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Fredy Fernández Márquez |
CIEN AÑOS DE SOLEDAD O MÁS…
Fredy Fernández Márquez[1].
A Eduard Alejandro Tobón Vargas: Este ensayo que
reflexiona, cuestiona e invita a pensar en los afectos que llenan los
sentimientos de la soledad, que están más allá de toda ficción macondiana, pero
que es una plena realidad para entregarlo a la compañía que siempre te espera
con los brazos abiertos sin consuelo ni dolor en la soledad de los dos.
‘Hola soledad, no me extraña tu
presencia, casi siempre estás conmigo, te saluda un viejo amigo, este encuentro
es uno más’. Así inicia la canción: Hola soledad, interpretada
por el cubano Rolando Laserie, grabada en el año 1972, con la orquesta “La
Sonora Veracruzana”, junto al conjunto de Cuco Valtierra, bajo el sello
disquero Musart. El autor de la letra, el argentino Palito Ortega. Que dolor describe
Ortega, a través de la voz de Laserie, desde lo más profundo de su alma, sólo
él sabe lo que escribe en su canción y siente.
La voz melodiosa narra la
tristeza, el dolor, las heridas de un ave que ha perdido la capacidad de volar.
Se contempla en su propio refugio, para calmar su propio desconsuelo, su propio
llanto, su propio eco que repite su karma, que sólo encuentra un llanto más.
Invita a charlar a la soledad. Su presencia hace parte de él, la soledad conoce
el dolor con quien comparte una conversación.
Finaliza la canción: ‘Hola
soledad, hola soledad, hola soledad’. La palabra proviene del latín solitas,
-ātis. Es una falta, vacío, sin compañía de alguien, que se convierte en
un tormento o calvario, congoja que sólo lo entiende quien lo vive. Esto deja claro
el autor, a través de la voz de quien lo canta. Allí subsiste un vínculo
intrínseco, continuo que altera los estados emocionales, para que emerjan las
pasiones, ya sean alegres o tristes, más tristes por supuesto.
Con el humano nace el dolor,
acompañado de la soledad. Dos momentos que hacen parte de las vidas de todo ser
terrenal, que encuentra en ella su compañía, su pena. Angustia de sí, soledad
de sí. Dijo Hegel: “Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran
pasión” (2009). Por ejemplo, el dolor, una pasión triste en palabras de
Spinoza. Esta pasión es una imperfección del alma, melancolía que afecta el
alma. De acuerdo con la canción, quien padece de soledad está acompañado de
aversión, indignación, menosprecio y otros sentimientos más, como una carta o
menú de un restaurante. Sólo falta padecerlas. Porque: “Las acciones del
alma surgen sólo de las ideas adecuadas; las pasiones, en cambio, sólo dependen
de las inadecuadas” (Spinoza, 2009. P. 131). De alguna manera, se está
permeado por las pasiones tristes como la soledad. Tan fácil de padecer, tan
difícil salir de ella, pero a su vez elemental, no desearla. Deja impregnado su
olor en los cuerpos hasta el alma. Cien años de soledad o más… son tiempos que
pasan juntos, urdimbre que teje un erotismo nada fugaz que se deja en sí. Fiel
compañera, incondicional en términos kantianos (2017). Convirtiéndose en la
veneración de la existencia, como en un sueño freudiano, del cual el amor a la
soledad se ha quedado en los personajes de la obra de Gabriel García Márquez:
Cien años de soledad o más…….
La obra está dividida en
cinco (5) capítulos, narrada a través de siete (7) generaciones. Además, se
presentan otros individuos o sujetos dentro de la obra y fuera de ella. En la
primera prole, emerge la figura de José Arcadio Buendía, el creador de Macondo.
Se desposa con Úrsula Iguarán, con grados consanguíneos cercanos: primos. José
Arcadio Buendía, corpulento y fuerte en su carácter. Se inclina por la ciencia,
la alquimia y las cosas más ocultas. Macondo nace a través de una pelea de
gallos al huir del pueblo, que ganara José Arcadio a Prudencio Aguilar. El
perdedor irrespeta a Buendía. Le dice en voz alta: “Te felicito-gritó-.
