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Carlos Molina Gómez |
BLOW UP Y LA MIRADA: REALIDAD, RECORTE Y CREACIÓN DEL MUNDO
“[…] día a día debiste hacer tu jornada de lento viajero para llegar a este minuto en que la radical extrañeza de todo te hiere” José Manuel Arango Unidad visual: Blow Up (1966) de Michelangelo Antonioni Unidad literaturante: El Cibermundo, la política de lo peor (1997).
Paul Virilio.
Carlos Molina Gómez[1]
Un asunto se me antoja particularmente interesante
en el diálogo extendido entre Michelangelo Antonioni y Paul Virilio. Y cuando
digo se me antoja, no lo hago con un tufillo despectivo o sobrador, sino
desde una postura realista: no siempre leemos lo que el escritor —o cineasta,
en este caso— quiso decir. Leer, según Borges en Pierre Menard, autor del
Quijote, es reescribir el texto en el contexto del lector, un contexto que
no siempre coincide con el del autor. Si cambia el contexto, cambia el texto.
Si cambia el punto de vista, cambia el objeto.
En el
juego inquietante entre ver y creer, Blow-Up (1966), la icónica película
de Michelangelo Antonioni, propone una escena en apariencia banal: un fotógrafo
en un parque, una cámara, una serie de imágenes ampliadas, un crimen que tal
vez nunca existió. Detrás de ese argumento mínimo se despliega un campo de
tensiones filosóficas fundamentales: ¿vemos lo que es, o vemos lo que
queremos —o podemos— ver? Este artículo se sumerge en esa pregunta desde la
mirada de Paul Virilio y Michel Foucault, quienes permiten comprender que el
punto de vista no es solo una forma de observar el mundo, sino una fuerza que
lo constituye. No existe objeto sin marco, ni realidad sin recorte.
La tesis
que guía esta reflexión es clara: no hay una realidad anterior a la conciencia,
sino que mirada con un marco previo (creencias, verdades, monumentos, patrones
limitantes, ídolos) recorta, fija y valida una versión del mundo que será
asumida como verdad (ídolo, monumento). A través de otra lectura de Blow Up,
se analiza cómo la fotografía —más que una simple captura— actúa
como un operador epistémico que construye realidades a partir de lo visible, lo
ampliable, lo interpretable. En este sentido, la imagen no es evidencia de lo
real, sino productora de lo real dentro de un régimen de saber-poder que
legitima ciertos recortes y excluye otros. La fotografía es una metáfora de los
regímenes de exclusión empleados por los centros de encierro como las
universidades.
El
objetivo central del presente texto es explorar cómo la mirada —determinada por
una episteme, un campo/topos de visión/pensamiento— no se
limita a representar el mundo, sino que lo fabrica. Este gesto creador se
manifiesta no solo en el cine o la fotografía, sino también en los discursos
científicos, en la investigación académica, en las metodologías que definimos
para probar lo que ya se intuye. Lo que se ve es lo que se cree, y lo que se cree
se convierte en lo único que se puede ver. Esto se hace más evidente con las
evaluaciones/juicios de los pares lectores o jurados de informes de
investigación o de tesis doctorales: juzgan desde sus experiencias y campos de
visión y muchas veces pretenden que el investigador, doctorando o estudiante
diga lo que ellos quieren leer o que lean lo que ellos en su eterno bucle ya
han leído.
Se
sostiene, que el observador no descubre el mundo: lo construye. Con la
fotografía (como pre/texto) vista como la teoría se afirma que la verdad
se selecciona, encuadra y reconfigura. No hay imagen sin ideología, ni realidad
sin mirada. Las ciencias, en su pretendida neutralidad, replican esta lógica al
definir previamente su objeto de estudio y al autovalidar sus hallazgos dentro
del marco que ellas mismas diseñaron. Así, Blow Up, no solo habla de un
crimen ambiguo, sino del gesto fundador de toda verdad: el acto de mirar desde
un lugar. El modelo de los modelos.
