lunes, 27 de julio de 2020

Entrevista a Carlos Palau por Teófilo Rodríguez


Carlos Palau



Carlos Palau (Cali, Colombia, 1952), director, guionista y productor de cine; se formó en el Conservatoire Libre du Cinema Française, en París. Hasta la fecha, ha dirigido cinco largometrajes: En India, documental rodado en India, Nepal, Cachemira y Sri Lanka, A la salida nos vemos, sobre la vida adolescente en un colegio de provincia manejado por religiosos, Hábitos sucios,  inspirado en un caso judicial real, El sueño del paraíso, que relata la inmigración japonesa que se produjo en los años 20 hacia el Valle del Cauca y La caravana de Gardel, acerca del recorrido que los restos mortales del cantante de tangos argentino realizaron en 1935 a través de las sinuosas montañas colombianas, desde la ciudad de Medellín hasta el puerto de Buenaventura. Ha recibido importantes premios por su obra en numerosos festivales internacionales de cine, como los de Cartagena, Valladolid o La Habana, entre otros.


Carlos, ¿Hasta qué punto era importante el cine en el ambiente familiar que viviste durante tu infancia?

La deliciosa adolescencia la viví en un pueblo pequeño llamado Tuluá, donde hice mi primer largometraje en 1985, recuerdo esa querida etapa durante los años 60. Allí, el papá de un compañerito se hizo con el viejo y bellísimo teatro del pueblo, donde pasaban desde las maravillosas películas de El Santo o El enmascarado de plata hasta las de Buñuel y la Nouvelle Vague.

Claro, para mí, todo ese universo que se me revelaba en estas maravillosas películas influyó un día en mi decisión de abandonar definitivamente mis estudios de derecho, irme a Bogotá y encontrar un papel de extra en una cinta erótica colombo-italiana con Barbara Bouchet y Carmen Bilani, se filmó en Medellin y allí quedé fascinado al ver cómo se hacía una película.

La amistad que hice con el director italiano Mauro Ivaldi hizo que éste me asegurara que si viajaba a Roma me ayudaría convirtiéndome en su asistente de dirección. Mi padre, después de mucho pensarlo, decidió ayudarme a viajar a Italia; pero con una condición: ¡Sólo me daría un billete de ida y 200 dólares!

¿Qué película hizo que decidieras dedicar tu vida al séptimo arte?

Indudablemente, La novia vestida de negro, de François Truffaut, fue fascinante para alguien que se paseaba casi siempre solo por los teatros descubrir esa película, ¡Fue casi lo mismo que sintió San Pablo cuando cayó del caballo rumbo a Damasco!

¿Cuánto crees que queda en ti del niño que se maravillaba ante las historias que se contaban en la gran pantalla?

Aunque los años nos hacen a todos un poco más escépticos y cínicos, afortunadamente, conservamos aún ese deslumbramiento por las cosas simples de la vida, como mis caminadas de cada tarde por la ribera del río Cali, donde los árboles, el agua y el viento me hacen sentir vivo y agradecido de estarlo.

¿Qué te dijeron en casa cuando les contaste tu decisión de estudiar cine?

Como te decía anteriormente, mi padre cedió, finalmente, e hizo posible el viaje a Italia, que fue todo un fiasco; cuando encontré al director italiano en las afueras de Roma, se extrañó de verme allí y nunca más quiso recibirme.

Aquellos 200 dólares se esfumaron como por encanto y terminé, como buen sudaca, vendiendo periódicos en las calles de Roma, lo que finalmente resultó fascinante, ya que en la Piazza Navona conocí a Richard Burton, que me regaló diez mil liras al pensar que le pedía dinero cuando, asombrado de verle, me acerqué a él; también conocí con mis periódicos a una directora de teatro, Ángela Redini, muy amiga de Rafael Alberti, vecino de ella en el barrio de Trastévere y que estaba montando una obra de un primo de mi madre, Enrique Buenaventura, obra que conocía muy bien.

Así que pasé de vivir en un albergue de inmigrantes africanos, tan pobres como yo, a hacerlo en un ático en vía Arco dei Monti, junto al Campo da Fiori donde, gracias a ella, conocí a Alberti y a algunos maravillosos directores italianos; pero la vida no se terminaba allí, sólo era un trozo del camino y ya sabía que sería duro y largo de recorrer.

¿Por qué elegiste concretamente París para formarte como cineasta?

A París llegué por el fiasco de mi desencuentro con el director Mauro Ivaldi y la claridad de que no podía convertirme en el mantenido de una notable directora de teatro romana; así que una tarde descubrí que la embajada de Francia se encontraba cerca del Campo da Fiori y me animé a entrar. Al preguntar que si en París tenían escuelas donde estudiar cine, me sacaron una lista de cincuenta. ¡Qué paleto y pueblerino era yo en esa época!

¿Cuáles fueron tus primeras impresiones como alumno de cine en Francia? ¿La realidad superó tus expectativas o te defraudó?

Una amiga colombiana, que aún vive en Florencia, me ayudó muchísimo a diseñar la estrategia para que mi padre me ayudara a ir a París, que no sabía ni dónde quedaba... Estando en Florencia, recibí una llamada del consulado de Colombia en Roma en la que me anunciaban que había recibido un giro de mi padre.

Al otro día estaba en Roma recibiendo los 800 dólares enviados por mi viejo y que pedí me dieran en francos franceses, ¡Una fortuna!. Así que, cual brillante paleto, llegué a París con mi inmensa maleta a ver por dónde comenzaba.

Y en la Alianza Francesa, donde alquilaban unas pequeñas habitaciones, me puse a estudiar francés y me matriculé en esa pequeña escuela de cine donde no entendía nada, sólo me enteraba cuando volvía a mi cuarto y traducía todo lo que nos habían enseñado durante el día. Una vez, otro sudaca, como yo, con quien había hecho buena amistad, me dijo que él vivía en un pequeño apartamento no lejos de allí y que me lo dejaba muy barato.

