GARCÍA
MAFFLA:
LLAMA
DESDE EL PEBETERO 0 EL PESCADOR DE SILENCIOS
Juan
Mares
Me
ha llegado por medio de los vericuetos de la posmodernidad la reciente
antología personal de un poeta queridísimo por quienes somos tejedores de
versos en el manto sacrílego de las páginas. No soy su conocido, aunque ya lo he
leído desde que fue galardonado, o exaltado por la Universidad de Antioquia en
1997. Y me pareció merecido ese homenaje convertido en hito porque testimonia,
no el descubrimiento de un poeta sino la afirmación de un juglar que respira y
canta como el pájaro de San juan de la Cruz, poniendo el pico al aire.
Antología
especial “La herida del juglar” y en mi adentro, tras un camino antiguo de
simbolismos y por efecto fonológico, pienso, en la herida del jaguar americano,
el poeta tiene en el campo estelar de su pecho todas las mariposas encendidas
del jaguar. Sin embargo en su canto viene, toda una estela de tradiciones que se enraízan en la lengua materna, y
aparece el verso sin florituras describiendo una cotidianidad: OTOÑO /// A la mesa sentados a la tarde / Quietos
abuelos dóciles como el trigo / Al oro de la sombra contemplan /
Sueños, trozos de objetos / En el patio desierto la aurora / De
la estirpe / Breve tiempo
/Caer cobre los muros con alas apagadas.” Historia y tiempo resumidos en la imagen de
la estirpe, el ancestro, y en esencia es la evocación como un espejo de sí mismo,
ya se es presencia iterada en carne, huesos y agonías.
El
poeta es aroma antiguo y renovado en el pebetero de las esencias y lo esencial,
murmurando las palabras que dicen de su empeño para sanar la herida, agua que
brota del cuerpo astral y ya es la rosa sacudida por el aletazo del pájaro que
canta refundido entre el follaje de las páginas.
El
poeta se afina de preguntas como filosofando las palabras que nombran cada
aventura del soñador de soledades. Del masticador de soledades de las que se
nutre con nostalgias.
La
sola presencia de la sombra de sus versos señalan el grito de Job en cada
línea, como un centellazo de mirada que se disgrega entre el mundo de las cosas
ya nombradas y de las vidas ya respiradas: solo le queda el cataclismo de las
dudas y añudado en un pañuelo una pequeña porción de la esperanza. Es un adalid
contra la desesperanza. Lo dice él, en alguna presentación, recordando a Rilke.
Lo recuerdo por él citado: “Vivir es imposible, y la tarea del hombre consiste
en sobreponerse”. Buen vino libado. Es un apóstol que testimonia sus
transparencias y misterios más abscónditos.
Hay
poetas que manejan tres velocidades en el discurrir de sus elucubraciones entre
corazón y cerebro: la primera es la del
vehículo en retro con la cabrilla hacia adelante dejando el atrás y sin embargo
allí el retrovisor y nombrar el asunto.
Es la del ensueño de que hablara Gastón Bachelard, la velocidad de la añoranza,
el filón del recuerdo rescatado de todos los tsunamis morales y éticos tras una
reflexión filosófica que se hace poema. Esta velocidad la controla Jaime García
Maffla: Y sin embargo, es un eco de hechos que han resonado en su casco de submarino dentro del gris-azul de su
conciencia.
La
segunda velocidad es la de la bicicleta estática, donde contemplamos como se
nos escurre el presente como agua entre los cuencos de las manos al ser
empuñada; puñalada de espumas que se lleva el rio de Heráclito. El eterno rio
de nuestros días en el instante fugaz donde “… nosotros los de entonces, ya no somos los mismos.” Según reflexionar de
Porfirio Barba Jacob: es la huida siguiendo en el aquí. En un aquí referido a
las cicatrices del alma del poeta que sangra y sana como un Sísifo de los
desencantamientos y a su vez la osadía de sherezada esperanzada, que en este
caso es el hada del poema como súmmum de lo eterno en cada hora que transcurre
mientras las cosas y los acontecimientos se suceden. O como un Ulises
desafiando a las sirenas. Maffla es un poeta contra el fluir de las horas que
se deslizan tras cada señal de agotamiento ante la duda.
