lunes, 26 de noviembre de 2018

Un tango y un adiós para Bertolucci / Víctor Bustamante




Un tango y un adiós para Bertolucci

Víctor Bustamante

En esta  mañana, lunes 26 de noviembre,
Llegan noticias desde Roma por la red de hilos de araña, un titular de El País añade:
Ha muerto Bertolucci
Lo que acerca a la levedad y a lo frágil de la vida:
Como un soplo  que damos en el tiempo,
Como una bocanada de aire,
Como un paso que se pierde en el camino,
Como una palabra escrita en alguna hoja,
Como un fotograma cortado en alguna escena,
Como una hoguera que nos ha calentado en la noche y en la mañana son las cenizas del humo gris que se deshace en el aire y hacia el aire,
Como un sueño que se deslíe para siempre en la mañana,
Como un color que se desvanece en un aguafuerte,
Como la sed que nunca apaga un licor recio,
Como un deseo incontrolado que solo agasaja un instante y huye como una flecha que va hacia el corazón de la otra  muerte.
Esta mañana el silbo de la huida ha pasado por las puertas de su casa en El Trastevere,
Ha visitado los anaqueles de su estudio con los proyectos de películas
Ha ojeado sus filmes largo rato, sobre todo, El último tango en París, con la cual ha sentido una París, crepuscular y nocturna,  mientras Brando es  Brando y Mary Schneider es Mary Schneider: ambos envueltos en la tarde misma, arcoíris sin lluvia de ocres, pero del matiz del purpura, junto a tonos de beige, pero también pinceladas de marrón y rosa,
El rosa de la carne drenado de la misma sangre, el cuerpo del rosa que se deslíe, tarde de 1972, con su sangre hacia la muerte.
Ellos se representan así mismos sin otros nombres ni orden, y ahí mismo Bertolucci se representa también así mismo
Mientras las notas con el acento de saxo y sexo, cuerdas y terciopelo, de Gato Barbieri ahondan en el interior de ese hotelito austero, de esas calles plenas
Donde dos vidas acortan sus líneas porque allí debían encontrarse.
Ella va por los sótanos de su casa
Va por los últimos escalones
Van sin boletos de regreso ya que la vida es un simple viaje
Bordeado de lo que hicimos
Que luego se apaga así de golpe
Como cuando soplamos la llama de una vela en la plena noche
De nuestros desvelos, de nuestras utopías
Y entonces sabremos que siempre hemos estado en el mismo sótano
Esperando que llegue la muerte para llevarse todo lo que hemos escrito,
Lo que hemos filmando ,
A quienes hemos amado de una manera inútil
Ya que pronto seremos la nota perdida en un archivo
Una línea anónima cuando alguien pronuncie tu nombre;
Lentos pero certeros naufragios
 “Cuando miro mucho al presente. Miro sin estar presente”,
Añade Bertolucci mientras camina por París, buscando locaciones y se ha detenido al frente de una callecita perdida pero no quiere regresar
Lentos pero seguros naufragios ya no en Tánger, ya no en la Ciudad Prohibida, ni en la pisada de tu estrella de Los Ángeles
Mejor va a su jardín para buscar la rosa blanca dejada por Attilio, su padre,
Sabe que en ese jardín
En la desmemoria de la niebla, mortaja de noviembre, repite:
Es un retrato tuyo hace setenta y siete años / un poco desmemoriado, / como tú eras entonces.