Hasta ahí llegó un día un señor que tocó a la puerta diciendo ser un enviado del Banco de Roma y que el cajero se había equivocado, que no eran 800 dólares los que debí haber recibido, sino 300.

Al ver mi sincero nerviosismo, me dijo que no me preocupara, que su función era encontrarme y cerciorarse de ver si podía recuperar para el banco ese dinero, pero veía que no había por dónde.

Siempre me ha acompañado una mano poderosa salvadora que en los peores momentos llega en mi ayuda, como la de una señora del consulado de Colombia en París; gracias a su bondad, hizo que conociera a un sonidista francés casado con una cartagenera, abriéndome así las puertas de la televisión francesa, donde hice un largo recorrido como aprendiz en programas de variedades hasta llegar a películas filmadas  en los estudios de Joinville le Pont.

Tuve la suerte de que Marcel Bruwal, director de una de esas películas, me acogió con gran cariño y me permitió ver cómo hacía una de sus cintas, protagonizada por Michel Piccoli, Daniel Lebrun, François Simon… durante seis meses, no salí de mi asombro. Estaba aprendiendo, ahora sí, cómo se hacía una película; después vendría descubrir la Cinematheque Francesa y a su director, Henry Langlois, a quien seguía en sus cursos sobre el expresionismo alemán.

Por la Cinematheque pasaban todos los grandes cineastas del momento, como Rosselini, Godard o Pasolini, a quienes escuchábamos embelesados; más tarde descubriría que en el Colegio de Francia se podía escuchar, de forma gratuita, a Michel Foucault, Claude Lèvi- Strauss o Roland Barthes y en la universidad de Vincennes, el reino de la anarquía, a Gilles Deleuze y Félix Guatari.

Apasionantes años de formación, festivales de teatro en Nancy, donde conocí a Julio Cortázar, en Cannes, adonde llegaba como Pedro por su casa; aunque sin un duro. De esa época parisina sólo guardo los mejores recuerdos y el privilegio de haberla vivido.


¿Crees que el cine de cada país tiene su propio adn y va dirigido a un público geográfico muy determinado o piensas que sólo hay buen y mal cine, se haga donde se haga?

Sí, cada país tiene su marca cuando de cine se trata. El expresionismo alemán, danés o noruego sólo se pudo cultivar en esos parajes fríos y solitarios, que nos dieron a un irrepetible Ingmar Bergman.

O como la Nouvelle Vague sólo se pudo hacer en Francia, ya que nació de la rebelión de unos jóvenes críticos que no querían más ese cine clásico acartonado que se hacía en aquellos años 30 y 40.

Lo mismo ocurre con el neorrealismo italiano, sólo pudo incubarse en Italia, dadas las condiciones de pobreza durante y después de la II Guerra Mundial. Ahora, ¿Quién sino los hindúes pueden hacer el cine que ellos hacen?

¿Siempre tuviste claro que, tras tu formación académica, ibas a volver a Colombia o en algún momento pensaste quedarte a trabajar en Europa?

En París, descubrí El Viaje de los Comediantes, película de Theo Angelopoulos, quedé tan maravillado con su cine que me fui a buscarlo a Grecia, eso fue amor a primera vista.

Dos años después de ese verano en Grecia, en 1977, se anunció en las carteleras de los cines de París otra película de Angelopoulos, Los Cazadores, grandiosa. Y volví a Grecia, recorriendo el Peloponeso en bus y en una estación donde debía tomar una conexión para bajar más al sur estaba Theo Angelopulos.

Lo vi desde la ventanilla creyendo que alucinaba. Me bajé corriendo, le pregunté si era Theo Angelopoulos y el paleto que llevo a todas partes le dijo que estaba en Grecia gracias a sus películas. Pasé tres memorables días con él y su familia.

Una tarde, mientras navegábamos, me dijo que uno tiene que hacer cine en su país. Fue él quien me reveló lo que años más tarde haría después de mi viaje a India, regresar a Colombia.

¿Qué te atrajo de India, Nepal, Cachemira o Sri Lanka para ubicar allí la acción de tu primer largometraje?

En un viaje por tierra desde París a África del Norte, conocí en Túnez a una joven francesa con quien habría de vivir en París durante varios años. Su padre, Mario Bianchi,  trabajaba en ese momento para la AFP, con sede en Nueva Delhi. Tuve siempre en mis recuerdos el poema El sueño de las escalinatas, del poeta colombiano Jorge Zalamea, ambientado en Benarés.

Llegó por fin el día de ir a la India para visitar a mi suegro, pero la relación terminó en medio de ruidos y vacas vagabundas en un país que casi me enloquece. Así que comencé mi propia bajada a los infiernos, saqué mi cámara y comencé a filmar en Benarés El sueño de las escalinatas, que se terminaría llamando En India.

Tu segundo proyecto de larga duración, “A la salida nos vemos”, obtuvo en 1985 un importante respaldo por parte del público e incluso fue premiado en varios festivales internacionales de cine, como el de Cartagena o Valladolid; sin embargo da la impresión de que no supuso el ansiado trampolín hacia la consagración definitiva. ¿Por qué no volviste a rodar hasta 2002, cuando vio la luz “Hábitos sucios”?

Cuando en Cannes vieron A la salida nos vemos, que estaba en proceso de ser seleccionada, me dijeron que la película estaba muy bien, pero que hacía unos años había estado nominada una película francesa parecida a la mía, La Boum, con Sophie Marceau, fue un momento muy triste y doloroso.

Recuerdo ir llorando por las calles de París, con los cinco pesados rollos en una caja de cartón, sin saber a dónde ir con ellos. Durante 17 años, en Colombia nadie pudo volver a hacer cine. Focine, adonde todos llegábamos buscando una limosna con que hacer una película, había cerrado.


