martes, 28 de enero de 2020

Víctor Bustamante en Tintos y Tintas / UNRAdio. Dirección: Henry Posada Losada


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Víctor Bustamante en Tintos y Tintas / 
UNRAdio. Dirección: Henry Posada Losada

FABRICAR MENTIRAS: DECIR MENTIRAS / Darío Ruiz Gómez



Pawel_Kuczynski


FABRICAR MENTIRAS: DECIR MENTIRAS
Darío Ruiz  Gómez

“El arte, dice Don Tomás Carrasquilla, es le mentira significante”  Y lo dijo anticipándose en setenta años a los pensadores  modernos que han tratado de verificar los significados de la verdad como opuesta a la mentira pero también la necesidad de la ficción o sea de las fábulas morales. Ya Santo Tomás nos hablaba de mentiras piadosas necesarias en el caso de quien, por ejemplo,   a una persona  físicamente fea le dice  que es bella con tal de no hundirla en la tristeza  a causa de  una  anomalía de la naturaleza. ¿De qué otra manera se podría afianzar en medio  de las desdichas de la condición humana la presencia indispensable de lo sublime? ¿De qué otra manera hoy en medio de tanta   fealdad,  de tanta agresión a la belleza,  la milagrosa inocencia  de quienes  lograron  permanecer como el niño sabio del templo  podrían  persistir en la esperanza de un mundo más justo? En  política mentir es en casi todos los casos una falsa  habilidad  alabada  con tal de  alcanzar  unos objetivos. El “miente, miente  que de la mentira algo quedará”, era un pecado abominable que el hermano Agustín lo recordaba en el colegio para que nunca fuéramos a cometerlo. El imaginar  las llamas del infierno que esperaban  al mentiroso nos hizo ser fieles a esa verdad moral mediante la cual sabíamos que respetábamos al prójimo(a) y éramos gratos a los ojos de Dios al  entender que la verdad sólo se abre al limpio de corazón. Ser adulto, vendríamos amargamente a descubrir, consiste  en  vivir  en la mentira  y sobre todo en la desconfianza  y la sospecha,  de ahí lo que llamamos  la pérdida de la inocencia.  La falsificación de la verdad introduce  la laxitud  ética  que acepta  la monstruosidad del delito  encubriéndolo  bajo cualquier  argumentación  política. Nada  tan  perverso entonces  que la publicidad oficial  al  dar  paso a una abominable indiferencia ante el sufrimiento de las gentes, ya que, enajenada  en  la verdad posmoderna,  la mentira  ha dejado  de constituir  un  problema moral  para convertirse en un  fake news  o sea en mentiras  que se fabrican  con el único objetivo de  hacer daño  propagando falsedades  sobre un personaje, un gobierno; destruyendo de este modo el vínculo social más importante: el lenguaje  y  eludiendo toda responsabilidad  en las funciones   de la comunicación al no reconocer los valores que definen  a ésta. Difamar  ya no es un problema moral sino un fin justificado por unos  medios.

¿No conduce esta mentira fabricada  a que desaparezca  el  discurso político  como una necesaria crítica de las costumbres y como reconocimiento de la libertad de expresión? El fake news no es la palabra ni es el lenguaje porque  en él no hay escritura. Viendo hace poco un noticiero de t.v la presentadora comenzó con los cincuenta “falsos positivos” encontrados supuestamente  en el cementerio de Dabeiba  y a través de testigas de una organización de “víctimas del Estado” se llegó sin pudor alguno a  decir que en tan pequeño  cementerio estaban enterrados  “300 falsos positivos- traídos de Medellín…- y  3.0000 en la hacienda  La Palma”. ¿Porqué la JEP entregó esta falsa información a una revista amarillista como “Semana”? ¿Bajo qué estrategia  Yamid Amat el pasado  martes en su noticiero  presentó como actual un viejo  documental sobre  Bojayá  ignorando la presencia desde hace un mes del Ejército y la Policía, de  funcionarios de la Presidencia?  ¿El rencor de quiénes  se niegan a  aceptar  su derrota política   manteniendo  una  sucia  campaña contra la Presidencia y atentando contra la democracia?  ¿No es ésta como señala Michiko Kakutani, la muerte de la verdad? El medio desde  el cual se lanza una mentira  señala Mcluhan, define la credibilidad  de la denuncia: no es  desde el Wall Street  Journal desde donde un obrero podría solicitar un aumento de salarios. El discutido Pedro Sánchez busca en España castigar penalmente  a los enemigos de la escritura o sea a los  fabricantes de mentiras.

