Memoria De Mis Putas Tristes.
“Quién iba a creerlo -me dije, con el amor propio
exacerbado por la champaña -: Yo, anciano japonés a estas alturas”.
GABO.
Antonio Arenas
I - LASCIVIA SILENCIOSA
El relato
de Gabriel García Márquez “Memoria de
mis Putas Tristes” le deja al lector desprevenido varias cosas. La primera,
el interés vivo de su autor por la vejez y la triste señal de decadencia del ser
humano. La segunda, una meditación sobre la horrible fealdad de la vejez;
asunto ya tratado brillantemente por Gabriel García Márquez en “El Amor en los
Tiempos del Cólera”, “El coronel no tiene quien le escriba”, y los dos relatos
peregrinos “Maria dos placeres” y “El Avión de la Bella Durmiente”.
La tercera, los apetitos sexuales en la vejez y sus prejuicios morales. El
soterrado subjetivismo que oculta la novela hace ver que la pasión creadora se
diluye en una trans-posición del ambiente de Kyoto de la excelente novela del
escritor japonés Yasunari Kawabata “La Casa de las Bellas
durmientes” a un ambiente costeño y de la vida de un viejo periodista, soltero,
diletante, feo y follador. La apropiación del tema se vuelve algo extraño en el
relato de Gabriel García Márquez y se hace por medio de la copia del personaje
femenino y masculino; una joven” prostituta virgen” y “un viejo burgués de
Kyoto “que sólo se diferencia del “otro viejo Barranquillero” por su edad
senil, su profesión y su fealdad. Y una niña colombiana virgen que sólo “anda
apenas por los catorce años” atrapada furtivamente por Rosa Cabarcas la dueña
de un burdel clandestino. La idea desarrollada en el primer capítulo de “Memoria
de mis Putas tristes”es clara: Un viejo de noventa años desea regalarse “una
noche de amor loco” con una adolescente virgen en el burdel del barrio chino para
honrar su aniversario y glorificar su vejez. La llamada de Rosa Cabarcas le
devuelve la vida al viejo periodista. La narración rompe cualquier vínculo
moral y sólo opera la ansiedad y el deseo. Una noche de amor loco de un viejo con
una adolescente virgen toma fuerza en la novela y posteriormente la
contemplación de su cuerpo desnudo le descubre un placer inverosímil y hace aflorar
los deseos y desecha los estorbos del pudor para dar paso a la lascivia
silenciosa. Las constantes referencias a la luna llena despistan al lector y
hacen pensar en un anciano loco, pero en realidad la inclinación a la lujuria
emerge como el mayor goce del anciano. El final del capítulo uno es magistral y
el juego erótico consiste en contemplar. Veamos: “Cuando volví fresco y vestido
al dormitorio, la niña dormía boca arriba a la luz conciliadora del amanecer,
atravesado de lado a lado de la cama, con los brazos abiertos en cruz y dueña
absoluta de su virginidad. Que Dios te la guardé, le dije. Toda la plata que me
quedaba, la suya y la mía, se la puse en la almohada y me despedí por siempre
jamás con un beso en la frente. La casa como todo burdel al amanecer era lo más
cercano al paraíso”. Lo anterior, presupone un artificio artístico que, si se
piensa con cuidado, no resulta siendo más que un homenaje a la grandeza
estética de la novela del escritor japonés Yasunari Kawabata; quien ya había
desarrollado en los años sesenta esta misma situación con los viejos japoneses
de Kyoto en su pequeña joya literaria La casa de las Bellas Durmientes. Empero,
la novela surge de la imitación y la exageración desbordante de Gabriel García
Márquez y se puede pensar que es, además, una extensión imaginada de su vida
como periodista; si no se hubiera casado y hubiese permanecido en Barranquilla
como un solterón jubilado, dedicado a tener placeres relajados con las putas. “Nunca
me he acostado con ninguna mujer sin pagarle, y a las pocas que no eran del
oficio las convencí por razón o por la fuerza de que recibieran la plata,
aunque fuera para botarla en la basura. Por mis veinte años empecé a llevar un
registro con el nombre, la edad, el lugar, y un breve recordatorio de las
circunstancias y el estilo. Hasta los cincuenta años eran quinientas catorce
mujeres con las cuales había estado por lo menos una vez”.
