MATANDO POLICÍAS
Darío Ruiz Gómez
El dominio del pensamiento
de Jean Paul Sartre sobre mi generación fue perturbadora, afortunadamente como
lo recordó Fernando Cruz Kronfly, ahí
estaba la figura de Albert Camus para enfrentar ese gran dogmático que en su prólogo a “Los condenados de la tierra”
de Franz Fanón, recomendó – al igual que
Fanon - el asesinato de cualquier colonialista con “tal de liberar los pueblos
oprimidos” En Italia el vil asesinato de Aldo Moro a manos de las Brigadas
Rojas, mostró los grados de extrema inhumanidad a que puede llegar el
terrorismo de izquierda con tal de justificar su rencor hacia una “burguesía
capitalista” a la cual paradójicamente pertenecen
y a la cual volverán a acomodarse. Tony Negri hoy sin duda un importante
pensador pagó muchos años de cárcel por este asesinato. La relectura de sus entonces
textos “revolucionarios” producen esa tristeza que nos causa el hecho de que un profesor universitario hubiera justificado tan espantoso asesinato.
El atentado atribuido a terroristas de extrema Derecha que causó la muerte a
setenta y seis personas en la Estación
de Bolonia llevó a una necesaria reflexión sobre los significados del
terrorismo cuando cualquier fin justifica sin escrúpulos el recurrir a cualquier clase de medios para
ello. Ya el terror sea de ETA, yihadista, salafista, fariano, eleno, puso contra la pared a quienes continúan creyendo que el recurso a la
violencia extrema puede llevar a una sociedad más justa. El terrorismo tiene de espantoso que quienes lo
manipulan a la sombra pueden estar en estos
momentos casando a la hija mayor o en una reunión de antiguos bachilleres. Un engañado adolescente(a) a quien le estalla
una bomba antes de colocarla es algo que
sacude nuestra entereza moral y nos lleva a preguntarnos sobre el porqué en Colombia nuestras clases ilustradas de
izquierda, hasta el mismo Centro han
eludido irresponsablemente objetivar esta afrenta contra una sociedad
civilizada y que es un interrogante cuya respuesta se hace ineludible como esa Verdad además que hoy los responsables directos de tanta crueldad
tratan de disfrazar con sus indigenismos, con sus “artes de
resiliencia” con su jeringonza.
La pregunta es: ¿Por qué
matar a un policía? La falacia es sobrecogedora cuando proviene de teóricos, de
fanaticos, de asesinos a sueldo, tal
como lo muestran los terroristas de la yihad o del ELN, de las Disidencias
farianas. Convertir a un policía en símbolo
de la “represión burguesa” es una aberración propia de personajes sin
conciencia para los cuales la muerte de los Otros es un simple cálculo que para
nada tiene en cuenta la vida específica de un ser humano, de quien sólo es un
modesto servidor del orden. ¿Pero dónde está la ley y la justicia que hagan la
necesaria distinción? Pier Paolo Pasolini fue un gran escritor, un gran
cineasta y un espíritu libre capaz de enfrentar públicamente a los terroristas,
a los cómodos intelectuales de la extrema izquierda, a pesar de que fue gay, a
los colectivos gay a los estudiantes radicales con quienes a través de su columna
periodística sostuvo duros enfrentamientos demostrándoles su fanatismo de ocasión pues la juventud es
una etapa transitoria de la vida
mientras se entra en una madurez biológica sin poesía ni amor a la vida . Su
defensa de los policías y su enfrentamiento contra los estudiantes se resumen
en un bellísimo y siempre vigente poema que recuerda. “ .. y ustedes
amigos(Aunque de parte de la Razón) eran los ricos, mientras los policías (que
estaban de parte equivocada) eran los pobres” El poema remite al origen humilde
de estos policías: “Cuando ayer pelearon con los policías, yo simpatizaba con
los policías” ¿ A qué se dedican hoy aquel y este estudiantado italiano capaz
de justificar el asesinato de un policía? ¿A cuántos policías han asesinado y
siguen semanalmente matando en en Colombia sin que nuestra Justicie se
pronuncie al respecto? ¿Porqué no se
revisa en la JEP el caso de las distintas operación Pistola por parte de las
FARC, el ELN; las Autodefensas, con el nombre directo de los responsables?
Ensañarse con quien se considera un inferior es propio de cobardes. Y, nos lo
recuerda Avishai Margalit “ una sociedad decente es aquella en la que cada
persona recibe el honor debido por parte de sus instituciones”
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