Más tarde, en 2006, llegó “El sueño del paraíso”, una deliciosa película sobre la inmigración japonesa hacia el Valle del Cauca, ¿Te atrae especialmente la cultura oriental? ¿Qué crees que podemos aprender de ella los habitantes de Occidente?

Durante 20 años trabajé para contar El sueño del paraíso, lo que finalmente se pudo hacer en el 2006. La historia de la migración japonesa a mi tierra estaba inspirada por la novela María, del escritor caleño Jorge Isaacs, esta obra literaria fue el detonante para que nunca en esos 20 años bajara la guardia y buscara hacerla.

Cuando los japoneses llegaron a Colombia, concretamente a mi tierra, aquí sólo había ganado y una incipiente industria azucarera; fueron ellos los que condujeron el primer tractor y enseñaron a sembrar arroz y frijol.

Durante aquellos años del primer cuarto del siglo XX, ejercieron una gran influencia en el crecimiento económico de mi departamento. Por eso, siempre tuve presente, como eje central de la historia, su injusta persecución y confinamiento en aquel hotel-campo de concentración en el que fueron recluidos.

Inicialmente, por pudor, ellos no querían que contara esa parte de su historia, estaban empeñados en que no lo hiciera y yo, al mismo tiempo, les decía que, sin esa parte dramática y vergonzosa que habían sufrido, no haría la película.

Por fin, entraron en razón gracias a una matrona japonesa que los obligó a hacer la película tal y como estaba escrita. Semanas después de terminar el rodaje, esta maravillosa y divertida señora murió ahogada en un lago.

Adoro el cine japonés, especialmente a Kenji Mizoguchi y Yasuhiro Ozu. En Cannes, tuve el honor de sentarme junto a Nagisha Oshima cuando estrenó El Imperio de los sentidos, que causó encendidas polémicas, aunque a mí me hacía gracia ver a tanto critico rasgándose las vestiduras.


Y llegamos a la que, de momento, es tu última obra, “La caravana de Gardel”, una exquisita película que refleja tu gloriosa madurez como ser humano y como cineasta; llama la atención el extremo cuidado puesto en cada matiz de la obra, ya sea relativo al guion, la dirección, el vestuario, la fotografía, la música... es un trabajo realmente sublime, en el que el ritmo no decae ni un solo segundo a lo largo de toda la rocambolesca historia. ¿Cómo ha sido acogida dentro y fuera de Colombia?

Siempre me han tratado muy mal los dueños de las salas de cine, aunque ha habido contadas excepciones; los dos principales exhibidores de mi país, Cine Colombia y Royal Films, no quisieron exhibirla, porque la consideraban muy mala.

Claro, en eso influyó la antigua ministra de Cultura, quien puso a todo el aparato del Estado y a sus críticos a sueldo a desprestigiar la obra; ella me había demandado por injuria y calumnia, así que su venganza fue destruir la película para que no se viera.

Ahora, hemos tenido presentaciones magníficas en eventos culturales a lo largo y ancho de Colombia, me han llenado de satisfacción y han suplido la malparidez de esta gentuza. En 2015, estrenamos la película en una poética premier celebrada en el propio cementerio de San Pedro, donde estuvo enterrado Carlos Gardel, asistieron más de 2 mil personas que se situaron en medio de tumbas y mausoleos, ¡Grandioso, macondiano!

A los espectadores de Argentina y Uruguay les ha encantado la película, han alucinado con ella. Una importante historiadora argentina, Martina Íñiguez, quien -después de profundas investigaciones- sostiene que Carlos Gardel nació en Uruguay, dijo de La caravana que era la página que le faltaba a la historia de Carlos Gardel.

Te imaginarás lo feliz que me siento con esos cines cerrados en Colombia, que pierden miles de millones y que rechazaron con crudeza y humillación nuestra cinta. ¡Que se pudran en los profundos infiernos!

¿El guion de La caravana de Gardel es fiel a la realidad vivida en 1935 o te has permitido incluir ciertas licencias cinematográficas a modo de metáforas estéticas? Me refiero, por ejemplo, a la insinuación explícita de que el cuerpo del Morocho del Abasto fue robado y enterrado en Colombia o al hecho de que en la película el trayecto se realizara íntegramente en coche, cuando (al parecer) se hizo en distintos medios de transporte: Tren, automóvil, mulas, etc.

El guion de La caravana está inspirado libremente en la novela homónima de un amigo, Fernando Cruz Kronfly, quien también, como yo, se tomó algunas licencias poéticas, necesarias para que la historia real fluya sin perder su esencia.

Sólo es una metáfora el que haya enterrado el cadáver de Gardel en las montañas de Medellín; oficialmente, recibió sepultura en el cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires; aunque tengo mis dudas al respecto...

Tengo entendido que esta película ha contado con la participación absolutamente desinteresada de gran parte del elenco, supongo que con ese clima de solidaridad profesional se habrán vivido momentos mágicos durante el rodaje.

Todos los actores y actrices se enamoraron del guion y me dijeron que no me cobraban, incluso uno de los actores principales, Alejandro Aguilar, renunció a un contrato millonario para venir a trabajar gratis conmigo. ¡Estamos locos, Teo, de remate!

¿Cuánto ha marcado a Medellín y a sus gentes el hecho de que Gardel muriera allí de forma tan absurda y trágica?

La ha marcado para siempre, cada año por el mes de junio se celebra en Medellín el Festival Internacional de Tango Carlos Gardel. Es maravilloso, vienen orquestas y cantantes de Argentina y Uruguay, que se suman a las que hay aquí y que son muy buenas. Hacen encuentros, simposios, todo alrededor de Gardel.

Salen de sus buhardillas los francesistas y uruguayistas a darse duro, a ver quién tiene razón. El año pasado nos invitaron y ofrecieron 8 funciones de la película. Fue grandiosa la receptividad que ha tenido la cinta, a pesar de la forzada distribución independiente que está teniendo.

