sábado, 29 de mayo de 2021

DE LA SEDICIÓN AL TERRORISMO / Darío Ruiz Gómez

 


DE LA SEDICIÓN AL TERRORISMO

Darío Ruiz Gómez

De verdad que no daba crédito a mis ojos  cuando  leí el twitter de  Gustavo  Bolívar en que solicitaba a los militantes de la “Colombia  Humana”  abrir una cuenta bancaria para ayudar a la llamada “Primera línea”  a contar con nuevos escudos, nuevos objetos contundentes  en su lucha diaria contra el Esmad y la policía; según su información ya se han recibido cien millones destinados a reforzar ese grupo de choque. Primera línea de fanáticos adoctrinados severamente y caracterizados por su rudeza y capacidad para crear finalmente toda clase de desórdenes, saqueos. Esto que yo sepa es armar un grupo paramilitar lo cual constituye un grave delito severamente castigado por nuestro Código Penal pero ignorado por nuestros jueces. Pero la cosa no para ahí y después de escuchar y leer el twitter de la Concejala de este mismo movimiento insinuando que en las ambulancias se estarían desplazando policías y armas mi escándalo aumentó hasta la estupefacción al leer el titular de “El Espectador” que daba como cierto este twiter. Después de inmediato la chusma exaltada – olvidando sus jefes los acuerdos de Ginebra-  detuvo a dieciséis  ambulancias, golpeó a sus conductores y al abrir la puerta trasera de los vehículos comprobó  que ningún policía, ningún  armamento  se escondía. Estas proclamas incendiarias constituyen “enaltecimiento del terrorismo” ya que el terrorismo es no sólo una acción de violencia física sino precisamente la exaltación de ésta por parte de un civil, un político, una publicación. Recuerdo el caso de un dirigente del grupo terrorista ETA quien después de cumplir una larga condena por el delito de terrorismo, en las puertas de la cárcel cuando ya marchaba hacia la libertad inesperadamente ante la pregunta de un periodista por esa banda criminal la alabó justificándola. De inmediato fue devuelto a la cárcel acusado de “enaltecimiento del terrorismo” En países como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Italia, Francia y España donde  el terrorismo del  yihadismo  o de las bandas de fanáticos fundamentalistas  aterrorizó – y aterroriza aún- a la población civil a través de  sangrientos  atentados  y la muerte de  muchos  inocentes en su intento de “destruir el Estado”  a la “Sociedad burguesa” las penas que los castigan son muy severas. La permisividad de la justicia colombiana ante estas conductas que incitan a la agresión contra la ciudadanía  y la propiedad privada carece de justificación  ya que el hacerse  dóciles   ante ellas solamente servirá para que indefinidamente se prolongue el asalto calculado  de los violentos – la “guerra híbrida”-  contra el derecho de la ciudadanía a vivir en paz, a circular libremente por sus territorios. Por otra parte nuestra  justicia nos está demostrando su incapacidad para lograr entender las  transformaciones  profundas que se han dado en la sociedad moderna y contemporánea ante   las radicales  modificaciones  geopolíticas que se han establecido a partir de las mutaciones de los movimientos  terroristas, del radicalismo yihadista,  del  nuevo populismo, de las nuevas estrategias de erosión social llevadas a cabo a través de las redes  sociales, de plataformas digitales  con consignas subliminales  tan corrosivas como una agresión bélica y  recurriendo a unos nuevos códigos  para despistar a la justicia   tratando de reducir las agresiones  a una simple noticia del día.

¿Recuerdan nuestros estudiantes de Derecho la definición de sedición? ”Levantamiento de un grupo de personas con el fin de derrotar el orden vigente” Por sedición condenó  la Justicia  a duras  penas de prisión a los altos mandos del nacionalismo catalán que se levantaron con violencia reconocida contra el Estado español. ¿Cuál ha sido el pronunciamiento   del llamado Comité Nacional del Paro  y de los Partidos de la Oposición  ante los cortes de carretera, los ataque -169- a las Misiones Médicas, el asesinato de dos bebés, de dos policías, el asedio por hambre a las ciudades, destrucción de alcaldías y hospitales, el terror sobre la población civil desatada  por  la delincuencia organizada y  algunos grupos guerrilleros, la incitación pérfida de odio a “los ricos”?  Recordemos de nuevo   con Giovanni Sartóri  que  “la tolerancia no debe extenderse  a los intolerantes” lo que plantea que a ningún pelagatos se lo puede elevar a la condición de interlocutor  y mucho menos  darle representatividad a nombre de un sector social. En nuestro caso lo que  la justicia debe hacer de inmediato, tal como lo piden hoy muchos demandantes, es siguiendo en ello  los parámetros de la justicia universal,  juzgar a quien ha  propiciado  esas formas de sedición y terrorismo colocándolas como  un argumento  negociable.

jueves, 27 de mayo de 2021

 


TAN LEJOS DE DIOS TAN CERCA DE LA BARBARIE

Darío Ruiz Gómez

Sabemos que detrás de los cantinflescos  representantes del llamado Comité de Paro que, como dice el dicho popular no mandan ni en su propia casa, está la presencia de un gran poder  - un gran capital emergente- que los mueve  como títeres  y les impone consignas según sus intereses.  ¿Cómo puede la Fiscalía  desconocer  que el terrorismo es  la afrenta mayor contra una sociedad? En el Apocalipsis se lo denomina como la gran Bestia,  esa nube que gravita hoy sobre nuestras vidas amenazándolas con la banalización  del  terror y el pánico  generalizado, destruyendo las virtudes de la benevolencia y  de la simpatía  en una  democracia sin mayúsculas. Esas virtudes de una vida civil que añoran entre lágrimas los argentinos, los cubanos, los nicaragüenses  encerrados entre las cárceles de  dictaduras oprobiosas y la miseria económica mediante la cual se somete a una sociedad y se degrada al individuo pensante.  Técnicas para degradar a una sociedad  que  consisten  siempre, como lo analizan Ortega y Gasset, Karl Popper, Ravel, en hacerle  creer  a  la cautiva  ciudadanía, a la frágil rebeldía de la juventud, que la libertad no es necesaria y únicamente  una mentirosa promesa de redención  social  es lo importante,  que el individuo  es significado de egoísmo y por el contrario  hay que sacrificarlo todo  a lo colectivo. El verdadero regreso a la violencia de la manada. “Mucho me ha costado, me decía un gran amigo en Madrid  en el año 60, llegar a ser un individuo para que ahora el Partido Comunista  me conmine  a  renunciar a este logro para  sumarme a lo colectivo” Viviendo estos días de paro y cierres de carreteras –la libre circulación es un principio de la democracia-  de saqueos, recordé la función que Mussolini, Hitler y Mao hicieron de este tipo de marchas para dar a sus  sometidos  la  sensación de estar embarcados en una  gesta  histórica mientras se convertían en furiosos fanáticos. Pero  no olvidemos que se manipuló a las masas pero conservando  cuidadosamente  un socialismo  de Estado. La tarea de destruir nuestra herencia civilista  comenzó hace cuarenta años con la desaparición en el pensum académico escolar y universitario de las humanidades clásicas  y la implementación  y manipulación de  textos vulgares sobre el “materialismo histórico” y la prohibición de “libros extranjeros”, con la traición del Partido Liberal y del Partido Conservador   a los legados de la razón y de la lógica, de la ley y el derecho. Este   “horror vacui” –muerte de un espacio  simbólico-   se ha ido prolongando en el tiempo mutándose finalmente en expresiones de  diversas   ignorancias  propicias – tal como lo estamos viendo- a un populismo grotesco, a una falsa reivindicación de las etnias, al elogio del terrorismo, desalojando al pensamiento crítico e implantando la ideología totalitaria como  una creencia. Recurro de nuevo a esta singular claridad con que Ortega y Gasset lo expuso:” Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre (mujer) que no quiere dar razones ni quiere tener razón; sino que sencillamente se muestra resuelto a imponer sus opiniones”

