Este blog, en permanente construcción, hace parte de una revisión de los textos iniciáticos nadaístas con el propósito de mantener nuestra fe intacta en algunos de ellos. Podríamos decir que es una versión remasterizada, con inyecciones letales de cinismo y humor negro, de esta doctrina creada, simultáneamente, en Medellín y Cali. Mantenemos la fe intacta en la creación libre. Somos icoñoclastas por naturaleza. neonadaismo@gmail.com
martes, 28 de enero de 2020
FABRICAR MENTIRAS: DECIR MENTIRAS / Darío Ruiz Gómez
Pawel_Kuczynski |
FABRICAR MENTIRAS: DECIR MENTIRAS
Darío
Ruiz Gómez
“El
arte, dice Don Tomás Carrasquilla, es le mentira significante” Y lo dijo anticipándose en setenta años a los
pensadores modernos que han tratado de
verificar los significados de la verdad como opuesta a la mentira pero también
la necesidad de la ficción o sea de las fábulas morales. Ya Santo Tomás nos
hablaba de mentiras piadosas necesarias en el caso de quien, por ejemplo, a una
persona físicamente fea le dice que es bella con tal de no hundirla en la
tristeza a causa de una anomalía de la naturaleza. ¿De qué otra manera
se podría afianzar en medio de las
desdichas de la condición humana la presencia indispensable de lo sublime? ¿De
qué otra manera hoy en medio de tanta
fealdad, de tanta agresión a la
belleza, la milagrosa inocencia de quienes
lograron permanecer como el niño
sabio del templo podrían persistir en la esperanza de un mundo más
justo? En política mentir es en casi
todos los casos una falsa habilidad alabada con tal de
alcanzar unos objetivos. El “miente,
miente que de la mentira algo quedará”,
era un pecado abominable que el hermano Agustín lo recordaba en el colegio para
que nunca fuéramos a cometerlo. El imaginar las llamas del infierno que esperaban al mentiroso nos hizo ser fieles a esa verdad
moral mediante la cual sabíamos que respetábamos al prójimo(a) y éramos gratos
a los ojos de Dios al entender que la
verdad sólo se abre al limpio de corazón. Ser adulto, vendríamos amargamente a
descubrir, consiste en vivir en la mentira y sobre todo en la desconfianza y la sospecha, de ahí lo que llamamos la pérdida de la inocencia. La falsificación de la verdad introduce la laxitud ética que acepta la monstruosidad del delito encubriéndolo bajo cualquier
argumentación política. Nada tan perverso
entonces que la publicidad oficial al dar paso a una abominable indiferencia ante el
sufrimiento de las gentes, ya que, enajenada en la
verdad posmoderna, la mentira ha dejado de constituir un problema moral
para convertirse en un fake news o sea en mentiras que se fabrican con el único objetivo de hacer daño propagando falsedades sobre un personaje, un gobierno; destruyendo
de este modo el vínculo social más importante: el lenguaje y eludiendo toda responsabilidad en las funciones de la
comunicación al no reconocer los valores que definen a ésta. Difamar ya no es un problema moral sino un fin justificado
por unos medios.
¿No
conduce esta mentira fabricada a que
desaparezca el discurso político como una necesaria crítica de las costumbres y
como reconocimiento de la libertad de expresión? El fake news no es la palabra ni es el lenguaje porque en él no hay escritura. Viendo hace poco un
noticiero de t.v la presentadora comenzó con los cincuenta “falsos positivos”
encontrados supuestamente en el
cementerio de Dabeiba y a través de
testigas de una organización de “víctimas del Estado” se llegó sin pudor alguno
a decir que en tan pequeño cementerio estaban enterrados “300 falsos positivos- traídos de Medellín…-
y 3.0000 en la hacienda La Palma”. ¿Porqué la JEP entregó esta falsa
información a una revista amarillista como “Semana”? ¿Bajo qué estrategia Yamid Amat el pasado martes en su noticiero presentó como actual un viejo documental sobre Bojayá ignorando la presencia desde hace un mes del
Ejército y la Policía, de funcionarios
de la Presidencia? ¿El rencor de
quiénes se niegan a aceptar
su derrota política manteniendo una sucia
campaña contra la Presidencia y
atentando contra la democracia? ¿No es
ésta como señala Michiko Kakutani, la muerte de la verdad? El medio desde el cual se lanza una mentira señala Mcluhan, define la credibilidad de la denuncia: no es desde el Wall Street Journal desde donde un obrero podría solicitar
un aumento de salarios. El discutido Pedro Sánchez busca en España castigar
penalmente a los enemigos de la
escritura o sea a los fabricantes de
mentiras.
