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Editorial
Aunque este texto parece ser de ficción,
lo cierto es que hay algo de más peso y de fondo: no podemos dejar que la cultura
de la ciudad de Medellín se quede en las manos de unos pocos y la arbitrariedad
lleve a que una buena intención que creamos desde hace ocho años caiga en el
periodo de postración actual y que el ninguneo desde la propia Secretaria de Cultura
de la ciudad haga tabla rasa de procesos culturales ante quienes alguna vez criticamos.
Víctor Bustamante
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Pablo el Austero
o
el
síndrome de las becas locas
Raúl Jaime Gaviria V.
Justo acababan de dar las tres de la tarde en
la suite presidencial del Hotel Le Tremoille de Paris. Paul Auster departía con
su amigo y confidente el prestigioso crítico literario inglés John Lester Thomas, alrededor de una humeante taza de
café. El tema giraba en torno a la
pasión de ambos: la literatura y más específicamente en como ésta había degenerado últimamente en un mero
negocio alejándose por completo de sus ideales más nobles. - Las editoriales
hoy en día solo quieren vender, no les importa para nada si eres buen escritor
o no, la literatura como arte está en vías de extinción y casos como el tuyo
son la excepción a la regla le dijo John a Paul mirándolo apenas de reojo como
si intuyera que lo que acababa de decir no le iba a gustar. !Bah! eres
demasiado pesimista John, por algo eres crítico, también en el siglo XIX el
objetivo de los editores era vender libros y a pesar de esto floreció una gran
literatura y de no ser por la demanda del público de aquella época estoy seguro
de que no hubiéramos tenido a un Dumas padre ni mucho menos a un Balzac. -
Quizás tengas razón Paul, pero sigo insistiendo que en cuanto a esto hemos
llegado al nivel de lo grotesco, mira el ejemplo de los premios literarios, ¿o
acaso no te parece escandaloso lo que sucedió con la última edición del Booker?
volver a premiar a Mark Sommers tan solo dos años después de habérselo ganado, en
mi opinión es un asunto francamente repugnante. -Bueno, replicó Auster en un
tono un poco más calmado, te concedo que la situación en el mundo anglosajón
deja mucho que desear, sobre todo después de eso del Booker, pero no puedes
generalizar que algo así esté pasando en todas partes. – Sí que puedo y es más,
déjame demostrártelo. - ¿Y ahora qué
diablos pretendes?, no me digas que vas a salir con otra de tus chifladuras,
acotó Paul abriendo desmesuradamente los ojos. - Dime Paul, ¿todavía conservas
el globo terráqueo para escritorio que compramos juntos el año pasado en
Shakespeare and Company? - Por supuesto John, tu que crees, ese globo es mi
talismán. Me acompaña siempre en todos
mis viajes, no lo suelto por nada del mundo. - Y dime ¿dónde está?— Aquí mismo
en la maleta, se apresuró a contestar Auster, con esto de la charla en la
Sorbona no he tenido ni siquiera tiempo de desempacar del todo. -Tráelo por
favor. Auster se dirigió a la habitación principal de la suite y regresó casi
de inmediato con un pequeño globo terráqueo de madera muy fina, tallado en alto
relieve. - Vamos John, ¿qué quieres con
mi globo? ya me tienes intrigado. - Es algo sencillo Paul, simplemente te
quiero demostrar que en cualquier país o ciudad del mundo donde exista un
ámbito cultural literario por más insignificante que este sea sucede lo mismo,
es decir que la literatura esta en poder de mafiosos y los escritores que
destacan son basura. A renglón seguido comenzó a darle vueltas al globito y le
indicó a Auster que frenara el giro con el dedo. - Mira Paul frenaste en
Colombia, déjame acercarme para ver mejor, mira, frenaste en Me- d- llín, Colombia. - Diantre, maldito nombre
tan difícil de pronunciar. Bien, no me digas que podrías haber escogido un
lugar más desconocido que éste. - Tienes razón, respondió Auster un tanto
perplejo, jamás en mi vida he oído hablar de ese pueblo, ¿crees tú que pueda
existir literatura ahí? - Hombre Paul de existir existe, eso te lo aseguro, hoy
en día los escritores y más si son malos e intrigantes crecen en cualquier
lugar como si de maleza se tratara, y recuerda que detrás de un mal
escritor siempre habrá una pésima
editora dispuesta a publicarlo Ja,ja,ja. No estoy de acuerdo con eso, lárgate
con tu machismo freudiano a otra parte,
yo prefiero la frase de X que
decía que la única forma para que un escritor se volviera rico sin dañar su
alma era casándose con su editora. - A la que yo agregaría -o al menos con su
agente literaria- replicó un divertido John.
