LA
CASA DE LAS BELLAS DURMIENTES O LA ADORACIÓN DE LAS MUCHACHAS VÍRGENES
(A propósito de la
“novela corta” de Yasunari Kawabata)
antonioarebe1@hotmail.com
Se puede decir que: “Una obra semejante no esta dominada por la franqueza y la claridad, sino por una tensión sofocante. En lugar de diafanidad y pureza encontramos densidad, en vez de un mundo amplio y abierto tenemos una habitación cerrada. El espíritu del autor, desechando todas las inhibiciones, se muestra en su forma más audaz”.
“La casa de las bellas durmientes”, es una ficción, escrita posiblemente en 1961 y no va más allá de 155 páginas, cinco capítulos, que coinciden con las cinco visitas del viejo Yoshio Eguchi, a la “casa secreta”. En ella se narra la historia del viejo Eguchi, un anciano solitario, que, por recomendación, de otro viejo, Kiga, visita la “casa secreta”, un lugar cerca la mar, donde los viejos decrépitos pagan dinero por estar con “muchachas vírgenes narcotizadas” y se accede al ritual de la búsqueda de la eterna juventud o se va a morir felizmente.
“La historia comienza con la visita del viejo Yoshia Eguchi a “una casa secreta” regida por una mujer ordinaria y práctica que, al final, como él mismo, revelará su esencia inhumana. En ese burdel, el protagonista, de sesenta y siete años, pasa varias noches junto a los cuerpos de jóvenes vírgenes narcotizadas. A la vez que admira el esplendor de las figuras dormidas, rememora su relación con las mujeres: su esposa, su madre, su amante, sus hijas. Finaliza con la muerte del viejo Fukura y la muchacha morena, y la llevan a una ambigua posada donde será velada y enterrada en el anonimato…”
La vida tiene dos caras, una triste y otra cara alegre. La “novela corta”, “La casa de las bellas durmientes”, simboliza la cara triste de la existencia. Leer esta ficción corta, representa mirar el mundo a través de los ojos del viejo Yoshia Eguchi y percibir la presencia del erotismo, los sueños y la atmosfera de la “casa secreta” de las “muchachas vírgenes narcotizadas”. Un lugar en el Japón, otra cultura, el modo en que sienten y miran los japoneses, concierne a la sensualidad y a la muerte, esto puede ser el fondo del relato mítico de Yasunari Kawabata.
Mirar, “significa “acostumbrar el ojo mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo”, es decir, educar el ojo para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada. Este aprender a mirar constituye la “primera enseñanza preliminar para la espiritualidad” uno tiene que aprender a no responder inmediatamente a un impulso, sino controlar los instintos que inhiben y ponen términos a las cosas. Y en este caso a las doncellas vírgenes narcotizadas.
Ahora bien, el relato mítico, es una narración antigua que las culturas utilizaban para explicar aquello que tiene una explicación lógica y para exponer los enigmas del mundo y de los hombres. El punto de vista del personaje Yoshia Eguchi, brota de la contemplación, del erotismo, del sueño, del recuerdo de las mujeres en su vida, y del olvido. Cuando más corta es esta, narración, más difícil le resultará al lector observar y captar los detalles, tenerlos en la memoria y lograr una comprensión total de la historia narrada. El carácter del personaje, el viejo Eguchi, la admiración de “las muchachas vírgenes narcotizadas”, los viejos decrépitos, la muerte, la mujer de la casa, el mar, las flores, la atmosfera, son un ritual en el que decidimos creer o no creer, porque no conocemos la cultura japonesa.
La contemplación, de unos cuerpos jóvenes y desnudos, es una forma de la felicidad y los viejos decrépitos se imponen esta forma de devoción. Hay que detener la mirada, aprender mirar, en este monasterio sexual o claustro de fantasía erótica. Son los placeres de la imaginación, el sueño y el recuerdo, el cuerpo, besar no es un acto prohibido. “Naturalmente, los huéspedes de esta casa eran libres de besar. Besar no figuraba entre los actos prohibidos. Un hombre podía besar, por senil que fuera. La muchacha no le rehuiría, y nunca sabría nada. Tal vez los labios dormidos estaban fríos y húmedos. ¿Acaso los labios muertos de una mujer a quien se ha amado no incrementan la intensidad de la emoción? El impulso no adquirió fuerza en Eguchi mientras pensaba en la triste senilidad de los ancianos que frecuentaban la casa”.
