sábado, 29 de enero de 2022

Juana la enterradora de John Saldarriaga / Víctor Bustamante

 

John Saldarriaga


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Juana la enterradora de John Saldarriaga

Víctor Bustamante

Cabrera Infante detestaba hablar de los cementerios por una razón primordial, le creaban cierta dosis de desasosiego. En cambio, Thomas Bernhard se acercaba a ellos para saber cómo la realidad y el destino del hombre se podrían definir entre esas dos fechas fatales. Edgar Lee Master, además, a pesar de su díscolo papel de abogado, escribió uno de los libros más personales y hermosos, Antología de Spoonn River, donde los muertos en el cementerio, definidos en su nombre y huellas desde sus lápidas, recuerdan como en su pueblo, las intrincadas relaciones personales, así como los diversos amoríos, odios y desavenencias que allí experimentaron en vida son a la vez afectuosas contradictorias. Thomas Lynch escribió El enterrador, donde los depositarios de un oficio de pompas fúnebres revelan el trasegar de este oficio a veces oscuro.  También en la música popular, en un caso más concreto, ha generado un bambuco, El enterrador, con letra del español, Francisco Garas, que pervive en las fiestas populares como un eco de pesar, subterfugio para el licor. También la salsa ha presentado, una canción, Las tumbas, de Ismael Rivera que es una loa contradictoria al amor hacia las personas cercanas y a la muerte que arrebata. Pero dejamos esas menciones, de todas maneras, lo hago para observar el diálogo de esta novela con sus antecesores.

Respecto al tema de la muerte y, a ese lugar específico, el cementerio, la historia y las historias que transcurren allí, casi siempre son anónimas o públicas según los homenajes y las visitas de sus deudos, y por qué no decirlo, representan el papel de lo sagrado, como el último sentir que sobrevive a un rápido cambio en la apreciación y las costumbres, así como la historia que pervive respecto a ese sitio de peregrinación constante donde habitan los despojos de las personas cercanas. Recuerdo y memoria, como un pesar e ilusoria ausencia, que le da un sentido precisamente en esa lejanía última y definitiva a esas presencias de ellos, los muertos amados, que se idealizan y se veneran, pero también afianza una experiencia que subyace más allá de lo perecedero a través de la significación de  la fragilidad y duración de la vida que es algo que, a veces, omitimos y que se cristaliza en esa palabra marcada de tinte religioso, la eternidad,  para adquirir ese sentido de constancia en el tiempo.

 Todo lo anterior para ubicar una novela de John Saldarriaga, Juana la enterradora, (UNAULA, 2022). Aquí la historia, las historias, poseen un lugar fijado, el cementerio de Envigado, lugar con un nombre que es digno de un oxímoron, La Resurrección. Allí hay dos personajes muy determinados a través de los cuales trascurre el peso de la novela, Víctor Molina, el sepulturero, contumaz y dipsómano, terco y querible, y eso sí, alguien que le dedica el mayor tiempo y afecto para enterrar a los muertos, en un acto de lealtad, de tanto sentimiento y cordura, que termina por darle a ese personaje, siempre mirado de soslayo en la narrativa colombiana, como alguien que merece ser tenido en cuenta y valorarlo. De ahí que John Saldarriaga lo recobra en toda su presencia y dimensión personal no como un simple individuo que posee una tarea simple de ser el enterrador, sino que posee una vida que cifra y gravita alrededor de la hospitalidad con los muertos, ese otro límite. Esta labor es alterna para un personaje que está perfectamente al lado de los curas que ofician los ritos fúnebres y la despedida, pero es el sepulturero a quien le toca realizar lo que podríamos decir la parte sucia, de enterrarlos y a los años exhumarlos, teniendo en cuenta la actividad inabarcable de los familiares y deudos que no se conforman con una despedida sino con hacerlos perpetuar en el tiempo a través de los diversos oficios de difuntos.

En el cementerio transcurre a las sombras otras circunstancias, otras caminadas, otras despedidas, y así, Víctor Molina, ese gran personaje construido en esta historia, se queda con su presencia, con sus llaves cada que cierra el cementerio y deja como si también fuera el sabor de ser un carcelero, una suerte de Caronte con sus muertos, a merced del tiempo y de los necrofílicos que buscan su entraña, pero que él no lo permite como el caso de la chica, Simona, ya enterrada, luego exhumada y en un acto de depravación y circunstancia, amor constante más allá de la muerte, sea violada por aquel energúmeno que se llama Javier Solís, un homónimo del cantante de voz esplendorosa, el bolerista de postín. Pero a pesar del celo de Víctor, para mantener cuidado el cementerio, es posible que El Club de los Suicidas de Envigado conciban su orgia siempre perpetua y salten los muros encalados para someterse al escrutinio de los dados y beber ese brebaje de color pardo para morir, un coctel que se sospecha que es tan amargo como el Bitrex, líquido definitivo, letal y tierno. Además, en la novela se responde, en un acto de contrición, a esa pregunta que nunca había tenido respuesta, el robo de la cabeza de Fernando González y su destino ejemplar de escritor solitario y recabado por la alta perspicacia de las paredes de la lírica, del pensamiento de la oficialidad, política y religiosa, que le hicieron la vida imposible.

Pero al lado de su padre, discurre la vida de Juana Molina, con sus Diarios donde escribe y consulta su experiencia vital, pero sobre todo conocemos esa vida poderosa, trascendente, llena de amor no solo a su padre, sino a su oficio de tinieblas, mujer que llega a ser tan encantadora como don Víctor, pero su hija, Juana, que quiso ser monja, a lo mejor para estar en clausura, decide habitar también la labor de su padre y se entrega a ella en su doble significación. Inicialmente se cree que es una mujer que ha asesinado y enterrado a sus cinco maridos, pero no, ellos han sido visitados en sus momentos por la muerte, y han muerto de muerte natural, y si ella se ha casado tantas veces se convierte esta circunstancia en un gesto magnifico de amor hacia esos hombres que la buscaron. Ninguno de ellos sufrió un mal por parte de ella, sino que ella se erige en ese personaje femenino que habita en su dignidad y conciencia, y, además en su honestidad de dar todo de sí para mitigar el dolor de las personas que aún quedan en lo que algunos llaman este Valle de lágrimas. Pero Juana va más allá de su papel de hija común y corriente, su vida siempre estará ligada a Víctor Molina, y, además, a ese lugar con nombre matizado de inmortalidad, esa cantina antes de la llegada a la morada definitiva, La Última Lágrima, bar de las despedidas y de los adioses donde los deudos deben apurar algunos tragos dobles para abreviar la pesadumbre de la muerte. De tal manera, La Última Lágrima, es la sala de estar, antes de existir las frías salas de velación, con la diferencia que en La Última Lágrima se puede llorar y beber y vivir los recuerdos, y hasta ser afectuosos con la despedida del muerto aún con el ataúd cerca. La Última Lágrima es uno de los emprendimientos de una mujer valiosa, de carne y hueso, Juana sabía cómo la vida que se vive a contrapelo y sin subterfugios, con franqueza y esa bondad única en ella.

Este libro nos inquieta, al narrar la vida de un cementerio con sus vicisitudes, eso sí, sin loas ni lágrimas que vindiquen esa fuerza destructora que es la muerte con su reconvenciones y sus remordimientos; por ese motivo está unido desde otra óptica a ese sentir que es la magnificencia y celebración de la vida, visible en los testigos que quedan y, sobre todo, en ese par de personas, Víctor y su hija Juana, que traspiran y vuelven el concepto de lo eterno plausible y presente, ya que en la rutina de su oficio lo viven sin tremendismo y sin dolor sino con firmeza, ya que Saldarriaga recobra a través de las vicisitudes y por medio de las vivencias y escarceos el pulso de su escritura que mantiene y recrea, y expresa la causalidad del mundo a través de un hombre y una mujer que ejercen su oficio como lo más natural, sin que habiten un mito sino que vivan un oficio y que John Saldarriaga nos devela desde otra perspectiva, la de la creación y firmeza de dos grandes personajes, no redondos como dirían algunos espeluznantes comentadores de libros sino que son dos personajes valiosos, maduros, de un carácter sin lástima, macerados por la experiencia y en apariencia arrinconados por la existencia tan insustancial a veces, pero que ellos viven de una manera total. Por esa razón no se cansa el lector de celebrar en términos deslumbrantes este libro y aunque este libro desde su escritura y de sus huellas, deje de mostrar el parque, los bares, las ceibas o la fachada de la iglesia principal del municipio, llega a lo profundo al denotar la existencia de los suburbios en sus remates últimos, y a La Resurrección como puerto de llegada, en un acto de amor total hacia Envigado y hacia ese oficio que subyace, nunca cantado sino recobrado por John, el del sepulturero.

