sábado, 30 de octubre de 2021

LA POLÍTICA CUQUI Darío Ruiz Gómez

 


LA POLÍTICA CUQUI

Darío Ruiz Gómez

El pensador inglés Simón May y al cual he referenciado en esta columna ha escrito valiosos  ensayos sobre la cultura actual  y su ensayo “La estética Cuqui” continúa teniendo  una amplia repercusión pública  en el  análisis  de grupos jóvenes, millenials, hipsters  definidos  por su indiferencia frente a la vida comunitaria, y por haber incorporado lo que llaman una estética mañé  en sus diseños  de peluches rosados, sillones verdeamarillo  y  el ternurismo como estética de las emociones. Lo que no se había previsto fue la influencia de esta estética en los grupos de gentes de edad en esa tendencia, por ejemplo, a mirar con ternurismo – no con humanidad- al asesino, al terrorista, por considerarlos “víctimas” de la sociedad. Cualquier video sobre un empresario, hacendado, industrial, actor o política(o) nos descubre el panorama de un gusto caracterizado por una cursilería pretenciosa o por la afición a una música donde en mansiones ostentosas con más ostentosas caballerizas y mujeres jóvenes levantando la copa de vino con el pulgar en alto y el cantante disfrazado de ranchero de las galaxias nos recuerda las “traiciones de las malas mujeres” y el papel de las cantinas de pueblo trasladadas a la sala de esas mansiones para “ahogar las penas de amor”. ¿No es esta estética populachera la que han puesto a cantar a nuestros niños y niñas, mujeres y hombres y mujeres de edad-como lo ilustran los concursos de voces en t.v, o lo ilustran miserablemente las miles de emisoras repitiendo cansinamente las rancheras de los años 60?  La cursilería como ideología cultural– no lo duden- impuesta por algún Cartel mexicano – las FARC y sus corridos revolucionarios- a través de este melcochudo  sentimentalismo tiene como  objetivo  como señala May  degradar  los últimos vestigios de una sociedad racional  y  lograr  que frente a la violencia  respondamos no con el debido  criterio moral  sino con un infantilismo mental que disculpe  pero  no condene a los delincuentes.

Lo Cuqui – fenómeno estético propio de niños grandes  que hoy permea nuestra  política a cualquier nivel social- como recuerda May detrás de su ternurismo, de su supuesta bobería puede esconder –como de hecho lo hace- un reverso tenebroso, oscuro, malévolo, Pactos, Alianzas, Uniones electorales donde  los firmantes que dicen representar las bases populares, recurren a una imagen deformada del campesino(a) y del obrero(a) intentando lavar su pasado político. Recurrí de nuevo a May  siguiendo en estos días la política colombiana porque viviendo como estamos el clamoroso  descrédito de las viejas costumbres políticas, de la figura mediadora del político(a)  y comprobando con estupefacción que la mayoría de estos políticos(as) seguramente por pura incapacidad mental continúan machacando una retórica  que de envejecida se ha hecho Cuqui debo declarar  que ya en el caso de los dos Gaviria, Fajardo, Robledo, de la Calle, Galán, Cristo, como de los Sanguino, Benedetti, Roy Barreras, la Sandino, Vargas Lleras, Timoschenko, etc hay que hablar de un cuquismo melancólico de tiernos ignorantes, juguetes artesanales, caricaturas de los grandes líderes del pasado, algo  que  viene  enmarcado por la imperdonable  ignorancia  de no saber distinguir entre el bien y el mal.

Es en un momento tan crucial como el que vivimos cuando la rabiosa estigmatización hacia la Derecha por parte de una izquierda ilegítima debe llevar a  quienes  nunca tuvieron temor alguno de ser tachados de “derechistas”  a levantar la voz por encima de la censura y la persecución,  como en la erguida respuesta de Camus, de Raymond Aron, de Mauriac, de Merleau-Ponty  de acompañar a De Gaulle para salvar a Francia  en momentos en que la izquierda apoyaba  a los soviéticos. No dudo duda alguna de que quien hable fuerte, con la energía moral de quien defiende un legado de la civilización que no puede perderse será la voz que derrote a estos emisarios del terror y la matanza y que rescate nuestra tradición de democracia. PD Lo Cuqui de la “Colombia humana” es un pleonasmo.

domingo, 24 de octubre de 2021

AZARES DURANTE EL OCHO DE MARZO / Raúl Mejía


 

AZARES DURANTE EL OCHO DE MARZO …

Raúl Mejía

¡Demonios!, ¿por qué se me ocurrió salir durante este “8M”? Despistado que es uno, afanes de abandonar excesivas aprehensiones. Temprano cumplí con inveteradas rutinas: café, cápsula de omeprazol, salida con la mascota, otear contaminado valle. Vistazos morbosos a mi(s) páginas(s) de Facebook: nada notable, excesiva basura mediática. Obvio que en la mayoría de titulares de periódicos se recalcaba la impronta de dicha fecha: el 8M, sí, quedaron en mi retentiva feos rostros de brujas representativas. Ducha, disculpa en casa con respecto a “casi olvidada cita” y soy quien sale de la unidad residencial sin rumbo fijo.

Caminé con fruición, suave clima, dádivas del invierno acentuaban frescuras. Usuales vendedores de frutas, en pro de no desgastarse oralmente, optan por grabar sus ofertas. Recién abren negocios; todavía barbijos, escasos transportes escolares, madres voluptuosas llevando a infantes: descripción de cualquier paraje medio burgués. Nada presagiaba motín feminista horas más tarde. Seducido por recuperado placer de la caminata, me allegué a predios de la biblioteca Piloto; antes, sí, recorrido a través de corredor afín al encuentro de universitarios y otros vagos, sumidos entre licor barato, marihuana, amén de pésima música. Lucía, por lo temprano del día, desolado. Mi interés hacia la biblioteca no se centraba en prestar material de lectura: ha poco había comprado tres novelas y ante apabullante abulia, medianamente concluí la más corta. No, deseaba acceder al pabellón que ofrece fotografías del antiguo Medellín (habita en mí voyerista anacrónico). Mala suerte, resulta que se debe solicitar “cita”: ¡vaya idiotez! Sin otro anhelo, acudo a decente cafetería, solicito tinto, mientras lo traen, tomo ejemplar de pasquín gratuito que circula mensual. Aun sol; empero, frígida brisa preconiza, de seguro, lluvias vespertinas. Traen el tinto, carrizo y alarma: seis complejas “señoritas” (supongo) abandonan lentamente la biblioteca -no las vi allí-. Visten de negro, cabello corto, tatuadas, cada una con sucias mochilas y chamarras (palabra que le agrada a Ben Hur) atropelladas por el mal gusto. Estaba centrado en sorber el cálido líquido, pero aquel cortejo me instó a colocar con cautela el pocillo. Caminaban por parejas, quienes estaban a la derecha voltearon a mirarme con ferocidad, deteniéndose intempestivamente. Sospecho que al unísono les avisaron a las siniestras, pues el sexteto completo optó por mostrarme erguidos dedos anulares, sumando el gesto de esputar. “¡Ve estas malparidas!”, pensé, quise decirles, pero rápidamente salieron. “¿Será que me conocen?”, barrunté, mientras apuraba lo restante del tinto. Solicité adicional taza, empezaba a sentir frío. Tomé el periódico e inicié acto de hojearlo. Este rotativo, el mismo que puede leerse en formato digital, trata asuntos citadinos, culturales, omitiendo temas escabrosos. Nada mal, paso sin afán sus hojas. Ya bebo segunda porción de aromático café, prosiguen vientos gélidos, pero no hay indicios inminentes de lluvia. En la penúltima página se avizora extensa entrevista, quise centrarme en ella, pero he que suena mi celular. Es la esposa: “que si pasé por alguna ferretería”, me dice. Le respondo que “no”; “ok”, responde con resignación. Con la certeza de reconocer al entrevistador y al entrevistado, doblo el folleto, saco billete, cancelo, salgo. Bullicio creciente, infaltable el de la avenida Colombia. Avanzo sobre temerario puente, el mismo que pronto te adentra en inmediaciones del centro de la ciudad. Tomo acera derecha, va de occidente a oriente por la calzada sur. Metros adelante se prefiguran la universidad Autónoma y lúgubre centro de acopio de bandidos, quizás el sitio más tenebroso de esta cruel metrópoli. Personas con tapabocas, otros no. Ingentes cantidades de vendedores ambulantes en profusión de rosas para ambientar el “día de la mujer”. Camino sin prisa, estúpidamente temerario. Supongo que en cada esquina han de ubicarse policías, la mayoría bachilleres, mirando celulares, escuchando asqueante reguetón. Compro trozo de sandía: roja miel, carne esplendente. Mastico, arrojo semillas. Parque de Berrio, infaltable grupúsculo de ociosos observan a hambrientos indios tocar flautas, ocarinas. ¡Cuánto potencial ladrón se escurre a lo largo del cementado espacio de este sitio tradicional! Bajo frontispicios de edificios se ubican intensos sujetos ofreciendo volantes en aras de consultar a brujas, salas de masajes o préstamos. Los recibo, los arrojo. Involuntariamente paso ante umbral de residencia de mala muerte, minutos antes vi salir al tontarrón Afrecho Yardas con su sombrero de arriero, abrazando a Ana Pachita, la mofletuda, rolliza poetisa de cabello enmarañado.

