sábado, 3 de noviembre de 2018

LA CIUDAD ABANDONADA A SU SUERTE / Darío Ruiz Gómez




LA CIUDAD ABANDONADA  A SU SUERTE

Darío Ruiz Gómez

En sendos  artículos  llenos de rabia  disimulada señalan  Juan Gómez Martínez  y J.J. García Posada el caos imperante en las calles de esta ciudad en donde  reina  abiertamente la ley del más fuerte y en donde los valores cívicos  han desaparecido por completo y como en una distopía de Jim Ballard  las calles  aparecen  invadidas  por conductores y conductoras  frenéticas que no tienen ningún escrúpulo  en abandonar  sus  vehículos  en un semáforo, en obstruir el tráfico mientras se bajan a comprar algo. Parquean  a ambos lados  de manera  que la calle se convierte en un espacio inhóspito  para el derrotado  peatón. La idea de que las cámaras bastan para ordenar el tráfico urbano  no es cierta ya que  se limitan  solamente a dar inmensas ganancias a los particulares que  monopolizan las sanciones  mientras  el ciudadano  que debe sufrir  estos trancones, crónicos ya, levanta  su voz de protesta al darse cuenta de que  las prometidas  y necesarias soluciones  que la  tecnología nos daría,  se han incumplido  y  lo que escuchamos es  un ruido de fondo  que  es nada menos que el tam tam de aquellas  feroces tribus que perturbaron nuestro  sueño en las películas sobre la jungla urbana en los años 40-50. ¿Quién manda en las calles ante la comprobación de la total ausencia de la autoridad? “Pánico en las calles” el film de Elia Kazan de los años 50 radiografió con maestría la violencia  que comenzaban a vivir las ciudades modernas. Un emigrante  asesinado en un juego de póquer entre delincuentes,  tiene  la peste negra la cual se podría  contagiar  a millones de personas si no son  localizados  a tiempo a estos delincuentes. La peste negra asoló las ciudades medievales  diezmando terriblemente a la población europea. En “El séptimo sello” el film de Ingmar Bergman el caballero aparece jugando cartas con la muerte  a quien - como el inmortal Peralta de Carrasquilla- quiere distraer para que la peste  se detenga. Es el desquiciamiento de  una sociedad cuyos habitantes  se  transforman  de repente en una versión actualizada de “Invasión de los Zombies” o de los muertos caminantes  de “Walking  Dead” : la dulce señora que en un trancón pierde la cordura y se transforma en una fiera que lanza insultos y  amenazas, entre choques de vehículos, muerte de motociclistas, peatones agredidos,  el sonar  de las  sirenas de las ambulancias. El futuro ya no es lo que era antes.

¿Cuándo podremos llegar a casa?  Se preguntan los ojos aterrados de los niños y niñas,  se pregunta el obrero o la empleada ya que los trayectos  han prolongado exageradamente su duración.  La corrupción se encarga de desprestigiar a la tecnología encargada de  racionalizar el flujo vehicular pues  en una pequeña  glorieta una alcaldía anterior  que había comprado  cantidad de semáforos  debió  colocar  ocho pares de estos cortando  el flujo, creando  la locura. Revisen calles y avenidas para que comprueben, caso de Las Palmas,  que no hay peraltes, que los parcheos  crearon peligrosísimos  desniveles, dejaron promontorios, abrieron zanjas, borraron la franja de los peatones. ¿Dónde está la Veeduría ciudadana? ¿A qué se ha dedicado entonces la frondosa burocracia municipal?  En la ciudad  abandonada a su suerte rápidamente se borran las fronteras entre la civilización y la barbarie: no hablemos de las Comunas donde la locura vial no es registrada por las autoridades, donde la extorsión, el pillaje redondean esta visión de una ciudad que parece irremediablemente estar cerca de anularse . Amén

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