De una manera peculiar en, Juana la enterradora, se representa y se criba desde todas las posibilidades una serie de personas como los esposos de Juana, los miembros del Club de los suicidas que, en Envigado, a lo mejor pertenecen a esas pequeñas cofradías de leyendas citadinas, y antes de que se extravíen en la memoria, son recobradas desde la incertidumbre de su relegamiento, para ser expresadas desde una óptica nunca abordada. John Saldarriaga los concibe y fundamenta en su significación, que es aún más fuerte debido al valor y a la multiplicidad de la vida que cada uno de ellos destila sin protagonismo alguno, si no que estos personajes habitan lo cotidiano donde nadie les presta atención. No es el mundo que han vivido y padecido de alguna manera el que dará testimonio de su presencia: será el escritor quien les da nombradía. De ahí que este libro sea una lección que recupera, lejos de las narrativas locales, aquellas del testimonio de aficionados, esta serie de personajes y circunstancias para que persistan en un solo lugar, el cementerio, para que así, ellos se salven del olvido.

A través de Víctor y Juana, su autor, advierte que en apariencia en este lugar el paso de la vida está desterrado, y se redefine como un universo que ha sido raptado y, aún más, apartado del casco municipal, con lo que se logra apartar la muerte a los suburbios como una manera de negarla, y este lugar así, se torna en un oasis de lo solitario, de lo fallido. Pero algo es cierto, la muerte pervive allí, pero también es aún más cierto que allí la fiesta y la celebración de la vida, prosigue aunada a los sentimientos y a las formalidades de ser a través de las cuales vivimos y se redefine en el esclarecimiento de esas personas, ya personajes, de Envigado. Además, sucede que lo que durante un tiempo era un sepulturero relegado, se convierte en Caronte, y en Juana, quien quiso ser una monja, que retorna a otra exclusión, a partir de convertirse en enterradora. Así como los suicidas que llevan una vida de jolgorio, retornan de la mano de Calle, en una suerte de sacrificio existencialista ya que deben irse. Dice Pablo Calle: "¡Por los espíritus libres! A los que nadie espera en ningún lugar".  Lo que era una persona de vida plena y contradictoria se vuelve aquí nadie en la nada, un nombre inscrito en una lápida, solo una imagen, acaso una fotografía, un rostro que el tiempo desdora, y así, esa persona se desvanece, incluso, ante sus deudos, cuando no regresan, cuando su presencia se disipa.

Pero lo que no se desvanece ni se disipa es esta novela, Juana la enterradora, que con cada lectura nos estremece y en la cual sucumbimos, porque estos personajes sacuden por la risa que nos dan en sus contradicciones, en esa efervescencia de cada día con sus actos y justezas, con sus traiciones y bonazas ocasionales, mientras la muerte se pasea por las calles y réquiems, por los osarios y al aire de cada día. Y, desde La Última Lágrima, este lugar, el cementerio, La Resurrección de Envigado, se establece como una presencia que ya por fin ha sido narrada. Y donde la inmortalidad ha sido redefinida por John Saldarriaga al contar esas historias que se desprenden en su escritura.


John, Angie y Víctor 


 

 

 

Alvarado Tenorio lee sus poemas y realiza seminarios sobre Kavafis y la Generación del 50 española /

 





Alvarado Tenorio lee sus poemas y habla de Kavafis y la Generación del 50 de poetas peninsulares la primera semana de febrero 2022

 

Invitado por varias organizaciones culturales bogotanas, el poeta recibirá un homenaje, leerá sus poemas y conversará sobre su vida, su obra y la de Kavafis, Gil de Biedma, Brines, Caballero Bonald, Gonzalez y Barral.

 Los días 1 y 2, martes y miércoles en la Sala La Bastarda, sita en la Carrera 5 # 20-32, Tel 311 284 8279, del centro, conversará primero sobre el poeta alejandrino Kavafis, a quien ha traducido del griego con la colaboración de la poeta ateniense Rena Frantzis y el segundo día, a partir de las seis de la tarde disertara y leerá textos de los llamados niños de la guerra civil española y en quienes reconoce notable influencia sobre su obra misma. Las dos sesiones serán coordinadas por los críticos Carlos Almeyda y Duván Carvajal, periodistas y promotores culturales de las más recientes generaciones.

 El jueves 3 de febrero, a partir de las 16 horas de la tarde, en el Teatro SUA de Soacha, sito en la Calle 13 # 10-45 del municipio cundinamarqués, Liliana Marentes y Fabio Delgado conducirán una charla homenaje con el poeta, quien leerá un buen número de sus textos más celebrados.

 Al final de la semana, el viernes 4 de febrero, el también poeta Hernán Vargascarreño presentará otra lectura de Alvarado Tenorio esta vez en El Establo de Pegaso [Calle 11 # 2-29, Tel 312 339 4461], del tradicional barrio La Candelaria a partir de las 19 horas. En esta ocasión el vallecaucano leerá fragmentos de sus traducciones de Eliot, Kavafis, Li Bai y otros poetas de la Dinastía Tang. En todos los eventos se podrán adquirir ejemplares de sus libros de ensayos, de poemas, traducciones y números sueltos de Arquitrave, la revista de poesía que dirige hace veinte años.

 Hijo y nieto de carniceros, Harold Alvarado Tenorio hizo estudios de bachillerato en un colegio popular de Bogotá, una Licenciatura en Letras por la Universidad del Valle en Cali y es Doctor en Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid, con una tesis sobre Jorge Luis Borges. Inspirador de los Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, fue Profesor Titular de la Cátedra de las literaturas de América Latina. Como periodista condujo las páginas literarias del diario La Prensa [1990-1995] en Bogotá y es colaborador permanente en El Tiempo de la capital colombiana y El Nacional de Caracas. Ha recibido el Premio de periodismo Simón Bolívar y el Arcipreste de Hita de poesía. Ha traducido, entre otros varios, a T.S. Eliot, Ferreira Gullar, Konstandinos Kavafis y más de un centenar de poetas chinos de todos los tiempos. Desde 2002 dirige la revista de poesía Arquitrave. Ha residido en Berlín, Madrid, New York y Beijing.

 

 

 

UN HOMBRE SENTADO A LA ORILLA DE LA CARRETERA / Antonio Arenas

 



