Liliana Afanador |
2 de
noviembre del 2018
Para José Agustín
Román
Para Blanca
Gómez
Víctor Bustamante
Esta noche, padre, he escrito tu nombre en una cintilla
de color amarillo
Y la he pegado al borde de un altarcito azteca junto a
los demás nombres de los deudos de nuestros muertos amados.
Esta noche es lluviosa, muy lluviosa, y los invitados
conversan en grupos aislados y los invitados somos agasajados con comida y
bebida de México.
Agustín celebra la muerte de sus padres y los rememora
con una foto de ellos en la plenitud de su edad madura, ya que los padres nunca
envejecen ni dejan de ser nuestros
padres, así hayamos recorrido tantas noches detrás de tantos universos y así
hayamos caminado tantas calles lluviosas, áridas o polvorientas creyendo ser
milenarios.
A ellos les ha situado, alrededor de la fotografía un
bibelot, o un presente que instala sus gustos, sus sensibilidades, para darles
a entender en la eternidad de este día como son recordados de una manera tal
que las lágrimas y los reproches no existen.
Esta noche de noviembre siento a México en nuestra memoria, y ya también entiendo la reunión y decencia de la muerte en los grabados de Guadalupe Posada.
Hemos caminado por una senda con figuritas de hojas secas a
sus lados que llevan hacia ese altarcito donde la
cultura indígena no se deja avasallar por la española, ya que se combinaron para sobrevivir. Lo percibo en estos aires
de vino en una tierra lejana como es Medellín.
He paladeado varios tequilas y he viajado al desierto de Sonora
donde el agave azul crece para traerme su sabor.
He esperado a Octavio Paz para que hable de ritos y
ceremonias con sus calaveras de azúcar y alfeñique a la entrada de antiguos
cementerios cuando la fiesta estalla con los deudos que llevan sus ofrendas y
conversan y bailan y beben frente a las tumbas de sus ancestros.
He bebido en Cuernavaca con Lowry ajusticiado por el
mezcal y brindando por el Cónsul que no
ha llegado porque Ivonne saborea sus temores y sus venganzas
México de un azul violáceo y violento en las orillas del río
Bravo,
México alumbrado
desde aquí en la llama de una veladora.
México, hoy he brindado por tus muertos, junto un vaso ceremonial
con agua y sal, donde diversos nombres en cintillas de colores centellean los muertos caros a los invitados
Pero, padre, hoy he escrito tu nombre y has estado aquí
en ese trago de ron que claudica en la música que retiene a los deudos, cuando llegas,
y entonces tu ausencia se hace larga, noche de noviembre,
Cuando la lluvia agujerea techos, fachadas y calles
formando el espejo de tus pasos donde los escasos transeúntes huyen
hacia la niebla
hacia la noche.
Nov.
3 de 2018
Luisa Vergara |
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