EL ÁNGEL DEL PROGRESO / Darío Ruiz Gómez

Pawel_Kuczynski


EL ÁNGEL DEL PROGRESO
Darío Ruiz Gómez

 Walter Benjamín hace una  certera reflexión sobre un cuadro de Paul Klee. “El ángel del progreso”  aquel que  con las alas desplegadas  avanza con dificultad enfrentado al fuerte viento del progreso, el ángel mira hacia atrás y lo que ve son  ruinas amontonándose a su paso. Para justificar cualquier tipo de obra pública  generalmente se  colocaba  un anuncio que señalaba  que se estaba  “haciendo una obra de progreso”,  para que se perdonaran  las molestias que estas obras suelen causar a  la ciudadanía. La feliz culminación de una de estas obras se agradece porque beneficia a la comunidad o incorpora un nuevo sentido de belleza a un sector deprimido. Otra cosa es cuando esta obra por una evidente falta de planeación se prolonga indefinidamente en el tiempo causando  un inmenso malestar. O cuando se termina y su resultado es una ofensa a la ingeniería y al sentido común porque además de que no sirve para nada incorpora para siempre al paisaje un elemento de fealdad. En las ciudades modernas han sido muchos los casos de puentes elevados, cruce de vías, que debieron ser demolidos a causa de que su presencia era una agresión al paisaje urbano.  Hacia los años 53 una serie de grandes obras públicas cambiaron para siempre la noción de nuevas tecnologías constructivas en edificios públicos, canalizaciones. Aquello que se ha considerado como una conquista estética de la tecnología. Pero esta tradición se pierde ya hacia los años 60 cuando un vulgar pragmatismo se apodera de la ingeniería en manos de un contratismo  galopante y el concepto de obras públicas  estéticamente se pervierte para siempre. ¿Vías? ¿Cuáles vías?  La llegada a la Alcaldía de Fico supone el remate de esta degradación del concepto de obras públicas con el implante de  caprichosas  ciclovías  y la caotización total de los diversos sistemas de transporte que en lugar de integrarse  des-integran la malla urbana. Las calles de toda la ciudad aparecen con interminables “intervenciones” – infinitos contratos en realidad- que  destruyen la lógica del tráfico y destruyen las rutas peatonales consagradas.  Pero es más: recordemos otra vez que la ciudad que no se puede caminar no existe. ¿Qué le hace falta a Medellín? La pregunta tiene en casi todos los entrevistados la misma respuesta: volverla a caminar. ¿Corredores verdes que desconocen los hábitos del caminante, la semántica de los bulevares, de los paseos donde se produce lo más importante en la recuperación de los significados  urbanos o sea el intercambio social? “Cuando se comience  a hablar de ciclovías, salgan corriendo”, dice un viejo adagio urbanístico y en este caso la mayoría de las llamadas  ciclovías  se han convertido en una agresión  contra el peatón, el vehículo y en un hito más en la carrera  de  atentados contra  la función de la calle como factor de equilibrio en la trama urbana  y el  olvido de que  el peatón es  quien concede  escala a los diversos espacios de una ciudad. El Alcalde Quintero para su posesión repitió el recorrido que hacía cuando era un estudiante hambriento entre el Tricentenario y  la Universidad de Antioquia: ¿Lo hizo acaso por un amable bulevard  con un amoblamiento  lleno de calidad  y un recorrido que ha logrado unir  sectores que antes estaban  fragmentados, carentes de iluminación, peligrosos? Para mirar la ciudad debe partirse de la debida modestia que nos  permitirá constatar las falencias urbanísticas  que han  negado  la  armónica relación con la ciudad que nombramos y nos nombra. Antes que ostentosas nuevos elefantes blancos   está la restitución de la ciudad humana que  camina el ciudadano  y va identificando  cotidianamente  como sus territorios.         


sábado, 18 de enero de 2020

Pablo Aristizábal /Relatos del Centro. Medellín: Patrimonio Histórico # 76

                                                                       Pablo Aristizábal

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Medellín: Patrimonio Histórico # 76

Relatos del Centro /Pablo Aristizábal
Víctor Bustamante

Siempre la ciudad, a veces mirada desde lo general, desde la perspectiva del cromo turístico que la emascula, pero Medellín es más que eso. Medellín tan estudiada en la superficie, tan analizada en los barrios altos, Medellín tan revisitada desde las mismas perspectivas, pero también la ciudad que aún posee sus secretos. No la ciudad descubierta por la ingenuidad del periodista que refirió los secretos ocultos entre comillas de la Villa, sino aquella que está ahí presente, aquella que caminamos y no la definimos, aquella que tiene una valiosa historia: el trasiego de sus escritores, el peso del cine en el Centro mismo, la de los arquitectos que definen su paisaje; aquella que ha sido habitada por diversos grupos indígenas pero que, con el paso del tiempo, pensamos que fueron una ficción. Medellín es mucho más que los eslóganes que cada alcalde exhibe, Medellín es más que los innumerables diagnósticos, Medellín aun resiste la infamia de sus dirigentes. 

De ahí que hay una investigación precisa y preciosa de Pablo Aristizábal que fraccionó en tres partes: la sorpresa del hallazgo del Desarenadero, los hallazgos arqueológicos en el Centro de Medellín, cerca de la zona de El Raudal y cerca de la desembocadura en el río de la quebrada Santa Elena, y también el estado de los puentes que aun perduran ocultos, bajo las calles en lo que es la actual quebrada Santa Elena, hoy tapada, emasculada por los medellinenses de ahora y de siempre, que la dejaron convertir cerca de los años 30 en una cloaca.

