EL AUTORITARISMO COMO MIEDO A LA LIBERTAD
Efraín
Alzate S
En
las relaciones donde prevalece la autoridad racional existen componentes como
la admiración, el respeto y la gratitud, la autoridad en este caso se convierte
en un ejemplo con el cual identificarse, contrariamente, en aquella que es
impuesta, en algún momento, aparecerá la hostilidad y el resentimiento”.
(Fromm, 2005)
El
autoritarismo se acoge de manera radical a unas normas sociales que aprueban el
dominio, poder y control sobre los demás. Esta forma de actuar de las personas
autoritarias puede tener sus antecedentes desde la infancia, al responder los
padres con hostilidad al niño cuando éste les contraría llora, se queja, o se
equivoca. El comportamiento autoritario se desarrolla a partir de normas
sociales trasmitidas por la familia y otros agentes sociales. En este sentido, cuando
percibimos en escenarios de poder, a personas que se tornan agresivas al ocupar
cargos, de inmediato imaginamos de niño a esta persona con sus sufrimientos,
castigos dolorosos o burlas por parte de progenitores. Del dictador Augusto
Pinochet se decía que en su infancia había sido un niño infeliz.
La
persona autoritaria utiliza el poder para poder, es decir, para hacer lo que le
viene en gana y luego pasa a la perversión al experimentar placer al infringir
daño físico o moral al otro; la persona autoritaria es dominante, agresiva,
dogmática o incluso violenta con los demás. Bajo una máscara de orden se
perciben disciplinados y les apasiona mandar, poner normas y castigar su
violación, llegando al uso de la amenaza o humillación para conseguir su fin, y
responden enérgicamente ante cualquier cuestionamiento a su autoridad o cuando
les retan por sus arbitrariedades.
Por
lo general la persona autoritaria se muestra insensible ante las necesidades y
emociones de los demás, llegando a parecer crueles. Tampoco suelen expresar sus
sentimientos, algo que consideran como signo de debilidad. Por lo general,
funcionan muy bien en estructuras de poder tradicionales, jerárquicas, sobre
todo si ocupan puestos de dirección. Encajan
perfectamente
en la empresa moderna en la que la racionalidad instrumental está por encima de
la condición humana. Solo importa la capacidad de producción del hombre o la
mujer máquina, pero nada de lo que tienen que ver con su vida familiar o social
importa. La esencia humana de la empresa moderna sucumbe en montañas de papel y
formatos con los que se ordenan las cuentas pero con ausencia notoria de
humanidad.
Desde
esta perspectiva, autoritarismo se ha edificado sosteniendo la idea de la
insignificancia o la inutilidad del hombre, en aquellos lugares donde se
establece una autoridad suprema el individuo se empequeñece y se reduce a una
función de obediencia y sumisión. Las personas autoritarias son consistentes en
todos los campos y situaciones que se les presentan y ese patrón comportamental
es notorio y aplicado sistemáticamente con todas las personas que están bajo su
influencia, pero, además, esa actitud de emperador la aplica en otros espacios de
la vida en donde se da jerarquía y sumisión. Quien es dominante y abusador con
sus empleados, por lo general lo es también con sus hijos o parientes con
quienes por su vulnerabilidad les puede imponer sus dogmas. (Fromm, 2005)
Los
autoritarios son percibidos como personas ásperas, dogmáticas, competitivas, carismáticas,
intolerantes e indiferentes a las necesidades de los otros, y poco afectuosas,
lo cual tiende a enorgullecerles. En los casos más severos, pueden llegar a ser
crueles, denigrantes, humillantes y coercitivos. En el área laboral, presionan
a sus subordinados, critican, velan por el cumplimiento estricto de las normas
y reglamentos, y no toleran la más
mínima
muestra de desacato o discrepancia con sus órdenes. Estos comportamientos van creando
en la base de los trabajadores la animadversión y anhelos conspirativos; normalmente
la persona autoritaria resulta víctima de sus propios comportamientos. Por lo general
las autoridades autoritarias, salen de los cargos con innumerables detractores
y con personas que solo esperan el momento para pasar cuenta de cobro. Se da la
paradoja del doctor Guillot, inventor de la guillotina, quien la experimentó en
su propio cuello.