A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer” (2007). Luego es
asesinado por el autor principal de la obra. Por la ofensa a su virilidad se
hace presente la muerte y por el honor de una mujer se le da vida a Macondo.
Luego, aparece la figura de Úrsula Iguarán. Ella es quien finalmente, le da la
fuerza y existencia a la familia Buendía. Preocupada por el bienestar de todos
a su alrededor, mujer fuerte, vive hasta los 120 años. En su muerte, le
acompaña un fuerte y duro calor que se siente en todo el pueblo.
En la segunda generación,
aparece la figura de José Arcadio. El primer hijo de Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía.
Se asemeja a su padre. Es quien inicia la consecución de la familia junto a
Pilar Ternera, queda embarazada por él, quien le abandona por una gitana. Hacen
parte de esta generación Rebeca, el coronel Aureliano Buendía, el segundo hijo
de la familia, siendo el primero que nace en Macondo, posee la facultad de una
pitonisa y por su espíritu profético era deshabitado que vivía su propia
soledad, de carácter retraído, cercano a los acontecimientos o fenómenos
paranormales. Hacen parte de esta lista Amaranta y la misma Rebeca.
En la siguiente generación,
la tercera, hacen parte: Arcadio, Aureliano José y 17 Aurelianos más. En la
cuarta Remedio la Bella, José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo. En la
quinta, Renata Remedios conocida también como Meme, José Arcadio, Amaranta
Úrsula. En la sexta, Aureliano Babilonia y en la séptima Aureliano. Hacen parte
de la obra: Remedios Moscote, Fernanda Del Carpio, Prudencio Aguilar,
Melquíades, Pilar Ternera, Santa Sofia de la Piedad, Nicanor Ulloa, Rebeca
Montiel, Pietro Crespi, Gerineldo Márquez, Petra Cotes, Mr. Herbert y Mr.
Brown, Mauricio Babilonia, Gastón, Nigromanta, El sabio catalán, Álvaro,
Alfonso, Gabriel y Germán, por último, Apolinar Moscote.
Acá encontramos la génesis de Macondo, generación tras generación. Una obra realista de la vida del Caribe colombiano. Realidad literaria nada mágica. Allí se delinea el vivir real y cotidiano de toda una comunidad, que no es mágica como lo sostiene la crítica literaria. Se la adjudican a su progenitor: Gabriel García Márquez. Sólo se considera un estilo literario. Allí brota la magia real que abre el portal entre lo habitual con lo mental imaginario. Toda una relación ininteligible, como si se hubiese sacado de una de las obras de Pablo Picasso. El surrealismo también sembró su historia a través del arte, como lo hicieron André Breton, Salvador Dalí, René Magritte, Joan Miró, Remedios Varo, Leonora Carrington y Max Ernst. Así mismo en cada una de sus obras, García Márquez se impregna con un surrealismo-realismo-mágico, como si cada párrafo fuese una pincelada de los maestros del surrealismo en las obras como: El otoño del patriarca (2022), Crónica de una muerte anunciada (2020), El amor en los tiempos del cólera (2003), El General en su laberinto (2023), Del amor y otros demonios (2003). Memoria de mis putas tristes (2014). La hojarasca (2022). El coronel no tiene quien le escriba (2022) Los funerales de la Mamá grande (2003) y La mala hora (2022). Pareciera que todos los personajes, de las obras del autor colombiano, hubiesen habitado en Macondo. Casi todos sus personajes fueron presa de la superstición. Por ejemplo, en Cien años de soledad, Úrsula, en sus asuetos nocturnos, le asaltaba el espectro temporal de Prudencio Aguilar, en sus descansos.
Pero por qué ¿cien años de
soledad? ¿acaso fue el eyectar al irse huyendo del pueblo? O ¿por la distancia
de la civilización? Cien años o más… ¿no es el olvido al coronel por qué
no le escriben? A lo mejor una intempestiva erotomanía llevó al autor a plasmar
las imaginaciones cotidianas de su pueblo natal Aracataca. Una condena como si
fueran los suplicios de Cristo, al ser supuestamente castigado por ser culpable
de los pecados de la humanidad. ¿Un siglo a la espera de qué?…
Manifiesta García Márquez: “porque las estirpes condenadas a cien años
de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (2007, P.
471). El solo hecho de retar a la naturaleza humana al casar dos primos, fuera
de la condena de cien años de soledad, es atreverse por encima de lo biológico,
es alterar la extensión de lo consanguíneo genético como lo es la hemofilia y
demás trastrueque conexo al cromosoma X o afecciones afines que emergen con las
relaciones endogámicas. José Arcadio Buendía como Úrsula, desafiaron tanto la
naturaleza como lo divino, sin importar una condena de cien años de soledad o
más… i Qué amor!, Un lazo fuerte contundente como toda una poesía
de Meira del Mar:
Este amor
“Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un
muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se
nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su
nombre,
este amor.
Como el río que une
con sus manos de
agua
las orillas que
aparta
con sus manos de
agua,
como el tiempo
también,
como la vida,
que nos huyen
viviéndonos,
dejándonos
cada vez menos
nuestros
y más suyos,
este amor.
Como decir mañana
y estar pensando
nunca,
cómo saber que
vamos
hacia ninguna parte
y sin embargo nada
podría detenernos,
como la mansedumbre
del mar, que es el
anverso
de ocultas
tempestades,
este amor.
Este desesperado
amor”.
Lo
inexorable se hace presente en esta obra. Ni el paso del tiempo en los cien
años de soledad o más… se ruegan para no continuar en lo más fasto de lo
aciago, de la incitación inmoral que ven los demás. Que destino llevado al
verismo extremo de los personajes de esta obra literaria. Que condena la de
García Márquez tan pendolista, arpillera que no deja luz, fuera de los espacios,
entre sus líneas estructurales. Eso permite que la pareja que vive cien años de
soledad, se despoje de su cogulla, para resistir los atropellos de lo divino.
Obra lúgubre, luctuosa que maltrata lo más profundo del ser. Reflejo de la
humanidad, hechizante para quienes leen esta bella y dolorosa creación. Una
soledad vivida y narrada que inspira a embriagarse con la escritura de Meira
Del Mar:
Soledad
Nada igual a esta
dicha
de sentirme tan sola
en mitad de la
tarde
y en mitad del trigal;
bajo el cielo de
estío
y en los brazos del
viento
soy una espiga más.
Nada tengo en el
alma
ni una pena pequeña
ni un recuerdo
lejano
que me hiciera
soñar...
Sólo tengo esta
dicha
de estar sola en la
tarde
¡con la tarde no más!
Un silencio muy largo
va cayendo en el
trigo,
porque ya el sol se
aleja
y ya el viento se
va
¡quién me diera por
siempre
esta dicha
indecible
de ser, sola y
serena,
un milagro de paz!
La
musicalidad y la rítmica, es el chichisbeo estético del desarrollo de los personajes
dentro de la obra. Macondo, es el rumbo final de la misma, en el cual emerge
Melquíades. Maestro, sabio, de amores y de rabia ignífera hacia sí mismo. El
gitano es el franqueador de las vivencias de José Arcadio Buendía, entre la
vida y la muerte, convirtiéndose en su conturbar, porque le altera su vida, le
causa intranquilidad en su destino. Él también es producto de los cien años de
soledad, porque: “había estado en la muerte, en efecto, pero había
regresado porque no pudo soportar la soledad” (2007), Macondo es también
el refugio de aquellos que no logran ver, en la soledad un espacio, sino un
peso para la vida.
De esa
manera, Melquíades se convierte en la pulsión de José Arcadio Buendía, el
gitano es quien le da movimiento y vitalidad a Macondo a través del fundador
del pueblo. Siempre que asalta en el pueblo, lleva algo por descubrir por parte
de su amigo, que se vuelve el interpretador de los inventos presentados en
Macondo. El adalid Melquíades, es el Orfeo de la obra macondiana, porque fue a
lo más bajo del inframundo y regresó, como todo un héroe mitológico griego.
Melquíades hace de Macondo todo un mundo a su regreso. Porque es él quien
señala y lleva el conocimiento, la sabiduría y la experiencia ancestral. Con
sus palabras y figuras demuestra y muestra la ciencia, como ésta, está poseída
por él. Su presencia en Macondo, es una metamorfosis kafkiana porque transforma
y traspasa la cotidianidad del pueblo, porque hace de la ciencia, la
tecnología, lo ancestral y místico un nuevo José Arcadio Buendía, porque abre
su mente y altera su vida en la cotidianidad de este pueblo.