-“Eres más profunda que todos los manifiestos de Breton”, le decía el andariego.

-“¡Oh mi Afrecho! Y tú, sí que sabes de rutas”, respondió Ana Pachita.

De reojo me observaron. El idiota se sintió víctima de sus “fechorías” intelectuales, congelado rictus se eternizó en su rostro. Los vi andar de prisa: artrítico balanceo de Anita e indómito cabello semejaban escape de algún edén. Sonreí, cada quien es dueño de su mal gusto. No consideraba quedarme mucho tiempo por aquellos ámbitos, estos recovecos sólo excitan a obsesivos de escombros finiseculares. Un tris desubicado, atravieso centro comercial que me allega a la avenida Oriental, percibía urgencias de cafeína. Pese a fragores impertinentes de autos, peatones, vocingleríos varios, alcancé a escuchar mi celular. Reiteración desde la esposa con necesitada ferretería. “Estoy en el centro, no hay por aquí”, le contesto. “Vale”, susurra.

A ver, tengo enfrente edificio de Comfenalco, pero esta vez no me seduce; igual, paso ante vitrinas exteriores: nada interesante. Llego al “Palo”, aguardo cambio de luz del semáforo, paso. Ya pronto en cafetería y enorme sala de billar; en su interior, bastantes desocupados. “Tinto doble”, le solicito a avejentada dama. En la pantalla de televisión noticias: se aprecian prematuras marchas feministas, amén de cansina parafernalia publicitaria sobre lo que se celebra hoy. Respiro, mente en blanco. Voy al orinal, regreso. Exquisita penumbra donde me he ubicado, pero se dificulta leer aquel panfleto que cargo desde la Piloto, a medias aprecio fotos de los actuantes en extensa entrevista, pero sigo sin identificarlos. “¿Qué te pago?”, inquirí a la señora. Con los dedos señala “cuatro”, le doy cinco. Se acerca el mediodía, tengo hambre. “¿Hora de volver?”, sonso soliloquio. Le respondo: “¡Ah, qué pereza, comeré algo por ahí!”

En vista de contar con escaso dinero, procedo a ubicar modesto restaurante. Justo al lado del Colombo Americano hay uno que conozco, voy allí. Mesas ocupadas, pero no ancha barra de madera que amplifica el modesto espacio: la prefiero, permite darles la espalda a seres que no me interesan ; además, se pueden observar paseantes a través de grueso cristal. Solicito menú del día, inicialmente traen guarapo, bebo breves sorbos. Mesa que desocupan, mesa que de inmediato ocupan, “les va bien”, barrunto. Cruza consuetudinaria ruta de buses Coonatra, inevitable nostalgia: recuerdo cuando estudiaba inglés aquí enseguida, hace muchos años. Distraído, no me doy cuenta de que a mis espaldas se acomodan par sujetos, uno narigón, fofo, perfecta cara de idiota. El compañero es viejo, destartalado, canoso, con incipiente chivera. Surrealista chillido de sus sillas me motivó a vistazo de soslayo. “¡Marica, miren quiénes están aquí!”, pensé en voz muy alta, tanto que juraría que me escucharon pues, intempestivamente, fijaron mirada estupefacta sobre mí. Traen sopa, seco, cubiertos. El narigón empalagoso, ubicado detrás, solicita con vocecilla destemplada:

-Joven, nos trae dos platos grandes de fríjol. Para mi invitado, mitad caleño, mitad antioqueño, mayor poeta de Colombia, le añade buen hogado.

A lo que el dependiente, de aspecto oriental, cansado y malhumorado, responde:

-¿Qué lo quiere recalentado?

-¡No, con hogado!, farfulla el vejete, cual condenao.

Esta vez sí reí con fuerza, silencio ominoso, murmullos. Como sin afán, intento disimular. Al cabo de minutos se desovilla diálogo desopilante entre ambos. Es confuso, como llenar una alberca con haikús gelatinosos. El viejo expresa disgusto con  documental sobre sí, arguyendo que lo describieron cual pelele sin orientación. Cita dificultades con respecto a aplazada tertulia, falta de vino, galletas, loas. Su heraldo Fabio escucha, parte aguacate y frase tras frase espeta el calificativo “maestro”, preguntándole:

-Maestro, veo que has traído dos ejemplares de tu última obra maestra, ¿vas a donarlos?

-¿Donar?, ja, mis gónadas. No, se los voy a vender a Víctor R., ahora más tarde.

Maestro, no se enoje conmigo -que tanto lo idolatro-, pero, lo leí y no entendí.

-Tranquilo, ja, yo tampoco. Son  vejeces pos surrealistas …

Entre tanto concluyo, estiro manos, piernas, tomo recibo, cancelo. Ante la caja registradora volteo con evidente sesgo de burla hacia ellos. El carcamal se me queda mirando, mientras moscas se posan sobre grasientas tajadas de plátano maduro. “¡Poetastros de mierda!”, quise decirles, pero lo evité esta vez.

En la calle, muelle, vuelvo a reír. “Raúl H. y pedante Fabio, hartándose de fríjol como en aquella grabación, jajaja”. Arribo al parque del periodista. Distraído, mientras oteo puesto de revistas, casi a empujones me tumban otras seis mujeres, no las mismas pero parecidas: igual  vestimenta, actitud. Se han apeado de bus de Aranjuez Santacruz, huelen mal, a grajo, supongo llevan meses sin bañarse, depilarse, con sólo medio hablar se les deslíe comunal halitosis:

-¿Por qué nos bajamos aquí?, consulta alguna.

-¡Qué importa!, espeta la que supongo líder.

