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Junín, 1960
de
Jairo Osorio
Víctor Bustamante
Ser editor y escritor al
mismo tiempo, es un verdadero reto debido a que se constituye en dos polos
opuestos. El escritor intenta plasmar la experiencia que desea, teniendo como
imposibilidad las palabras para malearlas y darles una determinada posibilidad
de expresión, indaga caminos posibles, quiere experiencias nuevas, que lo conviertan en alguien contemporáneo y testigo de su tiempo; solo él sabe de sus intenciones
creativas.
En cambio el editor prefiere textos más de
acuerdo con ciertas posibilidades de triunfo, no arriesga sino que se la juega
con lo ya preestablecido, detrás se encuentra, a veces, un institución que lo sustenta
y él no puede fallar a ese designio determinante que es lo económico, así está más
cerca al marketing y al triunfo que a las posibilidades, sin herederos, de los escritores
que buscan caminos e indagaciones personales. Dadas a escoger, de estas posibilidades,
el editor siempre se la juega con las dos caras de la moneda por un escritor reconocido,
a fin de cuentas lo económico cuenta en su labor.
Entre estas dos situaciones
existen formas indirectas y estudiadas de censura como la mencionada por aquel personaje
que dirigía el suplemento de El Colombiano
que afirmaba que sobre un texto ajeno: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, palabras
de Gracián muy discutibles por cierto, porque en El criticón o en Arte de
ingenio, tratado de la agudeza, no fue propiamente breve en su escritura,
pero sí sabio y farragoso en sus disquisiciones. También agrego que esta
sentencia las repetía, oráculo de las sombras, dicho director, para menoscabar
el trabajo de algunos escritores de Medellín, y publicarse él mismo, temas de
una ingenuidad ahora reveladas, con
varios seudónimos, y dedicarle de una manera risible todo un suplemento a Ignacio
de Loyola o al Opus dei.
La literatura ofrece todas
las posibilidades de creación y, el escritor, en este sentido es el
dueño de sus papeles, aunque hay editores que en realidad sí han coayudado, al
menos esa es la leyenda. Uno de los casos famosos es el del Rio y el tiempo, donde se afirma que el editor le pidió a Wolfe que
anulará muchas páginas; otro, el de Pound con respecto a Ulises, y con algunos textos de T.S.Eliot. Aunque ahora sería un
deber mirar estos textos completos, porque el músculo creativo prefiere las sendas
por donde se va el escritor. Cito el más grande: Proust que por fortuna no tuvo
editor, y sin él, escribió, tal vez la obra, página a página, más valiosa en
toda la historia de la literatura. Y esa fue la gran equivocación del amargo André
Gide que vio, desde su pequeña altura, un cronista de página social.
Pero bien, ahora hablemos
de Junín, 1960 de Jairo Osorio, escritor
y editor en esa labor bella, y de mucho tacto, para combinarla no solo con los demás
al apreciar sus libros sino en su caso personal.
Alguna vez conversando con
él, despectivo como le gusta, afirmaba que a cierto libro le sobraban páginas,
pero ahora veremos si sus afirmaciones las aplica en el presente texto, y así
saber cómo algunas afirmaciones no dejan de ser una pequeña boutade.
Para comenzar, el tema me agrada,
porque refiere a la ciudad de Medellín, lejos de esa literatura de hojarasca que
escribe solo sobre sicarios, traquetos, y un sinnúmero de motivos, alrededor de
ese tema infausto que nunca ha sido contado con la responsabilidad requerida.
En una calle se expresa
una ciudad, cada ciudad en el mundo está definida por una calle y, al nombrarla,
se resume y define esa ciudad. Hablar de
Junín es visitar de nuevo a Medellín en el 60 durante la época más gloriosa que
ha tenido calle alguna en Medellín.