Leer, dicen algunos es otra forma de
felicidad. La felicidad, el placer, la contemplación también la buscamos
todos. Es la lectura de la “novela corta”, “La casa de
las bellas durmientes”, ¿una forma de las formas de la felicidad? La
lascivia, se aferra en el personaje principal Yoshia Eguchi, que, en la novela,
no es un viejo decrépito, ya muerto para el sexo y el erotismo, tiene 67 años y
aun una potencia viril.
Otro escritor Japones, Yukio Mishima, quien hace el prólogo de la “novela corta”, “La casa de las bellas durmientes”, nos dice acertadamente, es una obra maestra esotérica, donde hacen aparición los temas más secretos y profundamente ocultos de Yasunari Kawabata, una tensión sofocante, la densidad de una habitación de una casa, un mundo amplio y abierto en una habitación cerrada.
Una novela cuyo tema sería el erotismo, la muerte y la búsqueda de la eterna juventud, por parte de los viejos decrépitos. Fundamentalmente la “novela corta”, es “una técnica erótica del mirar”, que no es humanidad, sino inhumanidad y esto es un punto clave de la novela, porque nos encontramos ante un suceso inhumano. No hay derechos humanos en la ficción, ni para los viejos decrépitos, ni para las “muchachas vírgenes” narcotizadas. “Muñecas vivientes”, “juguetes vivientes” y que simbolizan para los viejos la vida misma. Ellas estaban para ser miradas, tocadas, suaves al tacto. Observar su belleza y absorber su fragancia.
La vida del viejo Eguichi, parece trascurrir en cinco visitas que le hace al lugar. Todo parece sencillo y conmensurable el principio y el final se vuelven trémulos y asfixiantes por la muerte de “la muchacha morena” y la muerte del viejo Fukura. Hay una extraña atmosfera llena de misterio con la mujer de 45 años que atiende la casa.
Erotismo tristeza y muerte. La “novela corta” tiene una regla y un secreto y nos pone en relación con lo esotérico de la narración. “Había jurado entonces observar la regla, dejar en paz a las bellas durmientes. Había jurado respectar el secreto de los ancianos. Parecía, efectivamente que todas las muchachas de la casa eran vírgenes; ¿qué clase de solicitud atestiguaba este hecho? ¿Sería el deseo de los ancianos, un deseo que raya en lo lastimero?
Eguchi, pensó que lo comprendía y también lo considero insensato.” La regla principal de la casa es que los ancianos pueden mirarlas y tocarlas, pero sin llegar hacer nada obsceno, mucho menos tener relaciones sexuales, que por lo demás, la mayoría de ellos ya no están capacitadas para llevar a cabo.
“Probablemente porque lo que sucedía allí era un secreto, el portal no tenía ningún letrero. Todo era silencio”. Y más adelante en la ficción se insiste en ello: “El lugar era como una casa encantada en medio del silencio y la soledad”.
Empero, ¿qué ha podido pasar? para que el viejo Eguchi, no olvide el lugar donde está, una casa solo para ancianos. ¿Cuál es el misterio de la casa secreta de las bellas durmientes? Secreto, esoterismo, ceremonia, es aquello que se cree oculto cuando los viejos mueren. ¿Dónde está lo inhumano de esta situación? Probablemente todo viejo está en la vecindad con la muerte y la fealdad de la vejez y la triste senilidad.
Sabemos por la ficción que: “las propias bellas durmientes son fragmentos de seres humanos que provocan la lascivia hasta su máxima intensidad ¿Por qué la adoración a las mujeres jóvenes vírgenes?”