UN HOMBRE SENTADO A LA ORILLA DE LA CARRETERA

Antonio Arenas

Un hombre se sentaba todos los días en el separador de una carretera de dos carriles donde habían sembrado muchos árboles y hierba. Los árboles crecieron y la hojarasca predominaba en verano o invierno cuando las hojas caían llenaban el lugar y sobrevolaban sobre la carretera. En verano, cuando los carros pasaban velozmente el ruido era espantoso y el hollín circulaba en el aire. En invierno la carretera se inundaba por el número de hojas que taponaban las dos desembocaduras que filtraban el agua de la carretera. El hombre se sentaba todos los días en una piedra y unos ladrillos que había ubicado al pie de un gran árbol que cuando florecía olía al fruto del algarrobo. Frente a él funciona una barbería que estaba atendida por dos jóvenes y en sus tiempos de descanso salían al aparador junto al hombre a fumar cannabis. Tenían una clientela que a veces no era escasa. La carretera era larga y ancha y cuando el viento soplaba se llenaba de hojas amarillas y hojas secas. El hombre se sentaba en una piedra, colgaba sus chiros y fumaba cuando lo invitaban o cuando se sentía muy solo. Saboreaba de un frasco una bebida amarilla y de vez en cuando las vecinas le daban un plato de sopa.  El hombre es pequeño flaco, enjuto y se podría decir que no pasaba de los sesenta y siete años. Al hombre no se le conocía oficio alguno, pero las malas lenguas decían que hubo un tiempo donde manejo mucho dinero. En épocas de lluvia se sentaba en la barbería para cubrirse del aguacero.  El hombre no hablaba y comía de lo que le daban. Un día un cachorro de perro surgió solo en el andén y fue a sentarse al lado del hombre, pasaron los días, pero como no había comida el cachorro se marchó del lado del hombre viejo. Desde mi balconcillo trato de observar la expresión o figura del hombre viejo, que no es idéntica a la de un ladrón, pues, todos sus gestos y acciones lo denuncian como alguien que se pasa el día sin hacer nada. Jimena Canales, especula y dice que tiene mujer y varios hijos, pero su colisión o choque con ellos no le permiten vivir en la misma casa. Otras dicen que eso es falso que el hombre está solo en este mundo. La fama del hombre solo le precede, parece inofensivo, no tiene oficio y en verdad no sabemos dónde duerme en las noches. ¿Qué tiene de interesante un hombre que carcome su vida sentado perpetuamente en una piedra y unos ladrillos cerca de un árbol grande? Podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué es una vida?, ¿Cuál es la duración de su existencia? En un verano, posterior a la visita de una de mis primas, una joven aspirante a filósofa lamentó no poder ayudar en nada al hombre y en su opinión él es la expresión más clara del desperdicio de una vida y para ella, no caben ningún tipo de especulaciones metafísicas. Es solo un hombre sentado todo el día en una piedra al lado de una carretera peligrosa. Las actitudes, gestos y movimientos del hombre son risibles en la exacta medida que este hombre nos hace pensar en un simple mecanismo y decir que es un vagabundo. Lo risible de este hombre es la quietud o el automatismo instalándose en la vida imitándola. Es preciso que este hombre cambie a cada momento porque dejar de transformarse es dejar de existir. La quietud del hombre es algo humillante siempre que quien la motiva es una especie de broma social pesada. El hombre ha de aceptar la ley fundamental de la vida, la de no repetirse. La única curación contra la estadía y quietud del hombre es la risa. La risa se dirige a nuestra inteligencia, puesto que nuestra risa es siempre la risa de otros. La quietud es un juego, pero un juego que imita la vida. ¿Si la vida se presenta como una evolución en el tiempo, donde estaría la evolución de este hombre? A mis pies desde donde lo miro, una hoja seca viene y va con el viento hace tiempo que lo observo y hecho un hilo a mis pensamientos. Es como una hoja seca la misma que vino antes a mí, junto a mis pies y se fue y volvió junto a este hombre. Ahora, vemos que la gravedad de la situación del hombre les importa a muy pocos. Este escenario de un hombre sentado a la orilla de la carretera podrá hacernos reír, sea grave o leve siempre que el hombre permanezca inmóvil en su lugar y la insensibilidad no exista…

 

antonioarebe1@hotmail.com

13/10/2021

MANIFESTACIONES DE TOTALITARISMO / Darío Ruiz Gómez

 


MANIFESTACIONES DE TOTALITARISMO

Darío Ruiz Gómez

El llamado caso “Tascón” durante el régimen chavista mostró claramente lo que supone la aplicación de métodos estalinistas de represión para descubrir enemigos y machacarlos recurriendo a tácticas infames: arruinar sus negocios, sacarlos de sus trabajos, despedirlos de ciertos oficios liberales, condenarlos como intelectuales peligrosos y lanzarlos a la diáspora, borrarlos de las historias oficiales. Chávez pidió y obtuvo de jueces vendidos las listas de los firmantes para su revocatoria y de uno en uno(a) fue represaliando con sadismo a estos declarados por su despotismo como enemigos. Putin gobernando con guante de hierro y la colaboración manifiesta de las grandes mafias del narcotráfico, la trata de personas, los negocios sucios en el petróleo y el gas ha ido más allá de la KGB de la cual fue un destacado miembro en la aplicación de prácticas  criminales para asesinar a quienes llega a considerar como enemigos reales o potenciales: asesinatos selectivos en cualquier país, pandilleros a sueldo, miles y miles de agentes secretos en Inglaterra, Estados Unidos o como todos recordamos el envenenamiento de algunos personajes que podían descubrir al mafioso que Putin es en realidad. El envenenamiento de un capo en Londres que pudimos seguir por t.v. paso a paso hasta su muerte, el envenenamiento de otro condenado en una pequeña ciudad británica mediante métodos tan sofisticados que sólo pudieron ser descubierto por el gobierno inglés a través de una minuciosa investigación -hay una notable serie de t.v sobre este asunto- cuando un ciudadano se envenenó al tomar un objeto en un basurero. ¿Y las desapariciones que nunca llegan a notificarse? ¿Y los atropellados(as) por un vehículo al cruzar una calle? ¿Y las mafias que han tomado poder en España y en el mismo Estados Unidos?  ¿Y la utilización de bandas de sicarios para hacer operaciones de limpieza política? ¿Cuántos rusos hay hoy en Venezuela haciendo tareas para Putin, entrenando al ejército venezolano y a las llamadas guerrillas colombianas? ¿Cuántos hay en Colombia? Finalmente: ¿No asistimos aterrados a la condena y encarcelamiento del opositor Navalni por una justicia de bolsillo?

Me refiero igualmente  a metodologías de manipulación de la opinión pública a través de diversas plataformas que han intervenido e intervienen abiertamente en todos los países de Latinoamérica pero especialmente en Colombia.  Y uno de estos métodos es el del Big Data que les permite tener un control total sobre cada ciudadano(a) y en una situación concreta como la revocatoria de un gobernante permitiéndoles reconocer cada una de las firmas de quienes la están solicitando para castigarlos de inmediato. La imagen de un delincuente tan despiadado como Diosdado Cabello amenazando a quienes se atrevan a firmar la convocatoria de revocatoria contra Maduro es ya la más impúdica declaración de absolutismo totalitario, de amedrentamiento a la ciudadanía. ¿Qué sádica acción tomará cuando identifique que esa revocatoria fue firmada por algunos camaradas de gobierno? Permitir que el gobernante enjuiciado por la ciudadanía tenga acceso a unos documentos que la justicia debe encargarse de mantener en secreto como lo dicta el derecho a la libertad de expresión personal sería no justicia sino la demostración de que los jueces han caído en las garras del totalitarismo o ya son parte de esta ideología del terror que ha anulado el derecho a la libre expresión de la ciudadanía. Preguntarse sobre lo que está pasando en Medellín en el proceso de la Revocatoria del Alcalde Quintero es tratar de impedir que por mero desinterés de la clase política se estén aceptando en la justicia metodologías totalitarias que una Democracia debe rechazar. 

sábado, 22 de enero de 2022

Aire de Berenice Pineda Víctor Bustamante

 

Berenice Pineda

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Aire de Berenice Pineda

Para Marcela Otálora 

Víctor Bustamante

Berenice Pineda ha persistido en la poesía desde hace años. Esencialmente asume esa actitud, no como un personaje que quieren mostrarse y que escribe versos sin esencia de una manera fácil, anodina. No, ella aún mantiene su particularidad y, sobre todo, esa discreción que es lo que hace indiscutible su escritura, la poesía que corre por sus venas, que presiente que su paraíso perdido anexado y redefinido con el amor, con la infancia y con la casa, solo las recobra con sus palabras. De ahí que esos silencios, esa lejanía, la convierte en afinidad y en presencia en esa dualidad de escapar al silencio, precisamente para expresarse, ya que de no hacerlo no moriría, pero ese Élan vital se lo exige. De no escribir no sabríamos el pulso de lo que le sucedería en su interior y, en ese doble recogimiento saber que tiene que expresarse, y para ello, nada más que sus palabras, lejos de su hermetismo, que a veces la circunda para traernos su poesía. Y así saber que Berenice aún discurre por los caminos y las calles, por las veredas y los atardeceres, por el aire y del aire al aire, para llegar con sus poemas.

De ahí que en Aire, (Quitasol, 2022), Berenice Pineda haya resuelto expresar otra parte de su creación con una actitud posible donde los elementos esenciales, agua, fuego, tierra y aire se convierten en personajes básicos, ya sea en su plenitud y certeza, nunca paisajes decorativos sino presencia, y, sin embargo,  plenos de singularidad en su inmovilidad aparente que no es más que esa inmanencia de saber que quien escribe sobre ellos, es decir, quien los vive es quien no se hace inmutable sino que los habita permanentemente, aunque en este trayecto, mientras escribe y vive, en ese un movimiento continuo que se inicia en el primer poema, “Como un pájaro”, allí discurre hacia un espacio, el aire claro y transparente, lejano en su acimut, en su horizonte, pero no va sola sino en una bandada de pájaros, en ese sentido no va sola sino en compañía de otros que ya tienen programado un viaje, y en ese viaje no sabemos qué puede suceder, aunque ella ya tiene un propósito: buscar lo desconocido, esa esencia de buscar lo desconocido, la estimula, es el motivo de su viaje; ahí en esa palabra y en esa meta, se prefigura el motivo del viaje. Esta primera parte de su poemario, “Como un pájaro”, se compone de varios poemas donde ella interroga el concepto amoroso, desde diversos ángulos, pendiente de las aristas que puedan acaecer en el trascurso de sus poemas. Una de ellas, su infancia, entonces surge la palabra, volatinera, a quien ella dedica su libro. ¿Por qué razón se tilda de “volatinera que lleva siglos”? ¿Será por ese carácter tan fuerte que la lleva a su peculiar razón de definir con cierta aflicción, el amor pasa siempre por esa misma herida?