Este grupo carga pendones, no distingo lo escrito entre predominante color negro. Antes de que vuelvan a rozarme, hurgo ruta de escape con presteza; aun así, las veo ejecutar no dedos anulares erguidos, sino cruce de izquierda a derecha -con dedo índice- sobre su cuellos tatuados. “¿Otro gesto para mí?”, pienso. Felizmente se dispersaron aprisa hacia las torres de Bomboná. “¡Qué asco de viejas!”, le expreso a casual vendedor de cigarrillos: solo me mira, displicente. Deambulo apático, enajenado. Alud de conjeturas y “déjá vús” cae con inusitado peso: “¿qué hago por estos lares?, esto ya lo viví, lo escribí”. (Es cierto; empero, cuando retomas relato al azar de libro supuestamente leído, aquellos escasos dicen no conocerlo, los mismos escasos que lo tienen). “Si, escribí sobre cómica confusión afuera de …” ¿Es prudente arriesgar mi condición de preso domiciliario? ¿Tienen que ser los mismos con los que cínicamente me topo? ¡Vale, vale!, reacciono manierista, al igual que surrealista tropical: admito total pobreza narrativa, repetición de clichés, lugares comunes. “By the way of” lugares comunes, para variar, heme bajo parapeto salvador de local donde funcionan imprenta, fotocopiadora, venta de artículos de oficina. Ocurrió que, tras cruzar feroz calle, tres cuadras abajo del teatro Pablo Tobón, se desencadenó agresivo chaparrón, refugiándome bajo esos aleros tras voluminosos goterones. Otros no, vaya empapada de no pocos incautos. Esta escena, abastecida de gotas, aires irrefrenables, alejó preguntas, incriminaciones. Consulto hora en mi celular: 3 pm. El sitio en que procedí a escamparme disponía -también- de resquicios, confluyendo hacia vasta puerta de acceso. Enormes ventanas, atiborradas de oxidados barrotes, dosificaban el interior. Ah sí, ya había estado en este negocio, rememoro ocasión en que mandé a imprimir estúpido libelo escolar, todo en pro de complacer al cerdo rector de entonces: “don Yugo”. Llueve con ínfulas de desastre, ateridos transeúntes, frío y deseos espantosos de tinto. A dos pasos adquiero uno, bebo con placer. Incisiva luz, consecuente trueno me hicieron virar hacia el interior del enorme local. “¡Diablos, tiene que ser una broma!”, gluturo con saliva dulcificada. “¡No puede ser, lo que puede la edición!”. Al fondo, paseando su trasero de boba, seduciendo detritus, se contonea sonsa modelito/poetisa, embajadora del festival del cerro fredoniano. Al parecer se encontraba mirando bocetos para su quinto orinal lírico en ciernes, tras recorrido por México. Entre mirar, criticar, se alisa el cabello, saca espejo, se retoca maquillaje, agarra celular y se toma selfies: ora de pie, agachada, mostrando culo hasta donde le sea posible. “¡Sonsa!”, susurro y pareciera que hubiesen oído pareja de sujetos que se acodaban tras ventana que daba hacia la avenida Girardot. Estoy seguro de que se detuvieron en mí, mas, al no reconocerme, suponiendo que soy cualquier imbécil, retomaron (supongo) discreto diálogo, embebidos en la contemplación de la modelito quien, para sorpresa de la inteligencia, la tildan de poetisa. Chismoso, me apresté a seguirles la charla:

“-{…} mira que está como buena”, dijo el más bajo, desagradable tipo regordete, semi calvo, con chivera hirsuta, derrumbando con aliento a whiskey.

-“Si, lo está”, respondió el otro, señor de aspecto gris, truculento.

-“Casi me la echo al pico”, expresa el regordete, acudiendo a gesto libidinoso que llevó a que su abdomen sobresaliera de ceñida camiseta.

-¿Sí? ¡Qué rico!, ¿la invitaste al festival?

-¡Obvio!, hizo parte de selecto grupo de carnaditas, pero se emputó cuando se lo pedimos.

-Pienso traducirle al francés una pendejada en prosa que escribió.

-¿En serio Rafa? No jodás …

-¡Ah hombre Nando!, cada quien se las ingenia.

-“Mmm …”, farfulló el obeso lujurioso, agregando: “esa no da la talla”.

Asqueado, me moví hacia la otra ventana. Había optado por alejarme, pero proseguía con ímpetu aquella tormenta. Observé al par de viejos ir y darle sendos picos a la modelito/poetisa. Ella les propuso posar al lado de sus afiches. ¡Mala peste lo coma! Bajo aquella segunda ventana, escondido, en perfecta sincronía con su devenir de cobarde, se prefiguraba figura del estafador, acosador sexual de Fallidos … “¡Marica!”, modulé, “¿quién falta, Pedrito?” Amainaba la lluvia, arreciaban delirantes avanzadas de peatones en todas direcciones. Enceguecedor haz de luz y luego colosal trueno nos hizo, literalmente, saltar, expresar unificado ¡Hijueputa!. Al instante del fogonazo, por sortilegio narrativo, los del interior del local miraron hacia afuera, topándose nuestras miradas matizadas de fobias. El tramacazo sonoro provocó que rasgase el periódico, en particular la portada, alejándose al ritmo de zigzagueantes ráfagas, a duras penas leí parte del título: “pel”. Protegiendo la sección de la entrevista, doblé lo restante, usándolo como modesto paraguas. Iba en dirección de Junín, al cabo de varias cuadras cesó el diluvio. Persistente humedad, la misma que ante el caos vehicular se dispersó como grasa sobre parrilla al rojo profundo. Me dejé desplazar, aproximándome hacia el sector de la Alpujarra. Nada me esperaba allí, pero una vez en esas inmediaciones, tomaría con facilidad transporte. Justo donde vira el tranvía, metros abajo del edificio de la Beneficencia, sector proclive a ópticas, he que por poco me topo con personaje faltante en este bestiario, el adalid de ruinas paisas, Víctor B. No me reconoció (sólo reconoce lo Nada …), yo sí; sin embargo, evitaría cualquier coloquio. Le escuché con parla modosa, intrusiva, despedirse de regordeta dependiente:

-“Mija, agradecido pues, veo mejor: lo nuevo, bonito; lo viejo, espectacular. Me cuenta si vienen los de espacio público o cualquier zángano del municipio con amenazas de querer tumbarles el negocio: sigue preciosa esta armazón centenaria. Lo que sea me avisa, vengo con novia, cámara y dúo de poetisas (entre nos, horrorosas), Ángela y Devora, para defenderlos.”

Se despide, prolongando pegajoso beso, yéndose -seguramente- hacia el salón Versalles o parque de Bolívar a fantasear con actriz viuda del agraz Bernardo. Sigo, se renueva  tonta llovizna. Llego a la calle san Juan y helas que empieza a agigantarse aglomeración de variopintos entes, mujeres la mayoría, en son de protesta anti patriarcal con motivo del 8M. “¡Ay!”, profiero fastidiado. “No puede ser”, expiro, como si soltasen sobre mi cuello cuchilla de guillotina. No me provoca regresar, se tornan invisibles los taxis. Tacos espantosos de rutas que viran en dirección hacia esta ancha calle, en sentido oriente a occidente. Se prefigura única alternativa: escurrirme hasta la avenida del Ferrocarril o cercanías del edificio inteligente y una vez allí, lanzarme al primer bus o colectivo. Este mitin adquiere connotaciones espantosas, se extiende como herida ávida de tendones. Sobre escalinatas del centro administrativo se apostaba grupo del Esmad. Coléricos gritos, tambores, estallidos de pólvora gestaban peligroso pandemónium. Supongo que llevaba rato sonando el celular. “¡No lo escuchaba”!, le dije a gritos a mi esposa. “¿Qué quieres?”, pregunto. A medias le entiendo la palabra “ferretería”… “¡No, no hay!, ¿qué es lo tan urgente?”, le inquiero. Ella grita con enfado: “¡necesito una hija de puta bomba para destaquear el inodoro”. “¿Una qué?”, hasta ahí llegó la batería del adminículo. No veo teléfono público bueno, los vendedores de minutos se esfumaron. En medio de empujones acaso si he avanzado veinte metros. Los del Esmad empiezan a lucir nerviosos: viejas horrísonas, travestis, machorras y gama indescriptible de maricas, drogos, amantes del reguetón oficiaban un aquelarre de estupideces. Adyacentes a primeros pilares del parque de las luces, he que se ubican las primeras seis femininazis de la Piloto, a un costado las seis del parque del periodista, esta vez con sus pancartas festoneadas con versos de la Pizarnik. Y que se les unen adicionales seis macabras, mostrando su lema de las SS PIZARNIKIANAS, entre espeluznantes tatuajes. “¡Me llevó el putas!”, modulé, si son las sumisas sacerdotisas de la grotesca Alejandra. Si me descubren, adiós testículos. Esos tres sextetos, en bíblica fusión del 666, empezaron a canturrear: “Poeta machista que veamos, lo quemamos”; también, lo que el juvenil Pedrito escribió (tal vez bajo efectos de primer guayabo): “¡Alejandra, Alejandra!, mueran los hombres, no los necesitamos.” Y que dicen a fumar, propagar melodías del infumable Maluma (¿y su anti machismo?), depresivo Balvín. Millares de depresivas, con aspecto de cuchillos mellados, se unieron a aquel delirio.

