miércoles, 6 de agosto de 2025

BLOW UP Y LA MIRADA: REALIDAD, RECORTE Y CREACIÓN DEL MUNDO / Carlos Molina Gómez

Carlos Molina Gómez

 

BLOW UP Y LA MIRADA: REALIDAD, RECORTE Y CREACIÓN DEL MUNDO


[…] día a día debiste hacer tu jornada de lento viajero para llegar a este minuto en que la radical extrañeza de todo te hiere José Manuel Arango Unidad visual: Blow Up (1966) de Michelangelo Antonioni Unidad literaturante: El Cibermundo, la política de lo peor (1997).

                                                          Paul Virilio.

                  

  Carlos Molina Gómez[1]


Un asunto se me antoja particularmente interesante en el diálogo extendido entre Michelangelo Antonioni y Paul Virilio. Y cuando digo se me antoja, no lo hago con un tufillo despectivo o sobrador, sino desde una postura realista: no siempre leemos lo que el escritor —o cineasta, en este caso— quiso decir. Leer, según Borges en Pierre Menard, autor del Quijote, es reescribir el texto en el contexto del lector, un contexto que no siempre coincide con el del autor. Si cambia el contexto, cambia el texto. Si cambia el punto de vista, cambia el objeto.

     En el juego inquietante entre ver y creer, Blow-Up (1966), la icónica película de Michelangelo Antonioni, propone una escena en apariencia banal: un fotógrafo en un parque, una cámara, una serie de imágenes ampliadas, un crimen que tal vez nunca existió. Detrás de ese argumento mínimo se despliega un campo de tensiones filosóficas fundamentales: ¿vemos lo que es, o vemos lo que queremos —o podemos— ver? Este artículo se sumerge en esa pregunta desde la mirada de Paul Virilio y Michel Foucault, quienes permiten comprender que el punto de vista no es solo una forma de observar el mundo, sino una fuerza que lo constituye. No existe objeto sin marco, ni realidad sin recorte.

     La tesis que guía esta reflexión es clara: no hay una realidad anterior a la conciencia, sino que mirada con un marco previo (creencias, verdades, monumentos, patrones limitantes, ídolos) recorta, fija y valida una versión del mundo que será asumida como verdad (ídolo, monumento). A través de otra lectura de Blow Up, se analiza cómo la fotografía más que una simple captura actúa como un operador epistémico que construye realidades a partir de lo visible, lo ampliable, lo interpretable. En este sentido, la imagen no es evidencia de lo real, sino productora de lo real dentro de un régimen de saber-poder que legitima ciertos recortes y excluye otros. La fotografía es una metáfora de los regímenes de exclusión empleados por los centros de encierro como las universidades.

     El objetivo central del presente texto es explorar cómo la mirada —determinada por una episteme, un campo/topos de visión/pensamiento no se limita a representar el mundo, sino que lo fabrica. Este gesto creador se manifiesta no solo en el cine o la fotografía, sino también en los discursos científicos, en la investigación académica, en las metodologías que definimos para probar lo que ya se intuye. Lo que se ve es lo que se cree, y lo que se cree se convierte en lo único que se puede ver. Esto se hace más evidente con las evaluaciones/juicios de los pares lectores o jurados de informes de investigación o de tesis doctorales: juzgan desde sus experiencias y campos de visión y muchas veces pretenden que el investigador, doctorando o estudiante diga lo que ellos quieren leer o que lean lo que ellos en su eterno bucle ya han leído.

     Se sostiene, que el observador no descubre el mundo: lo construye. Con la fotografía (como pre/texto) vista como la teoría se afirma que la verdad se selecciona, encuadra y reconfigura. No hay imagen sin ideología, ni realidad sin mirada. Las ciencias, en su pretendida neutralidad, replican esta lógica al definir previamente su objeto de estudio y al autovalidar sus hallazgos dentro del marco que ellas mismas diseñaron. Así, Blow Up, no solo habla de un crimen ambiguo, sino del gesto fundador de toda verdad: el acto de mirar desde un lugar. El modelo de los modelos.

     Este artículo invita a sospechar de las imágenes (ídolos), de las teorías, de nuestras certezas. A detenernos, como Thomas frente a sus fotos, y preguntarnos si lo que creemos ver es lo que realmente está ahí o solo lo que nuestra mirada y su campo de posibilidad permite construir.

     La teoría (campo/topos de visión/pensamiento) define lo que somos capaces de observar o el punto de vista (campo/topos de visión/pensamiento) crea el objeto.