En ella pueden sucederse encuentros inquietantes, inverosímiles, cargados siempre de serenidad y reflexión, y así nos dice, “El aire que se llevó tus palabras es el mismo que me ha traído la calma”. En este viaje va trazando sus trayectos múltiples por la diversidad de dudas y de redefiniciones pero que en ella la arredran, y esos encuentros no cejan en su fijeza. Dentro de ese espacio que a veces es disperso y que bajo el efecto de extrañeza que ella no pronuncia tiende a hacerse imperecedero hasta el límite que la acosa, así huye de su soledad. De ahí el inmenso espacio del aire donde se pierde, pero al mismo tiempo se reencuentra ella misma en ese lugar secreto para unos, pero que es su refugio, la palabra. De ahí que nos diga, “Me gustaría irme / en una desbandada de pájaros migratorios / y viajar / Irme en un viento cálido /buscando nidos / asideros más amorosos y desconocidos”.

Ya en la segunda parte “Tocando fondo”. No solo cambia de aire, sino que se ubica ya más terrestre, aquí no sueña ni idealiza, mira a su alrededor en tiempo presente: “Tocar fondo es morir o callar ante la metralla”. Hay tres poemas que eluden a la circunstancia del país, Tocando fondo, “Nos matan” y “Llegará la muerte”. Indudablemente, lo que aquí acontece, acontece en un lugar muy específico que altera el énfasis de su libro y que debemos nombrar: el país y su podredumbre moral, que abarca a sus partidos políticos y, sobre todo, a ese ser colombiano inmerso en nuestra contemporaneidad y que nos ha tocado, junto a ese habitante que aún no ceja de matar, la muerte misma que se ha convertido en esa figura espectral y certeza. La muerte misma con sus violencias y asesinatos y desapariciones no está en el bosque ni en los hoteles, o en los parques y, más allá de la circunstancia. No, está en el corazón mismo de cada colombiano. Y en ese lugar del mundo, nuestro país, hemos padecido ese suceso. Por esa razón a medida que trascurre la lectura de Aire, tropezamos con un tema que en apariencia nos distrae pero que regresa a su motivo esencial, el amor a partir de otras redefiniciones como si al interrogarlo, parece que la muerte — una cierta forma de morir, introdujera ella misma esa red que la envuelve con sus arañas mortales.

Todo ese concepto está allí presente en relación a los viajes de quien escribe que no o mira desde al aire sino en la circunstancia misma de que ha vivido y padecido, y por esa razón la sorprende esa relación de sucesos que discurren, /Triste mendigar las palabras /como respuesta /a una pregunta de amor/

De ahí que sus palabras, sus silencios, que la descifran en los poemas que escribe, y ahora se leen, reflejan las noches como presente que pertenece, en su intensidad, a una pasión ya colmada, ya fallecida en su ocurrencia. En el habitarla puede ser confortable o letal, puesto que nada puede ser allí completamente ilusorio ni completamente cierto, como si sus poemas merodearan sobre un desconcertante encuentro donde una página revele el circunstancial fondo de ausencia con restos de sus naufragios, con significaciones y símbolos que surgen del lenguaje, todas en el desconcierto de esas limitaciones y cercanías: pavesas del ser. Apariencia del amor que no sustenta ninguna cómoda apariencia, aunque fuera eventual, aunque fuera buscada o que llegara así de golpe; abandono y distancia que no supone que sea de su parte sino víctima de su propio fuego que se da en estas búsquedas donde todo lo deseado y que está distanciado huya de sus certezas sin una palabra que reivindique esa dualidad de las ausencias. Basta un gesto, una mirada, un astro que reaparece en la aspereza de las aceras o de las calles para que intervenga y sustente cierto brillo de quien llega con toda la firmeza posible, pero que le hagan decir luego: ásperas y largas y caras ausencias.

Y aquí, recuperamos la tercera experiencia, Amor amor, y, sobre todo, la casa como espacio y refugio, la casa ese hábitat donde siempre terminamos al viajar en el día, esa circunstancia donde se permanece inmóvil pero que desde ahí viajamos, y junto a la casa reaparece la infancia, la vereda, pero es en estas definiciones  y  momentos donde continúa el tema del amor como apareciendo o desvaneciéndose en  diversos momentos con cada definición como si este fuera esa pregunta que la mantiene en vilo, que a veces exige en una definición precisa pero que es taciturno y brillante,  inconmensurable y sorpresivo.

De esa palabra, que no es solo palabra al escribirla, sino al pronunciarla y al pronunciarla se hace viva, presencia y eternidad, pero que sabemos que es también algo que se diluye ante nuestra presencia, el amor. Berenice la recobra desde diversas aristas y como siempre llega como si fuera una experiencia nueva, en la cual caemos con nuestra fatal ilusión de creer que perdurara cuando es solo el espejo negro donde solo nos miraremos una vez antes de empañarse para siempre, pues en el fondo el inicio de ese brillo que trae el amar, en él también subyace la aniquilación, pero antes de que llegue ese instante hay que estar advertido del suceso que vendrá. Lo que se inicia con alborozo termina con la certeza de las huidas, como si la muerte merodeara por todos los rincones de la casa, no solo física donde habitamos, sino la casa del ser, nosotros mismos, en nuestra perdurabilidad, al asalto de las otras experiencias que vendrán. Una de ellas, la circunstancia de la muerte, cuando esa otra persona, ese otro donde nos reflejamos se va, y debemos hacer el duelo, licor o escritura, evasión y un largo camino sin ninguna meta, un horizonte de la devastación como paisaje interior. De ahí que en el último poema del libro ella nos advierte: “Cuando llegué/ no estabas / No había / ningún olor tuyo / ninguna sombra /nada de señales / Estaba solo el aire”.

 De ahí que luego de este largo viaje de retorno que es la definición de un libro, donde subyace y se imprime la historia de quien lo escribe,  no solo está el paisaje que habitamos y la interioridad que nos circunda sino lo creativo, lo quimérico, como esa fatalidad que solo vivimos en un destello de nuestras vidas como si esta se definiera de esta manera, donde nos aproximamos con un objetivo claro, amor, pero solo encontramos en la otra cara el morir  como una síntesis de lo que en verdad es la realidad, ese muro ya definido por Schopenhauer. Y descrito por Miguel Hernández: “Vida, muerte, amor. Ahí quedan / escritos sobre tus labios”.

Ante todo, Aire, indica lo etéreo, lo inasible, lo inalcanzable, lo que nos rodea; elemento esencial por naturaleza. Pero dentro de esa fugacidad es también lo vital, la inmanencia, lo que depura, lo que insufla ese estado, pero sobre todo es un libro sobre lo evasible y continuo, caprichoso y ligero del amor como circunstancia, y ante todo la celebración de la poesía y de una búsqueda bajo el aliento de Berenice.   






viernes, 21 de enero de 2022

RECORDANDO A JOSÉ LIBARDO PORRAS / Antonio Arenas B

                                      RECORDANDO A JOSÉ LIBARDO PORRAS

(A propósito de la novela Happy birthday, Capo,
de

José Libardo Porras)

Antonio Arenas B



“El Capo huye de la muerte buscando la muerte”.

En la Antología de grandes Crónicas colombianas (Tomo II, 1949-2004), selección y prólogo de Daniel Samper Pizano, aparecen dos crónicas significativas: el Capo máximo “Un fin de semana con Pablo Escobar”, del periodista Juan José Hoyos, y el Capo máximo, “La muerte de Pablo Escobar”, de Alonso Salazar. Ambas crónicas rotulan, en una síntesis asombrosa, el poder del dinero, la vida de lujo, las relaciones peligrosas de algunos políticos y la muerte de uno de los mayores capos de la droga, que ha dado nuestro complejo e inverosímil país. Sostengo que las crónicas aquí mencionadas son fuentes primarias, que se conectan directa o indirectamente con la original novela Happy birthday, Capo del escritor de la Generación Mutante, José Libardo Porras. El poder, la fortuna, la muerte, la persecución, el asedio, las pasiones amorosas y la conciencia del hombre son quizás los aspectos más relevantes de la ficción. La novela ésta escrita en un formato de 57 capítulos, no más de 234 páginas, y entre el soliloquio se diluye la vida de un hombre poderoso, asediado por sus enemigos, las autoridades y la DEA. Se da a entender en la narración que al Capo máximo no lo derrota nadie. Lo derrota el destino sangriento y su propia existencia azarosa. El Capo antes de su expiración, ya no tiene confianza en nada, ni nadie.