La
autoafirmación de sí mismo puede tener como consecuencia la desobediencia, para
todos aquellos casos de formas abusivas de autoridad la autoafirmación es un
pecado grave pues, desde la autoridad se nos intentará hacer creer que sus
fines son los nuestros y que sólo se puede obtener el objetivo mediante la
obediencia”. (Fromm, 2005) .
Los
autoritarios vistos desde el psicoanálisis por lo general son portadores de
algún complejo.
Karen
Horney psiquiatra norteamericano sostiene que las personalidades sádicas abusan
de los demás porque odian la vida, piensan que su propia vida ha sido vana y
sin sentido, y este “triunfo vengativo” les hace sentir superiores. Erich
Fromm, entiende el autoritarismo como una pasión por tener el control absoluto
de otro ser vivo, con la que aliviaría el sentimiento de insatisfacción en la
vida y el amor. Desde el autoritarismo se tiene la tendencia a negar la libertad
y sustenta desde un pesimismo exacerbado la imposibilidad para acceder a la felicidad
“La característica común de todo pensamiento autoritario reside en la
convicción de que la vida está determinada por fuerzas exteriores al yo
individual, a sus intereses, a sus deseos. La única manera de hallar la
felicidad ha de buscarse en la sumisión a tales fuerzas”. (Fromm, 2005)
Los
autoritarios son personas hostiles, y esa hostilidad no es gratuita ni
“indiscriminada” (como en el caso de personalidades antisociales o psicópatas),
sino dirigida a las personas que guardan una relación de dependencia o
subordinación, o son más débiles. La violencia en estos casos no es percibida
como desproporcionada por el autoritario, sino justificada y
apropiada.
Cuando castigan suelen decir: “se lo merecía”, “es por su bien”. El autoritario
es hábil para identificar las debilidades de sus víctimas y al identificar los
más vulnerables, los utiliza como chivos expiatorios para aplicarles mayor daño
y humillación. La persona autoritaria suele desconfiar bastante de los demás;
pero no es característico que se crean los únicos capaces de hacer las cosas.
El por qué de esa desconfianza, puede estar en el miedo a que les releguen de
su posición privilegiada de poder o a que pongan en entredicho su autoridad.
Pero
existen empresas en las que no impera la conciencia autoritaria, y fluye la
conciencia humanista, es el caso de espacios laborales en los que sus
trabajadores acreditan salud mental, alegría, entusiasmo y sentido de
pertenencia. El patrón con conciencia humanista hace de la empresa un lugar de
crecimiento y de encuentro entre seres inmensamente humanos. Estas empresas,
suelen ser exitosas y cada trabajador se siente feliz de los triunfos de esta.
Al respecto Fromm expone: En contraposición a la conciencia autoritaria, existe
la conciencia humanista, que no es la voz internalizada de la autoridad sino
que es nuestra propia voz, es la propia conciencia que juzga nuestro
funcionamiento como seres humanos, se corresponde al conocimiento que tengamos
de nosotros mismos y se armoniza con nuestra capacidad en el arte de vivir
(Fromm, 2005)
La
persona autoritaria vive en una terrible maraña de miedos, por ello suele
rodearse de personas manipulables y sumisas, pero también en ocasiones las
evita y las rehúye, ya que el temor es a la presencia humana y los débiles y
sumisos son seres humanos que hoy están en esta mesa, en este banquete, mañana
en la mesa que primero se sirva. El peligro para un autoritario está en que
lentamente va perdiendo su autoridad en la medida en que en la empresa surgen
personas firmes, con posturas dignas y sin temor. En esencia el autoritarismo es
una debilidad, es miedo a la libertad.
