LAS CEGUERAS MORALES
Darío Ruiz Gómez
El concepto de guerras
periféricas se utilizó, sobre todo, a partir de la guerra de Vietnam y
posteriormente de las de Camboya, Laos, Afganistán y los países africanos donde Estados Unidos,
Francia, Inglaterra, enviaron contingentes de tropas a combatir a las distintas
fuerzas totalitarias que trataban de imponer por las armas regímenes como el de
los Kámeres Rojos que en año y medio de dictadura asesinaron en Camboya a más
de un millón de personas para “construir una nueva sociedad” Se las llamó
periféricas porque al producirse en apartadas regiones no incidieron directamente en la vida de los Centros emisores, y las
noticias manipuladas al antojo de los gobernantes nunca dieron información veraz
sobre la tragedia que vivieron los
soldados, las poblaciones nativas ,
las iniquidades que se cometieron. Un film: “Apocalipsis
ahora” de Ford Coppola describió magistralmente lo que fue aquel infierno donde
la violencia extrema termina por anular las diferencias entre el bien y el mal,
por convertir al ser humano en una desaforada bestia capaz de matar inocentes
sin remordimiento alguno. ¿Qué llegó a
saber el ciudadano norteamericano de este infierno donde murió una generación
entera de sus adolescentes? ¿Cuántos miles de excombatientes mutilados murieron
de hambre y olvido después de su regreso
al término de las hostilidades? Precisamente un documental de John Houston
sobre los excombatientes de la segunda guerra mundial y su triste agonía en hospitales psiquiátricos fue censurada durante muchos años para no causar sobresalto alguno a ese ciudadano
que de la desinformación sobre esta tragedia cayó en la indiferencia ante el
dolor de esos soldados que habían sido sacrificados para que nadie fuera a perder su derecho a
jugar el golf, a distraerse en los fines de semana. “La guerra del Golfo no ha
sucedido” de Baudrillard mostró cómo el silenciamiento de toda información in situ en
los medios de información, permitió que ante los ojos de la ciudadanía “la guerra
del Golfo nunca hubiera sucedido” y
solamente el film de Sam Méndez logró mostrar lo que el desierto, las malas
estrategias militares causaron en los
soldados, enloqueciéndolos finalmente.
¿Qué ha pasado con los sobrevivientes de la toma sangrienta de Patascoy? ¿Con
los sobrevivientes de la masacre de soldados en la Llorona? ¿Con los sobrevivientes , mantenidos posteriormente como prisioneros después de la toma por las
FARC de Mitú? ¿Podríamos decir entonces que la decisión del Partido Comunista colombiano
hace cincuenta años para tomarse el poder por las armas no sucedió nunca pues
al respecto toda información ha sido manipulada? ¿Cuántos soldados murieron
para proteger la honra y bienes de nuestros
empresarios de bien y cuáles son sus nombres? ¿Convertir en periferia a
Tumaco, Buenaventura, Putumayo, Vaupés, el Meta, Chocó no fue la estrategia de nuestra “guerra”? La ceguera moral ha sido permanente
en nuestra dirigencia, lo ha sido en nuestra lastimosa intelectualidad. Permítanme
recordarles el diagnóstico de un gran humanista, Steiner aplicable a nuestro caso:”En Aristóteles, el idiotés es una persona que se queda en
su casa y deja que gobiernen los bandidos. Los bandidos ocupan el ágora (el
centro de la democracia griega) porque el idiotés
quiere mantener su vida privada. Estas cosas no le interesan lo suficiente. Si
nos gobierna la mafia es porque no hemos querido entrar en política. Es la gran
paradoja de la quiebra de la democracia. Lo vivo en Inglaterra día tras día” O sea que Steiner ya había anticipado lo que
los desmanes de un chalado como Johnson
suponen como destrucción de la más vieja democracia. Entrar en política no es
disfrazarse de polítiquero sino recuperar la voz cívica
hasta dar paso a una ciudadanía activa que denuncie las componendas de los corruptos, que recupere
el ágora para que todas las voces
dialoguen y los más distantes y
olvidados sean escuchados.
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