LAS LÓGICAS DEL PEATÓN
La persona que camina va
estableciendo lo que Charles Moore califica como hitos en un recorrido, es
decir, los lugares en que, inconscientemente, el cuerpo se detiene porque hay siempre un
lugar preferido, porque se busca conversación, y, ya cargado de nuevas palabras, reanudar el camino hacia la dirección trazada.
Los diseñadores urbanos hacen dibujos
abstractos que de inmediato el caminante pone en entredicho cruzando por donde la lógica del terreno lo dicta, de manera que a los días se logra
distinguir en el césped el trazo del
verdadero sendero consagrado por la
lógica del peatón. Uno buscaba los recorridos que había llegado a amar, escogencia que se basaba en la calidad de la
arquitectura de una calle, en el misterio que establece siempre una alta tapia coronada de veraneras, o en las calles
dominadas por la actividad del comercio
con sus más variopintos actores, los chóferes, los bulteadores, los que siempre
están obstaculizando el paso, los payasos que ofrecen mercancías, las señoras
que buscan las rebajas. La definición de calle nace de esta escogencia
vivencial en la cual están involucradas las imágenes que nos dieron el cine,
los libros, decimos recorrido en tanto interiormente nos estamos reconociendo a
nosotros mismos como hijos de la familia humana. La famosa Carta de Atenas en
la cual se detallaban las medidas y las condiciones a tener en cuenta para que
un poblado se transformara en una ciudad, cometió el terrible error de
considerar la calle como un trazo recto que une dos puntos entre sí como si la
calle se limitara a cumplir despiadadamente una función estricta, olvidando que
entre A y B se dan, mientras caminamos, infinidad de opciones como el
encontrarnos con un amigo a quien hace años no veíamos e invitarlo a tomar una
cerveza, como el observar un piquecito
de fútbol de niños o entristecernos porque ya no está el ciego de la esquina, actividades e impresiones no
reducibles por el estéril racionalismo
de un urbanismo sin alma o como sucede en el Medellín actual, a una salvaje improvisación que ha sido capaz de ir destruyendo las aceras,
la escala necesaria de los parques, matando calles sin piedad alguna,
haciéndonos alejar de lo familiar.
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