Pésima suerte la de un pobre diablo que se atrevió a injuriarlas: lo agarran, pellizcan, arañan. Se arma trifulca, usuales pillos se meten, vuelan pendones, rímeles baratos. Ante esto, se involucran los del Esmad, disparan granadas explosivas, lanzan gas lacrimógeno. Vaya pelotera, Evas y Adanes dándose manazos. Lluvia, truenos, pitos cacofónicos de autos estancados, las SS PIZARNIKIANAS en desbandada, periodistas hostigando, ojos llorosos. Casi me gano garrotazo, pero el policía alcanzó a diferenciarme. No tengo pañuelo, como puedo calmo ojos ardiendo. Bastante mal me arrojo al interior de un carro particular que se ofreció como colectivo. Vamos, comentan eventos, se aplacan mis sentidos. Voy adelante, no me incomoda recibir de costado llovizna. Desovillo el maltrecho amasijo de hojas impresas, reconozco al entrevistador, es conocido docente de la U de M, entrevistando a un supuesto filósofo, historiador y, claro, poeta con  lograda cara de imbécil. Mientras que, para variar, suena asquerosa canción de operada bichota, siento que se entremezclan gastritis ulcerosas al leer las petulantes respuestas de ese “Innombrable”. Al detenernos, aprovecho pote de basura, lanzando aquellos papeles. “Prefiero dejarme castrar por las SS PIZARNIKIANAS, que leer lo que responde semejante orate.

 

sábado, 23 de octubre de 2021

PETRO NO EXISTE EN LA REALIDAD / Darío Ruiz Gómez

 


PETRO NO EXISTE EN LA REALIDAD

Darío Ruiz Gómez

Imaginemos que de común acuerdo  los diferentes medios de comunicación  dejaran de referirse a Petro; instantáneamente  desaparecería y para siempre de cualquier realidad. Para que un dirigente logre convertirse en un líder carismático- pongo el ejemplo- necesitaría de haber sido ejemplarizante  y puro, ajeno a  las vulgares  ambiciones terrenales de la corrupción. Pero para desgracia suya Petro nunca se borrará de nuestra mente cuando el video lo muestra con grosera  precipitud  contando fajos y fajos de billetes que saca de una bolsa en la actitud del desconfiado delincuente que certifica con ese recuento que no lo van a engañar  y que la suma enviada es exacta a la que esperaba  recibir. Hemos visto esta misma secuencia en muchas series y películas del llamado Género “Noir”. Ni Dillinger ni Capone, ni Escobar hubieran existido de no darse de por medio el sensacionalismo  de los grandes magazines dedicados a  convertir en escándalo público cualquier suceso violento. Como lo corroboraron  las últimas investigaciones de la Unión Europea sobre el caso de los independentistas catalanes y sus jornadas de violencia la colaboración de las plataformas rusas a través de las redes sociales fue decisiva pero más importante lo fue la colaboración  del llamado Crimen Organizado. Volvámoslo a recordar: esto ya se había dado en el nazismo, en el fascismo italiano y se sigue dando en el peronismo kirchnerista  y con más exhibicionismo  en el narcomadurismo. No por otras razones entraron al  crimen organizado del tráfico de drogas, de oro, coltán, blanqueo de capitales,  el ELN y las FARC y su “revolución” pasó de ser nacional a ser “global”.  De hecho tal como lo recuerdo personalmente a pesar de que se explotaba el nombre de “El Pueblo” la Anapo (Alianza Nacional Popular” del rojaspinillismo) , de donde viene Petro,  estaba conformada en sus bases populares  por el lumpen y la escoria de las ciudades.

La relación entre el populismo  supuestamente encargado de sacar de la miseria  a las gentes pobres y el Crimen Organizado a nivel internacional  se encarga de recordarlo  un Capo como Putin y su sociedad regida por las bandas de asesinos, de envenenadores. Petro se ha mantenido desde siempre en el espacio de esa inexistencia que permite lo virtual  que le permitiría  desaparecer en cualquier momento sin que ningún Cuerpo de Seguridad   nacional  pueda impedirlo. ¿Cuál es el prontuario que sobre cada una de sus presuntas fechorías ha venido levantando la Justicia colombiana? ¿Dónde está aquel personaje que le dio el dinero para enlodar aún más su nombre? Ningún prontuario conocemos y el presunto delito se esfuma convertido en noticia del día. Maduro ha creado este espacio gótico donde cualquier delincuente internacional puede desaparecer cambiando de rostro, disfrazándose de nuevo rico latinoamericano en cualquier playa Mediterránea o de la Florida. Álex Saab en el momento de su detención en Cabo Verde –la tierra natal de mi amada cantante Cesárea Evora- debió darse cuenta, lleno de pánico, que su terrible error fue el haberse detenido a abastecer de gasolina su avión particular en un lugar que consideraba  inexistente como llegó en su euforia a pensar, olvidando que ya la prodigiosa voz de Cesárea  Evora había rescatado a Cabo Verde de la invisibilidad geográfica  para recordarle  al “Golfinger” madurista  que allí existe y está vigente la  Justicia  y a pesar de la modestia de su economía  esta justicia  desconoce  la corrupción y es esta Justicia la que ha permitido que se abran los ventiladores para que descubramos todo lo que supone este entramado criminal disfrazado a conveniencia de causa política donde ya no hablamos de delito penal  sino de la infamia que supone dejar morir de hambre a millones de seres humanos robándose el dinero destinado a salvarlos. PD Petro sabe que la justicia colombiana no lo juzgará, lo está haciendo la Justicia y no el Gobierno norteamericano.    

viernes, 22 de octubre de 2021

Diostedé / Antonio Arenas Berrío

 


Diostedé

Antonio Arenas Berrío

Fue una tarde de un lunes del mes de Enero, ardiente, acosada por el calor, el viento y un sol que llegaba fuerte desde las alturas. Llegué al Café - Tucán, a tomarme un Café, a saborear un buen Café. Pocos placeres como tomarse una taza de Café. Confieso que si hubiese sido mujer, usaría el Café como fragancia o imaginaría un perfume con olor a un fino Café. Allí en el Café, estaba Antonio, sentado en una silla verde, frente una mesa de madera al natural; las otras mesas estaban llenas y la gente hablaba sin cesar. La clientela iba y venía y todos eran atendidos a su debido tiempo. Cavilaba y trataba de memorizar el rostro y la silueta de Andrea; asimismo pensaba que todo lo sencillo es naturalmente, hermoso, florido y gracioso. La sencillez en una mujer es una virtud y se puede notar en su cuerpo, su rostro, en el sentir y en el amar. Sencillez en el saber, en el profesar unas costumbres y hábitos familiares. Candidez en la sabiduría, la ignorancia y en los vínculos  tradicionales en la preparación del Café. Algunos dirán que todo puede reducirse a beber una buena taza de Café y a la pura y simple contemplación de una  bella mujer. En el Café llamado Diostedé, se podría creer que se elaboraba el Café más sabroso y delicioso del Mundo, se decía que tenía: “El sabor de una experiencia diferente”. El Café servido, en pocillos blancos de porcelana era tan exquisito que a veces en la puerta del “negocio” se hacía cola a la espera de una mesa y unas sillas para saborear un buen Café y un pedazo de torta de manzana con nueces u otros sabores. Leer un libro o detallar un poema, examinar lo que alguno dejaba  escrito en las hojas de un cuaderno y que a veces creen tener aspectos literarios, algunos se erigen poetas y escriben versos al azar. Otras veces los compradores disminuían por los avatares laborales de la gente que allí asistía y sus múltiples ocupaciones en sus casas y oficinas.  Andrea, una de los artífices de tal obra maestra de la bebida de Café, se sentía muy a gusto por los halagos, ella se quedaba quieta, se sonrojaba con facilidad y su rostro se ocultaba tras unas gafas algo grandes y sus ojos perfilaban una mirada recóndita y escrutadora. Cuando uno de los clientes la miraba fijamente y la coqueteaba, su rostro se tornaba serio y su mirada se hacía más penetrante, se podía decir que, Andrea conectaba sus cinco sentidos. “Yo”, que la observaba, Andrea, siempre se acercaba y me decía suavemente al oído, le sirvo otra taza de Café. Andrea, es una mujer encantadora, por no decir esbelta, con una figura torneada y el cabello un poco largo. Es amante del trabajo, a veces se torna modesta, sencilla y discreta, se podría decir que distante. Era una mujer feliz sabiendo que podía dedicarse a algo diferente  y que le apasionara. Le gustaba seleccionar el Café, el agua, y otros ingredientes, medir el calor y atender directamente a los clientes. Se pasaba horas y horas enteras estudiando la combinación perfecta. Café, agua, maquinitas para moler Café, cafeteras y el ingrediente secreto, para crear una bebida perfecta. Se encerraba unos días en su “negocio”, cuando la clientela ya no estaba e investigaba el uso adecuado y los ingredientes para una excelsa taza de Café. Sabía que todos los ingredientes combinados entre si aportarían un sabor más intenso y suave al Café. Andrea, probaba en pequeños sorbos y observaba cada pizca de Café dentro de los recipientes, para revisar el tiempo, exacto de la infusión  o ebullición. Hay días que preparaba un delicioso Café frío, lo probaba y sonreía para sí con cierto placer y gozo. El Café tiene una marca, Café Uribía, Café de origen, una marca inspirada en el retorno a lo natural y el ensueño del Valle del Paraíso. Un sentido de pertenencia a la Madre tierra. Andrea, ostentaba  que el Café Uribía, gozaba un color intenso, con aromas de cacao y especies que en la boca era carnoso y frutal, con el sabor propio de un Café suave, elegante y con largo gusto. Este Café era producido en la Finca Elisa, en un hermoso Valle, que se asemejaba a un Paraíso y en las laderas del río Cauca, garantizando eso si como buena psicóloga, el cuidado y conservación del medio ambiente y las condiciones de vida de los cultivadores.

