LAS
FÁBRICAS DE MENTIRAS
Darío
Ruiz Gómez
Aquel
que desconozca la fotografía, predijo Walter Benjamin, será el analfabeto del futuro. Esto
podríamos decir hoy respecto de quienes
desconocen las implicaciones de
la llamada era digital, las redes, facebook, internet, whatsapp, sustitutos tecnológicos de esa escritura a través de la cual creamos nuestro
derecho a la intimidad, a oponernos a las falsedades propagadas por los grandes poderes o sea a la manipulación de la verdad, pretendiendo que no existe la verdad sino verdades parciales, tal como lo señala Michiko Kakutani, la hasta
hace poco critica de libros del “New York Times” en “La
muerte de la verdad”, análisis de lo que
supuso la fábrica de mentiras creada y
operada por los equipos de Putin y Trump al rededor de las elecciones
presidenciales que llevaron a Trump a la
Presidencia: la reponteciación de la llamada
Verdad Posmoderna, de los Fake News que ya había sido prevista por Baudrillard en sus agudos análisis sobre la desaparición
de la información sustituida por lo que
Orwell llamó neolengua coincidiendo con la
desaparición del periódico impreso, la
banalización de los los contenidos de
los medios informativos con el
llamado “negocio de las noticias”, donde
desaparecieron el corresponsal, el
equipo de investigación, y ganó la
irresponsabilidad al convertirse la
noticia en consumo. De la escritura personal se pasó a lo que se denomina
“estilo telegrafiado”
Hace
diez años aún la gruesa edición dominical del N.Y.T tenía material de lectura para todo el día,
hoy la publicidad ha ganado espacio a las páginas de opinión
ya que el periódico al
transformarse en un proyecto comercial
en mano de nuevos propietarios - Carlos
Slim es el mayor accionista- abandonó su antigua vocación de defensor del
derecho de la sociedad a tener
una información veraz y tal como ha
acontecido con otros periódicos conocidos en manos de inversionistas” - “El País” de España – se entró en la era de la digitalización dando un salto
al vacío. Precisamente hace unos meses en el N.Y.T. aparecieron unos artículos
denigrando de España y tratando de mostrar a los sediciosos que intentaron dar
un golpe de Estado en Cataluña como los “héroes” de la resistencia. La protesta
de los principales periódicos de España
fue inmediata y unánime y la respuesta de la Dirección del N.Y.T fue igual
a la que acaban de dar respecto a la desinformación de un aventurero norteamericano
sobre el Ejército colombiano insinuando pérfidamente que se han revivido los
“falsos positivos”: “la opinión de los
colaboradores no es la opinión de la Dirección
del periódico”. La farsa de algunos
medios colombianos sobre el supuesto periodista se ha cerrado con una grandilocuente frase: “el corresponsal debió salir del país
por posibles amenazas contra su vida” Lo señaló Baudrillard: ya no interesa la verdad sino el simulacro. Y
para llevar a efecto el simulacro la inteligencia perversa cuenta con genios para escenificar una falsa noticia tal como los hay para la
difamación y el señalamiento de aquellos a quienes se considere “enemigos”. Lo paradójico es que publicaciones “progres” recurran a métodos de “derecha” de desinformación, como los que describe Kakutani y sobre
todo que periodistas que se ufanan
de su supuesto roce internacional, traten de hacerle creer a
nuestra ciudadanía que el actual
NYT continúa siendo la biblia de la autoridad moral que alumbra aún la libertad y la democracia en el mundo.
¿Por
qué entonces ante una publicación comercial debe el
Comandante del Ejército salir a dar
aclaraciones sobre un problema de debate interno nacional? ¿Por qué a esta malévola información se le ha dado un sesgo de escándalo precisamente en el momento de la detención de
Santrich? Es lo que digo: el analfabeto de hoy es quien desconoce estas
artimañas, los simulacros de este falso periodismo.
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