En cuanto a los buenos escritores esos serán siempre escasos en todas
las épocas, afirmó Paul, está claro que el talento no lo venden en las
droguerías, puntualizó. - Por Dios, dime de una buena vez adónde quieres llegar
con todo esto John, que no entiendo nada. - Mira Paul, lo que te quiero proponer
es que busquemos en internet si hay abierto algún concurso literario de novela
en ese lugar para que te presentes a él con tu último manuscrito. ¿Pero qué
locura estas diciendo John, tu bien sabes que mi último manuscrito es "El
último rascacielos" que de cierta manera completa las tres novelas de la
Trilogía de Nueva York. Ese libro no pienso publicarlo hasta el final de mi
carrera. - Y no tendrás que hacerlo, por
lo menos aún no, porque estoy convencido de que si te presentas no vas a ganar
y en el muy hipotético caso de que ganaras siempre puedes renunciar a tiempo. -
Humm,humm, musitó Auster haciendo silencio por espacio de un par de segundos,
hasta que en su mente surgió la pregunta. ¿Y en qué te basas tu para tener tal
seguridad?, no creo que en un pueblucho como Me-d-llín pululen los Paul Auster.
- Pues me baso en mi teoría de que premiarán a algún amigo del jurado y por más Paul Auster que tu seas y lo bien que
escribas si no eres amigo de los jurados no te darán el premio. -Permíteme
dudarlo John. Vaya, si no fueras tan amigo mío creo que debería enfadarme
contigo. - Bien Paul, ¿estás dispuesto a seguir el juego, te apuesto una cena
con todo incluido en el mejor restaurante de Paris, ¿que tal La Brasserie Lip?.
Pues ese será el mejor para ti, le interrumpió Auster con cierto aire de
molestia, por si no lo sabías según la revista "Le restaurant" el
mejor es Le Chateaubriand, cosa que he podido comprobar personalmente, y por
una cena en Le Chateaubriand estoy
dispuesto a apostar hasta mi alma si es necesario. No hay que llegar tan lejos
Paul, bien, ¿tenemos una apuesta entonces? preguntó John con aire de picardía.
-Tenemos una apuesta le respondió secamente Paul. John sacó de su maletín
ejecutivo Gucci un mini eye pad de siete
pulgadas, el último grito tecnológico, se metió en el buscador y googleó las
palabras clave: Medellín, convocatoria, concurso, novela. De inmediato salió un link que decía IX
Convocatoria Becas a la creación, Medellín 2012. Aparte de esto no figuraba
ningún concurso más. John abrió el link y luego un archivo en PDF con las
bases. Como era de suponerse estaba en castellano pero eso no era ningún
problema para John que había estudiado hasta el último nivel de español para
extranjeros en el Instituto Cervantes de Londres. Luego de consultar en
silencio el documento John dio un grito a la par que saltaba del sillón, cosa
que asustó a Auster. ! Vaya, Paul estamos de suerte!, no se trata de un
concurso sino de una beca. Se requiere presentar un proyecto de novela de no
más de veinte páginas. Y cuál es el
premio, ¿un saco de cocos y una edición en pasta dura del Robinson Crusoe? Deja
de ser irónico Paul, mira que para ser un pueblo perdido el premio no está tan
mal, aquí habla de un poco más de 20 millones de pesos colombianos y haciendo
la conversión eso me da algo así como 10.000 dólares. -¿y que otros requisitos
exigen? Sí, aquí dice que se requiere ser residente o presentar un certificado
de que el autor se desempeña profesionalmente en Me-d-llín, ¡vaya aún no
consigo pronunciar bien el maldito nombre!. Eso si que va a ser un problema, no
me van a dejar participar. - No hay nada que no se pueda resolver, déjame ver
si en M-de-llín existe un Tower Records. Mmm. !Ajá, si que hay uno! resulta que
tengo un amigo en un alto cargo directivo de Tower Records que con certeza nos
puede ayudar con un certificado laboral falso, en las bases no indica que no se
puedan presentar extranjeros y como tu nombre real no es Paul Auster sino Paul
Anderson, cosa que muy pocos
conocen, quienes evalúen los documentos
no tendrán ni idea de que se trata de ti. Auster dibujó un semblante
preocupado. -¿No estaremos metiéndonos en algo ilegal? No seas dramático, es
sólo un juego. Otra cosa, hay que participar bajo seudónimo, debes escoger uno
y preferiblemente que sea en castellano. No se, dijo Auster, ¿que tal te parece
Torero andaluz? Estas loco Paul, se trata de Colombia no de España, pienso que
lo mejor será que castellanices tu nombre. A ver, Paul en español es Pablo y
Auster se asimila mucho a la palabra austero que significa frugal. Ya está,
Pablo el Austero ! el seudónimo perfecto! - No puedo dejar de reconocer que es
ingenioso reconoció Paul. John tuvo que bajar a la oficina VIP del primer piso
para imprimir el formulario que era necesario completar, de ahí volvió a la
suite e hizo que Auster llenara a mano toda la información y que firmara lo que