Este
artículo invita a sospechar de las imágenes (ídolos), de las teorías, de
nuestras certezas. A detenernos, como Thomas frente a sus fotos, y preguntarnos
si lo que creemos ver es lo que realmente está ahí… o solo lo que
nuestra mirada —y su campo de posibilidad— permite construir.
La
teoría (campo/topos de visión/pensamiento) define lo que somos
capaces de observar o el punto de vista (campo/topos de visión/pensamiento)
crea el objeto.
El mundo
verdadero, inasequible, indemostrable, imprometible, pero, ya en cuanto
pensado, un consuelo, una obligación, un imperativo. (En el fondo, el viejo
sol, pero visto a través de la niebla y el escepticismo; la Idea, sublimizada,
pálida, nórdica, königsberguense) (Nietzsche, 2003).
“Henos aquí en un mundo dentro del mundo” (McCarthy, 2008).
“El mundo está todo aquí dentro” (Saramago, 1995).
El modelo es por definición aquel en el que no hay
nada que cambiar, aquel que funciona a la perfección, en cambio vemos
perfectamente la realidad que no funciona y se desintegra por todas partes; por
lo tanto, no queda sino obligarla a tomar la forma del modelo, por las buenas o
por las malas (Calvino, 1997).
Resulta
que ya no son nueve los planetas de nuestro sistema solar. Lo que antes era un
planeta ya no lo es. Los reinos de la naturaleza ya no son tres. ¿A caso
por dejar de nombrar un cuerpo extraterrestre deja de ser lo que es? ¿O
acaso por empezar a nombrar un cuerpo extraterrestre, que antes no nombrábamos,
cambia su esencia? ¿O acaso el mundo cambia su estructura micro o
macroscópica porque descubramos que existe algo más de lo que hoy creía existía?
En fin ¿vale la pena seguir creyendo en lo que creemos? ¿Vale
la pena creer que lo que nos han dicho y lo que nos han enseñado es la realidad?
¿Existe entonces la realidad? ¿No será acaso que el mundo
es lo que es y que no podemos proyectar en el mundo más orden o desorden del
que hay? Que… ¿no podemos transformarlo más de lo que se trasforma a sí
mismo? (Baudrillard, 2000: 22).
Baudrillard,
continúa alertando de esta situación:
Ahí está la debilidad de nuestra radicalidad histórica. Todos los
pensamientos del cambio, las utopías revolucionarias, nihilistas, futuristas,
toda esta poética de la subversión y de la transgresión característica de la
modernidad, resultarán ingenuas ante la inestabilidad, la reversibilidad
natural del mundo. No solo la transgresión, sino la misma destrucción, están
fuera de nuestro alcance. Jamás nos equipararemos con un acto de destrucción a
la destrucción accidental del mundo (2000: 22-23).
Se dice
con frecuencia que en la tierra de los ciegos el tuerto es rey; pero… ¿Será
cierta esta afirmación?
No resultaría
osado negar esta afirmación. No es posible que el tuerto sea rey en la tierra
de los ciegos, no le creerían por la sencilla razón que se están relacionando
con el mundo de manera distinta a la forma como el tuerto se relaciona con el
mismo mundo. El tuerto se relaciona con el mundo de una manera y lo ciegos de
otra. Cada uno se relaciona con el mundo desde su visión o no visión o visión
parcial. Hay tensión y por eso no puede ser rey. Seguramente por las virtudes
de la democracia el tuerto termine siendo rey, pero también los ciegos
terminen, seguramente, haciendo lo que ellos creen. (No sabemos si en un acto
de ceguera o de lucidez).
La forma
de relacionarnos con el mundo es lo que llamo caverna como campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento. Este es el mensaje que deja Platón en su mito de
la caverna y también esta idea se encuentra ejemplificada en la historia del rey
juicioso que narra k. Gibran en su libro El loco (Gibran, 1987).
