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46. Medellín: Deterioro y
abandono de su Patrimonio Histórico: El Palacio Nacional
El Palacio Nacional
Víctor Bustamante
Ahogado entre otros edificios, perdido
entre la suntuosidad de las construcciones sin corazón que parecen de plástico
barato y el brillo de imitación, como las bagatelas del Hollywood y el
Miami, máxima expresión de la subcultura traqueta y de los mercaderes de
container, ya es imposible mirar el Palacio Nacional, al menos desde la
estación San Antonio del Metro, por una razón de peso, la legislación sobre el
tema de polígonos y su área de influencia que es sensible, no se cumple, o se
escamotea, y ha permitido que continúen edificando a su alrededor lo que serán
más centros comerciales, más bodegas, más cafeterías para vender buñuelos y más
parqueaderos, con una salvedad: las prepagos y los jíbaros se extendieron por
todo el llamado Centro Histórico, y Guayaquil, bajo el poderío descomunal de
los comerciantes ha sido convertida en lo que podríamos llamar zona libre de
prepagos y droga, al menos alrededor del Palacio Nacional, debido a que el
modus operandi del comercio es en las horas diurnas. Y así, este sector ha
perdido su caracterización de haber sido llamado, “Guayaquil, una ciudad dentro
de una ciudad”, y ahora fulge como el amasijo de unas grandes bodegas dentro de
esa gran bodega.
Algo es cierto, el Palacio Nacional, con
su estilo neo románico modernizado, desde hace años, ha sufrido todo tipo de
vejámenes y bajezas: desde el comienzo las críticas a su arquitecto Goorvaerts
fueron implacables. Además nunca se concluyó su construcción, incluso Pedro Nel
Gómez, entre el 1940 y el 1945, aventuró una reforma en la esquina de Carabobo
y el costado de Ayacucho que le hizo perder identidad al querer tapar sus arcos
y ornamentos, y recubrirlo con piedra traída de Suesca. Esa cicatriz quedó fija
durante muchos años. A mediados del 50 el edificio entra en decadencia. El
Palacio Nacional funcionó como sede de algunos juzgados y, además como
una suerte de roca Tarpeya donde se arrojaban los diversos suicidas, y un
día cualquiera, en 1988, cuando trasladaron los juzgados, y las oficinas de
correos, fue declarado Monumento nacional. Era el periodo de decadencia
del Guayaquil clásico, de cafés tangueros. Como la Administración municipal
nunca sabía qué hacer con él decidieron venderlo, en 1992, para convertirlo,
sus nuevos dueños, luego de restaurarlo, en centro comercial.
Debido a este nuevo uso, y abuso, Alberto
Aguirre escribiría, “Odio a Medellín”:
“Donde yo administraba justicia en nombre
de la República de Colombia y por Autoridad de la Ley, hoy venden condones y
calzoncillos. Es esta una ciudad de traficantes: convierten lo sagrado en zoco.
En el Palacio Nacional, sede entonces de los jueces de la República, se ha
instalado un Sanandresito, que aquí le dicen 'Hueco'. El primer comercio de contrabando
y chucherías, en menudos locales, como buhardillas, se llamó 'El Hueco', para
señalar su intento de escondite. Aún existe, en extensión centuplicada. Ahí, al
borde, el propio Palacio Nacional se volvió 'Hueco': en cubiles como desvanes
se vende lo que usted quiera: mercancía de contrabando, mercancía legítima,
mercancía chiviada, mercancía de segunda y de primera y aun de cuarta.
Y también es un Hueco el antiguo Seminario
Mayor, en todo el centro de la ciudad, al pie de la Catedral Metropolitana y
enseguida del Parque de Bolívar. Sus amplios salones de cátedra y sus extensos
comedores fueron reducidos a locales. En el viejo despacho del señor arzobispo
hoy venden Lotto Lotín, y la antigua capilla es un restaurante de comidas
rápidas”.
Con el tiempo, y más construcciones de ese
estilo ligero, síntesis de esa puesta en escena de Medellín, como ciudad
turística, y expresión máxima del poder de los comerciantes en el arruinado
Centro Histórico, el Palacio Nacional, yace ahogado entre el abandono de las
curadurías que no tienen sensibilidad, para hacer cumplir la normatividad de
los polígonos culturales. Poco a poco, a su alrededor, serán construidos más
edificios que ocultarán su visibilidad y, por lo tanto, también dejarán de lado
su significación y legado, ante la avidez de quienes solo ven comercio en cada
metro cuadrado. La viveza paisa desde el cuento “El aserrador” perdura y
desemboca en la mirada actual y en su estatus de mafiosa y narcotraficante que
ha permeado casi todo el cuerpo social.
