viernes, 13 de junio de 2025

JOSÉ MARÍA VARGAS VILA Y LA PARRESÍA: ESCRITURA, VERDAD Y SUBVERSIÓN EN EL CONTEXTO COLOMBIANO / Fredy Fernández Márquez

 

José María Vargas Vila


 Fredy Fernández Márquez

JOSÉ MARÍA VARGAS VILA Y LA PARRESÍA: ESCRITURA, VERDAD Y SUBVERSIÓN EN EL CONTEXTO COLOMBIANO

 

A Rosa Márquez Echaves, mi madre, me enseñó la importancia de los libros y de la lectura, mi cómplice. A Mis hermanos Carlos y Emma Fernández Márquez, lectores silenciosos, enamorados —como mi madre— de Vargas Vila. Los amo, aunque estén en otra dimensión. 

     A Jorge Janissi Bedoya, en su insoportable existencialismo vargasvileano, sólo entre el café y su soledad se soporta, lector incansable de Vargas Vila.          

 

                                              Fredy Fernández Márquez.[1]

Fue un adelantado para su época (1860-1933), en medio de la guerra de los mil días. Lector de la sociedad colombiana, específicamente de la bogotana. Aquella que aún guardaba grandes rasgos de las influencias morales conservadoras españolas de la época. Moralismo sujetado a las creencias religiosas que permeaban las familias, con un sentido bastante bastardo prolijo desde la fe, la cual emanaba desde lo más homilético, todo era llevado al Timorem Dei (temor de Dios). Vargas Vila (el divino), entre sus obras hace una especie de salmodia nada odorífera (odorĭfer -ĕri) poco agradable para las narices de los tradicionalistas caducos de la capital colombiana. El escritor bogotano, de alguna manera, revolucionó la literatura colombiana. Así como lo hicieron en su momento: Miguel de Cervantes, el Marqués de Sade, Goethe, Jane Austen, Mary Shelley, Víctor Hugo, Charles Dickens, Herman Melville, y otros más adelante, como lo hizo Gabriel García Márquez. Vargas Vila fue todo un contradictor punzante severo de la sociedad del momento, que poseía principios comórbidos aún vigentes en la actualidad.  

     Escritor introspectivo y vanguardista de su época. En sus obras deja el grabado licencioso del amor-desamor, vida-muerte y belleza-crueldad, así lo deja plasmado en: Aura o las violetas (2019), Lo irreparable (2019), Flor del Fango (2019), Emma (2019), La Demencia de Job (1961), Las rosas de la tarde (2020), Laureles rojos (2018), El cisne blanco (2023), En las zarzas del Horeb (2018). María Magdalena (2021). Sus narraciones literarias como lo son, Aura o las violetas, Emma, Flor del Fango y La Demencia de Job, novelas trágicas (tragedias) Del lat. tragoedĭa, del gr τραγδα tragōidía, donde el amor y la felicidad traspasan todo encanto de manera sublime, para luego emerger a través de los señalamientos pecadores como le sucede a Luisa García, a Emma, Aura y al mismo Lucas. La moralidad se convierte en moralina desde la misma fe. Ahí lo feérico, como parcas, asalta de manera excelsa o eminente la elevación del pecado como lo es en lo sexual. Las atracciones físicas se convierten en aberraciones cristianas extraordinarias. Con un estilo literario desgarrador, deja sin piel a sus personajes, así como al mismo lector, con suspensos psicológicos, como ocurre en su obra El Cisne blanco (2023) novela psicológica. El autor, deja que los lectores se asomen a la sociedad insania envuelta en sus propias identidades extraviadas, cuyas estructuras siegan lo comunitario.  

     Vargas Vila, con un estilo muy cerca al post-estructuralismo, de acuerdo a Roland Barthes en: Crítica y verdad (1994), manifestó, que la génesis de este estilo de escritura, lo consideraba una literatura que reflexionaba sobre ella misma. Es decir, que divulga la crítica sobre sí misma y los lectores la ponen en consideración. Un acto de deconstrucción que trasciende más allá de las fronteras literarias comunes. La mirada Vargasvileana literaria está anclada a la postura que menciona Barthes. Acusa y denuncia el autor Bogotano, a esa sociedad mojigata que exagera sin escrúpulos moralista o religioso, la certidumbre de la cual estaba hecha la sociedad de esa época. Un subversivo y adelantado para su tiempo. Con una métrica lingüística refinada que posee un tinte de buen sabor al paladar de sus lectores, y ese amargor imaginal como el café, de conceptos inacabables, como el remo de la boga pasional, entre pasa más agua, se rema más, más agua hay. Poco admitido en la sociedad por la amplitud de su pluma, señala a la iglesia como una probóscide que succiona todo intento de amor para convertirlo en vergüenza. Por ello, no se le reconocieron por sus méritos literarios. Como literato, su obra se hace inmanente, va unido a su quehacer de una manera rigurosa, a su esencia como sujeto pensante Esa era su naturaleza observar la sociedad y sus prácticas teológicas intolerantes, la cual era y es permanente e invariable en ella, por ejemplo, en el deicidio. Su forma de escribir es toda una éctasis llevada a lo más profundo de la eugenesia. Su obra en el habla hispana fue toda una baraúnda. Vargas Vila, sentado en la barra de su escritura sabía lo que se le venía, por eso: si vis pacem para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra):