Cada una de estas partes posee ese encanto de saber que han sido lugares poco inexplorados pero que revelan otra Medellín, aun perdida en los cromos de algún álbum, y en la mutua indiferencia ciudadana, en las fotos de sus grandes maestros, pero, sobre todo, se trata de buscar, de interrogar la ciudad, que aun, a pesar del concepto fraudulentos de las diversas alcaldías, no nos ha enterado de ninguno de sus tesoros ocultos. Aquí en esta investigación hay una Medellín no promocionada, eso sí nunca derrotada sino olvidada con el paso de los años y de las mismas investigaciones y libros, y de los políticos que de patrimonio, apenas se despabilan. Aquí en esta investigación hay una Medellín que necesita ser recobrada, al abrirse nuevas fronteras.


El desarenadero

Hace unos pocos años cuando la línea del metro avanzaba y avasallaba la calle Ayacucho sin ningún cuidado fue encontrado al azar un lugar en uno de esos parajes semis olvidados. Ese lugar era el desarenadero; un nombre nuevo en la topografía citadina perdida hace unos años, pero algunos estudiantes de la Universidad Nacional encabezados por Luis Fernando González, le dieron su peso específico, ante la charlatanería que hablaba de túneles desde la Metropolitana, del tráfico de armas en la época de la Colonia llevada a cabo por españoles asustados, y un sinnúmero de conjeturas que dieron al traste cuando la investigación reveló al Medellín subterráneo. Es decir, a ese Medellín por el cual pasan miles de transeúntes y como siempre ocurre, ante la cultura del afán, nunca interrogaron ese lugar. Además, el poderoso metro de Medellín, sorprendido por ese hallazgo y, sobre todo, por las denuncias, debió realizar una tregua en sus ampliaciones de la calle Ayacucho, aquella que ha destrozado palacetes, casas y fachadas y la valiosa historia de esa arteria, pero el metro sigue para adelante aun con sus frasecitas torpes y moralistas en cada viaje, mientras daña el patrimonio y continua talando árboles a su paso.

Carlos J. Escobar, en un libro, obra total, Medellín hace 60 años, da pistas acerca del desarenadero. En la Santa Elena, por la Toma, más abajo de la primera planta eléctrica de la ciudad se encontraba el famoso charco de Las Perlas, sobre ese charco de nadadores, pasaba una canoa de madera que tomaba agua de la Castro, para luego ser vertida en una cañería que iba desde allí hasta el desarenadero, en Ayacucho, a los predios del solar de la casa de Francisco Villa, para operar lo que sería el primer acueducto municipal. Este, como buen paisa ventajoso, también poseía sus negocios, los Baños de Villa; él era conocido como el fontanero municipal, y para su regocijo sus admiradores lo llamaban ingeniero.

Cuántas veces llegamos a caminar por Ayacucho, por los lados del palacete forrado en cemento con ventanales de varios colores, siempre mirados con atención sin sospechar que en su interior y aún más, en sus sótanos, se guardaba una de los más sorpresivos descubrimientos: el desarenadero.


Quebrada Santa Elena

Cada día, como una reminiscencia muchos medellinenses caminan por la Avenida la Playa sin apenas recordar que bajo el asfalto de esa calle que cambia de nombre tres veces, se esconde la quebrada Santa Elena. Pero decir se esconde es apenas un subterfugio, es decir, no se esconde, la escondieron. Ya desde el crecimiento de la ciudad, de la Villa, en 1920, mejor, su cauce creaba cierta problemática con sus inundaciones, así como en los sectores de Junín y Sucre se estableció algo así como un matadero municipal que con sus carnicerías, vertían sus desechos a la quebrada mítica pero esto se terminó en 1821. Su cauce desde Palace hasta el Pablo Tobón se ha rectificado y encausado de tal manera que su recorrido se acondicionó con pretiles, con trinchos y estacas, desde comienzos del siglo XX, incluso, sus orillas eran resguardadas y cuidadas por trabajadores municipales o por los presos. Estos últimos pagaban su condena laborando en obras públicas. Un caso peculiar fue el de Pedro María Álvarez, “Marrullas”, soltero y albañil. Álvarez, en un descuido de los vigilantes, marrullero, prefirió huir de los trabajos; no se soportaba él mismo ni que lo vieran sus amigos obligado a trabajar, hasta que fue apresado de nuevo, en una cantina, por los lados del Cementerio de San Pedro.

A medida que la ciudad se urbanizaba por este sector la quebrada se convertiría poco a poco en un alcantarilla, siempre estuvo como depósito de desechos y aguas servidas, a través de ductos denominados albañales. En una crónica sobre la quebrada, Carrasquilla admite que esta se convirtió en un desaguadero.

Desde 1924. La oficina de Ingeniera municipal decidió que debido a la problemática de salubridad era necesario canalizarla, y luego ocultarla bajo pesadas losas de hormigón. Desde los años veinte se cubrió la parte que va desde Junín a Palacé. No era para menos, la contaminación debido a las mansiones, de las casaquintas que la bordeaban y de las industrias aledañas; una de ellas, Coltejer, dieron lugar a que las aguas se volvieron turbias y aún más, sucias y malolientes.