Se espanta de la muerte, pero tropieza con la muerte. "¿A quién se le ocurre que el Capo máximo se ha pasado cavilando su propia muerte en las últimas ocho horas de su existencia?" El autor de la novela logra un invento ficcional; entre el habla interior y el desasosiego. Construyendo una realidad y un personaje, Pablo. “Ensayó a llamarse Pedro, Juan; ensayó otros nombres de santos, de artistas, de políticos. No él era Pablo. Ser Pablo era su destino”. Happy birthday, Capo, condena al lector a que especule sobre el final trágico del hombre, que creó todo un imperio del mal, del lujo y el dinero. La narración es un círculo vicioso, donde un hombre está sólo ante el destino, pero sabe y es consciente de que va a morir; pero su muerte es un juego con la vida. Y en la muerte, el poder del dinero para nada le sirve. ¿Quién habla en la ficción? y ¿qué dice? o ¿qué no dice? Es acaso el juego del lenguaje o las voces de la conciencia las que logran doblegar la voluntad del hombre. En días de terror, corrupción y muerte todo duele y… ¿qué cuesta más? Morir acorralado, traicionado o ser simplemente víctima de las circunstancias y acciones de la guerra. El Capo murió de una enfermedad letal, plomo-nía. El relato opta porque el personaje escuche en su conciencia lo que le va a pasar y lo poco que le queda de vida. Para que obre una traición es necesario que el poder quede consagrado a la nada. “¿Qué pasará con la muerte del Capo? ¡Nada! todo seguirá igual”. Happy birthday, Capo es una novela-guión que intenta recuperar el sentido de la muerte del Capo máximo. Es el intento por un horizonte narrativo, distinto de la crónica, pero que no escapa a la trampa del guión de cine o de televisión. La novela nos identifica con la locura y la genialidad de un criminal nato. El sujeto criminal diluye la importancia social del crimen y lo convierte en un héroe de sí mismo. José Libardo Porras ha combinado en esta novela la realidad y la ficción, la mentira y el odio, la traición y la corrupción política, y el entusiasmo de contar una película sobre las últimas horas de vida del Capo máximo del narcotráfico en Colombia. Su propuesta literaria no se reconcilia con la violencia, pero emplea algunos de sus conceptos para describir la barbarie de una época, la génesis del terror, el crimen organizado y la larga estela de muertes violentas que azotaron el país y la gente inerme ante el dinero fácil de la droga. Lo más importante es el hecho de configurar la muerte del Capo máximo como un suceso literario, libre de la sicaresca y a la luz de una realidad callada. Veamos la descripción de su muerte:”Primero convertido en cedazo, se desplomó el joven (Corozo), rodó por las tejas de barro y voló hasta la acera !plas¡ con la cabeza estropeó un rosal que su dueña abonaba y podaba con mano de seda; una rama con hojas y espinas se le enrosco en el cuello. Y el otro (Pablo), resguardado en las paredes, era un blanco difícil. El capitán Ávila, pensando que sin duda ése se estaría lacerando la piel contra el muro sin revocar, se parapetó tras un poste de la luz y apuntó a la espalda, a una cruz imaginaria entre los omoplatos. El sargento Vélez subió a un antejardín, también apuntó, invocó a María Auxiliadora y rezando la Salve apretó el gatillo. El Capo mirando los eucaliptos y los guayacanes, sintió un ardor en el cuerpo como si le hubieran vaciado un tonel de ácido clorhídrico del que importaban de Estados Unidos y usaban para producir la cocaína, y notó que las piernas no podrían (podían) sostenerlo, entonces, al estilo de los campeones de boxeo que se arrojan a la lona con el fin de descansar ocho o nueve segundos y reponerse del agotamiento, apretando el puño hasta estrujar la foto de sus hijos, se dejó caer. Creyó que volaba. Al dar de bruces en el caballete supo que moría”. Colombia es hoy una nación compleja, llena de incertidumbres, donde existe la descomposición del sistema político, la locura de los diferentes actores de la guerra, pobreza, desempleo, empleo informal, ocio inútil de los jóvenes. La realidad la leemos en los noticieros de televisión, en el rock, en Juanes, Shakira y la publicidad, más que en el juicioso análisis crítico de la vida cotidiana y el conocimiento ordinario. El tema de la ficción no consiste sólo en narrar cómo murió Pablo Escobar, ni dónde, ni cuáles fueron las circunstancias de una traición. El asunto consiste en describir la condición humana del hombre abatido por sus propias argucias, artimañas y enemigos. La muerte como un acaecimiento bello, que tarde o temprano toca a todos. Pablo Escobar, queramos o no, representaba a una masa excluida, y la multitud simpatizaba con el hombre que había desafiado todos los poderes establecidos. La muchedumbre siempre va a estar ahí, gritando o silenciosa, de que valen sus gritos.

La corrupción política e ideológica está blindada y sobrepasa la codicia de los hombres y la estupidez de los medios de comunicación. La muerte nos libera, pero no hace que los vivos sean mejores. Estamos en tiempos difíciles y de catatumbas. La literatura puede ser rentable en la conciencia de los hombres. No es propaganda. Esta ficción es una apuesta para sustraerse mediante el juego de perfeccionamiento que tiene algo de catártico. Relato de la propia vida, que se establece decisivamente en la redondez bella y lejana de la obra literaria.

Leer la novela de Jose Libardo Porras representa un auto de fe, un asunto ligado a la memoria de un pueblo sin memoria.

 

GOBERNAR CON LOS AMIGOS / Darío Ruiz Gómez

 


GOBERNAR CON LOS AMIGOS

Darío Ruiz Gómez

Desde la Alcaldía de Alonso Salazar, vehementemente “izquierdista” se pudo comprobar algo que el observador de la vida de la ciudad no había conocido: las consecuencias de un gobierno que partía  de algo tan abstracto como un credo político  gracias al cual y  de motus propio considerarse de “izquierda”  consistiera, gracias a  la ciencia infusa  tal como le fue concedida a los Apóstoles-  en despertar de súbito  en el conocimiento de manera que  esta  “autodefinición política”   ya constituyera la  verdadera panacea  a la problemática de la ciudad.  Y, que por lo tanto se va a gobernar –tal como realmente sucedió- únicamente con los adeptos  a esa ideología y no con los especialistas  que reclama la realidad social, la debida tecnología, los cambios espaciales en un territorio  que  cada día se está  modificando, problemas  tecnológicos que exigen  verdaderos profesionales especializados en esas disciplinas y no pues amigos y amiguetes, a veces amigas tal como sucedió con la Alcaldía de Salazar. La escandalosa consideración de que la vigilancia privada debía desaparecer - tal como efectivamente se hizo – porque en su antiuribismo llegó a identificarla con las Convivir -llevó al aumento de la delincuencia, al desamparo de los ciudadanos y a que el crimen organizado tal como  lo denunciara Jaime Jaramillo Panesso, lograra  alcanzar entonces una mayor intensidad. Este fue un intento de imponer en Medellín el modelo chavista. El modelo que ha impuesto el Alcalde Quintero obedece a los contenidos y estrategias del populismo maduropetrista y al modelo del partido español Podemos: igualitarismo por lo bajo y no Excelencia Académica. Quintero ha obrado como figurón al uso para desplegar lo que he llamado Operación Caballo de Troya o sea para introducir en el gobierno de la ciudad un grupo de populistas traídos de fuera colocándolos en puestos claves de la Administración de donde va a ser difícil  sacarlos.