 Zamora, Medellín, nov 26 / 2018









EL ESTUDIO Y LOS ESTUDIANTES / Darío Ruiz Gómez





EL ESTUDIO Y LOS ESTUDIANTES

Darío Ruiz Gómez

Hace ya  veinticinco  años que me jubilé  como profesor universitario y ningún día pasa sin que yo  haya dejado de defender la misión de la Universidad  luchando contra la desidia oficial puesta de  presente  en su eterna desfinanciación económica,  pero  luchando también   contra las fuerzas  de la barbarie que no han dejado de atentar contra la libertad de pensamiento,  destruyendo , en su momento, bibliotecas,  laboratorios, persiguiendo a quienes se oponían   a sus desacreditadas  consignas  contra una “cultura burguesa” que supuestamente  debía ser reemplazada por la nueva cultura de obreros y campesinos. Lo que quiero señalar  es que lo que durante las últimas tres  décadas  llegamos a  vivir  y padecer  en la universidad  ha sido  el reflejo  por un lado de la crisis de nuestros  valores sociales  pero por otro el descrédito del dogmatismo  totalitario que nunca ha querido asumirse. El balance de lo que supuso Mayo del 68 como paradigma de revuelta estudiantil contra la sociedad burguesa  es inobjetable: aquello no pasó a mayores porque sencillamente fuera de dos o tres graciosos grafittis, nada quedó como un objetivo  a cumplir en lo único que  lleva a una sociedad  al cambio: el conocimiento. Los  pensadores  que acompañaron las  distintas revueltas estudiantiles , Sartre, Marcuse, entre otros,  pudieron  constatar que sus propuestas  para  una nueva universidad no se cumplieron  pues  prontamente los rebeldes de ocasión regresaron  mansamente al redil. ¿Qué quedó de la asonada sentimentaloide  de los Hippies? Diferente fue el movimiento estudiantil  en Polonia, Checoeslovaquia, Hungría,  donde la sangre  de los jóvenes  mártires –al igual que hoy en Venezuela y Nicaragua- abrió las puertas para que la Universidad  frente al  tirano  fuese el espacio de la pluralidad.  Lo que Emanuel Kant  llamo el entusiasmo fue ante todo la tarea de emancipación  frente lo que suponen  la ignorancia  y el oscurantismo  y la necesidad de una razón crítica fiscalizadora. ¿Por qué, entonces,  preferir seguir  en la ignorancia frente a los nuevos saberes  si bajo éstas seguiremos  sometidos  a nuevas servidumbres,  ya que la precariedad de nuestro conocimiento es cada día más escandalosa? ¿La verdadera protesta estudiantil no debía estar encaminada a pedir una mayor calidad académica como único argumento  para enfrentar las nuevas formas de ignorancia, la postración tercermundista renunciando a la violencia?  Ojalá esta reflexión crítica hubiera sido tenido en cuenta  por los fanáticos  que hace dos décadas  lograron sustituir  la tarea emprendida hacia una verdadera  emancipación intelectual,  por  los desdichados slógans  utilizados  para  seguir imponiendo   la ignorancia y las nuevas  formas  de servidumbre.  ¿Qué significa la desaparición de las humanidades en las carreras técnicas?  ¿Cuál es el nivel  académico   de nuestros universitarios en la globalización? ¿Qué significado puede tener una universidad incapaz de hacer frente a los nuevos retos de la ciencia?

Zygmunt  Baumam  el gran pensador, murió en plena lucidez a los noventa y un años, a él debemos un concepto fundamental para entender nuestra actual  situación: la sociedad líquida, es decir,  la sociedad en donde ya no rigen los valores éticos. La universidad liquida es el preámbulo de lo que llama un capitalismo sin democracia (China, Rusia), el conocimiento   bajo  las leyes  del mercado y su renuncia  a buscar la autonomía que exige el conocimiento  liberado,  para  hundirse  en la mediocridad  permaneciendo  en la trifulca y  eludiendo  las altas  exigencias  y responsabilidades  del conocimiento. Toda violencia es fascista por lo tanto.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Seminario sobre la vida y obra de Ignacio Torres Giraldo, 50 años después.




Seminario sobre la vida y obra de Ignacio Torres Giraldo, 50 años después.

Programación

Norberto Ríos Navarro.
2:00 a 2:10 p.m. Instalación del evento.

Rafael Rubiano.
2:10 a 2:20 p.m. Presentación video: vida y obra de Ignacio Torres Giraldo 50 años después.
2:20 a 2:40 p.m. El contenido histórico y el surgimiento de una generación de izquierda: a propósito de ITG.

Angélica Beltrán.
2:40 a 3:00 p.m. Las obreras del movimiento obrero en las décadas del 20 y 30.

Mario Arango.
3:00 y 3:20 p.m. Ignacio Torres Giraldo, inspirador del partido socialista revolucionario, primer partido de la clase obrera colombiana.

Luz Ángela Núñez.
3_20 a 3:35 p.m. Receso.
3:35 a 3:55 p.m. Prensa, propaganda y agitación: ejes del movimiento revolucionario en los años veinte.

Luis Guillermo Vasco.
3:55 a 4:15 p.m. Ignacio Torres Giraldo y la Unión Soviética.

Esteban Morales.
4:15 a 4:35 p.m. Los comuneros del XVIII desde la óptica de ITG.

Javier Sánchez.
4:55 a 5:40 p.m. Discusión y preguntas.

Alberto Orgulloso.
Clausura

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Invitan:
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas Universidad de Antioquia
Departamento de Historia Universidad Nacional de Colombia
Escuela Nacional Sindical
Cooperativa Financiera Confiar
Centro de Estudios Nueva Gaceta
Corporación Colectivo La María