     El mundo verdadero, inasequible, indemostrable, imprometible, pero, ya en cuanto pensado, un consuelo, una obligación, un imperativo. (En el fondo, el viejo sol, pero visto a través de la niebla y el escepticismo; la Idea, sublimizada, pálida, nórdica, königsberguense) (Nietzsche, 2003).

Henos aquí en un mundo dentro del mundo(McCarthy, 2008).

El mundo está todo aquí dentro (Saramago, 1995).

El modelo es por definición aquel en el que no hay nada que cambiar, aquel que funciona a la perfección, en cambio vemos perfectamente la realidad que no funciona y se desintegra por todas partes; por lo tanto, no queda sino obligarla a tomar la forma del modelo, por las buenas o por las malas (Calvino, 1997).

     Resulta que ya no son nueve los planetas de nuestro sistema solar. Lo que antes era un planeta ya no lo es. Los reinos de la naturaleza ya no son tres. ¿A caso por dejar de nombrar un cuerpo extraterrestre deja de ser lo que es? ¿O acaso por empezar a nombrar un cuerpo extraterrestre, que antes no nombrábamos, cambia su esencia? ¿O acaso el mundo cambia su estructura micro o macroscópica porque descubramos que existe algo más de lo que hoy creía existía? En fin ¿vale la pena seguir creyendo en lo que creemos? ¿Vale la pena creer que lo que nos han dicho y lo que nos han enseñado es la realidad? ¿Existe entonces la realidad? ¿No será acaso que el mundo es lo que es y que no podemos proyectar en el mundo más orden o desorden del que hay? Que… ¿no podemos transformarlo más de lo que se trasforma a sí mismo? (Baudrillard, 2000: 22).

     Baudrillard, continúa alertando de esta situación:

Ahí está la debilidad de nuestra radicalidad histórica. Todos los pensamientos del cambio, las utopías revolucionarias, nihilistas, futuristas, toda esta poética de la subversión y de la transgresión característica de la modernidad, resultarán ingenuas ante la inestabilidad, la reversibilidad natural del mundo. No solo la transgresión, sino la misma destrucción, están fuera de nuestro alcance. Jamás nos equipararemos con un acto de destrucción a la destrucción accidental del mundo (2000: 22-23).

     Se dice con frecuencia que en la tierra de los ciegos el tuerto es rey; pero… ¿Será cierta esta afirmación?

     No resultaría osado negar esta afirmación. No es posible que el tuerto sea rey en la tierra de los ciegos, no le creerían por la sencilla razón que se están relacionando con el mundo de manera distinta a la forma como el tuerto se relaciona con el mismo mundo. El tuerto se relaciona con el mundo de una manera y lo ciegos de otra. Cada uno se relaciona con el mundo desde su visión o no visión o visión parcial. Hay tensión y por eso no puede ser rey. Seguramente por las virtudes de la democracia el tuerto termine siendo rey, pero también los ciegos terminen, seguramente, haciendo lo que ellos creen. (No sabemos si en un acto de ceguera o de lucidez).

     La forma de relacionarnos con el mundo es lo que llamo caverna como campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento. Este es el mensaje que deja Platón en su mito de la caverna y también esta idea se encuentra ejemplificada en la historia del rey juicioso que narra k. Gibran en su libro El loco (Gibran, 1987).

     Desde nuestra caverna -campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento- nos relacionamos con el mundo. Quien no esté dentro de la caverna es tildado de loco, anormal, inadaptado o desadaptado. La caverna es un campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento aceptado y validado por una civilización. Para nuestro caso es el régimen raciocentral de las sociedades capitalistas de occidente. Ese es nuestro campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento instalado por Kant en la modernidad y en el cual bebe la tradición científica moderna pretendidamente universal.

     Campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento con el que no estuvieron de acuerdo pensadores como Foucault, Delueze, Guattari o Bateson, quienes subvierten la lógica, la ciencia y la filosofía occidentales llevando el pensamiento llamado postmoderno hacia los bordes de su racionalidad desde lo que se puede denominar relativismo epistémico, el que constituye una interfaz epistémica hacia la muerte de la Filosofía Occidental como filosofía Universal. Esto todavía dentro de la tradición de la Ilustración Europea, pero en sus límites. De ahí en adelante está todo por hacer (Buitrago, 2011: 1).

     La caverna como campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento hace ver siluetas o sombras del mundo y hace creer que los universales o categorías abstractas de la conciencia son la realidad objetiva o que es el mundo. Esa caverna es la que crea una realidad y que denominamos la realidad. La realidad no precede nuestro campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento o nuestra caverna según la episteme moderna.