Desde
nuestra caverna -campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento-
nos relacionamos con el mundo. Quien no esté dentro de la caverna es tildado de
loco, anormal, inadaptado o desadaptado. La caverna es un campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento aceptado y validado por una civilización. Para
nuestro caso es el régimen raciocentral de las sociedades capitalistas de
occidente. Ese es nuestro campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento
instalado por Kant en la modernidad y en el cual bebe la tradición científica
moderna pretendidamente universal.
Campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento con el que no estuvieron de acuerdo pensadores
como Foucault, Delueze, Guattari o Bateson, quienes subvierten la lógica, la
ciencia y la filosofía occidentales llevando el pensamiento llamado postmoderno
hacia los bordes de su racionalidad desde lo que se puede denominar relativismo
epistémico, el que constituye una interfaz epistémica hacia la muerte de la
Filosofía Occidental como filosofía Universal. Esto todavía dentro de la
tradición de la Ilustración Europea, pero en sus límites. De ahí en adelante está
todo por hacer (Buitrago, 2011: 1).
La caverna
como campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento hace
ver siluetas o sombras del mundo y hace creer que los universales o categorías
abstractas de la conciencia son la realidad objetiva o que es el
mundo. Esa caverna es la que crea una realidad y que denominamos la
realidad. La realidad no precede nuestro campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento o nuestra caverna según la episteme moderna.
Virilio
alerta de este imperio del campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento
cuando afirma: “El mundo está antes dentro de nosotros que fuera. Pero
si realmente está fuera, en la geografía y en el espacio-mundo, también
existe a través de mi conciencia del mundo”. Es decir, que mi campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento es el punto de mirada, es desde donde creo y miro
lo que denomino mundo o realidad.
El señor Palomar de pie en la orilla mira una ola. No está absorto en la
contemplación de las olas. No está absorto porque sabe lo que hace: quiere
mirar una ola y la mira. No está contemplando, porque la contemplación necesita
un temperamento adecuado, un estado de ánimo adecuado y un concurso adecuado de
circunstancias exteriores; y aunque el señor Palomar no tiene nada en principio
contra la contemplación, ninguna de las tres condiciones se le da. En fin, no
son «las olas» lo que pretende mirar, sino una ola singular, nada más; como
quiere evitar las sensaciones vagas, se asigna para cada uno de sus actos un
objeto limitado y preciso. (…) El señor Palomar trata ahora de limitar su campo
de observación; si se fija en un cuadrado, digamos, de diez metros de orilla
por diez metros de mar, puede completar un inventario de todos los movimientos
de olas que se repiten con diversa frecuencia dentro de un determinado lapso de
tiempo. La dificultad está en fijar los límites de ese cuadrado, porque si, por
ejemplo, considera como lado más alejado de su persona la línea en realce de
una ola que avanza, esta línea al acercársele y alzarse esconde a sus ojos todo
lo que queda atrás, y entonces el espacio que se está examinando se vuelca y al
mismo tiempo se aplasta. (Calvino, 1997: 15-17).
No
existe más realidad que la que yo creo. Nuestra conciencia son marcos teóricos
que crean los objetos o desde los que observamos. En occidente llamamos a la
conciencia, marcos teóricos (Kant). Es desde estos marcos teóricos o puñados de
argumentos que creamos realidades como planetas, reinos de la naturaleza,
razas, sistemas políticos, instituciones o asesinatos. La Película y el ojo
están en la conciencia, no están en el rollo o en la lente la cámara. Está en
la conciencia del observador o fotógrafo (en Blow up).