Pasarán cien años muchos más quizás y mis palabras renacerán para poner el dedo en la llaga y evidenciar las mentiras de la historia. Intelectuales presuntuosos escudriñarán entorno a mi leyenda solo para lucrarse con artículos sensacionalistas, pero otros volverán a mí buscando la palabra salvadora y no pocos con la intención de desenmascarar a la sociedad que me condenó (Triviño, 2008).

Contienda que sostuvo con argumentos, con una prosa lírica florida como si fuera el pincel de Van Gogh. Lo demostró con todos sus personajes creados en su obra literaria, principalmente a través de las mujeres, perseguidas, señaladas, violentadas, abusadas sexualmente, excomulgadas por aquellos representantes del poder eclesial y político. Deja evidencia el escritor bogotano de la axiología inversa de la libertad. La verdad convertida en posverdad, la parcialidad de la justicia, el desconocimiento de la equidad, la desigualdad. La justicia pasa al plano de lo libertario. Dejó claro la canonjía entre la iglesia, la sociedad y la política. Sus ejercicios escriturales denotan un compromiso con los hechos, las acciones y las problemáticas de la historia colombiana, prácticas convertidas en toda una etopeya. La lucha interna de los personajes creados por Vargas Vila, dejan voces que reclaman la vida, el amor y la libertad, desfallecen, pero no bajan la cabeza ante el verdugo, como ocurre en Flor del Fango (2019), Luisa García, fallece virginal en su orgullo, ante el repudio de la sociedad que la condena junto a la autoridad teológica quien es la encargada de dirimir los problemas del alma, las pasiones y las emociones sentimentales. Como lo escribe él mismo autor: caggioni diletta d’infiniti affanni «(Principio amado de infinitas penas (2019. P. 205)». Personajes atrapados en el drama de la desventura, el desamor, la deshonra, la guerra pasional y la maldad de la naturaleza humana, que terminan con el enfrentamiento intrínseco, creado por la furia de aquellos que se creen la voz superior de las conciencias de lo más divino en la faz de la tierra. El pundonor y la soberbia de los sujetos se confrontan a las disyuntivas de la duda ante lo ético-moral.

     Aura o las violetas (2019), Flor del Fango (2019), Emma (2019), La Demencia de Job (1961), María Magdalena (2021), son obras que cultivan una lírica única, llena de metáforas representativas que desafían nuestro pensamiento, frente a la naturaleza humana como lo manifestaron Thomas Hobbes en el Leviatán (2011) y Juan Jacobo Rousseau en el Contrato Social (2022). Así lo demostró el sacerdote en Flor del Fango (2019), su furia comparable con la de Aquiles. El representante de Dios envuelto en una sotana, se siente violentado en su orgullo personal como todo un semental viril, pero toma venganza bajo la égida del rey de los divinos como lo es la deidad máxima. Allí se oculta el cordero en: acta non verba (hechos no palabras), su valía lo revestía de la bondad mística teológica. Luisa, al despreciarlo perturba sus sueños varoniles, lo cual lo designa con una muerte simbólica, muy cerca a la de la pasión de cristo crucificado. Se convierte a sí mismo, en todo un semidios homérico. Nunca sintió respeto, ni dignidad por Luisa, sólo vio lo carnal, su filautía o amor propio, dejando de lado toda su humanidad. Se escuda en la fe para protegerse a si mismo y convertirse en su enemigo personal, la ataca con todos los andamiajes posibles. Luisa García, se convierte, de esta manera en una representación simbólica de la tristeza, la pena, el dolor, el desencanto, la traición, la amargura, la condena. Un dolor inexplicable que socava hasta los más hondo de su alma, el alcorque de su muerte. Vargas Vila, evidencia la incertidumbre de sus personajes que compulsan lo indeleble de la humanidad, cuando un sujeto es señalado, en este caso por un representante de la iglesia. Dejando, tan solo, un destino titubeante como el de Luisa. El talón de Aquiles se revierte hacia el sacerdote. Es la flecha que se devuelve, dejando una herida profunda a través de la desaparición de la institutriz García:

Fuiste casi un símbolo: ¡la mujer del Porvenir, ioh Virgen trágica! iSalve! No te venció el amor, no te envileció el placer, no te deformó la maternidad; el polvo de las alas de psiquis te cegó, y florecieron las rosas blancas bajo tu planta sangrienta, y en tu corona de muerta. Y, apta, caíste para el beso, para el himno y para el cincel; el mundo te mató; no te manchó; ¡Salve Virgen! (2019. P. 374). 