EL ÁNGEL DEL PROGRESO / Darío Ruiz Gómez
Pawel_Kuczynski |
EL ÁNGEL DEL PROGRESO
Darío
Ruiz Gómez
Walter Benjamín hace una certera reflexión sobre un cuadro de Paul
Klee. “El ángel del progreso” aquel que con las alas desplegadas avanza con dificultad enfrentado al fuerte
viento del progreso, el ángel mira hacia atrás y lo que ve son ruinas amontonándose a su paso. Para
justificar cualquier tipo de obra pública
generalmente se colocaba un anuncio que señalaba que se estaba “haciendo una obra de progreso”, para que se perdonaran las molestias que estas obras suelen causar a
la ciudadanía. La feliz culminación de
una de estas obras se agradece porque beneficia a la comunidad o incorpora un
nuevo sentido de belleza a un sector deprimido. Otra cosa es cuando esta obra
por una evidente falta de planeación se prolonga indefinidamente en el tiempo
causando un inmenso malestar. O cuando
se termina y su resultado es una ofensa a la ingeniería y al sentido común
porque además de que no sirve para nada incorpora para siempre al paisaje un
elemento de fealdad. En las ciudades modernas han sido muchos los casos de
puentes elevados, cruce de vías, que debieron ser demolidos a causa de que su
presencia era una agresión al paisaje urbano. Hacia los años 53 una serie de grandes obras públicas
cambiaron para siempre la noción de nuevas tecnologías constructivas en
edificios públicos, canalizaciones. Aquello que se ha considerado como una
conquista estética de la tecnología. Pero esta tradición se pierde ya hacia los
años 60 cuando un vulgar pragmatismo se apodera de la ingeniería en manos de un
contratismo galopante y el concepto de
obras públicas estéticamente se
pervierte para siempre. ¿Vías? ¿Cuáles vías?
La llegada a la Alcaldía de Fico supone el remate de esta degradación
del concepto de obras públicas con el implante de caprichosas
ciclovías y la caotización total
de los diversos sistemas de transporte que en lugar de integrarse des-integran la malla urbana. Las calles de
toda la ciudad aparecen con interminables “intervenciones” – infinitos
contratos en realidad- que destruyen la
lógica del tráfico y destruyen las rutas peatonales consagradas. Pero es más: recordemos otra vez que la ciudad
que no se puede caminar no existe. ¿Qué le hace falta a Medellín? La pregunta
tiene en casi todos los entrevistados la misma respuesta: volverla a caminar.
¿Corredores verdes que desconocen los hábitos del caminante, la semántica de
los bulevares, de los paseos donde se produce lo más importante en la
recuperación de los significados urbanos
o sea el intercambio social? “Cuando se comience a hablar de ciclovías, salgan corriendo”, dice
un viejo adagio urbanístico y en este caso la mayoría de las llamadas ciclovías se han convertido en una agresión contra el peatón, el vehículo y en un hito más
en la carrera de atentados contra la función de la calle como factor de equilibrio
en la trama urbana y el olvido de que el peatón es
quien concede escala a los diversos
espacios de una ciudad. El Alcalde Quintero para su posesión repitió el
recorrido que hacía cuando era un estudiante hambriento entre el Tricentenario
y la Universidad de Antioquia: ¿Lo hizo acaso
por un amable bulevard con un amoblamiento lleno de calidad y un recorrido que ha logrado unir sectores que antes estaban fragmentados, carentes de iluminación,
peligrosos? Para mirar la ciudad debe partirse de la debida modestia que
nos permitirá constatar las falencias
urbanísticas que han negado
la armónica relación con la
ciudad que nombramos y nos nombra. Antes que ostentosas nuevos elefantes
blancos está la restitución de la
ciudad humana que camina el
ciudadano y va identificando cotidianamente como sus territorios.
sábado, 18 de enero de 2020
Pablo Aristizábal /Relatos del Centro. Medellín: Patrimonio Histórico # 76
Pablo Aristizábal
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Medellín: Patrimonio Histórico # 76
Relatos del Centro /Pablo Aristizábal
Relatos del Centro /Pablo Aristizábal
Víctor
Bustamante
Siempre
la ciudad, a veces mirada desde lo general, desde la perspectiva del cromo
turístico que la emascula, pero Medellín es más que eso. Medellín tan estudiada
en la superficie, tan analizada en los barrios altos, Medellín tan revisitada
desde las mismas perspectivas, pero también la ciudad que aún posee sus secretos.
No la ciudad descubierta por la ingenuidad del periodista que refirió los
secretos ocultos entre comillas de la Villa, sino aquella que está ahí presente,
aquella que caminamos y no la definimos, aquella que tiene una valiosa historia:
el trasiego de sus escritores, el peso del cine en el Centro mismo, la de los arquitectos
que definen su paisaje; aquella que ha sido habitada por diversos grupos
indígenas pero que, con el paso del tiempo, pensamos que fueron una ficción. Medellín
es mucho más que los eslóganes que cada alcalde exhibe, Medellín es más que los
innumerables diagnósticos, Medellín aun resiste la infamia de sus
dirigentes.
De
ahí que hay una investigación precisa y preciosa de Pablo Aristizábal que fraccionó
en tres partes: la sorpresa del hallazgo del Desarenadero, los hallazgos arqueológicos
en el Centro de Medellín, cerca de la zona de El Raudal y cerca de la
desembocadura en el río de la quebrada Santa Elena, y también el estado de los puentes
que aun perduran ocultos, bajo las calles en lo que es la actual quebrada Santa
Elena, hoy tapada, emasculada por los medellinenses de ahora y de siempre, que
la dejaron convertir cerca de los años 30 en una cloaca.