José María Ridao un gran pensador español actual,  heredero del legado de la Ilustración, del pensamiento liberal recuerda en unas recientes declaraciones  que:“Si se abandona la actitud crítica se podría pensar que cuanto vivimos es inexorable, pero todo ello puede ser de otra manera y conviene recordarlo porque en ello nos va elegir o no la barbarie” Ya que “la barbarie no sobreviene sino que se elige” El populismo-¿cumplió Chávez alguna de sus promesas a a la masa hambrienta?  ¿Cuáles son las conquistas para el pueblo de Iván Cepeda? - se permea dentro de la democracia para destruirla mediante los idiotas útiles de siempre y  algunos  cómplices medios de comunicación como no cesaré de repetirlo.  Saliendo de las ruinas de la Bastilla el perverso pero clarividente Marqués de Sade  lo predijo:” Ya han  bajado  a Dios de su pedestal  y ahora ¿Cuáles personajes  van a colocar en éste?”  Se destruyen empresas, pequeños negocios, se incendia la Alcaldía, un colegio para hijos de la Policía, la USI, se han derribado todas los monumentos  y se quemarán clínicas y hospitales, se arrasa la agricultura y se imponen los sembrados de coca :El terror  revolucionario campea sobre el Departamento del Cauca   y  arrasar  con todo vestigio de cultura blanca será el  objetivo  final de este  resentimiento, la figura de Francia Márquez empieza a aparecer en el horizonte en llamas como la Diosa sustituta que devolverá a su raza oprimida “lo que los invasores blancos les habían quitado”.  

martes, 18 de mayo de 2021

TANTAS VIDAS, MIGUEL de Félix Ángel / Víctor Bustamante

 

Félix Ángel 



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TANTAS VIDAS, MIGUEL

Félix Ángel

Tragaluz Editores, 2021

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Víctor Bustamante

Félix Ángel escribió hace unos años, 1975, un libro provocador, Te quiero mucho, poquito nada. El escándalo llevó a que este libro fuera devuelto a su dueño desde las librerías y, además, un testigo, que no lo leyó, añade que el padre del autor compraba los remantes en las librerías que lo admitieron. Ángel, convertido en un demonio por la opinión pública, debía mantenerse medio escondido ante el insulto presente de algunas personas. Pero si la temática gay es la que se perfila y franquea la ciudad, Medellín, el libro es mucho más, matizado con cierta ironía y desparpajo ya que la creatividad de Ángel, va más allá de lo establecido por esas interpretaciones parciales. Pipe Vallejo, un desobediente total, indaga otra manera de escritura, otra manera de ver el interior de la ciudad, y a su autor de escribir un texto donde inserta diversas formas narrativas, así como pinturas de su creación, y diversas gráficas, además reminiscencias con portadas de revistas, una de ellas, El Gráfico, lo cual abre la discusión a esa forma de pensar que cohabita el Medellín de los años 70. Todo un acto de valor y de ética ya que Ángel al abordar ese tópico e ir de frente a esa sociedad ultramontana y llena de pudor donde se  obvian los sitios secretos visitados por los gay alrededor del Parque de Bolívar, lugares de acopio y de citas que en ese tiempo se referían como a los maricas y a los cacorros como una manera de vilipendiar otros gustos, otros territorios, otros cuerpos, en el colmo de una sociedad que controlaba y auditaba el amor, el sexo; la cultura transgresora llevada a una zona de exclusión que subyace ahí paralela, pero que no se menciona, y al no mencionarla, no existía. Para mayor ofensa cohabitaban en esa Medellín poderosa tras el fordismo en las industrias textiles y aún definido el cauce moral por las procesiones religiosas con un Cristo lacerado y de rodillas, sangriento, para conmover, y en otros recintos, junto a otros oradores con discursos bipartidistas de concordia nacional, que se robaban los presupuestos para su beneficio. En ese ámbito de congojas y mentiras Félix Ángel fue feliz al sacar en la portada del libro su rostro para que no quedara duda de que él era el autor. No permanecería así, sepultado por sus palabras, sino que daría la cara, desafiante y perturbador.

Decía que el libro va más allá, ya que el escritor ubica la topografía citadina con sus nombres, lo cual permite situar determinados sitios caros a él, así como saber que con el tiempo esos lugares quedan como punto de referencia de sus pasos y de su aliento: el teatro Ópera, La Playa,  El Gritón, la rotonda serena del Pablo Tobón, y por supuesto Junín siempre ávida de  transeúntes, Asimismo aunado a sus juegos de palabras, la perseverancia del narrador que rompe y vuelve a provocar. Algunas veces pensé que Ángel hubiera podido ser nadaísta, pero hay algo cierto, sí estuvo cerca por Junín, la calle mayor tomada. La edad de ellos, unos años mayor, parecía no admitir otro tipo de personas.

Ángel, además, sigue esa tradición de pintores que han deslizado su talento hacia la escritura. Dalí es uno de ellos. En uno de sus libros, Diario de un genio, escribe que existe y además, se auto abraza y se felicita, ni que fuera Stendhal, muy gozoso porque se ha dado cuenta que él es Dalí y así más rumia sus pensamientos en su cama desde las mañanas. Eleonora Carrington con ese mundo surreal, tan propio, con esa creatividad a flor de piel también ha escrito cuentos, uno de ellos, Conejos Blancos, valorado por Cortázar. William Blake con sus inspiraciones místicas le decía a su mujer, mientras lo acompañaba de noche en su cita con la pintura, que podría tener un amante. Gunter Grass vivió en diversas ciudades de Europa vendiendo sus dibujos. También merodearon en sus lienzos Miller, Bukowski, Kerouac, hasta Sábato recorrió esos terrenos como catarsis para no quedarse ciego. Si menciono esa posibilidad de habitar dos formas de expresión artística es debido a que presiento que estos virtuosos necesitan rebasar el límite de las palabras, de las hojas escritas, para proseguir su actividad en el lienzo con los colores y, asimismo, seguir creando otras esferas, otros laberintos, otros temas dentro de su mundo personal. Así como explorando a través de estos dos procesos para expresarse. Eso sí ambas se complementan, aunque muchas veces, domina una de ellas. También Félix Ángel mediado entre estas dos formas creativas combina sus grabados con la escritura, como si pulsaran su agudeza y así producir un libro total.

El alboroto que produjera en Francia un libro de Jean Genet, Querelle de Brest, con dibujos de Jean Cocteau, también escritor, incrustó veintinueve dibujos, repito, escandalosos, y que ya pasado el tiempo dejan de serlo, pero sí mantienen algo real, Genet condenado a prisión ocho meses con multa de miles de francos a bordo. Escampándose de prisión perpetua por ser considerado por Cocteau frente a los jueces, “el más grande novelista de la era moderna”.




Ya pasados esos momentos aciagos y muchos años de reivindicaciones en que la sociedad se vuelve más liberal, Félix Ángel escribe, Tantas vidas, Miguel (Tragaluz Editores, 2021), que narra la vida de Miguel O’Brien, economista que ha llegado a las más altas esferas del éxito profesional y social debido a su disciplina en el estudio, capacidad en su trabajo, y además vive en una zona de prestigio en Washington. En él es notorio su acento por el buen gusto, su buena vida, su regusto por la ópera, el cine y la música, sus viajes al exterior, su disciplina gimnastica, su aplomada existencia, su rigor cotidiano con una vida plasmada por la severidad de la agenda en su oficina. La llama la jaula y se le asemeja al paisaje que ve desde su ventana, “la jaula de cristal del Botanic Garden, con sus especies exóticas viviendo todas bajo el mismo techo, sin relación con el mundo exterior, algo así como a veces sentía que sucedía en el suyo”.

En síntesis, es un triunfador que tiene su panorama social definido, sus metas precisas, que ha trasegado bajo este eslogan, El tiempo es oro, con el trascurso de sus días aprovechados al máximo. Todo un ejemplo de rectitud, de ética, de responsabilidad. A veces parece un personaje de una telenovela perfecta, sin macula, que urde en su oficina junto a su computador pinceladas precisas de algoritmos que le entregan fractales de triunfo y buenos resultados en una existencia tan llena de prestigio y de decisiones y compromisos donde el caos y la penuria del fracaso han sido expulsados ya que su territorio es el de una oficina plena de comunicaciones y pantallas blancas de ordenadores precisos para que Miguel aproveche su idoneidad.