martes, 20 de noviembre de 2018

LA CRISPACIÖN DEL ESPACIO PÚBLICO / Darío Ruiz Gómez



Igor Morski


LA CRISPACIÖN DEL ESPACIO PÚBLICO

Darío Ruiz Gómez

Calles  y parques de una  ciudad se han hecho para  que el intercambio social certifique que vivimos y construimos una democracia participativa. ¿Qué sucedería si la calle fuera tomado  para el uso exclusivo de una  secta política cualquiera o de una minoría, capaces de excluir con violencia a quienes no comulgan con sus dogmas  y, sobre todo a quienes se oponen a la idea de que  los espacios públicos no son para caminar y disfrutar libremente enriqueciéndose con la dulzura de las tardes, con los sortilegios de la noche sino sólo, para el abuso de consignas  y despliegue de pancartas?. El espacio público se define a partir de su capacidad de inclusión. Las sobrecogedoras imágenes de las multitudes desbocadas por el terror,  multitudes que manipularon  Perón y Chávez nos han puesto para siempre en alerta sobre lo que significa la pérdida de lo cívico en el espacio público. Perdónenme que insista en esto pero me parece percibir en lo que estamos viviendo en estos días una terrible semejanza con lo que aquellas multitudes desbocadas supusieron como  atentado  contra la conciencia individual  y como imposición de las peores irracionalidades políticas:  caminando entre las multitud de transeúntes de cualquier gran ciudad,  lo que se siente es el placer del anonimato,  entender  lo que supone  la convivencia entre un evangélico, un emberá  katío, un católico, un musulmán, un hombre de pequeña estatura y una mujer gigante, un  anarquista  disfrazado de honesto comerciante  que  se detiene a  escuchar  el coro de niños que canta en una esquina. Pero este derecho del ciudadano a ser protagonista del espacio público es un proceso histórico que Henry Lefevre investigó minuciosamente. El espacio público nos certifica el derecho a no ser discriminados por ninguna causa pero también nos pone a prueba ante los deberes  que debemos aceptar para que la convivencia de esta pluralidad no se fracture y para que renovemos perpetuamente el respeto de un espacio que se ha constituido en nuestra tradición  y que por esto consideramos como espacios sagrados que no se pueden profanar. Yo recuerdo en mi  adolescencia el horror de las dictaduras bajo las cuales el Toque de Queda y el Estado de Sitio  reprimían  la vida de las calles, las conversaciones  en las esquinas., de manera que si hoy hablamos de espacio público hemos de hacerlo considerándolo como una ardua conquista, como  la apertura hacia las posibilidades de una vida democrática bajo la cual la palabra paz es un implícito y no la consigna de sus enemigos.

Los desmanes causados en el pasado y en el presente por el terrorismo infiltrado  en las marchas  plantean una pregunta necesaria sobre el alcance de estos derechos y de estos deberes porque si el espacio público supone   una conquista para  la libertad de expresión donde obreros, feministas, muchedumbres de derecha y de izquierda, defensores de los animales, han logrado contar con un ágora, han podido asumir  lo que las diferencias suponen, lo que la tolerancia implica también estamos constatando lo que el atentado, la asonada,  estrategias del terrorismo, constituyen  como la negación amarga de los derechos ciudadanos  al  libre uso del espacio público , o sea  como instauración del caos y la anarquía  aprovechándose  del vacío cultural y existencial de una  juventud  que vive lo que se llama la cultura del ahora. ¿No son estas preguntas las que debe responder el Dr Petro y su chavismo?

ONETTI Y EL TANGO




ONETTI Y EL TANGO



Hay una mitología preparada para sostenerlo. Vive en un apartamento de la calle Gonzalo Ramírez, donde toma cerveza, ciñéndose los pantalones por debajo del abdomen. Su impermeabilidad mítica, su "aspereza", si no bastaran la fama y el malentendido para dotarla de significados que se renuevan, a despecho o a favor de la realidad, viéndolo a él y hablándole, parecen sólo unos signos y unos gestos más, manejados a conciencia, una parte significativa de su lenguaje (¿medios o fines del arte?), que apenas alcanzan a encubrir el poco enigmático estrabismo, la ternura y la hombría dulce de este hombre con lentes que es Onetti. En fin, hay que averiguárselas para presentarlo en términos que justifiquen un reportaje más, con un preámbulo completo que lo ponga al alcance de la mano, porque está vivito y coleando, hay que decirlo. ¿Y quién no le teme a Onetti, quién le conversa de algo a este triste apasionado, aunque se trate de conversar sobre Gardel?

Menuda tarea le tocó: ir a ver a Onetti, escribir sobre tamaña cosa. Cuando le encargaron la nota primero no contestó, la cabeza le trabajó de varias maneras y, después que compuso unos razonamiento adecuados, aceptó. Pensó en 1a fuerza de realidad que tienen los pensamientos de los que piensan poco, sobre todo cuando no divagan..." (“El pozo”, Onetti, Montevideo, 1939, p. 40).

Después quiso recurrir al mismísimo Gardel, pero no pudo evocar ningún tango apropiado para esas circunstancias. Llamó un taxi, mientras se autosugería otras frases reveladoras, éstas de su propio ingenio, tales como "ahora sí que estás frito", y con aquella disposición de espíritu indicó la dirección dudosa que le habían dado. Tuvo suerte porque se equivocó y se bajó mal. Estaba oscuro como se debe, prendió un fósforo y tocó el timbre de la primera portería del primer edificio grande que vio, preguntando si ahí vivía Onetti. Cosa sorprendente, vivía ahí. Entonces, subió al sexto piso. Verdaderamente, dice que sucedió de esta manera:

Cuando después de varios minutos se abrió la puerta, apareció un individuo alto, idéntico al retrato de Sábat, ése donde parece un pez-martillo. Me miró como a un germen con leve fastidio y con curiosidad implícita.

-¿El señor Juan Carlos Onetti?

Tal vez para emplear una frase amenazadora, hizo una pausa y me contestó:
-Onetti.

