Este blog, en permanente construcción, hace parte de una revisión de los textos iniciáticos nadaístas con el propósito de mantener nuestra fe intacta en algunos de ellos. Podríamos decir que es una versión remasterizada, con inyecciones letales de cinismo y humor negro, de esta doctrina creada, simultáneamente, en Medellín y Cali. Mantenemos la fe intacta en la creación libre. Somos icoñoclastas por naturaleza. neonadaismo@gmail.com
jueves, 29 de noviembre de 2018
martes, 27 de noviembre de 2018
lunes, 26 de noviembre de 2018
Un tango y un adiós para Bertolucci / Víctor Bustamante
Un
tango y un adiós para Bertolucci
Víctor
Bustamante
En
esta mañana, lunes 26 de noviembre,
Llegan
noticias desde Roma por la red de hilos de araña, un titular de El País añade:
Ha
muerto Bertolucci
Lo
que acerca a la levedad y a lo frágil de la vida:
Como
un soplo que damos en el tiempo,
Como
una bocanada de aire,
Como
un paso que se pierde en el camino,
Como
una palabra escrita en alguna hoja,
Como
un fotograma cortado en alguna escena,
Como
una hoguera que nos ha calentado en la noche y en la mañana son las cenizas del
humo gris que se deshace en el aire y hacia el aire,
Como
un sueño que se deslíe para siempre en la mañana,
Como
un color que se desvanece en un aguafuerte,
Como
la sed que nunca apaga un licor recio,
Como
un deseo incontrolado que solo agasaja un instante y huye como una flecha que
va hacia el corazón de la otra muerte.
Esta
mañana el silbo de la huida ha pasado por las puertas de su casa en El
Trastevere,
Ha
visitado los anaqueles de su estudio con los proyectos de películas
Ha
ojeado sus filmes largo rato, sobre todo, El último tango en París, con la
cual ha sentido una París, crepuscular y nocturna, mientras Brando es Brando y Mary Schneider es
Mary Schneider: ambos envueltos en la tarde misma, arcoíris sin lluvia de
ocres, pero del matiz del purpura, junto a tonos de beige, pero también pinceladas
de marrón y rosa,
El
rosa de la carne drenado de la misma sangre, el cuerpo del rosa que se deslíe,
tarde de 1972, con su sangre hacia la muerte.
Ellos
se representan así mismos sin otros nombres ni orden, y ahí mismo Bertolucci se
representa también así mismo
Mientras
las notas con el acento de saxo y sexo, cuerdas y terciopelo, de Gato Barbieri
ahondan en el interior de ese hotelito austero, de esas calles plenas
Donde
dos vidas acortan sus líneas porque allí debían encontrarse.
Ella
va por los sótanos de su casa
Va
por los últimos escalones
Van
sin boletos de regreso ya que la vida es un simple viaje
Bordeado
de lo que hicimos
Que
luego se apaga así de golpe
Como
cuando soplamos la llama de una vela en la plena noche
De
nuestros desvelos, de nuestras utopías
Y
entonces sabremos que siempre hemos estado en el mismo sótano
Esperando
que llegue la muerte para llevarse todo lo que hemos escrito,
Lo
que hemos filmando ,
A
quienes hemos amado de una manera inútil
Ya
que pronto seremos la nota perdida en un archivo
Una
línea anónima cuando alguien pronuncie tu nombre;
Lentos
pero certeros naufragios
“Cuando miro mucho al presente. Miro sin estar
presente”,
Añade
Bertolucci mientras camina por París, buscando locaciones y se ha detenido al
frente de una callecita perdida pero no quiere regresar
Lentos
pero seguros naufragios ya no en Tánger, ya no en la Ciudad Prohibida, ni en la
pisada de tu estrella de Los Ángeles
Mejor
va a su jardín para buscar la rosa blanca dejada por Attilio, su padre,
Sabe
que en ese jardín
En
la desmemoria de la niebla, mortaja de noviembre, repite:
Es
un retrato tuyo hace setenta y siete años / un poco desmemoriado, / como tú
eras entonces.
EL ESTUDIO Y LOS ESTUDIANTES / Darío Ruiz Gómez
EL ESTUDIO Y LOS ESTUDIANTES
Darío
Ruiz Gómez
Hace
ya veinticinco años que me jubilé como profesor universitario y ningún día pasa
sin que yo haya dejado de defender la
misión de la Universidad luchando contra
la desidia oficial puesta de presente en su
eterna desfinanciación económica, pero luchando también contra las
fuerzas de la barbarie que no han dejado
de atentar contra la libertad de pensamiento, destruyendo , en su momento, bibliotecas, laboratorios, persiguiendo a quienes se oponían
a
sus desacreditadas consignas contra una “cultura burguesa” que
supuestamente debía ser reemplazada por
la nueva cultura de obreros y campesinos. Lo que quiero señalar es que lo que durante las últimas tres décadas
llegamos a vivir y padecer
en la universidad ha sido el reflejo por un lado de la crisis de nuestros valores sociales pero por otro el descrédito del
dogmatismo totalitario que nunca ha
querido asumirse. El balance de lo que supuso Mayo del 68 como paradigma de revuelta
estudiantil contra la sociedad burguesa es inobjetable: aquello no pasó a mayores porque sencillamente fuera de dos o
tres graciosos grafittis, nada quedó como un objetivo a cumplir en lo único que lleva a una sociedad al cambio: el conocimiento. Los pensadores que acompañaron las distintas revueltas estudiantiles , Sartre,
Marcuse, entre otros, pudieron constatar que sus propuestas para una nueva universidad no se cumplieron pues prontamente los rebeldes de ocasión regresaron
mansamente al redil. ¿Qué quedó de la
asonada sentimentaloide de los Hippies?