Al taparse la Santa Elena, en 1930, como la gran obra del Centro, en el sector de Junín, hasta lo que es hoy el Pablo Tobón, se perdieron las dos calzadas a lado y lado, por supuesto, que al canalizarla comenzaron a taparse y a destruir nada menos que los quince puentes que cruzaban la quebrada, llevándose bajo el asfalto, el paisaje y parte de la historia y de la arquitectura de Medellín.

Pero ahora, bajo otros parámetros y otras sensibilidades, en esta investigación, reaparecen en fotografías, algunos de estos puentes. Me referiré solo a uno de ellos, él que está situado en Palacé con la Avenida Primero de Mayo. Al mirar una de las fotos de Darién Márquez, que es toda una sorpresa, debido a la magnificencia de su construcción en ladrillos y con arco, claro que oculto bajo tierra, y el cual ha soportado años de asfalto y movimiento desmedido de autos y buses, aún intacto en medio de la oscuridad y de la contaminación más crítica del Centro. Este Puente de Palacé tapado por la “insignia del progreso”, impuesta por Ricardo Olano y sus dicterios a los considerados Hombres estorbo, que avanza aún sin prestar atención a los reclamos ciudadanos, fue construido en madera en el año de 1868 por don Pablo Lalinde y José María Álvarez; era muy estrecho y solo servía para transeúntes; tenía solo un pasamanos débil, a su lado había una canoa por la cual pasaba el agua de La Sociedad la Ladera para abastecer a los habitantes de la calle Boyacá. Luego fue modificado en ladrillo por el ingeniero y constructor de puentes y barcos en madera, el alemán Agustín Freidel en 1873, dando comienzo desde allí al barrio de Quebrada Abajo. Freidel correría con mala suerte: moriría al caer durante la construcción de uno de sus puentes.


                 Puente Palacé (fotografia de Darién Márquez)



En este Plan Parrilla, EPM, para mejorar su parrilla, es decir, el consumo de energía, realizó los estudios arqueológicos en una superficie de cincuenta hectáreas, desde la Avenida Oriental hasta Ayacucho, desde el Pablo Tobón hasta el río. Se han tenido en cuenta los descubrimientos de vestigios desde el sector del Raudal hasta la desembocadura de la Santa Elena, no es que el Raudal sea un raudal, sino que se trata de uno de los afincamientos de un reducto pobre de la bohemia guayaquilera en el Centro, con lindas meseras y todo tipo de ingredientes que animan la vida por ese sector y, por supuesto, al hampa local de todos los colores. Pero no nos referiremos a este lugar sino a la continuación de los hallazgos de este estudio donde se han encontrado vasijas en cerámica pertenecientes a diversas tribus que se aposentaron en estos lugares, así como restos de vajillas extranjeras que permiten un estudio de los gustos y boato de las familias en épocas posteriores. Con esos descubrimientos también se rearma la ciudad avasallada, ya que el llamado progreso como la esquirla principal para el desarrollo y los negocios va de frente dando una imagen siempre nueva a Medellín, según lo anota el historiador Luis Fernando González.

La ciudad, Medellín, aun debe guardar muchos secretos, unos ocultos a propósito, otros relegados por el desinterés continuo, pero otros que, como los actuales, entregan mediante este tipo de investigaciones, diversos momentos históricos, ante un medio académico y político, conformista y lleno de prejuicios, donde casi siempre se repite la misma caspa para el consumo y la falsa y mutua admiración, como lo diría De Greiff, “Para el asombro de las greyes planas/ suelo zurcir absurdas cantinelas”.



viernes, 10 de enero de 2020

Abraxas Aguilar ( Jorge Hernán Betancur)

Abraxas Aguilar
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Abraxas Aguilar

Víctor Bustamante

La noticia del libro más grande del mundo me llamó la atención y me fui para la Biblioteca Publica Piloto a verlo debido a la curiosidad con que su publicitó: El libro más grande del mundo es de Medellín. ¿El libro más grande?, pensé que era por el número de las páginas, tal vez similar al Libro de arena de Borges formado de páginas interminables, pero este no era un libro de más de dos metros por 1,50 de ancho y 350 kilos de peso algo imposible de llevar de un lugar a otro para leer. Cierto era, es un libro con paginas enormes, imposible de leer, ya que debía uno casi  acostarse sobre sus páginas para poder hacerlo, aunque si estaba fijo en una pared podría ser mas fácil leerlo de la mitad para abajo. Pero era un record Guinness, aquella medición sobre diversos logros, a veces, extraordinarios del ser humano que van desde los más disimiles a los más estrafalarios.

Ya en ese tiempo la ciudad y uno de sus personajes que aún no abrazaba pero se llamaría Abraxas sentía cierta afinidad por los records mundiales, que sería un presagio mucho después cumplido cuando la ciudad y sus acaldes anodinos empezaron a comprar títulos, reconocimientos para esa ciudad de la cual querían limpiar su nombre. El último, La ciudad más innovadora del mundo, título ridículo que por cosas del destino no aparece en los Récords Guinness.