Yo hice otra pausa, tragué saliva y empecé a explicarle que venía a molestarlo para hacerle unas preguntas sobre Gardel. Creo que seguí hablando sobre la molestia, aunque él ya me había hecho entrar -a veces me paso de sensibilidad-, pero estoy seguro de haberme referido también al honor que representaba para mí. Lo cierto y sin embargo es que, cuando quise acordar, estaba solo y él se había ido para la cocina. En la pared había pegados numerosos recortes, fotos y una cédula de identidad que me llamó la atención: pinchada encima de una descripción tipométrica del rostro, con la interpretación científica de la descripción, escrita a máquina, era una cédula de Onetti.

Cuando escuché que volvía aquel silencio ya era insoportable. Tal vez me imaginaba, y queda ahuyentarlas, unas dificultades enormes para hablar; o tal vez estuve atribuyéndoselas a él, por esos movimientos lentos que hace, ceremoniales, o por aquel ritmo reflexivo, de sus frases cortas, las pocas que había dicho. Le pregunté sin preámbulos por qué era tan famoso; sin alcanzar a ver lo indecoroso de aquella cuestión vi que se sentaba y dijo:

-Porque la fama es puro cuento, botija.

Sobrevino el silencio otra vez. Irremediablemente yo habría quedado bajo los efectos de mi torpeza, si no hubiera sido porque él consiguió lápiz y papel, abrió una botella, me invitó a sentarme y me explicó lentamente, para empezar, qué difícil nos iba a ser hablar sobre Gardel.
"Lo conocí en el teatro 18, cantando. Después lo vi varias veces, de mesa a mesa, en aquel café donde se comían unas milanesas redondas, al lado del Tipí Viejo. Hoyos de Monterrey; vos no lo conociste. Era en aquella época de la zarzuela -(no puede afirmarse que haya dicho exactamente eso; probablemente se refirió a la compañía de zarzuela en la que actuó Gardel, año 30), "un desastre de compañía, y la gente llegaba al final, para oírlo cantar; a esa hora había un repunte bestial en la venta de las entradas. La temporada iba mal; Gardel entraba como fin de fiesta". A una pregunta sobre si Gardel a su juicio, era un hombre triste: "Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -Onetti tenía unos veinte años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía".

Sobre las mujeres de Gardel: "Nunca lo vi con ninguna mujer y se sabe que no era hombre de hacer alardes". Juanita Larrauri: "Hubo sí, una tal Juanita Larrauri, que fue diputada peronista y que publicó una serie de notas en uno de esos pasquines, diciendo que Gardel estaba loco por ella. Pero era vanidad femenina, y para peor póstuma". Se conversó un poco de ese tema, queriendo vincularlo con algún parecer personal de Onetti sobre lo legendario en general, sobre el olvido o sobre Artigas. "Yo vinculo el protectorado de Artigas con las semejanzas espirituales notorias entre el hombre de las Misiones, de Corrientes y Entre Ríos con nuestro hombre.

Aunque ahora, el montevideano, en particular, venga a ser, en lo referente a esa espiritualidad y comparado con el hombre del campo, algo así como el porteño para nosotros. Artigas forma parte de una genealogía que se dan los pueblos, obligatoriamente, como se la dan las familias pobres, y en la que son necesarios tanto el héroe nacional como el poeta y el novelista nacionales y como el cantor nacional. Si ustedes tienen a Napoleón, nosotros tenemos a Artigas; si ustedes tienen a Baudelaire, nosotros tenemos a Zorrilla. Gardel es parte inseparable de la genealogía de los pueblos del Plata." Sobre la verdadera nacionalidad de Gardel: "Para mí era francés".

¿Cuál tango de Gardel le gusta más?: "¿Te das, cuenta de que siempre se dice los tangos de Gardel? Y sin embargo no hay ningún tango de él. ¿Te das cuenta que Gardel es el tango? A mí me gustan todos. No sé, podría indicarte que me gusta ‘Mano a mano’". ¿Cuáles serían los tangos que él cantaba con más "sentimiento?: "Él sentía más ese tipo de tango melancólico y cínico: Por qué me das dique, señora de grupo. Y aquel otro, ‘Tortazos’: "Qué hacés, tres veces qué hacés... No te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle La mejor postura que tenía era la del fioca postergado, la que le cuadraba mejor; para mí el Gardel más auténtico es ése".

¿Se puede comparar a Gardel con otros cantores?: "¿Vos estás loco? Yo tengo una radio piojosa y escucho solamente Sodre y Gardel". Con guitarra o con orquesta: "Me gustan más los tangos con guitarra". ¿Era buen actor? ¿Qué opina de sus películas?: "Horrorosas. ¿Cuál es una en la que engancha a una mujer con el lazo? Era cantor, ¿entendés? Hasta cuando hablaba cantaba; no hay más que escuchar las grabaciones de algunas películas: Margarita.