Sucedía según Andrea, un buen proceso de siembra, recolección, beneficio, almacenamiento y un néctar garantizado. El Café Uribía, estaba en su negocio exhibido, molido, en grano y con cardamomo. Una deliciosa mezcla de Café y cardamomo. De vez en cuando la vida se tomaba conmigo un Café susurraba Andrea, y no hay nada como una sensible taza de Café para estimular la lectura de un buen libro, la escritura y el amor. Ah el amor, el amor. El Café de Andrea, es como un bálsamo para el corazón y el espíritu. ¿Es sencillamente feliz quien se toma una taza de Café? Claro que sí. Tomarse un Café, es una enseñanza sencilla y sobre todo si es servido por una mujer y en una elegante taza. Un hombre con buen espíritu bebe una taza de Café y en ello encuentra la dicha. Podemos decir que en las pequeñas cosas, la mujer siempre tiene la razón. Saborear, degustar un buen Café es similar a amar y poseer una mujer. Se percibe su olor, es como tener algo para uno solo. Pues toda clase de amor femenino se asemeja a la bebida, beber, gozar y sentir placer. El Café es un gran estimulante para la vida. ¿Cómo se obtendría algo sencillo, que nos agrade al paladar? El mejor Café es aquel, que no nos avergüence beberlo en compañía de una mujer. Al final en mí mesa un pocillo de Café, un apunte para  una abstracción: Vivir con sencillez y saborear un Café. “Un modo sencillo de vida es hoy muy difícil, para lograrlo se necesita más reflexión y mayores inventivas de las que tienen incluso personas muy listas. La más honesta de ellas quizá hasta podría decir: No tengo mucho para pensar sobre el asunto. La vida sencilla es para mí un fin demasiado elevado, esperaré hasta que personas más sabias que yo lo hayan encontrado”.

Diostedé o diotedé, es un Tucán. Una familia de aves fantásticas del orden de los piliformes, es muy amplia ya que alberga seis géneros y cuarenta y dos especies de Tucanes, tienen el pico desarrollado y de vivos colores. Diostedé, es un ave trepadora de plumaje negro, pecho y extremidades de alas amarillas y pico amarillo con grandes rayas negras. ¿Será que tiene esta bella ave, el secreto del Café de Katerine Andrea?  El café alcanza primero nuestros sentidos, sentimiento, sensación y paladar. La boca es el órgano que percibe el sabor y nos da una fantasía alucinante. Podemos expresar lo que alguna vez dijo un poeta: “Déjame saborearte sin inhibiciones, que tu espuma caliente me roce los labios, la lengua, que tu olor estimulante me queme la garganta de placer, que este líquido analgésico acelere el metabolismo de mi cuerpo, que en un par de buches de pasión me trague tu ausencia, antioxidante, que alucine de excitación cuando pase la última gota de esta ambrosia por la boca y chupe el azúcar que siempre queda rezagada en el fondo de una taza de Café.”. Yo sueño con el rose de los labios de Andrea aunque ella no me ame.

antonioarebe1@hotamil.com

lunes, 18 de octubre de 2021

Jairo Osorio y Gustavo Álvarez Gardeazábal: Una amistad duradera



Medellín, 12 de octubre de 2021

Periodista

IVÁN GALLO

Portal Las2orillas.co

Bogotá, D. C.

 Ref. Sobre entrevista a Gustavo Álvarez

  Estimado periodista Iván Gallo, cordial saludo.

 Agradezco a usted la difusión de los cincuenta años de la novela Cóndores no entierran todos los días. Buenas las dos notas, aunque en una de ellas Gustavo siga perdiendo espacio y tiempo hablando mal de quien por durante cuarenta años le ha servido como el que más para sus apetencias y escandaleras narcisistas, en lugar de ilustrar a los lectores y escuchas con las bondades de la obra.

Debo asegurarle que nada de lo que dice contra el suscrito es verdad. ¿A qué editor, periodista, publicista, no le interesará celebrar los cincuenta años de una obra de su catálogo, y más si los derechos de autor de la misma pertenecen a su institución?

La importancia que damos a nuestra tarea hace que las publicaciones del autor se distribuyen en cerca de treinta y cinco librerías nacionales, además de los distribuidores Rettalibros de Uruguay y los portales de Amazon, Buscalibre.com y lalibreriadelau.com, entre otros sitios.

Con el mismo desparpajo conque ha vivido sus desvergüenzas, continúa diciendo mentiras sobre mí. Tengo sobradas razones para demostrar que los insultos a los que vengo siendo sometidos durante este último año y medio (no dos, ni dos años y medio, como lo ha dicho en otros medios), no tienen ningún asidero. Ni yo ni ninguno de los amigos comunes conocemos la causa de su perturbación. ¿La pandemia? ¿La senectud? ¿Su ego incontrolable?

A Gustavo le aplica la anécdota de Mariano Ospina Pérez. Cuando fue presidente de Colombia, uno de sus asistentes le comunicó que Fulano de tal estaba hablando pestes de él, que estaba furioso y denostando de sus capacidades. El presidente, ecuánime como siempre, solo atinó a responder: ¡Eh!, qué extraño. Si yo nunca he hecho ningún favor al señor.

Consta a quienes nos conocen que a Gustavo le hemos servido con abundancia en sus deseos de figuración desde los remotos días en que lo retraté con Juan Rulfo y Camilo José Cela (en 1978). En la Biblioteca Pública Piloto (1983-1987) rendimos todos los honores que pudimos y nos cansamos. En esa época lo saqué de su ignorancia respecto a la nacionalidad de Fernando Vallejo cuando empezó a publicar su trilogía de la infancia. Creía el tulueño que nuestro gran escritor era mexicano. Tengo la columna dominical de El Colombiano agradeciendo mi apunte. Años más tarde, en 2014 (viernes 21 de febrero) presenté a Gustavo a Fernando porque lo quería conocer. Esa noche, inolvidable para todos, quedó testimoniada en la crónica de Pascual Gaviria, “Sainete en Casablanca”, publicada en el periódico Universocentro al mes siguiente (marzo, número 53).