     De esa manera, fallece la protagonista de Flor del Fango (2019), impoluta, limpia, sin mancha alguna.  

     Emma (2019), es una novela corta, sustanciosa y biliosa en su trama. Narra una desdicha de dos zagalescos que comparten la misma casa o techo. Es el encuentro de la pérdida de lo incomponible. Sus miradas se encontraban y en ella la pasión y la timidez es la elocuencia de la emoción compartida por el temor al amor prohibido. Virginales los dos aún. Un querer ardiente, provocador, sus miradas conversaban, se amaban, los besos y las caricias vedadas sólo eran posibles en sus respiraciones, miradas encendidas, eran complementos entre ellos, nada sobraba, uno sólo en dos almas para la rueda de la vida. Ellos mismos se enredaban en sus angustias asaltadas por la testosterona, se aman. Emma y Armando:

Casi niños, tiernos y sensible, se amaban con ese amor de la primera edad, amor que tiene todo el fuego del sol en el oriente, toda la belleza de una mañana estival, todo el encanto del primer día de primavera en una floresta americana, y todo el esplendor exuberante de la vegetación en una selva virgen (Vargas Vila, 2019. P 68).     

     Eran sus mitades, sus soles en sus ventanas, sus lunas al atardecer, el bastón que acompaña la mano y en ella deposita el peso del dolor. Sombras sin dueños. Innatos de la misma casa, de dos hermanas, de grados consanguíneos cercanos, negados para el amor, los dos carentes de la figura paterna. Almas cándidas, pero necesitadas el uno para el otro. Desesperadamente locos enamorados, ladrones de sus corazones. Atrapados en el órgano de la naturaleza muscular, vertebrados motriz situados en el nicho torácico, abertura inacabable. ¿Quién por amor no ha llorado? Emma lloró, por la partida de Armando al seminario, lejanía amarga, triste sin ternura y llena de castigo por quien se ama, se niega el amor, la ternura se extravía. ¿Qué desea la vida para ellos? Aun así, mantienen presente su casto pero ardiente amor entre sí. Ella desamparada por la duda del regreso de Armando, comprometida en su orgullo arrobo sólo para Armando su acullá. La lejanía acusa las alegrías efímeras, vahído: “iquien se haya separado una vez sola del ser que más se adora en el mundo, podrá comprender esa tristeza! (2019, P. 69), ¿cómo borrar la imagen del Armando? ¿cómo volver a vivir la vida sin el ser que se ama? Emma, solo Emma, vida sin romance, nada volverá a ser como antes. ¿Dónde está el amor? ¿Cómo soportar la vida sin Armando, y Armando sin Emma? O sólo será un romance que pasará a la historia novelesca que agudiza los sentimientos de los dos seres virginales. Desafinación de la nota musical que anima el amor, cuerdas desafinadas del arco que no encuentra la nota adecuada para una sonata del olvido. Pareciera que el amor no fuera para los humanos, solo le resta a Emma pensar en: per aspera ad astra(a través de las dificultades, hacia las estrellas). El amor no tiene precio por lejos que esté.

     La argucia se hace presente por parte del padre Andrés, quien hacía de preceptor religioso, actuaba como si fuera una casuarina de tono bajo, sólo se alcanza escuchar entre los mosenes, el interés era Armando, dejarlo para que se convirtiera en un tonsurado más. Emma, era el problema. La naturaleza divina fue cómplice, no tuvo compasión con ella, cae enferma. Pareciera que escuchó los ruegos del padre Andrés para que Armando se quedara, y fuera uno más de ellos. La amada joven sufre una baja del pulso, como si fuera una muerte súbita, sin respiración, ni el más avanzado medicastro del pueblo logró recuperarla para que volviera en sí. Armando el estudiante del seminario conciliar en Roma, recibe la misiva del fallecimiento de su zagal virginal. Como duele llorar, es caer al fondo de la nostalgia, del precipicio de Challenger, fosa de la mariana, oscuridad total y única. Eso sintió Armando: “¡Oh! sí, la vida me es odiosa(2019. P. 76). Desespero extraviado, como algo que no sirve, mirada que se esconde en la muerte fría. Su aquitalación fue determinante:

Bien padre mío, muerta ella, el mundo es un desierto para mí; quiero huir de sus halagos y consagrarme a Dios, quiero postrarme al pie de sus altares y si no puedo olvidarla, con una vida ejemplar santificaré su memoria, y después la encontraré en el cielo (2019. P. 77).