Cada
una de estas partes posee ese encanto de saber que han sido lugares poco inexplorados
pero que revelan otra Medellín, aun perdida en los cromos de algún álbum, y en
la mutua indiferencia ciudadana, en las fotos de sus grandes maestros, pero,
sobre todo, se trata de buscar, de interrogar la ciudad, que aun, a pesar del
concepto fraudulentos de las diversas alcaldías, no nos ha enterado de ninguno de
sus tesoros ocultos. Aquí en esta investigación hay una Medellín no
promocionada, eso sí nunca derrotada sino olvidada con el paso de los años y de
las mismas investigaciones y libros, y de los políticos que de patrimonio,
apenas se despabilan. Aquí en esta investigación hay una Medellín que necesita
ser recobrada, al abrirse nuevas fronteras.
El desarenadero
Hace
unos pocos años cuando la línea del metro avanzaba y avasallaba la calle
Ayacucho sin ningún cuidado fue encontrado al azar un lugar en uno de esos parajes
semis olvidados. Ese lugar era el desarenadero; un nombre nuevo en la topografía
citadina perdida hace unos años, pero algunos estudiantes de la Universidad Nacional
encabezados por Luis Fernando González, le dieron su peso específico, ante la
charlatanería que hablaba de túneles desde la Metropolitana, del tráfico de
armas en la época de la Colonia llevada a cabo por españoles asustados, y un
sinnúmero de conjeturas que dieron al traste cuando la investigación reveló al
Medellín subterráneo. Es decir, a ese Medellín por el cual pasan miles de
transeúntes y como siempre ocurre, ante la cultura del afán, nunca interrogaron
ese lugar. Además, el poderoso metro de Medellín, sorprendido por ese hallazgo
y, sobre todo, por las denuncias, debió realizar una tregua en sus ampliaciones
de la calle Ayacucho, aquella que ha destrozado palacetes, casas y fachadas y
la valiosa historia de esa arteria, pero el metro sigue para adelante aun con
sus frasecitas torpes y moralistas en cada viaje, mientras daña el patrimonio y
continua talando árboles a su paso.
Carlos
J. Escobar, en un libro, obra total, Medellín
hace 60 años, da pistas acerca del desarenadero. En la Santa Elena, por la
Toma, más abajo de la primera planta eléctrica de la ciudad se encontraba el
famoso charco de Las Perlas, sobre ese charco de nadadores, pasaba una canoa de
madera que tomaba agua de la Castro, para luego ser vertida en una cañería que
iba desde allí hasta el desarenadero, en Ayacucho, a los predios del solar de
la casa de Francisco Villa, para operar lo que sería el primer acueducto
municipal. Este, como buen paisa ventajoso, también poseía sus negocios, los Baños
de Villa; él era conocido como el fontanero municipal, y para su regocijo sus
admiradores lo llamaban ingeniero.
Cuántas
veces llegamos a caminar por Ayacucho, por los lados del palacete forrado en
cemento con ventanales de varios colores, siempre mirados con atención sin
sospechar que en su interior y aún más, en sus sótanos, se guardaba una de los
más sorpresivos descubrimientos: el desarenadero.
Quebrada Santa Elena
Cada
día, como una reminiscencia muchos medellinenses caminan por la Avenida la
Playa sin apenas recordar que bajo el asfalto de esa calle que cambia de nombre
tres veces, se esconde la quebrada Santa Elena. Pero decir se esconde es apenas
un subterfugio, es decir, no se esconde, la escondieron. Ya desde el crecimiento
de la ciudad, de la Villa, en 1920, mejor, su cauce creaba cierta problemática con
sus inundaciones, así como en los sectores de Junín y Sucre se estableció algo así
como un matadero municipal que con sus carnicerías, vertían sus desechos a la
quebrada mítica pero esto se terminó en 1821. Su cauce desde Palace hasta el
Pablo Tobón se ha rectificado y encausado de tal manera que su recorrido se acondicionó
con pretiles, con trinchos y estacas, desde comienzos del siglo XX, incluso, sus
orillas eran resguardadas y cuidadas por trabajadores municipales o por los
presos. Estos últimos pagaban su condena laborando en obras públicas. Un caso
peculiar fue el de Pedro María Álvarez, “Marrullas”, soltero y albañil.
Álvarez, en un descuido de los vigilantes, marrullero, prefirió huir de los
trabajos; no se soportaba él mismo ni que lo vieran sus amigos obligado a trabajar,
hasta que fue apresado de nuevo, en una cantina, por los lados del Cementerio de
San Pedro.
A
medida que la ciudad se urbanizaba por este sector la quebrada se convertiría poco
a poco en un alcantarilla, siempre estuvo como depósito de desechos y aguas
servidas, a través de ductos denominados albañales. En una crónica sobre la
quebrada, Carrasquilla admite que esta se convirtió en un desaguadero.
Desde
1924. La oficina de Ingeniera municipal decidió que debido a la problemática de
salubridad era necesario canalizarla, y luego ocultarla bajo pesadas losas de hormigón.