La charla sobre Gardel, que iba a ser difícil", a medida que transcurría se hacía más fluida y personal. Onetti cantaba o recitaba las letras todo lo que quería, a veces eludiendo las preguntas. A menudo dijo cosas que habría sido necesario transcribir exactamente, pero acaso lo más importante fuese consignar el 11 como" -cerraba los ojos y cantaba- y el "porqué" -para quien tenía que escucharlo forzosamente, admiración y curiosidad mediante- de aquella fluidez repentina que cobró la conversación.

-Onetti, ¿alguna vez le dio por cantar a usted?

-Sí me dio y me dieron.

Había dos estuches de violín cerca de la mesa.

-¿Usted toca el violín?

-Sí, toco. Lo que más me gusta tocar es Amurado.

Por supuesto, nunca tocó el violín.

-¿ Y que habría opinado Gardel si hubiera leído “El pozo”?

-Yo no sé si sabía leer.

Transición y agarra el tono otra vez: "Como se pianta la Vidaaaa...” etcétera.

-¿Le habría gustado que Gardel cantara alguna cosa que no cantó?
-Sí. “La Berceuse bleu” de Julio Herrera.

-¿ Gardel era inteligente, Onetti?

Volvió a cerrar los ojos, pensó un poco, los abrió, me miró con la misma mirada aquélla, remitiéndome al portaobjeto, y dijo:

-¡Sí!... ¡Y chau!

Yo ya me iba. No sabía cómo hacer para despedirme, para abrirme camino y salir de aquel apartamento, con Gardel muerto hace treinta años sobre mis propias espaldas, con Onetti cantando y observándome cada pelo a ver cómo hacía para saludar. Se ve que notó todo, incluidas mi tribulación y mis dudas sobre el éxito del reportaje, y me ofreció una respuesta más, sin pregunta previa, cosa de darme ánimo:

-Decí que lo más importante que ha sucedido en el Uruguay en materia artística, se llama Carlos Gardel.
Alfredo Zitarrosa

Este reportaje fue publicado en el periódico uruguayo “Marcha” el 25 de junio de 1965 (año XXVII, número 1.260). Zitarrosa, voz, guitarr

martes, 13 de noviembre de 2018

Patrimonio Cultural Arbóreo de Prado / Medellín


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66 Patrimonio Cultural Arbóreo de Prado / Medellín

Prado

Víctor Bustamante

Uno siempre posee solo una ciudad, aquella donde se es contemporáneo y testigo de lo que sucede. En ella residen sus escritores de una manera atemporal, porque la palabra perdura y es inmanente y en los libros al buscar ellos la ciudad nos regalan su visión y su definición de esa ciudad que vieron, que vivieron que caminaron, que la amaron y la fustigaron, además. El resto es literatura de viajes de aquellos que conocen muchas ciudades pero nunca van al centro de ella a comprenderla. Ya que una ciudad es un ser vivo que crece, que se contrae, que cercena, que mantiene su hálito a veces en vilo. Por eso una ciudad nunca es conocida por sus escritores, ellos apenas definen y escriben sobre algunas partes, sobre sus vecindarios o sobre los crímenes en las comunas como una manera de mostrarse, o sobre los rojos y los atajos de los picaros, pero una ciudad es más compleja, y es difícil de aprehenderla solo escribimos sobre momentos, sobre instantes sobre lugares que visitamos, lo ideal sería dedicarle toda una vida a buscarla, a palparla, pero la ciudad, Medellín, cada día huye de nosotros, pero nosotros buscamos atraparla darle su sentido. Aun así cada día cada noche es construida de nuevo por sus habitantes que idean espacios, estratagemas lugares que cuando regresamos a una calle siempre la encontraos diferente. Por esa razón la ciudad siempre fluye como el en un título de Fellini parodiando La nave va, la ciudad va, casi siempre al desgaire no hay quien la maneje, unas veces va a sotavento otra al pairo, ella viaja sola en el tiempo, su tiempo, solo quedan sus escritores que la piensan y la poetizan de pronto algún historiador inteligente o un investigador pertinaz que la piense o quizá un cineasta que urda y entre al interior de  su corazón. Cierto, la ciudad fluye y por eso regreso a Heráclito que nunca conoció ni caminó una ciudad caótica como la nuestra, pero su poesía y su metáfora que con el tiempo se convirtió en filosofía, lo socavó, nadie camina por la calle más de una vez sin que esta cambie. De ahí lo difícil que es aprehender la ciudad, solo la vivimos al instantes porque ella huye así como cuando leemos a sus grandes escritores, ellos entregan su versión de esa ciudad que ya no es la misma.

Siempre he caminado por Prado, nunca buscando sus prados o sus árboles, sino  para observar qué ocurrió allí en ese barrio que fue centro de esa élite desde 1920 con sus mansiones suntuosas, donde la arquitectura siempre entrega esa sorpresa de saber que quienes lo construyeron poseían una visión Ilustrada de la vida al tener en cuenta arquitectos de valía para sus diseños; eran artistas. De quienes vivieron allí solo se saben pocas cosas, acaso sus nombres, acaso su nombradía, sus oficios, pero nunca qué ocurrió en este barrio. A veces es posible ver las fotografías donde podemos ver su evolución, pero estas es más la conmoción que causa por las preguntas que surgen, por esa sensación de abandono que aún perdura después de tantos años en esas fachadas lustrosas. El resto es caminarlo con la prontitud de saber que parece que buscamos un barrio fantasma, este si abandonado a su suerte donde sus habitantes andas escondidos en su casa, y donde el infatigable, a veces disfrazado afán de ese “progreso” que tumba edificios, los cerca y también lo aleja de sus paseantes, ya que cada vez se pierde algo de ese barrio.