A esa vida apacible y desbordada de trabajo y de éxitos con una secretaria que maneja su agenda, es decir, su tiempo y posibles citas de trabajo, se contrapone el otro, aquel que desciende en las noches la escala del profeta para vivir el otro mundo que lo toca, los restaurantes,  los bares, y estos asociados a la noche, esa noche que libera del mundo reglamentado del trabajo y de lo cotidiano y que entrega las fauces de ese otro territorio sorprendente que desembolsa asombros y certezas, encuentros y palabras, redenciones y suplicios, y sobre todo enigmas y placeres en lugares de lujo para Miguel que ahora es un sibarita entregado a los secretos de la carne tierna para sus fantasmas, es decir, siempre otros cuerpos que serán secretos. De ahí la curiosidad, la perseverancia y el rito de buscarlos. En la noche a Miguel se le abre la otra ciudad, lejos de la ciudad blanca, perfecta; aquella definida por el mapa y la marca de los lugares, recintos de citas gay donde Miguel bebe licores costosos y da altas propinas a los meseros mesurados, sus cómplices. Allí, en cada bar, Miguel se sitúa en la barra, suerte de panóptico donde se da cuenta de la llegada de los diversos habitúes y de un posible ligue ligero. Miguel que ya es Michael, Mike, Mikhail o Micha, sale de su burbuja y entra a esa ciudad a Washington desde una perspectiva muy personal, se ha apropiado de ella. Sus bares nocturnos le dan ese toque de distinción porque aún en la noche conserva su elegancia, su espíritu refinado merodea en The Jazz Menagerie donde conoció a Prescott, en Metrópolis la discoteca de moda, Annie’s, en The Fire Trap, o El Granero donde conoció a Emmet que, a pesar de ser un antro siniestro, lo proveía de sus aventuras eróticas con hustlers, muchachos dedicados a la prostitución.

Total, Félix Ángel ya es un habitúe de Washington, conoce sus secretos, camina por sus calles, habita sus zonas culturales, pero ante todo lo deja percibir en su prosa:

“Camino a su apartamento tomó una ruta larga e innecesaria. Se desvió por Connecticut Avenue, hasta llegar a Dupont Circle a la altura de Massachusetts Avenue. Estacionó el auto y se sentó en una banca del parque Dupont a esperar la puesta del sol, su forma personal de decirle adiós al verano con la mente en blanco.

“Sumaba dos días confinado en casa. Desde la terraza veía Pennsylvania Avenue relativamente limpia, no por cortesía sino por prioridad de la ciudad en despejar la que se considera la avenida más importante en el Centro de Washington y el Centro del Gobierno Federal, rematando el North West con El Capitolio, que a su vez es el hito de los cuatro cuadrantes en que se divide la ciudad”.

Ángel seguro que la mañana la dedicará a visitar la nueva instalación de escultura en la colección de la National Gallery. “Encontró arrolladora la fuerza expresionista de Auguste Rodin y la fineza de Paul Manship, a cuyas obras dedicó especial atención”.

“Aprovechó para almorzar en el restaurante de la galería, y de allí fue a tomar café a The Willard Hotel, sobre Pennsylvania Avenue, haciendo tiempo para la función de vespertina en el Kennedy Center, una pieza de teatro de un conocido autor norteamericano. Remató la noche cenando en un pequeño restaurante griego en Dupont Circle”.



Debe considerarse, Tantas vidas, Miguel, ¿debido a la aprehensión de Washington una novela americana o una novela escrita por un colombiano en Estados Unidos? Lo digo porque fue escrita allá, y el nivel de apropiación de esa ciudad y de sus lugares ha sido ajustado y enseñado por Ángel, no como un turista de paso, sino como un escritor que la recorre palmo a palmo, que conoce la capital del imperio en todos sus rincones, sin referencias de ocasión sino como una experiencia personal. Me dirán que el escritor no tiene patria, pero esa es una alusión banal ya que el escritor sí tiene patria, sus palabras, en este caso el idioma en que fue escrita. Como es de esperar los lugares, la topografía citadina la señala Ángel en inglés, así como la música, así como las diversas películas y los dos libros que menciona, además hay diálogos en inglés que permiten que el lector sepa que, en esas palabras escritas en ese idioma, a lo mejor Ángel quiera enfatizar más en determinadas actitudes, nunca para obviar certezas. De tal manera esta novela se puede insertar en la tradición de Whitman, de Kerouac de Burroughs, de Ginsberg. Además complementa la tradición colombiana de Arias Trujillo, y desde 1975 con Te quiero mucho poquito nada, con  escritores de peso como Harold Alvarado Tenorio, Fernando Vallejo, Rubén Vélez, Fernando Molano y Óscar Castro, cada uno de ellos dando un punto de vista muy singular.

Eso sí a Ángel, ya ciudadano americano, que aún mantiene lazos fuertes con Medellín, se le cuelan algunas expresiones antioqueñas: burrada, parrandero, despelote, encoñado, no lo devuelve el putas, machacada, metida de pata, sandunguera, sopapo, bregar contigo, gorrearme, embarrarla, levante, malagradecido, sacarse las piedras. “¿Que si qué? Expresiones que indican una época en la cual él vivió pleno en la ciudad, y que denotan que sus raíces aun perduran así sean remotas, pero visibles en esas mismas palabras que merodean, mejor decirlo de una vez que le son presentes.

 “Hay muchas personas que conozco pero que no conozco”, decía Samuel Beckett. Estas palabras para referirme a la relación que es la médula de la novela, la de Miguel con Nathan, ya que después de cuatro años se desvanece esa convivencia como una pompa al aire de cualquier tarde. El último en darse cuenta es Miguel que, a pesar de estar atento, no se da cuenta del universo nebuloso de Nathan quien se guardó todo el resentimiento para luego romper la relación, que no es más que un estado de conciencia, lejano oscuro, y terrible para Miquel que ha quedado golpeado y debe buscar consejos en sus amigos, pero, sobre todo, en su médico y luego donde un siquiatra estéril en conceptos. Y así Miguel debe tomar ansiolíticos para poco a poco regresar a la vida normal de la cual no se debe haber salido, después de vivir un relegamiento, una ruptura que ubica a Miguel en su verdadero estado: la fragilidad humana. Miguel O’Brien mantiene cada acto de su vida mediado con el pulso de la legalidad, previsible en los abogados que custodian sus decisiones financieras, y de negocios, en su constante por el orden y el aseo, la limpieza casi una catarsis, lo cual lleva a que cada relación que viva sea enfocada desde su punto de vista, la perfección, como sinónimo de afecto y responsabilidad. Miguel no ejerce su relación de poder, le basta su ejemplo de vida para que el compañero de turno actúe como él. De esa manera asume un carácter peculiar, casi patriarcal del amor gay. A cada uno de sus amantes le ayuda en lo económico. A Emmet le regala un reloj costoso y le crea una agencia para cuidar sus intereses boxísticos; a Cooper, díscolo musico y bebedor, le presta dinero y le colabora para sacarlo de la bancarrota, también muere en un hospital como Ashton. A Ashton le colaboraría con dinero mensual. Arman mentiroso presente lo disloca, pero Prescott estudiante de leyes será uno de los elegidos. Nathan perdura en la novela como su gran amor, ante un ejecutivo eficiente que asume la cuestión afectiva muy lejos de la sobriedad de ser un economista entre balances y altas decisiones financieras y eso sí con los agüeros como el del cisne negro.

Es notorio en la novela lo que llamo la razón de vida de Miguel, ser un personaje sin tacha, indomable con el éxito personal como idea fija. Veamos: “El nuevo apartamento de Miguel es el penthouse de uno de los pocos nuevos edificios construidos en el centro de la ciudad. Posee amplios ventanales y una terraza desde donde divisa gran parte de Pennsylvania Avenue, The Capitol Building sobre el cerro al fondo de la avenida, y lejos, al otro lado del parque, la jaula de cristal del Botanic Garden”

O también desde este punto de vista ver como su disciplina lo ha llevado a conseguir un alto nivel de vida muy temprano: “Miguel tenía treinta años, convertido en un adulto intelectualmente diverso, económicamente boyante, físicamente irresistible, un profesional brillante para quien la vida parecía sonreírle por todos lados”

Dos vidas posee Miguel, en ese énfasis de la existencia cotidiana, el hombre culto elegante y gimnasta que quiere verse bien, y aquel que en las noches sale a los bares, que da propinas a los meseros, que es conocido en aquellos sitios donde se sitúa a tomar Sello Negro doble en las rocas  para afilar la mirada y situarse en la barra de esos bares como en una suerte de panóptico para buscar sus ligues lisonjeros, eso sí como una manera de pasar el tiempo. Miguel es un cazador solitario que vive enamorado del amor. Disfruta con la elegancia, con el instante efímero, eso sí silencioso, al punto de bordear lo frívolo, pero a la hora final esas visitas, esos ligues poseen esa solidaridad que denota ese ser humano, desprendido y generoso.