Melquíades, es la sustancia irrefrenable, legendaria y fantasmagórica
que haya pisado a Macondo. Con su mera presencia, ‘todas las cosas
adquieren vida propia’, todo un Nostradamus. Su soledad es su segunda
muerte. Se acoge a su propia sombra-soledad, ni él ni nadie te podrán aventajar.
Jamás sintió miedo de las tempestades, ya no es el árbol más frondoso del
pueblo, tampoco el fruto más dulce de la comunidad, eres tan sólo tu propio
abandono en tu misma vida, mucho menos la felicidad, no eres el aroma que
despiertas en el amanecer, eres la oscuridad del anochecer, eres lo divino sin
aroma, tu abandono en tus mismos brazos que te entregas al desconocer el
misterio de la muerte. Criatura que no se queja, que vivirá a tu propio lado.
No te espera la gloria, te espera Macondo en su soledad. Ese ser mágico era
Melquíades. Se fue en su propia alfombra voladora, su sesera: Se ha ido el
gitano enigmático junto con sus bártulos.
La soledad
en Macondo es todo un destino repetitivo. La tristeza es también el roce entre
lo racional y lo místico, lo mundano se hace presente, es lo silente en la
relación entre José Arcadio y Pilar Ternera. En su debido momento, esta
relación menea a Macondo. Este vínculo representa la debilidad de lo humano, por
eso, la soledad avanza, de manera inexorable, a través del tiempo de los
Buendía. La soledad está presente en el inconsciente colectivo de Macondo,
representa el dimorfismo y el laberinto de lo humano intangible, como si fuese un
espectro.
La
familia Buendía representa todo un icono de soledad para la postmodernidad. La
soledad no se manipula con el tiempo, al contrario, como lo dejó plasmado
García Márquez, el tiempo es una adlátere de la soledad. Porque el tiempo se
desliza en el interior de la propia familia, acercándola a la abismal y lóbrega
soledad. Una triada se hace presente en esta obra de principio a fin: la
existencia, el tiempo y finalmente la soledad.
La
familia Buendía, Se aprisiona en su propio seno, produciéndose una barahúnda
entre lo que ellos creen vivir como lo es el presente, pasado y el futuro. Nunca
podrán escabullirse de la maldición planteada en la novela del escritor
colombiano. La naturaleza y el destino de los Buendía, van unidos desde su
propia concepción, ello no les aprueba a salirse de la soledad que les apremia
de forma constante. La imaginalidad no les alcanza para ver más allá del propio
Macondo, que se presenta como prisión, en el seno de los Buendía. Más allá de
Macondo es Macondo, así como regresaron Melquíades y José Arcadio Buendía.
Una
presencia constante, en la familia Buendía es la autofagia. Úrsula Iguarán la
enfrentará siempre. Ella es la cinética incorpórea de la parentela de los
Buendía. Es el caletre que encara las tragedias que nacieron en el propio seno de
la familia. Una mujer resuelta ante las situaciones que se presentan
constantemente en su comunidad. Fuerte ante las situaciones que se exteriorizan,
luchadora, a su vez opulenta, siempre va al frente ante las cosas que se viven
en la familia. Es lo obituario de la señora Iguarán, es la universalidad de la
novela, atravesada por su rigidez. García Márquez la define como:
Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios
inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía
estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre
perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los
pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles
de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos
arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca (2007. P.
17-18).
Ella es
la Madre indiscutible y el amparo de Macondo. Sus quehaceres trascurren entre
los oficios, desasosiegos y la intranquilidad. La señora Iguarán es su propia
imprecación. Se negó de llamarle Úrsula a la hija de Arcadio, petición que hizo
el fusilado antes de fallecer. Ella misma sostuvo: “No le pondremos
Úrsula, porque se sufre mucho con ese nombre” (2007. P. 155). La
matriarca de Macondo sabía cuál era su condición ante el destino que otorga la
naturaleza, ella es omnipresente, hasta omnipotente. De alguna manera, era la
ordenanza en el corazón de la familia que vivía en medio de la vorágine.