Según ingenieros aeronáuticos que han reconstruido el accidente, es imposible que sea cierta la versión oficial de que fue una ráfaga de viento la que hizo chocar al avión de Gardel contra el Manizales y todo apunta a una falta de pericia técnica por parte del piloto, Ernesto Samper. ¿Crees que se ocultan muchas cosas de la verdadera historia acaecida aquel nefasto 24 de junio por defender el honor de la aviación patria colombiana?

En mi humilde opinión, la fatalidad de este absurdo accidente fue fruto de la rivalidad comercial que tenían las dos compañías de aviación, una de ellas alemana y la otra colombiana.

Por una pueril muestra de rivalidad con el avión de la compañía alemana, que estaba en tierra esperando su turno para despegar, colisionaron frontalmente con él y nos mataron a Gardel, que venía para Cali a dar varios conciertos; por eso los caleños, como también los paisas de Medellín, somos huérfanos de Carlos Gardel.

Uno piensa en la historia y se imagina el traslado del cadáver de Gardel con una comitiva formal, con policías, diplomáticos, periodistas... ¿De verdad fueron dos transportistas anónimos, sin medios de seguridad algunos, los que realizaron el viaje?

El viaje del cadáver de Carlos Gardel se hizo en varias etapas por una compañía transportadora que lo llevó por tierra, a lomo de caballo y en tren. Nosotros, por costos de producción, no podíamos darnos el lujo de filmarlo como fue en realidad, así que tomamos la decisión de hacerlo como lo hicimos.

Fuimos carne de cañón para los puristas, que nos atacaron y dijeron que todo ese viaje así como lo habíamos hecho faltaba a la verdad; así que les dije: “Consigan 5 millones de dólares y háganlo como ustedes quieran y a mí me dejan tranquilo”. Hicimos nuestra Caravana con sólo ¡100.000 dólares!

Bueno, intrigas al margen, tratemos asuntos puramente cinematográficos., cuando hiciste la película, ¿Pensaste en que fuera una cinta destinada, exclusivamente, al público colombiano o la veías con cierto recorrido internacional?

Teo, el único afán que tenía era hacer la película. Era tal el estrés que uno no se planteaba la veleidad de llegar a ninguna parte con ella y mucho menos ganar plata y volverse famoso, esos tiempos ya pasaron.

¿Qué tal fue acogida la película en Argentina?

Te contaba que a la gente que la ha visto y que me ha escrito le ha encantado. Teníamos el estreno para este próximo mes de agosto en Buenos Aires y en septiembre una gira por Uruguay; pero se ha aplazado todo para el año que viene.

Tanto la historia en sí como la película que la relata son verdaderamente fascinantes, ¿Has recibido ofertas de Hollywood para hacer una versión en inglés de la misma?

No, no he recibido oferta alguna; pero, al principio, cuando estaba socializando el proyecto, unos argentinos y colombianos con plata, me ofrecieron hacerla, aunque sin que yo la dirigiera… ¡Los mandé al carajo y la hicimos como la hicimos!!!

Dice un viejo refrán que “Nadie es profeta en su tierra”, ¿Qué tal ha tratado Colombia a tu obra?

Como te contaba, hemos tenido una discreta pero intensa distribución independiente en Colombia, donde el cariño del público es nuestra mayor recompensa. Hace dos años nos invitó la Asociación Argentina de Los Ángeles a una preciosa premier, donde fuimos homenajeados por el estado de California y la ciudad de Los Ángeles; también la universidad de La Florida nos hizo otra emotiva presentación.

Tenemos una página en Facebook, bajo el nombre de La caravana de Gardel, en la que mantendremos informados de las novedades que surjan a todos los seguidores de la película.

Cuéntanos qué proyectos profesionales tienes a corto o medio plazo.

Siempre estoy leyendo, mirando, buscando historias que puedan ser susceptibles de llevarse al cine, pero como están las cosas hoy en día, la crisis nos va a llevar a una pausa muy larga, que debo aprovechar para nutrirme con nuevos proyectos para cuando llegue la ocasión.

Carlos, me gustaría darte las más efusivas gracias por concederme esta entrevista y, sobre todo, por haber soportado estoicamente el tercer grado periodístico al que te he sometido con tan interminable cuestionario. Igualmente, aprovecho tu pasión por la filosofía para pedirte que concluyas este apasionante encuentro en torno al cine con una frase de hondo calado intelectual.

 

To be or not to be,

that’s the question!

 

                                       © Teófilo Rodríguez 2020

 