Ese carácter afectivo de Miguel, así como su bon vivant es notorio en algo:  termina creando una suerte de ménage à trois gay. Así en ese estado de catarsis personal deja un final abierto, no sabremos si regresará a su coto de caza que son los bares con su música suave, sugerente, y con su escasa luz que pinta la atmósfera de un tácito tono de complicidad. Ya sabemos que los bares son postas en medio de la noche donde llegan desconocidos de todo calado a un encuentro fortuito, donde lo ocasional no permite que haya repetición de un encuentro a no ser por la casualidad o por la reiteración. En los bares y sus citas clandestinas, en los bares y sus citas sin reclamos, sin historias previas, hay una brújula definida por un norte, el placer, la fiesta, sin reclamo, así como el carácter sin alardes, sin aspavientos, sin exageraciones como es narrada esta novela, que indica la madurez de Félix Ángel para abordar un tema que con los días se integra a la sociedad.

Investigadores, teóricos, pensadores deleuzianos e, incluso, estetas posmodernos, han explicado desde hace tiempos que debíamos haber reconocido otra sensibilidad en este umbral de liberalidad y apertura en la que hemos entrado después de siglos de silencios y señalamientos. En Cuba, “Territorio libre de América”, se crearon las UMAP, campos de concentración para homosexuales y aún se recuerda como el Che en la embajada del Congo al ver los libros de Virgilio Piñera ordenó que los echaran a la basura por maricón, así dijo ese despreciable esteta de la muerte.

Hemos entrado en un período de aceptación a otras clases de amor en que hay una dilatación de una moral imperante coercitiva y señaladora que enturbia otros campos como son lo personal, lo financiero, lo científico, lo competitivo, así como lo artístico y lo psíquico que arrastraba la sensibilidad al centro de las tinieblas con un vórtice arbitrario sobre la misma civilidad. De tal manera es indispensable integrarse a ese todo pues, incumbe para reconocerse y apropiarse de todo. Las palabras de señalamiento quedan a la deriva, pasan de ser un insulto y una burla para llegar a ser desechadas en un medio como el colombiano y, aún más, en el americano donde se expresan o se resignifican en el ámbito cotidiano, ya sin ningún atisbo de exclusión.



En esta novela cada uno de sus personajes se siente dueño del espacio emocional que habita, así como de sus decisiones. No existe doblegamiento ni una manera de denegarlos y aprisionarlos, menos de chantajearlos. Miguel, sobre quien gira la novela, es una persona tranquila que domina la escena donde se encuentre, su solidaridad y su dinero emerge en forma correcta en el lugar donde se halla. Eso sí su infidelidad es previsible en los bares con aventuras donde la noche lo conduce a redefinir y a asumir dos amantes con los cuales convive. Así la novela queda abierta porque ya sabemos de la vida con sus exparejas, pero no con dos a la vez con los cuales se compromete y con los cuales es infiel a medias en su misma presencia. Así no tomará más ansiolíticos.

Paralelo a las palabras que conjugan una historia en esta novela, es necesario tener presente los grabados que la acompañan. Así observamos como se desdobla el artista, lo digo por la claridad de su escritura, sin zonas muertas, sino que fluye. Ángel ha cohabitado con estas dos formas de expresión. Ninguna le es ajena. En su narrativa cuenta las diversas vidas de Miguel a través de su acercamiento a los otros. El lector le da su color, la ambienta. También asume a sus personajes. Cada lector imagina una manera diferente de acercarse a la obra, y hace hincapié, y particulariza en los diversos mundos que se cuentan. En cambio, en el grabado, es notorio el contraste y en la textura entre blancos y negros. Dos colores que son polos opuestos donde se dibujan los rostros angulosos, a veces distantes. Se crea, de tal manera, esa dicotomía en leer y observar, pero también al ver los dibujos se notan diversas escenas que ilustran estados de ánimo. Ambas expresiones se conjugan mediante el pensamiento. En una las palabras, en otras permanece la imagen, pero estas hay que decodificarlas con las palabras. Solo en pocos grabados hay palabras en la K, la hoz y el martillo y AD (pág. 50). En Wild safari (pág. 81) y en las págs. 169 y 456 el león con el libro abierto. ¿Un recuerdo del león alado con el libro de la catedral de san Marcos? Y luego cuando Miguel es homenajeado en su cumpleaños, Man on the moment happy birthay. En la novela también hay un pequeño n tributo a los libros cuando Miguel lee, Tender is the night, de Scott Fitzgerald, y una persona mayor que lee en un hospital con voz pausada The Flame Trees of Thika de Elspeth Huxley.

En estos grabados Miguel se distingue en su aquiescencia con el celular y en su seriedad al utilizarlo, así como frente a la pantalla del computador en algunos grabados, pero también la parte erótica se ve mencionada por los personajes musculosos, rodinianos, y por el beso como expresión máxima de encuentros y de afectos.

¿Por qué esa facilidad en Ángel de franquear su labor artística simultáneamente como pintor y escritor sin que ninguna de estas se contradiga, colapsen o choquen, hasta llegar al punto cero de contradecirlo? Ambas se solidifican en el carácter mismo de quien las propone, en este caso no se distancia de ellas, sino que las presenta y aún más las vuelve muy efectivas.  Aquí, además de las razones mal entendidas sobre la posibilidad de expresarse, denota, aleándolas, dos artes casi como un intento de desalojo. Habría que tener presente la determinación, mejor su determinación, en indagar otras posibilidades que se complementan al convertirse en una unidad, precisamente en una época en que los diversos géneros narrativos, en que las diversas artes confluyen, sin recetas, desde la centralidad de un artista que las necesita para decir lo que tiene que decir. De ahí que en él ninguna de ellas, la escritura o la misma pintura, desautoricen que una es auxiliar de la otra, sino que ambas poseen caminos diferentes, así como hallazgos, solo que en Ángel son necesarias para solidificar su presencia. Ninguna desautoriza a la otra, ninguna es auxiliar de la contraria. Ninguna se duplica en el espejo; son autónomas con esa autonomía que permite que cada una exprese su universo. Cada una posee una expresión diferente, más variable en la pintura, en las de trazo borroso o hasta la serie de los caballos, de los beisbolistas, hasta estos grabados que siguen una constante de Ángel en indagar otras posibilidades. Pero esas faces de la pintura no corresponde ahora mirarlas en su conjunto.

Ángel se trasvasa, con precisión y con rigor, de la escritura a la pintura, o, al contrario. Cuando él habla, es decir, se expresa a través de diversos formatos donde confluyen las dos artes más antiguas, inquieta. De ahí que cuando leemos sus libros o miremos sus grabados, concluimos que algo tiene que decir, que ese algo lo ha trasmutado al darle la expresión que se merece con su toque tan personal. Así Ángel se encuentra sosegado, respetuoso del tema sin ninguna jactancia o camino hacia el escándalo, porque sospechamos que algo dirá, que ese algo establece un punto de continuidad y contigüidad de una obra que hace años busca caminos, indaga y concluye, que él siempre ajusta y, pulsa para que no escape de sus manos. De ahí que no desconcierta, sino que nos hace reflexionar sobre sus contradicciones, pero, sobre todo, en su autenticidad, esa que es tan difícil conseguir en estos tiempos donde su pulso indaga para decir que, quien escribe, causa un destello en el domo del cielo esta noche.