En el populismo el funcionario que se nombra no tiene porqué responder al perfil que exige una disciplina específica sino aparecer como el seguidor irrestricto de esta ideología. En cualquier cargo puede ser nombrado un ignorante, el ejemplo terrible de Pedevesa ilustra este cambio del especialista por un militante ignorante y la catástrofe que esto supuso para que esa empresa se derrumbara en Venezuela. No es una sorpresa que Quintero acudiera a sus amiguetes más cercanos para sentir salvaguardada su espalda tal como sucede con Romero, un ignorante de tomo y lomo como lo demuestra el magnífico informe periodístico de “El Colombiano” y sus círculos de novios y novios ¿Cómo sancionar debidamente a un mal funcionario público? La peligrosa  inoperancia  institucional señalada por los Rectores(as) universitarios -¿Cómo apenas ahora la advierten?- es precisamente la comprobación de que sobre la problemática urbana, la necesidad de nuevas vías, la integración de los territorios  nada se ha hecho, de que las cifras de homicidios  son espeluznantes y la respuesta de la Alcaldía ha sido ineficaz, de que una oficina clave para afrontar la nueva realidad metropolitana haya sido dejada en manos de un folclórico personaje cuya ignorancia acerca de estas temáticas es estremecedora mientras el caos, la desmembración de los territorios, el desplazamiento interno de población por grupos violentos es una afrenta a los Derechos  Humanos.  ¿Y el inusitado tráfico de influencias? ¿Dónde han estado la Procuraduría, la Fiscalía o la Personería? “Hablar del espacio público es necesariamente un pronunciamiento político” afirmaba el finado Oriol Bohigas. Las ratas comienzan a abandonar el barco, los oportunistas a quienes nunca les interesó la ciudad tratan de sacar tajada electoral a este evidente desastre de Quintero al frente de la Alcaldía. Mi enfoque de este desastre, tal como lo ven ustedes, no es un enfoque electorero sino una crítica ajustada técnicamente a delitos de poder, contratismo, prevaricato, derechos de los ciudadanos(as). “Cuando se quema la ciudad con sus habitantes, recuerda Magris, no sirve entonar un canto sobre las llamas, sino que es necesario llamar a los bomberos para que salven a los que se están quemando” 

 

sábado, 15 de enero de 2022

DECÁLOGO. NO DESEARÁS LA MUJER DE TU PRÓJIMO / Henry Posada.

 

 


DECÁLOGO.

NO DESEARÁS LA MUJER DE TU PRÓJIMO.

Henry Posada.

 

Romek, es un laberinto de incertidumbres,

en su casa hay ejércitos que impiden respirar,

no hay tregua desde la luz crepuscular, al alba sangrienta que abre el día.

Hanka sabe que el amor, ese fruto extraño

es esquivo a los hombres

que creen hallarlo en el abrazo espasmódico

como una opresiva cárcel. Ella sabe con resignada esperanza

que Romek, descendería como Orfeo, a las profundidades del Hades, si fuera preciso en su búsqueda.

Romek, mira el rostro de Medusa en Cracovia, su amigo Mikolaj,

quizá como Tiresias a Edipo le revela la verdad: No satisfarás a mujer alguna, huera es tu simiente.

Está roto el cristal, naufraga en su propia realidad,

y la música de Van Den Budenmayer, como un mar silencioso penetra los vagos intersticios del alma.

Hanka en la gravedad de la tarde acuerda Martes y Jueves, ocho menos diez

recibir a Mariusz Zawydzki para entregarse a él, un estudiante de Física.

Las Erinias no dan tregua y Romek huye...Huye del dolor

que con su diente feroz lo devora todo.

 

EL TRIUNFO DE LA DESINFORMACIÓN / Darío Ruiz Gómez

 


EL TRIUNFO DE LA DESINFORMACIÓN

Darío Ruiz Gómez

El intento de asesinar a los miembros de una patrulla  de la policía en Cali en el llamado  “primer territorio libre de Cali”, Puerto Rellena, decretado como tal por los intelectuales(as) al servicio de “la liberación de nuestros territorios”, - que aparecen en videos filmados por ellos(as)  mismos(as)-  el abierto enfrentamiento entre el ELN y las llamadas Disidencias de las FARC, han sido reducidos naturalmente por nuestros distintos medios de comunicación a simples noticias de acciones de “grupos al margen de la ley” poniendo de presente  su incapacidad  de análisis político para hacer un verdadero diagnóstico sobre un enfrentamiento armado cuyo objetivo es destruir la territorialidad histórica, violentar nuestra sociedad, agredir el derecho de los ciudadanos a construir sus vidas. Un enfrentamiento entre los grandes grupos del narcotráfico disfrazados aún para algunos pocos despistados informadores en una “causa revolucionaria”. Javier Tarazona el gran periodista venezolano que ha sido enviado a la cárcel por la dictadura de Maduro  nos ha informado rigurosamente sobre lo que hoy supone  el dominio de grandes territorios venezolanos por parte del ELN convirtiéndose en propietarios de regiones claves para la seguridad democrática y poniendo en peligro la gran planificación de nuestros Llanos Orientales ya puesta en marcha por algunos notables empresarios colombianos. Como telón de fondo, al igual que en Africa, bandas de mercenarios  encargados de mantener estas rutas del narcotráfico, la explotación de las minas recurriendo una y otra vez a nuevas formas de terror, esclavizando a comunidades indígenas. ¿A dónde y a quiénes van a parar esas descomunales ganancias? Se recurre entonces por parte de los verdaderos dueños de esta parodia de guerra a los llamados “idiotas útiles”, mediocres escritores, directores de grupos folclóricos, cineastas de nula imaginación y desde luego a un sector de curas y monjas fundamentalistas que aún creen que están “librando una Guerra Santa” contra el “imperialismo” Perdonen que deba enumerar una y otra vez esta situación ya que la tarea de los distintos medios de comunicación pareciera ser la de desinformar sobre cada atentado, desconocer la repercusión moral de estas fechorías: los jets cargados de cocaína incautados en Guatemala y que iban a ripostar a Nicaragua, simplemente, “bajaron del cielo y aparecieron ahí” cuando la extraordinaria tarea de inteligencia del Ejército que durante meses ha seguido su ruta los acaba de dejar al descubierto: pistas clandestinas en Venezuela y Nicaragua y de por medio  la retórica de una “ liberación de Latinoamérica”, antes, durante el “estallido social”, el intento de toma de Popayán por los “negros del Cauca”, intento de linchamiento de “los representantes blancos del colonialismo”,  corte de cabeza de estatuas o sea  la degradación del lenguaje, el envilecimiento del militante para encubrir una demoníaca demostración de que el mal y la maldad no tienen límites bajo este nuevo intento de destrucción de lo humano. Aquello que Zygmunt Bauman  condena como “el recurso al violencia como juego de poder” Porque de lo que estamos hablando es del mal y de la crueldad y del sufrimiento de los seres humanos infringidos por verdaderos monstruos(as) ciegos ante el dolor humano con tal de obtener sus  terribles objetivos. ¿Cuándo habló  por última vez Iván Márquez con Enrique Santiago?

En la jerga legal y en el argot periodístico colombiano El Rolo es solamente un “pone bombas” pero ¿Qué significado tiene la violencia terrorista para esta justicia de bolsillo, para estos informadores?  Repito la estremecedora cifra: 32.000 secuestrados, 19 000 niños(as) reclutados solamente por las FARC, campesinos incinerados, degollados por el ELN, cientos de rastros de niñas y niños violados, de secuestros de familias enteras, esto es El Rolo, un diabólico exterminador, un sádico genocida, un pervertido  aparentemente incapaz de medir el mal que causa. Y de monstruos nazis, estalinistas, maoístas, senderoluminosistas, está conformada la cúpula de depravados del ELN que protege en la Habana el régimen cubano. Comienza el reinado de la maldad  - el de la Anti-Iglesia, del falso Redentor, de la Bestia- cuando los monstruos son justificados por los banalizadores  del mal, cuando los monstruos emergen de los abismos del mal y  quieren convencernos de que el crimen, la violencia perversa es algo natural a esta nueva economía. ¿No han visto cómo la silueta siniestra de esa administradora del mal, Piedad Córdoba,  cobra realidad sin que nadie se atreva a sancionarla?  