Cuando fue alcalde de su pueblo, realicé un reportaje especial para el suplemento de El Colombiano, de Medellín, publicado con despliegue en tres páginas, sobre su manera informal de gobernar, para celebrar sus ocurrencias. Y siendo director de varias direcciones del ITM, lo tuve allí y publiqué mi libro exaltando su “lengua de zurriago”: Gardeazábal: confesión de parte [2007].

En Ediciones UNAULA lo recogí en 2014 cuando ya nadie lo publicaba por sus altanerías frecuentes con los editores que se atrevían a divulgarlo. No es cierto que Gustavo haya llamado al Rector para ofrecer sus textos. Ni lo conocía. Vino a la Universidad por mí, y con las directivas fui yo quien lo entronizó. Desde entonces, nuestra amistad se mantuvo, sirviéndole con generosidad a sus afanes presuntuosos. Reitero, periodistas, amigos, colegas de otros fondos, regentes de la Universidad, escritores (muchos se quejaban porque yo solamente, en su sentir, publicaba y trabajaba para Gustavo…), atestiguan mi vocación de servicio y la dedicación con la que siempre he asumido el oficio de promocionar a quienes considero útiles para la formación del gusto y la educación de los colombianos.

Desde hace tres años sustenté la solicitud de un honoris causa para nuestro Escritor. Y este mismo año, las directivas no sólo le concedieron ese honor, sino también el de Asociado Benefactor de la Universidad por su dación de los derechos de autor de la obra Cóndores. Es decir, seguimos llenándolo de distinciones, lo que nos acarrea todavía la protesta de profesores que no lo consideran digno para recibirlos.

¿Cuál será la queja de Gustavo conmigo? ¿Cuál es el sentimiento de odio que lo incomoda con este servidor? ¿Por qué dice que lo atropello hace tres años? Le quedaría muy fácil hacerme pagar por ello: el maltrato a los niños, a las mujeres y a los ancianos da cárcel en Colombia, con una simple denuncia penal podría cobrarme lo siniestro y malvado que soy.

¿Por qué, desde hace año y medio no responde a mis llamadas telefónicas, a mis correos y mensajes de WhatsApp? En actitud contradictoria de su parte, ¿no aconseja él e insta a los gobernantes a que hablen con sus enemigos y contradictores para encontrar soluciones a los problemas que aquejan a la Patria? Ahora resulta que se volvió cobarde para hablar con el amigo, de cualquier nimiedad que lo molestó, y solucionar el impase que lo tiene tan ofendido.

Refutar una tontería es mucho más espinoso que hacerlo con una idea seria y bien cimentada, porque no se sabe cómo tomarse con ella sin enredarse en su propia ridiculez”, decía Roberto F. Giusti [1927].

Hasta ahora no había querido contestar a los desatinos de Gustavo porque conozco su talante camorrero; cualquier palabra mal dicha es suficiente para lanzarse de nuevo en otro griterío de bruja, que es lo que alimenta su vida. Y por el respeto que todavía me merece, pero, ante todo, por la consideración que tengo por mi Universidad. No es que no tenga nada por decir. Hay demasiado, pero ¿qué funcionario del país se ha escapado a sus injurias? Hace unos años torturó a Héctor Abad Faciolince, con agravios vulgares contra su padre Héctor Abad Gómez, cofundador de nuestra Universidad, aprovechando el poder de sus honorarios en La Luciérnaga. Nadie supo entonces por qué atacaba injustamente el gozque rabioso. Después quiso vomitar su furia contra Juan Diego Mejía y la Fiesta del Libro de Medellín [2013]. Su pretexto: argüía que no aparecía de primero en la lista de invitados. Fui testigo entonces de aquella rabieta inútil. El inventario de heridos dejado en su carrera colérica es tan largo como el de los muertos de sus novelas.

Los medios de comunicación donde colaboró (desde los años setenta) tuvieron que cancelar sus columnas por las difamaciones frecuentes a personas honorables de la República, abusando del poder momentáneo de su escritura. Los mentores del Cementerio de Circasia rescindieron el contrato de su tumba, donde quería reposar al lado de Ñito Restrepo, por los caprichos desmedidos con que intimidaba. ¡Imagínese, usted, tenerse que perder un muerto de esa calaña! Cómo sería el cansancio al que los sometió. Nuestro Catálogo General tiene ciento ochenta autores vivos. Nadie, a excepción de Gustavo, ha pretendido que lo encumbremos más allá de sus facultades. Con acertado juicio Juan Cruz tuvo el talento para definir a sus colegas de oficio: los escritores desayunan egos revueltos.

Responder a sus ofuscaciones es improductivo. Gustavo es “sapiente”, tiene la verdad absoluta, es oráculo inequívoco, como ciertos políticos de pacotilla. El tiempo que quitaría objetar sus disparates sería trabajo productivo que dejaría de cumplir. Si ahora escribo estas líneas es porque ya me cansé de las majaderías que anda diciendo cada tanto. Tan sencillo que fuera solucionar las diferencias que puedan haber surgido entre nosotros durante la pandemia. Pero no. Con sus falsedades periódicas contra mí parece estar practicando el mandato de Goebbels, repite una mentira que termina siendo verdad. Por fortuna, quienes me conocen saben de mi entereza, esos no me preocupan. Lo que me duele es que quienes no saben de mí terminen por creer que son ciertas sus badajadas. Y que sus fans, harto peligrosos, atenten en un rapto de locura contra quien no ha hecho sino estimarlo y alcahuetear sus vanidades.

Gustavo siempre se ha sentido víctima. Es su coartada para hacernos profesar lástima por él. Desde joven, cuando todos creíamos que se moría por una supuesta leucocitemia. Darío Ruiz lo juzgaba en aquel momento a la manera paisa: “Pobre Gustavo. Godo, marica y leucémico”. Ya viejo, cada que hablábamos terminaba yo creyendo que realmente estaba en la agonía final. Ya ve usted, amigo Periodista, está entero. Por lo menos para ejercer sus habladurías, como buen tulueño, chismosos por naturaleza. Lo asegura él mismo, no lo digo yo.

Sospecho, al igual que algunos de nuestros amigos comunes, que Gustavo chantajea a la Universidad infamando contra mí. La explicación de ello ojalá no sea lo que pensamos. Para mí, y para el claustro, sería más fácil ceder a sus pretensiones, que tenerse que aguantar una borrasca de despechos infundados cada mes. Sería más fácil devolverle los derechos de autor de su obra preferida que aguantarse esa pecueca jacobina en mis espaldas. Pero exigir mi insubsistencia para ceder a su marrullería aldeana es grotesco, un Savonarola moderno, desproporcionado en su soberbia. Presuntuoso, e irrespetuoso, atreverse a ultrajar la autonomía universitaria. Después, seguramente, pedirá que cambien los estatutos para poder seguir publicando en nuestro Fondo o a las mismas directivas, tal su desmesurado envanecimiento, que cree que el mundo está hecho a su medida.

Apreciado Periodista, si desea aclarar alguna duda sobre el asunto en mención le dejo en la rúbrica mi teléfono. No vacile en hacerlo. Estoy a su disposición. En la universidad nos enseñaba Darío Arizmendi que en una noticia había que tomar en cuenta la información de ambos lados para ser ecuánimes. No lo ha hecho ninguno de quienes le están copiando al pie de la letra las instrucciones al dolido. ¡Qué periodismo estamos haciendo! Espero que estas notas que le suministro les sean provechosas.

Finalmente, estoy por admitir el sentir de uno de nuestros profesores. “Tanta vanidad es, en definitiva, falta de talento... En Unaula, por hacer una cosa altruista, terminamos despertando los perros rabiosos del sótano oscuro de la vida de Gardeazábal. Al final de la vida, está convirtiendo su obra cumbre, Cóndores…, en buitres para sacar los ojos a los que no le copian a su jactancia”. 

Bienvenido el debate, no el chisme. La Universidad Autónoma Latinoamericana se distingue por su apertura a las ideas diversas y libertarias, por la observancia a la disputa inteligente, razonable y fecunda. Eso lo debemos aplaudir. Y quienes estamos allí nos parecemos a ella. Lo que no admitimos en ningún momento son las martingalas de los vergonzantes.