 


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Fotografías del libro: Tragaluz Editores.

viernes, 14 de mayo de 2021

LA VERDADERA DERROTA DE PETRO / Darío Ruiz Gómez


 

LA VERDADERA DERROTA DE PETRO

Darío Ruiz Gómez

Lleno de entusiasmo revolucionario  Petro regresó a Madrid a encontrarse con el Coleta Pablo Iglesias  y Correa el depredador ecuatoriano y seguramente delegaciones de tercerones enviados  por Cristina Kirschner, Evo Morales y López Obrador  para estar presentes dando saltitos con los brazos en alto en el momento en que se proclamara  el “aplastante” triunfo de la gran Izquierda populista contra “el poder fascista de la ultraderecha de Isabel Díaz Ayuso” La estrategia de los asesores de Iglesias fue revivir como arma de combate algo que consideraban infalible  para  derrotar  a la gran enemiga: creerse héroes revividos del Frente Popular que en el asedio a Madrid durante la Guerra Civil lanzaron la famosa proclama “Madrid no caerá” La carta firmada por un grupo de  intelectuales de izquierda encabezada por Muñoz Molina y su esposa Elvira Lindo, por el Director del Instituto Cervantes nombrado por Pablo Sánchez, García Montero y su esposa Almudena Grandes , entre otros, señalaba “la ignominia de 26 años de gobierno de Derechas y  la persecución, violación de mujeres y atropellos continuos a los gays”. ¿Escondidos en sus refugios, se pregunta uno, cómo fueron capaces de negarse a disfrutar de la maravillosa vida de terrazas, tabernas, discotecas, vida de barrio de todos estos años  en que Madrid afirmó su alegría de vivir ante el mundo, una renovada vida cultural? Los once mil ciudadanos fusilados por las checas comunistas por ser católicos, pensadores de Derechas tal como entre otros lo describe el gran Chávez Nogales, mostraron las miserias de esas ideologías que Iglesias y estos intelectuales quisieron suplantar mostrándose como héroes necesarios para derrotar al “fascismo” actual. Olvidó Iglesias que se predica con el ejemplo y rápidamente puso al descubierto su verdadero rostro de  pequeño burgués que odia  a los ricos pero quería vivir cerca de ellos tal como lo hizo  comprándose un lujoso chalet con piscina  en un sector exclusivo como Galapagar. ¿En qué barrio vive Petro? ¿Viven los dirigentes Verdes y los Comunes, los del Polo en barrios estrato tres o cuatro acasos? Señalando a diestra y siniestra los “peligros del fascismo”. Iglesias recuperó el peronismo más genuino que aprendió de sus maestros Laclau y Chantal Mouffe: cuando los representantes de Vox hicieron un mitin en el barrio popular Vallecas los gorilas guardianes de Iglesias lo rompieron a porrazo limpio. Vallecas -según él su bastión de origen social- que ya lo había declarado como persona non grata, en estas elecciones lo derrotó olímpicamente. Iglesias, tomen nota, tenía en su programa de gobierno   el aumento desconsiderado de nuevos impuestos. “Los madrileños –ha dicho cáusticamente Alberto Olmos- votaron a una mujer con convicciones y dejaron el último a un hombre con eslóganes”

¿Podemos imaginarnos la estupefacción y la biliosa amargura de Petro, Correa y demás populistas acompañando a Iglesias en el momento de conocer el último y definitivo informe electoral donde Ayuso y “el fascismo”, las cañas de cerveza y los berberechos habían triunfado abrumadoramente mientras Iglesias se cortaba la coleta y desaparecía para siempre del panorama político español? ¿Qué va a pasar entonces con los pactos que el petrismo hizo con Podemos y su asistencia para la lucha contra el “fascismo” en Colombia y la expansión de la “revolución bolivariana”? El calificativo fascista, ultraderechista, paracouribista está siendo utilizado recurrentemente y con extremada violencia por nuestra izquierda intelectual y por los activistas para descalificar y condenar a la infamia a quienes no se plieguen a los dictados de este populismo frente al cual toda alternativa democrática de antemano está ya condenada. ¿Dónde estaba el pueblo que Iglesias convocaba? ¿Pueblo o masa, enjambre informático o plebe, turba, lumpen?  Llamarle la atención a Petro es imposible ante un ego marcado por el resentimiento que le ha acelerado la derrota de Iglesias en Madrid y en España y porque el cinismo con que quiere arrasar al país no ha sido sancionado tal como lo exige una democracia en peligro para detener un populismo dañino que no supone una conquista social. De este modo va desapareciendo la sociedad pluralista y se va imponiendo mediante trifulcas callejeras, la funesta multiculturalidad de la dictadura de las minorías, de las etnias tal como lo están intentando hacer en Cali para destruir el Estado de Derecho del cual tanto se han beneficiado.

P.D ¿Qué pasó con los dos billones que, pregunta Diana Perafán, el Consejero Miguel Ceballos entregó hace seis meses a Feliciano Valencia para sus “comunidades”?  

 

lunes, 10 de mayo de 2021

Lydie Dattas - Morir por la belleza



Morir por la belleza

Lydie Dattas

Ya no creo en nada desde que creo en Dios: cualquier cosa que no sea verdad merece morir. 
El amanecer rivalizó con las rosas rojas estas rosas que murieron de la belleza, la belleza de la que hablaban las rosas con tanta pureza. 
La belleza imitó la belleza del azul, la belleza dice ser la verdad cuando quise morir por la belleza de las rosas. 
La belleza me ha dejado tan divinamente triste: Probé la felicidad que saboreamos en la cruz, los ángeles han impedido que mi amor se debilite. 
No me merecía tanta felicidad. 
Pero desde que derramé mi sangre por la belleza en un momento en que la belleza se nubla en el cielo, el cielo ya no podrá olvidar mi amor.


sábado, 8 de mayo de 2021

¿LA MUERTE DE LA VERDAD? LA INTROMISIÖN DE LOS RUSOS EN COLOMBIA Darío Ruiz Gómez


 

¿LA MUERTE DE LA VERDAD? LA INTROMISIÖN DE LOS RUSOS EN COLOMBIA

Darío Ruiz Gómez

 Se manipula la lengua, recuerda Víctor Klemperer, en su obra maestra “La lengua del Tercer Reich”, - léanla vagos y vagas - y con ello las emociones de las masas con consignas cuya finalidad es liquidar la personalidad individual. Ejemplo:” Tú no eres nada, tu pueblo es todo”. ¿No es lo que las masas vociferantes repiten hoy mismo? Porque aquí no habla el indígena, el campesino, la maestra, el vecino si no “los representantes del pueblo” escogidos por la dirigencia del Paro. Colombia es hoy el objetivo de Putin y para ello se han desplegado todas las técnicas de hackeo, de fake news, con el fin de  conmocionar   desde las redes sociales  a grupos  que carecen de contenidos políticos   a quienes  subliminalmente  ser les  imponen  determinados contenidos de odio. Ospina el Alcalde de Cali sin saberlo acaba de  “descubrir” que en esas redes sociales se informó de la muerte de diecisiete ciudadanos  en un lugar de Cali cuando la verdad, dijo, es que sólo hubo un muerto. En las primeras  informaciones  en directo  sobre la violencia desatada en las ciudades colombianas  con  el falso señuelo de protestar contra la  Tributaria, vimos  cómo los Combos   salidos de sus territorios  marcados por las fronteras invisibles  se infiltraban en las marchas  legales de  Bogotá, Medellín  y especial  y notoriamente  Cali,  desatando  el caos, facilitando la tarea de los francotiradores;  pero, inesperadamente,  los  medios y Noticieros de la Oposición,  borraron  las secuencias de  las turbas agrediendo policías, tratando de quemarlos,  saqueando  y destrozando con una rara insania  los pequeños  comercios, los sistemas de transporte y declarando –tal como sucedió cuando sincrónicamente se destruyeron 11 CAIS  en Bogotá  que los únicos culpables de aquellas feroces demostraciones de barbarie, era “tres policías”- . También inesperadamente los únicos victimarios para esos medios de comunicación de la Oposición y su Quinta Columna en El Senado y Congreso, han pasado a ser el Esmad y la Policía y no las cuadrillas de asesinos a sueldo utilizados como escuadrones de combate. Cambio de narrativa que nos muestra a un indignado Jorge Enrique Robledo saliendo de Palacio “porque lo importante no son las medidas tributarias  sino  no la barbarie policial en Cali”   Una vez más un deformado y mal intencionado  informe de los  corresponsales de “El País” de España: “Las voces de la peor noche de represión en Colombia: esto es una cacería” “La violencia policial se descontrola en Colombia” Es decir  que  la ciudadanía no vio  nada, yo no vi nada de la malevolencia  de unas estrategias de toma sangrienta  del país por parte de la Narcotalia, del ELN y de un Cartel mexicano, del madurismo,  apoyados  en su distorsión informativa  por las plataformas rusas.  O sea que debemos convertirnos en ciegos y debemos  agachar la cabeza ante  estas narrativas falsas inventadas   para eludir –esto ya parece un deja vú-  la cobardía  moral  de la Oposición ante este bien planificado  ataque armado  y ante esta estrategia fríamente calculada por las plataformas rusas  para hundir la democracia colombiana. “No existe la desinformación inocua; recuerda  El Papa, confiar en las falsedades puede tener consecuencias nefastas”  Si hoy una fotografía no es aceptada como documento  por la Justicia,  en estos videos  entregados  como “muestra de la violencia de la fuerza pública”  el celular  del miliciano  enfoca un enfrentamiento sin que podamos distinguir  nada y la voz  impostada del  supuesto “testigo” dice: “ la policía nos agrede, nos agrede”. Aquí ya está el objetivo de la manipulación del montaje en estas “pruebas” entregadas a la ONU, a la JEP. Entregadas a las grandes cadenas informativas: Un “documental” de tres horas muestra el recorrido de un grupo de milicianos comunistas que marcha en Medellín a destruir un peaje: la escenificación es perfecta, el montaje “einsteniano” va incorporando las voces de “apoyo de la población” que no son otras que las suyas. La cámara muestra una cancha de fútbol y la voz susurrante del miliciano nos explica: “Este será nuestro hospital de campaña para recibir a los heridos. Tenemos alcohol, nos faltan vendas” El final es confuso y nada nos dice de los daños y atropellos que hicieron contra gentes sencillas en urbanizaciones como Navarra y Las Cabañas, pero en su subconsciente ellos creen que han repetido el asalto de los sóviets al Palacio de Invierno. Las plataformas rusas despiertan estas falsas emociones, crean estos héroes ilusorios desatan el frenesí de la destrucción y del pillaje.