 

martes, 11 de enero de 2022

EL JUEGO DE UN POETA PARA CONSTRUIR UNA FICCIÓN: “EL JUEGO DEL ALFILER” / Antonio Arenas Berrío

 

Darío Jaramillo Agudelo


EL JUEGO DE UN POETA PARA CONSTRUIR UNA FICCIÓN: “EL JUEGO DEL ALFILER”

 

“Habrá sangre” D.J.A

Antonio Arenas Berrío

En esencia “EL JUEGO DEL ALFILER “, es una novela corta, bien ordenada, en cuatro planos que parodia los manuales de literatura*, en cuanto a personaje, trama, nudo y desenlace. La ficción tiene ciertos toques detectivescos y un final de novela negra inesperado por el lector. Hay un narrador en primera persona y una pregunta que surge en el desenlace de manera reiterativa ¿Para qué sirven los alfileres? El narrador cuenta historias y sopla globos, unas burbujas erigidas con palabras. Además, dice: “Soy un narrador en primera persona” (2002:77). Pero también, hay un narrador instruido, que: “No imagina la lógica interna de una realidad fabricada solamente con palabras, con palabras escritas, una realidad de tinta y papel. Conoce la apariencia, la externalidad, pero no alcanza a intuir un mínimo del significado de este universo, ni las diferencias con el suyo” (2002:78). Se construye un mundo que no es el mundo real, puesto que hay en la novela una dialéctica de la realidad - lenguaje. La escribe Darío Jaramillo autor. “La escribo yo, el Darío – autor, el dueño de la pluma, a tinta y la libreta, según el inventario de Darío personaje” (2002:143). La novela es un juego, juego de ficción-realidad, juegos del lenguaje: “Tal es la lógica, su simbología, su dialéctica realidad lenguaje” (2002:79). La novela juguetea con cuatro planos, como quien arma un manual de instrucciones, para ser seguidos al pie de la letra, pero con un final de golpe, porrazo y sangre. El primer y segundo plano de la novela juega con crear y describir personajes, juegan a develar la historia, el narrador y el autor. Los personajes son seres de ficción que intervienen en una historia inventada, que nacieron de la relación con los amigos o amigas del autor. Son: “seres de tinta que existen porque yo cuento que existen. Ellos ignoran que son personajes de una historia, no saben que por sus venas circula tinta en lugar de sangre. Los personajes sin voz propia como la que yo poseo-primera persona, personaje, punto de vista, bisagra-conservan la ilusión o la certeza de ser personajes reales, actúan como tales, o eso tratan, reaccionan como tales, como tales tienen la capacidad y la inclinación para engañar” (2002:80). Parodiando el epígrafe de la novela : “Ya no son nada sino vocablo y figura” (2002:8). Darío el autor inventa un personaje, ¿su doble? Que también, se llama Darío Jaramillo, él sabe que es parte de la historia, es un personaje hecho de palabras cuya suerte depende del autor, es decir de la pluma Mont Blanc. El autor crea burbujas con palabras, tiene un alfiler para destruir las burbujas, hacerlas explotar en el momento que lo desee. La novela en este plano funciona con la relación construir- destruir-inventar personajes.

El autor es todo poderoso, un creador.  Darío, Ana, Juan, Mariapé, Angela, Nicolás son partes de la historia para mostrar que el juego del alfiler no es caprichoso para el señor de la pluma. Una realidad inventada con palabras, se crea un mundo, un universo “una historia inventada como una burbuja” (2002:19). Darío es el amo y señor de la novela, él indica: “Aquí estoy yo, hoy con una pluma Mont Blanc en la mano, mañana ante un procesador de palabras y amo y señor del cuento. Inflando la burbuja, y también propietario del alfiler para hacer plop a las historias y desaparecerlas, estoy yo advirtiéndome que tendré muchos problemas para condescender a que un Darío de ficción, inventado por mí, sea personaje de esta novela” (2002:19-20). En los otros dos planos, la ficción “EL JUEGO DEL ALFILER” sostiene la siguiente idea, advirtamos: “El juego del alfiler tiene reglas inextricables. Los personajes desean que su voluntad sustituya el destino. Y también están los hechos. Las verdades son hechos y las mentiras también lo son. El destino escoge cuáles hechos, mentiras o verdades, se convertirán en la cadena de causas que conduzcan al final verdadero” (2002:145). Mentiras y verdades darán el final de la historia. Darío – personaje, es abogado, viaja periódicamente, detesta viajar, detesta el mar y la playa. Su deseo está en el sedentarismo, es “domestico”. Un día, mejor una tarde al ingresar a un restaurante “Boca de Ratón”, Darío- personaje se encuentra con un antiguo compañero de bachillerato, es el propietario del restaurante y que se hace pasar por ciudadano italiano. Es Félix Leal, mejor Felisberto González, este ha cambiado de identidad, dice ser otro. Desde ese momento, del encuentro, Darío, Ana y Juan, se dedican desenmascarar su identidad, su vida, su pasado y sus negocios. Se empieza a contar así la historia de Felisberto González, un sujeto pobre, con resentimiento y con ganas de imitar a sus compañeros ricos. Tuvo una firma constructora en la ciudad de Medellín, lavó dólares y huyó con ocho millones de dólares, lo buscan las autoridades y sus acreedores, en su búsqueda aparece otro personaje Clodoveo Mackenna Pombo, compañero de Darío en la universidad, quien también ha logrado ubicar a González y con la idea de pedirlo en extradición o recuperar el dinero robado a sus acreedores. Hay pues unos pagarés de unos narcotraficantes (Durango, Taxímetro y Clemencia). Dos han muerto, mejor los ha matado su compinche, Taxímetro, el narcotraficante, está recluido en una clínica mental desde donde hace sus fechorías, la puja por el dinero desencadena un final trágico. Taxímetro se ve por fuera del arreglo y manda desde su reclusión, en la clínica a matar a todos, en ese instante de muerte el autor explota su burbuja y estalla lo que leeremos a continuación: “Para Taxímetro era fácil y barato contratar el trabajo que seguía. González fue el primero. Cayó abaleado a la entrada del restaurante. A Clodoveo lo mataron desde una motocicleta cuando iba manejando su carro. Darío fue más difícil porque no tenía horarios fijos ni compromisos en las noches. Una madrugada, engañaron al portero de su edificio y forzaron la entrada de su apartamento mientras él dormía. Fueron hasta su alcoba. Lo acribillaron en su cama sin que despertara a ponerse la prótesis para llegar con dos pies a la otra vida. Plop” (2002:151).

El desenlace de la historia es inesperado y fatal, nadie como lector esperaba ese final, así la monstruosa realidad de unos hechos se nos muestra también, como es en nuestro hermoso país. ¿Para qué sirven los sicarios, digo los alfileres? Para hacer brotar la sangre…

...... 

   Ver manual de crítica literaria de Gustavo Alvarez G. Editorial Planeta, donde se trabajan estos elementos (personaje, trama, nudo y desenlace) faltaría el narrador para completar los planos.

 

 

sábado, 1 de enero de 2022

El Inmortal / John Galán Casanova en el Ateneo


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El inmortal / John Galán Casanova

Víctor Bustamante

John Galán Casanova ha apostado por escribir una clase de poesía muy personal donde prima su intento de apartarse de cierta formalidad y en la apariencia con que se escribe al huir y dejar de lado una tradición y llegar al otro apartado: la anti poesía, lo cual es asimismo, otra manera de intentar escribir, pero también de continuar con la misma tradición al tratar de ser distinto con una poesía que, en apariencia es diferente pero que es la otra cara de la moneda en lo que se refiere a lo conceptual. Así, él recurre a lo más extremo de sus posibilidades para a aferrarse a esa otra frontera porque nada fuera de eso parece llamarle la atención. De tal manera él busca otras tentativas, otros universos para salpicarnos de las agudas, pero mancilladas propuestas de lo tradicional. Eso sí él no es un escritor de poesía artesanal, de versos compasivos, sino que él huye de los oasis de lo bonito para sacudirse y sacudirnos con su ofrecimiento poético. Galán no acude al lirismo, el secreto de su poesía descansa en lo otro, es decir abre las puertas para expresar a su manera, para parecerse solo a él, en una intención que lo llevará a ser contradictorio, en cuanto a los temas que son los mismos, a pesar de que no maquilla su escritura con tonos trakleanos, o los angelicales que enfatizan en Rilke. No, Galán en su forma de escribir se expresa de manera contundente, con otro decir.

De ahí que al leer El inmortal nos aventuramos en ese otro universo. Pero, ¿qué es ser inmortal?, Borges, a quien nombra, ya lo había dilucidado, y a él apela Galán, para definirlo a su manera. En su poema “El inmortal” la idea principal subyace en lo cotidiano, en la vida diaria que mancha los ensueños del poeta, esa vida diaria que exige pagar la renta, comprar y consumir para mantenerse vivo y actualizado y, sobre todo, para estar incluido en un medio social; este es el énfasis que Galán trata en su poesía. Y así en “El inmortal”, su inmortal, no especula como Borges con mundos posibles ni ciudades eternas ni tribus que esperan al caminante en una amarga noche con ríos memoriosos. No, Galán lo afirma de una manera confidente y más prosaica:

 

El genio de la botella

se me aparece

y dice:

¿qué prefieres, John Galán,

la inmortalidad o el Nobel?