Diferente fue el movimiento estudiantil en Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, donde la sangre de los jóvenes mártires –al igual que hoy en Venezuela y Nicaragua-
abrió las puertas para que la Universidad
frente al tirano fuese el espacio de la pluralidad. Lo que Emanuel Kant llamo el entusiasmo fue ante todo la tarea de
emancipación frente lo que suponen la ignorancia
y el oscurantismo y la necesidad
de una razón crítica fiscalizadora. ¿Por qué, entonces, preferir seguir en la ignorancia frente a los nuevos saberes si bajo éstas seguiremos sometidos
a nuevas servidumbres, ya que la
precariedad de nuestro conocimiento es cada día más escandalosa? ¿La verdadera
protesta estudiantil no debía estar encaminada a pedir una mayor calidad
académica como único argumento para
enfrentar las nuevas formas de ignorancia, la postración tercermundista
renunciando a la violencia? Ojalá esta
reflexión crítica hubiera sido tenido en cuenta por los fanáticos que hace dos décadas lograron sustituir la tarea emprendida hacia una verdadera emancipación intelectual, por los
desdichados slógans utilizados para seguir
imponiendo la ignorancia y las nuevas formas de servidumbre. ¿Qué significa la desaparición de las
humanidades en las carreras técnicas? ¿Cuál
es el nivel académico de nuestros universitarios en la
globalización? ¿Qué significado puede tener una universidad incapaz de hacer
frente a los nuevos retos de la ciencia?
Zygmunt
Baumam
el gran pensador, murió en plena lucidez a los noventa y un años, a él
debemos un concepto fundamental para entender nuestra actual situación: la sociedad líquida, es decir, la sociedad en donde ya no rigen los valores
éticos. La universidad liquida es el preámbulo de lo que llama un capitalismo
sin democracia (China, Rusia), el conocimiento bajo las leyes del mercado y su renuncia a buscar la autonomía que exige el
conocimiento liberado, para
hundirse en la mediocridad permaneciendo
en la trifulca y eludiendo las altas
exigencias y
responsabilidades del conocimiento. Toda
violencia es fascista por lo tanto.
jueves, 22 de noviembre de 2018
Seminario sobre la vida y obra de Ignacio Torres Giraldo, 50 años después.
Seminario sobre la vida y obra de Ignacio Torres Giraldo, 50 años después.
Programación
Norberto Ríos Navarro.
2:00 a 2:10 p.m. Instalación del evento.
Rafael Rubiano.
2:10 a 2:20 p.m. Presentación video:
vida y obra de Ignacio Torres Giraldo 50 años después.
2:20 a 2:40 p.m. El contenido histórico
y el surgimiento de una generación de izquierda: a propósito de ITG.
Angélica Beltrán.
2:40 a 3:00 p.m. Las obreras del movimiento
obrero en las décadas del 20 y 30.
Mario Arango.
3:00 y 3:20 p.m. Ignacio Torres Giraldo,
inspirador del partido socialista revolucionario, primer partido de la clase
obrera colombiana.
Luz Ángela Núñez.
3_20 a 3:35 p.m. Receso.
3:35 a 3:55 p.m. Prensa, propaganda y
agitación: ejes del movimiento revolucionario en los años veinte.
Luis Guillermo Vasco.
3:55 a 4:15 p.m. Ignacio Torres Giraldo
y la Unión Soviética.
Esteban Morales.
4:15 a 4:35 p.m. Los comuneros del XVIII
desde la óptica de ITG.
Javier Sánchez.
4:55 a 5:40 p.m. Discusión y preguntas.
Alberto Orgulloso.
Clausura
.........
Invitan:
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
Universidad de Antioquia
Departamento de Historia Universidad
Nacional de Colombia
Escuela Nacional Sindical
Cooperativa Financiera Confiar
Centro de Estudios Nueva Gaceta
Corporación Colectivo La María
martes, 20 de noviembre de 2018
LA CRISPACIÖN DEL ESPACIO PÚBLICO / Darío Ruiz Gómez
Igor Morski |
LA
CRISPACIÖN DEL ESPACIO PÚBLICO
Darío
Ruiz Gómez
Calles y parques de una ciudad se han hecho para que el intercambio social certifique que
vivimos y construimos una democracia participativa. ¿Qué sucedería si la calle
fuera tomado para el uso exclusivo de
una secta política cualquiera o de una
minoría, capaces de excluir con violencia a quienes no comulgan con sus dogmas y, sobre todo a quienes se oponen a la idea de
que los espacios públicos no son para
caminar y disfrutar libremente enriqueciéndose con la dulzura de las tardes,
con los sortilegios de la noche sino sólo, para el abuso de consignas y despliegue de pancartas?. El espacio público
se define a partir de su capacidad de inclusión. Las sobrecogedoras imágenes de
las multitudes desbocadas por el terror, multitudes que manipularon Perón y Chávez nos han puesto para siempre en
alerta sobre lo que significa la pérdida de lo cívico en el espacio público.