“Una virgen deja de ser virgen cuando ha sido ultrajada, la imposibilidad de logro es una premisa necesaria para situar la virginidad más allá del agnosticismo”.
Los viejos no deben realizar en las noches ningún acto sexual con ellas. Solo mirar, obtener un perfume, tocar su cuerpo y la fragancia de las muchachas como elixir de la juventud. Un placer espiritual y corporal, contemplar, tocar y soñar, así los viejos tendrían acceso al elixir de la eterna juventud.
Un erotismo contemplativo, un amor espiritual, floreciente por la fantasía, los recuerdos, lo onírico. ¿Pero de qué se trata esta vieja leyenda? El mito nos dice que la reina Betsabé contrató a Abisag, una joven hermosa de Sumen, para que le diera calor al rey David y pudiera salvarle de la muerte.
“Ya viejo el rey David, entrado en años y por más que le cubrían las ropas, no podía entrar en calor. Dijéronle entonces sus servidores: que buscasen para mi señor, el rey, una joven virgen que le cuide y le sirva; durmiendo en su seno, el rey mi señor, entrará en calor”. Buscaron por toda la tierra de Israel una joven hermosa y hallaron a Abisab, sunamita y la trajeron al rey. Era muy joven y hermosa, y cuidaba al rey y le servía, pero el rey no la conoció” al parecer estaba ciego.
En “la novela corta”, “La casa de las bellas durmientes”, trae el mito oriental: “Desde la antigüedad, los ancianos habían intentado usar la fragancia de las doncellas como un elixir de juventud”.
Se trata de un viejo mito que
aparece en todas las culturas, y que el viejo Eguchi, protagonista de la
historia evoca en una noche triste y erótica, en la casa de las muchachas
dormidas. La casa secreta tiene reglas estrictas, que protegen “la virginidad”
de las muchachas, no pueden ser poseídas, ni torturadas.
El
mito se interrumpiría, el recuerdo se desaprovecharía y la fantasía se
impediría. El viejo Eguchi, cae en la tentación y algunas veces en sus cinco
visitas piensa en muertes excitantes y ciertas crueldades, ya que contemplaba
con arrojo e incredulidad el cuerpo de las muchachas vírgenes narcotizadas.
Se le reviven los recuerdos de las mujeres que tuvo en su vida, viejas amantes, su madre y su hija menor quien había sido violada. Yoshia Eguchi, vivió la vida con plenitud y ahora esta viejo y el viejo Kiga fue quien le recomendó la “casa secreta”, donde los viejos iban a dormir con las jóvenes narcotizadas y vírgenes.
Ahora bien, “la novela corta” destila de erotismo en cada capítulo, el amor corporal, es reemplazado por la imaginación, los sueños y las ceremonias. “la delicadeza de las descripciones del cuerpo femenino y de lo turbulentos deseos o las tiernas sensaciones que en él se despiertan configuran el ambiente de sensualidad, las muchachas, el cuadro otoñal, la colcha eléctrica, las cortinas de terciopelo carmesí, la habitación, las olas, dan la idea del cuerpo del deseo.”
Hay también tristeza y una conciencia de la muerte en la decadencia física. La casa está llena de rituales, misterios, enigmas. La mujer de la casa secreta es un misterio, toma decisiones y les da instrucciones a los ancianos. En “La casa de las bellas durmientes”, fluye el deseo, la vida, la muerte en un espacio discreto con reglas propias.
La “casa secreta” es solo para los ancianos, estos no van solo allí, en la búsqueda de placer sexual o el elixir de la eterna juventud. Van en busca de un momento de iluminación o fulgor a su ser. Iluminación espiritual propia del budismo Zen que los prepara para la muerte. Recordemos que la muerte está presente en toda “la novela corta”.