Pero esta tarde ha ocurrido algo disímil no será caminando del brazo de alguna chica que llevamos a conocer a Prado en un escarceo erótico sino que ha sido una caminada para mirar un aspecto que no había pensado, así Prado haya sido poetizado por algunos poetas desde sus guayacanes amarillos que cuando abre sus copos le dan otro definición a sus calles, a Prado mismo, lo renuevan. Ya que al ver esos guayacanes desde alguna calle lejana recordamos que Prado así esté tan vacío de transeúntes aun fulge en la ciudad como si la palabra patrimonio solo fuera para él, fuera su santuario. Esta tarde de octubre ha ocurrido algo inesperado caminaremos a Prado con un guía que descifrará su entorno: Mauricio Jaramillo.

La caminada tiene el plus de ser algo diferente: Prado revelará otra imagen, la de ser un barrio con una población de árboles con sus significaciones, y por eso hemos venido a conocer de la ciudad, de este barrio, otro de esos motivos por los cuales es indispensable caminarlo, habitarlo.






Patrimonio Cultural arbóreo de Prado

Luisa Vergara

Entre fastuosas casas republicanas perviven los seres más silenciosos y nobles, testigos del acontecer histórico de Prado, el cual ahora define su imagen gracias a la combinación de una exquisita arquitectura, con el verde, el amarillo y rosa de sus árboles. Pero antes de llegar a esa definición estética, tuvimos que recorrer el barrio dispuestos a ver más allá de lo construido y artificial, más allá de las cornisas, torreones, amplios atrios y ornamentadas fachadas, que es lo que primero sorprende y llama la atención, para descubrir el otro paisaje que ofrece Prado: sus árboles. Parece exagerado decir que descubríamos algo que siempre ha estado allí, que es abundante, al menos en este valle, y, por lo tanto, a lo que estamos acostumbrados, pero al dirigir nuestra atención solo a ellos, y levantando la mirada, sintiendo los hilos de luz entre las hojas, el peso de las copas, las formas y colores, logramos vislumbrar la condición especial de un panorama hasta ahora común o poco relevante.

Para muchos de los que participamos en este recorrido, el primer acercamiento a dicho entorno se hace desde lo contemplativo, donde el solo ejercicio de mirar detenidamente un árbol ya es motivo para conmovernos, reacción que viene de considerarlos hermosos por ser la máxima expresión de la naturaleza en la ciudad. Para otros, este paisaje cobraría más sentido en el transcurso del camino; al escuchar, por ejemplo, la curiosa historia que guardan algunos ejemplares, o los datos que desde la botánica dejan en evidencia su compleja dinámica natural, o por traer un recuerdo de infancia, casi siempre relacionado con los lugares que en el campo visitábamos. Todas estas son formas valiosas de acercarnos a los árboles, unas más románticas y personales, estéticas y paisajísticas, y otras construidas a partir de la razón científica para comprobar con hechos su valor ambiental.

Cada árbol tiene uno o varios de estos valores y, en el caso de Prado, también uno histórico gracias a la condición patrimonial del barrio. Definir estos niveles de valoración permite que el ejercicio de la declaratoria tenga argumentos más contundentes, pues ahora la caracterización de los arboles se hace a partir de diversas variables, lo cual resulta en más razones para demostrar su importancia y la necesidad de protegerlos. Casi siempre sucede que son los arboles más vistosos y grandes los que se vuelven objeto de estudio o, sencillamente, la imagen natural más potente en la memoria colectiva de un barrio o una ciudad, como sucede en este caso con los guayacanes; sin embargo, durante el recorrido logramos entender el valor de árboles que pasaban desapercibidos, pero que ahora podemos recordar gracias al momento en que nos detuvimos frente a ellos para escuchar la historia que los sacaría del anonimato.



El sangregado (Pterocarpus acapulcensis) fue esa primera sorpresa; un árbol sin cualidades destacables a nivel visual, el cual hasta el día de hoy ignorábamos y que, menos aún, habíamos escuchado nombrar, pero, en definitiva, uno de esos ejemplares reconocidos por valores que van más allá de lo estético. Además de ser una especie nativa, cumple un importante papel ambiental como todos los árboles; no obstante, este en particular, y por ser una leguminosa, realiza un interesante proceso de captación del nitrógeno atmosférico, que a través de bacterias simbióticas en sus raíces, transforma y lleva hasta el suelo para enriquecerlo. Considerar este proceso es entender la importancia del suelo, que contrario a lo que se plantea desde el modelo de agricultura y manejo de la tierra convencional e industrial, ahora se reconoce como un organismo vivo, que también respira, se alimenta y se reproduce mientras aloja todos los micronutrientes y sustancias orgánicas necesarias para el crecimiento sano de una planta; es decir, de la vida vegetal en el planeta. Arboles como el sangregado y, en general, los que pertenecen a la familia de las leguminosas, actúan como restauradores ecológicos del suelo, aportando algunas de las sustancias necesarias para la permanencia de este, y, sobre todo, en la ciudad son de las especies más valiosas, ahora que se sigue sacrificando más de este gran organismo para dar paso a las superficies de concreto.