Perdónenme que insista en esto pero me parece percibir en lo que estamos viviendo
en estos días una terrible semejanza con lo que aquellas multitudes desbocadas
supusieron como atentado contra la conciencia individual y como imposición de las peores
irracionalidades políticas: caminando
entre las multitud de transeúntes de cualquier gran ciudad, lo que se siente es el placer del anonimato, entender
lo que supone la convivencia entre
un evangélico, un emberá katío, un
católico, un musulmán, un hombre de pequeña estatura y una mujer gigante,
un anarquista disfrazado de honesto comerciante que se
detiene a escuchar el coro de niños que canta en una esquina. Pero
este derecho del ciudadano a ser protagonista del espacio público es un proceso
histórico que Henry Lefevre investigó minuciosamente. El espacio público nos certifica
el derecho a no ser discriminados por ninguna causa pero también nos pone a
prueba ante los deberes que debemos
aceptar para que la convivencia de esta pluralidad no se fracture y para que
renovemos perpetuamente el respeto de un espacio que se ha constituido en
nuestra tradición y que por esto
consideramos como espacios sagrados que no se pueden profanar. Yo recuerdo en
mi adolescencia el horror de las
dictaduras bajo las cuales el Toque de Queda y el Estado de Sitio reprimían la vida de las calles, las conversaciones en las esquinas., de manera que si hoy
hablamos de espacio público hemos de hacerlo considerándolo como una ardua
conquista, como la apertura hacia las
posibilidades de una vida democrática bajo la cual la palabra paz es un implícito
y no la consigna de sus enemigos.
Los
desmanes causados en el pasado y en el presente por el terrorismo infiltrado en las marchas plantean una pregunta necesaria sobre el
alcance de estos derechos y de estos deberes porque si el espacio público supone
una conquista para la libertad de expresión donde obreros,
feministas, muchedumbres de derecha y de izquierda, defensores de los animales,
han logrado contar con un ágora, han podido asumir lo que las diferencias suponen, lo que la
tolerancia implica también estamos constatando lo que el atentado, la asonada, estrategias del terrorismo, constituyen como la negación amarga de los derechos
ciudadanos al libre uso del espacio público , o sea como instauración del caos y la anarquía aprovechándose del vacío cultural y existencial de una juventud
que vive lo que se llama la cultura del ahora. ¿No son estas preguntas
las que debe responder el Dr Petro y su chavismo?
ONETTI Y EL TANGO
ONETTI Y EL TANGO
Hay una mitología preparada para
sostenerlo. Vive en un apartamento de la calle Gonzalo Ramírez, donde toma
cerveza, ciñéndose los pantalones por debajo del abdomen. Su impermeabilidad
mítica, su "aspereza", si no bastaran la fama y el malentendido para
dotarla de significados que se renuevan, a despecho o a favor de la realidad,
viéndolo a él y hablándole, parecen sólo unos signos y unos gestos más,
manejados a conciencia, una parte significativa de su lenguaje (¿medios o fines
del arte?), que apenas alcanzan a encubrir el poco enigmático estrabismo, la
ternura y la hombría dulce de este hombre con lentes que es Onetti. En fin, hay
que averiguárselas para presentarlo en términos que justifiquen un reportaje
más, con un preámbulo completo que lo ponga al alcance de la mano, porque está
vivito y coleando, hay que decirlo. ¿Y quién no le teme a Onetti, quién le
conversa de algo a este triste apasionado, aunque se trate de conversar sobre
Gardel?
Menuda tarea le tocó: ir a ver a Onetti,
escribir sobre tamaña cosa. Cuando le encargaron la nota primero no contestó,
la cabeza le trabajó de varias maneras y, después que compuso unos razonamiento
adecuados, aceptó. Pensó en 1a fuerza de realidad que tienen los pensamientos
de los que piensan poco, sobre todo cuando no divagan..." (“El pozo”,
Onetti, Montevideo, 1939, p. 40).
Después quiso recurrir al mismísimo
Gardel, pero no pudo evocar ningún tango apropiado para esas circunstancias.
Llamó un taxi, mientras se autosugería otras frases reveladoras, éstas de su
propio ingenio, tales como "ahora sí que estás frito", y con aquella
disposición de espíritu indicó la dirección dudosa que le habían dado. Tuvo
suerte porque se equivocó y se bajó mal. Estaba oscuro como se debe, prendió un
fósforo y tocó el timbre de la primera portería del primer edificio grande que
vio, preguntando si ahí vivía Onetti. Cosa sorprendente, vivía ahí. Entonces, subió
al sexto piso. Verdaderamente, dice que sucedió de esta manera:
Cuando después de varios minutos se
abrió la puerta, apareció un individuo alto, idéntico al retrato de Sábat, ése
donde parece un pez-martillo. Me miró como a un germen con leve fastidio y con
curiosidad implícita.
