lunes, 15 de septiembre de 2025

Un poeta de Simón Mesa, entre la ruptura y el encantamiento / Víctor Bustamante


 

Un poeta de Simón Mesa, entre la ruptura y el encantamiento

--- Víctor Bustamante

--- Para Natalia

--- Para marcela

 

--- Lo que hay que abonarle a Un poeta es que poco a poco empezamos a salir de ese estorbo, de esa mácula, mejor mancha en que se ha convertido el cine no solo en Medellín, sino en el país, ya que algunos realizadores por imitar la obra de Víctor Gaviria, terminaron convertidos en epígonos y falsos analistas de la relamida realidad social al hacer películas sobre sicariato, como si ante su falta de creatividad y riesgo descansaran en el oasis bajo y barato de la mafia. Esa idea de visualizar o escribir sobre el presente que siempre huye viene de la apoteósica definición de Miller, que sé que muchos cineastas no saben quién es, y por lo tanto no lo han reflexionado; y es cuando el talentoso Henry, añadía que el artista no es una a arista, sino que es como una antena que capta la sociedad. Estas palabras han sido recogidas por algunos ávidos y avivatos de la realidad social dizque para expresar, en este caso a Medellín. Ciudad solo expresada desde la óptica cómoda, simplista y sin crítica, sino frágil miserable y domeñada por los noticieros como único referente intelectual de estas personas que solo ven a Medellín desde esa óptica empañada de mugre al pensar que la ciudad es solo una tina sangrienta. De tal manera si nos atenemos a lo de Miller vemos que estos cineastas solo dirigieron sus antenas oxidadas a mirar hacia los barriecitos de las comunas donde la vida no solo fluye en las babas injuriosas de las bandas, sino que va de la mano de lo que no tuvieron en cuenta la dura concepción y dura lucha por la existencia. La vida no se vive allí la vida vive.

--- Además, esta actitud ha llevado a que Medellín solo sea mirada y admirada en el exterior como un nido de matones y de droga, pero quienes aún realizan documentales sobre los barriecitos y solo idealizan una parte nefasta, dejan de lado el rico ambiente popular olvidando que solo es una parte de la ciudad, ya que hay otros paisajes, hay otras actitudes y momentos emblemáticos. Así, inferimos que quienes hacen este tipo de películas solo revalúan la porno miseria como intento de arte, no como reflexión. Desde esta pobreza mental solo buscan asistir y ser premiados en festivales de alta y baja estofa, adosados al sentimentalismo por los sicarios, por el paisaje inacabado de ladrillos que arden al sol de verano, astillando de una manera barata la falsa conciencia social de aquellos que persisten en el mismo tema que sirve de impronta para ser una mínima mirada a lo que en realidad es Medellín.

--- De ahí lo valioso de Un poeta de Simón Mesa, ya deja de lado esa temática y al buscar otro camino, ha creado una ruptura con el cine en Medellín y quizá del país. Al abandonar ese quejumbroso neorrealismo paisa que se muerde la cola y llena de admiración a los estólidos jurados de festivales europeos.

Un poeta, por fortuna, se ha salvado de seguir ese camino recalcitrante tantas veces realizado, ya que se atreve en parte a una mirada diferente, y esa mirada diferente nos agasaja, aunque sea de una manera parcial. De ahí que Un poeta ha creado una ruptura en parte con la temática mohosa que creo que ha terminado con algo tan lamentable como, Matar a Jesús, y con todo ese ripio que prosigue con libros sobre sicariato.

--- Un Poeta es admirable, a pesar de alguna parte de los diálogos y a recurrir a la palabra gonorrea que ya estamos jartos de escucharla, lo cual da signos de que Simón Mesa no debe ser un gran lector, pero sí tiene algún sentido de la crítica y gusto por hacer otro tipo de cine. Afirmo lo de los diálogos porque a veces me da la intención de pensar que, debido a ellos, a Simón aun lo seduce el neorrealismo de paja y cartón corrugado de colegio que ha debilitado el cine en el país.