Elijo el Nobel.

La inmortalidad

no paga las cuentas

de servicios.

 

Nada más cierto, la inmortalidad, no da réditos en un mundo donde el consumidor es el rey pálido y apresado, eso sí siempre tiene la razón y otras arandelas. En cambio, el Nobel con todas las argucias y la oscuridad de sus conciliábulos, da una suma jugosa de dinero que colma la alteridad y la persistencia de haber escrito muchos años a quien le sea otorgado para vivir tranquilo. El escritor puede continuar con su periplo creativo necesita dinero, y buen dinero, para seguir con una vida nunca parva sino de excesos para sacudirse de la extremada frialdad que produce la falta de efectivo que le ha producido su rechazo al medio donde vive. Asusta con sus versos, pero es para que sea acogido más tarde.

Así, en este poema que podría decir es la piedra basal de John Galán no solo huye de la inmortalidad como idea metafísica y signada por la religiosidad, sino que reclama al editor, y se contradice al decirse que su gloria será post morten, al tener listos los retratos, al querer ser leído en diversos idiomas y, sobre todo, leer en el programa de Yamid aquel vendedor de ilusiones, culebrero lopista, “que olfatea y espera el zarpazo final”. No sé si en realidad Galán quería leer su poema en este programa o es una broma finita porque cuando uno ironiza, de alguna manera pretende ser invitado donde el periodista travieso, corifeo de los políticos.   A veces Galán juega con la idea de ser un relegado, pero la evade para pedir un epitafio, estar en la biblioteca. Todas esas ideas son base, además, para su contradicción, ya que el poeta sí quiere ser inmortal, pero a su manera, y eso sí con una gruesa cuenta bancaria que el Nobel le otorgaría.

Cada uno de sus poemas da la sensación de que necesita un proscenio; sus puestas en escena, para lo cual justifica ese cinismo algo alentador para arrancarle una sonrisa a quien lo escucha y decirle como él quiere ser distinto a toda una tradición que solo posee dos autores que para él merecen ser nombrados, Silva en Gotas amargas y Vidales el de Suenan timbres. Pero miremos que Silva fue una copia de un dandy francés extraviado en la Bogotá religiosa, ultramontana y conservadora de fines de 1.800, dejado de lado por el establecimiento, como un espécimen que poetizaba temas que no les interesaba y Vidales un poeta de carácter surrealista que terminó siendo confesional y escribiendo poesía social de segunda clase. Cada uno planteó su concepto de vanguardia en su momento, pero ya sabemos que las vanguardias son una ilusión, duran poco.

Pero esa roca basal, esa muralla que erige Galán tiene que ver no con esa puesta en escena sino con algo que le fluye y lo reta, y que en él tiene un solo sentido: la creación. Galán se ubica en el contexto de sus puestas en escenas al mencionar su nombre con asiduidad, al dedicarle un poema, o sea, que celebra desde otro ángulo, la curiosidad de su nombre, al cual le rinde no solo un homenaje, sino que lo desgrana con sus significaciones, lo cual le basta al lector para realizar lo mismo e interpretarlo. Galán muy whitmaniano se celebraba así mismo, se canta así mismo en un acto heroico cuando mucha poesía de sus contemporáneos desaparece con el yo a cuestas, muy descolorido. En “Acerca del autor” y Detrás de un nombre”, Galán entreteje sus especulaciones acerca de ese nombre que mezcla dos atributos, para unos masculino y para otros de excesos, o de pleonasmo porque Giacomo Casanova fue todo un galán, lo cual es innegable, pero John no se apega a esa leyenda que él carga como un pesado mármol con tantas significaciones, no solo como referencia a su apellido sino que se celebra con la ilusoria casa museo con su nombre, con su lugar de nacimiento y su ámbito venerado en la memoria.

Al construir su contexto, y ya terminado, no puede salir. A partir de la fortaleza que le entrega su seguridad, su casa poética, es decir, su yo, recrea el poema en su propia lectura sobre el escenario. Él determina lo que ha de suceder, debido a su entusiasmo, por esa razón lo que va a ocurrir no podría suceder, ya que él lo controla, al quitarse la camisa como un frontman, pero es un poeta que leía nada menos que poesía ácida. De ahí que este suerte de happening, su puesta en escena ya no lo suelta, pero en realidad es él quien se deja arrebatar, ya que su yo poderoso celebra sus años, su yo está presente ante el paso del tiempo que despiadado lo persigue y él mismo lo atenúa con su humor y la sordina de su pensamiento, y así trata de arrastrar al lector para volver a desordenarlo todo. Y entonces tiene presente como antes era arrastrado por ser incondicional con algunos poetas "laureados", pero ahora toma la delantera y se vuelve él mismo, así que toma su propio andar, ese riesgo de pocos. Dejando todo tras de sí, en parte tantas máscaras destrozadas del poeta como fabulador del establecimiento.

Traducido al lenguaje de la poesía, esto supone que el escritor cometa su propósito primordial, explorarse de una manera total para que esos instantes valiosos de su trascurso no se olviden, ya que lo que escribe lo tatúa de una manera que él no quiere que se diluya en el tiempo jugador, no, él lo preserva a través de la poesía. Cada uno de su actos, lo que le interesa, lo hace perdurar a través de la escritura, incluso todo lo que no nombra, se sugiere, crea la curiosidad, pero no, él la esquiva. Lo que sí es cierto es que ese presente tan valioso a él, debe poseerlo a través de la palabra misma.  De no hacerlo la memoria se lo reclamaría. Y así, al leerlo, al buscarlo en sus páginas, concluimos que ahí está de cuerpo presente Galán, y que cada uno de sus poemas está sometido a sus designios, incluidos los desperfectos del momento, cuando quiere ser moderno y de vanguardia y eso sí con la sospecha que uno escribe sobre lo que no quiere que se olvide, como si el pasado fuera un caleidoscopio poderoso, único, que determina. No cabe duda, el poeta sigue creando, hurgando y sacando los estribillos de su vida interior; de ahí que él se atreva a buscar y a compilar otra manera de poetizar, pero no como un advenedizo que hace cualquier cosa con tal de no aburrirse o con tal de cumplir rápidamente con la orden que le dieron, sino de que se note su huella, que es su cara presencia en cada uno de sus versos que a veces nos dislocan pero que no podemos olvidar que es un regreso a ese origen ya planteado desde Gotas amargas, pensar el umbral de otro poetizar, que es la intención de Galán para huir de lo mismo. Un poeta, al tratar de ser distinto, nunca se aburre porque también su libertad creativa es un camino a la indagación. De ahí que en Galán Casanova esa fuerza, su fuerza, se sienta de inmediato.

John escribe en la medida que sabe que cada acto poético irreparablemente tiene un final y que no podrá quitar las manos de sus huellas. Cuando él muestra algo, el momento bajo lo que escribe no cede, pero algún día, él tiene el temor a que ese evento o persona habrá desaparecido por completo. De ahí ese magnífico y tenso poema sobre su padre donde refleja esa ascesis por la figura paterna, así lo haga en un tono algo cáustico, que hace que lo escriba y describa, pero el lector sabe que la cara presencia de su padre es aún más fuerte, incluso más allá del poema que lo nombra.

Así como el poeta se ve impulsado a dejar su presencia en cada poema, quien lo lee también se ve sacudido a volver al libro sobre el que camina, y crea algo, ese algo que necesita ser releído y juntado luego en otro poema. Me digo, lo digo de una vez, cada libro es un palimpsesto donde el poeta se abandona, es decir, se deja ahí, se matiza ahí en sus palabras que son su aliento, su verdad, su testimonio; cara presencia. Saber esto forja un territorio seguro, del que ya no se necesita suavizar nada, o por lo menos no lo que se muestra al leerlo. A pesar de todo seguirá la poesía, su escritura, su deambular y su precisar por sus territorios inescrutables, a veces, otros tan presentes.  

Con la poesía no moriremos, persistirá, acaso lo incomprensible que a veces causa desazón, ya que estamos acostumbramos a no salir de nuestra comodidad y de nuestros asertos, pero más allá de esta incomprensión que no tiene sentido   John Galán Casanova posee el mayor de los corajes, pisar y continuar sobre ese suelo sagrado, tan seguro, que él ha ido construyendo a pesar de no desear la inmortalidad.