El día, 16 de abril, El Colombiano ha publicado la noticia sobre un
próximo debate donde 46 alcaldías del país, deben de conservar sus
centros históricos. Por supuesto, Medellín con las últimas vallas que
dispusieron en las diversas entradas hablan de un Centro Histórico, lo cual
sabemos es pura distracción, o mejor, decirlo de una vez, es la simulación
paisa, ya que un Centro Histórico es otra cosa de un peso específico más serio,
no la improvisación. No olvidemos que no hay manera de que se cumpla la normatividad,
ya que esta es interpretada, reinterpretada a su amaño para cambiar las
disposiciones ante el empuje de los sectores comerciales o inmobiliarios.
No sé cuál es el concepto de Centro
Histórico al que se refieren, porque el Centro Histórico que es la ciudad
inicial, en la actualidad se haya abandonado. Si miramos la movilidad de los
peatones hay calles donde esta es difícil debido a la invasión de las aceras
por parte de vendedores ambulantes. Si miramos el tema de la inseguridad hay
personas que nunca van al Centro debido a su desprestigio. Si miramos el
concepto de Centro Histórico de la administración actual, sabemos que es un
Centro Histórico de ficción, ya que si avalamos cuáles son los personajes
relevantes no es difícil concluir que son los jibaros, las prepago, los
travesties, los llamados habitantes de la calle, los carteristas, hasta quienes
vacunan los diversos negocios, y una larga gama de personas atípicos, que
reemplazan a los personajes típicos Si nos referimos al tema sensible de patrimonio,
observamos el ambiente desolado y ruin que se vive en los diversos parques,
plazuelas y plazas del Centro y sus calles aledañas, así como el avance de los
casinos, y los hotelitos de ocasión para los amantes díscolos.
En este texto se añade que el Alcalde
Gutiérrez refiere la intervención de 79 edificios declarados BIC, Bienes de
interés Cultural, pero no sabemos si él ya ha tenido noticias sobre la posible
intervención a que será sometido el Edificio Víctor de la calle Boyacá, cuyo
interior, en el primer piso, está prácticamente destruido, al igual que el
edificio contiguo, el Martínez o Edificio Corona. Tampoco sabemos qué centro
comercial se instalará en lo que fue La Estancia, junto a la casa de Pastor
Restrepo. No olvidemos que la Administración anterior con sus planes al aire,
había decidido comprar la casa del fotógrafo para disponer allí lo que
llamarían la Agencia de Patrimonio lo cual fue solo fue un bluff. Tampoco
sabemos qué pasará con la casa de Zea restaurada hace unos tres años y que aún
se mantiene cerrada.
También, el artículo refiere acerca de los
Planes Especiales de Manejo y Protección (Pemp), instrumentos de planeación que
sirven, entre otras cosas, para proteger a los edificios que son Bienes de
Interés Cultural de la Nación (BIC). Pero como refiere la arquitecta, María
Eugenia Martínez, algunos de los problemas que enfrentan los centros de las
ciudades, es el abandono, la pérdida de edificios patrimoniales y el auge de
actividades y de construcción acelerada de inmuebles.
A nivel nacional, el país tiene 46 centros históricos declarados. El reto, según Alberto Escovar, Director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, consiste en elaborar planes teniendo en cuenta las problemáticas que tiene cada municipio. Por esta razón el Ministerio no ha entrado en las disputas internas entre los arquitectos de las ciudades. Sin embargo, sí debe vigilar la afectación de los BIC.
Medellín, en lo referente a su Centro Histórico, sufre una mimesis, pero no una mimesis donde se conversa el poder de su historia, que se ha tratado de negar, por el henodismo publerino de las ultimas adminstraciones, sino el fatal ilusionismo del progreso debido al imperio del comercio, al adecuar una ciudad para turistas, que vienen y luego, a los pocos días se van. O sea que al ser convertida en una ciudad de paso, es necesario adecuarla para este tipo de certámenes, que no es más que la nueva ficción de situarla como un icono de ciudad de los eventos a nivel internacional.
Si el Palacio Nacional, en su momento, fue
el sitio para oficinas donde el municipio mostraba su presencia, ahora el
Hollywood y el Miami son el símbolo de la nueva alianza de la ciudad al
poderoso sector comercial de los dueños del Hueco y de las bodegas que lo
circundan, que afirman que, con sus proyectos, Medellín, se convertirá en la
Singapur de Latinoamérica. En los 13 centros comerciales se venderán puntos de
venta, parqueaderos oficinas, y así mismo, en ellos, mercaderías chinas de
imitación, así como el contrabando; todo se venderá como pan caliente, lo cual
es cierto, así como se vendió al sector privado el Palacio Nacional, ante la
irresponsabilidad de muchos funcionarios públicos.
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