En Blow
Up, el protagonista Thomas, fotógrafo de moda, se obsesiona con una serie
de imágenes capturadas en un parque. Al ampliar las fotografías —literalmente Blow
up— comienza a descubrir en los detalles lo que parece ser un crimen. Pero
el crimen no está en el mundo: está en su mirada. El mundo no le ofreció un asesinato;
él lo construyó a partir de una secuencia de encuadres, ampliaciones y
supuestos. La fotografía, entonces, no revela la realidad, la crea.
Esta
escena es una materialización cinematográfica del pensamiento de Paul Virilio
cuando denuncia que el campo visual —el Cibermundo, la pantalla, el ojo
tecnificado— ya no representa, sino que impone realidades. De ahí su política
de lo peor: cuanto más vemos, menos comprendemos, nuestra capacidad de recorte
sustituye la complejidad por una apariencia de verdad.
Thomas
insiste en la imagen. Vuelve a ella, la recorta, la amplía, la interpreta. Como
el investigador académico que formula hipótesis, busca datos y termina
confirmando lo que ya suponía. En palabras de Foucault, actúa desde una
episteme, un régimen de saber-poder que no observa al mundo, sino que lo
produce. Así, el recorte fotográfico es el equivalente metodológico del marco
teórico: ambos seleccionan, encuadran y eliminan.
Para construir un modelo -Palomar lo sabía- es preciso partir de algo,
es decir, tener principios de los cuales pueda salir por deducción el propio
razonamiento. Estos principios -llamados también axiomas o postulados- uno no
los elige, sino que ya los tiene, porque si no los tuviera no podría siquiera
ponerse a pensar. Por lo tanto, Palomar también los tenía, pero -no siendo ni
un matemático ni un lógico- no se preocupaba de definirlos. Deducir era, sin
embargo, una de sus actividades preferidas, porque podía dedicarse a ella solo
y en silencio, sin instrumentos especiales, en cualquier lugar y momento,
sentado en un sillón o paseando. Por la inducción, en cambio, sentía cierta
desconfianza, tal vez porque sus experiencias le parecían aproximativas y
parciales. La construcción de un modelo era, pues, para él un milagro de
equilibrio entre los principios (que permanecían en la sombra) y la experiencia
(inasible), pero el resultado debía tener una consistencia mucho más sólida que
los unos y la otra. (Calvino, 1997: 95).
Por el
mismo Virilio deja abierta la puerta al señalar que no todo es conciencia o
teorías a la manera de la episteme de la modernidad, sino que fundamentalmente “[…]
está fuera, en la geografía y en el espacio-mundo”.
En ese
estar fuera de Virilio existe una circulación e interconexión permanente de
múltiples referencias o singularidades irreductibles que no se ajustan al campo/topos
de visión/pensamiento.
Llegado a ese punto a Palomar no le quedaba sino borrar de su mente los
modelos y los modelos de modelos. Cumplido también este paso, se encuentra cara
a cara con la realidad mal dominable y no homogeneizable, formulando sus «sí»,
sus «no», sus «pero». Para eso, es mejor que la
mente esté libre, limpia, amueblada sólo por la memoria de fragmentos de
experiencia y de principios sobrentendidos y no demostrables. No es una línea
de conducta que pueda darle satisfacciones especiales, pero es la única que le
resulta practicable. (Calvino, 1997: 97).
Eso es
lo que hace Antonioni en su film Blow up, alerta de esta tensión entre
el ojo del observador que crea una realidad/ficción la soberanía y
autonomía demencial del mundo. La realidad está en el ojo del observador sumida
incondicionalmente a todas las hipótesis que puedan hacerse sobre ella (Baudrillard,
2000: 14).
Pero
este observador no cuenta con que: “El exceso está en el mundo, no en
nosotros. El mundo es lo excesivo, el mundo es lo soberano” (Baudrillard,
2000: 23), por eso no hay crimen más allá del crimen del propio mundo. ¿Thomas,
el fotógrafo (protagonizado por David Hemmings) es testigo de un crimen?
O… ¿es él el criminal? O… ¿es el mundo el criminal?