miércoles, 22 de julio de 2020

O COMISIÓN O TRIBUNALES DE LA VERDAD / Darío Ruiz Gómez




O COMISIÓN O TRIBUNALES DE LA VERDAD

Darío Ruiz Gómez

El  exministro  Pinzón ha dado una opinión –bastante  sustentada por cierto- sobre la Comisión de la Verdad y el hecho de que la mayoría  de  sus miembros (as) sean  sesgadamente de izquierda. Lo cual  es cierto y por lo tanto  hace  discutible  su nombramiento  en la medida en que la tarea de una Comisión de la Verdad  debe ser la de aclarar  con criterio racional  la verdad  respecto  a los horrores que el pueblo  colombiano ha  padecido por parte  de un grupo de violentos  que quiso imponerse a través de la llamada  violencia  revolucionaria  y es el grupo con quien el Estado ha firmado un Acuerdo de Paz  y por otro lado  lograr diferenciar  estos ángeles del materialismo histórico  de los también siniestros  grupos de delincuencia  del narcotráfico en unas fronteras donde unos y otros muchas veces llegan a  confundirse. Una Comisión de la Verdad exige la presencia de jueces probos capaces de vencer la  tentación  de partir de una Verdad pre-fabricada por parte de cualquier ideología al uso porque la Verdad es el único camino posible hacia la reconciliación y la paz. ¿Cuáles son al respecto los fundamentos de justicia establecidos  como premisas  por esta  Comisión de la Verdad  para juzgar a los distintos culpables de este horror que hoy  seguimos viviendo si todavía  aún no  hemos hecho claridad sobre conceptos definitorios como Crímenes de Lesa Humanidad, genocidio?  Los juicios  a los jerarcas nazis, a los dirigentes soviéticos  - ejemplo que no me cansaré de repetir-  por sus atrocidades  se  extienden hoy a Castro, Ortega, Maduro, y a quienes a nombre de cualquier  ideología inhumana pretendan justificar una violencia ciega. Entonces  la pregunta es lógica: ¿Los miembros de la Comisión de la Verdad no debieron  ser escogidos entre quienes  representan  la  justicia de un  Estado de Derecho? Alfredo Molano q.e.p. d.  quien nunca  negó  su cercanía ideológica con las FARC conoció de primera mano las andanzas  de los distintos  Frentes, lo que le impedía como lo dije en una columna aparecida antes de su muerte,  ser parte de la Comisión de  búsqueda de una verdad cuyos victimarios  ya conocía.  Hace poco el padre De Roux  firmó  con el Arzobispo Darío Monsalve un equívoco  comunicado sobre el actual Bojayá  sin que para nada  mencionara  al directo responsable  de esa matanza, Benkos Bihojó  ni haya señalado al ELN  como responsable del asesinato de líderes indígenas y afrodescendientes.  ¿No debería el padre de Roux  ahorrarle  tiempo y  dinero a los contribuyentes  y no dilatar  la espera para que el país conozca la verdad sobre los autores de masacres y matanzas  cuyos nombres le son familiares desde hace tiempos?  Una militante de izquierda como Michel Bachelet   dio una demostración  de su altura moral al presentar  al mundo  un informe objetivo sobre las cloacas del madurismo. Los  métodos  de la llamada justicia  revolucionaria   donde  a nombre de una “verdad”  totalitaria  se recurrió a toda clase de vejámenes, torturas psicológicas  y físicas  para señalar a los “culpables”  nos sirven  en nuestro caso, repito, para poner de presente  ante la opinión pública la diferencia que  existe entre una justicia  democrática  nacida del Humanismo y las farsas de esos” tribunales del pueblo”.  La Mona González ha tenido siempre la sinceridad de reconocer  que milita en el Partido FARC lo que éticamente  la imposibilita a la hora de desentrañar la maraña de mentiras, encubrimientos, que es necesario desvelar para encontrar a los verdaderos culpables y reconocer el sacrificio de las víctimas, pues la verdad  es un problema moral y no un problema político. Recibí un mail anónimo que dice que “Darío Ruiz a través de sus artículos  va señalando  el nombre de aquellos a quienes considera sus enemigos” Claro, ellos pueden calumniar impunemente, chantajear a quien discrepa de sus estrategias recurriendo a la falacia  de que criticarlos  los puede exponer a que los maten. Una manera disfrazada de negar la libertad  de opinión frente a una problemática decisiva que es pública por lo tanto y admitir que quienes realmente corren peligro son aquellos que, en una demostración de libertad intelectual,  se han  atrevido  a hacerles reparos . Vuelvo a Antonio Machado: ”Ni mi verdad ni tu verdad: la verdad”     

LA INTOLERANCIA DE LOS INTOLERANTES / Darío Ruiz Gómez




LA INTOLERANCIA DE LOS INTOLERANTES

Darío Ruiz Gómez

Encabezados por Noam Chomsky, ciento cincuenta prestigiosos intelectuales de habla inglesa han emitido un enérgico comunicado llamando la atención sobre la peligrosa deriva que han ido tomando los llamados  movimientos  izquierdistas  que combaten el racismo en la sociedad norteamericana a partir de la muerte de  George Floyd  y que se dedican hoy a derribar estatuas de “esclavistas” como Juan Junípero Serra –defensor de los indios- o de Colón por el hecho de haber descubierto a América. Esta nueva versión de la Cultura de la Queja ha explotado ahora buscando presentándose una vez más como victimarios y mediante  una nueva policía del lenguaje  a quienes supuestamente  no están  recurriendo al lenguaje correcto para referirse a esta problemática social y racial. Y esta virulenta persecución de enemigos ha expandido su condena a profesores, periodistas, historiadores que no recurran a las citas bibliográficas “correctas” lo que como se señala en la carta de los intelectuales   ha conducido a que en las universidades : “el libre intercambio de ideas sea cada día más limitado” y se imponga  el veto y el señalamiento “a quienes  se aparten de estas normas”. “El fascismo de extrema izquierda que pide lealtad absoluta si no hablas su idioma, practicas sus rituales y rectos sentimientos y sigues sus mandamientos,  pecados por los cuales  serás confinado, perseguido y castigado”  Lo que hace veinte años se llamó en Colombia el fascismo de izquierdas precisamente  - y que ha seguido actuando en las sombras- imponiendo  dogmáticamente  sobrepasado textos revolucionarios y la expresa condena de autores y músicos “extranjeros” como Cervantes, Shekaspeare, Camus, Santo Tomás, Mozart, Bach, Beethoven, Vivaldi y sobre todo con el señalamiento y el linchamiento de aquellos  a quienes consideran de derechas o sea a quienes los critican. Fue la perversa imposición del identatarismo y del igualatarismo mediante los  cuales  una canasta  artesanal tenía el mismo valor estético que la Monalisa  y el conocimiento de un  científico era igual a la ignorancia de uno de estos apóstoles de la nueva barbarie. Lo que Simón May llama “la idiotez social” y que ahora toma nuevos perfiles en su incapacidad para estructurar el discurso de sus supuestos  reclamos  pero disimulando agresivamente su distanciación  respecto a las clases  campesinas y  trabajadoras, el miedo a abandonar  la universidad para enfrentar los sufrimientos que una era histórica tan difícil les presenta. Unas trifulcas alentadas por iconoclastas  aquejados de esa enfermedad psicológica llamada el peterpanismo o sea el miedo a enfrentar el reto de la madurez para quedarse en esa infancia  inventada de los llamados niños grandes. La madurez de los antiguos revolucionarios que dieron su vida por una causa, se ha transformado entonces en la recocha de la llamada oposición que  día a día cae en la necedad y en el nihilismo más peligroso, preámbulo del verdadero fascismo.

