LA DISTOPÍA COLOMBIANA
Darío Ruiz Gómez
“Acelerar las
contradicciones de la burguesía” era el propósito de las violentas huelgas
estudiantiles a partir de los años 70 en especial según lo repetían una y otra vez radicales
militantes de las llamadas utopías comunistas de entonces tanto la bolchevique
como la castrista y por supuesto el
feroz maoísmo. Con esta consigna los nuevos actores de la escena universitaria el proyecto de crear una “nueva sociedad” solamente podía
darse a través de la lucha armada. Y entregándose fervorosa y despiadadamente a
destruir la presencia de la sociedad burguesa, enfrentar el imperialismo
norteamericano y combatirse entre ellos en una patética parodia de ejecuciones que habían visto en los juicios de Praga y
Moscú y en la infame revolución maoísta y que consideraban debían adaptarse a la lucha armada en Colombia.
Conceptos como “reaccionario”, “conspirador”, “enemigo de la causa” aplicados
farsescamente supusieron el fusilamiento de cientos de militantes, de
declarados “enemigos” como se hizo asesinando al profesor Giraldo en Cali y a
Jesús Bejarano en Bogotá. Cuando el
mundo asistió a la aparatosa caída del régimen estalinista en Rusia y en los
llamados países de la Cortina de Hierro, cuando el mundo conoció de las atrocidades
del maoísmo el Partido Comunista colombiano, el ELN, cerraron los ojos y
negaron esa evidencia del fracaso de una monstruosa Utopía que condujo al
asesinato de más de 40.000.000 de personas. Se decía bajo esta infame retórica
que el sacrificio de poblaciones enteras era “necesario para instalar el
paraíso comunista” y redimir a las masas oprimidas. En Colombia el intento de construcción de esa “utopía” después de cincuenta años
arroja por parte del PCC, cifra reconocida por sus dirigentes, la cifra de 290.
000 personas asesinadas, niños descuartizados, campesinos despojados de sus
heredades, terrorismo. Esto en Colombia hay que recordarlo cierto tiempo porque
la maquinaria del olvido sobre lo que debía ser la responsabilidad asumida por esa
dirigencia enriquecida además hasta lo más increíble, funciona hoy a todo vapor
mediante las nuevas técnicas de desinformación, de difamación. Y continúa
recurriendo bajo cuerda y con una Quinta Columna muy eficaz de políticos
cómplices sembrando el terror en el
Cauca y sur del Valle, Jamundí, especialmente. Los paros son una manera de
sentirse un enjambre que no piensa y huye del pánico de tener que reconocer que están a solas.
El llegar a creer en una
Utopía como el comunismo supuso renunciar a un criterio libre y convertirse en siervo de un poder único. La tarea de engañar a la
juventud, al magisterio, a la clase campesina y trabajadora, a ciertos estratos
de la nueva clase media ha sido la labor entre las sombras de estas agrupaciones encargadas de colaborar
con el enemigo e infiltradas como Partidos democráticos, contando hoy con la
invencible colaboración de las Plataformas
rusas que han demostrado que para convocar una protesta pública, un
corte de carreteras no se necesita ya de líderes. La ruina de una Utopía implica
la pérdida implacable de lo que no fue
un sueño sino una pesadilla. ¿En dónde se han refugiado los derrotados de la
Utopía comunista? Es aquí donde surge la
maldad del resentido que sabe que el futuro no es para él la consumación del
poder total. Convertido en Quinta Columna que trabaja para un enemigo
inexistente, el terrorismo es la única
comprobación de su existencia: las ruinas de
lo que convirtieron en una melancólica distopía aumentan su rencor
frente lo que pudieron hacer y lo han perdido. Pillado en su asiento mientras habla con las Disidencias y el ELN
para pedirles que apoyaran a Petro, la figura del Congresista de marras es la de un fantasma que quiere seguir
haciendo daño sin darse cuenta de que su utopía está muerta..
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