     Virilio alerta de este imperio del campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento cuando afirma: El mundo está antes dentro de nosotros que fuera. Pero si realmente está fuera, en la geografía y en el espacio-mundo, también existe a través de mi conciencia del mundo. Es decir, que mi campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento es el punto de mirada, es desde donde creo y miro lo que denomino mundo o realidad.

El señor Palomar de pie en la orilla mira una ola. No está absorto en la contemplación de las olas. No está absorto porque sabe lo que hace: quiere mirar una ola y la mira. No está contemplando, porque la contemplación necesita un temperamento adecuado, un estado de ánimo adecuado y un concurso adecuado de circunstancias exteriores; y aunque el señor Palomar no tiene nada en principio contra la contemplación, ninguna de las tres condiciones se le da. En fin, no son «las olas» lo que pretende mirar, sino una ola singular, nada más; como quiere evitar las sensaciones vagas, se asigna para cada uno de sus actos un objeto limitado y preciso. (…) El señor Palomar trata ahora de limitar su campo de observación; si se fija en un cuadrado, digamos, de diez metros de orilla por diez metros de mar, puede completar un inventario de todos los movimientos de olas que se repiten con diversa frecuencia dentro de un determinado lapso de tiempo. La dificultad está en fijar los límites de ese cuadrado, porque si, por ejemplo, considera como lado más alejado de su persona la línea en realce de una ola que avanza, esta línea al acercársele y alzarse esconde a sus ojos todo lo que queda atrás, y entonces el espacio que se está examinando se vuelca y al mismo tiempo se aplasta. (Calvino, 1997: 15-17).

     No existe más realidad que la que yo creo. Nuestra conciencia son marcos teóricos que crean los objetos o desde los que observamos. En occidente llamamos a la conciencia, marcos teóricos (Kant). Es desde estos marcos teóricos o puñados de argumentos que creamos realidades como planetas, reinos de la naturaleza, razas, sistemas políticos, instituciones o asesinatos. La Película y el ojo están en la conciencia, no están en el rollo o en la lente la cámara. Está en la conciencia del observador o fotógrafo (en Blow up).

     En Blow Up, el protagonista Thomas, fotógrafo de moda, se obsesiona con una serie de imágenes capturadas en un parque. Al ampliar las fotografías —literalmente Blow up— comienza a descubrir en los detalles lo que parece ser un crimen. Pero el crimen no está en el mundo: está en su mirada. El mundo no le ofreció un asesinato; él lo construyó a partir de una secuencia de encuadres, ampliaciones y supuestos. La fotografía, entonces, no revela la realidad, la crea.

     Esta escena es una materialización cinematográfica del pensamiento de Paul Virilio cuando denuncia que el campo visual —el Cibermundo, la pantalla, el ojo tecnificado ya no representa, sino que impone realidades. De ahí su política de lo peor: cuanto más vemos, menos comprendemos, nuestra capacidad de recorte sustituye la complejidad por una apariencia de verdad.

     Thomas insiste en la imagen. Vuelve a ella, la recorta, la amplía, la interpreta. Como el investigador académico que formula hipótesis, busca datos y termina confirmando lo que ya suponía. En palabras de Foucault, actúa desde una episteme, un régimen de saber-poder que no observa al mundo, sino que lo produce. Así, el recorte fotográfico es el equivalente metodológico del marco teórico: ambos seleccionan, encuadran y eliminan.

Para construir un modelo -Palomar lo sabía- es preciso partir de algo, es decir, tener principios de los cuales pueda salir por deducción el propio razonamiento. Estos principios -llamados también axiomas o postulados- uno no los elige, sino que ya los tiene, porque si no los tuviera no podría siquiera ponerse a pensar. Por lo tanto, Palomar también los tenía, pero -no siendo ni un matemático ni un lógico- no se preocupaba de definirlos. Deducir era, sin embargo, una de sus actividades preferidas, porque podía dedicarse a ella solo y en silencio, sin instrumentos especiales, en cualquier lugar y momento, sentado en un sillón o paseando. Por la inducción, en cambio, sentía cierta desconfianza, tal vez porque sus experiencias le parecían aproximativas y parciales. La construcción de un modelo era, pues, para él un milagro de equilibrio entre los principios (que permanecían en la sombra) y la experiencia (inasible), pero el resultado debía tener una consistencia mucho más sólida que los unos y la otra. (Calvino, 1997: 95).