-¿El señor Juan Carlos Onetti?
Tal vez para emplear una frase
amenazadora, hizo una pausa y me contestó:
-Onetti.
Yo hice otra pausa, tragué saliva y
empecé a explicarle que venía a molestarlo para hacerle unas preguntas sobre
Gardel. Creo que seguí hablando sobre la molestia, aunque él ya me había hecho
entrar -a veces me paso de sensibilidad-, pero estoy seguro de haberme referido
también al honor que representaba para mí. Lo cierto y sin embargo es que,
cuando quise acordar, estaba solo y él se había ido para la cocina. En la pared
había pegados numerosos recortes, fotos y una cédula de identidad que me llamó
la atención: pinchada encima de una descripción tipométrica del rostro, con la
interpretación científica de la descripción, escrita a máquina, era una cédula
de Onetti.
Cuando escuché que volvía aquel silencio
ya era insoportable. Tal vez me imaginaba, y queda ahuyentarlas, unas
dificultades enormes para hablar; o tal vez estuve atribuyéndoselas a él, por
esos movimientos lentos que hace, ceremoniales, o por aquel ritmo reflexivo, de
sus frases cortas, las pocas que había dicho. Le pregunté sin preámbulos por
qué era tan famoso; sin alcanzar a ver lo indecoroso de aquella cuestión vi que
se sentaba y dijo:
-Porque la fama es puro cuento, botija.
Sobrevino el silencio otra vez.
Irremediablemente yo habría quedado bajo los efectos de mi torpeza, si no
hubiera sido porque él consiguió lápiz y papel, abrió una botella, me invitó a
sentarme y me explicó lentamente, para empezar, qué difícil nos iba a ser
hablar sobre Gardel.
"Lo conocí en el teatro 18,
cantando. Después lo vi varias veces, de mesa a mesa, en aquel café donde se
comían unas milanesas redondas, al lado del Tipí Viejo. Hoyos de Monterrey; vos
no lo conociste. Era en aquella época de la zarzuela -(no puede afirmarse que
haya dicho exactamente eso; probablemente se refirió a la compañía de zarzuela
en la que actuó Gardel, año 30), "un desastre de compañía, y la gente
llegaba al final, para oírlo cantar; a esa hora había un repunte bestial en la
venta de las entradas. La temporada iba mal; Gardel entraba como fin de
fiesta". A una pregunta sobre si Gardel a su juicio, era un hombre triste:
"Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema
interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca
hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -Onetti tenía unos veinte
años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y
retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo
veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía".
Sobre las mujeres de Gardel: "Nunca
lo vi con ninguna mujer y se sabe que no era hombre de hacer alardes".
Juanita Larrauri: "Hubo sí, una tal Juanita Larrauri, que fue diputada
peronista y que publicó una serie de notas en uno de esos pasquines, diciendo
que Gardel estaba loco por ella. Pero era vanidad femenina, y para peor
póstuma". Se conversó un poco de ese tema, queriendo vincularlo con algún
parecer personal de Onetti sobre lo legendario en general, sobre el olvido o
sobre Artigas. "Yo vinculo el protectorado de Artigas con las semejanzas
espirituales notorias entre el hombre de las Misiones, de Corrientes y Entre
Ríos con nuestro hombre.
Aunque ahora, el montevideano, en
particular, venga a ser, en lo referente a esa espiritualidad y comparado con
el hombre del campo, algo así como el porteño para nosotros. Artigas forma
parte de una genealogía que se dan los pueblos, obligatoriamente, como se la
dan las familias pobres, y en la que son necesarios tanto el héroe nacional
como el poeta y el novelista nacionales y como el cantor nacional. Si ustedes
tienen a Napoleón, nosotros tenemos a Artigas; si ustedes tienen a Baudelaire,
nosotros tenemos a Zorrilla. Gardel es parte inseparable de la genealogía de
los pueblos del Plata." Sobre la verdadera nacionalidad de Gardel:
"Para mí era francés".
¿Cuál tango de Gardel le gusta más?:
"¿Te das, cuenta de que siempre se dice los tangos de Gardel? Y sin
embargo no hay ningún tango de él. ¿Te das cuenta que Gardel es el tango? A mí
me gustan todos. No sé, podría indicarte que me gusta ‘Mano a mano’".
¿Cuáles serían los tangos que él cantaba con más "sentimiento?: "Él
sentía más ese tipo de tango melancólico y cínico: Por qué me das dique, señora
de grupo. Y aquel otro, ‘Tortazos’: "Qué hacés, tres veces qué hacés... No
te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle La mejor postura que tenía
era la del fioca postergado, la que le cuadraba mejor; para mí el Gardel más
auténtico es ése".
¿Se puede comparar a Gardel con otros
cantores?: "¿Vos estás loco? Yo tengo una radio piojosa y escucho
solamente Sodre y Gardel". Con guitarra o con orquesta: "Me gustan
más los tangos con guitarra". ¿Era buen actor? ¿Qué opina de sus
películas?: "Horrorosas. ¿Cuál es una en la que engancha a una mujer con
el lazo? Era cantor, ¿entendés? Hasta cuando hablaba cantaba; no hay más que
escuchar las grabaciones de algunas películas: Margarita.
