viernes, 2 de noviembre de 2018

LA PATRIA ÍNTIMA / Darío Ruiz Gómez



LA PATRIA ÍNTIMA

Darío Ruiz Gómez

El expulsado de su tierra ha sido, desde las Sagradas escrituras  una imagen constante para señalar  lo que implica la violencia contra los inocentes y a la vez la fortaleza de la humildad ante la tiranía.  Estoicismo, virtud esencial para cruzar el árido desierto tal como en su magna obra poética lo describe Edmond  Jabés, virtudes calladas sobre las cuales se erigen las metáforas  de la epopeya de la liberación humana, del pueblo sometido.  Los venezolanos  lanzados por  la tiranía a la diáspora remiten necesariamente a esas imágenes de destierro y de expulsión de una comunidad imágenes  que se repiten  una y otra vez  en Colombia–caso de Tarazá-  pero convertidas aquí  en historia silenciada y negada ya que sus relatos “no han sido vistos ni escuchados” por  los historiadores  de oficio. Repetir  la  historia es realmente  el castigo por haber tratado de ignorarla  ya que aquello que pretendió  silenciar nuestra desidia regresa siempre  a recordarnos  una responsabilidad postergada. La palabra del justo nopuede ser la palabra del tirano y en  los  relatos del destierro  la verdad  no brotará de los acomodados  testimonios  y frías estadísticas   de los  propietarios de la llamada memoria histórica  sino de cada lugar, de cada recodo de un camino, de cada calle donde los asesinos actuaron con una total impunidad. Las heridas  que la brutalidad dejó en la memoria de una niña o de una adolescente brotarán  impensadamente  en el futuro con la fuerza de una  llama,  de manera que quienes  llegarán a reconocer  el rostro de los asesinos, quienes  los someterán a juicio  no será  la justicia de los jueces en  tribunales de ocasión  sino la implacable  justicia del inocente silenciado. En la desheredad como señaló Annah  Arendt es imposible  intentar rehacer aquello que la violencia destruyó, de ahí que, afortunados  quienes  no tienen patria  ya que  pueden hacerla cada día. De ahí la certeza de que la verdadera patria del ser humano  es el lenguaje ya que el lenguaje constituye en medio de los yertos caminos  del destierro el refugio del alma del perseguido, ese espacio íntimo donde ya no se necesitan las palabras para establecer una comunión con los otros perseguidos. ¿Cómo volver a escribir,  se preguntaba Celan, en la lengua en la cual justificaron todos sus horrores los nazis?  ¿Cómo puede llamarse escritor quien  ha justificado la matanza de los inocentes a nombre de la Historia, a nombre del llamado “futuro socialista”?  Es una pregunta que se plantean  las conciencias libres del mundo después del  de los exterminios de los viejos y nuevos  totalitarismos. Una pregunta que va de Camus a Steiner  y que nuestra clase intelectual no podrá  eludir a medida que vayan  apareciendo  las fosas comunes, los nombres de los niños abusados. Un asesino depravado de la guerrilla  puede argumentar que sus matanzas  estaban  justificadas por las teorías  totalitarias  que le metieron en la cabeza los teóricos de su organización  pero  éste es  un problema de conciencia  personal frente al cual no es aceptable esa delegación de responsabilidades directas, esa disculpa.

Porque el santismo  es una  perversión del lenguaje  y la “utopía socialista”  ha demostrado ser sólo un manual para pillos. De manera que quienes resistieron esta patraña saben que la verdadera  patria va en la intimidad preservada de quienes ahora comienzan a escribir con sus voces acalladas  los relatos de la comunidad que vendrá. P.D El fortalecimiento de la Universidad Pública es el fortalecimiento del conocimiento en libertad.      

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