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Andrea Ruiz |
Dos poemas /
Andrea Ruiz
...
Figuras
en el suelo
Se
me volvió costumbre tirarme boca abajo sobre el suelo, para meditar,
cuando
el ruido de afuera quería romperlo todo.
Mi
cemento quemado tiene secretos:
las
vetas entre el gris y el rojo dibujan mundos
que
solo existen cuando cierro los ojos abiertos.
Hoy,
está noche especialmente tiene un estruendo
insoportable—
me
rendí al suelo.
Allí,
entre la mezcla áspera, vi un rostro hermoso.
El
choque térmico entre mi cuerpo tibio
y su
tez helada
me
hizo acariciar sus rasgos durante horas.
Era
frío.
Era
suave.
Era
perfecto.
Esa
noche, fue el momento más largo en el que aquel rostro y yo nos conocimos.
Un
momento en el que logré domesticar mi
pedazo de tierra.
Esa
noche Mi pareidolia me regaló
una
ilusión de amor entre aquel suelo y yo.
Hasta
que el ruido cesó
El
ruido de la lluvia de plomo que
golpea las paredes y el techo cesó; las
Ráfagas de balas danzantes cesó y entonces volvió el silencio.
Los
hombres sin cielo se callaron.
Y
yo…
salí
del drama romántico
de
mi alucinación.
Ah
Que hermoso suelo vi hoy.
Andreina
Los carros fúnebres amarillos
¿Y
por qué el carro es tan pequeño?
—Mamá…
¿Creí
que los carros fúnebres eran más largos?
—Ese
es un nuevo carro fúnebre, mi amor.
—Pero
ahí va alguien acostado…
¿Y
por qué el carro es amarillo?
—Para
que su alma vaya con el sol.
—Ah…
¿Y
por qué el conductor parece triste?
Debe
estar cansado.
Tal
vez tuvo una jornada larga.
—¿Y
por qué no usan un ataúd?
¿No
se supone que así viajan los muertos?
—A
veces no hay tiempo…
O no
hay dinero.
¿Y
por qué lo meten en la parte de atrás, como una maleta?
—Mamá,
el conductor dijo: “no, por favor”…
¿Será
que no quiere llevarlo?
—A
veces, hija,
hay
trabajos que se hacen con el corazón apretado.
—¿Entonces
por qué trabaja en eso?
—Porque
a veces toca.
Porque
no todos los que conducen,
eligen
a quién llevan.
—Ojalá
su alma sí llegue al sol.
reza
tres Avemarías para el mamá
¿Está
bien si digo “Amén”?
Sí,
mi amor.
Dilo
fuerte.
Di
Amén.
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