Desde los años veinte se cubrió la parte que va desde Junín a Palacé. No era para
menos, la contaminación debido a las mansiones, de las casaquintas que la bordeaban
y de las industrias aledañas; una de ellas, Coltejer, dieron lugar a que las
aguas se volvieron turbias y aún más, sucias y malolientes.
Al
taparse la Santa Elena, en 1930, como la gran obra del Centro, en el sector de Junín,
hasta lo que es hoy el Pablo Tobón, se perdieron las dos calzadas a lado y
lado, por supuesto, que al canalizarla comenzaron a taparse y a destruir nada
menos que los quince puentes que cruzaban la quebrada, llevándose bajo el asfalto,
el paisaje y parte de la historia y de la arquitectura de Medellín.
Pero
ahora, bajo otros parámetros y otras sensibilidades, en esta investigación, reaparecen
en fotografías, algunos de estos puentes. Me referiré solo a uno de ellos, él
que está situado en Palacé con la Avenida Primero de Mayo. Al mirar una de las
fotos de Darién Márquez, que es toda una sorpresa, debido a la magnificencia
de su construcción en ladrillos y con arco, claro que oculto bajo tierra, y el
cual ha soportado años de asfalto y movimiento desmedido de autos y buses, aún
intacto en medio de la oscuridad y de la contaminación más crítica del Centro.
Este Puente de Palacé tapado por la “insignia del progreso”, impuesta por
Ricardo Olano y sus dicterios a los considerados Hombres estorbo, que avanza aún
sin prestar atención a los reclamos ciudadanos, fue construido en madera en el
año de 1868 por don Pablo Lalinde y José María Álvarez; era muy estrecho y solo
servía para transeúntes; tenía solo un pasamanos débil, a su lado había una
canoa por la cual pasaba el agua de La Sociedad la Ladera para abastecer a los habitantes
de la calle Boyacá. Luego fue modificado en ladrillo por el ingeniero y
constructor de puentes y barcos en madera, el alemán Agustín Freidel en 1873,
dando comienzo desde allí al barrio de Quebrada Abajo. Freidel correría con mala
suerte: moriría al caer durante la construcción de uno de sus puentes.
En
este Plan Parrilla, EPM, para mejorar su parrilla, es decir, el consumo de
energía, realizó los estudios arqueológicos en una superficie de cincuenta hectáreas,
desde la Avenida Oriental hasta Ayacucho, desde el Pablo Tobón hasta el río. Se
han tenido en cuenta los descubrimientos de vestigios desde el sector del
Raudal hasta la desembocadura de la Santa Elena, no es que el Raudal sea un
raudal, sino que se trata de uno de los afincamientos de un reducto pobre de la
bohemia guayaquilera en el Centro, con lindas meseras y todo tipo de
ingredientes que animan la vida por ese sector y, por supuesto, al hampa local
de todos los colores. Pero no nos referiremos a este lugar sino a la
continuación de los hallazgos de este estudio donde se han encontrado vasijas
en cerámica pertenecientes a diversas tribus que se aposentaron en estos
lugares, así como restos de vajillas extranjeras que permiten un estudio de los
gustos y boato de las familias en épocas posteriores. Con esos descubrimientos también
se rearma la ciudad avasallada, ya que el llamado progreso como la esquirla
principal para el desarrollo y los negocios va de frente dando una imagen
siempre nueva a Medellín, según lo anota el historiador Luis Fernando González.
La
ciudad, Medellín, aun debe guardar muchos secretos, unos ocultos a propósito,
otros relegados por el desinterés continuo, pero otros que, como los actuales,
entregan mediante este tipo de investigaciones, diversos momentos históricos,
ante un medio académico y político, conformista y lleno de prejuicios, donde
casi siempre se repite la misma caspa para el consumo y la falsa y mutua admiración,
como lo diría De Greiff, “Para el asombro de las greyes planas/ suelo zurcir
absurdas cantinelas”.
viernes, 10 de enero de 2020
Abraxas Aguilar ( Jorge Hernán Betancur)
Abraxas Aguilar |
Abraxas Aguilar
Víctor
Bustamante
La
noticia del libro más grande del mundo me llamó la atención y me fui para la Biblioteca
Publica Piloto a verlo debido a la curiosidad con que su publicitó: El libro
más grande del mundo es de Medellín. ¿El libro más grande?, pensé que era por
el número de las páginas, tal vez similar al Libro de arena de Borges formado de páginas interminables, pero este
no era un libro de más de dos metros por 1,50 de ancho y 350 kilos de peso algo
imposible de llevar de un lugar a otro para leer. Cierto era, es un libro con
paginas enormes, imposible de leer, ya que debía uno casi acostarse sobre sus páginas para poder hacerlo,
aunque si estaba fijo en una pared podría ser mas fácil leerlo de la mitad para
abajo. Pero era un record Guinness, aquella medición sobre diversos logros, a
veces, extraordinarios del ser humano que van desde los más disimiles a los más
estrafalarios.
Ya
en ese tiempo la ciudad y uno de sus personajes que aún no abrazaba pero se
llamaría Abraxas sentía cierta afinidad por los records mundiales, que sería un
presagio mucho después cumplido cuando la ciudad y sus acaldes anodinos
empezaron a comprar títulos, reconocimientos para esa ciudad de la cual querían
limpiar su nombre. El último, La ciudad más innovadora del mundo, título
ridículo que por cosas del destino no aparece en los Récords Guinness.
