Ella ante ese río de sangre le reclama al que menos la puede ayudar pero si consolar, el santo padre. En este caso, seguro admiraba al papa bondadoso Juan XIII. Y a él acudía para contarle y cantarle de la ignominia. No acudió a Nikita kruschov. Aquí se combinan su reclamo político junto a su formación religiosa. Así, sin darse cuenta, presagiaba el advenimiento del golpe militar de Pinochet y sus canciones servirían de emblema a quienes reclamarían posteriormente.
Miren como nos hablan del paraíso
Cuando nos llueven balas como granizo
Miren en el entusiasmo, por la sentencia
Sabiendo que mataban ya la inocencia
Esta canción nace del dolor por la muerte de Julián Grimau, ajusticiado por el gobierno franquista en 1961, con el pretexto de rebelión miliar dentro de la Guerra civil española , debido a su militancia comunista, lo cual llevó a una campaña mundial para impedir dicho fusilamiento, ignorada por Franco. Grimau fue rehabilitado, incluso el cantante español Chicho Sánchez Ferlosio, 1964, le dedicó una canción dentro de su obra Canciones de la Resistencia Española
También su concepto irascible de amor se cristaliza bajo el concepto religioso en una canción como Maldigo el alto cielo, donde se rebela y crítica, donde reclama y poetiza, todo por culpa de un amnate, que se le ha ido. Nadie más sincera y sencilla para decirnos que está en contra de todo, pero sobre todo es la angustia de ese espíritu golpeado.
Maldigo por fin lo blanco
Lo negro con lo amarillo
Obispos y monaguillos
Ministros y predicantes
Yo los maldigo cantando
Lo libre y lo prisionero
Lo dulce y lo pendenciero
Le pongo mi maldición
En griego y español
Por culpa de un traicionero
Cuánto será mi dolor
Esta ascesis de combinación entre lo político y lo poética, vía religiosa, ella ya la tenía clara en Porque los pobres no tienen, canción censurada en Argentina en 1961, allí ella nos dice,
Porque los pobres no tienen
adonde volver la vista,
la vuelven hacia los cielos
con la esperanza infinita
de encontrar lo que a su hermano
en este mundo le quitan.
Pero volvamos al elepé, este contiene dos de sus canciones más soberbias, Gracias a la vida de la cual ya hemos hablando y Volver a los 17, que es acaso otra de sus obras más dulces, más queribles ya, que esta canción es tan intensa, tan de ella, tan biográfica que nos lleva a esa fatal ilusión de regresar en el tiempo, luego de una gran vivencia, para, a lo mejor, vivir con tanta más ahínco lo que no pudo en esos años, cuando la juventud se asomaba con sus picos de rebeldía sin creer en nadie desde una acerada sensualidad como en verdad fue Violeta, que nos dice en estos bellos versos,
Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
es como descifrar signos sin ser sabio competente
volver a ser de repente tan frágil como un segundo
volver a sentir profundo como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo en este instante fecundo.
El amor es torbellino de pureza original
hasta el feroz animal susurra su dulce trino,
retiene a los peregrinos, libera a los prisioneros,
el amor con sus esmeros, al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el camino lo vuelve puro y sincero.
Soñadora inminente Violeta al regresar a los 17 lo que escribe es una bellísima canción de amor, una canción llena de dudas, de nostalgias, de recuerdos, de pesares como antítesis a Gracias a la vida. Y no es para menos, Violeta fue una mujer muy sensual, muy llena de amor y de huidas. Se decía que necesitaba siempre dormir con un hombre cada noche.
Julio Escámez, pintor y docente de la Universidad de Concepción, la conoció iniciando una relación la cual fue cortada por lo apasionada que era Violeta al celarlo con las alumnas. De ahí salió Muerte con anteojos donde se venga de él. Y no es para menos furiosa y apasionada, Violeta le había quebrado a sus amantes unas 14 guitarras. Además quemó el colchón donde había hecho el amor con Escámez, que escamoso se fue antes de que le quebrara en su cabeza otra guitarra.
Por fin, amables oyentes,
les pido con devoción:
recemos una oración
por este muerto viviente,
es finado inteligente
por eso es que yo lo estimo,
a su muerte yo me arrimo
con esperanza y con fe
pero qué hacer yo no sé,
y si lo sé no me animo.
Gilbert Favré fue su último hombre, este suizo la ignoró junto al abandono de los propios hijos de Violeta quienes prefirieron estar lejos de ella en otra carpa en Chile. Por él tuvo dos intentos de suicidio, tomó pastillas y se cortó las venas. Era raro que una mujer de ese temple, que dijo a nivel político lo que no dijeron muchos cantantes, el amor la desquiciara de esa manera. A él le compuso esta canción, En Run-Run se fue pa´l Norte,
No sé cuándo vendrá.
Vendrá para el cumpleaños
de nuestra soledad.
Talvez el alejamiento de sus hijos Ángel e Isabel, así como la de Favré la condujeron a algo insólito pegarse un tiro como retaliación a su estremecimiento emocional. Una persona nunca se suicida por algo político, se suicida porque la vida la ha golpeado y sus seres amados han huido, dejándola en el desborde de sus abismos.
Canciones agitadoricas es una frase que surge de una de sus canciones Mazurquica modernica, y allí reside el gran concepto de valoración hacia su arte, esas canciones políticas que duras, nos asoman, nos retrotraen al momento especifico que ella vivió. No en vano Violeta fue capaz de ser contemporánea y escribir sobre la injusticia humana en poder de los poderosos que no les pasa nada y desayunan normalmente mientras firman órdenes de ejecución o de apresamiento.
Una de esas canciones más airadas es Un río de sangre o Rodríguez y Recabarren Violeta hace un recorrido por la ignominia universal, la conmueve la muerte de García Lorca, la de Patricio Lumumba, la de Emiliano Zapata, la de Vicente Peñaloza y la de Rodríguez y Recabarren
Pero aún está, en este trascurso de sus canciones, no solo lo político y sus poéticas amorosas sino que nos describe el vaivén de su vida, se expresa en ellas. Me gustan los estudiantes, que es todo un himno por esa frescura, por abordar un tema del que nadie se ocupaba, y que ella le da un matiz fecundo, de rebeldía, de libertad, de denuncia. Además en cada marcha de esas que han continuado, los estudiantes aún no se han contaminado y aparecen con sus reclamos, con su fuerza a vitorear, así los dejó Violeta Parra, como testigo del mundo, toda una mujer que fue capaz de estar presente, y sin límites, apasionada en política lo fue igual en el amor.
Estos versos la redimen,
Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder ni el más ancho pensamiento
todo lo cambia el momento colmado condescendiente,
nos aleja dulcemente de rencores y violencias
solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes
Así violeta Parra