LA PODREDUMBRE QUE NOS ASFIXIA
Darío Ruiz Gómez
“La corrupción actúa
como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve
la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a
los deberes del Estado. Pero también ataca de raíz la cohesión social en la que
se fundamenta la convivencia de nuestra democracia, si a la sensación de impunidad y a la lógica respuesta lenta de la Justicia se unen la incapacidad de asumir las más
mínimas responsabilidades políticas por los actores concedidos. La corrupción merma la fe en la vigencia del
Estado de derecho, campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a
la entidad del daño que se ocasiona. Y en último término la corrupción destruye la
fe en las instituciones y más aún en la política, cuando no hay una reacción
firme desde el terreno de la ejemplaridad” Esta magistral descripción
de Luis Ventoso .”El Debate” 20
de mayo- de lo que constituye la corrupción del gobierno de Pedro Sánchez no es
aplicable en modo alguno a Colombia porque en nuestro país la
podredumbre de la corrupción es parte ya del sistema mismo y con distintas
variables es cierto que van desde el delincuente de cuello blanco hasta el
vulgar pero no menos efectivo intrigante
de Comités electorales. En Colombia la
corrupción es un poder que cambia de
rostros con el tiempo a medida que se
afianza en las costumbres sociales y termina
por infiltrarse en la política hasta
degradar su más alta esfera social. El caso que ilustra el cuento “Que pase el
aserrador” con aquel personaje que obtiene un trabajo mintiendo sobre su oficio
parece ingenuo y propio de un deseo de salir adelante cueste lo que cueste.
Pero como lo recuerda Juan José García Posada en un reciente artículo sobre la
picaresca y los pícaros lo que debemos considerar es lo que este tramposo llega
a influir en la sociedad colombiana hasta producir un estrato social que con la
disculpa de un ingenio gracioso está
disimulando un delito. ¿Qué pasará con una sociedad manipulada por pícaros y pícaras y por una justicia que
se les doblega?
Un ladronzuelo es condenado
pero no lo es por lo general un contratista fraudulento. Hace cinco años
nos escandalizaba un desfalco por cinco mil millones y hoy nos quedamos perplejos
ante el robo de 400.00 millones destinados a la alimentación de los niños, a
dotar de acueductos y de agua a una
sociedad eternamente engañada como la de la Goajira. El estupor de la ciudadanía ante la impunidad es consecuencia de la lentitud de una
justicia de leguleyos en su “incapacidad de asumir las más mínimas responsabilidades políticas”.
Ventoso es claro ya que su claridad parte de su firme posicionamiento de
demócrata hacia quienes están
disolviendo la sociedad haciendo creer que enriquecerse con la corrupción es
algo previamente aceptado por la nueva vida política. Se cae
pues en otra tergiversación de la justicia con el relativismo moral al dar voz
al victimario y negársela a las víctimas. ¿Cómo puede ser calificada como
víctima de Uribe una atroz exguerrillera? Destruir la fe en las instituciones y más aún en la política son consecuencias de
la pudrición de los partidos políticos y de
ciertos medios de comunicación al
manipular los hechos convirtiéndolos en meras noticias. Yo nunca imaginé
que este nuevo populismo de sombreros de paja, gorros senegaleses,
vulgaridades de gentes sin educación, exguerrilleros, revolucionarios de
cafetería, gentes capaces de aceptar cualquier ministerio o
alta gerencia sin ningún conocimiento específico tan de inmediato hubieran comenzado a robar sin sospechar que se han convertido en una caricatura de los ricos que tanto dicen
odiar. Porque a esto conduce ese desatado
arribismo social que los identifica.
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