Pero
Jorge Hernán, luego Abraxas, seguiría coleccionado títulos mundiales hasta
lograr nada menos que tres de ellos, por supuesto en esa casa que lo acoge: la
de los Récords Guinness. También había realizado
el Collage con más imágenes del mundo y con esa doble marca no creía en nadie.
Pero ya sabemos que Medellín, dicen las leyes, ya era la ciudad más innovadora,
como la ciudad del eterno maquillaje y Abraxas Aguilar no se quedaría atrás,
buscaría otro récord, el de La casa collage más grande del mundo.
La
casa queda situada en La Paz, cuyo nombre se revierte en las noches al
convertirse en lugar de fiesta y de sexo. En las esquinas es propicio ver las
vestales, travestis pobres, en plena calle desnudas y hambrientas de dinero,
por supuesto, que este Medellín no aparece en la nombradía de las guías
turísticas de esa ciudad avasallada por estos pagos, sino que Abraxas ha creado
su museo. Una casa enorme de tapias, con sus pareces cubiertas por los collages
elaborados por su propio dueño; collages de diverso calado, collages colgados
en los diversos salones aun en la cocina, aun en el wáter, aun en los pasillos
y zaguanes, la sed insaciable de Abraxas no deja lugar en su casa sin sus
collages. También hay diversos abalorios, hay muñecas, conseguidos al azar que
le sirven para tus propuestas artísticas. Eso sí en la oficina, situada en la
sala principal, la presiden los diplomas de sus logros en los Récords Guinness
que es como la marca que lo sustenta y lo acoge. Por supuesto, que en un salón
se encontraba la presea mayor, el Libro más gran del mundo, aun intacto. Acaricié
su lomo a la medida de Benjamín cuando dice: “Nadie nota en los libros ni en
las prostitutas que los minutos le son preciosos. Solo al intimar un poco más
con ellos, se advierte cuánta prisa tienen. No dejan de calcular mientras
nosotros nos adentramos en ellos”.
La
palabra, collage, está asociada a Abraxas no solo en su obra pictórica, sino en
sí mismo. El mismo, es un collage formado por su trasiego vital: actor,
abogado, político, pintor, escritor. Facetas que cultiva unas más que otras. La
que ha abandonado es la de escritor, ya poco se sabe de sus publicaciones
últimas. De ahí que al hablar del Libro más grande del mundo, este se convierta
en un símbolo, es como una suerte de homenaje a la magnificencia del libro como
portador y transmisor de ideas, de reflexiones, de la memoria, de la novela, de
la poesía; en suma, un libro es ese mensaje enviado por su escritor al mar del
tiempo donde algún curioso lector al leer lo revive, pero este libro es
imposible de leer. Debido a su tamaño, eso sí expresa un síntoma sobre la
lectura en el año 1997 en que fue creado, y donde no se avizoraba lo que los
amantes de la teología tecnológica presagiaban: la muerte del libro como tal,
como Gutenberg lo ideó. Este libro es digno de habitar uno de los lugares descritos
por Gulliver en uno de sus viajes, Brobdingnag. Pero Abraxas, es más conocido
por haberse convertido en transgénero orgulloso/a de su implante que llama los focos
de atención a su cambio de sexo y no a su inteligencia, y a sus inquietudes artistas.
Pero
así Abraxas haya ideado el Libro más grande del mundo con sucesivos recortes de
revistas a manera de collage, también es cierto, que ha escrito un libro en
dieciseisavo, Abraxas, (Figea, s.,
f.) donde en tono mesiánico y paradójico refiere la muerte de la novela,
critica al establecimiento por su mediocridad en todo tipo de políticas, Pero
con cierta cordura refiere su reflexión a la soledad a su devenir, a la
justicia, nunca a la compasión, si al consumismo desaforado como el cielo más
banal de las personas. Se encuentra en una montaña, a la manera de Schopenhauer
buscando la soledad en estos parajes, que parece la más alta del mundo, con el
judío errante y hablan de la diversidad de temas, aunque existe algo inusual,
uno piensa que el judío errante anda sin equipaje de lugar en lugar por los solitarios
caminos y no se detiene ni a pesar porque está condenado a vagar hasta la eternidad
o sea que sus pensamientos y sus reflexiones son tan pasajeras como el mismo
caminante.
En
este texto aún está intacta toda la concepción, la crítica y el devenir
intelectual de Abraxas; es una suerte de manifiesto donde su autor se declara en
contra de todo conformismo, alude a las profecías, al apocalipsis, a la ecología
desde un punto de vista donde muchas cosas han cambiado pero que ante el poder
de la tecnología y la moda y, aún más el consumismo, el hombre se convierte en marioneta.
De ahí que este texto nos presente a su autor como una necesidad de realizar un reclamo para
no perder la individualidad ni el acto creador.
