lunes, 11 de mayo de 2020

ESCÁNDALO Y VERDAD / Darío Ruiz Gómez




ESCÁNDALO Y VERDAD
Darío Ruiz Gómez
La película de Polansky “El oficial y el espía” es una admirable revisión del célebre caso Dreyfus en 1898 que, como recordarán fue la injusta condena de un oficial del ejército francés de origen judío. Picquart  un oficial  va descubriendo que detrás de esta condena lo que hay es una  trama de corrupción de los altos mandos militares  y sobre todo de la justicia francesa, mostrando cómo la corrupción de jueces y magistrados lleva inevitablemente a la corrupción de la política en una sociedad que se fanatiza y cae ciegamente en el racismo. Esta insana rigidez jurídica parece anunciar  los tribunales que se darán después en la sádica “justicia revolucionaria” comunista. Picquart  quien fue en principio acusador  persevera sin embargo en la búsqueda del verdadero culpable de espionaje a favor de Alemania  y va poniendo al descubierto  hasta dónde conduce la separación entre el Derecho y la Ley, el peligro que trae  la búsqueda de la verdad para un ser honesto en medio de una justicia corrupta. La intervención de Emile Zola con su “Yo acuso” en el periódico “ La Aurora”  define  al primer intelectual moderno comprometido con la verdad sin manipulaciones ni tergiversaciones. En nuestra época Camus y Raymond Aron representan esta erguida posición intelectual ante las verdades fabricadas por el poder tenebroso del comunismo y del nazismo o cualquier  perversa ideología. Reclamar ahora una posición ética como las suyas en momentos en que la mercancía  ha  terminado por imponer sus propias  reglas  es pedir algo casi  imposible como lo demuestra  la proliferación del periodismo del escándalo, el desahucio de la verdad gracias al  divorcio lamentable entre  la  información y la opinión pública. La verdad es cauta, la verdad espera y por eso no condena de antemano. ¿Hace cuánto tiempo desapareció una conquista de la democracia como el Habeas Corpus o sea el derecho a no ser condenado sin haber sido escuchado previamente?  Cualquier institución del Estado como el Ejército está sujeta a ser investigada y enjuiciada si existen indicios de corrupción, brutalidad tal como se ha hecho. Pero otra cosa es la recurrencia al  linchamiento mediático que como denuncié a su tiempo  se está haciendo  a nombre de un llamado “Acuerdo de Paz”  cada vez menos transparente  y que  va mostrando fisuras irreparables. Recordemos que quien señala a otros se está señalando a si  mismo ya que ambos  están fatalmente  relacionados por  el mismo problema y van a ser juzgados por la misma justicia. ¿Cuál es entonces el papel del periodista que al reclamar su libertad como sagrada está negando la libertad del señalado a defenderse? ¿De cuál tipo de libertad hablamos? Lo dice Chul Han: “La política del espectáculo es una política del vacío de comunicación” pues el señalado ha sido previamente reducido a la condición de un ser sin voz.

Parece como si la figura del Fiscal Montealegre  pareciera  emerger  continuamente  de un film de terror: la llamada “Operación Ándrómeda” supuestamente  proyectada  según él para “chuzar y boicotear  las conversaciones de la Habana”. La fulminante destitución  de la mejor oficialidad de la inteligencia del Ejército se repite sin que se haya dado de  por medio un juicio objetivo. La denuncia  hecha recurriendo previamente al escándalo carece de la objetividad informativa que  busca la verdad o sea a la  necesaria reflexión después de escuchar los descargos de los señalados. Por defender la libertad de expresión y un periodismo libre y no manipulado Camus fue perseguido con la sevicia propia de los verdaderos enemigos de la libertad.  Pero la pregunta  es ¿Cuál  es el topo que está permitiendo  acceder  al periodista a unos archivos  secretos del Ejército? ¿Qué busca la CIA? ¿Qué diferencia hay entre chuzar un teléfono y escribir un perfil? Esta metodología de investigación la aprendí, queridos lectores(as)  en las novelas  de  Jhon Le Carré.   

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