Por eso al desaparecer el crimen desaparece Thomas. Porque: “En último
término, el objeto y el sujeto son lo mismo. Sólo podemos entender la esencia
del mundo si podemos entender, en toda su ironía, la verdad de esta
equivalencia radical” (Baudrillard, 2000: 10). ¿Qué nos queda hoy
del mundo después del imperio de la razón ilustrada? La muerte del
mundo, de la realidad es la muerte del humano. La desaparición del crimen es la
desaparición del observador. “Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué
mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?... ¡No!, ¡al
eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!”
(Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos). “No hay cuchara” (The
Matrix, 1999)[2]:
Niño: No intentes doblar la cuchara. Eso es imposible. En vez de eso,
sólo procura comprender la verdad.
Neo: ¿Qué verdad?
Niño: Que no hay cuchara.
Neo: ¿No hay cuchara?
Niño: Si lo haces, verás que no es la cuchara la que se dobla. Sino tú
mismo.
Las huellas
del mundo son las huellas del observador. No en vano Blow up alienta
desde su primera escena con las huellas sobre la hierba.
¿cuál
es el campo/topos/coordenadas de visión/pensamiento que
históricamente ha privilegiado la escuela? ¿Y la investigación?
Lo que sucede cotidianamente en investigación y en el mundo académico, se está
hablando de nuestra caverna, de nuestro Campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento. En investigación formulamos problemas,
preconfiguramos soluciones, se hacen propósitos, se diseña la metodología y los
instrumentos para finalmente llegar a la autoverifiación de lo que nosotros
mismos propusimos inicialmente.
Es un
acto permanente de autoafirmación y autovalidación de Campo/topos/coordenadas
de visión/pensamiento bajo la creencia que estamos afectando el mundo. De
hecho, exteriorizamos esta caverna en un compartimento estanco llamado marco
de referencia o marco teórico. Y es desde ese marco referencial o
teórico que preconfiguramos una realidad para, con rigurosos métodos e
instrumentos, configurarla definitivamente y elevarla a la condición de nueva
realidad frente a la cual asumimos una postura de fe absoluta por ser nuestra
realidad. Es uno de nuestros más profundos actos de fe. Es otra forma de
espiritualidad la de la ciencia.
Cierro recordando a Derrida:
Comenzamos aquí un segundo trayecto. Al igual que el primero, éste
tampoco nos conducirá hacia ninguna línea dominante más allá de la cual podamos
dominar la totalidad de una época o de un territorio histórico. Se tratará de
situar algunos puntos de referencia significativos para medir un desplazamiento
o la transformación de una problemática. Esto supone, por nuestra parte,
elecciones y riesgos estratégicos (Derrida. 1995).
La
fotografía, más que un simple testimonio de lo real, opera como un dispositivo
epistemológico: no capta una realidad externa e intacta, sino que actúa como un
instrumento de creación simbólica. Cada encuadre, cada decisión de foco, cada
gesto de ampliación es ya una interpretación; una forma de imponer una
narrativa y de cancelar todo lo que queda fuera del marco. Lo que no entra en el
visor, simplemente, no existe. En Blow Up, este gesto queda en
evidencia: lo que el fotógrafo captura no es un hecho, sino una posibilidad que
se transforma en verdad a medida que la imagen es mirada, ampliada, analizada y
creída.
La
mirada, deja de ser una herramienta pasiva de observación para convertirse en
una construcción ontológica. La verdad, en la película, no reposa en el
supuesto crimen, sino en la obsesión de Thomas por encontrarlo. Él no descubre
algo oculto en el parque; lo fabrica a partir de su deseo de ver, de su
necesidad de sentido. Así, encarna al observador moderno que confunde su
perspectiva con la realidad misma, sin advertir que todo lo que cree encontrar
ya estaba prefigurado por su campo visual, por sus marcos mentales y
culturales.