Mujeres como ella abundan en nuestra América latina. Luchadoras, que padecen de
lo más inverosímil, del llanto, del no querer, del golpe de la palabra y del
golpe físico. Tan cerca, pero tan lejos de la justicia, la imparcialidad y la
equidad. Las Úrsulas latinas, son personajes conmovedores, de silencios
profundos, que poseen en lo más hondo de sus vidas, la cavidad de la muerte,
resisten ante la fortaleza de la soledad. Las féminas Buendía, batallaron en
resistencia a las tragedias que rodeaban sus propias vidas. La matriarca se
volvió toda una experta en sacar verónicas en mantazos para tratar de calmar
las desgracias de la familia, otorgadas por la naturaleza humana o tal vez
divina.
Algo
morirá en ellos, cuando la soledad cruce la puerta de los Buendía: en José
Arcadio Buendía, Úrsula y las generaciones venideras, un pedazo de la soledad,
se quedará en cada uno. Es el incordiar de las sombras que irrumpen entre los
sueños que, espalda a espalda, los Buendía forjaron, pero que quedaron
atrapados por la maldita nostalgia en que se convirtieron sus vidas. Vacío
lleno de silencio que sólo los recuerdos logran retener el tiempo. Un fallecer
lento, pero contundente. Cómo pedirle amor a la soledad, cuando ella misma se
encarga de alejar los mejores momentos de felicidad. Cómo pedirle al amor que
se quede cuando la soledad está más cerca, tan junto ante ellos, que finalmente
les hace falta. Cómo extrañar la soledad que nunca se fue, pero se añora. Siempre
estuvo entre sus brazos y en sus almas. Se convirtió en un pequeño trago, como
si fuera un cariño tan lejano que no sale de los espacios llenos de
incertidumbre. El sol se oculta, la soledad jamás. ¿Cómo hacen los Buendía para
comprenderla? ¿Cómo y cuándo apareció entre ellos? Al pasar la soledad la puerta, sólo queda el
recuerdo de la tragedia para poder sobrevivir ante ella. Con ella se extravía
toda ilusión, como Amaranta, que todo lo perdió llena de penumbra, con una alta
fragancia de desaliento por vivir lo no vivido, lo no permitido. Vida sin
respuestas, como una afrenta en el querer y no lograrlo. Como detenerla si es
tan sutil en su trasegar. Como requerir amor a la soledad que nunca fue entre
ellos.
Sus
vidas son esencialmente soledad y dolor, que está incorporado entre el
sufrimiento y el fallecer, hermeneútica elogiable por la quimera fenomenológica
que ellos viven, ya sin experimento porque el patriarca ha fallecido y ha
dejado parte de la herencia: la soledad.
El amar,
la pasión, los deseos, siempre están mirando al infinito que señalan la
carencia involuntaria del sufrimiento. La soledad es el sufrimiento como
posibilidad que se obstaculiza a si misma para quedarse donde se originó, entre
los Buendía.
Soledad,
dolor y sufrimiento, es para esta familia procedente. En palabras de Cioran: “¿Qué
sentido, en efecto, podría yo hallar en los suplicios de un hombre
infinitamente atormentado y desgraciado para quien todo se reduce en última
instancia a la nada y para quien el sufrimiento domina el mundo?” (2009.
P. 30). La soledad enseñó amar a los Buendía y ella misma les señaló odiar. “La
vida es una inmortal melancolía” (2010. P. 124) he ahí a los Buendía.
Hasta el mito de Sísifo se hace presente en la obra Cien años de soledad,
con el suicidio de José Arcadio. Porque: “Vivir significa: creer y
esperar, mentir y mentirse” (1997. P. 141), sus vidas no fueron una
falsación popperiana. Se dice que ninguna soledad es eterna para quien la
padece, al contrario, para la familia Buendía-Iguarán, se quedó para siempre a
través de todos los tiempos.
La
soledad para ellos posee toda una estructura, llena de desencuentros,
desilusión, espera, infelicidad, desagravios, pesares, desamor, suicidio,
abandono, tragedia, vida de tormentos solitarios, sin obstáculos,
circunstancias casi aleatorias. Determinación sin comprensión episódica de la
existencia. Personajes en medio de una profunda soledad, quimera lastimera como
nostalgia, sólo vivida en Macondo. La soledad allí nunca se satisfizo.