Lo que llama la atención es que esta carta la encabece Noam Chomsky un grandioso lingüista y un pésimo político que alentó siempre a las guerrillas y contó con el fervor de los intelectuales progresistas colombianos a quienes, seguramente, va a desconcertar este llamado a hacer de la tolerancia la única vía de la verdadera   defensa de la Universidad.  Pero lo acompañan entre otros Greis Marcus, Jean Buruma, Marck Lilla, Martin Amis, Jhon Banville, Michael Ignatieff, Margaret Atwood, Salman Rusdhdie: “Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias funestas” Ocho años de ideología farc-santista han sido una experiencia de una atosigante  uniformidad política, de censura velada pero certera a la cultura y desconocimiento del significado de  la opinión pública. Banderas, consignas, marchas, huelgas inmotivadas, violencia peterpanesca cuyo secreta consigna es no volver a estudiar.   

viernes, 10 de julio de 2020

La destrucción de Los hornos Hoffman en Itagüí

Los Hornos Hoffman (Luisa Vergara)

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Itagüí, Destrucción y Abandono de su Patrimonio Histórico (83)

La destrucción de Los hornos Hoffman en Itagüí

Víctor Bustamante

Hace unos años estas noticias mancharon la cultura en Oriente: Talibanes destruyen Budas gigantes con 1500 año de antigüedad en Afganistán. Otros años más tarde llega una noticia acerca de la irrupción del Estado islámico en el Medio Oriente, es decir, reaparecía esa mentalidad de fanatismo, que causó malestar, junto a su carácter sanguinario de imponer su cruzada a sangre y fuego. Ese momento aciago fue la destrucción de Palmira, Hatra, Nínive, Nimrod, en Tombuctú. Estas noticias que son lejanas, pero ciertas, demuestran la barbarie de aquellos grupos que solo aceptan su punto de vista para expresar la pobreza intelectual y miseria ética ante el pasado, no asumido como nostalgia sino como lo que ha permitido que la civilización haya creado disimiles maneras de pensar, de analizar y, sobre todo, de respetar el tesoro entregado por la historia, que es nuestra conexión sublime con el pasado.

Estos titulares de prensa confirman la barbarie de estos grupos que dan pábulo a pensar que ocurrieron muy lejos, y por ese acomodo, la conciencia frágil y poco solidaria, se acuna entre la complicidad y el silencio. Aquí en el trópico de las leyes escritas y reescritas, y burladas, con antelación, traen ese servilismo y adefesio local por la mentira, que es la burla con las leyes en la mano.

Por esa razón hiere la forma atroz como las grúas de la empresa constructora, Conconcreto, desarman y echan a tierra lo que fue un complejo, el Galpón Medellín con sus hornos Hoffman, únicos en el mundo. Y aun hiere más la pobreza intelectual del alcalde de Itagüí, José Fernando Escobar, con sus argumentos baladíes, anodinos, que llevan a pensar qué clase de alcaldes son las personas que el iluso electorado escoge, ya que, con esta destrucción, se borra de un plumazo parte de la historia de esa ciudad, que en un tiempo no muy lejano, fue considerada como un polo industrial, ahora reducida a ser solo acreditada por el Día de la Pereza, a lo cual le agrego la pereza de pensar, de ser capaces de preservar la riqueza patrimonial, pero para tener esa sensibilidad, para querer un municipio, se necesita algo que los alcaldes simuladores de la cultura no consideran al no ser ilustrados, a pesar de sus títulos, que como fórmulas apenas lucen para sus puestos públicos, pero que no poseen inteligencia ni sentido común, sino la fatal voracidad del yo.

Itagüí ostenta su historia, pero poco a poco desaparece ante el desprecio de sus actuales autoridades. Un pueblo sin historia se reduce al paisaje habitual: casas convertidas en galpones con la reja de hierro, centros comerciales como símbolo, entrecomillas del progreso, y como su máxima expresión, este alcalde que instrumentaliza con su discursillo lo que no sabe de patrimonio ni de historia para eructar lo que él cree que es su justificación, para permitir, genuflexo, el arrasar con el paisaje, me refiero al valioso acervo de lugares que la piqueta y la infamia llevan a destrozar una de las riquezas patrimoniales de Antioquia y del país.

Son tan pueriles y despreciables los argumentos del alcalde de Itagüí, para la destrucción de los hornos Hoffman, que, junto a su calanchín, el antropólogo del SIPAH, que uno piensa al escucharlos en sus razones que solo son sinrazones con un arduo sinsabor histórico, ya que el jefe, y su calanchín con sombrero y camiseta parecen empleados de Conconcreto. En ellos no hay responsabilidad histórica con el patrimonio de la que fue ciudad industrial. No, ellos tienen solo una direccional, destruir lo que ellos mismos han condenado, sin saber su valor histórico. Por esa razón cuando el alcalde habla de memoria histórica se le cae el juicio, y miente, ya que él precisamente no tiene capacidad ni principios éticos para hablar de ello. Junto a él, arqueólogo, Juan Carlos Diez, luce el uniforme nuevecito de burócrata con las siglas del SIPAH y con una desvergüenza total refiere que con los materiales que queden como desecho después de la destrucción se va a realizar un monumento en conmemoración a las chimeneas, a los hornos, de los que ellos no encontraron una razón, una justificación para no destruirlos. Ambos coinciden con un guion puesto de acuerdo, y repiten que los hornos amenazan destrucción y peligro para quien pase cerca. Eso sí a ellos no se les cayó encima ninguna chimenea, mientras daban sus criterios tan pobres y desvergonzados. Esa suerte de consejero del desastre que es el antropólogo con sombrero light como si hubiera salido para una expedición arqueológica de relieve, cuando según lo que concluimos con su homilía torticera es que no ha salido del solar de su casa.