Pero Jorge Hernán, luego Abraxas, seguiría coleccionado títulos mundiales hasta lograr nada menos que tres de ellos, por supuesto en esa casa que lo acoge: la de los  Récords Guinness. También había realizado el Collage con más imágenes del mundo y con esa doble marca no creía en nadie. Pero ya sabemos que Medellín, dicen las leyes, ya era la ciudad más innovadora, como la ciudad del eterno maquillaje y Abraxas Aguilar no se quedaría atrás, buscaría otro récord, el de La casa collage más grande del mundo.

La casa queda situada en La Paz, cuyo nombre se revierte en las noches al convertirse en lugar de fiesta y de sexo. En las esquinas es propicio ver las vestales, travestis pobres, en plena calle desnudas y hambrientas de dinero, por supuesto, que este Medellín no aparece en la nombradía de las guías turísticas de esa ciudad avasallada por estos pagos, sino que Abraxas ha creado su museo. Una casa enorme de tapias, con sus pareces cubiertas por los collages elaborados por su propio dueño; collages de diverso calado, collages colgados en los diversos salones aun en la cocina, aun en el wáter, aun en los pasillos y zaguanes, la sed insaciable de Abraxas no deja lugar en su casa sin sus collages. También hay diversos abalorios, hay muñecas, conseguidos al azar que le sirven para tus propuestas artísticas. Eso sí en la oficina, situada en la sala principal, la presiden los diplomas de sus logros en los Récords Guinness que es como la marca que lo sustenta y lo acoge. Por supuesto, que en un salón se encontraba la presea mayor, el Libro más gran del mundo, aun intacto. Acaricié su lomo a la medida de Benjamín cuando dice: “Nadie nota en los libros ni en las prostitutas que los minutos le son preciosos. Solo al intimar un poco más con ellos, se advierte cuánta prisa tienen. No dejan de calcular mientras nosotros nos adentramos en ellos”.

La palabra, collage, está asociada a Abraxas no solo en su obra pictórica, sino en sí mismo. El mismo, es un collage formado por su trasiego vital: actor, abogado, político, pintor, escritor. Facetas que cultiva unas más que otras. La que ha abandonado es la de escritor, ya poco se sabe de sus publicaciones últimas. De ahí que al hablar del Libro más grande del mundo, este se convierta en un símbolo, es como una suerte de homenaje a la magnificencia del libro como portador y transmisor de ideas, de reflexiones, de la memoria, de la novela, de la poesía; en suma, un libro es ese mensaje enviado por su escritor al mar del tiempo donde algún curioso lector al leer lo revive, pero este libro es imposible de leer. Debido a su tamaño, eso sí expresa un síntoma sobre la lectura en el año 1997 en que fue creado, y donde no se avizoraba lo que los amantes de la teología tecnológica presagiaban: la muerte del libro como tal, como Gutenberg lo ideó. Este libro es digno de habitar uno de los lugares descritos por Gulliver en uno de sus viajes, Brobdingnag. Pero Abraxas, es más conocido por haberse convertido en transgénero orgulloso/a de su implante que llama los focos de atención a su cambio de sexo y no a su inteligencia, y a sus inquietudes artistas.

Pero así Abraxas haya ideado el Libro más grande del mundo con sucesivos recortes de revistas a manera de collage, también es cierto, que ha escrito un libro en dieciseisavo, Abraxas, (Figea, s., f.) donde en tono mesiánico y paradójico refiere la muerte de la novela, critica al establecimiento por su mediocridad en todo tipo de políticas, Pero con cierta cordura refiere su reflexión a la soledad a su devenir, a la justicia, nunca a la compasión, si al consumismo desaforado como el cielo más banal de las personas. Se encuentra en una montaña, a la manera de Schopenhauer buscando la soledad en estos parajes, que parece la más alta del mundo, con el judío errante y hablan de la diversidad de temas, aunque existe algo inusual, uno piensa que el judío errante anda sin equipaje de lugar en lugar por los solitarios caminos y no se detiene ni a pesar porque está condenado a vagar hasta la eternidad o sea que sus pensamientos y sus reflexiones son tan pasajeras como el mismo caminante.

En este texto aún está intacta toda la concepción, la crítica y el devenir intelectual de Abraxas; es una suerte de manifiesto donde su autor se declara en contra de todo conformismo, alude a las profecías, al apocalipsis, a la ecología desde un punto de vista donde muchas cosas han cambiado pero que ante el poder de la tecnología y la moda y, aún más el consumismo, el hombre se convierte en marioneta. De ahí que este texto nos presente a su autor como una necesidad de realizar un reclamo para no perder la individualidad ni el acto creador.