P.D.  Ante el ataque a mansalva de este nuevo populismo, la ciudadanía en Colombia ha comenzado a crear la verdadera  resiliencia.

     

martes, 4 de mayo de 2021

Cabos sueltos de Eduardo Escobar / Víctor Bustamante

 

Eduardo Escobar ( Arquitrave)




Cabos sueltos de Eduardo Escobar

Víctor Bustamante

La literatura en Colombia en tiempos de internet se ve arrasada por la trivialización de la palabra, ya los diarios adolecen de un suplemento como los dominicales para atisbar y leer los diversos escritores ya suplantados por la actividad política; la que gira en torno a personajes ambiciosos, sin escrúpulos, “super stars” de papel maché, redirigidos por periodistas que le dan de comer al público para exaltarlos y donde no se tiene en cuenta el nivel ético sino el número de votos que tapan la mediocridad. Sí, en la red, la palabra también reemplazada por los emoticones; tanta tecnología para expresar un estado de ánimo. En un momento de tanta comunicación hay poca comunicación; el habla así también reducida a la multitud de likes. En este desmantelamiento cultural donde la imagen preludia la quietud, la televisión aglutina como el entretenimiento nacional con el Desafío que no es más que un juego de niños ideado para adultos con cierto tono de imbecilidad en el que se busca un ganador de aventurillas de estudio y recocha; otro programa es el mediocre Yo me llamo donde asoman los imitadores de cantantes famosos, solo harapientos que viven del talento de los otros, al lado de los culebrones nacionales que expresan el drama nacional: la banalidad. Lo que continúa no es más que la devastación progresiva de un concepto de cultura por lo anodino, y la violencia como identidad que se ha instalado como un censor supremo en la programación, acompañados por el gran “descubrimiento” de Willie Colon, esa música de 13 compases de batería y la misma letra. Total, la tele camina por sus trivialidades de cada día.

Y ahora, precisamente en el momento de mayor facilidad para acceder a todo tipo de cultura por la red, el mundo digital del anonimato ha apresado a sus ciber habitantes en un maelstrom definitivo, la estulticia suprema, donde el libro ha sido sometido a los vejámenes de la publicidad y el escritor a la sobrevivencia del mercado literario. A algunos los aborda la entretenida caterva del compromiso social y denuncia que las pálidas editoriales asumen como una necesidad para mirar el presente sin perspectiva, actitud seguida por la cantidad de apostilleros ilusos que corren sobre ese Eldorado personal que devuelve figuroncitos cuya obra desaparece a los dos meses. En este medio hormiguean aquellos que se piensan los capitanes de la literatura, simples vendedores de ilusiones, y estafadores del talento que persiguen la supuesta obra que será un best seller, ante el desalojo de la cultura humanista, aquella que reflexiona y piensa. aquella que posee la certeza y que define que un escritor se hace sin afán, de una manera silenciosa. Decía Lezama como en la noche con la compañía de los libros el lector se hace milenario ante el peso irresoluble de esa tradición de escritores de postín que nos anteceden. En este océano turbio de la literatura donde se lanzan libros premiados como reinas de pueblo o de certámenes internacionales que se repiten cada año, pura parodia, se reduce el oficio de escritor a una escalinata social con el propósito de llegar al canon, un canon de risa que empobrece aún más el punto de vista personal ya que esas medallitas costosas no hacen a un escritor. Joyce lo decía, un escritor no nace se hace después de una gran disciplina. Nora Barnacle añadía como su esposo se quedaba hasta altas horas de la noche escribiendo y sumido en una risa total. Vivían de su oficio de profesor de inglés, allá, en Trieste.

En estos días, en Versalles, un par de amigos me preguntaban, ¿cuál es el escritor que hay que leer en la actualidad? No lo dudé, Eduardo Escobar, examinen Cuando nada concuerda y Cabos sueltos si quieren consultar a un escritor con mayúsculas, de lo contrario busquen la lista de libros premiados en el país de los reinados, reminiscencia de lo post colonial, o en el exterior que por ahí existen muchos literatos de concurso. Por algo Amílkar U le decía a Eduardo, no leo escritores profesionales, para referirse a Vargas Llosa que al mantenerse en la pasarela de socialité perdió su aura, pero llegó a las páginas de papel cuché de Hola. Estos escritores domesticados, ya saben el tipo de lenguaje que utilizarán, y la temática que les gusta a las editoriales, para que no los saquen del cajoncito de hámster, mironcitos y sobrealimentados. Eduardo lo dice muy bien, el Estado y los premios los ceban, es decir los amaestra. Agrego, un escritor no produce libros como chorizos totalitarios.

Por fortuna aún perdura el nadaísmo, sí, aquellos que nos abrieron la mirada y se atrevieron a indagar en sí mismos para definir y reencontrar ese yo del escritor, así como la risa que tanta falta le hacía a la literatura colombiana. Dentro de su individualidad, cada uno de ellos posee sus indagaciones, su propia poética. De ahí que en este orden no de ideas sino de cultura pop de tercera categoría dictada por la tele y los premiecillos no se han dado cuenta que Eduardo Escobar en San Francisco, su retiro, rodeado de libros, haya escrito un par de obras únicas en el panorama de nuestra literatura, donde muchos escritores no analizan ni exaltan a otros escritores por una razón de peso, son malos lectores. Muchos piensan que leer a otros es dejarse influenciar y quieren permanecer vírgenes e impávidos, olvidan que lo único original en la escritura es la tradición.

Paradójicamente los nadaístas realizaron una quema de libros para provocar a la parroquia, pero de malos libros que eran perniciosos para ellos en esos años. Y contradictor, ahora Eduardo ha escrito el libro que recoge parte de las lecturas de su vida, otorgándoles el porqué de ese acercamiento. El nadaísmo, a pesar de que Eduardo reniegue de él, aun es necesario ante el avasallamiento de esa subcultura de los medios y de lo visual con su pasividad absoluta. Él, ahora se enfatiza como el autor de un libro único en el país para mantener precisamente el pulso a la lectura, a la indagación personal y a la reflexión. De ahí que Cabos sueltos y su antecesor, Cuando nada concuerda, sean una suerte de Arca de Noe donde se expresa y sale a flote ese objeto contundente, acerado, afilado, pedregoso, incómodo que vuela los sesos, a quien lo lea: un libro que, desde la fragilidad de papel, abre mundos, circunstancias, disquisiciones y memorias, teorías y esperpentos, saudades y aventuras, donde se conjugan esos espíritus que se decidieron a escribir y que en los anaqueles de una biblioteca todos ellos se conjuran para ser contemporáneos, ya que departen desde la lejanía en el acto mágico de la lectura.

El nadaísmo que nació en la época de las pedreas, que antecedió a Mayo del 68, que antecedió a los hippies, que fue contemporáneo de los beatniks nunca tiró una piedra, pero sí exacerbó con los manifiestos, aunque Gonzalo Arango lo pregonara, “la piedra es el orgasmo de la revolución”. No, ahora Eduardo lo desdice con este libro único en Colombia, solo comparable y compañero de viaje con Los libros de mi vida de Henri Miller, con Auto de fe de Canetti, con El canon occidental de Bloom, pero sobre todo con los Ensayos de Montaigne, sí, he escrito, sobre todo con Montaigne, ya que Eduardo realiza una suerte de memoria de su inventario personal con los escritores que han tenido peso en su vicio de ser un gran lector, también reencuentra escritores cercanos y los valora con algo que se ha perdido en la literatura, el amor hacia ella. Eduardo da un giro y ya no merodea por los suburbios del escándalo, sino que se acerca a Montaigne, a Miller, a Bloom, a Canetti, todos ellos junto a Borges.

Cómo no volver a leerlo, a pensar otro de los libros de Eduardo, cómo no saber qué en sus reflexiones decisivas y apreciables, en este instante de la apoteosis de la imagen y de la estolidez, hay un escritor que piensa e indaga, que sucumbe a los libros, a sus universos, que se ha bebido no solo su biblioteca sino que continúa ese diálogo con quienes lo antecedieron para interrogar lo que vendrá y dar cuenta que ya alguien nos precedió y como el libro, los libros, forman esa red, con esa síntesis de la escritura del ser humano que ha pensado y plasmado  las páginas más sangrientas y crueles, pero que también escribió un libro memorable, entre tantos libros únicos,  la Antología Palatina.

 Sería indigno leer y pasar de lado sin referirme a este libro, a Cabos sueltos, (EAFIT, 2017), ¡que no! Este no es un libro para deshacer nuestras cuitas o darnos de informales y referir los textos que hemos leído; este es un libro pacientemente escrito, pausadamente pensado, estoicamente repensando como deben de escribirse los libros, montaignemente buscado, escobarmente escrito. Cabos sueltos es una balada de amor a la literatura, al oficio de leer, al paradigma de indagar en la noche oscura del alma los diversos escritores que reflexionaron, que convirtieron la suma de sus palabras en el arte más preciado a la memoria. Este libro es un canto a la esperanza del diálogo con los diversos escritores que han plasmado a mano con lapicero sobre una hoja de papel, en rollos de papiro, en códices como los monjes, a golpes de teclear la máquina de escribir o en la luna cuadrada de tungsteno del ordenador, y que Eduardo los devuelve al presente con una distancia y respeto, donde busca algo ignorado más justo y elegante, al dialogar con ellos.

Al leer a otros autores, al referenciarlos, el escritor se renueva, también se ve en ellos, también se nota, también conversa y también se refleja en esas otras voces que desde la eternidad de papel y tinta conversan con él en esos momentos oscuros, de lasitud, de oprobio, de descontento, pero también de felicidad y así el autor entrega el caudal de su red de afectos. En esas lecturas, en este homenaje a los libros, Eduardo también sospecha que alguien en otro lugar al abrir un libro reverenciará a un escritor, ya que en ese instante conversará con él a través del silencio que arredra y de sus palabras, salvo que sus palabras no tienen un interlocutor que le pregunte por qué ha subrayado esas palabras o ese párrafo. Así la lectura al hablar con una obra se convierte en una consecutiva cadena de encuentros y citas que renuevan el universo. De ahí que cuando alguien dice, hoy he leído un libro de Schopenhauer, a lo mejor, en este momento en algún lugar, una biblioteca, una sala de una casa o en un parque azotado por las hojas de un árbol que baña al hipotético lector, ya sea en Londres, Múnich, Baviera, Bogotá, San Petersburgo, Buenos Aires, Tokio o Medellín, dos o tres personas acuden a él para vindicarlo, revisitarlo y pensar mientras millones de pantallas de la tele vomitan noticieros.

En un tour de force Eduardo se ha mantenido a veces al margen, pero con una entereza inusitada. Ha sido uno de los pocos escritores que ha sido capaz de ver las llagas de algunos teóricos como mentalistas de La Playa que son puro pastiche para mantenerse en la cresta mientras entregan su capacidad ética. Eduardo ha sido claro, muy claro, directo cuando sitúa en la diana a cualquier espectro político, así sufra los lanzallamas de la izquierda servil del país. Él no se haya en esa zona difusa del esperpento, su claridad, su capacidad de razonar aterriza en la medida en que se haya convertido en un autodidacta que no le debe nada a la academia ya que él caminó por otros senderos más oscuros hasta llegar a la claridad de este libro, junto a los libros leídos. Y sus libros escritos. Eduardo nunca se volvió un místico de peluche a la manera de quienes se asilan en las narigueras y en los collares, por el contrario, su lucidez, su capacidad de discernir para arrobar a los soles más soberbios de su escritura obran como una revelación a quien ha tomado la literatura como un oficio sagrado. Por ese motivo Cabos sueltos no nos deja absueltos, nos conmueve en su creación, en la indagación que Eduardo realiza con sus escritores preferidos al asumir la lectura con todo el riesgo, con toda la riqueza  que discierne para derrumbar muros y relacionarlos, de ubicar textos desde diversos ángulos para conversar con otros autores a través de él mismo. Los cabos sueltos él los junta en una lectura diligente, sabia y otra vez estoicamente pensada y nadaístamente alerta.



En la literatura hay momentos épicos en los cuales algunas personas acceden al conocimiento y les cambia la vida. Se menciona la casualidad, la de Nietzsche, al encontrar en una librería de viejo en Leipzig, los dos tomos de El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer que después de leerlos lo obnubilaron, ya que luego parecía un converso, pues, ante un mundo heredado tras la razón, el sentido histórico y la moral existía un mundo real nunca oscuro: la voluntad. Otro escritor más cercano, el amado Onetti observa en la vitrina de una librería, Luz de agosto de Faulkner, y se va leyéndola por encima de la tarde por las calles de Montevideo. Eduardo en ese homenaje a los libros esa sacudida se la otorga alguien más proclive a ser maestro, sus maestros en la lejanía del afecto, su primo Uberto, bibliotecario modoso, infatigable, misterioso, coleccionista y casasola, que le abrió el mundo de la lectura con El tesoro de la juventud, así como su tío, el cura Abel Escobar con su armario de libros y sus azotes. Así como don Miguel Gómez que aún le espera en su tumba para que Eduardo le devuelva el libro de Fernando González que le prestó.

El libro es la herencia que llega desde su cristalización en la imprenta de Gutenberg que ha permitido mirar, leer, proseguir ese diálogo entre el pasado y el presente. Un libro es esa botella arrojada al mar del tiempo que revive cuando llega a nuestras manos, muchas veces toca como el cartero de sorpresa, otras lo escudriñamos. Un libro es ese artefacto portador del conocimiento, que antecede a la memoria del computador, que al ser publicado no sabe su destino hasta que un hipotético lector entre galaxias y objetos se conmueve al abrir sus páginas para entrar en él y navegar en sus abismos, en sus certezas, en sus poemas, es decir, en sus palabras insondables a veces como un bálsamo, otras un veneno. Cuando alguien lee sabe que en estos fragmentos del saber se completan esos diálogos entre escritores como convocatorias apreciables en la lejanía del tiempo, y saber cómo una idea la retoma de nuevo un escritor para completar o asimilarla y así ad infinitum.

Anoche he leído el texto, El síndrome de Siracusa en Fernando González donde Eduardo indica como con los años ha aprendido lo que es la factura de su pensamiento, la claridad de sus ideas, y asimismo la tergiversación de su carácter como escritor. Escobar lo valora a nivel de su formación personal, a sus diálogos continuos con sus libros, a la presencia del envigadeño como ese outsider que siempre buscamos, con esa índole que él nos entrega al saber que es un escritor distinto y bajo esa definición y certeza de que en cada uno de sus libros González habla de él mismo como si estos fueran un continuo coloquio donde trascurren sus creencias, sus vicisitudes. A las cuatro de la mañana cuando he cerrado la lectura de este ensayo a través de la magnífica prosa, noto el amor de Eduardo en ese diálogo siempre presente donde perdura su maestro, ese maestro al cual nunca le pidió una recomendación presionado por su padre, sino a ese que le abrió su espíritu a una generación y esperó muchos años para saber que ya tenía un puñado de muchachos cercanos, los nadaístas, para conversar con ellos.