La charla sobre Gardel, que iba a ser
difícil", a medida que transcurría se hacía más fluida y personal. Onetti
cantaba o recitaba las letras todo lo que quería, a veces eludiendo las
preguntas. A menudo dijo cosas que habría sido necesario transcribir
exactamente, pero acaso lo más importante fuese consignar el 11 como"
-cerraba los ojos y cantaba- y el "porqué" -para quien tenía que
escucharlo forzosamente, admiración y curiosidad mediante- de aquella fluidez
repentina que cobró la conversación.
-Onetti, ¿alguna vez le dio por cantar a
usted?
-Sí me dio y me dieron.
Había dos estuches de violín cerca de la
mesa.
-¿Usted toca el violín?
-Sí, toco. Lo que más me gusta tocar es
Amurado.
Por supuesto, nunca tocó el violín.
-¿ Y que habría opinado Gardel si
hubiera leído “El pozo”?
-Yo no sé si sabía leer.
Transición y agarra el tono otra vez:
"Como se pianta la Vidaaaa...” etcétera.
-¿Le habría gustado que Gardel cantara
alguna cosa que no cantó?
-Sí. “La Berceuse bleu” de Julio
Herrera.
-¿ Gardel era inteligente, Onetti?
Volvió a cerrar los ojos, pensó un poco,
los abrió, me miró con la misma mirada aquélla, remitiéndome al portaobjeto, y
dijo:
-¡Sí!... ¡Y chau!
Yo ya me iba. No sabía cómo hacer para
despedirme, para abrirme camino y salir de aquel apartamento, con Gardel muerto
hace treinta años sobre mis propias espaldas, con Onetti cantando y
observándome cada pelo a ver cómo hacía para saludar. Se ve que notó todo,
incluidas mi tribulación y mis dudas sobre el éxito del reportaje, y me ofreció
una respuesta más, sin pregunta previa, cosa de darme ánimo:
-Decí que lo más importante que ha
sucedido en el Uruguay en materia artística, se llama Carlos Gardel.
Alfredo Zitarrosa
martes, 13 de noviembre de 2018
Patrimonio Cultural Arbóreo de Prado / Medellín
... .. ..
66 Patrimonio Cultural Arbóreo de Prado / Medellín
Prado
Víctor Bustamante
Uno siempre posee solo una
ciudad, aquella donde se es contemporáneo y testigo de lo que sucede. En ella
residen sus escritores de una manera atemporal, porque la palabra perdura y es
inmanente y en los libros al buscar ellos la ciudad nos regalan su visión y su
definición de esa ciudad que vieron, que vivieron que caminaron, que la amaron
y la fustigaron, además. El resto es literatura de viajes de aquellos que
conocen muchas ciudades pero nunca van al centro de ella a comprenderla. Ya
que una ciudad es un ser vivo que crece, que se contrae, que cercena, que mantiene
su hálito a veces en vilo. Por eso una ciudad nunca es conocida por sus escritores,
ellos apenas definen y escriben sobre algunas partes, sobre sus vecindarios o
sobre los crímenes en las comunas como una manera de mostrarse, o sobre los
rojos y los atajos de los picaros, pero una ciudad es más compleja, y es difícil
de aprehenderla solo escribimos sobre momentos, sobre instantes sobre lugares que
visitamos, lo ideal sería dedicarle toda una vida a buscarla, a palparla, pero
la ciudad, Medellín, cada día huye de nosotros, pero nosotros buscamos
atraparla darle su sentido. Aun así cada día cada noche es construida de nuevo
por sus habitantes que idean espacios, estratagemas lugares que cuando
regresamos a una calle siempre la encontraos diferente. Por esa razón la ciudad
siempre fluye como el en un título de Fellini parodiando La nave va, la ciudad va, casi siempre al desgaire no hay quien la maneje,
unas veces va a sotavento otra al pairo, ella viaja sola en el tiempo, su
tiempo, solo quedan sus escritores que la piensan y la poetizan de pronto algún
historiador inteligente o un investigador pertinaz que la piense o quizá un
cineasta que urda y entre al interior de su corazón. Cierto, la ciudad fluye y por eso regreso
a Heráclito que nunca conoció ni caminó una ciudad caótica como la nuestra,
pero su poesía y su metáfora que con el tiempo se convirtió en filosofía, lo socavó,
nadie camina por la calle más de una vez sin que esta cambie. De ahí lo difícil
que es aprehender la ciudad, solo la vivimos al instantes porque ella huye así
como cuando leemos a sus grandes escritores, ellos entregan su versión de esa
ciudad que ya no es la misma.
Siempre he caminado por
Prado, nunca buscando sus prados o sus árboles, sino para observar qué ocurrió allí en ese barrio
que fue centro de esa élite desde 1920 con sus mansiones suntuosas, donde la arquitectura
siempre entrega esa sorpresa de saber que quienes lo construyeron poseían una visión
Ilustrada de la vida al tener en cuenta arquitectos de valía para sus diseños; eran
artistas. De quienes vivieron allí solo se saben pocas cosas, acaso sus
nombres, acaso su nombradía, sus oficios, pero nunca qué ocurrió en este barrio.
