martes, 20 de febrero de 2018

¿EN QUÉ CIUDAD ESTAMOS? / Darío Ruiz Gómez



¿EN  QUÉ CIUDAD ESTAMOS?

Darío Ruiz Gómez

Contemplando desde un amplio mirador la panorámica de  la ciudad  hacia el perfil de la  cadena de montañas que  enmarca el  occidente  del valle, me sorprende  la consolidada muralla  de un  un borde apretado  de altos edificios  de vivienda que han sobrepasado la cota de lo que  se había considerado  como  malla urbana. ¿Cómo se produjo esta desbocada  invasión de las laderas?  Debo de inmediato preguntarme sobre las vías que debieron construirse para incorporar  esos bordes y en qué medida se han resuelto los servicios de agua, luz, transporte, zonas verdes, para esa numerosa y desconocida  población. Hacia la zona de Castilla el número de urbanizaciones es aún mayor y la densificación más intensa ya que se desperdiga  sin orden alguno en las laderas donde  el borde  estuvo marcado por huertas, fincas, lo que hace que la frontera con Bello se apretuje aún más. ¿Cuál ha sido el impacto del cable en el barrio Caicedo y la Sierra? ¿Qué fue del llamado  Jardín Circunvalar  que serviría de freno a las invasiones irregulares y conectaría al transeúnte con la autopista Medellín, Bogotá? ¿Cuántas personas llegan cada semana de distintas regiones del país a invadir  estas laderas  bajo el señuelo de que van a tener vivienda gratis? Es algo palpable el hecho de que tanto Medellín como el resto de ciudades colombianas  han sido sacudidas por  la violencia de la última década, masas  de  desplazados  y nuevas estructuras criminales  a través de cuyo accionar los espacios públicos, los símbolos de la ciudad  han sido aniquilados y hoy esas organizaciones muchas de ellas nacidas del tándem guerrilla-paramilitares- narcotráfico tratan de imponer su territorialidad bajo formas aberrantes de gobernabilidad.

Si Bogotá ha recibido ingentes cantidades de desplazados prácticamente de todo el país, si Cali  ha recibido del Pacífico, si Medellín de los pueblos, del Bajo Cauca, del Chocó, esto quiere decir  que hoy al mirar las ciudades colombianas nos enfrentamos a una problemática que nadie ha querido ver, analizar, enfrentar. ¿Qué brotó del choque  entre la ciudad  tradicional  y  la presencia de estos nuevos relatos? ¿Discriminación o incorporación? ¿Cuál fue la respuesta de los urbanistas  para impedir que estos desplazados  se sumieran en el crimen y la miseria? ¿Porqué los demógrafos, los ingenieros hidráulicos, fueron suplantados  por  los politiqueros?  El desconocimiento de la realidad  hace  espurias  las llamadas  ciencias sociales, desenmascara la llamada literatura “política” : para describir esta complejísima problemática  hacen falta  lenguajes capaces de nombrar estas nuevas situaciones. Volvemos a convertir en anécdota  lo que en realidad es un choque de territorialidades  no establecidas por la planificación sino por los nuevos poderes criminales. Las intenciones de la Alcaldía Fajardo con su plan de bibliotecas fueron buenas pero rápidamente las devoró el vértigo  de este proceso de cambio de dueños del territorio  urbano. Colocar  un edificio en un área conflictiva  no llevaba necesariamente al rescate de ésta, era necesario contar a la vez con un plan de renovación  urbana, con  el debido  control del crecimiento de la ciudad construida, enfrentar  radicalmente el crecimiento de la ciudad ilegal y la corrupción aberrante de la burocracia. ¿Las matanzas  de hoy son solamente un enfrentamiento entre bandas o la demostración de una dramática pérdida  de los espacios legales? ¿Para qué, entonces,  una oficina del Área Metropolitana incapaz de dar respuesta a  estas  problemáticas? 
  


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