     Los toques de la suerte emergen en la obra poética de Vargas Vila. Dos seres de sotanas negras departen desde su complicidad: el Padre Andrés y su superior:

¿Qué hacemos con esta nueva carta? – le decía.

-      Guardadla. Ha llegado demasiado tarde. ¿A qué perturbar su espíritu con esta nueva noticia? Él está ya pronto a volver a América; dejad que lo sepa todo en el seno de su familia; allí encontrará mayores consuelos (2019. P. 78).   

     Emma, el ave Fénix, se levantó de nuevo, resucitó. Armando se dirigía a su sepelio. La creía fallecida. Vargas Vila, juega con la prosa, con la desesperación del lector en un vaivén entre las páginas de su novela. Desespero de saber qué pasa con la infortunada, al fin podrá verla, piensa el lector taciturno. Háptico en la estructura de su escritura, pone en juego el encuentro y el desencanto del enamorado, en referencia, al advenir del ir y el volver con las manos vacías. El escritor colombiano, traspasa las fronteras de la imaginación con la intención de demostrar, una vez más, como el amor de mozos no es más que una posibilidad de vida, sin la promesa de amarse.  Ser el uno para el otro, sin serlo, sólo para pensarlo. El amor como juego, como desencanto, de la no-posibilidad de ser feliz, de la rostridad del no-ser. La alteridad que demanda la presencia de quien se ama. Soledad que envuelve el desconsuelo de quien lo lee.    

     La fortuna o el infortunio continúa en la corta novela, vuelve en clave de oportunidad: Todo ha pasado, Emma vive(2019. P. 79). Para extender la angustia del lector, la noticia no llega en los momentos más oportunos, es tarde ya, Armando venía en camino. La creía fallecida. Que historia narra Vargas Vila, llena de amor-pasión, felicidad-tribulación, melancolía-romanticismo y tristeza, para finalizar en tragedia. Los representantes de la iglesia hacen presencia para la amargura de la pareja, evitan su unión. Una vez más el escritor colombiano hace apología de lo indómito, al deseado pecado, alejado de la exomológesis en su totalidad.

     Emerge la presencia del galeno, para quien la vuelve luego a su débil vida: Emma aún vive. Escribe el autor de la novela, como si fuera una sentencia gnómica la llegada de Armando. El último encuentro de la pareja, fue una reunión fatal: felicidad-fatalidad, juega la pluma de Vargas Vila, para mostrar el comportamiento humano, un sueño profundo, pero despiertos los dos. La muerte asoma de manera definitiva, como si fuera un perfume volátil, el cuerpo se queda sin alma y calor, desierto en el manantial del amor, llueve otra vez y ya no está ella. Armando es prisionero de la ansiedad, porque todo ha llegado a su final. No hay ternura, jamás entenderá Armando su ausencia, ya no está, aunque muera en sus brazos. No habrá mañana, la puerta del corazón se ha cerrado, las mirandas sospechosas se fueron, dolor que volverá una y otra vez. Ella, Emma la virginal, ha pasado a otra dimensión sin su amado.

Todos han caído en su alrededor, y él, como árbol que desafía la tormenta, espera que el hacha de la muerte venga a derribarlo, y sueña con vivir en la otra vida al lado de Emma, en perdurable amor (2029. P. 83). 

     Ha cruzado la puerta de la dimensión desconocida, un gran pedazo de Armando ha fallecido, castillo de arena que muere con la bruma, que triste amargura Nadie como Emma fue su anhelo, su fortuna. Mucho de ella se quedará en él. El bastidor Vargasvileano ha caído, como cayó Héctor bajo la espada de Aquiles. Sólo la naturaleza filosófica escrita por Spinoza, sabrá al atravesar la noche como testimonio de un amor imposible donde sólo se entrega el alma virginal al óbito, la inclemencia de la muerte es implacable, aunque sobró corazón entre dos, no fue suficiente para vencerla. En su pensamiento él la perseguirá en las sombras como en los sueños, aunque se interrumpan a través de la noche. El redondel girará de nuevo para caer en el vacío del silencio, para no detener el tiempo implacable del dolor

Aura o las violetas (2019). Novela considerada dentro de los inicios del modernismo, cuya declaración se acoge al romanticismo precoz de sus personajes. Publicada en 1887. Narración desaforada vivida entre el amor de dos bellos mozos, que se juran eternamente su afecto-pasión y lo rubrican a través de un ramillete de flores violetas. Para vivir sus sueños en sus pensamientos más terrenales, amantes a escondidas, cuerpos prohibidos, para desnudar sus corazones. Hablarse en silencio, en su caminar nocturnal, descubrirse los secretos más ocultos. Eso eran ellos. Momentos que se inventaron como las violetas. Los únicos testigos de su desamparado amor. Como pedirle al amor: ¿amor? El romance pasa por momentos tristes, porque el infiel hado así lo decide. Hasta el destino fue incapaz de reparar lo más irreparable entre los dos. Sólo la sabia muerte es la más capacitada para dirimir esta tortuosa ligazón. Aura, pasa de una condición irreal a la real como cualidad, en la cual condiciona su propio ser. Mientras que Armando va en sentido contrario real- irreal, padece de una pasión fuerte dolorosa de su propio cuerpo, el cual se refleja interior-exterior.

     Ante el poder financiero han caído grandes imperios, naciones, familias poderosas y hasta guerras como la de Troya; también tragedias íntimas como la de Romeo y Julieta. La historia de Aura y Armando es una más en esta larga cadena, narrada esta vez a través de la literatura de Vargas Vila. En la novela, emerge la figura del señor adinerado, símbolo de un poder que trasciende lo sentimental. La ilusión amorosa entre Adán (Armando) y Eva (Aura) deja de ser ese paraíso prometido para convertirse en un cielo asimétrico, sin esferas concéntricas, donde ya no hay astros que giren alrededor del amor de los dos mininos. El anciano magnánimo obtiene el amor juvenil de Aura a cambio de una mejora económica para su familia, una estabilidad que Armando nunca pudo ofrecer. Es una tragedia sin coros, ni verso, sin novelas interpoladas, pero cargada de sufrimiento, dolor y fatalidad. Lo funesto se hace presente, despertando compasión, pena y aprensión.

     Aura se compromete, se somete y se sacrifica por el bienestar de su familia. ¿Qué tan válida es la decisión que toma? Es un valor que Armando jamás supo comprender. Su reacción no fue de empatía, sino de orgullo herido, dolor; un esteticismo viril profundamente arraigado, que se sintió agredido ante la renuncia de Aura a un amor que no podía sostenerse solo con palabras.

Era la sonrisa de la desesperación que cree burlarse del dolor, esa sonrisa que lo hace a uno exclamar con el poeta: «Me duele el corazón, pero me río». Lágrima que escapada del corazón no alcanza a llegar a los ojos y se derrama por los labios. El dolor también tiene sus sonrisas. ¡Qué horribles son las sonrisas del dolor! (2019. P. 41).

     El dolor que narra el autor de la novela es incomprensible, sólo lo siente quien lo padece. En esta narrativa, la alteridad no hace falta. El otro fallece con la determinación que toma Aura. El otro (Armando) es excluido, su trato fue desigual. Motivo: aparece un alcista entre los dos enamorados. Para la familia de Aura es una condición sine que non, y ella lo hace porque: audentes fortuna invat (la fortuna favorece a los atrevidos), ella se emprende. Ignición humana voluntaria, noúmeno como aquello existente en sí misma, emancipación de cómo lo percibe el otro o como trata de interpretarlo como se conoce el acto. Toda una combustión, evento que sólo siente y conoce quien lo vive, por ejemplo, el suicidio. Todo un Ad hoc, (literalmente 'para esto', para referirse a lo que se dice o hace solo para un fin determinado). Eso fue el acto que hizo Aura, pero que Armando jamás interpretó. Su comportamiento fue como todo un varón enamorado, en su gallardía fue lastimado. Dolor viril. El acto realizado por ella, él nunca lo entenderá a través de sus juveniles sentidos, disimilitud al fenómeno, es la exteriorización de la realidad que le tocó vivir a Aura, ella si la percibió y la sintió en su desconsuelo como mujer que se expuso al poder del parné. El amor de Armando por Aura, no dejará de ser el cortisol postmoderno.

     La muerte aparece en la obra, como siempre, como es ella, fatal, fría, calculadora, hasta inocente en su fallecimiento, virginal para Armando. El hombre que muere en vida y vive por ella. Convertirse en una sola persona, aún en el féretro. Se encadena a un fantasma, a su dolor, en cuerpo y alma, en su mente. El personaje demuestra ser todo un rebelde, anarquista, como lo fue Vargas Vila. Universo negro, como el entierro de Atala, en la pintura de Anne-Louis Girodet De Rouccy-Trioon (1808). Sólo lo entiende quien lo padece. Armando, sólo Armando convertido en un triste final. Alma que tiembla, recordarla es todo un placer en su dolor, en su vida.