Buscamos en la red y vemos como en su portal la Corporación SIPAH, señala: Guardianes del tesoro arqueológico de Itagüí. ¿Guardianes del tesoro arqueológico? No sé a cuál tesoro se refieren porque según su arqueólogo y sus declaraciones destempladas los noto dóciles y entregados al contratico y a las limosnas. Miro el link: “Quienes somos”, y cuando leí la mención a lo de Vigías de Patrimonio, se cayó la mascarada y la mentira que reduce el patrimonio a caminadas y no a la preservación.

Arguye, si así puede decirse, el alcalde, dándoselas de adolescente, que este bien no se encuentra en la lista de patrimonio, pero él no cae en cuenta que precisamente, en un país con lagunas y pantanos en los reglamentos, él como encargado de un municipio tiene la responsabilidad de buscar una manera de salvaguardar los lugares valiosos de Itagüí, buscar un consenso para que se logre una moratoria, que se busque una forma de integrarlo al patrimonio (lista de bienes declarados). También aduce una suma extraordinaria para recuperarlos, pero es solo su fantasía, para conmover a la opinión pública, como una manera de justificar su posición anodina y miserable. Se le salió el politiquero tribal a lo Onésimo Sánchez.

Ante tal tipo de imbecilidades en boca de estos dos funcionarios no queda más que uno quedarse perplejo. Es más, para el video de su visita a los hornos, ambos van cubiertos con tapa bocas, pero no es que allí merodee el Coronavirus, sino que más bien parece un bozal para para exhibir su envilecimiento y chapucería. Ambos, parecen muñecos de ventrílocuo, a la manera de Carlos Donoso con Kini y Lalo, mientras su creador, el talentoso venezolano, los acciona y les habla en voz baja para que el público los escuche. Pero Carlos Donoso ya no está, pero sí los desenfrenados, Kini y Lalo, que andan por el mundo burlándose de quienes les pidieron una reconsideración para no destruir ese patrimonio, así como de la comunidad que aun desea que haya puntos de referencia en las ciudades y los pueblos, para que sepan que esas ciudades no empiezan con el mandato estólido de turno, sino que hay todo un peso histórico que identifica estos lugares, donde se expresan personas que hicieron grande con sus ladrilleras, con sus fábricas a Itagüí  y al país.

Hay funcionarios, como los dos mencionados, que reinician un relato, el de la bufonada y el de la risa, el de construir como homenaje a los hornos, con los materiales destruidos, una obra para recordarla. Otra imbecilidad, pura canallada, que no les da pena regurgitar para exhibir como caramelos del llamado progreso a costa de su historia. Caramelos venenosos, por cierto, para ocultar lo que fue una ciudad pujante. Ambos funcionarios, cuya historia les resbala, a lo mejor, poseen como sitios históricos del municipio:  las discotecas de la autopista, los moteles donde el diablo del carnaval asusta a los amantes solapados, y los centros comerciales, como significado y sinónimo de su estulticia. Estas decisiones, sus decisiones dan asco.

Colombia, país sin memoria, país sin historia en su continua Patria Boba, con dirigentes que no poseen sensibilidad para amarlo y protegerlo. Colombia, país atiborrado de leyes, descoordinado, descuadernado, país sin norte, país donde nada se cumple. Colombia, país donde las instituciones del Estado siempre llegan tarde. Colombia país donde nadie sabe nada a la hora de cumplir. Colombia país inculto, sin quien cuide su patrimonio. Colombia país de calanchines y de bufones.


LOS IRRESPIRABLES CONFINAMIENTOS / Darío Ruiz Gómez




LOS IRRESPIRABLES CONFINAMIENTOS
Darío Ruiz Gómez
Cuando las imágenes de  t,v. muestran en barrios populares  de Cali, Tumaco, Buenaventura, Galapagar o Medellín, Bogotá y cualquier ciudad  las calles llenas de gentes entregadas al comercio o la parranda y  que son calificadas  como demostraciones  de irresponsabilidad ante la pandemia que exige el confinamiento de las gentes en sus casas, algo ante lo cual  no dejo de preguntarme sobre el significado del concepto de hábitat  o sea  el derecho a agua potable, a electricidad, a espacios libres,  y cuya estructura cultural es definida no por el individualismo de  la  sociedad  burguesa sino por la persistencia  de las costumbres comunitarias   y por lo tanto su concepto del espacio carece de las características de lo que  en el mercado inmobiliario llamamos propiedad privada, espacialidades privadas. El “no hay cama para tanta gente” de la guaracha  responde a esta  concepción comunal del espacio donde  propios, conocidos y extraños hacen parte de  la familia humana. La calle  es entonces el espacio que  define esta vida comunitaria donde todo  es exterioridad y no interioridad, donde todo es música y baile, caridad y duelo compartido, trueque. Esta vivencia comunitaria del espacio choca frontalmente con las espacialidades aberrantes que se les ofreció  en la llamada “vivienda social”   del gobierno  Santos  mediante  la cual en ocho años se aceleró  la tugurización de  ciudades  y se desintegraron los grupos sociales  abocados a lumpenizarse  en manos del narcotráfico. En estas circunstancias el llamado al confinamiento debió tener en cuenta estas problemáticas que tienen que ver directamente con la  arquitectura y el urbanismo, pero ¿No es esta la característica hoy de la vida de un barrio popular en Nápoles o Roma en Buenos Aires o ciudad de México, en un barrio negro o italiano, ruso  de Nueva York?  La descripción  antropológica  que  acabo de hacer  escatima sin embargo  la verdadera  dimensión del  problema en estas poblaciones: la miseria, el universo de la miseria donde la espiral de la degradación del ser humano  es indetenible y desaparecen las culturas populares, desaparece la noción necesaria de comunidad tal como desaparecieron las mínimas condiciones de salubridad. ¿Por qué se dejó tugurizar el barrio Kennedy en Bogotá? ¿Porqué en Cali como en Medellín la precariedad de las Comunas se mantiene como una estrategia de sometimiento y hoy como  territorio de los nuevos esclavos del crimen organizado negándoles el derecho a contar con espacios verdes, con avenidas de integración para negar el gueto? ¿No son estos territorios  el espejo de las afrentas del desempleo, de la inequidad, del rechazo a la integración del desplazado? Los cordones de miseria conformados por los nuevos desplazados por la violencia narco  en los campos, por  las invasiones propiciadas por los llamados “tierreros” la  irrupción brutal de actores que difícilmente se adaptan a las normas de convivencia de la ciudad  y están creando confrontaciones  inesperadas, constituyen tal como nos lo ha permitido ver esta larga pausa del coronavirus, la tarea a cumplir: el planteamiento urgente de hacer de las ciudades y poblaciones  el hábitat de lo humano, los territorios del ciudadano rescatado de esas terribles servidumbres a que hoy es sometido cuando sus condiciones de vida son deplorables viviendo en tugurios de cuarenta metros donde tendrían que confinarse diez personas en “Unidades” de “arquitecturas” que desconocen las condiciones  climáticas  de cada lugar, tugurios que fueron un gran negocio y hoy son una bofetada a la idea de vida urbana.