--- Oscar Restrepo entrega su visión no solo de la poesía, sino del ser poeta, él no vive de la poesía, sino para la poesía, lo cual da una mirada honesta de su ser. Eso sí, es un poeta anacrónico que exhibe como un centinela en la pared de su cuarto la fotografía de José Asunción Silva, aquel poeta, al cual le decían los bogotanos José Presunción Silva por vestir elegante y parecer un dandy francés en las calles polvorientas de una ciudad fría y distante. Además, de mantener comunicación con Huysmans a quien le enviaba orquídeas frescas a París, para que, sensible y decadente, percibiera el olor del trópico, y viviera sus deliciosas depravaciones. Pero Silva no se suicidó por ser un poeta maldito como slogan, sino debido a que se había gastado la fortuna familiar en excesos y en viajes. De ahí que Oscar Restrepo al marcarse el corazón como el poeta bogotano lo hace más como imitación y por no ser un gran poeta, que por la deficiente percepción de lo que es un poeta maldito, ya que prefiere beber en las calles, como si en ellas exprimiera su poesía y, además, mostrara su sed de sacrificio entre comillas por la sociedad que no lo escucha en esa autoinmolación de tanto poeta sin poemas, puros nonchalants. Hay un dicho en el Centro, de que si en Junín alguien grita: Hey, ¡poeta!, miran aludidas y aturdidas las personas que caminan pensando que han sido reconocidos. Eso sí, en la peli, como añaden los gomelos, hay un gran momento cuando el poeta en plena noche de la calle y de la vida, recita a todo pulmón el Nocturno; uno de los grandes poemas de un excepcional poeta como fue Silva.

--- Pero si al poeta Oscar Restrepo lo cautiva la distorsionada lectura de la vida de Silva, lo que es notorio es su complicado amor por las letras, al no querer trabajar, por querer vivir de la poesía, lo cual es difícil, al no ser  uno de los  avivatos del Festival de poesía, porque el poeta Òscar con su actuación cautiva, así como cautiva a su madre, porque es un buen hijo, eso sí contemplado e incomprendido a morir solo por su madre aunque no le presta el auto, él se lleva, y eso sí,  y lo mantiene azotado para que sea profesor, lo cual contradice el poeta ávido de la calle y de la noche y de sus dos libros, y que en la calle exhibe sus andrajos de poeta triste o mejor de poeta maldito, entre comillas, porque esta decisión y entereza es de más peso, ya que si bien hay una perturbadora y honda crítica sobre algunos poetas, la cosa es de más peso porque sí hay verdaderos poetas que son inmolados por la indiferencia de cierta cultura paisa arrodillada a los culebreros y trovadores que habitan La Alpujarra.

--- Lo cierto es que Oscar, valiente a veces, cobarde y timorato en otras ocasiones, pero eso sí decidido con su arte, termina alejado de la poesía en parte al trabajar como profesor improvisado; y en esas aulas como jaulas encuentra lo que él considera una gran poeta, que es Yorlady la cual lo deja perplejo ya que una chica que no sabe nada de poetas ni de sus menjurjes, escribe poesía íntima y tan fresca y tan fácil, que cautiva a Oscar que, a pesar de su facha, a pesar de su amor a la poesía y a pesar de sus dos libros no ha expresado su ser, en otras palabras solo ha escrito basurita personal: le huye la dura experiencia, ante la cantaleta familiar que le exige la farragosa necesidad de ser útil. Pero Oscar no se enloquece, al aislarse en un colegio, sino que se convierte en el manager, consejero y admirador de Yurlady. Sus mismos alumnos, molestos y envidiosos, le dicen que solo le gustan los poemas de esa chica indolente que escribe para desagraviar su interior y para salir de ese embotellamiento y pobreza ante una familia destrozada, ante hermanas ya madres a temprana edad y ante padres ausentes y sin cinco, y cosas de esas que ya sabemos que ocurren allá en los barrios altos, y es aquí donde Simón no es capaz de apartarse de ese paisaje visto tantas veces en otras peliculas como si este fuera el paisaje férreo de Medellín para cautivar los europeos y su remordimiento tercermundista.

--- Hay una parte valiente en Un poeta, y es la crítica mordaz a aquellos muñidores que, con su microempresa familiar de poesía, pensaron que eran los dueños y expertos de la poesía en Medellín y no dejaron de ser unos charlatanes, como si se pudieran fabricar chorizos totalitarios,  persistiendo en añadir que con su festival  habían salvado a Medellín ante los ríos de sangre que corrían por las calles, según ellos, lo cual cautivó  a los europeos otra vez para que les dieran más dinero a estos agalludos, que aun piensan que son los mesías y salvadores de la poesía en el país cuando solo siguen la tradición de los comerciantes paisas.

--- Unas palabras de Yurlady que escribe por pasión para desahogarse, los define, no le gusta ir a esas reuniones, ya que en ese antro de Epicuro, lo que se enseña y escribe en la Escuela de poesía, no le gusta, claro que ella tiene razón por algo específico, allá en la llamada Escuela de poesía, donde seguro han dictado clases otros poetas del exterior y de la comarca fingiendo de malditos y malitos, solo se demuestra  esa parte mentirosa que avasalló y puso de rodillas a los ingenuos vates que querían dizque ser reconocidos internacionalmente. Y es precisamente allí donde la película adquiere otro aire más poderoso, ya que ahí están ellos, estos vividores de la poesía, estos negociantes, estos mentirosos y okupas que piensan que su concepción de la poesía, con su fraternidad de pandereta, como poesía social militante y mugrosa,  es la que vale, y no el alma pura a veces cándida y eso sí honesta como la de Yorlady que, a pesar de ser indiferente al ámbito de reuniones como que poéticas, nos conmueve. Y eso sí Yurlady que sí es poeta no se soporta así misma con su indiferencia, con su desazón, con lo interesada que es como su madre y su padre y esa familia que habita una pieza con perro a bordo.

--- Pero aquí no acaba la película ya que subyace como, una corriente subterránea, la relación de Oscar con su hija, esa hija que, sí es su amor, a pesar de ser una adolescente cruel, intransigente y mala persona, que le da pena que la vean con su padre. Al final del filme se reencuentran y ella le lee uno de sus poemas. Juro que vi durante la proyección en el teatro lleno, allá en la Florida, madres llorando y profesoras con los ojos acuosos, parejitas moqueando; lo cual da cuenta del manejo de los tiempos narrativos de su director.

--- Oscar Restrepo, protagonizado por Ubeimar Ríos, quedará como un personaje en el cine; es preciso, cauteloso, conversador, acelerado, lloroncito y medio vago y medio poeta, además valorado en medio de esa tragedia no solo de la película de la cual lleva el peso no solo con su inteligencia y su corazón de cristal, sino también con su buena actuación.

Con Un poeta ocurre una ruptura temática en parte, lo cual da un aire diferente, fresco, donde es posible buscar otras historias, eso sí despojándose del mismo paisaje allá en los barrios que ha sido contado no solo por la literatura de quiosco que vuelve cada año sobre la ciudad como una peste negra, sino por el cine que aniquila con el mismo tema. Cierto, en Medellín existen otras historias que contar como dice el cantautor Harold Dávila, y esas otras historias hay que decirlas, escribirlas, no quedarse solo con la misma temática de siempre y apartar a la ciudad de ese velorio continuo con matoncitos en cada película y en cada novela, con el mismo telón de fondo las callecitas inacabadas, los muros desolados y desnudos de ladrillo cariado, donde a los ingenuos, pero interesados, que posan de cineastas, hacen turismo irregular, como los estólidos turistas de otros países y del interior, incluso; que de día van a San Javier a montar en las escaleras eléctricas. ver los mercadillos de chucherías y a pasar de largo por esas calles que fueron violentas, ya que la noche los espera para el festín. Droga, sexo y licor o lo uno o lo otro, no se tiene escapatoria decía el Poeta triste a Heleno de Troya.   

--- Al salir del teatro atestado de personas, uno siente cierta felicidad. Hemos visto una hermosa película. Nunca del fracaso como se estila porque el poeta debe persistir. Recordemos que unas ochenta editoriales rechazaron la obra de Samuel Beckett, y por ninguna razón el irlandés se dispuso a llorar con lágrimas de cocodrilo como Oscar; por el contrario, tenía su arma personal, eso sí sin vanidades, su voluntad, y su armazón y talento. Lo demás son las volutas elaboradas con el detergente del éxito.

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