viernes, 1 de noviembre de 2024

Festín de medianoche de Fabio Betancur / Víctor Bustamante

 

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Festín de medianoche de Fabio Betancur

Víctor Bustamante

 Cada escritor aspira a ser poeta ya que, en esa musicalidad, en estas instancias donde las palabras mas recónditas expresan el ser, se constituyen en la forma de enunciar el mundo personal más valorado. De ahí en lo que aparentemente son solo versos, surgen los poemas, es decir las palabras entrelazadas, las ideas, las imágenes, los recursos, las reclamaciones y la hondura de que quien escribe se expresa en esa síntesis de ese puñado de frases que a veces se recogen en dos o tres líneas, pero que también se explayan en un gran poema.

En la poesía reside el misterio de la creación, a ella nos acercamos unas veces con la curiosidad de expresar nuestra desazón suprema y otras veces para una larga confesión por los extremos de algunos desiertos personales, así como nos estremecen cuando sé que quiere volver a la noche como ese símbolo de la exclusión donde no solo somos sombras, sino la expresión más contundente de nuestras largas caminadas no solo por las calles ávidas de vida sino por los recorridos sinuosos con nuestros poetas amados que nos acompañan desde los anaqueles ya sea en las noches de inviernos y cenizas o en los rescoldos humeantes de los últimos leños de las madrugadas cuando sorprende la mañana ante la aparición de un neuvo día como si surgiera con la luz una nueva creación del mundo, y así nuestros pasos furtivos nos obligan a buscar ciertos asilos en nuestros desvelos.

En Festín de medianoche de Fabio Betancur, (2024), hay tanto de su vida, de su discurrir por las calles, por la ciudad, por sus ciudades, por las noches, sus noches, por sus cambios de piel, por sus preocupaciones que lleva a pensar que sus textos son una suerte de diario trasfigurado en sus poemas, a lo mejor escritos cuando la inspiración aparece en los momentos más inesperados o acorralan en los silencios extremos de las calles y aun en los escombros del alba cuando el espíritu, el ser, solo tiene para no explotar de repente que escribir y así sospechar que esas palabras que salen de su mano, son nada menos que ese respirar que lleva a que se escriban algunos poemas que se convierten en la expresión más solícita del escritor.

De ahí que en este libro como trasunto de sus huellas, los pasos dados tantean en su interior sobre los diversos acaeceres para revelar las preocupaciones fundamentales de Fabio que ha sido testigo de una vida, de una ciudad que camina aparejada con sus poemas, como si estos fueron espejos, ese espejo que uno mira en la madrugada en ese isntante preciso en que se descorre el ser de cada uno y debiera mirar su rostro para saber que se es el mismo que se ha levantado y debe mirarse para saber su identidad de una manera total y lleno de perseverancia.

Cuando se lee el título, Festín de medianoche hay algo cierto, evoca bacanales, tiempo sin medidas, lujuria, invocación vida y el licor que corre por los labios de muchachas disolutas y poetas sedientos de chasquear la lengua después de los vinos, los rones y los brandis bajo el desenfado de Villon que se asoma detrás de las cortinas.

Pero hay un tema, el principal, que atraviesa varios poemas desde el mismo prólogo, y es la preocupación fundamental del poeta acerca del proceso de escritura, que significa la parte en apariencia soslayable  del libro, ya que la llegada de la poesía como una iluminación precede a toda experiencia y se confirma en esas palabras que llegan y poseen al poeta sin ser invitadas, siempre apresan a su víctima que es quien escribe y este, como un amanuense, escribe y poetiza desde sus silencios y desde las gavetas secretas de su experiencia donde almacena las circunstancias de la vida, así como las lecturas que llegan con el prodigio de que quien escribe que siempre es el mismo en otras circunstancias y accidentes. Así, quien escribe entra en la intención de acceder a la razón por la cual se escribe y además surge otra preocupación poderosa como la misma escritura: en realidad, ¿quién y qué es el poeta?

Por supuesto que, al lado de encuentros de muchachas que se ven y pasan, sirve como fondo de esta circunstancia, la música, que siempre ha acompañado al poeta en escrituras anteriores y no solo en reflexiones de momento sino en la vida misma. La salsa, los tangos lo escoltan para ese Festín de medianoche que usurpa las palabras mismas porque el silencio es obligado al llegar la música y saber cómo esta atrapa para llevar a las mismas entrañas de la noche donde ocurren las liturgias con las personas más disimiles al calor de su trascurso para abrir la existencia hacia otros meridianos.

Pero también en ese espíritu disoluto al lado de la poesía y sus reflexiones, y del poeta como  como el artista sin códigos, aparece el concepto de evasión que es una huida con cierto cuidado, eso sí sin mapas y con las brújulas propias de la curiosidad del viajero que Fabio realiza en Barcelona, habla de Grecia, Atenas, habla de Vetusta, pero donde contrasta con el poema citadino, la alegoría de Eneas y Sybilla para dar su definición de la ciudad, de Medellín digo, donde el poeta sabe que estas calles y estas casas, estos barrios y estos horizontes y estas montañas lejanas son su patria, no solo de las palabras sino de otros viajes imaginarios como la creación misma que lo formado con las astillas de sus devaneos, y así mismo con los pasajes y cafés, librerías y dramas interiores para encerrarse luego como un monje citadino, en sus biblioteca a escudriñar sus espejos interiores camino a la escritura así junto a sus libros como la compañía a la mejor manera de Quevedo.