Siguiendo en la línea de las leguminosas, encontramos durante el recorrido un árbol un poco más común, y que a diferencia del sangregado, del cual solo hay siete ejemplares en la ciudad, si tiene una gran presencia, domina con su floración amarilla los separadores de muchas de las vías principales, se le ve con regularidad en antejardines, y hasta es la consentida de icónicos lugares del centro; se trata de la acacia, y más específicamente de la acacia amarilla (Caesalpinia pluviosa).  Definitivamente no es un árbol especial por su exclusividad, pero algunos de los que veíamos más detenidamente este árbol pudimos evidenciar una escena muy poderosa que permitiría entender el importante rol que tiene dentro de la compleja trama de relaciones bióticas que posibilitan la permanencia de otras especies.  Atraídos por los vistosos conos de flores de sobresalen por encima de la copa pudimos percatarnos de como varias abejas se acercaban a las flores, las rodeaban por un momento, se posaban en ellas y luego retomaban su vuelo. Escena sencilla y de unos cuantos segundos, pero que deja en evidencia las interacciones de un micro mundo que casi nunca percibimos, y que poderlo ver ahora es casi un milagro después de conocer la profunda crisis que viven los polinizadores más importantes del planeta. Las flores de la acacia son una de las fuentes de alimento favoritas para muchos insectos, entre esos, las abejas, que toman de ellas el néctar y el polen para producir la miel. Pero además, a ellas les debemos el proceso de polinización a través del cual nuevas plantas pueden crecer, y en el caso de la agricultura, al menos tres cuartas partes de las cosechas mundiales aún dependen de su labor. Increíble el lugar que ocupa la flor de un simple árbol en la trama de la vida.



Otros árboles sorprenden más por su historia de supervivencia, y es que varias zonas de Prado han sufrido grandes transformaciones. No solo la arquitectura o lo que queda de ella da cuenta de dichas mutaciones, casi todas absurdas, y que van en contravía con la esencial del barrio. Estos seres inmóviles también son testigos y hasta victimas de las nuevas imposiciones urbanísticas. En la esquina de Barranquilla con Palacé, nos encontramos con un paisaje desolado de casas abandonadas o más bien, de fachadas derruidas que es lo único que queda en pie, hacia el interior un vacío compartido pues ya ninguna casa cuenta con los muros que las dividían, y en ese vacío, la mal llamada maleza, la naturaleza que emerge sin control y ahoga las ultimas estructuras que aún se mantienen. Desde la calle, pues toda la manzana está cercada, vemos entonces a la protagonista de este punto del recorrido: una gran caoba (Swietenia macrophylla). Además de ser todo un evento el solo hecho de verla, pues es una especie escasa debido a la gran explotación que sufrió; esta es especial por haber sobrevivido a la constante destrucción, primero de la casa en la que creció, y después del resto de la manzana. Ella sigue ahí, donde era el solar de esa casa que se tumbó para poder dar paso al Metroplús. Y sigue ahí donde casi es cortada por miedo a que su altura la hiciera caer, pero aún sigue ahí donde casi se construye un espacio público que no la contemplaba. En esa manzana vacía se tiene proyectado el primer gran parque de Prado, y gracias a quienes lideran este proyecto, entre esos, Mauricio Jaramillo, asesor y guía de este recorrido, el parque será un verdadero lugar de esparcimiento que se diseñe a partir de las preexistencias naturales y arquitectónicas, donde las ruinas republicanas serán el umbral de bienvenida y el soporte de la vegetación, serán juntas la mejor expresión estética del reciclaje a nivel urbano. Y en el centro seguirá la caoba, ahora acompañada por otra más joven, por un yarumo que apenas crece, algunos pequeños mangos y toda la naturaleza que traerá el nuevo diseño. 