Por esa razón al negar la novela, es decir los relatos de los contemporáneos asume esa voz cercana al moralista como San Juan, como Nietzsche con lo de los profetas y cierta cercanía con la filosofía hindú en un intento de cambiar, de criticar, de redefinir el mundo. Con este libro Abraxas Aguilar ha dado y señalado su presencia, pero no desde la montaña más alta del mundo sino desde las mismas calles de Medellín y de sus lampadarios crónicos, también ha matado la novela en un acto de romanticismo coloquial.

Eso sí pedura un trasfondo religioso no solo evidente en algunos giros como la redención por la sangre, sino cuando el profeta menor, Cohelet, habla a través del Eclesiastés, aquel libro lleno de sabiduría, y con el cual coincide en algunos caos este libro de Abraxas que aconseja como afrontar la existencia a pesar del determinismo de la muerte, ya que lo considerado progreso con todas futilidades solo conducen a un camino. De ahí que los placeres, las vanidades solo constituyen artificios, maneras de opacar el paso del tiempo como parte de una misma frustración donde solo espera la vacuidad es decir la muerte como pinto final a lo realizado en la vida y que no vale la pena su discurrir.

El libro de Abraxas Aguilar, a pesar de ese lastre que es la preocupación por el paso del tiempo, se constituye en una transición de lo que vendrá después, cuando el nadaísmo claudicó en sus pretensiones visibles, a veces, anacrónicas y patibularias visibles en el Terrible 13 Manifiesto Nadaísta.

Ya ha pasado mucho tiempo desde cuando un amigo en común, Carlos Alberto en Versalles va sorprendido a contarme en mi mesa de como al agacharse Jorge Hernán le ha visto tus tetas de principiante. Por supuesto que Jorge Hernán, abogado de UNAULA, y profesor prestigio que aún no era Abraxas, oficiaba su cambio al ir de tacones y de falda a situarse en ese lugar, punto de encuentro, pero también a establecer sus principios y su nombradía.  

El libro, Abraxas, está ilustrado con grabados de Mágnum Astron, Hernán Vélez Velásquez, escritor, ingeniero electrónico, físico, inventor y líder espiritual; fundador de la Organización internacional Mundo Unido, “Tutmonda Frateco Unuiĝinta Mondo . Estas ilustraciones son una suerte de mándalas que acompañan estos reclamos, estos diagnósticos, estas diatribas, estas reclamaciones.




miércoles, 8 de enero de 2020

El frágil juego de un alquimista... / Saúl Bustamante C.






El frágil juego de un alquimista...

Saúl Bustamante C.

                                        A Margren

Abrázame, le dije una vez más.
Esperé a través de los días, después de una aventura, cuando anduvimos contagiados de ausencia,
En la noche embrujada con palabras e iluminados hechos,
El agua tibia coincidió con la calidez de los cuerpos, sus dedos en geométricas caricias circulares como frotando su sensibilidad tras la esperanza de evidenciar las hipocresías recurrentes para contagiar abruptamente la intransigencia y el desamor.
La teoría en práctica creó revuelo cuando manipular el proceder advertía cualquier error...
Soy paciente,
Soy creyente,
Soy complaciente,
Soy humano,
Soy buen escucha,
Soy un creador
Soy analista
Soy un poco sabio y conozco las armas de los rivales.
Quisieron arrebatar mi serenidad,
Quisieron amedrentarme pero aprendí de mi padre a defenderme con estilo, sin escuetas actitudes.
Quisieron robarme su amor sutil, perverso y delicado:
Cada mujer es para cada hombre,
Todo esfuerzo es contundente y los dolores del alma son agudos fraguando la infelicidad.
El viejo poeta anduvo solitario, tuvo tiempo suficiente para discernir los embates de la vida,
Madrugo tantas veces bajo el cielo oscuro, el frío, la lluvia, unas lágrimas, el hambre la noche, las eternas noches.
Entonces, cómo no remediar los asuntos del corazón.
Me hablé de catarsis, callar, escribir sobre sus hazañas desde mi conciencia me recusé de nuevo
Abandoné el mar,
Abandoné el tiempo,
Abandoné su compañía,
Abandoné las máscaras,
Abandoné su cuerpo,
Abandoné el bullicio y fui paciente, entonces, pues hui a mi trinchera con mis libros y mis recuerdos .
Me alimenté de sus imágenes, de la fe del hombre, de su voz, de sus escritos, de sus caricias
Me alejé entonces del celo, la vi caminar sin mí, Distante, observando sus pasos, pensé en las pequeñas cosas escalar sobre las partículas, sobre las necias voces y la adversidad.
Me enclavé en el silencio, en las letras me inspiré, me llené de nostalgia, recurrí al lápiz y al papel.
Jugué al juego de los escribientes.
Trataron en educarlo,
Trataron de emanciparlo, de corregir los malos hábitos y entrar en el romance, en la seducción y complacencia.
De cómo una mujer es serena, cordial, noble y tenazmente perversa, que no basta entrar y desovar en ellas, pero no se acentuó en leer sus ojos.
Atarla en las prohibiciones del amor, condenarla a la esclavitud, su corazón, su mente, su cuerpo puro poseído por el fuego.
Estoy contagiado por la palabra, por librarme de las penas.
Por el metal, por el rock, por el trans, por las corrientes alternas del punk, del funk, de Iron Maiden del trash, del son del pop eterno de Los Beatles, y no me quedé en los remansos del gran Vicente Fernández.
De Led Zeppelin de Moby Dick,
De Black Sabbath de NIB,
De The Rolling Stone y su eterna balada, Angie.
Que yo nací un día atrás viendo primero la luz del alba. Y llevo muchos amaneceres
A cuestas..
Que lamento la muerte de Poe,
Que lamento la muerte de Lennon,
Que lamento la muerte Rubens,
Que lamento la muerte de mis abuelos
Que lamento la muerte de mis rivales,
Que lamento la muerte de Juan Pablo Segundo,
Que lamento la muerte de Cabrera Infante,
Que lamento la muerte de mi padre, de irse sin avisar cuando lo hacen los grandes hombres sin ruidos y en su eterna paz, así de sencillo, sin banalidades y superfluas razones, así como yo heredé su historia en la ostentación de su recuerdo...