Devorando todo a su vil paso. Es el desvelo nocturnal que precipita al desahogo,
desde la propia lectura de la obra. La soledad se convierte en un acto moral que
se vuelve enfermedad psíquica o mental, que se refugia en lo más espiritual.
Todo ser
humano ha padecido de soledad. Nadie se ha salvado de compartir con ella. Es un
vacío desolado existencial, porque: “[…] el que conoce el por qué
de su existencia podrá soportar casi cualquier cómo” (Frankl, 1988. P.
81). Sólo nos conocemos en la soledad, he ahí el cómo. A dónde ira la soledad
sin mí, diría la familia Buendía-Iguarán, para ellos la soledad es ya una
necesidad, una relación de nunca acabar. Sin ella no se es nada, sin ella no
hay vida, menos pasión. Al despertar cada mañana su aliento los acompaña, al no
estar cerca se extraña como otro sueño que se sueña. En la soledad se olvida de
todo, hasta del amor. La soledad no es Dios, no es lo más infame, no es lo más
perfecto, pero se sale lastimado, aunque sea un tenorio como lo fue José
Arcadio Buendía.
Cómo
entender su presencia y aún más su ausencia. Para dejarse caer con ella e
inventar todo de nuevo, como si fuera un mundo de fantasía sin soledad. Porque:
“la soledad también puede ser una llama” (Benedetti, 2001. P. 34).
¿Qué pasaría, si la vida pasara sin soledad? ¿O tan sólo el juego solitario de
la vida? “Uno no se conoce verdaderamente antes de haber sufrido”
(De Musset, 1867. P. 56) como la soledad. La familia Buendía, estaba tan
compenetrada con ella, que les hacía falta, así como el aire y el agua. ¿Cómo
ser feliz sin soledad? Sólo los Buendía lo saben. Porque: “lo único que
conservaron en común fue el aire solitario de la familia” (2007. P.
212).
Que
obra, que tragedia tan dispendiosa, llena de alegorías, con personajes
mezquinos, fatalidad constante, con razón fue llevada al cine, donde abundan
los visos y los dinamismos narrativos, una parte de la historia de Colombia con
sus injusticias y desigualdades, la obsesión por la soledad prima, obra
cautivadora, llena de parábolas, una canción con melodía y rítmica propia con
pasajes tanto en blanco como oscuro, moral e inmoral, pero fascinante escribió
Gabriel García Márquez. ¿Cómo digerirla, saborearla, degustar sus líneas
sin pensar en las amarguras, el sufrimiento, el dolor, la infelicidad y la soledad?
Hay que pensarla, llena de intríngulis. Personajes que pasan más allá de toda
imaginación, que llenan el corazón de ansiedad y preocupaciones fatales.
Esperando la siguiente exomológesis. Perturba el alma en cada suceso que
escribe el autor, emergen individuos con aspectos de lucernas, figuras
insospechadas como si fueran sacadas de narrativas medievales por sus
apariencias, como el señor Moscote, con opacidad y cualidad de exclusión propia.
Que labor novelística, como si fuera un sueño prohibido, como escapar de la
soledad, en un lugar que la llama constantemente sin que arda el corazón de
quien la padece, sin oportunidad de desviar la atención que no sea la soledad,
confidente nocturna que se comparte en cada capítulo, revestida de alegría y a
su vez de un intenso dolor. Una obra que cuenta el castigo entre dos
sentimientos, como un abismo que, en el fondo encuentra su realidad: la
soledad.
La
soledad se encarga de traicionar la amistad y el amor. Con ella se comparten los
secretos más acezantes, bituminosos. Cómo concluir luego de haber leído,
semejante obra trágica, cómo dejar de pensar en sus personajes y no terminar
tan solos como ellos, cómo evitar tomarse unos tragos amargos y oscuros como
sus almas. Catando cada sorbo como el alma de los Buendía, en medio del humo de
la calilla y el ron ñeque[2], y
escuchar en medio de la noche fría un tango llamado: “En esta tarde
gris” del autor José María Contursi, interpretado por última vez por
Diego Ramón Jiménez Salazar, conocido como el Cigala.