Es su argumento esencial, se percibe en cada uno de los cinco capítulos y en cada historia que se recuerda. La vida está ligada a la muerte, la belleza, el erotismo el amor, los sueños. Hay una línea delgada que se confunde. “Morir en una noche como la de hoy, con la piel de una muchacha para darle calor, debe ser un paraíso:”
En la” novela corta", “La casa de
las bellas durmientes”, el goce, mejor el placer espiritual, se toma
como “una sublimación de la libido”. La “casa secreta” brinda el
servicio de dormir con las bellas durmientes. Una casa lejos del ruido de la
ciudad, en el bosque y el acantilado, se supone cerca al mar.
Un ambiente lleno de misticismo, dos habitaciones donde se escuchan sonidos, la atmosfera, un cuarto de cuatro metros cuadrados y una habitación principal contigua, que hace parte de la primera planta de la casa. Aislamiento físico, relación directa de los viejos con los cuerpos de las muchachas dormidas que comparten sus lechos.
En esta ficción Yasunari Kawabata, examina la relación del erotismo, la soledad, la tristeza y la muerte. Se glorifica el cuerpo de las “bellas durmientes”. No, es tanto el cuerpo de las bellas muchachas es su fragancia, su juventud y belleza. La esencia de su juventud y su virginidad es lo que prima en la atmosfera, en la habitacion y en las cuatro paredes de la casa. Como si en esto los viejos encontraran la eterna juventud y el trance para morir en paz.
Una joven narcotizada virgen y desnuda
no es la consumación de un acto sexual, ella humedece la vida, mirar, tocar
y acariciar, el cuerpo desnudo revitaliza. Es la vitalización del espíritu
de los viejos, el vínculo entre el sueño y la vida. Es lo onírico, lo
que hace la diferencia entre los viejos, el vivir, amar y morir como un ciclo
establecido.
Yasunari kawabata, ya había dispuesto esta relación, en uno de sus cuentos, “Inmortalidad”, donde un viejo y una muchacha joven se funden para siempre.
“Un viejo y una muchacha caminaban juntos. Había una serie de cosas extrañas respecto de ellos. Se aproximaban como amantes, como si no sintieran los sesenta años de diferencia en su edad. Al viejo le costaba oír. No entendía la mayor parte de lo que la muchacha decía. La joven vestía unos pantalones rojo oscuro con un kimono púrpura y blanco con fino diseño de flechas. Las mangas eran bastante largas. El viejo vestía el tipo de ropa apropiada para mujeres que sacaran maleza de un arrozal, solo que en su caso sin sobrecalzas. Las mangas estrechas y pantalones ajustados en los tobillos parecían de mujer. La ropa le quedaba floja en las caderas… —Has muerto. ¿Es así? Qué extraño no haberte encontrado en el mundo de los muertos. Bueno, intenta atravesar este tronco una vez más para verificar si estás muerto o vivo. Si estás muerto podremos entrar en el árbol y quedarnos allí.
Desaparecieron dentro del árbol. Ni el viejo ni la muchacha volvieron a aparecer. Él color de la noche empezaba a flotar sobre los retoños que estaban detrás de los grandes árboles. El cielo a lo lejos se tiñó de un pálido rojo allí donde rugía el océano”.
Vale la pena leer “la novela corta” “La casa de las bellas durmientes”, aun sea para meditar sobre la horrible fealdad de la vejez y su aproximación a la muerte.
Yasunari
Kawabata (Osaka 1899 – 1972). Huérfano a los tres años,
insomne perpetuo, cineasta en su juventud, lector voraz tanto de los clásicos
como de las vanguardias europeas, fue un solitario empedernido. Escribió más de
doce mil páginas de novelas, cuentos y artículos, y es uno de los escritores
japoneses más populares dentro y fuera de su país. Mantuvo una profunda amistad
con el escritor Yukio Mishima, del que fue su mentor y difusor. Recibió el
Premio Nobel de Literatura en el año 1968. Entre sus obras, muchas de ellas
marcadas por la soledad y el erotismo, destacan La bailarina de Izu, El maestro
de Go, Lo bello y lo triste (Emecé, 2001), Mil grullas (Emecé, 2005) … La casa
de las bellas durmientes, Caral, 2004)
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