A veces es posible ver las fotografías donde podemos ver su evolución, pero
estas es más la conmoción que causa por las preguntas que surgen, por esa sensación
de abandono que aún perdura después de tantos años en esas fachadas lustrosas.
El resto es caminarlo con la prontitud de saber que parece que buscamos un barrio
fantasma, este si abandonado a su suerte donde sus habitantes andas escondidos
en su casa, y donde el infatigable, a veces disfrazado afán de ese “progreso” que
tumba edificios, los cerca y también lo aleja de sus paseantes, ya que cada vez
se pierde algo de ese barrio.
Pero esta tarde ha ocurrido
algo disímil no será caminando del brazo de alguna chica que llevamos a conocer
a Prado en un escarceo erótico sino que ha sido una caminada para mirar un aspecto
que no había pensado, así Prado haya sido poetizado por algunos poetas desde
sus guayacanes amarillos que cuando abre sus copos le dan otro definición a sus
calles, a Prado mismo, lo renuevan. Ya que al ver esos guayacanes desde alguna
calle lejana recordamos que Prado así esté tan vacío de transeúntes aun fulge
en la ciudad como si la palabra patrimonio solo fuera para él, fuera su
santuario. Esta tarde de octubre ha ocurrido algo inesperado caminaremos a
Prado con un guía que descifrará su entorno: Mauricio Jaramillo.
La caminada tiene el plus de
ser algo diferente: Prado revelará otra imagen, la de ser un barrio con una población
de árboles con sus significaciones, y por eso hemos venido a conocer de la ciudad,
de este barrio, otro de esos motivos por los cuales es indispensable caminarlo,
habitarlo.
Patrimonio Cultural arbóreo de Prado
Luisa Vergara
Entre fastuosas casas
republicanas perviven los seres más silenciosos y nobles, testigos del
acontecer histórico de Prado, el cual ahora define su imagen gracias a la
combinación de una exquisita arquitectura, con el verde, el amarillo y rosa de
sus árboles. Pero antes de llegar a esa definición estética, tuvimos que
recorrer el barrio dispuestos a ver más allá de lo construido y artificial, más
allá de las cornisas, torreones, amplios atrios y ornamentadas fachadas, que es
lo que primero sorprende y llama la atención, para descubrir el otro paisaje
que ofrece Prado: sus árboles. Parece exagerado decir que descubríamos algo que
siempre ha estado allí, que es abundante, al menos en este valle, y, por lo
tanto, a lo que estamos acostumbrados, pero al dirigir nuestra atención solo a
ellos, y levantando la mirada, sintiendo los hilos de luz entre las hojas, el
peso de las copas, las formas y colores, logramos vislumbrar la condición
especial de un panorama hasta ahora común o poco relevante.
Para muchos de los que
participamos en este recorrido, el primer acercamiento a dicho entorno se hace
desde lo contemplativo, donde el solo ejercicio de mirar detenidamente un árbol
ya es motivo para conmovernos, reacción que viene de considerarlos hermosos por
ser la máxima expresión de la naturaleza en la ciudad. Para otros, este paisaje
cobraría más sentido en el transcurso del camino; al escuchar, por ejemplo, la
curiosa historia que guardan algunos ejemplares, o los datos que desde la
botánica dejan en evidencia su compleja dinámica natural, o por traer un
recuerdo de infancia, casi siempre relacionado con los lugares que en el campo
visitábamos. Todas estas son formas valiosas de acercarnos a los árboles, unas
más románticas y personales, estéticas y paisajísticas, y otras construidas a
partir de la razón científica para comprobar con hechos su valor ambiental.
Cada árbol tiene uno o
varios de estos valores y, en el caso de Prado, también uno histórico gracias a
la condición patrimonial del barrio. Definir estos niveles de valoración
permite que el ejercicio de la declaratoria tenga argumentos más contundentes,
pues ahora la caracterización de los arboles se hace a partir de diversas
variables, lo cual resulta en más razones para demostrar su importancia y la
necesidad de protegerlos. Casi siempre sucede que son los arboles más vistosos
y grandes los que se vuelven objeto de estudio o, sencillamente, la imagen
natural más potente en la memoria colectiva de un barrio o una ciudad, como
sucede en este caso con los guayacanes; sin embargo, durante el recorrido
logramos entender el valor de árboles que pasaban desapercibidos, pero que
ahora podemos recordar gracias al momento en que nos detuvimos frente a ellos
para escuchar la historia que los sacaría del anonimato.