Por esa razón al negar la novela, es decir los relatos de los contemporáneos asume esa voz
cercana al moralista como San Juan, como Nietzsche con lo de los profetas y
cierta cercanía con la filosofía hindú en un intento de cambiar, de criticar,
de redefinir el mundo. Con este libro Abraxas Aguilar ha dado y señalado su presencia,
pero no desde la montaña más alta del mundo sino desde las mismas calles de Medellín
y de sus lampadarios crónicos, también ha matado la novela en un acto de
romanticismo coloquial.
Eso sí pedura un trasfondo religioso no solo evidente en algunos giros como la redención
por la sangre, sino cuando el profeta menor, Cohelet, habla a través del Eclesiastés, aquel libro lleno de sabiduría,
y con el cual coincide en algunos caos este libro de Abraxas que aconseja como afrontar
la existencia a pesar del determinismo de la muerte, ya que lo considerado progreso
con todas futilidades solo conducen a un camino. De ahí que los placeres, las
vanidades solo constituyen artificios, maneras de opacar el paso del tiempo
como parte de una misma frustración donde solo espera la vacuidad es decir la muerte
como pinto final a lo realizado en la vida y que no vale la pena su discurrir.
El
libro de Abraxas Aguilar, a pesar de ese lastre que es la preocupación por el
paso del tiempo, se constituye en una transición de lo que vendrá después, cuando
el nadaísmo claudicó en sus pretensiones visibles, a veces, anacrónicas y
patibularias visibles en el Terrible 13 Manifiesto Nadaísta.
Ya ha pasado mucho tiempo
desde cuando un amigo en común, Carlos Alberto en Versalles va sorprendido a contarme
en mi mesa de como al agacharse Jorge Hernán le ha visto tus tetas de
principiante. Por supuesto que Jorge Hernán, abogado de UNAULA, y profesor prestigio que aún
no era Abraxas, oficiaba su cambio al ir de tacones y de falda a situarse en ese
lugar, punto de encuentro, pero también a establecer sus principios y su nombradía.
El libro, Abraxas, está ilustrado con grabados de Mágnum Astron, Hernán Vélez
Velásquez, escritor, ingeniero electrónico, físico, inventor y líder espiritual;
fundador de la Organización internacional Mundo Unido, “Tutmonda Frateco Unuiĝinta Mondo” . Estas
ilustraciones son una suerte de mándalas que acompañan estos reclamos, estos diagnósticos, estas diatribas, estas reclamaciones.
miércoles, 8 de enero de 2020
El frágil juego de un alquimista... / Saúl Bustamante C.
El frágil
juego de un alquimista...
Saúl Bustamante C.
A Margren
Abrázame, le dije una vez más.
Esperé a través de los días, después de una
aventura, cuando anduvimos contagiados de ausencia,
En la noche embrujada con palabras e iluminados
hechos,
El agua tibia coincidió con la calidez de los
cuerpos, sus dedos en geométricas caricias circulares como frotando su
sensibilidad tras la esperanza de evidenciar las hipocresías recurrentes para
contagiar abruptamente la intransigencia y el desamor.
La teoría en práctica creó revuelo cuando
manipular el proceder advertía cualquier error...
Soy paciente,
Soy creyente,
Soy complaciente,
Soy humano,
Soy buen escucha,
Soy un creador
Soy analista
Soy un poco sabio y conozco las armas de los
rivales.
Quisieron arrebatar mi serenidad,
Quisieron amedrentarme pero aprendí de mi padre a
defenderme con estilo, sin escuetas actitudes.
Quisieron robarme su amor sutil, perverso y
delicado:
Cada mujer es para cada hombre,
Todo esfuerzo es contundente y los dolores del
alma son agudos fraguando la infelicidad.
El viejo poeta anduvo solitario, tuvo tiempo
suficiente para discernir los embates de la vida,
Madrugo tantas veces bajo el cielo oscuro, el
frío, la lluvia, unas lágrimas, el hambre la noche, las eternas noches.
Entonces, cómo no remediar los asuntos del
corazón.
Me hablé de catarsis, callar, escribir sobre sus
hazañas desde mi conciencia me recusé de nuevo
Abandoné el mar,
Abandoné el tiempo,
Abandoné su compañía,
Abandoné las máscaras,
Abandoné su cuerpo,
Abandoné el bullicio y fui paciente, entonces,
pues hui a mi trinchera con mis libros y mis recuerdos .
Me alimenté de sus imágenes, de la fe del hombre,
de su voz, de sus escritos, de sus caricias
Me alejé entonces del celo, la vi caminar sin mí,
Distante, observando sus pasos, pensé en las pequeñas cosas escalar sobre las
partículas, sobre las necias voces y la adversidad.
Me enclavé en el silencio, en las letras me inspiré,
me llené de nostalgia, recurrí al lápiz y al papel.
Jugué al juego de los escribientes.
Trataron en educarlo,
Trataron de emanciparlo, de corregir los malos
hábitos y entrar en el romance, en la seducción y complacencia.
De cómo una mujer es serena, cordial, noble y
tenazmente perversa, que no basta entrar y desovar en ellas, pero no se acentuó
en leer sus ojos.
Atarla en las prohibiciones del amor, condenarla
a la esclavitud, su corazón, su mente, su cuerpo puro poseído por el fuego.
Estoy contagiado por la palabra, por librarme de
las penas.