En la ficción
quien está triste es el viejo de noventa años y no la niña puta, o la proxeneta
o la puta amiga Casilda Armenta que le aconseja correr detrás de ese amor de
vejez. En el relato la tristeza proviene del espíritu del narrador –autor. “Soy un cabo de raza sin meritos ni brillo,
que no tendría nada que legar a sus sobrevivientes de no haber sido por los
hechos que me dispongo a referir en esta memoria de mi gran amor.” Lo análogo
de los dos relatos, el de Yasunari Kawabata y el de Gabriel García Márquez,
está en su estructura. Las dos novelas no van mas allá de las cien páginas,
poseen cada una cinco capítulos, desarrollan los mismos temas ocultos, el
ultimo amor en la vejez. Los personajes viejos son atrapados en la lascivia
masculina, el pudor y la inmoralidad de la vejez. Su diferencia gradual está en
los capítulos dos y cinco. En la novela del japonés encontramos pureza,
densidad, belleza y un mundo abierto desde una habitación cerrada para un viejo
y una joven narcotizada, un final trágico que horroriza al lector. En la otra
novela encontramos la casa colonial, la habitación de la niña narcotizada, el
viejo periodista y el ambiente costeño recreado al estilo del escritor
colombiano. Su final no es magistral y lo peligroso no está en morir sino en encontrar
el amor en la vejez.” Esa pobre criatura esta lela de amor por ti” le dice Rosa
Cabarcas al viejo periodista al final de la novela. La experiencia erótica del
anciano periodista termina siendo una experiencia de compasión y amor. En la
atmósfera todo opera como un simple juego de rejuvenecimiento. En esencia se
oculta algo que no vuelve, pese a toda nostalgia o el juego azaroso de la
memoria. La Juventud que no vuelve y sólo se puede contemplar o recordar. La
Belleza de una prostituta joven debería ser análoga a la fealdad de los
ancianos por su inocencia, su timidez o si se quiere su inclinación a la lujuria senil. No es
fácil meditar a los sesenta y siete años o a los noventa años, que ya no se es
“hombre”, que ya no se es un hombre joven y la vida se va rápidamente. Todo es deterioro,
destrucción y la soledad es un mar de olas que inunda la existencia de un
viejo. Una mirada, una caricia, una especie de abrazo desatan esos recuerdos
atados a una juventud lejana o a esa señal del amor. Kawabata, antes que
Gabriel García Márquez, trazó la imagen libidinosa del viejo como pintada con
la mano en un cuadro. Una prostituta joven es observada con deleite por un
viejo. Captemos la belleza de la imagen erótica en la obra del escritor japonés:
“Eguchi contuvo el aliento; era más
hermosa de lo que había esperado. Y su belleza no constituía la única sorpresa.
También era joven. Estaba acostada sobre el lado izquierdo, con el rostro
vuelto hacia él. No podía ver su cuerpo, pero no debía tener ni veinte años.
Era como si otro corazón batiese sus alas en el pecho del anciano Eguchi. Su
mano derecha y la muñeca estaban al borde de la colcha. El brazo izquierdo
parecía extendido diagonalmente sobre la colcha. El pulgar derecho se ocultaba
a medias bajo la mejilla. Los dedos, sobre la almohada y junto a su rostro,
estaban ligeramente curvados en la suavidad del sueño, aunque no lo suficiente
para esconder los delicados huecos donde se unían a la mano. La cálida rojez se
intensificaba de modo gradual desde la palma de la yema de los dedos. Era una
mano suave de una blancura resplandeciente. - ¿Estás dormida? ¿Vas a
despertarte? Era como si lo preguntara con objeto de poder tocar la mano. La tomó
en la suya y la sacudió sabía que ella no abriría los ojos. Con su mano todavía
en la suya, contempló su rostro. ¿Qué clase de muchacha sería? Las cejas
estaban libres de cosméticos, las pestañas bajadas eran regulares. Olió la
fragancia del cabello femenino. Al cabo de unos momentos el sonido de las olas
se incrementó, porque el corazón de Eguchi había sido cautivado. Se desnudó
con decisión”. Observemos como Gabriel García Márquez describe la misma
escena o pintura en Memoria de mis putas tristes: “Entré
en el cuarto con el corazón desquiciado, y vi a la niña dormida, desnuda y
desamparada en la enorme cama de alquiler, como la parió su madre. Yacía de
medio lado, de cara a la puerta, alumbrada desde el plafondo por una luz
intensa que no perdonaba detalle. Me senté a contemplarla desde el borde de la cama
con un hechizo de los cinco sentidos. Era morena y tibia, la habían sometido a
un régimen de higiene y embellecimiento que no descuido ni el vello incipiente
de pubis.
Le habían
rizado el cabello y tenía en las uñas de las manos y los pies un esmalte
natural, pero la piel del color de la melaza se veía áspera y maltratada. Los senos recién nacidos parecían todavía de
niño varón, pero se veían urgidos por una energía secreta a punto de
reventar. Lo
mejor de su cuerpo eran los pies grandes de pasos sigilosos con dedos largos y
sensibles como de otras manos. Estaba
ensopada de un sudor fosforescente a pesar del ventilador, y el calor se volvía
insoportable a medida que avanzaba la noche. Era imposible imaginar como la
cara pintoreteada a la brocha gorda, la áspera costra de polvos de arroz con
dos parches de colorete en la mejilla, las pestañas postizas, las cejas y los
párpados como ahumados con negro humo, y los labios aumentados con un barniz de
chocolate, pero ni lo trapos ni los afeites alcanzaban a disimular su carácter:
la nariz altiva, las cejas encontradas, los labios intensos. Pensé: Un tierno toro de lidia... Me
desvestí y dispuse las piezas como mejor puede en el perchero para no dañar
la seda de la camisa y el planchado del lino.” Como se ve la lascivia silenciosa es un asunto tratado estéticamente por
Kawabata ligado a los horrores de la muerte y se vuelve recurrente en Gabriel
García Márquez, pero eso sí asociada al amor y la tristeza.
II- TIPOLOGIA DE LAS PUTAS
Es tarea
grata y relevante aprovechar el relato de García Márquez para explorar ese
personaje femenino tan realzado y visible a todo el mundo y visto desde ángulos
muy diversos. Como si esta tipología de mujer liberada sexualmente, como
mercancía, estuviera totalmente sola y condenada a una soledad pétrea e
inalterable. Aunque la soledad real y secreta de su vida se vuelva tangible en
las noches cuando es visitada por sus clientes. Es como si en el discurso escrito
le dijéramos: no te angusties más, que ya todos te queremos, ya te has
angustiado bastante por nosotros. Todos nosotros hemos de sufrir tus
tentaciones y tal vez las palabras no tengan las representaciones precisas para
expresar una gota de amor por ti. Nos
has servido leal y honestamente, sin queja alguna y nuestra época no te abandonará
a pesar de la hipocresía citadina y los golpes azarosos de la moral. La palabra
puta emerge del relato como un ensalmo y su efectividad se aplica al sello de
los noventa años donde, ya el final de una vida, permite decir cualquiera cosa.
Incluso la palabra Puta designa una connotación venerable: Arana, Bagasa,
Badonada, Bordiona, Buscona, Callanca, Campechana, Cantonera, Capulina,
Carcabera, Callenca, Chuquiza, Halconera, Chunana, Coja, Cortesana, Cascolina,
Daifa, Damise, Desorejada, Furcia, Gabaza, Maturranga, Del partido, Perdida, Del
punto, De la vida. Etc. Etc. Los rostros de las putas son impredecibles, Rosa
Cabarcas es una puta alcahueta dueña de una casa clandestina, mamasanta,
discreta y muy conocida, sobresale por su gran tamaño, con voz de niña y con
ojos diáfanos y crueles. La fiel Damiana, casi una niña, aindiada,
fuerte y montaraz, de breves palabras y terminantes que se mueve descalza por
toda la casa, con corvas suculentas. Es presa de un arrebato y follada sin
arrepentimientos “Presa de una fiebre irresistible se la levanté por detrás, le
bajé las mutandas hasta las rodillas y la embestí en reversa. Ay, señor, dijo
ella, con un quejido lúgubre, eso no se hizo para entrar sino para salir”. Una
putica pobre que caza clientes en la calle emerge como un fantasma en el
relato y solo desea un cigarrillo de siempre, no tiene rostro y refleja las
putas de la esquina que siempre esperan un cliente de paso con una mala disculpa.
Delgadina es la niña puta virgen que gime en sueños, es pobre y trabaja
pegando botones, es la niña de los ojos; la carabela menor, la prenda amada.”
La hija menor del Rey, requerida de amores por su padre”. Ximena Ortiz, una
gacela en celo, casi en vivas carnes, parecida a la Olimpia de Manet,
despreciada. Mujer perturbadora, que es rechazada en matrimonio por el viejo
periodista.” Ximena iba haciéndose más voraz cuando mejor nos conocimos, se
aligeraba de corpiños y pollerines a medida que apretaban los bochornosos de
junio, y era fácil imaginarse el poder de demolición que debía tener en la
penumbra”. Casilda Armenta, viejo amor de puta, frecuentada cuando era
una adolescente bella y altiva, ya vieja seguía bella y de carácter fuerte.
Casada con
un hortelano chino, quien le ironiza la vida de libertino al viejo periodista.