El sangregado (Pterocarpus acapulcensis)
fue esa primera sorpresa; un árbol sin cualidades destacables a nivel visual,
el cual hasta el día de hoy ignorábamos y que, menos aún, habíamos escuchado
nombrar, pero, en definitiva, uno de esos ejemplares reconocidos por valores que
van más allá de lo estético. Además de ser una especie nativa, cumple un
importante papel ambiental como todos los árboles; no obstante, este en
particular, y por ser una leguminosa, realiza un interesante proceso de
captación del nitrógeno atmosférico, que a través de bacterias simbióticas en
sus raíces, transforma y lleva hasta el suelo para enriquecerlo. Considerar
este proceso es entender la importancia del suelo, que contrario a lo que se
plantea desde el modelo de agricultura y manejo de la tierra convencional e
industrial, ahora se reconoce como un organismo vivo, que también respira, se
alimenta y se reproduce mientras aloja todos los micronutrientes y sustancias
orgánicas necesarias para el crecimiento sano de una planta; es decir, de la
vida vegetal en el planeta. Arboles como el sangregado y, en general, los que
pertenecen a la familia de las leguminosas, actúan como restauradores
ecológicos del suelo, aportando algunas de las sustancias necesarias para la
permanencia de este, y, sobre todo, en la ciudad son de las especies más
valiosas, ahora que se sigue sacrificando más de este gran organismo para dar
paso a las superficies de concreto.
Siguiendo en la línea de las
leguminosas, encontramos durante el recorrido un árbol un poco más común, y que
a diferencia del sangregado, del cual solo hay siete ejemplares en la ciudad,
si tiene una gran presencia, domina con su floración amarilla los separadores
de muchas de las vías principales, se le ve con regularidad en antejardines, y
hasta es la consentida de icónicos lugares del centro; se trata de la acacia, y
más específicamente de la acacia amarilla (Caesalpinia pluviosa). Definitivamente no es un árbol especial por
su exclusividad, pero algunos de los que veíamos más detenidamente este árbol
pudimos evidenciar una escena muy poderosa que permitiría entender el
importante rol que tiene dentro de la compleja trama de relaciones bióticas que
posibilitan la permanencia de otras especies.
Atraídos por los vistosos conos de flores de sobresalen por encima de la
copa pudimos percatarnos de como varias abejas se acercaban a las flores, las
rodeaban por un momento, se posaban en ellas y luego retomaban su vuelo. Escena
sencilla y de unos cuantos segundos, pero que deja en evidencia las
interacciones de un micro mundo que casi nunca percibimos, y que poderlo ver
ahora es casi un milagro después de conocer la profunda crisis que viven los
polinizadores más importantes del planeta. Las flores de la acacia son una de
las fuentes de alimento favoritas para muchos insectos, entre esos, las abejas,
que toman de ellas el néctar y el polen para producir la miel. Pero además, a
ellas les debemos el proceso de polinización a través del cual nuevas plantas
pueden crecer, y en el caso de la agricultura, al menos tres cuartas partes de
las cosechas mundiales aún dependen de su labor. Increíble el lugar que ocupa
la flor de un simple árbol en la trama de la vida.
Otros árboles sorprenden más por su historia de supervivencia, y es que varias zonas de Prado han sufrido grandes transformaciones. No solo la arquitectura o lo que queda de ella da cuenta de dichas mutaciones, casi todas absurdas, y que van en contravía con la esencial del barrio. Estos seres inmóviles también son testigos y hasta victimas de las nuevas imposiciones urbanísticas. En la esquina de Barranquilla con Palacé, nos encontramos con un paisaje desolado de casas abandonadas o más bien, de fachadas derruidas que es lo único que queda en pie, hacia el interior un vacío compartido pues ya ninguna casa cuenta con los muros que las dividían, y en ese vacío, la mal llamada maleza, la naturaleza que emerge sin control y ahoga las ultimas estructuras que aún se mantienen. Desde la calle, pues toda la manzana está cercada, vemos entonces a la protagonista de este punto del recorrido: una gran caoba (Swietenia macrophylla). Además de ser todo un evento el solo hecho de verla, pues es una especie escasa debido a la gran explotación que sufrió; esta es especial por haber sobrevivido a la constante destrucción, primero de la casa en la que creció, y después del resto de la manzana. Ella sigue ahí, donde era el solar de esa casa que se tumbó para poder dar paso al Metroplús. Y sigue ahí donde casi es cortada por miedo a que su altura la hiciera caer, pero aún sigue ahí donde casi se construye un espacio público que no la contemplaba. En esa manzana vacía se tiene proyectado el primer gran parque de Prado, y gracias a quienes lideran este proyecto, entre esos, Mauricio Jaramillo, asesor y guía de este recorrido, el parque será un verdadero lugar de esparcimiento que se diseñe a partir de las preexistencias naturales y arquitectónicas, donde las ruinas republicanas serán el umbral de bienvenida y el soporte de la vegetación, serán juntas la mejor expresión estética del reciclaje a nivel urbano. Y en el centro seguirá la caoba, ahora acompañada por otra más joven, por un yarumo que apenas crece, algunos pequeños mangos y toda la naturaleza que traerá el nuevo diseño.
