Darío Ruiz Gómez
En sendos artículos llenos de rabia disimulada señalan Juan Gómez Martínez y J.J. García Posada el caos imperante en las
calles de esta ciudad en donde
reina abiertamente la ley del más
fuerte y en donde los valores cívicos han desaparecido por completo y como en una
distopía de Jim Ballard las calles aparecen
invadidas por conductores y
conductoras frenéticas que no tienen
ningún escrúpulo en abandonar sus vehículos en un semáforo, en obstruir el tráfico mientras
se bajan a comprar algo. Parquean a ambos
lados de manera que la calle se convierte en un espacio inhóspito
para el derrotado peatón. La idea de que las cámaras bastan
para ordenar el tráfico urbano no es
cierta ya que se limitan solamente a dar inmensas ganancias a los
particulares que monopolizan las
sanciones mientras el ciudadano que debe sufrir estos trancones, crónicos ya, levanta su voz de protesta al darse cuenta de que las prometidas y necesarias soluciones que la
tecnología nos daría, se han
incumplido y lo que escuchamos es un ruido de fondo que es
nada menos que el tam tam de aquellas
feroces tribus que perturbaron nuestro sueño en las películas sobre la jungla urbana
en los años 40-50. ¿Quién manda en las calles ante la comprobación de la total
ausencia de la autoridad? “Pánico en las calles” el film de Elia Kazan de los
años 50 radiografió con maestría la violencia que comenzaban a vivir las ciudades modernas.
Un emigrante asesinado en un juego de
póquer entre delincuentes, tiene la peste negra la cual se podría contagiar a millones de personas si no son localizados a tiempo a estos delincuentes. La peste negra
asoló las ciudades medievales diezmando
terriblemente a la población europea. En “El séptimo sello” el film de Ingmar
Bergman el caballero aparece jugando cartas con la muerte a quien - como el inmortal Peralta de
Carrasquilla- quiere distraer para que la peste se detenga. Es el desquiciamiento de una sociedad cuyos habitantes se transforman
de repente en una versión actualizada de
“Invasión de los Zombies” o de los muertos caminantes de “Walking Dead” : la dulce señora que en un trancón
pierde la cordura y se transforma en una fiera que lanza insultos y amenazas, entre choques de vehículos, muerte
de motociclistas, peatones agredidos, el
sonar de las sirenas de las ambulancias. El futuro ya no es
lo que era antes.
¿Cuándo podremos llegar a
casa? Se preguntan los ojos aterrados de
los niños y niñas, se pregunta el obrero
o la empleada ya que los trayectos han
prolongado exageradamente su duración. La
corrupción se encarga de desprestigiar a la tecnología encargada de racionalizar el flujo vehicular pues en una pequeña glorieta una alcaldía anterior que había comprado cantidad de semáforos debió colocar ocho pares de estos cortando el flujo, creando la locura. Revisen calles y avenidas para que
comprueben, caso de Las Palmas, que no
hay peraltes, que los parcheos crearon peligrosísimos
desniveles, dejaron promontorios,
abrieron zanjas, borraron la franja de los peatones. ¿Dónde está la Veeduría
ciudadana? ¿A qué se ha dedicado entonces la frondosa burocracia municipal? En la ciudad abandonada a su suerte rápidamente se borran
las fronteras entre la civilización y la barbarie: no hablemos de las Comunas
donde la locura vial no es registrada por las autoridades, donde la extorsión,
el pillaje redondean esta visión de una ciudad que parece irremediablemente estar
cerca de anularse . Amén
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