¿Era ésta la manera de esperar la pandemia? ¿Dónde se cumplieron las mínimas normas de salubridad? ¿Dónde estaban en Medellín las áreas verdes que paliaran en las Comunas la desesperación del encierro? En un verdadero Plan de Desarrollo no hablamos únicamente de grandes obras públicas sino del replanteamiento de toda la ciudad.     

viernes, 3 de julio de 2020

ANTE JAIME JARAMILLO PANESSO / Darío Ruiz Gómez

Jaime Jaramillo Panesso


ANTE  JAIME  JARAMILLO PANESSO
Darío Ruiz Gómez

“Negro, te recojo”  Me anunciaba  cuando   salíamos a buscar algún bar de tangos para charlas y matar la tarde y si me sonó raro fue debido al hecho de que le acababan de  extraer un riñón. Llegamos a un cafecito e inesperadamente pidió una botella de wisky y comenzamos a beber, yo con la confianza de que después de tres tragos regresaríamos temprano a casas pues con solo un riñón ya no podría beber. Gran error al no darme cuenta de que el riñón que le habían extraído era el riñón que no bebía  y el que le habían dejado era el que mantenía su vocación de dipsómano empedernido. Unos años después sentados en un bar sacó una botella de “Glenfiddich” pidió hielo y comenzamos a brindar solemnemente por nuestras vidas y nuestros  hijos  hasta que  un profesor que pasaba  preguntó por la celebración y le contamos y que estábamos celebrando 50 años de amistad lo que lo emocionó pues consideraba que nunca había encontrado en su vida un amigo. Nos conocimos hacia el año 57 en la recién inaugurada BPP en la Playa y formamos un grupo intelectual definido por el periódico “Movimiento”.  Se dice hoy que alguien se levanta y exclama: ”Soy de izquierdas” y ya está. A nosotros la barbarie nos cortó la juventud ante la visión directa de las represiones , ante la constatación in situ de cómo se asesinaba la Constitución y la República  y ante el hecho de que definirse por un Partido político implicaba el conocimiento previo de lo que filosóficamente suponía la teoría política escogida: era el escenario  de las razzias de los grupos de choque, el bandolerismo, la nueva violencia guerrillera, enmarcando la derrota de la propuesta de una verdadera democracia, estaban los despidos masivos y la intemperancia del ultramontanismo. Al comenzar los estudios de Derecho la violencia ya nos había definido en defensa de los valores de la Cultura Occidental y la defensa de la libertad. La catarsis la constituía el amor al tango y al baile, escogencias de vida, contenidos de juventud como repulsa a la opresión, amor a los valores del barrio. Durante mis largos años en España Jaime no dejó de informarme sobre la situación del país y su compromiso ya definitivo frente a la lucha por un país más justo. Creyó en la filosofía  de la Alianza Popular Nacional y desde esa plataforma se convirtió en un agitador, en un gran orador, el joven Jaime, el eterno enamorado de las mujeres  y de la amistad, enamorado de un país que  fue conociendo a través de su lucha, a través de su compromiso con la Paz traicionada una y otra vez por el ELN, las FARC ,  en los distintas conversaciones  y conocedor directo de las marrullas de esos personajes sanguinarios convertidos en supuestos emancipadores  por la “Iglesia de la liberación”. Fue capaz en la cárcel de convertir en amigos a un grupo de exguerrilleros y de exparamilitares , tarea silenciosa para  responder con la debida  civilidad a los verdaderos enemigos de la paz disimulados  éstos  en refritos de proclamas  pseudorevolucionarios. Contradictorio, injusto como todo espíritu recio muchas veces dejamos de hablarnos, pero jamás dejamos de considerar que sin lo que nos hace humanos o sea la contradicción, la política nos convierte en simples marionetas. Un intenso fuego interior lo ha llevado a pelearse con todo el mundo, a deshacerse insatisfecho con cualquier tipo de conformismo político y el más puro sentido de la amistad le ha permitido demostrar su admiración por Álvaro Uribe y soportar los denuestos de esa izquierda “científica” que aún se cree inteligente sin darse  cuenta de que ya los hechos la han sobrepasado. Hay quienes viven de la política y quienes viven desde dentro los azares y desventuras de la política.  ¿Cuántas veces estuvo Jaime en la cárcel acusado por su rebeldía? ¿En selvas y montañas cuántas veces se expuso a morir con tal de convencer a unos guerrilleros de que dejaran libre a unos secuestrados? El eterno muchacho jamás recurrió al exhibicionismo de alardear de su hoja de vida pues en su caso ya la suerte está echada.  ¡Me quito el sombrero! Hermano Jaime.