    Vargas Vila, La Demencia de Job (1961). Job, es toda una celebridad de las entrañas bíblicas. Estro de narrativas literarias en su inspiración a través del tiempo. Poemas, obras teatrales, novelas, artículos y otros. Allí se anidan el sufrimiento, la ansiedad, angustia, desencanto, el desamor, la fe, lo divino, la injusticia, lo oculto como dolor, lo carnal, la adoración a Dios y vida en el ser humano, La Demencia de Job (1961), no es ajena a ello. Tampoco lo son: Joseph Roth con su obra: Job Historia De Un Hombre Sencillo (2020). Massimo Recalcati: El Grito De Job (2024). Carl Gustav Jung: Respuesta a Job (2014). Fernando Savater: El Diario De Job (1997). Trebolle: Job (2011). Luis De León: Libro De Job (2019), entre otras obras literarias.  

     El existencialismo brota en La Demencia de Job (Lucas Poveda) a través del desconsuelo, la aflicción, fatiga que causa náusea sartriana en un cuerpo que se agita violentamente, padece de elefantiasis o filariasis linfática, es un estado elaborado en un ser con vida, el cual altera la función de uno de sus órganos, algunas veces todo el organismo. Produciendo infección inveterada o crónica en la parte linfática, causa hinchazón exagerada ya sea en los brazos o piernas, deforma en su totalidad la piel. Su prosopografía era fina:

Alto y rubicundo, fuerte y bello, como un Apolo pintado por Rubens, Lucas ostentaba el esplendor de sus veinte años, y entretenía sus ocios, en el ejercicio de sus dos grandes pasiones: la lectura y la pintura (1961. P. 7).  

     Este cuerpo afectado por elefantiasis o filariasis linfática, representa un estado límite en un ser vivo cuya existencia se ve trastocada por la disfunción de uno o varios órganos. La enfermedad, al invadir el sistema linfático, genera una infección crónica que produce una hinchazón desmesurada —ya sea en los brazos o en las piernas— deformando por completo la piel. En ese cuerpo habita Lucas, y con él debe enfrentar la dura realidad, cargado de ansiedad. Lo rodean enemigos encubiertos: el cura del pueblo y las creencias católicas de sus vecinos, quienes, movidos por una ignorancia profunda creen que la enfermedad es contagiosa. Lucas es un ser hermoso, garboso. Se dice que en todo hombre habita un Job. Él es expuesto a la justicia divina y a la prueba de su lealtad hacia Dios. Una de esas lealtades es precisamente el sufrimiento: el desprecio, el señalamiento, la exclusión, la lástima. Pero debe estar dispuesto a la paciencia, sin importar la magnitud del padecimiento o castigo.

     Todo un estoico, aunque la lepra lo devore en vida. La marginación social es implacable no se apiada de él, la desolación se hace presente en la vida de Lucas. Se atraganta su propio grito, nada que ver con el clamor de Edvard Munch. En el texto bíblico el sufrir nace con la humanidad, es un castigo moral. La pregunta es: ¿Por qué razón las almas buenas sufren? Para el personaje principal, su gran prueba es la enfermedad, sufrir es todo un ocio fecundo. Se hace presente la desgracia a través del amor. Los abrazos fueron negados porque se deshacen como la espuma. ¿cómo vivir la vida de otra forma? El peso cada día más agacha la espalda. ¿cómo expresar amor cuando se cree que tiene sentido? Mendigar un abrazo, una caricia, comprensión, negar tocar el cielo, las estrellas se deshacen, la luna se desprende, se rompe a pedazos. Su alma es su propio ropero. Al abrirlo encuentra la soledad, el frío, no hay un vestido adecuado para la fiesta que se llama amor. Afecto fuerte del ser humano que, inicia en su particular necesidad de buscar el encuentro y vínculo con ese otro ser. Sólo el amor incondicional de la madre, para él lo más puro. En la carta apostólica Salvifici Doloris (Salvar del dolor) de Juan Pablo II, sostiene: La Sagrada Escritura es un gran libro sobre el sufrimiento(2019. P. 3). Lucas había nacido en el Salvifici Doloris, o sea, en la correspondencia pecado-castigo. Desde antes de nacer su destino estaba comprometido en la falta, en la culpa. ¿qué delito cometió Lucas para recibir tal pena sagrada? Ni Eliú ante el Dios castigador defiende a Lucas, porque este está lejos de la Spe Salvi (esperanza salvada). ¿Luchar contra sí mismo, la religión y la sociedad es estar demente? De esa manera, es como excluyen a Lucas. Lo trataron como si padeciera de una enfermedad neurodegenerativa, como si Lucas presentara una conducta de trastornos, apatía y desinhibición. Del Job bíblico al Job de Vargas Vila, ambos padecen del sufrimiento y de la desdicha del Dios cristiano, que no tiene compasión con Lucas.  