La óptica desde la cual el
autor hace reminiscencia de la calle es el de su juventud, veintiún años, que
refiere su infancia en los años 60. Pero si bien Jairo Osorio dice que a algunos
libros le sobran páginas, veremos como a este texto reeditado de una manera
impecable, deja de lado lo sustancial. Las historias no poseen un tamaño determinado
de páginas, simplemente el flujo de la creación no agota con sus palabras toda
una experiencia. Junín son muchas novelas y de ahí que este texto de Osorio debería
ser más largo, llenar más páginas, dar más posibilidades, desarrollar más temas,
-acaso contarla a la medida de Lewis en Calle
mayor-, y así fundamentar más el texto. Por ejemplo, por más inocente que fuera, nunca iría a pedirle autógrafos a los
futbolistas desde Versalles hasta el Bristol, o pasear por Junín sin vivir la textura
de esa calle amada que varía a cada momento
con una simpleza y síntesis que da miedo. Nadie camina más de dos veces en una
misma calle sin ser el mismo, Heráclito citadino. Dixit.
Pero sí recuerdo que Jairo
Osorio refiere esta calle a partir de su tierna niñez cuando todo es descubrimiento,
apoteosis de lo general, la visión idílica de una calle habitaba por otros mundos
posibles que Osorio no vio, -iba a decir por estar pendiente de los futbolistas-,
sino porque a lo mejor no le interesaban. En este texto hay párrafos que merecen
ampliación, hay líneas que debieron ser más explicadas y que en su desarrollo
nos darían un Medellín severo y más enriquecido. Pero no sé si Jairo adula aun al
maestro de la brevedad, a la manera de Gracián sin gracia. El detalle, las minucias
son lo que enriquecen un texto. La otra posibilidad es pasar mirando vitrinas y
antojado de las próximas.
No sé si en la actualidad Jairo
camina por Medellín, o si no le interesa ese estudio soberbio que cada cual hace
cada que la camina, la vive, y, por supuesto, la escribe. Además debería
decirnos el Junín actual qué significará para él, ahora encerrado en una oficina
rememorando sus años 60. El autor podría decirnos que el texto fue escrito en
los años 70, pero bueno, Junín, 1960,
de todas maneras es una presencia del Medellín revisitado.
Ahora, en este vídeo realizado
en Versalles, presentamos un encuentro inédito, desde hace mucho tiempo, con personas
que deberían también contar esa ciudad porque la vivieron, y de qué manera, en
su momento pleno: Pacho Velásquez, Willy Echeverri, Octavio Gómez y Jorge Marín.
8 comentarios:
Ojalá algunos poetitas de esa ciudad fueran capaces de escribir un texto tan generoso en la expresión como “Junín 1960”, pero como sabemos aún existen poetas que salen a vacaciones y guardan en su mochila la lira del verdadero hombre de letras, ahí están pintados, por esa razón están más cerca de Nerón que de Virgilio. Mi apreciado Jairo un abrazo en la distancia.
Yo podría participar en esa colección. Mi última muestra de poesía, eso si siempre escribo de una manera alternativa, nunca convencional. Di les interesa podría contactarlos el próximo año. Esos si son poemas de ciudad, de ir de lugar en lugar, de parque en parque cada día a cada momento para descifrar estas calles. Les recomiendo el pandequecito caliente con tinto donde el poeta que es músico, ahí en el Perio.
Me gustarla leer ese libro
ahora resulta que ese callejón de la cuaresma que llaman junín fue lo máximo
va usté a ver y ni churria
hoy día junín es un triste ripio de travesti
volveos serios y olvidad tanta porno miseria
desenchufaos de ese ombligo podrido del mundillo fo
godarria decadente de cuzca y te en versalles
cuac patos cuac cuac
Cierto camarada, esa calle, Junín, no vale la pena, pero yo sí podría arreglar esa situación con algo de verdad muy sencillo. Organizamos una lectura con Roca y otros chinos y mis primos. Todo resulta muy barato, a precio de huevo. Eso sí voy con mi comisión del 20% porque mis ideas son muy poéticas y algo costosas pero así esa ciudad de pillos sigue siendo conocida a nivel mundial. Es facial estoy preparando un proyectico.
En cuanto a lo de Petro, digo que ellos no pasaran, y él vuelve a su oficina el lunes, porque de pronto este país se prende como en épocas de Gaitán.
Petro ha falta que nos haces. buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Gracias a quienes DIRIGEN esta PAGINA gracias por descubrirnos estos tesoros de Medellín abandonados. Bellísimo el contenido sobre Jairo Osorio.
Jairo Osorio ha escrito realmente un texto poderoso sobre esa calle que tanto nos llama. Muy bien.
Gracias, abejita en mallas, por ser tan sapa y tan lambona. Le pago con una fotografía autografiada.
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