En esta tarde gris
Qué ganas de llorar
en esta tarde gris
En su repiquetear la lluvia habla de ti
Remordimiento de saber
Que por mi culpa
Nunca vida, nunca te veré
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer
Temblando, al implorar de nuevo mi querer
Y hoy es tu voz que vuelve a mí
En esta tarde gris
Ven
Triste me decías
Que en esta soledad
No puede más el alma mía
Ven
Y apiádate de mi
dolor
Que estoy cansada de llorarte
Sufrir y esperarte
Y hablar siempre a solas
Con mi corazón
Ven
Pues te quiero
tanto
Que si no vienes hoy
Voy a quedar ahogada en llanto
No
No puede ser que
viva así
Con este amor clavado en mí
Como una maldición
No supe comprender,
tu desesperación
Y alegre me alejé en alas de otro amor
Qué solo y triste me encontré
Cuando me vi tan lejos
Y mi engaño comprobé
Mis ojos al cerrar,
te ven igual que ayer
Temblando, al implorar de nuevo mi querer
Y hoy es tu voz que sangra en mí
En esta tarde gris
Ven
Triste me decías
Que en esta soledad
No puede más el alma mía
Ven
Y apiádate de mi
dolor
Que estoy cansada de llorarte
Sufrir y esperarte
Y hablar siempre a solas
Con mi corazón
Ven
Pues te quiero
tanto
Que si no vienes hoy
Voy a quedar ahogada en llanto
No
No puede ser que
viva así
Con este amor clavado en mí
Como una maldición.
“¿Cómo está, coronel?
-Le dijo al pasar.
-Aquí -contestó
él-. Esperando que pase mi entierro” (2007. P. 231).
Referencias Bibliográficas
El árbol genealógico de la familia Buendía, tomado de la obra Cien años
de soledad. España. Alfaguara. (2007).
Benedetti, M. (2001). El amor, las mujeres y la vida. Bogotá. Planeta.
Cioran, E. (2010). Breviarios de los vencidos. Barcelona. Tusquets.
_________ (2009). En las cimas de la desesperación. Barcelona.
Tusquets.
_________ (1997). Breviario de podredumbre. Madrid. Taurus.
De Musset, A. (1867). Nul ne se connit tant qu' il n' a point souffert (nadie se conoce a sí mismo hasta que ha sufrido). Traducción personal. Paris. Charpentier.
Del Mar, M. (30 de enero de 2025). Este amor. https://www.poeticous.com/meira-delmar/este-amor?locale=es
Del Mar, M. (30 de enero de 2025). Soledad. https://www.poeticous.com/meira-delmar/soledad-1?locale=es
Frankl, V. (1988). El hombre en busca de sentido. Barcelona. Herder.
García Márquez, G. (2023). El General en su Laberinto. Barcelona.
Editorial Ariel.
________________ (2022). El otoño del patriarca. Colombia. Editorial
Penguin Random House.
________________ (2022). La hojarasca. Colombia. Editorial Penguin Random
House.
________________ (2022). El coronel no tiene quien le escriba. Colombia.
Editorial Penguin Random House.
________________ (2022). La mala hora. Colombia. Editorial Random
House.
_______________ (2020). Crónica
de una muerte anunciada. Colombia. Debolsillo.
________________ (2014). Memoria de mis putas tristes. Colombia.
Editorial Penguin Random House.
________________ (2007). Cien años de soledad. España. Alfaguara.
_______________ (2003). El amor
en los tiempos del cólera. Colombia. Debolsillo.
________________ (2003). Del Amor y Otros Demonios. Colombia.
Debolsillo.
________________ (2003). Los funerales de la Mamá grande. Colombia.
Debolsillo.
Hegel, G. W. (2009). Fenomenología Del Espíritu. España. Pre-Textos.
Kant, E. (2017). Critica de la razón práctica. España. Tecnos.
Spinoza, B. (2009). Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid.
Editorial Trotta.
[1]
Fredy Fernández Márquez. Filósofo. Historiador. Especialista en Cultura
Política. Mg en filosofía Moral. Ph. D. Doctor. Filosofía contemporánea.
Docente universitario-secundaria. Investigador. Orcid: 0000-0001-8230-8831.
[2]
Los términos que aparecen en cursivas, hacen parte del vocabulario popular del
Caribe colombiano, es decir, del entorno en el cual sucede la obra.
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