LA HISTORIA IMPREDECIBLE
Darío
Ruiz Gómez
Cuando yo digo que al
subir al poder Petro no había engañado a nadie es porque en ningún momento de
su campaña política se disfrazó de demócrata para engañar a los electores tal
como sí lo hizo Chávez. Lo que no vieron o pretendieron no ver los engañados es
las argucias publicitarias con que se creó un supuesto adversario, contó con un
electorado de base, Fecode, el Sindicalismo de izquierda, la masa de
universitarios creyendo que apoyarlo era apoyar una revolución que iba a
cambiar de inmediato la sociedad introduciendo de salida las reformas profundas
con que de una generación a otra se habían ido intercambiando la supuesta
herencia de una revolución marxista. Soñaban unos y otros, la clase política
arribista que nada más poner pie en el Palacio de Nariño que la educación se
plantearía radicalmente hacia la “incorporación de los saberes ancestrales” y
la saludad llegaría de inmediato a pueblos, veredas apartadas, barrios con
miles y miles de hospitales, clínicas, profesionales de la salud, una industria
farmacéutica nacional. Ya a estas alturas los campos de Colombia verían a
campesinos alegres explotando con nuevas tecnologías la tierra, etc., etc.
Nadie ni muchos de ellos mismos hubieran pensado que este grupo de
exguerrilleros con una ideología populista sin bases científicas, con un desconocimiento
total de la realidad del país, hubiera caído desde el primer día de gobierno se
transformara en la mayor organización criminal que haya conocido nuestra
historia, basuras provenientes de lo peor, ávidos por enriquecerse para escapar
de su condición social, es decir traidores a su clase. ¿Cuántos miles y miles
de millones gastados aún en un Ministerio fantasma como el de la Igualdad
cuando lo que han demostrado es su aversión hacia la igualdad? Y también
ciertos grupúsculo de los intelectuales, del profesorado que sin reato
se deslizaron de la izquierda al
populismo, destruyendo los principios de
nuestro civilismo, de nuestra educación
superior tratando de disimular su
medianía, prohibiendo lecturas,
referencias de la cultura universal para reducirse a un pénsum para perezosos porque bajo los sofismas de “dar voz a quien carece
de ella”, desapareció el rigor académico, la investigación, pensando que “inevitablemente la revolución tenía que llegar”.
Es la hora de las
tinieblas, de la más infame censura y persecución a la libertad lo que estamos
viviendo en un momento en que la violencia de los grupos criminales – esto
parece un pleonasmo- va de la mano de la afirmación de sus territorios y en que
ante la mirada impasible y por eso cómplice de quienes se llamaban demócratas
se desplazó a 60.000 personas a bala y fuego para establecer un territorio sin
fronteras al ELN y ahora quiere Petro instalar 25. 000 soldados. ¿Qué supone
entonces la presencia de los navíos norteamericanos en aguas venezolanas cuando
Putin, Jin Ping, Kim Jong- On y el presidente de la India han firmado un
acuerdo con un ostentoso desfile de tropas de por medio para “combatir el
fascismo ucraniano”? Maestros y
empresarios, universitarios y gentes humildes han sido traicionados. De aquí a
un año y bajo esta ola de terrorismo sin limitaciones ya no habrá carreteras,
la ley del Oeste se impondrá por encima de la justicia universal, la estrategia
de incomunicar al país tal como es evidente en el incumplimiento de la doble calzada
Popayán-Cali, de la Panamericana, etc., convertirá la geografía nacional en un
infierno. Y a estos territorios se trasladarán los contingentes del ELN y las
FARC que serán desalojadas de Venezuela, pero Maduro y sus capos caerán, no lo
duden. La historia es imprevisible como lo demuestran las caídas de los grandes
dictadores, de las falsas utopías políticas, sobre todo cuando, como ahora, ha
irrumpido un imprevisible detonante del caos como lo es el narcotráfico.
Repetir, repetir en voz alta el número de asesinatos semanales de soldados y
policías, de campesinos. Repetir.
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