“Hoy miro para atrás, veo la fila de miles de hombres que pasaron por mis
camas, y daría el alma por haberme quedado, aunque fuera con el peor. Gracias a
Dios, encontré mi chino a tiempo. Es como estar casada con el dedo meñique,
pero es solo mío”. Es ella la que le aconseja ir a buscar a esa pobre criatura,
le dice a su amigo que no se vaya a morir sin probar las maravillas de tirar
con amor. “Despiértala, tíratela hasta por las orejas con esa pinga de burro
con que te premio el diablo por su cobardía y tu mezquindad”. Castorina,
la reina de la casa de las putas, quien introduce al personaje del relato en el
mundo de mala muerte. Es seducido a los doce años, es de las mujeres que
malvendían su cuerpo hasta el amanecer. Mujer puta de carnes macizas y olorosas
a jabón de monte. Una real trepadora “su último machucante de planta, un negro
feliz de Camagüey a quien llamaban Jonás el Galeote, había sido un trompetista
de los grandes en la Habana hasta que perdió la sonrisa completa en una
catástrofe de trenes “.
III - UN DON JUAN ILUSTRADO
Gabriel García
Márquez le devela al lector, en el relato “Memoria de mis Putas Tristes “lo que
es un Don Juan ilustrado. La relación la establece primero el personaje, -Viejo
con la música y posteriormente con los libros.
De los boleros se va a la música clásica y, de los libros especializados y las novelas
se va a los cuentos para niños. El narrador-autor en su afán desesperado por
mostrar sus conocimientos nos va enumerando una serie de autores y títulos que
se cruzan con la narración y son análogos a la descripción de los
acontecimientos. La Lozana Andaluza coincide en su relación con la fiel
Damiana. Mozart, Juan Sebastián Bach, Schumann, Brahms, Miguel Matamoros, Pedro
Vargas, Toña la Negra, Jaques Thibault, Alfred Cortot, Pedro Biava, Pablo
Casals Etc. Etc. Son los músicos y compositores e interpretes que relacionan al
viejo periodista con el arte de los sonidos y las realidades de la música. La
música como un agradable pasatiempo y el Bolero como la vida, “El Bolero es la
vida “. En la misma dirección de la música avanzan los libros, los autores
preferidos ,Cicerón, Leopardi, Neruda, Saint
Exupèry, La Lozana Andaluza , los episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós,
La Montaña Mágica, Primer Diccionario ilustrado de la Real Academia de la
Lengua, Tesoro de La Lengua Española de
Sebastián de Covarrubias, Gramática de Andrés Bello, Los Idus de Marzo, Las Mil
y Una Noches, Diccionario Ideológico de
Don Julio Casas, El vocabulario de la Lengua Italiana, Diccionario de Latín, El
Principito, Cuentos de Perrault, Historia Sagrada, Manual de Gatos, Todos
Estábamos a la Espera de Álvaro Cepeda Samudio, Seis tomos de Juan Cristóbal de
Romaní Rolland, Apolo de Praxìteles .
IV UNA IDEA DEL RETORNO CRUZA LA VEJEZ.
Así como
Borges, plasmo en su poema “Noche Cíclica”, la idea de que los hombres y los
átomos vuelven ciciclamente. Gabriel García Márquez vuelve en su relato con la
certidumbre de ser mortal y en un oráculo mortal, el viejo - personaje de “Memoria
de mis Putas Tristes” escucha en una noche lapida el ruido fatal del Retorno. “Hagas lo que hagas, en este año o dentro de
ciento, estarás muerto hasta jamás”. Esta idea le permite al personaje-viejo
medir la vida, no por años sino por décadas y cada década deja el rastro fatal
de que algo se destruye. La década de los cincuenta
es decisiva:” porque toma conciencia de que casi todo el mundo era menor que
yo”. La década de los sesenta: “fue
la mas intensa por la sospecha de que ya no me quedaba tiempo de equivocarme”. La
década de los setenta”: fue terrible
por una cierta posibilidad de que fuera la última”. Las dos décadas siguientes
la de los ochenta y noventa se
atraviesa con: “la idea complaciente de que la vida no fuera algo que trascurre
como el rió de Heràclito, sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir
asándose del otro costado por noventa años mas”. Esta década se despliega como
el retorno a la fuerza de las artes del amor y se recuerda la niñez, los doce
años y la idea fatal de los átomos destruidos: la muerte.
Bibliografía:
GABRIEL GARCIA
MARQUEZ, “MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES”
Editorial Norma.
YASUNARI KAWABATA,
“LA CASA DE LAS BELLAS DURMIENTES “.
Luís de Caralt
Editor S.A. Barcelona.
EL AUTOR:
Nació en la
ciudad de Medellín, escritor. Fundador de la revista de literatura Rampa, ha
publicado ensayos sobre escritores colombianos y latinoamericanos.
·
“Vueltas en torno
a Mercedes luna de Manuel Mejia
Vallejo”.
·
“Efe Gómez y Uno
de los iniciadores del cuento Antioqueño”.
·
“Horacio Quiroga y
el cuento Moderno”.
·
Libro de cuentos “Nadie dijo Nada”, y “Esa
Gente del Barrio”.
·
“Nietzsche y la Música de las Esferas”.