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lunes, 6 de enero de 2020

LA CIUDAD Y LAS OTRAS CIUDADES 7 Darío Ruiz Gómez

Beksinski

LA CIUDAD Y LAS OTRAS CIUDADES
Darío Ruiz Gómez

1995 riñas fueron reportadas, mientras el servicio telefónico de urgencias de la Policía reventó. 54.000 riñas hubo en Medellín durante 2019. El 25 de diciembre Medellín estaba en llamas prácticamente y lo que había comenzado como la tradicional reunión de amigos y familiares para hacer un sancocho, escuchar música, bailar, esa doméstica y necesaria estampa de la convivencia ciudadana, con el consumo acelerado de licor y estupefacientes fue dando paso al aflorar  de odios y rencores represados en cada personaje  hijo, hija, primo, mejor amigo y el llamado  de la tribu volvió a vencer a las normas, bien precarias  por cierto de la civilidad, se escucharon a lo largo y ancho del valle los aullidos  de quienes se habían extrovertido para recuperar el aliento de la bestia, la sangre corría, los perseguidos por las  turbas que buscaban lincharlo corrían despavoridos huyendo de la muerte, los niños o se escondían o eran iniciados en estos ritos que la educación y la cultura ciudadana supuestamente habían logrado extirpar para siempre. ¿Para qué los grupos de asesores en conducta ciudadana y convivencia? ¿Para qué entonces las escuelas y colegios, las universidades? Cuando en la novela de Anif Kureihsi, “El buda en los suburbios” el padre que acaba de llegar de Pakistán a visitar en Londres a su hijo descubre que en el edificio de éste todos practican el amor libre, toman drogas y  las calles  están incendiadas por las peleas entre bandas, atracos, comienza entonces a desmoronarse interiormente, a darse cuenta de que será imposible para su espiritualidad comprender lo que este escenario de ruinas, de asaltos  le ofrece como panorama cotidiano. Al final no regresa, se suicida. Es la barbarie   nacida de la ausencia de  aquello que  Rousseau  llama el pacto social, un acuerdo necesario de normas de convivencia. ¿No está sucediendo esto en las llamadas Comunas de las periferias a donde no está llegando la pedagogía ciudadana que crea urbanitas? Una ciudad se recupera frente al crimen organizado, frente a la extorsión, frente a las llamadas fronteras invisibles recuperando calle a calle el derecho a una vida de vecinos, creando la convivencia como valor de solidaridad, afirmando la unidad del barrio, recuperando los espacios públicos, incorporando al emigrante.  ¿A quiénes les interesa crispar lo social, mantener la zozobra en las calles?  “Un vecino estaba en su balcón, le dispararon desde la calle y lo mataron” “Abrió la puerta y recibió cinco tiros”, “Iba de regreso a su casa y lo mataron”
El informativo  digital que hora a hora da cuenta de estos crímenes  cotidianos  nos certifica la verdadera dimensión de este proceso de aniquilamiento  de la convivencia ciudadana  que está alcanzando cotas de inaudita  crispación gracias a que las murallas que separan los distintos territorios  se han hecho más altas impidiendo la transparencia o sea el derecho al libre desplazamiento por cualquier territorio, ahondando nuevas formas de  desigualdad, entronizando  nuevas formas  de esclavitud, extendiendo el tugurio, la no-ciudad. La desaparición de un  urbanismo integrador, de una política de  renovación de lo construido, la presencia cada vez mayor de desplazados  a los cuales se desconoce como ciudadanos en territorios sin ley ni orden, está  creando un choque cada vez más evidente entre esos habitantes sin estatus de ciudadanos  y las normas que reconocen en la ciudad oficial al ciudadano  oficial, lo cual vuelve  perentoriamente a recordarnos que la verdadera  tarea del gobernante es hacer ciudadanos construyendo in situ un nuevo tejido social a través de la integración de lo que hoy aparece disperso, ofendido.

sábado, 4 de enero de 2020

Han saldado el libro de mi enemigo /Clive James


Han saldado el libro de mi enemigo /
Clive James

Han saldado el libro de mi enemigo
y estoy encantado.
Lo han saldado en grandes cantidades
como  un montón de dinero falso incautado
y apilado en un almacén de la policía.
El elogiado esfuerzo de mi enemigo se acumula
en el tipo de librería donde se saldan los libros.
Montones grandes y cuadrados de libros rechazados y, en medio, pasillos
entre los que uno pasa pensando en las vanidades de la vida,
y se detiene para recordar todas esas reseñas reflexivas
ofrecidas para nada al libro de su enemigo.

