NO ANALICES MUCHACHO, NO ANALICES
Darío Ruiz Gómez
Me refiero claro al
refrán popular que reza: “ Si quieres ser feliz como me dices, no analices
muchacho, no analices” Porque llegar a emitir un juicio propio es algo que para siempre nos saca de la falsa bonhomía en que habíamos vivido sin asumir nuestra responsabilidad ante la vida y ante los otros ¿Por qué sustituí a Dios por el Partido? ¿Por
qué acepto sin rechistar lo que me impone cada poder? La noción de individuo
nace de este tipo de cuestionamiento necesario: Lo que se descubre entonces es la vida como
una pregunta que no debe cesar ante cada hecho que compromete nuestra conducta
personal. Debo preguntarme quién es Dios recuerda Kierkegaard, para poder reconocerlo
y convertirlo no en la imagen que
me impone un poder sino una
permanente búsqueda
existencial. Pero abrirse a una pregunta
no es algo al alcance de las almas
tibias que prefieren acomodarse a las
consignas establecidas tal como sucede en la sociedad moderna donde
la alienación de las conciencias conduce al rebañismo, a la muerte
de la libertad. ¿Piensan los colombianos? o ¿Porqué
nunca llegan a pensar, a cuestionarse algo? La respuesta de Fernando González
es certera: “porque los colombianos mueren huérfanos de realidad” ya que asumir los retos que nos hace la realidad es enfrentarnos a nosotros mismos,
es decidir independientemente nuestro lenguaje, nuestra escritura. Sobre el impacto de los
atentados contra las Torres Gemelas el 11 de noviembre, sobre la era Trump, la
crisis europea se han escrito ensayos
muy importantes. Hay películas, novelas
donde se analiza la mentira del juego político y su silenciada violencia en la
actual sociedad española, italiana, mexicana, argentina, las trampas de la banca, el comercio de armas, los camuflajes
de las nuevas mafias del narcotráfico, la trata de blancas, ya que el análisis de cada una de estas
situaciones donde la sociedad es agredida, es lo que nos
permite hacer una
radiografía objetiva sobre
acontecimientos que se hacen históricos por su gran complejidad ya que terminaron
por desvirtuar la misión de la política,
la ética empresarial o sea impactando negativamente
nuestras conductas, nuestros destinos, lanzando a la sociedad a la mayor incertidumbre y a la mayor confusión. Por
desgracia en Colombia solemos hacer lo
contrario ante los traumas causados por
cada nueva fractura social
como las que acabamos de vivir tan
dolorosamente y que necesitan de una
reflexión profunda y objetiva
para no repetir los errores y
para no prolongar el odio que soterradamente
están sembrando los sombríos perdedores de las elecciones ya que por desgracia parece que estamos
como el avestruz escondiendo la cabeza en las tentaciones de la frivolidad
comercial, mientras, tal como sucede con cierto periodismo, permitimos
que se vuelvan costumbre la bajeza
de la difamación y del infundio.
En manos de los agitadores a sueldo, de los
demagogos reencauchados para la ocasión, este mutante
terrorismo distrae a los incautos
de la tarea de hacer frente a los
verdaderos problemas que vive el país ante la
ruina económica que premeditadamente dejó el gobierno
anterior, ante los intentos de un neopopulismo de caricaturizar
la cultura bajo los señuelos del peor de
los identatarismos maduristas y sobre
todo para recordar a esos alaracosos perdedores que ellos firmaron su acuerdo de
paz renunciando a la violencia, al juego sucio de seguir intentando desestabilizar el país
olvidando que su verdadera tarea consiste en fundamentar la existencia
de una oposición política respetuosa del libre juego de opiniones que se supone es la esencia de una
democracia.
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