Virilio,
en este contexto, advierte sobre los peligros de una visualidad saturada. La
mirada contemporánea, dice, ya no es una ventana hacia el mundo, sino una
trampa: cuanto más vemos, más perdemos el referente. Las imágenes ya no remiten
a algo exterior, sino que sustituyen al mundo. El ojo se vuelve prisionero de
sus propias proyecciones. Lo visible devora lo real. Y en ese abismo entre
imagen y presencia, entre evidencia y ficción, se pierde la posibilidad de un
mundo compartido.
Foucault,
desmantela la ilusión de neutralidad. No hay observación inocente, ni marco
teórico que no esté cargado de poder. Lo que llamamos realidad es una
producción: un efecto de régimen de saber-poder que decide qué es
visible, qué es decible, qué es creíble. Toda teoría es una toma de partido.
Todo discurso, incluso el científico, construye su objeto desde una posición.
La pretendida objetividad no es más que el enmascaramiento de una voluntad de
verdad que, paradójicamente, impide ver más allá de sus propias premisas.
En este
sentido, la escuela — con ella la academia y la investigación científica— se
convierten en grandes cavernas epistémicas. Lejos de interrogar radicalmente el
mundo, muchas veces lo confirman. Desde sus metodologías y marcos teóricos,
producen verdades que solo validan aquello que ya estaba prefigurado en su
interior. El problema, los objetivos, la hipótesis, los instrumentos y las conclusiones
forman parte de un circuito cerrado que actúa como un sistema de
autoverificación. Así, el saber no se abre al acontecimiento, sino que se
repliega sobre sus certezas, reafirmando el campo —topos— de visión y
pensamiento que le da origen.
En resumen,
Blow-Up no es solo una película sobre un fotógrafo y una posible muerte:
es una meditación profunda sobre el lugar desde donde miramos, sobre aquello
que dejamos fuera del encuadre y sobre la forma en que construimos la realidad
a fuerza de mirar creyendo que descubrimos. Invita a sospechar de nuestras
imágenes, de nuestras teorías, de nuestras verdades. A preguntarnos si, al
final, no seremos nosotros mismos —como Thomas— quienes desaparecemos cuando ya
no queda nada por ver.
Antonioni, M. (director). (1966). Blow Up [Película].
Metro-Goldwyn-Mayer.
Baudrillard, J. (2000). El crimen perfecto. Anagrama.
Calvino, I. (1997). Palomar. Siruela.
Derrida, J. (1995). El lenguaje y las instituciones filosóficas. (Grupo
Decontra, Trad.). Paidós.
Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. La Piqueta.
Gibran, K. (1987). El loco. Ediciones Obelisco.
Kant, I. (2007). Crítica de la razón pura. (P. Ribas, Trad.). Alfaguara.
(Original publicado en 1781)
McCarthy, C. (2008). Suttree. Vintage Español. (Original publicado en
1979)
Nietzsche, F. (2003). El crepúsculo de los ídolos. Alianza Editorial.
Saramago, J. (1995). Ensayo sobre la ceguera. Alfaguara.
Virilio, P. (1997). El Cibermundo, la política de lo peor.
Cátedra.
Wachowski, L., & Wachowski, L. (directoras). (1999). The Matrix
[Película]. Warner Bros.
[1] Magíster
en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Colombia). Magíster
en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Colombia).
Especialista en Gerencia de Servicios Sociales de la Universidad Católica Luis
Amigó, Medellín (Colombia). Ph. D. Doctor Filosofía en Educación de la
Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá (Colombia) con tesis doctoral
distinguida. Investigador en el campo temático: filosofía como educar/se y
espiritualidad. Minciencias: Investigador Junior (IJ). CvLAC. GrupLAC. Orcid:
0000-0002-6153 -7675. camolina@uniquindio.edu.co molinagomezcarlosalberto@gmail.com
[2]
Wachowski, L., & Wachowski, L. (directoras). (1999). The Matrix
[Película]. Warner Bros.
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