Edgar Jaime Isaza Isaza, arquitecto. (Babel) |
Edgar Jaime Isaza
Isaza, arquitecto,
uno de los diseñadores de la U. de A.
uno de los diseñadores de la U. de A.
Víctor Bustamante
Sí, la ciudad mirada
a lo lejos, desde el cerro Nutibara, construida cada año donde arquitectos de
diversas escuelas la han definido. En las fotos de 1920 la línea del paisaje
solo con las iglesias, o los edificios alrededor del Parque de Berrío, concentrados,
y, luego, con los años el Centro ya con otro panorama donde las iglesias quedaron
ocultadas y los edificios de los arquitectos anteriores casi perdidos. Así Medellín.
Desde cualquiera de sus cerros, algunos dicen tutelares, y ahora desde sus edificios,
perturba la imagen en su interior lo que podría llamarse el Centro Histórico,
eso sí con seriedad no con la improvisación y desfachatez con lo que se le
nombra.
Pero en ese perfil
que miramos a lo lejos, perduran casi escondidos los aportes y riesgos de Juan
Lalinde, Crosti, Carré, la religiosidad de Buscaglione, Antonio J. Duque, la
inmensidad de lo creado por los hermanos Rodríguez, Enrique Olarte, las casas
de Carlos Arturo Longas, la fortaleza y misticismo de Goovaerts. La otra oleada
que llega con las líneas rectas y las indulgencias de Ignacio Viera. Federico
Blodek, Federico Vásquez y Alberto Dotheé; otra ciudad.
Ahora la definen los
aportes de Fajardo Moreno con el Coltejer, y Laureano Forero, la elegancia de
Eduardo a Arango, y en lo alto la estafa de la Biblioteca España con el
fantasma de los reyes Juan Carlos y Sofía, y la foto buscada con ellos para la
alabanza y el olvido. La otra oleada con el controvertido e ilusorio camino del
Leed Platino de Carlos Julio Calle, Carlos Eugenio Calle y Marco Aurelio
Baquero en el edificio inteligente de EPM, el Teatro Metropolitano diseñado por
Oscar Mesa y lo construyó Arquitectos Limitada y el Banco de Colombia. Dice su
portal: “IA Interior Architects, Studio Sur suministró los servicios de
arquitectos con licencias registradas en Colombia y las firmas locales AIA y Convel llevaron a cabo el diseño de
exteriores. Así Medellín.
Sí, también la
ciudad a lo lejos destruida con pragmatismo, y brutalidad, cuando la piqueta
acaba con las referencias y no es la nostalgia sino la presencia y el reclamo a
los arquitectos que la crearon, que diseñaron cada una de sus siluetas en cada década.
Ante ese desafuero solo quedan los talentosos fotógrafos, la literatura que miró
a la ciudad y solo una película. Así Medellín.
Camino, caminamos
por lo que un tiempo después los pasillos de lo que será Guayaquilito junto a
las cafeterías, lo que sería la Plaza Barrientos, por el Aeropuerto, y a pocos
pasos nada menos que el costillar de lo que será la Biblioteca Central. Aun no
existe la escultura, El hombre creador de energía, de Arenas Betancur, símbolo
de la universidad, y el maestro Pedro Nel aún no ha comenzado a pintar
alrededor de la biblioteca su fresco. A su mural el maestro le había dado un
título severo, muy existencial, "La lucha de la vida y la muerte", y luego
como ocurre en la ciudad, otros le darían otro título: "El hombre ante los
descubrimientos de la física".
