¿QUIÉN PODRÏA DECIRME ALGO SOBRE MEDELLÍN?
Darío Ruiz Gómez
Es verdad que antes del
largo confinamiento de la pandemia estaba
el hecho de que sufríamos la crispación del espacio público con cifras escandalosas de asesinatos en un año y formas de crueldad cada
vez más desusadas respecto a anteriores
formas de violencia que atentaban contra la conquista del espacio público y
sentían los ciudadanos que las conquistas que se habían hecho para afirmar la convivencia se estaban yendo al traste, acompañadas de la
privatización creciente de los
espacios cívicos, la desaparición de ese
núcleo cultural, de memoria personal y familiar que es el barrio porque desde la
llegada de Quintero a la Alcaldía sentimos que entrábamos en lo que se llama un
interregno o sea a vivir sintiendo que de improviso las normas cívicas que
permiten el intercambio social, la humanización de los territorios con
políticas de integración social, impidiendo la violencia de los desplazamientos
urbanos como expresión de una nueva forma de especulación urbana; iban desapareciendo ante lo que llamaría una “despreocupación”
de esta Alcaldía atenta más por la
imagen publicitaria personal del
mandatario que a enfrentar debidamente
estas urgentes problemáticas, esta nueva
fractura social propiciada por la
masiva migración venezolana, costeña, del Chocó que ha ido asentándose sin
regularización alguna en la marginalidad y bajo las estrictas leyes
impuestas por el crimen organizado confirmando las afirmaciones de Mike Davis de que en estas marginalidades crecen y se
afirman bajo este tipo de organizaciones otras ciudades distintas y diferentes
entre sí, desmembradas del antiguo concepto de Centro hegemónico cuyo
significado simbólico ha desaparecido
por completo . Después de este penoso
encierro fuimos sabiendo de una ciudad
donde ninguno de los gravísimos problemas viales fue resuelto y donde como lo
describió magistralmente Spitaletta el Centro se ha convertido en un
apestoso muladar. Y si hacemos un tour
por los barrios podemos constatar los grandes arrume de basuras, las calles
llenas de huecos y las gentes padeciendo las torturas de los delirantes trancones vehiculares con cientos de
accidentes y muertos, con los peatones dejados a su suerte y con la prostitución y el comercio
sexual desbocado, amén del ostentoso fracaso de interconexión de los
distintos sistemas de transporte. Tenemos entonces no a un gobernante sino a un
actor que representa un papel que otro le ha escrito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario