LOS HIJOS DE LA
REVOLUCIÓN
Darío Ruiz Gómez
Al ver perorar estos
días a los Congresistas de la llamada Oposición
hasta convertirse en energúmenos
vociferantes pidiendo una vez más la condena de la cúpula militar
acusándola de las chuzadas que “ofenden su derecho consagrado a la
intimidad”, tuve la impresión de sufrir
un dejá vu, la impresión de sentir que ya anteriormente había visto esa escena con los mismos gestos, con
las mismas frases o sea sin incorporar
ningún argumento necesario sobre Márquez, Pablito, el Cauca. La paramnesia, pienso, trae al presente algo que inconscientemente tratábamos de no recordar. Si la
versión original pudo tener algún sentido la que se repite no tiene sentido alguno, es un disparate
ejecutado por actores de repuesto, sin
la atmósfera debida ya que como lo dice
Marx la historia se presenta primero como tragedia y en segundo lugar como parodia y si antes el protagonista fue el revolucionario genuino ahora es un
conspiradorcito el que actúa. Una cosa
es el revolucionario que fue capaz de dar su vida por imponer a lo que
consideraba el pueblo explotado su terrible dictadura –como la historia vino a
demostrarlo- y otra el lamentable seudorevolucionario que jamás se sometió a las rudezas de las selvas, al hambre y las heridas, al
fragor de los enfrentamientos bélicos, a quedar baldado o loco ya que, siempre permaneció en la comodidad de las ciudades o
de las universidades y que formados en Moscú, París, Praga, Londres como sucede
con Iván Cepeda y con los hijos de Reyes que ahora son franceses solo conocen de paso la realidad colombiana. Leí
alguna vez la crónica de un periodista europeo sobre algunas familias de
dirigentes de las FARC residenciados en Suiza en lujosos palacetes y que desconocen la realidad colombiana donde sus padres se habían lanzado a una lucha violenta con el apoyo económico y doctrinario de la Unión Soviética. Una investigación sobre colombianos
en los archivos de la Unión Soviética detalla exhaustivamente los nombres de
quienes estuvieron estrechamente ligados al proyecto de impostar en Colombia el
modelo de la llamada revolución marxista-leninista. El investigador que ahonda sobre estos aspectos que son historia
verificable y que inciden directamente sobre la actualidad de la justicia no está
haciendo “anticomunismo” como lo suelen
calificar los “intelectuales” de izquierda, sino, tratando de buscar objetivamente los puntos de partida
de lo que han significado sesenta años de violencia guerrillera y del
alcance ideológico que supone el llamado
acuerdo de Paz y la tarea que les corresponde a quienes supuestamente
abandonaron la lucha armada para entregarse de lleno a la verdadera
construcción de la paz bajo otros parámetros políticos.
¿Dónde están los
estudios de los miembros de la Oposición sobre el porvenir del campesinado, de
los bosques y ríos, el problema de la vivienda? ¿No dejaron abandonados en los
campamentos a sus hoy exguerrilleros? De Iván Cepeda quien visitó sindicalistas
norteamericanos, recorrió las cárceles del país, y a quien La JEP no le
ha pedido una sola declaración, la
ciudadanía esperaba argumentos y argumentos, un programa de vivienda rural y urbana, un programa sobre la construcción de una nueva democracia con
Londoño y Lozada y no un hombre dominado por una ira insana de
querer que la historia del conflicto se escriba como él quiere, que las
verdades sean las que él escoja olvidando que la historia no son unos archivos
sino un acto de imaginación moral donde por encima de Tribunales de
ocasión las víctimas recobran lo que se
les está negando. Verlos gritando en manada, repitiendo los mismos clichés,
esperando la información secreta que algún periodista les brinde para seguir
inventando un nuevo escándalo, no
fue la tarea que para afianzar la paz les sigue exigiendo
el país a quienes se han convertido en portavoces de nada..
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