Por el metal, por el rock, por el trans, por las
corrientes alternas del punk, del funk, de Iron Maiden del trash, del son del
pop eterno de Los Beatles, y no me quedé en los remansos del gran Vicente
Fernández.
De Led Zeppelin de Moby Dick,
De Black Sabbath de NIB,
De The Rolling Stone y su eterna balada, Angie.
Que yo nací un día atrás viendo primero la luz
del alba. Y llevo muchos amaneceres
A cuestas..
Que lamento la muerte de Poe,
Que lamento la muerte de Lennon,
Que lamento la muerte Rubens,
Que lamento la muerte de mis abuelos
Que lamento la muerte de mis rivales,
Que lamento la muerte de Juan Pablo Segundo,
Que lamento la muerte de Cabrera Infante,
Que lamento la muerte de mi padre, de irse sin
avisar cuando lo hacen los grandes hombres sin ruidos y en su eterna paz, así de
sencillo, sin banalidades y superfluas razones, así como yo heredé su historia
en la ostentación de su recuerdo...
,
lunes, 6 de enero de 2020
LA CIUDAD Y LAS OTRAS CIUDADES 7 Darío Ruiz Gómez
Beksinski |
LA CIUDAD Y LAS
OTRAS CIUDADES
Darío Ruiz Gómez
1995 riñas fueron
reportadas, mientras el servicio telefónico de urgencias de la Policía reventó.
54.000 riñas hubo en Medellín durante 2019. El 25 de diciembre Medellín estaba
en llamas prácticamente y lo que había comenzado como la tradicional reunión de
amigos y familiares para hacer un sancocho, escuchar música, bailar, esa
doméstica y necesaria estampa de la convivencia ciudadana, con el consumo
acelerado de licor y estupefacientes fue dando paso al aflorar de odios y rencores represados en cada
personaje hijo, hija, primo, mejor amigo
y el llamado de la tribu volvió a vencer
a las normas, bien precarias por cierto
de la civilidad, se escucharon a lo largo y ancho del valle los aullidos de quienes se habían extrovertido para
recuperar el aliento de la bestia, la sangre corría, los perseguidos por las turbas que buscaban lincharlo corrían
despavoridos huyendo de la muerte, los niños o se escondían o eran iniciados en
estos ritos que la educación y la cultura ciudadana supuestamente habían
logrado extirpar para siempre. ¿Para qué los grupos de asesores en conducta
ciudadana y convivencia? ¿Para qué entonces las escuelas y colegios, las universidades?
Cuando en la novela de Anif Kureihsi, “El buda en los suburbios” el padre que
acaba de llegar de Pakistán a visitar en Londres a su hijo descubre que en el edificio
de éste todos practican el amor libre, toman drogas y las calles están incendiadas por las peleas entre bandas,
atracos, comienza entonces a desmoronarse interiormente, a darse cuenta de que
será imposible para su espiritualidad comprender lo que este escenario de
ruinas, de asaltos le ofrece como panorama
cotidiano. Al final no regresa, se suicida. Es la barbarie nacida
de la ausencia de aquello que Rousseau llama el pacto social, un acuerdo necesario de
normas de convivencia. ¿No está sucediendo esto en las llamadas Comunas de las
periferias a donde no está llegando la pedagogía ciudadana que crea urbanitas?
Una ciudad se recupera frente al crimen organizado, frente a la extorsión,
frente a las llamadas fronteras invisibles recuperando calle a calle el derecho
a una vida de vecinos, creando la convivencia como valor de solidaridad,
afirmando la unidad del barrio, recuperando los espacios públicos, incorporando
al emigrante. ¿A quiénes les interesa
crispar lo social, mantener la zozobra en las calles? “Un vecino estaba en su balcón, le dispararon
desde la calle y lo mataron” “Abrió la puerta y recibió cinco tiros”, “Iba de
regreso a su casa y lo mataron”
El informativo digital que hora a hora da cuenta de estos
crímenes cotidianos nos certifica la verdadera dimensión de este
proceso de aniquilamiento de la
convivencia ciudadana que está alcanzando
cotas de inaudita crispación gracias a
que las murallas que separan los distintos territorios se han hecho más altas impidiendo la
transparencia o sea el derecho al libre desplazamiento por cualquier territorio,
ahondando nuevas formas de desigualdad,
entronizando nuevas formas de esclavitud, extendiendo el tugurio, la
no-ciudad. La desaparición de un urbanismo integrador, de una política de renovación de lo construido, la presencia cada
vez mayor de desplazados a los cuales se
desconoce como ciudadanos en territorios sin ley ni orden, está creando un choque cada vez más evidente entre
esos habitantes sin estatus de ciudadanos
y las normas que reconocen en la ciudad oficial al ciudadano oficial, lo cual vuelve perentoriamente a recordarnos que la verdadera tarea del gobernante es hacer ciudadanos
construyendo in situ un nuevo tejido social a través de la integración de lo
que hoy aparece disperso, ofendido.
sábado, 4 de enero de 2020
Han saldado el libro de mi enemigo /Clive James
Han saldado el libro de mi enemigo /
Clive James
Han saldado el libro de mi
enemigo
y estoy encantado.