     El personaje bíblico es manoseado por la palma de Satanás; el de la novela, en cambio, es acariciado por el amor, la soledad, la sociedad y la daga teológica, encarnada en el cura del pueblo (Ciriaco). Este se encarga de separar a Lucas de Catalina Ritter, su primer amor: un fracaso total y doloroso. Lucas sintió entonces la estaca de Drácula de Bram Stoker: gritó en silencio, un dolor fecundo, el exordio de desgracias discontinuas. --¡Ah, madre, qué cosa tan cruel es el Dolor!... (1961. P. 42). El estrago que deja el dolor no es la cadencia del mal: es su substancia, el sufrimiento mismo que lo consumió. Ni la fe lo consuela, porque es perversa, ni siquiera el ósculo más suave asiente en su depresiva alma, nada sedeño como lo era él. Poco símil entre ambos Job. Lucas vivía en el laberinto de Creta, sus alas desde que nació siempre estuvieron cerca del fuego. Su noche nunca esclareció, el beso que jamás dio, jamás su conciencia tuvo paz, el pan nunca fue partido en dos, menos en partes iguales.

     Un segundo golpe del destino brota para Lucas Poveda. Se llamaba Marta, pariente lejana. ¿Será un nuevo dolor? Un nuevo capullo perfuma el jardín: Cuando ella llegó allí, el silencio de tumba; un silencio intolerable, hecho de crueldad y de abandono, y ella lo interrumpió con la aparición de su gracia, cuasi infantil, que se diría alada (1961. P. 106). Pura, incólume, inmaculada, virgínea toda ella. Un nuevo himno a la alegría, composición que sólo suena al corazón, con movimientos de acordes, un amor en forma de sonata. Sin embargo, la crueldad del representante de la fe católica asoma con la espada de David para blandirla contra Goliat (Lucas), dispuesto a la guardia con pasos delanteros trémulos. Esperando la estocada final para el desenganche del alma pecadora del Job Vargasvileano.                         

     Marta, belleza única, Artemisa exasperante al verla, prohibida inicialmente: pedían a gritos la violación de las caricias(P. 108) entre ella y Lucas, un nuevo pero bello y provocador dolor asalta a lo más profundo de Lázaro, llanto que se deja escuchar en lo más profundo de su ser, como la luz de una vela. Un nuevo despertar sin rencor y miedos. La hiel es dulce como la miel, un nuevo dolor delicado, sutil, frágil, delgado, pero toda una semilla llamada amor. Almas gemelas que al contacto se convidan con un sentido corporal con el que se perciben dentro de sus cuerpos sensaciones de intimidad, presión de sus pechos agitados llenos de calor y sudor, con presión de temperatura traspasaron el umbral de la doncellería, ya era historia de un amor mucho más que carnal, todo un vórtice. Tolvanera insensata.             

     El tiempo fue culpable de la ruptura del repliegue membranoso que lo convirtió en un nuevo ser que se gestaba en el vientre de Marta. Un miembro más de los Poveda, pero que llega a destiempo. Al comunicárselo Marta a su amado, entra en pánico escénico. No admite que otro ser porte la mortal enfermedad, sufriría los mismos tormentos, desgracia, persecuciones y la maldición de Dios a través de sus representantes, otro leproso, otro negado, otro que muere en vida. Su mirada extraviada, demencial, funde su mirada en Marta. Sus almas se juntas por la fuerza brutal de Lucas. Un idilio de amor que sólo la muerte comprende:

 ̶ ̶ Ve y muere ̶ ̶ dijo él inexorable ̶ Moriré, pero en tus brazos y, diciendo así se abrazó fuertemente a él ̶ ̶ Sí, muere, muere ̶ ̶ rugió el leproso cogiéndola por la garganta, tumbándola a tierra; poniéndole una rodilla sobre el pecho, le apretaba el cuello con ferocidad gritando: ̶ ̶ muere, muere (1961. P. 204).