Así, a veces, no solo resplandece cierto nihilismo como en el poema donde algunos números se suceden sino en el poema sobre la muerte que cierra el libro así de golpe como punto final a esa reflexión tan presente, tan necesaria para ubicarnos en la glacialidad de las mañanas o en el mismo esplendor del día, cuando de esa manera al pensar y llevar esa preocupación a la escritura nos hace aún más humanos y a saber que tenemos sobre el piso la nitidez de la eternidad a pesar de quien nos atisba con celo detrás de los hombros.

Fabio Betancur ha persistido en la poesía durante muchos años, pero también es cierto que se ha resistido durante varios años a asumir su oficio de poeta, acaso por un poco de duda, esa duda que se mantiene  como una tentación para la escritura, puesto que la escritura tiene quizá que ver con esta perspectiva y posterior indagación de no hacer simples versos para que la poesía mantenga su pulso esencial, es decir que se sepa que hay un autor al que corresponde darle la palabra con el don que se merece, pero que a veces la duda o la postergación del acto de escribir intenta apagar, dejar de lado y aplazar ese proceso tan vital que es nada menos que su presencia, así como sus huellas.

Su poesía lo expresa desde sus diversas épocas, aunque en este proceso despierta sin cesar, ese hostigamiento interior que perdura para no dejar que su experiencia límite sea contada, que llega después de tantos años, ya que esa poesía escrita en un comienzo de servidumbres que luego se apagaron, por una cosa es la militancia casi aniquila la esencia un poeta. De ahí que Fabio se ha atrevido a dejar esa lejania y en este momento de tranquilidad perpetua su existencia con la poesía que lo a apresado y le da razón a la existencia en la calma sin puntos dogmáticos ni mundos atravesados sino con la serenidad de la reflexión.

Asi Fabio con este libro donde trascurren sus temas fundamentales precisa que, retomando su experiencia a asaltado su propio silencio para así iniciar ese camino hacia la certidumbre para que el tiempo incauto no deje pasar esos momentos donde él ha brillado y que le son tan personales. Así su escritura atrae y reclama ser protagonista de esos instantes donde él fue testigo y cómplice, flecha que cruza la noche, lejos de la idealización y de los señuelos procaces, sus poemas están hechos de la materia viva de su experiencia que es su trasegar. Al ser testigo, sus hechos, rechazan así la poesía como decorado y los versos triviales de concurso para recobrar lo que le es más caro al poeta, la negativa a dejarse llevar por la inclusión como norma para ser un poeta de la manada. No, Fabio sabe en sí mismo que la poesía se acerca todos otros temas que lo abarcan y por esa razón los expresa. Así la poesía lo hace sumir en la vigilancia para saber que es un trashumante por diversas etapas de las diversas utopías hasta cristalizar en ella en el ensueño de la poesía como puerta fundamental para establecer su lucidez, así a veces sea una escritura movediza por esas estepas frías de la larga marcha como idea fundamental, pero que él ha sabido darle un lugar posible.

Además, no olvidemos que no solo un libro de poemas marca y define algunas moradas y personas que merodean en algunos poemas, Dostoievski, Mayakovski, Borges, Barba Jacob, Pushkin, Homero Manzi, el Trío Matamoros, Edgar Lee Master, Hölderlin y el desapasionado Rilke. Cuando uno menciona un escritor es para darle su prestancia y su presencia, para que acompañe en ese acto heroico de saber que, al escritor en su libro, lo acompañarán cómplices en las diferentes zonas donde vaya el libro, así como cuando asume ese hito de ser llevado hacia algunas partes remotas, junto a sus pintores amados como Modigliani.

También en sus dedicatorias se asume una función, la relevancia que hay en su amistad con el poeta Raúl Henao, y la admiración por el escritor y poeta Hernán Botero, con Gonzalo Giraldo que desde cierta presencia y limites se convierten en compañeros de ruta.

Cuando el escritor entrega sus libros lleva consigo todas las edades del mundo con sus universos posibles para habitar la palabra que mantiene su pulso. Hemos acompañado a Fabio Betancur con la lectura donde las circunstancias de cada experiencia fueron recogidas para segarla luego y escindirla en ese azar de las páginas en blanco.

Con Festín de medianoche existe la posibilidad de prolongar una conversación con su autor que se ha dado en las afueras del Café Colón, en Versalles, por El Trueque, pero sobre todo en esta tarde de octubre en que lo he visitado en su casa por Prado. Sustraídos al mundo de lo banal sabemos que la conversación con Fabio aun continúa en los pliegues de este libro donde su experiencia discurre no por un azar indeclinable llevada por el viento que sopla sus costuras, sino por las palabras del poeta que vierte aqui su trasegar en ese diálogo sin concluir, latente.


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