Para
Fromm existen dos tipos de conciencias, la autoritaria y la humanista; las
cuales fungen como legisladores morales, éticos y como sancionadores entre
otras cosas; la consciencia autoritaria es la voz de una autoridad externa
interiorizada que dicta mandatos y tabús y gobierna mediante la fuerza del
temor y de la culpa -este tipo de conciencia la podemos encontrar en el
superyó-; se le atribuye el derecho de mandar, recompensar y castigar; en el
carácter
autoritario encontramos cierta cantidad de sadismo y destructividad que
obstaculizan los poderes del hombre. La libertad como respuesta al
autoritarismo: los seres humanos vivimos un extraño miedo a la libertad; desde
la conciencia plena de libertad es posible rebasar los linderos del autoritarismo,
pero esta libertad no implica que no haya principios que nos guíen; la libertad
posible y deseable es aquella que nos permite crecer de acuerdo a las leyes de
la existencia humana. Significa obedecer las normas que posibilitan el
desarrollo humano óptimo.
La
autoridad racional es aquella que fomenta respeto sin temor, y desde un
reconocimiento a la condición humana acoge el pensamiento crítico y estimula la
fe en la vida. Es irracional imponer normas que sólo benefician a la propia
autoridad de las que emanan dichas leyes, además, es peligroso porque el poder
se va tornando omnipotente y prepotente. Esta conciencia está relacionada con
la duda racional que pone en tela de juicio aquellos valores que nos intenta
imponer la autoridad, cuando somos pequeños aceptamos sin más las ideas de nuestros
padres, pero a medida que crecemos comenzamos a desarrollar la capacidad de criticar,
el aumento de la capacidad de discernimiento es proporcional a la independencia
con respecto de nuestros padres y de cualquier otra autoridad.
La
duda racional es la fuente principal sobre la que ha establecido sus bases el
pensamiento moderno y se vincula a la emancipación creciente con respecto de
autoridades como la Iglesia, el Estado o los poderes económicos.
Por
ello, si bien la universidad y la escuela de hoy, se han convertido en
empresas, han de cuidarse para que en ella ni discursos ni personas
autoritarias sean determinantes; los cambios en la sociedad se alcanzan
formando ciudadanos con sentido democrático si por lo menos aspiramos algún día
a la democracia. ¿Porque sin demócratas de qué democracia hablamos? Al respecto
E Zuleta nos ilustra desde su obra Educación y Democracia nos ilustra así: Ahora,
el anhelo de una verdad absoluta, de un amo indiscutido, de la supresión
imaginaria del Otro como diferencia efectiva y discrepancia posible, toda esa
inclinación de nuestra subjetividad al dogmatismo y al autoritarismo, sólo
puede ser superado por procesos de formación que permitan la interiorización del
lugar del Otro y con ello del respeto y el valor asignado al semejante como
aquel que encarna una aventura y una perspectiva singular y con el que no se ha
de implementar una acción supresora , sino una actitud dialogante. (Zuleta,
2015)
El
eclipse del autoritarismo: los Estados, las empresas, las instituciones, las
Universidades
que
han padecido el yugo autoritario también han tenido la oportunidad para ver un amanecer
con música y alegría cuando se asiste al desplome de estas formas de gobierno y
a la desaparición de personajes autoritarios. Ejemplos sobran en la historia:
Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Batista en Cuba, Uribe Vélez en
Colombia. Pero de igual manera sucede esta dinámica en las instituciones y en
este caso las Universidades a las que llegan personas que se encartan con el
poder al asumir que este es para maltratar y someter y no para orientar y
servir al ser humano. Ante la caída de personajes autoritarios los únicos que
se lamentan son aquellos que nacieron para vivir disfrutando del látigo en su
espalda porque la dignidad humana que han construido es la de tener la humildad
para besar la bota de quien le patea.Fromm, E. (2005).
Bibliografía
Fromm,
E. (2005). El Miedo a la Libertad .
Buenos Aires: Paidós.
Zuleta,
E. (2015). Educación y Democracia. Bogotá: Corporación tercer Milenio
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