Cierto, la
magnificencia de esta obra, de esa ciudad universitaria apenas se haya en
construcción, miro absorto, los edificios que se levantan, la piedra traída de
El Hatillo dispuesta para forrar las columnas. Los materiales utilizados
arcilla, el ladrillo, el concreto, la teja de barro, le daban esa cercanía con
los materiales del territorio.
luego salimos a la
otra calle, por la salida de lo que ahora es el Planetario, que conduce a lo
que luego será el estadio de fútbol Cincuentenario, ahora una manga donde voy
con los jugadores de la Selección Barbosa a jugar un partido programado por la
Liga Antioqueña. Muchas veces repetimos esa caminada a ese lugar; simple bajábamos
ahí en la glorieta de Carabineros y, luego, atravesar el puente de Barranquilla,
más arriba cruzar el campus que aún no era el campus sino la ciudadela en construcción.
Entre esta primera
visión de la ciudad universitaria, llega mi estudio de dos años allí, súper desubicado
como siempre, queriendo ser escritor, sin saber cómo serlo , pero allí me di
cuenta de la diversidad de creencias y de ideologías, me di cuenta de mirar el
cine desde otro aspecto, y mi camino empezó
torcerse por ese lado, me gustaba más la calle para poder capturar la
vida que fluye, pero siempre he amado este espacio por la posibilidad de saber
que existían otras personas, soñadores y llenos de desafíos, de utopías, en un
afán de cambiar el mundo desde diversas perspectivas. Es más, a este espacio,
la ciudad universitaria de la Universidad de Antioquia, le he dedicado un
libro, que es una quimera, la mayor utopía y una memoria: Amábamos tanto la revolución que era el mayor reto a los estudiantes
que deseaban y soñaban cambiar el mundo heredado por uno mejor. Pero es cierto
eran solo sueños, ya que en muchos casos la madurez los desmorona. Ese sueño
quedó despedazado cuando a la salida de una manifestación con incendio de bus a
bordo en la esquina de Barranquilla, el líder, el oráculo, el que hablaba más
que nadie con su retórica de cartón y babas, Amílcar Acosta, decidió tomar un
taxi e irse para su casa, orador incendiario en las asambleas, pero un cobarde
total y un indigno. Si lo escribo es porque yo iba a su lado. A los que se
despedazaron por sus discursos, muchos de ellos se quedaron con sus utopías
llenas de vidrios rotos y en las calles, y en las aceras esperando la llegada
de la revolución, mientras el líder con su labia, llegó a ser ministro y olvidó
sus utopías que eran su maquillaje. Na-da.
Pero ahora no voy a
referirme más a esta novela, sino a la caja de sorpresas que entrega el azar.
Alguna vez, hace un año, conversando en su oficina del edificio La Ceiba con Joaquín
Esteban Rojas me comentó que conocía a un arquitecto que pertenecía a la junta
directica del mencionado edificio. De una me entró la curiosidad por conocerlo,
Joaquín suponía que era uno de los constructores de este edificio, ya que era
una persona mayor. Varias veces conversamos sobre la posibilidad de conocer al arquitecto,
hasta que por fin se dio la posibilidad en el mes de febrero de este año.
La cita se concertó
para un miércoles a las tres de la tarde y henos aquí con Joaquín subiendo el ascensor
del edificio La Playa, ahí en la esquina de la Playa con la Oriental. De algo estaba
seguro el mencionado arquitecto nada tenía que ver con la construcción y el
diseño del edificio La Ceiba que es toda una referencia citadina. Pero esta
conversación depararía una sorpresa. Así es Medellín no recuerda a sus gestores,
en ese espacio siempre de un presente perpetuo. La eterna ciudad que quiere
verse siempre nueva como la ha definido Luis Fernando González.
