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16. Medellín: Deterioro y abandono de su
Patrimonio Histórico: Débora Arango.
Débora Arango
Para Óscar González
Víctor Bustamante
El caso de Débora Arango es uno
de los más significativos en la plástica nacional. No solo le tocó vivir una época histórica de exclusión,
de extremada religiosidad y de violencia partidista, sino que en medio de esas hostilidades
sociales, ella fue capaz de sobreponerse y así mismo persistir en ese arte que
la haría, tal vez, la más grande pintora colombiana. Porque lo suyo es una decisión
de vida, en una sociedad donde solo es posible el reconocimiento a través del ascenso
social y la de convertirse en un artista despojado de su significación, o sea entregando
la perdurabilidad de su arte en pos de una buena técnica que lo deja con la degradación
de verse convertido en un ilustrador.
No, Débora recibió el apoyo de su
familia, sobre todo de su padre, y, esa mujer que vendió solo diez cuadros durante
su vida, fue capaz de plasmar en su telas, lo que no hizo ninguna voz masculina:
visitar los bajos fondos, cantinas y prostíbulos, pintar ese Medellín donde
solo se sucedían los halagos y las figuras casi ecuestres de los pioneros de la
industria, de los caciques de la demagogia y de los purpurados; por esa razón esta
mujer valiente aun nos da una bofetada, al pintar, además, lo que ninguno de
sus contemporáneos hizo. Criticas a esos políticos en sus cuadros y a ese país despedazado
por la violencia. Alguna vez se creyó que la pintura de Obregón, donde una mujer
en embarazo yace muerta era la gran expresión de ese momento deleznable de nuestra
historia, no, ahí estaba Débora Arango, para decirnos que ese país, a través de
sus telas, persistía en esa mentalidad sanguinaria de los colombianos y que no podía
esconderse. Por eso, por esa valentía de pintar y dejar su presencia es que Débora
nos interroga y nos señala a nosotros pintores, cineastas, teatreros y escritores
del disfrute, de las fruslerías, porque siempre hay algo que decir y criticar de
nuestro ser contemporáneo.
Su vida fue la posibilidad de ser
libre, y lo logró. Por fortuna fue capaz de encerrarse a pintar, lejos de los críticos
cínicos o de los halagos de última hora. De ahí que su obra, porque es una obra
de una crítica feroz, sea perdurable, donde no le da concesión a esa mentalidad
católica ultramontana, y nos representa la hidalguía de su honestidad espiritual.
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Su vida fue, y es mejor decirlo
de una vez, la exclusión posterior, el silencio. No tuvo la publicidad de Frida
Kahlo, no tuvo el reconocimiento de Remedios
Varo o de Leonora Carrington, pero su ferocidad, su mordacidad perdura para
pintar una época que el establo oficial desdibuja con acuerdos de última hora,
es decir aplazan la iniquidad de Colombia para mantenerse a flote.
Dos lugares de la topografía citadina
fueron de un alto valor para Débora Arango: su casa situada en la calle Caldas que
quedó como un vestigio paralelo a la Oriental, junto al busto de Gaitán donde estaba
situada su casa. Luego se fue a vivir a Envigado, a un sitio de veraneo,
Casablanca, contiguo a Otraparte de Fernando González; dos de los artistas más representativos
de esta Antioquia ampulosa y nunca soberana.
Este sábado, 18 de octubre, he filmado
la fachada de esa casa mítica, aun intacta. No ha sido posible entrar. Parece que
el exilio interior que padeció Débora aún persiste, y no hemos podido respirar
esa liberad y ese silencio que ella vivió en su refugio. Esa soledad que hemos revisitado
esta mañana es el fuego que calcina a los grandes creadores.
4 comentarios:
xtraordinario documento
En definitiva no conocemos la ciudad y pasamos por las calles y nada sabemos de ella. Por te agradecemos por lo que nos das.
Ya vienen los poetas chinos me han contado por ahí.
Viéndolo bine esa señora lo tuvo todo para triunfar, porque nunca camino las calles como yo lo hago bajo el amparo de mi poesia y de tres pandequesitos con tintico.
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