Lo han saldado en grandes
cantidades
como un montón de dinero falso incautado
y apilado en un almacén de la
policía.
El elogiado esfuerzo de mi
enemigo se acumula
en el tipo de librería donde se
saldan los libros.
Montones grandes y cuadrados de
libros rechazados y, en medio, pasillos
entre los que uno pasa pensando
en las vanidades de la vida,
y se detiene para recordar todas
esas reseñas reflexivas
ofrecidas para nada al libro de
su enemigo.
Porque, atención, ahí está ese
libro.
Entre esas hileras y montañas de
fracasos,
esos hitos formidables y en
apariencia irreductibles
de puros fiambres.
Han saldado el libro de mi
enemigo
y yo lo celebro
se ha ido con la cabeza gacha
como una legión derrotada
bajo el yugo
¿De qué le sirven ahora sus
galardones y premios,
los elogios dedicados a su
meticulosa técnica,
su voz nueva y singular?
Tirado cuan largo es
el fruto de su mente se junta
con los chicos malos,
la chusma, la escoria, los
pestiños y las sobras,
los Edsels de la tipografía,
los pringados cuyo destino no
cambia ningún hype,
los plastas inamovibles.
Sí, su libro delgado con su
discreta cubierta
se baña en el resplandor chillón
de la portada de La máquina de guerra de Hitler,
su voz personal, inconfundible,
comparte chatarrería con el
rascacielos olvidado
de Cocina Kung-Fu: Un recetario,
su honestidad, proclamada por él
mismo y creída por los demás,
su célebre desprecio de toda
impostura y pretensión
está ahí, junto a Paseos y
Excursiones:
Cien años de entretenimiento
costero de Pertwee
Y (oh, esto sobre todo) su
sensibilidad,
su sensibilidad y sus filamentos
finos como pelos,
su sensibilidad delicada y
temblorosa está junto
al Libro de las tetas de Barbara
Windsor,
un volumen que lleva la
descriptiva rúbrica
“Mis tetas darán a todo el mundo
horas de diversión”.
Pronto saldarán uno de mis
libros,
aunque no en el grado monumental
que se ha infligido
al libro de mi enemigo
puesto que en el caso de mi
libro será
por una tirada mal calculada, un
error de márketing:
Nada que ver con su valor.
Pero aunque ese acontecimiento
contuviera
leves elementos de tristeza,
quedarían eclipsados
por el recuerdo de este momento
dulce.
¡Enfría el champán y limpia las
copas de cristal!
Han saldado el libro de mi
enemigo
y yo me alegro.
Han saldado el libro de mi
enemigo
y estoy encantado.
Lo han saldado en grandes
cantidades
como un montón de dinero falso incautado
y apilado en un almacén de la
policía.
El elogiado esfuerzo de mi
enemigo se acumula
en el tipo de librería donde se
saldan los libros.
Montones grandes y cuadrados de
libros rechazados y, en medio, pasillos
entre los que uno pasa pensando
en las vanidades de la vida,
y se detiene para recordar todas
esas reseñas reflexivas
ofrecidas para nada al libro de
su enemigo.
Porque, atención, ahí está ese
libro.
Entre esas hileras y montañas de
fracasos,
esos hitos formidables y en
apariencia irreductibles
de puros fiambres.
Han saldado el libro de mi
enemigo
y yo lo celebro
se ha ido con la cabeza gacha
como una legión derrotada
bajo el yugo
¿De qué le sirven ahora sus
galardones y premios,
los elogios dedicados a su
meticulosa técnica,
su voz nueva y singular?
Tirado cuan largo es
el fruto de su mente se junta
con los chicos malos,
la chusma, la escoria, los
pestiños y las sobras,
los Edsels de la tipografía,
los pringados cuyo destino no
cambia ningún hype,
los plastas inamovibles.
Sí, su libro delgado con su
discreta cubierta
se baña en el resplandor chillón
de la portada de La máquina de guerra de Hitler,
su voz personal, inconfundible,
comparte chatarrería con el
rascacielos olvidado
de Cocina Kung-Fu: Un recetario,
su honestidad, proclamada por él
mismo y creída por los demás,
su célebre desprecio de toda
impostura y pretensión
está ahí, junto a Paseos y
Excursiones:
Cien años de entretenimiento
costero de Pertwee
Y (oh, esto sobre todo) su
sensibilidad,
su sensibilidad y sus filamentos
finos como pelos,
su sensibilidad delicada y
temblorosa está junto
al Libro de las tetas de Barbara
Windsor,
un volumen que lleva la
descriptiva rúbrica
“Mis tetas darán a todo el mundo
horas de diversión”.
Pronto saldarán uno de mis
libros,
aunque no en el grado monumental
que se ha infligido
al libro de mi enemigo
puesto que en el caso de mi
libro será
por una tirada mal calculada, un
error de márketing:
Nada que ver con su valor.
Pero aunque ese acontecimiento
contuviera
leves elementos de tristeza,
quedarían eclipsados
por el recuerdo de este momento
dulce.
¡Enfría el champán y limpia las
copas de cristal!
Han saldado el libro de mi
enemigo
y yo me alegro.
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