Su
referencia en un poema de Vive si puedes nos remite a un fragmento del poema
La espera donde los versos se tejen con
las palabras que dicen el movimiento desde dentro del ser: “Aguarda, que la
espera / Estación única es / Y la de la conciencia, / Su hacerla suya puedes.” Porque “En la inmovilidad / Ya silencioso
viaje.” Y “…la ausencia es estar
presente.” Dice en Pasarela. Para él es un ejercicio saberse así mismo en su
onda de viajes sin misterio, siendo el misterio mismo: “Estar así / Aquí en
mitad del aire / Y solo por el aire sostenido,
// Estar aquí, / Así en mitad del sueño, / Y solo por el sueño
alimentado. // Estar en mí, / Aquí en mitad del duelo, / Y
sólo por el duelo conocido.” Uno interpreta que el aire indica viaje, el sueño
indica viaje y el duelo, haber ya
conocido; ya viajado. Y allí empotrado
sigue como el jinete de Clavileño, aunque las cosas y los asuntos difieran
siguen siendo lo mismo en ese sucederse del misterio de la vida. “Vive si
puedes”, es un Lied, el lay y es la cantiga, de lo aprendido y confesado, no
para enseñar sino para mostrar lo que ha vivido. No lo que ha aprendido pero si
lo que ha aprehendido. Como el pájaro soledad, estático en su rama, levanta el
pico y canta. Es el ADN del ancestro lingüístico de cuando en Europa el latín
explotó en romances, y así un eco del Cid campeando por los mares del sur al
pie de la cordillera andina. Este nuestro poeta, lleva un escudo de palabras
frente a las desesperanzas. Sus dedos digitan el silencio de donde salen todos
los hechizos para embrujarnos con su ritmo: “Cada uno miraba en torno a sí / O
al patio / Y algo adentro escapaba de
las manos.”
La
tercera velocidad es la del cohete viajando en el vacío. Allí, inmanente en ese
sucederse de las horas y sin el aguamanil para lavarse el rostro de los días:
“De aire son las horas / como es de aire / El aire del ensueño, / Y mi alma les
habla / Del misterioso azul / Del duelo de las cosas.” O para el caso: “La
alegría de este cielo / Que miramos en silencio:”.
No
todo lo dicho aquí se puede ver en sus palabras, más todo lo elucubrado aquí lo
inferí de sus palabras. Él le habla al poeta desde su nave de ensueños: “Lo que
debes hacer es bellos versos, / Dijo en silencio el ángel al poeta; / De tus
canciones la fuente secreta / Sean, el suave decir que hace los tersos /
Pliegues de las palabras, los dispersos / Ecos de voces santas, la discreta /
Historia de tu alma y la violeta / Mirada por tu alma. Bellos versos / Que
hablen de antiguos cielos y de horas / Amadas y de seres que te amaron / Y de
vuelos de alas misteriosas / Que a solas pasan cuando a solas lloras / Por lo
que con la infancia te quitaron. / Lo que debes cantar es bellas cosas.” A
veces, hay que hacer caso.
García
Maffla tiene todo un acervo de fuentes que han nutrido su lira, su laúd, su
arpa, su tiple o su charango; en sus palabras que rescato de un texto de
huellas de su paso del ojo por las páginas, dice esto: “…la Obra de Gustavo
Adolfo Bécquer, la Antología de Gerardo Diego con las voces del 27 y, al cabo,
Cesar Vallejo y luego, al paso de años, Mario Rivero y Francisco Cervantes. Por
muchos años me acompañó en mi quehacer Giovanni Quessep, algo que sucedió en la
vida misma, porque en la Universidad encontré a Ramón de Zubiría, a Fernando
Charry Lara, a Daniel Arango o a un exégeta de lo Poético: Danilo Cruz Vélez.
Luego Juan Manuel Roca. “, la viruela, el sarampión, o la lepra literaria para
quienes este asunto poco importa, a Maffla, le brotan transformadas en abejas
meleras, que igual, llevan su ponzoña.
En
cualquier caso, estamos ante un verdadero lírida que en materia de versos nos
dice: “Pero oye también / Esto que no te dice: / Que no le oigas y te oigas, /
Que tu voz es su voz y es la del cielo. “.
Este
poema, titulado Poetas y dedicado a otro poeta: a Alfredo Pérez Alencart, ya
justifica leerlo de nuevo:
Los
poetas son como los pájaros:
Ninguna
Cualidad
aparte de volar y cantar,
Ninguna
posesión que no sea el aire.
Inofensivos
y depredadores
Lloran
con el llanto del mundo
Y
el dolor del dolor es su dolor.
Saben
lo que la vida es y no pueden vivir.
(Los
hombres de negocios, en cambio,
Son
como los aviones:
Vuelan
más alto
Y
verdaderamente llegan a algún sitio).Efímeros y bellos,
Van
tras de su alimento
Por
eras de los sueños o jardines del duelo,
Y
las palabras son sus plumas.
Sienten
la eternidad en el instante,
Pues
nada
Sino
el instante eterno tiene,
Como
su vuelo que son sus canciones.
Nada
pueden hacer Como no sea decorar las calles,
Nada
sino ser nadie,
Si
no es el nido de sus versos nada saben hacer.
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