Ya
ubicados en la oficina del arquitecto Edgar Jaime Isaza Isaza, él comienza a
relatar sobre su vida inicial en Prado alto y luego en Palacé con Moore. Ese
Prado donde aun perduraba cierta elegancia y cierto matiz de ser el barrio de
personas adineradas. Donde la fastuosidad de sus fachadas y la elegancia en sus
interiores daban ese toque de ser algo así como un barrio europeo en las
extrañas mismas de la ciudad, y, además, define el rastro y la presencia de
algunos arquitectos creadores. Él Comienza a estudiar arquitectura en la UPB en
1957 siendo decano de la facultad Antonio Mesa Jaramillo, que había sido su profesor
recién llegado de Bélgica en Materiales de construcción. Todo un humanista y
escritor que pese a haber diseñado arquitectura religiosa, pero al escribir un
artículo “Cristianismo de pandereta”, fue echado de la UPB, debido que él no
creía en ese cristianismo que desde las mañanas interrumpía con los canticos
por la calle. Mesa creía en una espiritualidad más propia y de más
recogimiento. De ahí él se fue como decano a la Universidad de Antioquia a
Estudios generales.
Mientras
afuera en la calle en la Medellín de 1961 se hacía una larga fila de dos y tres
cuadras para comulgar, ya el Nadaísmo afilaba sus uñas y sus diatribas. Desde
el Metropol su estado mayor se reunía para buscar otras actividades del espíritu,
lejos de la Santa Misión que había llegado con 180 curas a adoctrinar a
Medellín en colegios escuelas, universidades, sindicatos, prostíbulos, y que
cerraría con un acto multitudinarios con procesión a bordo en el estadio
Atanasio Girardot.
El arquitecto Isaza
Isaza, era muy cercano en la UPB, a Jorge Velázquez Ochoa vice-decano, y a los
arquitectos: Augusto González, Raúl Fajardo Moreno y César Valencia. Cuando
Edgar Jaime trabajó en Planeación, conoció allá a Ignacio Vélez Escobar, líder
en el proyecto para construir la nueva sede de la Universidad de Antioquia. Ignacio
Vélez Escobar era el gobernador de Antioquia en 1961 y luego el rector de la
Universidad de Antioquia durante los años 63 y 65. Edgar Isaza tuvo el grupo
Habitar con Antonio Mesa, César Valencia, Augusto González y Jorge Velásquez Ochoa,
empresa de planificación y urbanismo. Años más tarde Edgar Jaime Isaza
trabajaría en Oficina de Planeación Municipal.
Y la sorpresa en
este diálogo es saber que él ha participado en el diseño de la Universidad de Antioquia
junto a otros arquitectos: César Valencia Duque, Juan José Posada, Raúl
Fajardo, Ariel Escobar y Augusto González. Me quedo aún más absorto debido a la
complejidad para construir ese lugar, a su espacialidad, a su paisaje interior.
La ciudad universitaria se convertiría
en sinónimo de lugar no solo para iniciar una carrera universitaria sino para
la experiencia vital de cada generación de estudiantes que inician allá su periplo
por la vida. El campus eje central para esas vidas que llegan allí y se
entrecruzan. Para ello, los diseñadores, dispondrían de una gran oficina con cierto
encierro creativo en el Paraninfo para que se dedicaran de lleno a la
proyección, planeación y diseño del futuro campus, para ese proyecto se
desalojaría Estudios Generales, poco a poco también empezaría a perder el
Centro su vida universitaria, y el casi desmoronamiento del Paraninfo, eso sí
trajo la posibilidad de construir en su lugar las Torres de Bomboná.
La ciudad en su
dinamismo extiende sus fronteras y las ocupa, en el terreno considerado un
lodazal donde se trasladaría la Universidad de Antioquia. Leopoldo Longas
Chica, hijo de Carlos Arturo Longas, colaboraría como dibujante, mientras Arenas
Betancur en su taller del barrio Sevilla, detrás de la Facultad de Salud
Pública ideaba entre armazones de madera sus dos esculturas para la
Universidad. Los arquitectos con su cercanía a Pedro Nel Gómez asistían a su
palacete en Aranjuez a conversar sobre la vida universitaria pero también a
idear una tertulia posible.
Ignacio Vélez
Escobar, gestionó préstamos con el BID, y, así mismo, creó la Oficina de Planeación
de la Universidad de Antioquia dirigida por el arquitecto César Valencia Duque.