Este libro escrito, reflexionado, pensado, vuelto a pensar de nuevo, mantiene el pulso del diálogo en esa red de la escritura que llega desde la noche severa de los tiempos donde un navegante dilucida, analiza, encuentra vértices y cercanías, donde perseveran escritores lejanos en el tiempo pero que se juntan en la probidad de las lecturas. Cabos sueltos no solo es un libro que llena de encantamiento al lector, sino que a través de él fluyen subterráneas las palabras, los autores, los libros, como si este homenaje, esta presencia de ellos nos diera a saber que Eduardo no solo los lee sino que recobra este medio literario en un país, tan banal, tan cursi a veces, con el poder de la lectura; el poder de un escritor que sabe que en el sencillo acto de leer se macera y se revela toda la grandeza del hombre, los momentos sublimes, las discordias, los amores, los odios y las más finas reflexiones. Eduardo Escobar ha escrito un libro que es la summa de muchos libros que reinstaura el placer de la lectura, junto a sus arduas reflexiones, sus reflexiones, donde se citan sus escritores preferidos, Montaigne, Fernando González, donde se sorprende de Carrasquilla, donde lleva de la mano a Sartre y donde Borges nos da una lección de la paciencia del escritor. Además, homenajea El cuarteto de Alejandría como la mayor novela de amor que ha leído. Así Eduardo Escobar en su hornacina como el alquimista espera que la fragua de esos metales que son los libros se materialice en ese oro ilusorio que no llega pero que Eduardo, al contrario, convierte en lo vehemente de su pensamiento, así nos da su lucidez sin ningún egoísmo ni asomo de publicidad sino en el secreto de decirnos como Gurdjieff le ha revelado tanto para su formación personal, a través de sus libros, que lo convierten en un escritor que sabe decir sin apelar a la jerga estilo teórico francés, aquellos mismos que Alan Sokal y Jean Bricmont defenestraron de esa nebulosa que es el posmodernismo. Eduardo desde la placidez de su espera, después de macerar su lectura y husmear en esos autores y en sus libros, en la aparente fragilidad de las palabras, deja que fluyan ellas y las posee y relaciona y junto a esos pensamientos como si dijera desde su silencio, he aquí la luz que brilla en esos soles esplendorosos de la escritura misma, de los pensamientos mismos que lo han llevado a escribir un libro que uno no quiere dejar de leer, ¡qué no!, que se pega como un ascesis, como una religión perversa y prohibida debido a su prolijidad, a su amor por los libros, a su inteligencia ya que ahí, en Cabos sueltos, se revela la otra presencia, todas las presencias de Eduardo como ensayista, adquiriendo a través de los años ese carácter para persistir en el escritor que siempre ha estado ahí fresco, tácito, perdurable, único, solitario y enfático, doblemente meritorio en medio de ese mar oscuro, sucio de la tragedia nacional, tan letal y cerrada, donde brillan la gema de sus ensayos.  

Pero también Eduardo de quien poco sabemos de su existencia entrega destellos: el afán de su padre porque él sea un purpurado de altos rangos, un monseñor al menos, de su vida en Bogotá antes de la irrupción del nadaísmo, del salón de belleza de su madre, de la enfermedad de su padre, de su trabajo en Coltejer allá en La Toma cuando el escritor habla de Medellín, de Envigado pero sobre todo de ese entusiasmo, de ese vicio por la lectura. Destellos momentos donde Eduardo deja ver la constancia y su férrea disposición para convertirse en ese gran lector que es lo que forma a un escritor. A veces se cuelan destellos inesperados, gonzaloarango caminando con los deudos de un entierro que va por Ayacucho al cementerio de los pobres, Gonzalo regalando su biblioteca o Eduardo ir con Darío Lemos a fumar yerba al cementerio de san Pedro. Deslumbramientos de una Medellín exultante bajo la égida de ellos, sí, de los nadaístas.



En su capítulo, Escritores aplazados, pensé de alguna manera como Eduardo glosaría sobre escritores que aún no desea leer, pero la sorpresa es saber cómo reordena ese país descuadernado a pesar de los llamados críticos cubiertos del musgo del canon, y dejan de lado nuestra tradición. Pocas veces un escritor de nuestra vanguardia más cercana y valorable ha escrito unas páginas más sugerentes y valorativas sobre Carrasquilla, así como la estatura y el peso literario que le otorga, impresiona Eduardo ante la obra de un escritor que ya no tiene las posibilidades que los mal adjetiven y ante un escritor que nunca pudo escuchar las diatribas de los estructuralista y otras tonterías cuando Eduardo nos da a entender algo sobrio, lo que se impone es el talento, así Eduardo en esta parte establece un acto de justicia literaria con Carrasquilla, con Jorge Isaacs y los amores en el Valle de Cauca, con Julio Flórez, con La vorágine de José Eustasio Rivera quien se molestaba porque a muchas personas no les gustaba comprar libros sino prestarlos para leerlos. Total esas texturas narrativas tan de cada uno de estos autores, ese escindir sus palabras, su expresión es esa melodía que aún perdura en ese intrincado bosque de letras, y aún entre tantas tesis y exordios, Eduardo nos dice a su manera ese diálogo es posible, desde el alba de nuestras presencias, desde el inicio en el mundo de la lectura poco a poco van llegando a nuestras vidas en el momento menos pensado esos libros que, al abrir una página, se quedan de una vez para releerlos. Así se convierten en ese tesoro inestimable que  acompañará, para reflejar esa memoria que nos une, que se destila en el acto mágico de la lectura; palabras escritas por aquellos escritores que vieron lo que no vimos, en este caso a  Medellín, en otros casos al país y sus tertulias nocturnas,  a Fernando González caminando por su casa, por las calles de Envigado, o en otro las selva y la Casa Arana como un secreto arrancado al oasis y a la monotonía del olvido, tan confortable para muchos,  pero que son esa presencia que no huye sino esa presencia que nos define, los caminos perdidos con sus palabras para continuar esa conversación inconclusa.

Esa pasión por la lectura no se la enseñaron en ningún colegio, ni en ninguna universidad, por fortuna Eduardo no posee un doctorado en literatura sino que a fuerza de su mismo ímpetu, de su curiosidad, de su anhelo, de su sed de saber, se fue adentrando en ese universo de papel y tinta donde se asilan las palabras para encontrar esas páginas y escritores que lo deslumbran, que lo llevaron a otros escritores en la infinita presencia de ese empíreo de libros, donde hay unos que se leen de una vez, donde hay otros que llegan de casualidad, donde hay otros que referencia alguien, donde hay otros como el de  Gurdjieff  que es esencial y encuentra en una anticuaria. Todos ellos, los libros, que al llegar a él reposan en los anaqueles de su biblioteca, en los armarios de su memoria donde solo el escritor sabe dónde guarda sus libros, donde determinados autores le rompen sus conceptos heredados, le aguzan el sentido del placer, donde otros autores se relegan un tiempo pero siempre orbitan a su alrededor a la espera del momento mágico en que se abra e inicie un diálogo de un solo lado. Este libro, Cabos sueltos, repito, es un libro escrito pensado, repensado, soberbio, que desdice de los manuales aburridos de lectura, que deja de lado la taxonomía de escritores por escuelas, de estilos y aportes teóricos que no hacen más que relegar la lectura. Eduardo ha escrito un ensayo deslumbrante en este tiempo de doctores de literatura, de especialistas en Kafka, de paradigmáticos especialistas en el haikú, de vendedores de oro falso en conferencias sobre realismo mágico, de directores del canon local como oficio de difuntos, de trileros de la universalidad, de poetas festivaleros a montones, de místicos que leyeron mal el zen y se indigestaron con el tao. Eduardo, al ser autodidacta, arriesga y es atrevido hasta convertirse en un explorador citadino en su propia biblioteca formada, coleccionada, aunada con sus escritores amados después de indagar no solo en las bibliotecas privadas sino en las oficiales, también en las librerías cuando se topa una joya, ante un libro buscado como el explorador que encuentra una veta que llega de golpe a decir, tolle et legge, como la sentencia escuchada por san Agustín.

Eduardo asilado, aislado, fervoroso, ha deslumbrado con su pasión que es como debe escribirse coayudado por esos férreos fundamentos personales de ser un viajero inmóvil, eso sí de ninguna parte, donde transita al universo en la noche siempre virgen de tantas galaxias que gravitan a su alrededor que son los libros descubiertos, leídos, releídos, como una mujer que es necesario abrirla bien para leerla mejor. Así se reabren, y rebaten diversos mundos en los diversos poliedros de tantas significaciones. Por esa razón al escribir en busca de sí mismo a través de otros autores nadie como Eduardo para decirnos, he leído, he sido eterno en las páginas escritas por mis antecesores, he viajado a través de los libros y he aquí que he llegado a ese territorio interminable de la sabiduría para señalar, aquí estoy dispuesto a devorarme otra aventura como es esa aventura del pensamiento donde él ha escrito un libro más que brillante, necesario. Así, leer y escribir es un compromiso que Eduardo exalta para que no caigan los libros en ese pozo oscuro como una premisa más para el fanatismo del olvido.