Antes de reparar en cada árbol
y escuchar su historia, las fechas y datos relacionados a él, Mauricio nos
introduce con el nombre de este; el ordinario, que puede variar dependiendo del
lugar, y el científico, que nos costaba pronunciar y luego repetir, pero sin
importar lo enredado que fuera, siempre había un intento colectivo por decirlo
correctamente, tal vez no en un esfuerzo para grabarlo en nuestra memoria, más
bien y en ese primer momento por la satisfacción de pronunciar una bella combinación de palabras
en latín para nombrar sofisticadamente un árbol. Y así como lo recordaría Wade
Davis en su libro “El Río” también lo sentiríamos nosotros: “Al contrario de
todos los botánicos que había conocido, no estaba obsesionado por la
clasificación. Para él los nombres en latín eran como poemas japoneses o
versos. Los recordaba sin hacer esfuerzo, encantado particularmente por su
origen.
-Cuando uno pronuncia los
nombres de las plantas, pronuncia los nombres de los dioses"
La presencia de estos
árboles no es arbitraria; muchos de ellos se pensaron en el marco del proyecto
urbanístico soñado por Ricardo Olano, quien los consideraba como el elemento
más importante para el embellecimiento y como signo de ostentación que
potenciaría aún más el carácter del barrio. Ya demostraba él una conciencia
sobre la importancia de tener como criterio de diseño urbano a la naturaleza,
en ese momento, más por sus valores paisajísticos y ornamentales. Él mismo
sembraría algunos de los guayacanes que ya van por los 90 años, y que hasta el
día de hoy nos siguen sorprendiendo con su hermosa floración.
Guayacanes amarillos y
rosados, urapanes, cadmios, cascos de vaca, ceibas, tachuelos, caobas, yarumos,
mangos, sangregados, curazaos, grosellas, chumbimbos, carboneros, son ahora
sujeto de estudio, gracias a la intención de formalizar el proyecto de
declaratoria patrimonial de árboles de Medellín. Por fin se vuelve la mirada a
estos seres, a veces sacrificados en pro del "desarrollo" y victimas
del vandalismo popular e institucional. Es esta una gran oportunidad para
evaluar su estado, necesidades y definir el conjunto de valores (histórico,
ecológico, paisajístico o simbólico) que den más razones para su protección.
Tal vez esta iniciativa de
reconocer los árboles y naturaleza de Prado, sea otro motivo para intervenir en
la regeneración urbana del barrio. Proceso que se iniciará con la construcción
de un parque en la esquina de Barranquilla con Palacé, y donde será la
naturaleza, ya existente, la protagonista.
Fotografías. Luisa Vergara
lunes, 12 de noviembre de 2018
2 de noviembre del 2018 / Víctor Bustamante
Liliana Afanador |
2 de
noviembre del 2018
Para José Agustín
Román
Para Blanca
Gómez
Víctor Bustamante
Esta noche, padre, he escrito tu nombre en una cintilla
de color amarillo
Y la he pegado al borde de un altarcito azteca junto a
los demás nombres de los deudos de nuestros muertos amados.
Esta noche es lluviosa, muy lluviosa, y los invitados
conversan en grupos aislados y los invitados somos agasajados con comida y
bebida de México.
Agustín celebra la muerte de sus padres y los rememora
con una foto de ellos en la plenitud de su edad madura, ya que los padres nunca
envejecen ni dejan de ser nuestros
padres, así hayamos recorrido tantas noches detrás de tantos universos y así
hayamos caminado tantas calles lluviosas, áridas o polvorientas creyendo ser
milenarios.
A ellos les ha situado, alrededor de la fotografía un
bibelot, o un presente que instala sus gustos, sus sensibilidades, para darles
a entender en la eternidad de este día como son recordados de una manera tal
que las lágrimas y los reproches no existen.
Esta noche de noviembre siento a México en nuestra memoria, y ya también entiendo la reunión y decencia de la muerte en los grabados de Guadalupe Posada.
Hemos caminado por una senda con figuritas de hojas secas a
sus lados que llevan hacia ese altarcito donde la
cultura indígena no se deja avasallar por la española, ya que se combinaron para sobrevivir. Lo percibo en estos aires
de vino en una tierra lejana como es Medellín.
He paladeado varios tequilas y he viajado al desierto de Sonora
donde el agave azul crece para traerme su sabor.
He esperado a Octavio Paz para que hable de ritos y
ceremonias con sus calaveras de azúcar y alfeñique a la entrada de antiguos
cementerios cuando la fiesta estalla con los deudos que llevan sus ofrendas y
conversan y bailan y beben frente a las tumbas de sus ancestros.
He bebido en Cuernavaca con Lowry ajusticiado por el
mezcal y brindando por el Cónsul que no
ha llegado porque Ivonne saborea sus temores y sus venganzas
México de un azul violáceo y violento en las orillas del río
Bravo,
México alumbrado
desde aquí en la llama de una veladora.
México, hoy he brindado por tus muertos, junto un vaso ceremonial
con agua y sal, donde diversos nombres en cintillas de colores centellean los muertos caros a los invitados
Pero, padre, hoy he escrito tu nombre y has estado aquí
en ese trago de ron que claudica en la música que retiene a los deudos, cuando llegas,
y entonces tu ausencia se hace larga, noche de noviembre,
Cuando la lluvia agujerea techos, fachadas y calles
formando el espejo de tus pasos donde los escasos transeúntes huyen
hacia la niebla
hacia la noche.
Nov.
3 de 2018
Luisa Vergara |