     La muerte de Sócrates (399), una muerte ética, fallecimiento cálido, reposado entre palabras con los más allegados. Según el filósofo griego, inició por los pies, la cual subía lentamente hasta su parálisis total. Epicuro sostuvo: El peor de los males, la muerte, no significa nada porque cuando somos, la muerte no es; si la muerte es, no somos. La muerte de Marta es por amor. Nunca lo impidió, dejó que sus manos se posaran en su dulce y delicado cuello, el cual ahogaba lentamente. En su muerte sólo vio a su amado Lucas, no le quitaba la vida, le daba el sentimiento intenso de su único y comprendido amor que, partiendo de su emoción trascendió a lo pasional. Como un acto irracional diría Spinoza.

     Fallecida Marta se encuentra en unión con otro ser llamado Lucas el leproso. Sepultada por sus propias manos, resguardada entre rosas, el viento se convirtió en una sonata, un canto de la alegría. Sobre rosas rojas, blancas, amarillas yacía un bello cuerpo lozano, el cariño de su vida. Se fue, marchita la tarde, fría la noche, oscuro al amanecer, abandonó cuando más se necesitaban, se borraron los sueños al amanecer. Ahora sabe él lo que es el amor, la soledad se apoderó de la vida. Libre de toda culpa, la única culpa fue amarla, poseerla, tomarla para arrancarle su vida, las vidas. El amor de Lucas a Marta, fue todo un estado de furia, dolor, sufrimiento, excomunión, persecución. Castigo de no estar más con ella. Se fracturó la luna, oscura, fría, sin estrellas: “--Chit…madre, no la despiertes; ella duerme bajo las rosas; ¿no ves, cuán bella duerme bajo las rosas?” (1961. P. 204).

     Hay que decir, finalmente, que estas obras, están atravesadas por una lírica tanática, por unos sometimientos amorosos acompañados por la sombra de la fatalidad, por un erotismo atrapado en el prejuicio social y enmarcados en unos pasajes que se convierten en la proyección de los afectos, como lo refrenda una descripción de Aura o las violetas: El huerto de la paterna estancia, estaba lleno de perfumes; las brisas murmuraban tristemente, como los acordes de un arpa desconocida” … (2019). Y este paisaje bucólico, la muerte parece ser el hada perversa que troncha la existencia. Así lo dice en Emma: como la hoja desgajada de una azucena que arrojara el viento sobre el mármol negro de una tumba (2019). La muerte es lo más sublime entre los enamorados en cuatro de las obras literarias de Vargas Vila. Para él, amar es morir en lo más profundo de la existencia humana, aunque demuestre exagerados escrúpulos morales o religiosos       

 

Referencias Bibliográficas

 

Barthes, R. (1994). Crítica y verdad. España. Siglo veintiuno Ediciones.

De León, L. (2019). Libro De Job. España. Guillermo Escolar Editor. 

Epicuro. (2005). Carta a Meneceo. Madrid. Tecnos.   

Homero. (2022). La odisea. España. Editorial Gredos.

Hobbes, T. (2011). Leviatán. Argentina. Fondo Cultura Económica.

Jung, C. (2014). Respuesta a Job. Madrid. Editorial Trotta.

Juan Pablo II. Salvifici Doloris 6.

Recalcati, M. (2024). El Grito De Job. Barcelona. Herder Editorial. 

Rousseau, J. (2022). El Contrato Social. España. Editorial Gredos.

Roth, J. (2020). Job: Historia De Un Hombre Sencillo. Madrid. Alianza editorial.

Savater, F. (1997). El Diario De Job. Madrid. Alfaguara.

Trebolle, J. (2011).  Job. Madrid. Madrid. Editorial Trotta. 

Triviño, C. (2008). La Semilla de la ira: Máscaras de Vargas Vila. Madrid. Editorial Verbum.               

Vargas V. J. (2019). Aura o las violetas. Colombia. Panamericana.

__________ (2019). Flor del Fango. Colombia. Panamericana.

__________ (2019). Lo irreparable. Colombia. Panamericana.

__________ (2019). Emma. Colombia. Panamericana.

__________ (1961). La Demencia de Job. México. Colección obras completas.

__________ (2020). Las rosas de la tarde. España. Editorial Verbum.    

__________ (2018). Laureles Rojos. España. Editorial Wentworth Press. 

__________ (2018). En las zarzas del Horeb. España. Editorial Wentworth Press.

__________ (2021). María Magdalena. Dinamarca. Editor Lindhardt og Ringhof. 

__________ (2023). El cisne blanco. España. Editorial Legares Street Press.

 

 

             

 

                                                         

 

 



[1] Filósofo. Historiador. Especialista en Cultura Política. Mg en filosofía Moral. Ph. D. Doctor. Filosofía contemporánea. Docente universitario-secundaria. Investigador. Orcid: 0000-0001-8230-8831. Minciencias: CvLAC-GrupLAC  frecho13@hotmail.com   

 

 

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