Valencia Duque había sido el primer director de la Oficina de Planeación
Municipal, y antes del Plan Regulador de Medellín recomendado por Wiener y Sert.
El arquitecto Raúl Fajardo Moreno dirigiría el Plan regulador de Medellín en
1962-64. Ya con su oficina de arquitecto construiría el colegio de San Ignacio
y el Liceo antioqueño y ganaría unos 21 concursos de arquitectura.
Entre los fines del
1964 e inicios del año 65 debido a una beca financiada por la Fundación Ford, Edgar
Jaime Isaza con los otros arquitectos, César Valencia Duque, Juan José Posada,
Raúl Fajardo, Ariel Escobar y Augusto González, viajaron a Estados Unidos y a
Méjico para mirar los diseños de diversas ciudades universitarias en esos
países, y así ambientar ideas para el diseño de la Universidad de Antioquia.
Comenta el
arquitecto Ariel Escobar Llanos como la ciudad universitaria está diseñada para
que el ágora, plaza mayor sea un lugar alrededor del cual están las otras
dependencias de la ciudad como una reminiscencia de la distribución de los planos
españoles, el bulevar, sería la calle real, como vía principal desembocaría a l
monumento de Arenas Betancur. Pero y ese, pero es una reflexión el uso popular
llamaría a uno de esos bulevares el que va directo a la Biblioteca central,
Guayaquilito, y al otro bulevar el que va directo a la escultura de Arenas
Betancur, Hello Kitty y a la plaza mayor, al ágora, nada menos que la Plaza
Barrientos debido al asesinato ocasional de un estudiante ya que él no era de
ninguna tendencia, me refiero a Luis Fernando Barrientos herido por error un
agente del DAS en la entrada de la esquina de Barranquilla.
Ariel Escobar no
olvida a su maestro: Antonio Mesa Jaramillo: “Él nos impulsó a la búsqueda de
una arquitectura que tuviera un sabor propio y una respuesta concreta a los
problemas nuestros”. Por supuesto que los que sí olvidaron la contribución de
estos arquitectos de la UPB, fueron los mismos estudiantes y algunos
profesores, que cuando fue cerrada la Facultad de Sociología en la Universidad
de Antioquia con sus profesores, marxistas de ocasión y de escritorio,
confesionales, casi religiosos en la otra orilla, iban a sabotear las clases de
los profesores serios, taciturnos y de cachaco por provenir de esa universidad
que les recordaba a todos la sotana y el bonete de Moncho el rector de la UPB.
Esta tarde hemos
conversado con el arquitecto Edgar Jaime Isaza que también estuvo presente en
la construcción de la Avenida Jorge Eliecer Gaitán, pero por esos vericuetos
del gusto popular la llamarían la Avenida Oriental. El Centro Histórico así se tornó
indiscernible para José Luis Sert, le parecía inconcebible en la década del 70,
cuando visitó Medellín, y se sorprendió al permitir el paso de una autopista
por el Centro de la ciudad. También el
arquitecto Edgar Jaime Isaza participaría en las decisiones para la
construcción del metro y estaría presente en los debates sobre el paso de este
por el Centro de la ciudad. En esta conversación él da sus razones para el
cambio del trayecto que antes consideraba su paso bordeando la orilla del río. Además,
en sus ejecutorias, Édgar Jaime, participaría en la construcción de la
Universidad de Medellín y otras entidades educativas en Medellín y en el país.
Al salir caemos en
cuenta de algo, hemos escuchado la memoria de una persona que nos ha ilustrado
sobre la memoria reciente de Medellín. Esa ciudad que se despernada no solo
hacia el resto del valle en ambas direcciones, ahogando los pueblos cercanos, asume
las montañas mismas, buscando otros espacios, otros límites. Así Medellín.
BIBLIOGRAFIA:
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