 

Cordial saludo,

JAIRO OSORIO GÓMEZ

c. c. Rectoría y directivas Universidad

 

domingo, 17 de octubre de 2021

DE REGRESO A GEORG TRAKL / Raúl Mejía

 


DE REGRESO A GEORG TRAKL

Raúl Mejía 

1

Hace treinta años le escribí una carta a ex compañero de universidad. Entre párrafos, mencionaba el deseo de aprender alemán y con ello leer en su idioma al poeta Georg Trakl. Bien, al igual que con tantas cosas, empresas y anhelos, el asunto no pasó de trivialidad emotiva. A lo largo de tres décadas, eventos variopintos les han ocurrido al emisor y receptor de aquella epístola.

Tal frustración se ha visto medianamente compensada con el acceso a lo que Internet ha ido acumulando en lo referente al autor austríaco; es más, si no velasen de por medio avaricias e inexplicables morriñas, debería tener desde hace lustros versión de su obra completa, amén de miradas hacia su poética, desde el ensayo de Hugo Mujica, hasta reciente novela que reconstruye aquel capítulo visceral del incesto entre hermanos. ¡Pereza devastadora!

Recuerdo haber tenido el trabajo que realizó Martin Heidegger, el mismo que suele citarse recurrentemente, no sin críticas con respecto a sesgos, en especial al complejo misticismo cristiano del vate suicida. Basta anotar su nombre y “Google” provee páginas en castellano, inglés, alemán … Hay de dónde escoger en cuanto a traducciones: van desde un caballero que comete el atentado de presentarnos poemas rimados, asunto muy ridículo, pese a que en el original sí se presenten rimas. De hecho, lo sabemos, traducir es supremamente arduo, pero forzar versiones entre idiomas tan diferentes entre sí como el español y el germano, no pasa de burda maniobra acomodaticia. Se hallan cinco, seis versiones de su obra, por supuesto similares; empero, algunas se estancan al hacerlas tipo diccionario, literales, secas.

 

2

En estos años … Sé, al menos, de un autor peruano que visitó la casa paterna de Trakl, ahora museo. Sensible descripción de una vivencia que ha de ser poderosa para quienes festejamos poemas del autor de “Grodek”. También que Celan joven visitó aquel lugar  o, mínimo, inmediaciones. Especulo que un enamorado Mujica ha debido ir allí, quizás en más de una ocasión. Ya mencioné reciente novela, cuyo título (si mal no estoy) es “HIERE NEGRA ESPINA”, en alusión a intenso verso de Trakl hacia Gretl; podría añadirse acotación sobre película europea de hace pocos años: “TABÚ”. ¡Ha ido en aumento lo concerniente al iluminado, nostálgico de bosques! Debería ser más específico con estos datos, anexar citas o puntualizar detalles. A ver, ocioso en extremo, reacciono de manera cínica pues, no quiero avalar perezas ajenas. Ahí, allí en Internet se encuentran extensiones a lo expresado. Diversos portales españoles, chilenos y mexicanos han hecho magníficos aportes en cuanto a exégesis de la complejidad “Trakliana”. Cada voz que se aproxime a él enriquece ópticas, añade asombros y colabora con el descubrimiento de un ser totalizado por la poesía.

Ya lo he dicho incontables veces: uno de los lugares que me encantaría conocer (antes o después de …) sería esa casa museo. Permanecer, sondear cuanto intersticio fuese habilitado al emocionado turista. Ignoro sí lo logre, es fortuito el tiempo y es probable que se me prohíba. Por ahora, fotos, datos biográficos y sus poemas prevalecen como acicates de un fervor que raya en el fanatismo. Trakl escribió versos poderosamente inquietantes, sobrehumanos. No el primero, no el último ni el único de los grandes Poetas; sin embargo, el dramatismo de su vida le concede, vale, macabro privilegio.

 

 3


Georg Trakl - Canción del solitario

 

A Karl Borromaus Heinrich

 

“Pleno de armonías es el vuelo de las aves. Los verdes bosques.

se han reunido al atardecer en cabañas silenciosas;

las praderas cristalinas del ciervo.

Lo oscuro atenúa el murmullo del arroyo, las húmedas sombras

y las flores del estío, que suenan bellas al viento.

Ya anochece sobre la frente del hombre pensativo.

Y alumbra una lamparilla, lo bueno, en su corazón,

y la paz de la cena; porque benditos son pan y vino

por las manos de Dios, y te contempla desde ojos nocturnos

silencioso el hermano, que pueda descansar del peregrinaje espinoso.

Oh, vivir en el azul animado de la noche.

Amoroso abraza también el silencio en el cuarto las sombras de los antepasados,

los tormentos purpúreos, queja de una magna estirpe,

que piadosamente se extingue ahora en el nieto solitario.

Porque siempre más resplandeciente despierta de los negros minutos de la locura

el paciente en el umbral de piedra;

y lo abrazan poderosamente la frescura azul y el luminoso fin del otoño,

la casa silenciosa y las leyendas del bosque,

medida y norma y las sendas lunares de los solitarios”.

 

Gesang des Abgeschiedenen

 

Voll Harmonien ist der Flug der Vögel. Es haben die grünen Wälder

Am Abend sich zu stilleren Hütten versammelt;

Die kristallenen Weiden des Rehs.

Dunkles besänftigt das Plätschern des Bachs, die feuchten Schatten

Und die Blumen des Sommers, die schön im Winde läuten.

Schon dämmert die Stirne dem sinnenden Menschen.

Und es leuchtet ein Lämpchen, das Gute, in seinem Herzen

Und der Frieden des Mahls; denn geheiligt ist Brot und Wein

Von Gottes Händen, und es schaut aus nächtigen Augen

Stille dich der Bruder an, daß er ruhe von dorniger Wanderschaft.

O das Wohnen in der beseelten Bläue der Nacht.

Liebend auch umfängt das Schweigen im Zimmer die Schatten der Alten,

Die purpurnen Martern, Klage eines großen Geschlechts,

Das fromm nun hingeht im einsamen Enkel.

Denn strahlender immer erwacht aus schwarzen Minuten des Wahnsinns

Der Duldende an versteinerter Schwelle

Und es umfangt ihn gewaltig die kühle Bläue und die leuchtende Neige des Herbstes,

Das stille Haus und die Sagen des Waldes,

Maß und Gesetz und die mondenen Pfade der Abgeschiedenen.

 

Traducción de: Rodolfo Modern

 

Pudo ser otro poema, varios son los que ejercen fascinación. ¿Por qué este en particular? No se trata de “competir” con la extensa mirada del filósofo alemán: “Del camino al habla”. Observé varias versiones, tal vez exista alguna, digamos, “mejor”, pero es limpia esta traducción y al desconocer el idioma original, hay que apoyarse en lo existente vertido al castellano. NO tengo idea (y NO quiero averiguarlo) si en alemán el adjetivo, tan propio de la sintaxis de Trakl, se ubique antes del sustantivo, como ocurre con el inglés, lenguajes relativamente afines. Supongo que sí, lo cual pudiera crear ambigüedad semántica al traerlo a nuestro idioma: existen sutilezas al ubicarlo antes o después. He percibido excesivo orgullo en traductores primerizos al ofrecer versiones de escritores italianos o portugueses. Obvio que hay trabajo, pero las afinidades con el castellano son muy notorias.

Rememoro modelos de análisis, algunos con énfasis recargadamente gramatical: número de versos, sílabas, ubicación de frases compuestas, tiempos verbales, preeminencia de signos lingüísticos … ¡Absurdo!, pero viable, nunca faltarán secuaces de la filología. También acudo a remembranza según la cual presenté examen en aras de hacerme a un empleo. Gran parte de la prueba giraba alrededor de un poema de León de Greiff: allende truculencias semánticas, entrar a “dilucidar” lo que quiso decir el poeta en tal o cual verso, es poco menos que tonto, salvo que sean tierna fabulilla o poemita de poetiso en orgasmo.

