miércoles, 19 de abril de 2017

46. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: El Palacio Nacional



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46. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: El Palacio Nacional

El Palacio Nacional

Víctor Bustamante

Ahogado entre otros edificios, perdido entre la suntuosidad de las construcciones sin corazón que parecen de plástico barato y el brillo de  imitación, como las bagatelas del Hollywood y el Miami, máxima expresión de la subcultura traqueta y de los mercaderes de container, ya es imposible mirar el Palacio Nacional, al menos desde la estación San Antonio del Metro, por una razón de peso, la legislación sobre el tema de polígonos y su área de influencia que es sensible, no se cumple, o se escamotea, y ha permitido que continúen edificando a su alrededor lo que serán más centros comerciales, más bodegas, más cafeterías para vender buñuelos y más parqueaderos, con una salvedad: las prepagos y los jíbaros se extendieron por todo el llamado Centro Histórico, y Guayaquil, bajo el poderío descomunal de los comerciantes ha sido convertida en lo que podríamos llamar zona libre de prepagos y droga, al menos alrededor del Palacio Nacional, debido a que el modus operandi del comercio es en las horas diurnas. Y así, este sector ha perdido su caracterización de haber sido llamado, “Guayaquil, una ciudad dentro de una ciudad”, y ahora fulge como el amasijo de unas grandes bodegas dentro de esa gran bodega.

Algo es cierto, el Palacio Nacional, con su estilo neo románico modernizado, desde hace años, ha sufrido todo tipo de vejámenes y bajezas: desde el comienzo las críticas a su arquitecto Goorvaerts fueron implacables. Además nunca se concluyó su construcción, incluso Pedro Nel Gómez, entre el 1940 y el 1945, aventuró una reforma en la esquina de Carabobo y el costado de Ayacucho que le hizo perder identidad al querer tapar sus arcos y ornamentos, y recubrirlo con piedra traída de Suesca. Esa cicatriz quedó fija durante muchos años. A mediados del 50 el edificio entra en decadencia. El Palacio Nacional  funcionó como sede de algunos juzgados y, además como una suerte de roca Tarpeya  donde se arrojaban los diversos suicidas, y un día cualquiera, en 1988, cuando trasladaron los juzgados, y las oficinas de correos, fue declarado Monumento nacional.  Era el periodo de decadencia del Guayaquil clásico, de cafés tangueros. Como la Administración municipal nunca sabía qué hacer con él decidieron venderlo, en 1992, para convertirlo, sus nuevos dueños, luego de restaurarlo, en centro comercial. 

Debido a este nuevo uso, y abuso, Alberto Aguirre escribiría, “Odio a Medellín”:
“Donde yo administraba justicia en nombre de la República de Colombia y por Autoridad de la Ley, hoy venden condones y calzoncillos. Es esta una ciudad de traficantes: convierten lo sagrado en zoco. En el Palacio Nacional, sede entonces de los jueces de la República, se ha instalado un Sanandresito, que aquí le dicen 'Hueco'. El primer comercio de contrabando y chucherías, en menudos locales, como buhardillas, se llamó 'El Hueco', para señalar su intento de escondite. Aún existe, en extensión centuplicada. Ahí, al borde, el propio Palacio Nacional se volvió 'Hueco': en cubiles como desvanes se vende lo que usted quiera: mercancía de contrabando, mercancía legítima, mercancía chiviada, mercancía de segunda y de primera y aun de cuarta.
Y también es un Hueco el antiguo Seminario Mayor, en todo el centro de la ciudad, al pie de la Catedral Metropolitana y enseguida del Parque de Bolívar. Sus amplios salones de cátedra y sus extensos comedores fueron reducidos a locales. En el viejo despacho del señor arzobispo hoy venden Lotto Lotín, y la antigua capilla es un restaurante de comidas rápidas”.

Con el tiempo, y más construcciones de ese estilo ligero, síntesis de esa puesta en escena de Medellín, como ciudad turística, y expresión máxima del poder de los comerciantes en el arruinado Centro Histórico, el Palacio Nacional, yace ahogado entre el abandono de las curadurías que no tienen sensibilidad, para hacer cumplir la normatividad de los polígonos culturales. Poco a poco, a su alrededor, serán construidos más edificios que ocultarán su visibilidad y, por lo tanto, también dejarán de lado su significación y legado, ante la avidez de quienes solo ven comercio en cada metro cuadrado. La viveza paisa desde el cuento “El aserrador” perdura y desemboca en la mirada actual y en su estatus de mafiosa y narcotraficante que ha permeado casi todo el cuerpo social.