Antes de reparar en cada árbol y escuchar su historia, las fechas y datos relacionados a él, Mauricio nos introduce con el nombre de este; el ordinario, que puede variar dependiendo del lugar, y el científico, que nos costaba pronunciar y luego repetir, pero sin importar lo enredado que fuera, siempre había un intento colectivo por decirlo correctamente, tal vez no en un esfuerzo para grabarlo en nuestra memoria, más bien y en ese primer momento por la satisfacción de  pronunciar una bella combinación de palabras en latín para nombrar sofisticadamente un árbol. Y así como lo recordaría Wade Davis en su libro “El Río” también lo sentiríamos nosotros: “Al contrario de todos los botánicos que había conocido, no estaba obsesionado por la clasificación. Para él los nombres en latín eran como poemas japoneses o versos. Los recordaba sin hacer esfuerzo, encantado particularmente por su origen.
-Cuando uno pronuncia los nombres de las plantas, pronuncia los nombres de los dioses"

La presencia de estos árboles no es arbitraria; muchos de ellos se pensaron en el marco del proyecto urbanístico soñado por Ricardo Olano, quien los consideraba como el elemento más importante para el embellecimiento y como signo de ostentación que potenciaría aún más el carácter del barrio. Ya demostraba él una conciencia sobre la importancia de tener como criterio de diseño urbano a la naturaleza, en ese momento, más por sus valores paisajísticos y ornamentales. Él mismo sembraría algunos de los guayacanes que ya van por los 90 años, y que hasta el día de hoy nos siguen sorprendiendo con su hermosa floración.

Guayacanes amarillos y rosados, urapanes, cadmios, cascos de vaca, ceibas, tachuelos, caobas, yarumos, mangos, sangregados, curazaos, grosellas, chumbimbos, carboneros, son ahora sujeto de estudio, gracias a la intención de formalizar el proyecto de declaratoria patrimonial de árboles de Medellín. Por fin se vuelve la mirada a estos seres, a veces sacrificados en pro del "desarrollo" y victimas del vandalismo popular e institucional. Es esta una gran oportunidad para evaluar su estado, necesidades y definir el conjunto de valores (histórico, ecológico, paisajístico o simbólico) que den más razones para su protección.

Tal vez esta iniciativa de reconocer los árboles y naturaleza de Prado, sea otro motivo para intervenir en la regeneración urbana del barrio. Proceso que se iniciará con la construcción de un parque en la esquina de Barranquilla con Palacé, y donde será la naturaleza, ya existente, la protagonista.




Fotografías. Luisa Vergara




lunes, 12 de noviembre de 2018

2 de noviembre del 2018 / Víctor Bustamante

Liliana Afanador

2 de noviembre del 2018
Para José Agustín Román
Para Blanca Gómez 


Víctor Bustamante

Esta noche, padre, he escrito tu nombre en una cintilla de color amarillo

Y la he pegado al borde de un altarcito azteca junto a los demás nombres de los deudos de nuestros muertos amados.

Esta noche es lluviosa, muy lluviosa, y los invitados conversan en grupos aislados y los invitados somos agasajados con comida y bebida de México.

Agustín celebra la muerte de sus padres y los rememora con una foto de ellos en la plenitud de su edad madura, ya que los padres nunca envejecen  ni dejan de ser nuestros padres, así hayamos recorrido tantas noches detrás de tantos universos y así hayamos caminado tantas calles lluviosas, áridas o polvorientas creyendo ser milenarios.

A ellos les ha situado, alrededor de la fotografía un bibelot, o un presente que instala sus gustos, sus sensibilidades, para darles a entender en la eternidad de este día como son recordados de una manera tal que las lágrimas y los reproches no existen.

Esta noche de noviembre siento a México  en nuestra memoria, y ya también entiendo la reunión y decencia de la muerte en los grabados de Guadalupe Posada.

Hemos caminado por una senda con figuritas de hojas secas a sus lados que llevan hacia ese altarcito  donde la  cultura indígena no se deja avasallar por la española,  ya que se combinaron para sobrevivir. Lo percibo en estos aires de vino en una tierra lejana como es Medellín.

Esta noche las calaveras azules y rojas decoradas con líneas y figuras geométricas ríen para esa permanencia de las porcelanas que le dan otra significación, lejos de los huesos calcinados de nuestros mayores que desfallecen en el  destino de una noche donde las cenizas también claudican, ya que esas presencias son caras entre las músicas y la celebración.

He paladeado varios tequilas y he viajado al desierto de Sonora donde el agave azul crece para traerme su sabor.

He esperado a Octavio Paz para que hable de ritos y ceremonias con sus calaveras de azúcar y alfeñique a la entrada de antiguos cementerios cuando la fiesta estalla con los deudos que llevan sus ofrendas y conversan y bailan y beben frente a las tumbas de sus ancestros.

He bebido en Cuernavaca con Lowry ajusticiado por el mezcal  y brindando por el Cónsul que no ha llegado porque Ivonne saborea sus temores y sus venganzas

México de un azul violáceo y violento en las orillas del río Bravo,

México  alumbrado desde aquí en la llama de una veladora.

México, hoy he brindado por tus muertos, junto un vaso ceremonial con agua y sal, donde diversos nombres en cintillas de colores  centellean los muertos caros a los invitados

Pero, padre, hoy he escrito tu nombre y has estado aquí en ese trago de ron que claudica en la música que retiene a los deudos, cuando llegas, y entonces tu ausencia se hace larga, noche de noviembre,

Cuando la lluvia agujerea techos, fachadas y calles formando el espejo de tus pasos donde los escasos transeúntes huyen

hacia la niebla
hacia la noche.


Nov. 3 de 2018







Luisa Vergara