Elementos gravitantes en el citado poema: aves, bosques, cabañas, atardecer, ciervo, sombra, silencio, noche, nieto, solitario, etc. En Trakl son frecuentes estos sustantivos (y otros más), conducen indeclinablemente hacia atmósferas quietas, en tensa calma. Proveen descripciones íntimas, en donde lo sereno y siniestro convergen hacia simbiosis muy particulares. ¿Hombre de campo, nocturno o crepuscular Trakl? De seguro, pero no desde la rutina del labriego, sino desde la sensibilidad del sujeto que identifica belleza y deterioro al interior de paisajes, instantes y lo expresa, sumido en intensas hiperestesias líricas.

Sea cual sea el acercamiento a la obra del nacido en Salzburgo, es “leit motiv” referirse al singular uso de colores. Honestamente desconozco si existe un caso semejante. Obvio es que la utilización del adjetivo suele ser apuesta, por lo general perdida. Maestros como Machado, Borges e incluso García Márquez no lo desdeñan, logrando memorables calificativos. Trakl persiste obsesivamente al incluir colores (casi siempre en función adjetivadora) como el azul, púrpura, plateado, negro, rojo … En “Canción del Solitario” aparece dos veces la palabra “azul”, la primera como sujeto ideal -si se quiere- con el participo pasado del verbo animar. Luego, sin duda haciendo referencia al acervo de serenidad de dicho color, lo añade de manera especial al concepto frescura.

Así como astrólogos y taoristas -farsantes ominosos- creen interpretar símbolos o señales, existe sospechosa dialéctica con respecto a los colores, sean primarios, secundarios. Aquí mismo, en este tórrido-violento territorio colombiano, miles de idiotas (a derecha e izquierda) han hecho “re paros” al significado del amarillo, rojo, azul. Gurús de modas, maquillajes e insulsas parafernalias dictan directrices al maquinarlos entre ropas o tinturas sobre la piel. ¿No fue  Neruda a quien le preguntaron por qué había escrito que a los hospitales los deberían pintar de azul?. No faltan …

El uso sistemático de colores o alusiones a ellos en la obra de Trakl conduce a ardua explicación o, sencillamente, podría inferirse que vivía exultante obsesión o lúdica permanente hacia esos matices. De este texto, en otras instancias (cuando era docente), habría solicitado pocas cosas: ilustración, palabras básicas y mirada analítica (a modo de exploración) ante versos sugerentes. En intrincados mamotretos, escritos o por escribir, en donde prevalecen dinámicas universitarias atiborradas de citas, epígrafes, con respetable pero agraz erudición, tendrían cabida análisis vastos. Propongo este verso: {…} “porque benditos son pan y vino por las manos de Dios” {…} Es alusión inmediata a la última cena, ¿o no? ¿Tendría más resonancia la mirada cristiana o, por qué no, Judía, Musulmana, Budista? Pan, vino, Dios son conceptos universales, ¿se los acredita una sola religión? Es aquí en donde, si no me equivoco, que aquel filósofo se detiene, escribe , especula. Lo harían, con gusto, teólogos enfervorizados y, enmarañados en pastiches escabrosos, psicólogos (sin descartar a truculentos philosophos) agregarían sus mezquinas opiniones. Ah de aquel lejano profesor de licenciatura, quien del poema “Futuro” escribió casi una Biblia, ¿qué tanto se explayaría con este verso? Poco respeto profusas capacidades de “doctores”, pues NO todos queremos ser como Octavio Paz o candidato a magíster.

Este poema es hermoso, no el único en el breve corpus de textos de Trakl. De él destaco:

“lo oscuro atenúa el murmullo del arroyo”

“ya anochece sobre la frente del hombre pensativo”

“amoroso abraza también el silencio en el cuarto las sombras de los antepasados”.

De cada uno  pudieran extenderse cuartillas o hermético silencio. Ha de existir inusual ósmosis que provoque en el Hombre sensaciones de arrobo, complicidad o desborde al leer, escuchar o ver alguna creación intelectual y/o artística. Sinergias entran en acción, complicidades estéticas. El primer verso genera insólito ámbito de sosiego, debido a lo oscuro que, en este caso apuntaría a la noche, suma de penumbras o lo que no vive: extrapolar se vuelve aventura peligrosa. Inquietud: ¿qué tanto habitó o permeó en Trakl para revelarnos tan magnífica sensación cromática y sonora?

En el segundo verso, vaya manera de personalizar el verbo anochecer. Es sublime la imagen que crea, allende la oscuridad que acarrea dicha acción, apuntala hacia un urgido momento de paz, mas no sobre cualquier hombre, sino en el “pensativo”. Esta última palabra, peyorativa o descriptiva del sujeto nada común, ensancha -allí- su significado al extremo. Segunda inquietud: ¿por qué sobre el hombre pensativo? ¡Feroz ironía! El tercer verso culmina -de hecho todo el poema pareciera SIEMPRE concluir al ritmo de densa construcción- en un espacio temporal ideal. Con inquietante lenguaje, al borde de umbrales se llega hasta “las sombras de los antepasados? Tercera inquietud: ¿ nos habla de inevitable convite de fantasmas, concreción de irreductibles nostalgias? Georg finaliza seguro sus textos; empero, provoca inseguridad o insatisfacción en el lector, ya que persiste la idea de que nos quiso decir muchísimo más, que tenuemente apertura puertas en donde frágiles luces, estertores o verdades yacen a la espera de ser vistos o jamás comprendidos.

Taladrante pregunta: ¿cómo demonios un ser tan joven logró adentrarse tan abismalmente en la psiquis, en lo esencial de lo visible e intangible? Algunos, por supuesto, lo hicieron e incluso a más temprana edad -pienso en Rimbaud, Lautréamont-, pero no de tal talante, no con la desgarradura ulcerosa de Trakl. Muchos de los que hemos perpetrado versos, en porcentaje próximo al cien por ciento, entre los veinticinco a veintisiete años, apenas si redactamos retórica de pacotilla, balbuceos manieristas, basura por no decir menos. ¿Escasean los iluminados? Honestamente no sé si sea envidiable el que este poeta haya vivido semejantes experiencias: escasos soportarían horadantes estigmas.

Parco, hostil con respecto a las citas, acérrimo enemigo de egocéntricas demostraciones de cultura, sin importar que sean exigidas desde la academia, no podría pasar por alto la siguiente, tomada de ese otro fantástico poeta Paul Celan:

 “Porque el poema no es intemporal. Plantea, ciertamente, una exigencia de infinito, busca abrirse paso a través del tiempo —a través, no por encima de él.

El poema, dado que efectivamente es una forma de aparición de la lengua, y por tanto de esencia dialógica, puede ser una botella al mar, abandonada a la creencia —no siempre muy esperanzada, por cierto— de que algún día y en alguna parte, pueda ser recogida en una playa, en la playa del corazón tal vez. Los poemas, en este sentido, también están en camino: se dirigen a algo.

¿Hacia qué? Hacia algo abierto, vacante, hacia un tú invocable tal vez, hacia una realidad invocable.”


 

COLOFÓN

 

La física aún no explica fenómenos paranormales o sortilegios cuánticos. En teoría es probable regresar al pasado, ir al futuro. Pero son resoluciones a largo plazo o inalcanzables. De poder o haberse dado, ¿qué le diríamos, ¿cómo actuaríamos con el Trakl vivo, aquel mediocre estudiante, huraño, vicioso? Difícil conjeturarlo. Pocos fueron sus amigos, su actividad “social” estuvo enmarcada desde lo distante, lo anormal si así vale decirlo.

Fernando Charry Lara al escribir sobre Aurelio Arturo y en particular destacando la aparición del precioso poema “MORADA AL SUR”, agrega un detalle personal, bellamente honesto al confesar que, tras leer esos versos, revivió o se reorientó en él amor, apreciación por el fenómeno del poema. Expreso lo mismo, admito extrema admiración por la obra del vate destrozado anímicamente por la primera guerra mundial, pues sus poemas concitan a un esfuerzo extra humano al transitar vericuetos de la poesía.