había que firmar. Una vez todo estuvo en regla, bajó de nuevo al salón VIP, se
acercó a la oficina de Western Unión y
envío el paquete que estaba dirigido a su amigo en la sede principal de
Tower Records en Londres. Luego de que John enterase vía telefónica a su amigo
acerca del asunto en cuestión fue cosa de un par de días para que la
documentación completa estuviese legalmente radicada en la secretaría de la
cultura de M-de-llín. Era un 14 de abril y el fallo se daría a conocer tan solo
hasta julio 18 en un acto público que se celebraría en un teatro de aquel
pueblo perdido de Suramérica. Auster y John se olvidaron casi que por completo
del asunto, hasta precisamente, vaya causalidad, el día en que se cumplía el
plazo para el fallo de la beca. Ese 18
de julio se habían vuelto a encontrar, John y Paul en Nueva York después de más de dos meses de
no verse y fue ese día, mientras almorzaban en Harry´s, un restaurante de culto del Village, que
trajeron de nuevo a cuento lo de la novela y la beca en M-de-llín. -Hoy es el
fallo. Veremos que pasa, ya me veo en Le Chateaubriand comiéndome un delicioso
estofado de pato de cuenta tuya Paul. Nada está dicho aún John, de pronto va y
te llevas una buena sorpresa y resulte que en esa aldea indómita de M-de-llín
existan jurados con mucho más criterio que los del National Book Award. De
paso, antes de que se me olvide, te cuento que voy a pasar la noche en el
Waldorf. Siri llegó esta mañana de Noruega, hace tiempo que no nos vemos, y
tengo unas ganas enormes de desquitarme esta noche, sabes bien de lo que hablo,
una jornada de buen sexo. Claro que sí Paul, te lo tienes bien merecido. ¿Oye,
tienes el eyepad contigo?. Sí, aquí lo tengo en mi maletín. ¿Por qué no buscas
si los resultados de la tal beca la van a transmitir por televisión local?.
John compuso un rostro de extrañeza. -Vamos John no me mires así. El año pasado
estuve en Mbule, un villorrio a doscientos kilómetros de Kibera, me hospedaron
en un hotel que parecía más bien una mazmorra, ni siquiera tenía nevera, ¡y con
el calor que hacía!, sin embargo me sorprendió el ver que había un televisor,
por curiosidad lo encendí y me encontré con un baile típico africano, una
especie de revista de vaudeville a lo National Geographic, por eso no me
extrañaría que en M-de-llín pueda existir una estación de televisión, por más
infra-tecnológica que sea. De nuevo John abrió su maletín, esta vez se trataba
de un espléndido Dolce & Gabbana de cuero de ante de la colección
otoño-invierno 2012-2013. John sacó su mini eyepad. - Es cierto Paul, exclamó
después de navegar tan solo unos segundos, si que existe una estación
televisiva en M-de-llín se llama Tele M-de-llín. -Vaya, que original, se
debieron haber devanado los sesos para dar con el nombre ironizó Auster. Entonces, ¿si va haber transmisión? Sí, la
transmisión va en vivo por internet, en unos minutos comienza. -En ese caso, no
me importaría aplazar por un rato la noche de gran sexo que me espera con Siri.
Tan pronto pasaron veinte minutos se
inició la transmisión del evento en directo. Un maestro de ceremonias, de aire
un tanto ridículo (a leguas se veía que no tenía ni la más vaga idea de como se
anuda correctamente una corbata) y de una voz chillona muy fastidiosa dio a
conocer primero el nombre de los jurados:
Malva Escolar, Rafael Viena y
Stefan Carlos Medina y a renglón seguido el nombre del ganador. Cuando
el maestro de ceremonias pronunció el nombre Pablo, Auster saltó de improviso y en un arrebato de
triunfo zarandeó a John gritándole. ! Ves como tenía razón, gané el concurso,
aún queda una esperanza para la literatura! A lo que John, que no había
despegado los ojos ni los oídos de le transmisión replicó, - te equivocas Paul,
el Pablo del que hablan no eres tú, el que ganó se apellida Montilla y su
seudónimo es Lucrecio, espero verte pronto en Le Chateaubriand para ese
estofado. A los veinte días y vía Tower
Records llegó una copia del acta del jurado a la mansión de Paul Auster en Los
Ángeles. Por curiosidad Auster la abrió y como no entendía el español digitó en
el traductor online todas las palabras
de manera literal. Al leer la traducción no pudo reprimir una carcajada tan potente
que de seguro llegó hasta Long Beach. El texto decía: Su novela es ilegible, no
lineal, los personajes son ambiguos, la novela no posee un hilo conductor
definido, es incoherente e inverosímil, su prosa es recargada. Auster introdujo
la carta de nuevo en el sobre y sin que
se difuminara del todo la sonrisa irónica que instantes atrás había aflorado en
sus labios, se lo entregó a Amanda su
empleada del servicio ordenándole secamente:
¡ a la basura con esto!
P.D. Todos los
personajes de este cuento son enteramente ficcionales aunque puedan tener algún
tipo de semejanza con la realidad.