     Por el mismo Virilio deja abierta la puerta al señalar que no todo es conciencia o teorías a la manera de la episteme de la modernidad, sino que fundamentalmente [] está fuera, en la geografía y en el espacio-mundo.

     En ese estar fuera de Virilio existe una circulación e interconexión permanente de múltiples referencias o singularidades irreductibles que no se ajustan al campo/topos de visión/pensamiento.

Llegado a ese punto a Palomar no le quedaba sino borrar de su mente los modelos y los modelos de modelos. Cumplido también este paso, se encuentra cara a cara con la realidad mal dominable y no homogeneizable, formulando sus «», sus «no», sus «pero». Para eso, es mejor que la mente esté libre, limpia, amueblada sólo por la memoria de fragmentos de experiencia y de principios sobrentendidos y no demostrables. No es una línea de conducta que pueda darle satisfacciones especiales, pero es la única que le resulta practicable. (Calvino, 1997: 97).

     Eso es lo que hace Antonioni en su film Blow up, alerta de esta tensión entre el ojo del observador que crea una realidad/ficción la soberanía y autonomía demencial del mundo. La realidad está en el ojo del observador sumida incondicionalmente a todas las hipótesis que puedan hacerse sobre ella (Baudrillard, 2000: 14).

     Pero este observador no cuenta con que: El exceso está en el mundo, no en nosotros. El mundo es lo excesivo, el mundo es lo soberano (Baudrillard, 2000: 23), por eso no hay crimen más allá del crimen del propio mundo. ¿Thomas, el fotógrafo (protagonizado por David Hemmings) es testigo de un crimen? O ¿es él el criminal? O… ¿es el mundo el criminal? Por eso al desaparecer el crimen desaparece Thomas. Porque: En último término, el objeto y el sujeto son lo mismo. Sólo podemos entender la esencia del mundo si podemos entender, en toda su ironía, la verdad de esta equivalencia radical (Baudrillard, 2000: 10). ¿Qué nos queda hoy del mundo después del imperio de la razón ilustrada? La muerte del mundo, de la realidad es la muerte del humano. La desaparición del crimen es la desaparición del observador. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?... ¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente! (Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos). No hay cuchara (The Matrix, 1999)[2]:

Niño: No intentes doblar la cuchara. Eso es imposible. En vez de eso, sólo procura comprender la verdad.

Neo: ¿Qué verdad?

Niño: Que no hay cuchara.

Neo: ¿No hay cuchara?

Niño: Si lo haces, verás que no es la cuchara la que se dobla. Sino tú mismo.

     Las huellas del mundo son las huellas del observador. No en vano Blow up alienta desde su primera escena con las huellas sobre la hierba.

     ¿cuál es el campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento que históricamente ha privilegiado la escuela? ¿Y la investigación? Lo que sucede cotidianamente en investigación y en el mundo académico, se está hablando de nuestra caverna, de nuestro Campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento. En investigación formulamos problemas, preconfiguramos soluciones, se hacen propósitos, se diseña la metodología y los instrumentos para finalmente llegar a la autoverifiación de lo que nosotros mismos propusimos inicialmente.

     Es un acto permanente de autoafirmación y autovalidación de Campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento bajo la creencia que estamos afectando el mundo. De hecho, exteriorizamos esta caverna en un compartimento estanco llamado marco de referencia o marco teórico. Y es desde ese marco referencial o teórico que preconfiguramos una realidad para, con rigurosos métodos e instrumentos, configurarla definitivamente y elevarla a la condición de nueva realidad frente a la cual asumimos una postura de fe absoluta por ser nuestra realidad. Es uno de nuestros más profundos actos de fe. Es otra forma de espiritualidad la de la ciencia.

Cierro recordando a Derrida:

Comenzamos aquí un segundo trayecto. Al igual que el primero, éste tampoco nos conducirá hacia ninguna línea dominante más allá de la cual podamos dominar la totalidad de una época o de un territorio histórico. Se tratará de situar algunos puntos de referencia significativos para medir un desplazamiento o la transformación de una problemática. Esto supone, por nuestra parte, elecciones y riesgos estratégicos (Derrida. 1995).

     La fotografía, más que un simple testimonio de lo real, opera como un dispositivo epistemológico: no capta una realidad externa e intacta, sino que actúa como un instrumento de creación simbólica. Cada encuadre, cada decisión de foco, cada gesto de ampliación es ya una interpretación; una forma de imponer una narrativa y de cancelar todo lo que queda fuera del marco. Lo que no entra en el visor, simplemente, no existe. En Blow Up, este gesto queda en evidencia: lo que el fotógrafo captura no es un hecho, sino una posibilidad que se transforma en verdad a medida que la imagen es mirada, ampliada, analizada y creída.

