JULIANA
Antonio Arenas
“La belleza es ese misterio
que no descifran ni la psicología ni la retórica”
J. L. Borges
Me
gusta estar cerca de una mujer como Juliana.
Especialmente cuando aparece después de cuatro o seis días de ausencia.
Trato de no incomodarme y escucho embelesado su voz. Una voz que me dice que el
valor de la vida está en lo que gozas y no en el sufrimiento. Hay que tratar de
vivir feliz. Cuando la veo le beso tiernamente, esto representa para mí un acto
placentero. Posee una boca suave y modelada. Amar, siempre festejar con todo mí
ser, en la tierra y en los cielos. En mi audacia a veces recorro los senderos
invisibles de su cuerpo. Su cuerpo, es un fuego escondido, una herida
agradable, un veneno delicioso, una dulce amargura, un suplicio alegre y un olor
apacible. Además, posee un hermoso cabello que rueda graciosamente por sus
espaldas. A mí no me importa si ella me ama y me profese un extraño, prefiero
quedarme quieto a su lado mientras la observo y bebo lentamente una taza de
café ¿Un amargo café? Si, ahora, cada que nos vemos, sólo tómanos un café en la
oficina de trabajo en Rosales, situado en el centro del barrio Belén. Juliana siempre se ríe, y a mí me
encanta su risa, su brío y ese olor de
mujer. Posee un olor distinto a las otras mujeres. Además, su candidez y la
belleza me seducen. La persuasión es obra del destino, el destino es el que
baraja las cartas y nosotros somos los que las jugamos. Una de las ventajas de
no ser feliz es que con Juliana se
puede desear la felicidad. La experiencia sensual o erótica no está en lo que
te sucede. Sino en lo que haces con lo que te sucede en un instante. Juliana hace que me sucedan muchas
cosas. En el desierto del mundo la única cosa útil es su fruto interno, y del
fruto la semilla que emana y el olor corporal de ella como mujer. Cada día
entre mi soledad y su ausencia prolongada recuerdo su olor y su presencia. Otra
tantas veces en mi trabajo presiento que ella y su olor están dentro de mí. Ya
no se qué hacer con el olor de una mujer como Juliana. Posee un olor especial que la diferencia de las demás
mujeres, Si yo no hubiera puesto mis sentidos en Juliana, les juro que la dicha de mi vida no consistiría en tener
algo qué hacer, o alguien a quien amar, un olor a esperar. Un juego en el ser y el hacer. Sé que no
queda tiempo. Solo quien alcance el colmo del optimismo tendrá fuerzas para
ofrendar la vida. La única cosa que vale es amarla. Sí, el amor y el olor se
encuentran, empieza un estado de gracia y llega un goce que es muy difícil de
imaginar. Debemos matar lo que ha muerto. Dejad que arda el fuego de la pasión
hasta que no tenga nada con que cebarse. El olor de ella se desliza hacia mí,
me llena como un vaso y me conduce a la eternidad. Con Juliana todo amor es triste, más afligido y todo su amor y olor es
lo mejor que existe. Sin promesas, preguntas ni rodeos a Juliana no le molesta mi fluctuación entre el deseo y el goce. Juliana siempre reduce nuestra relación
a un asunto sensorial y a una hermosa risa. No al silencio o la mirada o a los
fuegos ocultos de mi cuerpo. Hay que ser un buen olfateador para pasar un día
con ella. Para Juliana la libídine no
es una ruleta rusa. El amor es un efecto, un fuego escondido y encendido, un cierto
culto al azar. Muy temprano en las mañanas en la oficina, entre hipnotizado,
percibo su olor.
Imagino que ella se marchó con otro hombre. Pero me rio y empleo la risa como una válvula de escape para conservar mi mente sana y relajada.
¿Con
otro hombre?
Qué
cosa me pasan y se me ocurren.
El
olor de Juliana es inconfundible, es
como el olor traído por un viento suave. Un perfume de un pétalo enviado por un
viento o el susurro del aire. En nuestros encuentros Juliana a veces insiste en marcharse, se ruboriza, hay algo de
timidez y expresa que es una mujer casada. Ella se disuelve en mi imaginación,
así como su olor penetra en mis entrañas, purifica mi cuerpo con los roces y
ese olor sagrado. Le hablo y no encuentro palabras. El entusiasmo entre los dos
pasa por un momento en que el sentimiento llegará a su fin. No hay nada qué decir.
Yo sólo soy consciente de su olor y mi pasión corporal. Amo de ella una cosa. Oler
y sentir siempre su Baubo, fresco y rosado y hacer bien lo que tengo que hacer en
este juego de las sensaciones y emociones
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