domingo, 15 de octubre de 2017

Festival Instinto de Vida, Nada Justifica el Homicidio / Parque Cementerio San Lorenzo


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Festival Instinto de Vida, Nada Justifica el Homicidio /
Parque Cementerio San Lorenzo

Víctor Bustamante

Sábado en la tarde para asistir al Festival Instinto de Vida, Nada Justifica el Homicidio en Parque Cementerio San Lorenzo. Este cementerio es considerado el más antiguo de la ciudad, dos de sus columnas según Bernal Nicholls son consideradas las dos estructuras más antiguas de la ciudad, también ha sido considerado el Cementerio de los Pobres, como contraprestación al llamado Cementerio de los Ricos como se llegó a llamar al Cementerio de San Pedro.

La última de sus trasformaciones ocurrió en el mandato de Fajardo, para tal efecto, sus muertos o los restos fueron trasladados al Cementerio Universal en una inusitada operación de trasteo para quitarle al cementerio su carácter sagrado y de culto, y así mismo remodelar esa zona en deterioro constante, para ello se construyó una circunvalar que permitiría salir por esa zona hacia el Poblado o también llegar a la ciudad de una manera más cómoda. Ahora analizamos la remodelación cerca  a la entrada donde se construyeron unas tumbas imitación de las centenarias del propio campo santo, por supuesto que a pesar de su colorido continúan asemejándose a lo que son, un adefesio en medio de las amenazas de abandono, en medio de los otros bloques de tumbas y de osarios. A esa suerte de tumbas modernas pintadas de varios colores, les falta algo, el rigor de haber sido habitadas por tantos muertos que descansaron entre comillas en las tumbas de los bloques laterales ahora vacíos, muchos de ellos acentuados por la vegetación que persiste en recuperar sus lugares.

En los años de 1920 la zona estaba plagada de adivinadoras. En una calle cercana, Niquitao,  existieron bares de tango y algunos lupanares lo que le dio al sector cierto carácter de ser una zona alegre y de placer, incluso en los años del inicio del narcotráfico con el llamado Patrón a la cabeza de sus acechanzas, y de los jibaros como la expresión más citadina, y a allí una calle conocida como el Sapo y otras calles aledañas llenas de casas de vicio.

La primera vez que visité este cementerio fue de la mano del general Trujillo, este había entrado a la ciudad para echar a Jorge Issacs, a la sazón dictador de Antioquia, y así mismo cuando caminaba por El Palo con Ayacucho preguntó, sable en mano con sus escoltas, a uno de los vecinos, dónde quedaba el cementerio, ya que quería visitar la tumba del egregio poeta Gregorio Gutiérrez González para  rezarle una oración y así mismo dejarle algunas flores. Por supuesto que al leer ese dato preparé mi expedición un día domingo, para buscar también la tumba del poeta ya que en la ciudad, en la Medellín de los eslóganes y de las frases sonoras, la memoria de sus intelectuales no existe. Allí recalé, a un sitio totalmente abandonado, allí miré tumbas corroídas por la lluvia, bloques con innumerables nombres desvanecidos en la cal de sus fachadas donde se borraban de golpe cualquier atisbo de identificación, subí a la parte más antigua y entre los esquejes y más maleza  busqué pero en ninguna parte de las tumbas solitarias en la tierra vi el nombre del poeta, existía una razón ya sus huesos habían sido depositados en una cripta de la Iglesia de San José.

Pero ahora vamos a dejar la historia valiosa que posee este lugar y sus cercanías, porque el Festival Instinto de  Vida, Nada Justifica el Homicidio, se efectúa con un Mercado campesino, Feria del Afecto,  el Ritual vivo a la memoria de los seres queridos, concierto y teatro. Rock, punk , reggae, salsa y reggaetón, Elemental Teatro, el Trueque Oficina Central de los Sueños y Barrio Comparsa  para darle otro sentido a este lugar y que las personas se apropien de él y deje de ser la zona marginal tan solitaria cada que pasamos cerca. Todo un ambiente de fiesta, todo un encuentro donde el perdón luce su sentido de convivencia, donde la tolerancia se apodera del ánimo, y donde la música airea esta tarde de sábado y el cementerio deje de ser una zona muerta. Pero cuando Niquitown cantaba cerca de Niquitao, la Medellín violenta, sucia y despreciable, manchó el evento, ya que un joven de unos 20 años entró corriendo para escapar de los energúmenos que en un momentos serían sus asesinos, cuatro hombres lo perseguían con  navajas y machetes al mejor estilo pueblerino de los años de la Violencia, pero qué digo si aún vivimos en el Medellín negro no de las novelas sino de la intolerancia y el desprecio por la vida, precisamente en un evento donde se intentaba recuperar un espacio y alejarnos de los asesinos que llegan inesperados y aun más indignos.


1 comentario:

Edgar Bustamante dijo...

Hoy desde la oficina central del Neonadaismo, mañana en cualquier lugar del mundo: en tiempos donde la palabra paz a adquirido un valor extraño en Colombia, es memorable celebrar la paz, la vida. Entonces es oportuno desplazarse por su significado y despojarla del valor político. Traerla del anonimato, descubrirla en su estado natural, en su esencia, en su diafanidad, en su transparencia,en su intimidad. Dándole su valor ético. Y que mejor día que aplaudirla en el evento INSTINTO DE VIDA, solo que lo inoportuno, y la invitada no tan especial. Fue la muerte, aquella que puso la nota fúnebre en plena celebración.
Llego sin avisar. robandose. Otra vida.
Edgar Bustamante.