Porque, atención, ahí está ese libro.

Entre esas hileras y montañas de fracasos,
esos hitos formidables y en apariencia irreductibles
de puros fiambres.


Han saldado el libro de mi enemigo
y yo lo celebro
se ha ido con la cabeza gacha como una legión derrotada
bajo el yugo
¿De qué le sirven ahora sus galardones y premios,
los elogios dedicados a su meticulosa técnica,
su voz nueva y singular?
Tirado cuan largo es
el fruto de su mente se junta con los chicos malos,
la chusma, la escoria, los pestiños y las sobras,
los Edsels de la tipografía,
los pringados cuyo destino no cambia ningún hype,
los plastas inamovibles.


Sí, su libro delgado con su discreta cubierta
se baña en el resplandor chillón de la portada de La máquina de guerra de Hitler,
su voz personal, inconfundible,
comparte chatarrería con el rascacielos olvidado
de Cocina Kung-Fu: Un recetario,
su honestidad, proclamada por él mismo y creída por los demás,
su célebre desprecio de toda impostura y pretensión
está ahí, junto a Paseos y Excursiones:

Cien años de entretenimiento costero de Pertwee
Y (oh, esto sobre todo) su sensibilidad,
su sensibilidad y sus filamentos finos como pelos,
su sensibilidad delicada y temblorosa está junto
al Libro de las tetas de Barbara Windsor,
un volumen que lleva la descriptiva rúbrica
“Mis tetas darán a todo el mundo horas de diversión”.



Pronto saldarán uno de mis libros,
aunque no en el grado monumental
que se ha infligido
al libro de mi enemigo
puesto que en el caso de mi libro será
por una tirada mal calculada, un error de márketing:

Nada que ver con su valor.
Pero aunque ese acontecimiento contuviera

leves elementos de tristeza, quedarían eclipsados
por el recuerdo de este momento dulce.

¡Enfría el champán y limpia las copas de cristal!
Han saldado el libro de mi enemigo
y yo me alegro.


Traducción del inglés de Daniel G
Han saldado el libro de mi enemigo
y estoy encantado.
Lo han saldado en grandes cantidades
como  un montón de dinero falso incautado
y apilado en un almacén de la policía.
El elogiado esfuerzo de mi enemigo se acumula
en el tipo de librería donde se saldan los libros.
Montones grandes y cuadrados de libros rechazados y, en medio, pasillos
entre los que uno pasa pensando en las vanidades de la vida,
y se detiene para recordar todas esas reseñas reflexivas
ofrecidas para nada al libro de su enemigo.

Porque, atención, ahí está ese libro.

Entre esas hileras y montañas de fracasos,
esos hitos formidables y en apariencia irreductibles
de puros fiambres.


Han saldado el libro de mi enemigo
y yo lo celebro
se ha ido con la cabeza gacha como una legión derrotada
bajo el yugo
¿De qué le sirven ahora sus galardones y premios,
los elogios dedicados a su meticulosa técnica,
su voz nueva y singular?
Tirado cuan largo es
el fruto de su mente se junta con los chicos malos,
la chusma, la escoria, los pestiños y las sobras,
los Edsels de la tipografía,
los pringados cuyo destino no cambia ningún hype,
los plastas inamovibles.


Sí, su libro delgado con su discreta cubierta
se baña en el resplandor chillón de la portada de La máquina de guerra de Hitler,
su voz personal, inconfundible,
comparte chatarrería con el rascacielos olvidado
de Cocina Kung-Fu: Un recetario,
su honestidad, proclamada por él mismo y creída por los demás,
su célebre desprecio de toda impostura y pretensión
está ahí, junto a Paseos y Excursiones:

Cien años de entretenimiento costero de Pertwee
Y (oh, esto sobre todo) su sensibilidad,
su sensibilidad y sus filamentos finos como pelos,
su sensibilidad delicada y temblorosa está junto
al Libro de las tetas de Barbara Windsor,
un volumen que lleva la descriptiva rúbrica
“Mis tetas darán a todo el mundo horas de diversión”.


Pronto saldarán uno de mis libros,
aunque no en el grado monumental
que se ha infligido
al libro de mi enemigo
puesto que en el caso de mi libro será
por una tirada mal calculada, un error de márketing:

Nada que ver con su valor.
Pero aunque ese acontecimiento contuviera

leves elementos de tristeza, quedarían eclipsados
por el recuerdo de este momento dulce.

¡Enfría el champán y limpia las copas de cristal!
Han saldado el libro de mi enemigo
y yo me alegro.


Traducción del inglés de Daniel G (Letras Libres)