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Festival Instinto de Vida, Nada
Justifica el Homicidio /
Parque Cementerio San Lorenzo
Víctor
Bustamante
Sábado
en la tarde para asistir al Festival Instinto de Vida, Nada Justifica el
Homicidio en Parque Cementerio San Lorenzo. Este cementerio es considerado el más
antiguo de la ciudad, dos de sus columnas según Bernal Nicholls son
consideradas las dos estructuras más antiguas de la ciudad, también ha sido considerado
el Cementerio de los Pobres, como contraprestación al llamado Cementerio de los
Ricos como se llegó a llamar al Cementerio de San Pedro.
La
última de sus trasformaciones ocurrió en el mandato de Fajardo, para tal efecto,
sus muertos o los restos fueron trasladados al Cementerio Universal en una inusitada
operación de trasteo para quitarle al cementerio su carácter sagrado y de
culto, y así mismo remodelar esa zona en deterioro constante, para ello se construyó
una circunvalar que permitiría salir por esa zona hacia el Poblado o también llegar
a la ciudad de una manera más cómoda. Ahora analizamos la remodelación cerca a la entrada donde se construyeron unas
tumbas imitación de las centenarias del propio campo santo, por supuesto que a pesar
de su colorido continúan asemejándose a lo que son, un adefesio en medio de las
amenazas de abandono, en medio de los otros bloques de tumbas y de osarios. A esa
suerte de tumbas modernas pintadas de varios colores, les falta algo, el rigor
de haber sido habitadas por tantos muertos que descansaron entre comillas en
las tumbas de los bloques laterales ahora vacíos, muchos de ellos acentuados
por la vegetación que persiste en recuperar sus lugares.
En
los años de 1920 la zona estaba plagada de adivinadoras. En una calle cercana,
Niquitao, existieron bares de tango y
algunos lupanares lo que le dio al sector cierto carácter de ser una zona
alegre y de placer, incluso en los años del inicio del narcotráfico con el
llamado Patrón a la cabeza de sus acechanzas, y de los jibaros como la expresión
más citadina, y a allí una calle conocida como el Sapo y otras calles aledañas
llenas de casas de vicio.
La
primera vez que visité este cementerio fue de la mano del general Trujillo,
este había entrado a la ciudad para echar a Jorge Issacs, a la sazón dictador
de Antioquia, y así mismo cuando caminaba por El Palo con Ayacucho preguntó,
sable en mano con sus escoltas, a uno de los vecinos, dónde quedaba el cementerio,
ya que quería visitar la tumba del egregio poeta Gregorio Gutiérrez González para
rezarle una oración y así mismo dejarle
algunas flores. Por supuesto que al leer ese dato preparé mi expedición un día
domingo, para buscar también la tumba del poeta ya que en la ciudad, en la Medellín
de los eslóganes y de las frases sonoras, la memoria de sus intelectuales no
existe. Allí recalé, a un sitio totalmente abandonado, allí miré tumbas corroídas
por la lluvia, bloques con innumerables nombres desvanecidos en la cal de sus
fachadas donde se borraban de golpe cualquier atisbo de identificación, subí a
la parte más antigua y entre los esquejes y más maleza busqué pero en ninguna parte de las tumbas
solitarias en la tierra vi el nombre del poeta, existía una razón ya sus huesos
habían sido depositados en una cripta de la Iglesia de San José.
Pero
ahora vamos a dejar la historia valiosa que posee este lugar y sus cercanías, porque
el Festival Instinto de Vida, Nada
Justifica el Homicidio, se efectúa con un Mercado campesino, Feria del Afecto, el Ritual vivo a la memoria de los seres queridos,
concierto y teatro. Rock, punk , reggae, salsa y reggaetón, Elemental Teatro, el
Trueque Oficina Central de los Sueños y Barrio Comparsa para darle otro sentido a este lugar y que las
personas se apropien de él y deje de ser la zona marginal tan solitaria cada que
pasamos cerca. Todo un ambiente de fiesta, todo un encuentro donde el perdón luce
su sentido de convivencia, donde la tolerancia se apodera del ánimo, y donde la
música airea esta tarde de sábado y el cementerio deje de ser una zona muerta. Pero
cuando Niquitown cantaba cerca de Niquitao, la Medellín violenta, sucia y
despreciable, manchó el evento, ya que un joven de unos 20 años entró corriendo
para escapar de los energúmenos que en un momentos serían sus asesinos, cuatro hombres
lo perseguían con navajas y machetes al
mejor estilo pueblerino de los años de la Violencia, pero qué digo si aún vivimos
en el Medellín negro no de las novelas sino de la intolerancia y el desprecio
por la vida, precisamente en un evento donde se intentaba recuperar un espacio
y alejarnos de los asesinos que llegan inesperados y aun más indignos.
Hoy desde la oficina central del Neonadaismo, mañana en cualquier lugar del mundo: en tiempos donde la palabra paz a adquirido un valor extraño en Colombia, es memorable celebrar la paz, la vida. Entonces es oportuno desplazarse por su significado y despojarla del valor político. Traerla del anonimato, descubrirla en su estado natural, en su esencia, en su diafanidad, en su transparencia,en su intimidad. Dándole su valor ético. Y que mejor día que aplaudirla en el evento INSTINTO DE VIDA, solo que lo inoportuno, y la invitada no tan especial. Fue la muerte, aquella que puso la nota fúnebre en plena celebración.
ResponderEliminarLlego sin avisar. robandose. Otra vida.
Edgar Bustamante.