El día, 16 de abril, El Colombiano ha publicado la noticia sobre un próximo debate donde  46 alcaldías del país, deben de conservar sus centros históricos. Por supuesto, Medellín con las últimas vallas que dispusieron en las diversas entradas hablan de un Centro Histórico, lo cual sabemos es pura distracción, o mejor, decirlo de una vez, es la simulación paisa, ya que un Centro Histórico es otra cosa de un peso específico más serio, no la improvisación. No olvidemos que no hay manera de que se cumpla la normatividad, ya que esta es interpretada, reinterpretada a su amaño para cambiar las disposiciones ante el empuje de los sectores comerciales o inmobiliarios.

No sé cuál es el concepto de Centro Histórico al que se refieren, porque el Centro Histórico que es la ciudad inicial, en la actualidad se haya abandonado. Si miramos la movilidad de los peatones hay calles donde esta es difícil debido a la invasión de las aceras por parte de vendedores ambulantes. Si miramos el tema de la inseguridad hay personas que nunca van al Centro debido a su desprestigio. Si miramos el concepto de Centro Histórico de la administración actual, sabemos que es un Centro Histórico de ficción, ya que si avalamos cuáles son los personajes relevantes no es difícil concluir que son los jibaros, las prepago, los travesties, los llamados habitantes de la calle, los carteristas, hasta quienes vacunan los diversos negocios, y una larga gama de personas atípicos, que reemplazan a los personajes típicos Si nos referimos al tema sensible de patrimonio, observamos el ambiente desolado y ruin que se vive en los diversos parques, plazuelas y plazas del Centro y sus calles aledañas, así como el avance de los casinos, y los hotelitos de ocasión para los amantes díscolos.

En este texto se añade que el Alcalde Gutiérrez refiere la intervención de 79 edificios declarados BIC, Bienes de interés Cultural, pero no sabemos si él ya ha tenido noticias sobre la posible intervención a que será sometido el Edificio Víctor de la calle Boyacá, cuyo interior, en el primer piso, está prácticamente destruido, al igual que el edificio contiguo, el Martínez o Edificio Corona. Tampoco sabemos qué centro comercial se instalará en lo que fue La Estancia, junto a la casa de Pastor Restrepo. No olvidemos que la Administración anterior con sus planes al aire, había decidido comprar la casa del fotógrafo para disponer allí lo que llamarían la Agencia de Patrimonio lo cual fue solo fue un bluff. Tampoco sabemos qué pasará con la casa de Zea restaurada hace unos tres años y que aún se mantiene cerrada.

También, el artículo refiere acerca de los Planes Especiales de Manejo y Protección (Pemp), instrumentos de planeación que sirven, entre otras cosas, para proteger a los edificios que son Bienes de Interés Cultural de la Nación (BIC). Pero como refiere la arquitecta, María Eugenia Martínez, algunos de los problemas que enfrentan los centros de las ciudades, es el abandono, la pérdida de edificios patrimoniales y el auge de actividades y de construcción acelerada de inmuebles.

A nivel nacional, el país tiene 46 centros históricos declarados. El reto, según Alberto Escovar, Director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, consiste en elaborar planes teniendo en cuenta las problemáticas que tiene cada municipio. Por esta razón el Ministerio no ha entrado en las disputas internas entre los arquitectos de las ciudades. Sin embargo, sí debe vigilar la afectación de los BIC.

Medellín, en lo referente a su Centro Histórico, sufre una mimesis, pero no una mimesis donde se conversa el poder de su historia, que se ha tratado de negar, por el henodismo publerino de las ultimas adminstraciones, sino el fatal ilusionismo del progreso debido al imperio del comercio, al adecuar una ciudad para turistas, que vienen y luego, a los pocos días se van. O sea que al ser convertida en una ciudad de paso, es necesario adecuarla para este tipo de certámenes, que no es más que la nueva ficción de situarla como un icono de ciudad de los eventos a nivel internacional.

Si el Palacio Nacional, en su momento, fue el sitio para oficinas donde el municipio mostraba su presencia, ahora el Hollywood y el Miami son el símbolo de la nueva alianza de la ciudad al poderoso sector comercial de los dueños del Hueco y de las bodegas que lo circundan, que afirman que, con sus proyectos, Medellín, se convertirá en la Singapur de Latinoamérica. En los 13 centros comerciales se venderán puntos de venta, parqueaderos oficinas, y así mismo, en ellos, mercaderías chinas de imitación, así como el contrabando; todo se venderá como pan caliente, lo cual es cierto, así como se vendió al sector privado el Palacio Nacional, ante la irresponsabilidad de muchos funcionarios públicos.




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