LA
RECALCITRANTE CEGUERA MORAL
Darío Ruiz
Gómez
Hay
pensadores sobre los cuales es necesario volver una y otra vez porque lo que
predijeron con su análisis crítico de la
crítica de la violencia no han perdido
vigencia y al contrario en una época donde la desaparición de los valores nos conduce cada vez más a una inestabilidad
emocional, a la desestabilización del suelo que pisábamos y donde nos creíamos
seguros se ha roto escandalosamente y la incertidumbre se ha apoderado
para siempre de nuestro acongojado
corazón que intuye el castigo que conlleva el haber matado a Dios, Zygmunt Bauman lo anunció: “Actualmente el
mal no elige a Hitler o Stalin como su
personificación, sino que asume formas anónimas de insensibilidad que pasan
inadvertidas” ¿Nos damos cuenta del daño
irreparable que ha supuesto que nuestra justicia y nuestros medios de
comunicación hayan banalizado la violencia
convirtiéndola en una noticia más
y en un delito menor? ¿No es ésta la insensibilidad inadvertida que
Bauman denuncia? Adela Cortina la gran
pensadora española rescató el
concepto de aporofobia o sea “el odio y
rechazo a los pobres” como algo presente en la actual sociedad. Lo inesperado es que el odio al pobre provenga
no de los ricos que viven sus vidas en sus lugares privados y continúan imponiendo sus arquetipos de vida social, sino de los desabrochados personajes nacidos de una izquierda mentirosa que asimilados a las ventajas de vivir en una
sociedad burguesa después de un supuesto “Acuerdo de Paz” se lanzan todos y en tropel a una loca carrera de
enriquecimiento recurriendo – esto es lo significativo- a los modelos de vida
de los poderosos ricos a los cuales dicen tanto odiar. Puede ser claro que una cosa es
la legítima aspiración a vivir con todas las comodidades dentro de las normas
que rigen la convivencia social y otra
cosa lo sea recurriendo a la violencia que supone la corrupción, el saqueo del
erario público, el narcotráfico, los dineros de las reparaciones a las víctimas
con el cual se quedaron y hacerlo además
recurriendo a la demagogia de invocar al pueblo, un pueblo que permanecerá
olvidado y viviendo en la miseria.
La Plutofobia
es el odio a los ricos, un sofisma populachero utilizado demagógicamente para despojar a los empresarios de sus propiedades acusándolos de ser los causantes de todos
los males del pueblo. Lo primero que
hizo Quintero fue comprarse una mansión en el barrio de los odiados ricos. Repito ¿No vive Petro y su
familia en el estrato diez?¿A qué tipo
de arquitectura, de música aspirará Iván
Mordisco o los feroces cabecillas de los “Comandos de la frontera? Es elemental
saber que la disputa por los territorios está causada directamente por la
entrada en juego en la especulación inmobiliaria de nuevos grupos de capital. Que
Petro diga que no hará más carreteras entre El Poblado y el Oriente para no seguir favoreciendo a los ricos no
deja entonces de ser una malévola desinformación
que algún quinterista le dio ya que el intenso movimiento urbano que
caracteriza a Medellín causado por las nuevas economías en juego ha hecho que ante la irrupción incontenible de estas
nuevas economías modificando
radicalmente el contexto urbano, los antiguos ricos creadores de riqueza y
empleo estén ahora en otros territorios huyendo de la vulgaridad de estos nuevos capitales y de sus actores y actrices.
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