     La mirada, deja de ser una herramienta pasiva de observación para convertirse en una construcción ontológica. La verdad, en la película, no reposa en el supuesto crimen, sino en la obsesión de Thomas por encontrarlo. Él no descubre algo oculto en el parque; lo fabrica a partir de su deseo de ver, de su necesidad de sentido. Así, encarna al observador moderno que confunde su perspectiva con la realidad misma, sin advertir que todo lo que cree encontrar ya estaba prefigurado por su campo visual, por sus marcos mentales y culturales.

     Virilio, en este contexto, advierte sobre los peligros de una visualidad saturada. La mirada contemporánea, dice, ya no es una ventana hacia el mundo, sino una trampa: cuanto más vemos, más perdemos el referente. Las imágenes ya no remiten a algo exterior, sino que sustituyen al mundo. El ojo se vuelve prisionero de sus propias proyecciones. Lo visible devora lo real. Y en ese abismo entre imagen y presencia, entre evidencia y ficción, se pierde la posibilidad de un mundo compartido.

     Foucault, desmantela la ilusión de neutralidad. No hay observación inocente, ni marco teórico que no esté cargado de poder. Lo que llamamos realidad es una producción: un efecto de régimen de saber-poder que decide qué es visible, qué es decible, qué es creíble. Toda teoría es una toma de partido. Todo discurso, incluso el científico, construye su objeto desde una posición. La pretendida objetividad no es más que el enmascaramiento de una voluntad de verdad que, paradójicamente, impide ver más allá de sus propias premisas.

     En este sentido, la escuela — con ella la academia y la investigación científica— se convierten en grandes cavernas epistémicas. Lejos de interrogar radicalmente el mundo, muchas veces lo confirman. Desde sus metodologías y marcos teóricos, producen verdades que solo validan aquello que ya estaba prefigurado en su interior. El problema, los objetivos, la hipótesis, los instrumentos y las conclusiones forman parte de un circuito cerrado que actúa como un sistema de autoverificación. Así, el saber no se abre al acontecimiento, sino que se repliega sobre sus certezas, reafirmando el campo —topos— de visión y pensamiento que le da origen.

     En resumen, Blow-Up no es solo una película sobre un fotógrafo y una posible muerte: es una meditación profunda sobre el lugar desde donde miramos, sobre aquello que dejamos fuera del encuadre y sobre la forma en que construimos la realidad a fuerza de mirar creyendo que descubrimos. Invita a sospechar de nuestras imágenes, de nuestras teorías, de nuestras verdades. A preguntarnos si, al final, no seremos nosotros mismos —como Thomas— quienes desaparecemos cuando ya no queda nada por ver.

 

 Referencias Bibliográficas

Antonioni, M. (director). (1966). Blow Up [Película]. Metro-Goldwyn-Mayer.

Baudrillard, J. (2000). El crimen perfecto. Anagrama.

Calvino, I. (1997). Palomar. Siruela.

Derrida, J. (1995). El lenguaje y las instituciones filosóficas. (Grupo Decontra, Trad.). Paidós.

Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. La Piqueta.

Gibran, K. (1987). El loco. Ediciones Obelisco.

Kant, I. (2007). Crítica de la razón pura. (P. Ribas, Trad.). Alfaguara. (Original publicado en 1781)

McCarthy, C. (2008). Suttree. Vintage Español. (Original publicado en 1979)

Nietzsche, F. (2003). El crepúsculo de los ídolos. Alianza Editorial.

Saramago, J. (1995). Ensayo sobre la ceguera. Alfaguara.

Virilio, P. (1997). El Cibermundo, la política de lo peor. Cátedra.

Wachowski, L., & Wachowski, L. (directoras). (1999). The Matrix [Película]. Warner Bros.

 

 

 



[1] Magíster en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Colombia). Magíster en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Colombia). Especialista en Gerencia de Servicios Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín (Colombia). Ph. D. Doctor Filosofía en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá (Colombia) con tesis doctoral distinguida. Investigador en el campo temático: filosofía como educar/se y espiritualidad. Minciencias: Investigador Junior (IJ). CvLAC. GrupLAC. Orcid: 0000-0002-6153 -7675. camolina@uniquindio.edu.co molinagomezcarlosalberto@gmail.com

[2] Wachowski, L., & Wachowski, L. (directoras). (1999). The Matrix [Película]. Warner Bros.


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