EL FINAL DEL COMIENZO ES EL COMIENZO DEL FINAL
Darío Ruiz Gómez
¿Por qué las gentes no se
han entregado a la desesperación si la canasta familiar se ha reducido a dos o
tres productos y los precios del transporte público son elevados y no digamos las
extravagantes cuentas de los servicios
de agua, del inmoderado aumento mensual del precio de la gasolina? Todo se ha
vuelto imposible para la inmensa mayoría de la población asolada por la criminalidad,
carreteras cortadas? Mientras la lucha
contra la inflación es lo fundamental en todos los países para el Minhacienda pareciera que este grave problema que está
afectando de manera directa la economía de pequeñas y grandes empresas se “resuelve”
por decreto presidencial con el eufemismo de
que “los precios están bajando”. Su rostro de estupefacción disimulada está lejos de reconocer que su concepción de la economía
fracasó desde el primer momento. Que precisamente dos compañías aéreas de bajo costo se
declararan a la vez en quiebra y con una impúdica actitud de irrespeto a los usuarios hayan
abandonado a estos en lejanos
aeropuertos dejando al azar su regreso, da
cuenta de un preparado plan de desestimulo a la nueva clase media y al concepto democrático del derecho a
desplazarse a cualquier lugar. Pero por otra parte demuestra que la justicia se
hace la boba ante un delito cualificado plenamente. El eufemismo como recurso político indica
siempre la presencia en aumento de una dictadura al tergiversar los datos
económicos, al disfrazar la realidad social, al dar por hecho lo que no está
hecho. Al desempleado(a) se le califica hoy en
España como: “Fijo discontinuo” mientras se reclama que el Empresario “ayude a
bajar la inflación”
Utilizar la política como la “ continuación
de la guerra por otros medios” - o sea no sólo a través de la lucha armada- degradando y desacreditando la concepción de la Política tal como lo estamos viendo al auspiciar el salto a escena de protagonistas de comprobada insuficiencia
mental, de desconocedores de las
problemáticas reales de la nación y de las ciudades, incorporando en Concejos, Asambleas, o en el
Senado y el Congreso a una multitud de jóvenes superfluos, de miserables oportunistas
electoreros disfrazados de alguna etnia,
de desechos de la izquierda, de los remanentes del viejo Partido Comunista con el fin de obtener “mayorías absolutas” frente a una oposición carente de responsabilidades ética y
que bochornosamente comenzó por adaptarse
al Partido de Gobierno. “Lo
social sin inteligencia, nos recordó
Jean Baudrillard, es el socialismo” Y
este es, vuelvo a recordar, el populismo
que ya tenemos en marcha, la instauración del
mediocre como revancha contra la vigilancia fiscalizadora de la inteligencia, la estupidez contra el
magisterio de la sabiduría, la
guachafita y la ordinariez, la vida
pública convertida en desfiles de comparsas oficiales con consignas oficiales, la desinformación descarada. Mientras el
silencio de las minorías progresistas que
durante años se jactaron de ser
oposición es grotesco hoy la resistencia
se hace y crece desde las bases de aquel protagonista que precisamente el izquierdismo de cafetería tantas veces invocó para finalmente abandonar, el pueblo. La clase política desacreditada no constituye entonces ni el comienzo ni el final de la
misión de recuperar al país al cual se
intenta someter bajo otras formas de violencia. Permítanme que una vez
más recurra a una frase luminosa de Walter Benjamin: “Gracias a quienes carecen
de esperanza nos es concedida la esperanza”
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